¿QUIÉN ES JESÚS?

La vida de Jesús siempre ha suscitado preguntas a lo largo de los últimos dos mil años.

¿Cómo pudo un carpintero que fue ejecutado por los romanos convertirse en el hombre más famoso de la historia?
¿Fue Jesús alguien verdaderamente real?
¿Cómo puede Dios ser un hombre al mismo tiempo?
¿De qué manera podría esto tener algún sentido para mi vida?

Estas son algunas preguntas, pero aquí tienes un espacio para formular las tuyas.
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jueves, 13 de septiembre de 2018

EL ARMARIO DE LA IGLESIA


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"No os engañéis; ni los lujuriosos, ni los idólatras, ni los adúlteros,
ni los afeminados, ni los invertidos, ni los ladrones, ni los avaros,
ni los borrachos, ni los difamadores, ni los salteadores
heredarán el reino de Dios.
Huid de la lujuria.
Cualquier otro pecado cometido por el hombre
queda fuera del cuerpo,
pero el pecado de lujuria daña al propio cuerpo.
¿No sabéis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo,
que habita en vosotros, y que habéis recibido de Dios?
Ya no os pertenecéis a vosotros mismos.
Habéis sido comprados a gran precio;
glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo."
(1 Corintios 6, 9-10; 18-20)
Seguimos estremeciéndonos por los nuevos casos de abusos y prácticas homosexuales dentro de la Iglesia y que salen a la luz día tras día. Es el "humo de Satanás", una negra y espesa oscuridad que se extiende por todos los rincones católicos, escandalizando, asfixiando y destruyendo almas.

Creo que existe un error de base por parte de la jerarquía eclesiástica a la hora de acometer estos casos, ya que se pretende (o al menos eso se nos da a entender) adoptar una solución en su fase final, es decir, cuando el daño está hecho o cuando el escándalo es público. Y lo hacen, bien aceptando una simple dimisión o asignando un impune cambio de aires.

En realidad, se trata de un problema de fondo que debería atajarse en su fase embrionaria, es decir, en los seminarios donde se origina. Es allí, donde, desgraciadamente, existen redes homosexuales que actúan con toda impunidad

El problema no se resuelve con la dimisión de cardenales y obispos ni tampoco con el traslado de sacerdotes a otras parroquias.

Janet Smith, teóloga estadounidense y catedrática en la Universidad de Notre Dame y en la de Dallas, experta en la Humanae Vitae y en las enseñanzas morales de San Juan Pablo II, denuncia la existencia de redes homosexuales, a las que denomina "la Mafia Lavanda”, a medio camino entre el púrpura cardenalicio y el rosa. 

Según Smith se trata de un grupo de homosexuales activos que se protegen entre ellos para tomar el control de las diócesis. Y así muchos llegan a puestos de poder desde donde pueden ejercer presiones contra los muchos curas que no están de acuerdo con su forma de vida. Y les boicotean. Luego ayudan a los suyos a llegar más lejos en la jerarquía eclesiástica. Son homosexuales con sotana, que se aprovechan de los seminaristas, de los curas jóvenes o de cualquier chico que se acerque a la parroquia. Son depredadores que abusan de su situación de poder para obligar a otros miembros de la Iglesia a mantener relaciones con ellos”.



Los seminarios católicos guardan mucha similitud con el Ejército: son instituciones verticales, basadas en la ciega obediencia y en el absoluto secretismo

La formación de un sacerdote católico puede llegar a durar hasta catorce años y pueden ser expulsados en cualquier momento, sobre todo si contravienen a sus superiores. 

Ahí está la clave del problema: Silencio cómplice, temor a hablar. Silencio en los formadores, porque temen quedarse sin curas y silencio en los seminaristas, porque temen las represalias

Temores que se tr
asladan a la feligresía, que deja de confiar en la jerarquía y en la propia la Iglesia. Por eso es tan importante que se llegue hasta el final, que se denuncie y se erradique de una vez por todas esta "Mafia lavanda". A pesar de todo el bien que hace la Iglesia, es triste comprobar que sólo se habla de abusos sexuales por culpa de estos depredadores. Lo de menos es perder sacerdotes. Lo de más, es suscitar sacerdotes que, ante todo, sean santos.

Por eso,
 es vital denunciar públicamente todas estas conductas desordenadas. No vale "lavar la ropa sucia en casa". No vale "oler mal para ducharse". No vale callar. No vale sólo pedir perdón. No vale no hacer nada más...

Quienes callan, cobijan o defienden a estos sacerdotes y sus prácticas pecaminosas, escudándose en un ataque a la Iglesia, hacen un "flaco favor" al Cuerpo místico de Cristo, pues
pecan por omisión al permitir que esta corrupción depravada "campe a sus anchas".


