¿QUIÉN ES JESÚS?

La vida de Jesús siempre ha suscitado preguntas a lo largo de los últimos dos mil años.

¿Cómo pudo un carpintero que fue ejecutado por los romanos convertirse en el hombre más famoso de la historia?
¿Fue Jesús alguien verdaderamente real?
¿Cómo puede Dios ser un hombre al mismo tiempo?
¿De qué manera podría esto tener algún sentido para mi vida?

Estas son algunas pero queremos que nos cuentes las tuyas.
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jueves, 11 de marzo de 2021

LO MÁS DIFÍCIL PARA UN CRISTIANO

"Muchos discípulos suyos se echaron atrás 
y no volvieron a ir con él. 
Entonces Jesús les dijo a los Doce: 
¿También vosotros queréis marcharos?" 
(Juan 6,66-67)

Una vez has conocido de verdad a Cristo, "creer" puede resultar fácil (es imposible no hacerlo), pero lo más difícil para un cristiano es perseverar en lo que Jesús nos dice. 

Esto les ocurrió a muchos discípulos de Jesús y, concretamente, a los dos de Emaús, que habían creído en Jesús pero habían desfallecido. Durante su camino, escucharon atentamente al desconocido todo lo que les decía hasta llegar a su aldea. Podrían haberse despedido de Él y haberle deseado "buen viaje", pero no lo hicieron. Perseveraron y, al final, le reconocieron.

Y es que, ante Dios, todos empezamos con muchos bríos, a todos "nos arde el corazón", pero enseguida, casi todos desfallecemos; todos "prometemos todo" al principio de nuestro encuentro con Dios, pero después, incumplimos mucho o casi todo; todos comenzamos muy eufóricos, pero terminamos "perdiendo gas"; todos le seguimos durante un tiempo pero pronto nos "echamos atrás" o le "despedimos"... 

Y el Señor nos pregunta: ¿También vosotros queréis marcharos? (Juan 6,67) ¿Sois los que os quedáis al borde del camino, en terreno pedregoso o entre abrojos? (Lucas 8,5-8). ¿Sois como Demas, discípulo de Pablo, que le abandonó, enamorado de este mundo presente, y se marchó a Tesalónica? (2 Timoteo 4,10). 

Podríamos excusarnos ante Jesús, decirle que abandonar es "humano"... y esperar sin hacer nada a que su misericordia nos salve. Podríamos pensar (y no nos equivocaríamos) que es más "fácil" dejarse arrastrar por la corriente del mundo que nadar a contracorriente, que es más "cómodo" apartarnos cuando llega la prueba (Lucas 8,13). Precisamente por todo eso, Cristo vino a nosotros para "increparnos", para "cuestionarnos" y con el propósito de "divinizarnos", de "cristificarnos"...porque solos, no podemos.
Dice el Evangelio que "el que persevere hasta el final, se salvará" (Mateo 10,22). Esto es Palabra de Dios...y, como siempre, bastante clara: no dice "al principio", o "durante un tiempo", o "a ratos". Dice "hasta el final".

Esto rexuerda a los que se llaman católicos pero que sólo van a la Iglesia cuatro veces en su vida para que les "echen" algo: agua en su bautizo, regalos en su comunión, arroz en su boda y tierra en su funeral. Son los "practicantes no creyentes" de los que ya hablamos en otro artículo... los que "abandonan" sin irse del todo pero sin estar en nada.

Tampoco sirve de nada ser un cristiano "velocista" porque nuestra carrera es una "maratón". Ni ser un cristiano "efervescente" porque nuestro vino requiere "crianza y reposo en barricas". Ni eso de "lo importante es participar" porque los que abandonan y no cruzan la meta están "descalificados", no obtienen medalla, ni diploma, ni "corona de laurel". Ni tampoco ser católicos "de domingo" o de "eventos", mientras vivimos como paganos entre semana o durante el resto de nuestra vida.

