Comienza el año y con él, los retiros de Emaús, en los que las personas se encuentran cara a cara con el amor de Dios.
Tras un fin de semana intenso, es muy habitual escuchar: "Emaús me ha cambiado la vida". Y ahí nos quedamos. A menudo, magnificamos el método y confundimos el medio con el fin. Mezclamos proceso con propósito. Y, por desgracia, para muchos, el fin de semana es el principio y el fin. Y estoy de acuerdo con un amigo mío, que dice: "No sólo de Emaús vive el hombre".
Sin embargo, en sí mismo, Emaús no te cambia la vida. Es cierto que la Gracia que se derrama te interpela a revisar tu vida, cómo la has vivido, cómo la vives y cómo la quieres vivir, pero cambiar, no la cambia. Lo que ocurre es que, tras el retiro, la miras desde otra perspectiva. Emaús sí provoca un "antes" y un "después". Y sobre todo, debe provocar un "después".
Sin duda, como tráiler que es, se trata de una herramienta importante y necesaria de promoción y difusión del "gran largometraje".
Un tráiler moviliza a las personas a que vean una determinada película. Ofrece una visión parcial sobre la película y desarrolla una estrategia para llegar al público objetivo al que va dirigido, promocionando algunos aspectos de la historia.
El realizador (que se llama Espíritu Santo) consigue que el público (nosotros) intuyamos la trama de la película (el plan de Dios), nos presenta al actor principal (Jesús), nos anuncia el tema de la película (el amor), nos emociona con una música maravillosa (la Gracia), nos entusiasma (corazón en ascuas) y nos anima a verla completa (a comprometernos con Dios).
Emaús es un tráiler atractivo que acapara la atención del espectador. Primero, porque apenas se cuenta nada y segundo, una vez en el retiro, porque la acción se desarrolla "in crescendo", de menos a más. Comienza de manera tranquila para acabar de forma "espectacular".
Es un tráiler donde las frases más impactantes y emblemáticas son narradas por un "relator" (Cristo), que nos explica las "escenas" mas importantes de la película (las Escrituras) y que nos interpela con "arengas contundentes" ("qué necios y qué torpes") que traspasan el alma.
Entonces, le invitamos a nuestra casa (vida), y de invitado, pasa a ser anfitrión, invitándonos a participar con Él en la película (la Eucaristía).
Es un tráiler intenso pero breve, con una música (el servicio a los demás) que nos cautiva pero que no es la banda sonora completa, con escenas impactantes (testimonios) que nos acercan a la trama de la película, pero no es la película.
Una vez que has visto el tráiler, eres tú quien decide ver la película o no, comprometerte o seguir con "tus cosas" Y esa decisión libre y personal es la que realmente te hace cambiar de vida. Así actúa el cielo. Así lo quiere Dios.
Una vez que has visto el tráiler, eres tú quien decide ver la película o no, comprometerte o seguir con "tus cosas" Y esa decisión libre y personal es la que realmente te hace cambiar de vida. Así actúa el cielo. Así lo quiere Dios.
Es tu disposición a indagar más y más en las escenas que has visto, tu compromiso de avivar el amor que has sentido, tu deseo de conocer más al Protagonista a quien has descubierto, tu interés en ahondar en la gracia que has recibido, la que te conduce a apasionarte por querer participar y disfrutar de la película.
Si el tráiler es fantástico, la película está por descubrir. No sólo es mucho más extensa, no sólo tiene una banda sonora completa, no sólo hay más actores, sino que si decides verla hasta el final, entenderás toda la "trama".
Emaús no te cambia la vida. Cuando decides libremente ser parte de la película, entonces, Dios actúa poderosamente en ti, te sientes profundamente amado y acompañado, y se produce la transformación. Es la película misma la que cambia tu forma de ver y pensar. Y entonces, tu vida cambia.
JHR