El Santo Padre tiene una "dura papeleta" para erradicar las tendencias homosexuales profundamente arraigadas en el seno de la Iglesia. Sufre y pide perdón en nombre de la Iglesia. Debe ser caritativo con las personas pero firme con el pecado.

Aunque es un problema que supera y trasciende cualquier ámbito local, compete especialmente a los formadores de los seminari
os la responsabilidad de discernir estas tendencias en los candidatos y no permitir su ordenación. No, por el bien de todo el Pueblo de Dios

Con el Derech
o Canónico y el Catecismo en la mano, la Iglesia no puede permitir que un seminarista con tendencias homosexuales profundamente arraigadas sea, al mismo tiempo, emocional y afectivamente maduro, y esté capacitado para desempeñar un efectivo liderazgo pastoral y espiritual.

No se puede consentir que la instrucción dictada por el Vaticano sobre la homosexualidad esté siendo implementada, en muchos casos, por obispos, rectores de seminario y superiores religiosos homosexuales.

Los rectores y los
 miembros del cuerpo docente de los seminarios tienen la obligación de promulgar la enseñanza de la Iglesia con toda claridad: la orientación homosexual es intrínseca y objetivamente desordenada. Ahora bien, aunque la responsabilidad de nombrar a los candidatos es del obispo y del rector del seminario, compete al director espiritual y al confesor, desaconsejar que sigan adelante o reciban las sagradas órdenes a quienes presenten disturbios sexuales incompatibles con el sacerdocio.
Imagen relacionadaNo debemos olvidar que cada sacerdote hace presente a Jesús a través de la celebración de los sacramentos, de la predicación, de su servicio al pueblo de Dios. El sacerdocio no es una cuestión baladí.

Por tanto, el sacerdote debe ejercer su ministerio de manera correcta, ordenada, equilibrada, sana y con una integridad moral sin tacha.

Es preciso hacer discernir a las personas con tendencias homosexuales que su orientación les llama a llevar una vida de absoluta continencia sexual, de la misma manera que la Iglesia exhorta a la misma continencia sexual a todas las personas solteras o separadas, ya que todos los actos sexuales realizados fuera del matrimonio son objetivamente erróneos y constituyen pecado mortal. 

Tanto la Congregación para la Educación Católica como la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos rechazan la admisión a la ordenación sacerdotal a las personas que practiquen la homosexualidad, presenten tendencias homosexuales profundamente arraigadas o defiendan la llamada "cultura gay" y afirman que estas personas no están en condiciones de relacionarse correctamente con los demás al modo de Cristo. 

La Iglesia es clara. La teoría está clara. Ya es hora de llevarla a la práctica. Es hora de airear y ordenar el "armario de la Iglesia", lavar las "sotanas sucias", expulsar a estos "corruptos mercaderes sexuales", tal y como hizo Nuestro Señor en el templo de Jerusalén, y que han convertido la Casa de Oración en un nido de víboras cuyo veneno inunda y destruye todo.

Urge una "purificación de la Iglesia". No podemos permitir ni silenciar que los seminarios sean "semilleros homosexuales", "viveros de pecado" o "criaderos de perversión".

Nuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo y por tanto, también lo es el cuerpo místico. No nos pertenecemos a nosotros mismos. Hemos sido comprados a un alto precio: la sangre de Cristo. Estamos llamados a dar gloria a Dios con nuestro cuerpo, estamos llamados a la castidad, estamos llamados a la santidad.

No podemos callar. El cielo y la tierra claman justicia.


miércoles, 11 de julio de 2018

AMAR ES DECIR LA VERDAD

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"Hombre y mujer no son nada sin un tercer elemento, 
fruto de su amor: una nueva vida, un niño”

El cardenal africano Robert Sarah, prefecto de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, abordaba el año pasado, en una entrevista en The Wall Street Journal, la forma en la que los católicos debemos acoger a los creyentes LGTB. Y lo hace desde la caridad… y desde la verdad, afirmando que amar a los homosexuales es decirles la verdad:

“Es precisamente porque la Iglesia ama con el corazón de Cristo por lo que quiere que conozcamos la verdad, aun cuando puede ser dura de oír. Quienes hablan en nombre de la Iglesia debe ser fieles a las enseñanzas inmutables de Cristo porque solo viviendo en armonía con el designio creador de Dios encontramos plenitud y felicidad profundas y duraderas".

El cardenal nos recuerda que el amor es incompatible con la mentira y critica esa "compasión deformada" que muchas personas de nuestro tiempo y algunos cristianos tienen hacia los homosexuales, y que desemboca en una completa confusión con respecto a lo que la Iglesia y Dios mismo, dicen.