La perseverancia cristiana significa no sólo continuidad sino, sobre todo, firmeza y constancia. La resistencia cristiana significa ser incansables e inasequibles al desaliento, ser "fielmente adictos" a Cristo y con la mirada fija en la meta. La persistencia cristiana significa conocer que el camino tiene dificultades, sufrimiento y oposición, saber que no es un "camino de rosas" sino que está lleno "espinas", pero que tiene un "final feliz".
 
El mundo es antagónico a la fe. No es fácil seguir a Cristo en una sociedad relativista, racionalista, progresista y, sobre todo, materialista. Y menos...si nos asalta la duda, o si  padecemos dolor y sufrimiento, o si somos presa de la injusticia. Lo más probable es que "arrojaremos la toalla". Lo sabemos...por eso, hace falta perseverancia, que es también fortalecer nuestra voluntad.

Cargar la cruz y seguir a Cristo no es nada fácil. Estamos avisados: requiere esfuerzo, ánimo y valentíaPor eso, es tan importante estar muy cerca del Maestro, "seguirle a poca distancia", ser "su sombra". Por eso, es tan necesario no "descolgarnos" ni "perder de vista" a Dios ni a su Iglesia. Por eso, es tan crucial que "cultivemos" nuestra vida interior y que seamos "constantes en la oración" (1 Tesalonicenses 5,17).

Perseverar es imitar a Cristo camino del Calvario. Es levantarse una y otra vez a pesar del enorme peso de la cruz. Es enfocarse en la meta y no en el sufrimiento. Es encaminarse al martirio sin desfallecer, porque al final está la recompensa de la resurrección. 
Toda la Palabra de Dios es una guía de perseverencia y, concretamente, el Apocalipsis, un manual para resistir hasta el final. Perseverar es imposible sin ir de la mano del Señor y sin escuchar su voz. 

Cristo nos da ánimos continuamente, nos promete que perseverar no es infructuoso, y nos asegura que resisitir no es "en balde": "Conozco tus obras, tu fatiga, tu perseverancia, que no puedes soportar a los malvados (...) Tienes perseverancia y has sufrido por mi nombre y no has desfallecido (...) Al vencedor le daré a comer del árbol de la vida, que está en el paraíso de Dios(Apocalipsis 2,2-3 y 7).




JHR

sábado, 16 de marzo de 2019

UN MENSAJE ESCANDALOSO

Imagen relacionada
"Si uno viene a mí y no deja a su padre y a su madre, 
a su mujer y a sus hijos, hermanos y hermanas, 
y aun su propia vida, 
no puede ser discípulo mío. 
El que no carga con su cruz y me sigue, 
no puede ser mi discípulo." 
(Lucas 14, 26-27)

¡Qué fuertes resuenan las palabras de Cristo en el Evangelio de Lucas! ¡Qué duro es tener que dejar todo por Él, a nuestros padres, hermanos, mujer o hijos! ¡Parece una locura, un escándalo! 

Sin embargo, lo que la Palabra de Dios quiere hacernos entender es que no es posible ser discípulo de Cristo si queremos caminar con nuestras mochilas, con nuestras intereses, comodidades o preocupaciones.

Nos asegura que no es posible seguirlo a "nuestra manera", a "nuestro antojo", a nuestra conveniencia o a nuestro gusto. 

Nos dice que no es posible ser cristiano sin dejar de lado los apegos, esclavitudes y dependencias


Nos muestra el camino y nos señala la dirección pero no nos obliga a tomarlo.

Ento
nces ¿qué significa cargar nuestra cruz?

Mientras el mundo nos señala la libertad, la prosperidad, el éxito y la realización personal como el modo de vivir una v
ida feliz, Jesús nos dice todo lo contrario: la dependencia, la humillación, el abandono y la confianza conducen a la vida plena. La cruz es indispensable para seguirlo y llegar al cielo.