Afirma que el truco diabólico de la llamada "corrección política" es precisamente ese: confundir la "empatía" hacia las personas homosexuales, con la aceptación de todos sus actos. Es decir, la incapacidad de distinguir entre el pecador y su pecado, de forma que amemos incondicionalmente al primero y aborrezcamos el segundo.

Un ejemplo: nadie que tenga un amigo alcohólico o drogadicto celebrará su alcoholismo ni aplaudirá su drogadicción, ni le animará a seguir con su adicción, salvo que sea un falso amigo. Por tanto, la trampa del Enemigo consiste en difuminar la linea que separa a la persona de sus tendencias y actos.

El cardenal, con el Magisterio y el Catecismo de la Iglesia Católica en la mano, insiste en la distinción de las tres facetas en cuestión:

-La persona, que por ser hija de Dios, es siempre buena.
-La tendencia homosexual, que no siendo pecaminosa en sí misma (si no se consiente ni se actúa sobre ella), no está, sin embargo, en armonía con nuestra naturaleza humana.
-Los actos homosexuales, que son gravemente pecaminosos y tremendamente nocivos para el bienestar de la persona.

“Quienes se identifican como miembros de la comunidad LGTB tienen derecho a esta verdad en la caridad, especialmente por parte del clero que que habla en nombre de la Iglesia sobre este asunto complejo y espinoso”.

"Quienes experimentan atracción hacia el mismo sexo deben ser aceptados con respeto, compasión y delicadeza. No obstante, omitir la enseñanza de la Iglesia –sobre homosexualidad– no es caridad. De hecho, es un mal servicio al Señor y a los creados a su imagen y semejanza”.

Es precisamente por esa "compasión deformada" por lo que la Iglesia Católica sufre innumerables criticas y presiones de muchos (incluso dentro de Ella), para que renuncie a su doctrina sobre cuestiones sexuales, amparándose en la errónea idea de que expone un "discurso de odio y discriminación", algo completamente contrario a las enseñanzas de Cristo y a la doctrina de la Iglesia.


Resultado de imagen de castidad cristianaInsiste en que la doctrina de la Iglesia no sólo es de aplicación exclusiva a los homosexuales sino que: “para los solteros, sin importar sus atracciones o tendencias sexuales, la fiel castidad requiere la abstención del sexo”. 

“Jesús nos llama a esta virtud porque Él ha hecho nuestros corazones para la pureza, así como él ha hecho nuestras mentes para la verdad. Con la gracia de Dios y nuestra perseverancia, la castidad no sólo es posible, sino que también será la fuente de la verdadera libertad”.

“La liberación sexual que el mundo promueve no cumple su promesa. Más bien, la promiscuidad es la causa de tanto sufrimiento innecesario, de corazones rotos, de soledad y del tratamiento a los demás como medios para la satisfacción sexual. Como Madre, la Iglesia busca proteger a sus hijos del daño del pecado, como expresión de su caridad pastoral”.

Lo que no entienden quienes, con buena o mala fe, creen que la Iglesia debe dar un paso inevitable y cambiar su doctrina (en este tema y en otros), es que si seguimos los caprichos del mundo y sus cambiantes dogmas morales, la Iglesia se volvería redundante e innecesaria. Es decir, "sobra".

De hecho, ni siquiera aún en el hipotético a la par que imposible caso de aceptar las premisas y dogmas LGBTI, ello no sería en absoluto el final de la cuestión, porque el principio erróneo de la empatía, el que confunde el bien de la persona con lo que hace y siente, seguiría actuando y obligando a admitir concesiones sin limites.

No nos llevemos a engaño: no es una cuestión exclusivamente religiosa; desde un punto de vista natural, social, científico o biológico, y con un razonamiento honesto, objetivo y despojado de todo apasionamiento, sin duda puede afirmar que este principio no solo no tiene fin, sino que conduce a resultados incompatibles con la supervivencia de nuestra sociedad. Y precisamente, de eso se trata: del afán del Diablo por destruir al hombre, a quien odia profundamente precisamente porque Dios le ama.

Existen y han existido muchas civilizaciones y sociedades no cristianas, y ninguna de ellas se ha fundado sobre la idea de que todos los deseos deben ser satisfechos y todas las inclinaciones, permitidas, celebradas y aplaudidas. Porque el final de esa fantasía colectiva de la libertad absoluta y mal entendida, lleva inexorablemente a la extinción del ser humano.

Por tanto, que quede claro: nadie en la Iglesia, ni sacerdotes ni laicos, odian ni discriminan a las personas homosexuales sino que lo que hacen (o deberían hacer), es escuchar y acoger a estas personas, sin que esto sea óbice para aceptar sus tendencias y, mucho menos, sus prácticas.

domingo, 10 de junio de 2018

IGLESIA CATÓLICA Y HOMOSEXUALIDAD

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"Vosotros conoceréis la verdad 
y la verdad os hará libres"
(Juan 8, 32)

De un tiempo a esta parte, la ideología de género (LGTB) y, en concreto, la homosexualidad, se ha convertido en objeto de intenso debate público, tanto en nuestra sociedad como en la propia Iglesia Católica.

Desgraciadamente, algunas personas católicas, entre los que se encuentran también algunos sacerdotes, expresan posiciones y argumentos que no son conformes con la enseñanza de la Iglesia Católica, suscitando una gran confusión en algunas parroquias y una justa preocupación en todos aquellos que estamos comprometidos con Cristo y su Iglesia. 

La posición de la moral católica está fundada sobre la figura de Cristo, apoyada por la razón humana, iluminada por la fe y guiada por la voluntad de Dios, a través de su Espíritu Santo.

La Iglesia respeta la compleja realidad de cada persona que, en sus dimensiones espiritual y física, ha sido creada por Dios y, por su gracia, llamada a ser heredera de la vida eterna. 

Sólo dentro de este contexto, podemos comprender con claridad cómo la homosexualidad, con sus múltiples dimensiones y efectos sobre la vida social, política y religiosa, es un problema que concierne y preocupa a todos, y de modo particular, a la Iglesia Católica.

Por ello, se hace necesario que tengamos claro lo que Dios nos dice a través de una reflexión honesta y teológicamente equilibrada, meditando y discerniendo lo que 
la Palabra de Dios, la Tradición y el Magisterio de la Iglesia revelan al respecto.

¿Qué dice la Sagrada Escritura?

Desde el principio de la Biblia, el libro del Génesis nos muestra el punto de vista fundamental para la comprensión adecuada de la homosexualidad: "Dios creó al hombre a su imagen, a imagen de Dios los creó, macho y hembra los creó. "Dios los bendijo y les dijo: Sed fecundos y multiplicaos..."  (Génesis 1, 27-28). Así pues, los seres humanos estamos llamados a manifestar, en la complementariedad de los sexos, la unidad interna del Creador y la transmisión de la vida, mediante la recíproca donación esponsal.

Resultado de imagen de Congregación para la Educación CatólicaEn el capítulo 3, se nos muestra cómo el ser humano, en cuanto imagen de Dios, se oscureció por el pecado original y provocó la separación entre el hombre y Dios, entre la serpiente y la mujer, entre lo bueno y lo malo. 

Desde ese momento, el cuerpo humano, aún conservando su "significado nupcial", se encuentra oscurecido por el pecado y poco a poco, ha ido deteriorándose hasta Sodoma y Gomorra (Gen 19, 1-11) y, posteriormente, hasta nuestros días. 

En el libro de Levítico, Dios es claro y rotundo: "No te acostarás con un hombre como se hace con una mujer; es una acción infame" (Lev 18, 22), y "Si un hombre se acuesta con otro hombre como se hace con una mujer, los dos cometen una infamia y serán castigados con la muerte" (Lev 20, 13). 

San Pablo, en su  1ª Carta a los Corintios, deja claro quienes no entrarán en el reino de Dios"¿Es que no sabéis que los injustos no heredarán el reino de Dios? No os engañéis; ni los lujuriosos, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los invertidos..." (1Cor 6, 9). 

En su Carta a los Romanosante la confrontación entre el cristianismo y paganismo, el "Apóstol de los Gentiles" presenta el comportamiento homosexual como un ejemplo de la completa ceguera y la grave desviación en la que ha sucumbido la humanidad: "Dios los abandonó a sus pasiones vergonzosas; pues, por una parte, sus mujeres cambiaron las relaciones naturales del sexo por otras contra la naturaleza. Por otra, también los hombres, dejando las relaciones naturales con la mujer, se entregaron a la homosexualidad, hombres con hombres, cometiendo acciones vergonzosas y recibiendo en su propio cuerpo el castigo merecido por su extravío. Y como no se preocuparon de tener el conocimiento cabal de Dios, Dios los abandonó a su mente depravada, que los empuja a hacer lo que no deben. Están llenos de injusticia, malicia, perversidad, codicia, maldad; rebosantes de odio, de asesinatos, de disputas, de engaño, de malignidad; chismosos, calumniadores, aborrecedores de Dios, insolentes, altaneros, soberbios, inventores de maldades, desobedientes a los padres, insensatos, desleales, sin amor y sin piedad; saben bien que Dios declara reos de muerte a los que hacen tales cosas y, sin embargo, ellos las hacen y aplauden a los que las hacen. (Rm 1, 26-32).