Para seguir a Jesús, ¿hace falta renunciar a nuestra familia?
Cualquier versión desvirtuada de vida cristiana que podamos imaginar distinta a la de abrazar la cruz no pasa de ser un cristianismo light, una fe descafeinada, un discipulado "fake".

Como tampoco vale cargarla "de mala manera" o "por cumplir".

Debemos abrazarla, es decir, desearla, amarla. ¡qué fuerte!...¿no? ¡...de locos"! ¿verdad? ¡Un mensaje escandaloso!

Pu
diera se que nos planteáramos servir a Dios desde una perspectiva cómoda, sencilla y libre de riesgos.

Pudiera ser que quisiéramos dar una imagen pública "políticamente correcta" al mundo, pretendiendo no "descolocar" u ofender a nadie y, así, pasar de puntillas por nuestro cristianism
o.

Sin emba
rgo, el apóstol Pablo deja muy claro que seguir a Cristo implica compromiso, incomodidad y sacrificio. Implica escándalo y locura. Valentía y decisión. Tenemos que "mojarnos". No valen los atajos ni los caminos fáciles. 

Pablo escribe a la igl
esia de Corinto: "El mundo con su propia sabiduría no reconoció a Dios en la sabiduría manifestada por Dios en sus obras. Por eso Dios ha preferido salvar a los creyentes por medio de una doctrina que parece una locura. Porque los judíos piden milagros, y los griegos buscan la sabiduría; pero nosotros anunciamos a Cristo crucificado, escándalo para los judíos y locura para los paganos, pero poder y sabiduría de Dios para los llamados, judíos o griegos. Pues la locura de Dios es más sabia que los hombres; y la debilidad de Dios, más fuerte que los hombres." (1 Corintios 1, 21-25).

Imagen relacionada Si el mensaje de la cruz supone un escándalo y una locura para el mundo, el estilo de vida basado en la cruz también será considerado una locura y un escándalo para el mundo. 

Pablo dice Dios le envió a predicar el evangelio "sin alardes literarios, para que no se desvirtúe la cruz de Cristo" (1 Corintios 1,17), para que no suceda lo que le ocurrió en el areópago de Atenas, durante su segundo viaje apostólico, donde trató de "suavizar" el mensaje de Cristo, fracasando estrepitosamente.

Quizás algunos tratan de seguir a Cristo a través de un denodado activismo social con el que dirigir sus conciencias hacia un pensamiento que les convierta en buenas personas, en verdaderos discípulos de Cristo. 

Si bien estar activo en obras sociales o caritativas tienen su importancia, la manera más efectiva que Dios nos ha dado para cambiar el mundo es cambiar los corazones con un mensaje claro y contundente del Evangelio. 

Un mensaje que nos confronta y que nos interpe
la en nuestras propias vidas, en nuestros entornos. 

Las conversaciones de paz, los programas políticos o diplomáticos y las estrategias sociales o económicas no son las fuerzas de cambio que más necesita el mundo. Lo que el mundo necesita es el Evangelio presentado de forma clara y sin doblez por apóstoles valientes y seguros de Dios (2 Corintios 5, 16-21).

El estilo de vida de la cruz no es un ca
mino en el que buscamos la realización personal, complaciéndonos a nosotros mismos, sino que es una forma de vida en la que confiamos en que la alegría y la paz nos llegarán a través de la completa obediencia a Dios, según sus designios, como hace un hijo con su padre.

Al entregar nuestra vida al propósito de Dios, los cristianos sabemos que Su plan es llevar a otras almas junto a Él, aunque a veces, nos lleve por situaciones de riesgo o incomodidad, en las que debemos confiar ciega e implícitamente en Él, aún sin comprender.

Solo cargando la cruz, podemos encontrar la gr
acia de una vida victoriosa y alcanzar nuestro destino final: el cielo.

¡Señor, si Tú me dices ven...lo dejo todo!