En su 1ª Carta a Timoteo, menciona explícitamente como pecadores a aquellos que efectúan actos homosexuales"Algunos se han desviado de todo esto y se han perdido en vanas palabrerías, pretendiendo ser maestros de la ley, sin comprender ni lo que dicen ni lo que categóricamente afirman. Pues sabemos que la ley es buena si se hace de ella un legítimo uso, conscientes de que la ley no es para el justo, sino para los malvados y los rebeldes, los criminales y los pecadores, los sacrílegos y los profanadores, los parricidas y los matricidas, los asesinos, los lujuriosos, los homosexuales, los traficantes de esclavos, los mentirosos, los que juran en falso; en una palabra, para todo el que se opone a la sana doctrina del glorioso evangelio que Dios bendito me ha confiado." (1 Tim 1, 6-11). 

Lamentablemente, algunas personas creen y afirman (de modo erróneo y desorientado) que la Sagrada Escritura deja alguna duda al respecto, o que ofrece una hipotética aprobación a la homosexualidad, o en todo caso, que sus mandamientos morales no pueden ser aplicados en nuestra vida contemporánea.

Es cierto que la Biblia fue escrita en una época muy distinta a la actual, p
ero existe una evidente y absoluta coherencia  sobre el comportamiento homosexual en toda ella, que no se basa solamente en frases aisladas (de las que algunos sacan discutibles argumentaciones teológicas) sino en el sólido fundamento y constante testimonio bíblico, inspirado por Dios.

¿Qué dice el Magisterio de la Iglesia Católica?

El Concilio Vaticano II afirmaba que la interpretación correcta de la Escritura debe estar en completo acuerdo con la enseñanza del Magisterio y la Tradición de la Iglesia, "ya que están unidos de tal forma, que no tienen consistencia el uno sin los otros, y que juntos, cada uno a su modo, bajo la acción del Espíritu Santo, contribuyen eficazmente a la salvación de las almas" (Dei Verbum, n. 10).

Resultado de imagen de congregación para la doctrina de la feLa Congregación para la Doctrina de la Fe, en la "Declaración sobre algunas cuestiones de ética sexual" (29 diciembre 1975), subrayaba el deber de tratar de comprender la condición homosexual, pero estableciendo una clara distinción entre condición o tendencia homosexual y actos homosexuales:

"Los actos homosexuales, no sólo los consumados sino también los de deseo y pensamiento plenamente consentidos, están privados de su finalidad esencial e indispensable y son "intrínsecamente desordenados", es decir, malos "ex obiecto" y, en ningún caso, pueden recibir aprobación" (nº 8, párrafo 4). 

"La inclinación homosexual, aunque en sí no es pecado, constituye sin embargo, una tendencia que deriva en un comportamiento intrínsecamente malo, desde el punto de vista moral. Por este motivo, la inclinación misma debe ser considerada como objetivamente desordenada. Las personas con inclinación homosexual deben, por tanto, ser objeto de una particular atención pastoral, para que no lleguen a creer que esta tendencia es una opción moralmente aceptable en la enseñanza de la Iglesia".

El Catecismo de la Iglesia Católica manifiesta que los actos homosexuales no pueden recibir aprobación en ningún caso, dado que son intrínsecamente desordenados, contrarios a la ley natural, cierran el acto sexual al don de la vida y no proceden de una verdadera complementariedad afectiva y sexual. (párrafo 2357).


También dice que las personas homosexuales no deben ser discriminadas, sino acogidas con respeto, compasión y delicadeza (párrafo 2358), que están llamadas a la castidad y que, mediante el dominio de sí mismos, el apoyo pastoral, la oración y la gracia sacramental, pueden y deben acercarse a la perfección cristiana, es decir, ser santas. (párrafo 2359).

Imagen relacionadaLa Congregación para la Educación Católica (9 julio 1985) y la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos (16 mayo 2002), restringen la admisión en el sacerdocio a personas que practiquen la homosexualidad, presenten tendencias homosexuales profundamente arraigadas o sostengan la llamada "cultura gay".

La
 Iglesia celebra en el sacramento del matrimonio, la voluntad divina de la unión del hombre y de la mujer, unión de amor y portadora de vida. Sólo en la relación conyugal, puede ser moralmente recto el uso de la facultad sexual. 

Una persona que opta por una actividad sexual con una persona del mismo sexo desecha su rico simbolismo, su significado y, sobre todo, el designio del Creador para con la realidad sexual.  En definitiva, obra inmoralmente y en contra de Dios

Los actos homosexuales no son expresiones de la unión complementaria pensada por Dios al crearnos hombre y mujer, sobre todo, en una de sus cuatro dimensiones básicas: la física (genitalmente: órganos sexuales complementarios y germinalmente: células sexuales complementarias).

Los actos homosexuales no son expresiones de la colaboración creadora pensada por Dios, ya que no son capaces de transmitir la vida, y además, suponen una actitud egoísta, sin otro fin que la auto-complacencia. Nadie se da la vida a sí mismo. La vida de cada uno de nosotros es un don de Dios que realiza por la unión entre un hombre y una mujer, y cuya actitud generosa, es la esencia misma de la vida cristiana. 

Por ello, y aunque la mentalidad del mundo de hoy haya cambiado y su ideología trate de tentarnos a tratar de cambiar la doctrina, los católicos debemos ser plenamente conscientes de que, aunque la disciplina de la Iglesia puede cambiar, lo que nunca cambia es la doctrina. 

En palabras de San Juan Pablo II"Lo que no es moralmente admisible es la aprobación jurídica de la práctica homosexual. Ser comprensivos con respecto a quien peca, a quien no es capaz de liberarse de esta tendencia, no equivale a disminuir las exigencias de la norma moral (VS,95). Cristo perdonó a la mujer adúltera, salvándola de la lapidación (Juan 8,1-11), pero, al mismo tiempo, le dijo: Ve y de ahora en adelante ya no peques más". 

E
sta es la clave: "Dios ama al pecador y odia al pecado" pero el pecador debe comprometerse a no pecar más. Por eso, no es posible estar al mismo tiempo en pecado y cerca de Dios, porque el pecado significa precisamente eso: "alejarse de Dios".

¿Qué dicen las personas homosexuales?

Hoy día, muchas personas, incluso desde dentro de la Iglesia, tratan de presionar y manipular a sus miembros, para que se acepte la condición homosexual, como si no fuera desordenada, y así, posteriormente, que también se legitimen los actos homosexuales

Las personas que mantienen actos homosexuales y que declaran abiertamente su inclinación son, casi siempre, personas que consideran su comportamiento, sus actos o su estilo de vida como normales y buenos, y por ello, dignos de aprobación pública. 

Con frecuencia, estas personas y sus defensores enarbolan la bandera de la "discriminación sexual" o la "homofobía" (en su vocabulario) como un arma política para manipular a la sociedad y a la Iglesia. Su objetivo último no pretende encontrar un lugar en la sociedad, viviendo castamente, sino explícitamente, lograr la aprobación de sus comportamientos homosexuales. 

Pero es necesario decir que quienes, dentro de la comunidad cristiana, incitan y promueven esta dirección, se mueven por una visión opuesta a la Verdad plenamente revelada por Jesucristotratando de crear confusión en relación a la posición de la Iglesia, y que, aprovechando esta confusión para sus propios fines, intentan erigirse como abanderados y representantes de todas las personas homosexuales católicas.

Resultado de imagen de homosexuales catolicosBajo el amparo del catolicismo y con la excusa de la misericordia divina, estas personas homosexuales tratan de mantenerse y de mantener a otras, pero no tienen intención alguna de abandonar su comportamiento inmoral y afirman, en tono de protesta, que cualquier crítica o rechazo a las personas homosexuales, a sus actos o a su estilo de vida, constituyen una forma de injusta discriminación.

Quizás con
buena voluntad, pero no plenamente conscientes y seriamente equivocados, algunos católicos con tendencias homosexuales manifiestan una ideología relativista y materialista, que niega la naturaleza trascendente del ser humano y su vocación sobrenatural: ignoran la enseñanza de la Iglesia, o buscan alterarla de alguna manera, manifiestan una errónea y malentendida visión del amor de Cristo, tratando de presentar a Jesús como amigo de los actos homosexuales.

Son p
ersonas que se amparan en una supuesta discriminación y un falso juicio para tratar de normalizar los actos homosexuales. Cualquiera que se considere un auténtico católico, jamás puede discriminar a una persona con tendencia homosexual ni juzgarla, y mucho menos, condenarla: "No juzguéis y no seréis juzgados, no condenéis y no seréis condenados; perdonad y seréis perdonados." (Lucas 6, 37).

Las personas con tendencias homosexuales y que no las declaran, casi siempre, son católicos que viven en castidad, llevando su cruz y compartiendo la de Cristo, porque son plenamente conscientes de que los actos homosexuales no son buenos ni correctos a los ojos de Dios.

¿Qué debe hacer la Iglesia?

La Iglesia no puede dejar de preocuparse por las personas homosexuales pero debe mantener firme su clara posición en contra de los actos homosexuales, la cual no puede ser modificada ni puesta en cuestión por la presión de los defensores de estos actos, ni de la legislación civil, ni de una ideología tiránica ni de una moda "buenista" del momento. 

Imagen relacionadaPor eso, los sacerdotes tienen un papel primordial en esta problemática, pues deben procurar que las personas homosexuales confiadas a su cuidado no se desvíen por esas opiniones tan profundamente opuestas a la enseñanza de la Iglesia.

Deben est
ar rectamente informados y personalmente dispuestos para transmitir clara, fiel, íntegra y eficazmente la doctrina de la Iglesia a todos los fieles y a la sociedad en su conjunto.

Los Obispos de
ben prestar especial atención en aquellos programas, grupos de presión, asociaciones... que intentan ejercer una presión sobre la Iglesia para tratar de cambiar su doctrina, aunque a veces, la envuelvan de espiritualidad, amor y misericordia.

Deben prestar particular vigilancia sobre aquellos que tratan de confundir y dispersar al rebaño con propuestas ambiguas que ocultan sus verdaderas intenciones, incluso calificando como "católicas" a sus organizaciones o a las personas a quienes intentan dirigirse, pero en realidad no defienden ni promueven la enseñanza del Magisterio sino que lo cuestionan y la atacan abiertamente. 

Todo programa pastoral auténtico debe excluir organizaciones, asociaciones, grupos, "lobbys" que no establezcan claramente que la actividad homosexual es inmoral. 

Todo programa pastoral debe dejar bien en claro que todo alejamiento de la enseñanza de la Iglesia, o el silencio acerca de ella, no constituye una forma de auténtica atención ni de pastoral válida. Sólo lo que es verdadero puede finalmente ser también pastoral. Cuando no se tiene presente la posición de la Iglesia, se impide que las personas homosexuales reciban la atención que necesitan y a la que tienen derecho. 

Imagen relacionadaLos Obispos deben seleccionar a sacerdotes fieles al Magisterio y maduros espiritualmente que sean capaces de acoger y ayudar a las personas homosexuales en todos los niveles de su vida espiritual, mediante los sacramentos y en particular, a través de la frecuente y sincera confesión, de la oración, del testimonio, del acompañamiento, del consejo y atención individual y de la correcta dirección espiritual. 

Además, toda la comunidad cristiana debe ser consciente de su vocación de asistir y acoger a estos hermanos, evitando su desilusión, discriminación o aislamiento. 

Los Obispos y los sacerdotes deben evitar y/o retirar todo apoyo a cualquier organización, grupo, asociación, etc. que busque subvertir la enseñanza de la Iglesia, que sea ambigua respecto a ella o que la descuide completamente. Un apoyo en este sentido, o aún su apariencia, podría dar lugar a graves malentendidos o a terribles escándalos.

Los sacerdotes deben prestar una especial atención a evitar la programación de celebraciones religiosas o al uso de edificios pertenecientes a la Iglesia por parte de estos grupos.

La Iglesia debe condenar con firmeza cualquier expresión malévola, discriminación, injusticia o acción violenta hacia las personas homosexuales, puesto que el respeto y la dignidad de toda persona siempre deben ser considerados en las palabras, en las acciones y en las leyes. 

Sin embargo, esta justa reacción a las injusticias cometidas contra estas personas, en ningún caso, puede llevarnos a la afirmación de que la condición homosexual no sea desordenada ni inmoral.

¿Qué debe hacer una persona homosexual que busca seguir al Señor? 

Resultado de imagen de homosexuales catolicosEsencialmente, las personas homosexuales están llamadas a realizar la voluntad de Dios en su vida, uniendo al sacrificio de la cruz del Señor todo sufrimiento y dificultad que puedan experimentar a causa de su condición

Estas personas, como los demás cristianos, están llamadas a vivir la castidad y la auto-donación, a comprender que la cruz constituye una renuncia de uno mismo.

Deben abandonarse a la voluntad de Dios, que de la muerte hace brotar la vida y capacita a aquellos que ponen su confianza en El, para que puedan practicar la virtud, buscar la santidad y liberarse de una forma de vida que amenaza con destruirles. 





Fuentes: 

-Declaración "Persona humana" sobre algunas cuestiones de ética sexual (Congregación para la Doctrina de la Fe, 29 de diciembre de 1975, número 8). 

-Carta a los Obispos de la Iglesia Católica sobre la atención pastoral a las personas homosexuales (Joseph Card. Ratzinger, Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe. Roma, 1 de octubre de 1986). 

-Catecismo de la Iglesia Católica, párrafos  2357-2358 y 2359.

-Memorándum para los obispos que buscan asesoramiento sobre asuntos relacionados con la homosexualidad y los candidatos para la admisión al Seminario (Congregación para la Educación Católica,9 julio 1985).

-Carta Notitiae (Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos (16 mayo 2002),



miércoles, 23 de agosto de 2017

POR SUS FRUTOS LOS CONOCERÉIS




"Por sus frutos los conoceréis. 
¿Acaso se cosechan uvas de los espinos o higos de los cardos? 
Así también, todo árbol bueno da frutos buenos, 
pero el árbol malo da frutos malos.
Un árbol bueno no puede dar frutos malos, 
ni un árbol malo frutos buenos." 
(Mateo 7, 16-18)

Parece que los cristianos de hoy somos más conocidos por las cosas que no somos que por las que somos (o deberíamos ser). Y creo firmemente que deberían reconocernos por nuestros frutos. 

Como sabemos, los frutos del Espíritu "son perfecciones que forma en nosotros el Espíritu Santo como primicias de la gloria eterna". Son los frutos que todo cristiano debería dar, cualidades que todo cristiano debería mostrar.


La Biblia, en la carta del Apóstol Pablo a los Gálatas 5, 22-23 los enumera: "amor, gozo, paz, paciencia, longanimidad, bondad, benignidad, mansedumbre, fidelidad, modestia, continencia, castidad".

Amor/Caridad 

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"El que no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es amor."
(1 Juan 4, 8) 

El amor es un valor intrínseco de los que han conocido el amor de Dios, los que se llaman seguidores de Cristo. Quien da este fruto refleja a Cristo en su vida permitiéndole actuar en su vida (Gálatas 2, 20).

En realidad, no creo que nadie pueda llamarse verdaderamente cristiano y no mostrar amor.

No importan las circunstancias a las que nos enfrentemos, amar a los demás es lo que nos distingue del resto del mundo.

San Agustín decía que "la caridad fraterna es la única que distingue a los hijos de Dios de los hijos del diablo. Pueden todos hacer la señal de la cruz, responder amén, hacerse bautizar, entrar en la iglesia, edificar templos. Pero los hijos de Dios sólo se distinguen de los del diablo por la caridad. Puedes tener todo lo que quieras; si te falta el amor, de nada te vale todo lo demás."

Alegría/Gozo

"Vivid alegres; buscad la perfección, animaos unos a otros" 
(2 Corintios 13, 11a)


Es el fruto que emana, de forma natural, del amor. Es una alegría que no se apaga ante los problemas; todo lo contrario, crece y se fortalece cuando nos enfrentamos a ellos y que se hace más necesaria que nunca. 

Cuando se está en comunión con Dios amor, el cristiano es feliz y busca hacer felices a los demás.

Es un gozo que supera cualquiera otro fundado en las cosas del mundo.


Paz/Serenidad


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"Vivid en armonía y en paz, y el Dios del amor y de la paz estará con vosotros." 
(2 Corintios 13, 11b)

La paz es la perfección que armoniza la alegría, porque supone el gozo de ser amado por Dios y que brota del corazón. 

La paz aporta al cristiano serenidad y le mantiene en una constante alegría a pesar de cualquier dificultad o problema.

Benignidad/Indulgencia


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"Desterrad la amargura, la ira, los gritos, los insultos y toda clase de maldad" 
(Efesios 4, 31).

Es una disposición permanente a la indulgencia y a la afabilidad. Es un fruto que nos ayuda a ser gentiles y ayuda a defender la verdad sabiendo ‘discutir’. 

Aporta una dulzura especial en el trato con los demás. 

La benignidad no critica ni condena a los demás; no grita ni insulta; no se amarga ni se enoja.

Bondad/Misericordia 

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"Sed bondadosos y compasivos; perdonaos unos a otros, 
como Dios os ha perdonado por medio de Cristo. 
(Efesios 4, 31-32)


Los hombres hemos sido creados a imagen y semejanza de Dios, por lo que tenemos la capacidad de ser bondadosos.

La bondad es la compasión que nos mueve a preocuparnos por los demás y a buscar su bienestar. 

Es la benignidad dirigida a los que sufren y necesitan ayuda.

Paciencia/ Templanza


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"Sed humildes, amables y pacientes. Soportaos unos a otros con amor." 
(Efesios 4, 2)

En este acelerado mundo de hoy, la paciencia es la clave. Mientras el mundo ansía la inmediatez, la Palabra de Dios nos llama a ser pacientes en todas las cosas. 

Y aunque no siempre es tarea fácil, es el camino correcto para un cristiano.

Un cristiano paciente supera las turbaciones que implica la lucha permanente contra las fuerzas invisibles y visibles. 

La paciencia facilita un encuentro armonioso con quienes nos relacionamos. nos ayuda a controlar las situaciones difíciles e impide el resentimiento y la venganza. 

Longanimidad/Perseverancia

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"Con vuestra perseverancia salvaréis vuestras vidas" 
(Lucas 21, 19)

Es el coraje o el ánimo cuando hay dificultades que se oponen al bien; es un ánimo sobrenatural para concebir y ejecutar las obras de la verdad. 

Este fruto permite al cristiano saber esperar la acción de la Divina Providencia, cuando ve que, según la lógica humana, se retrasa el cumplimiento de sus designios. 

Es un fruto que permite superar las dificultades.

Mansedumbre/Humildad

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"Bienaventurados los mansos, 
porque ellos poseerán en herencia la tierra."
(Mateo 5, 4)
Un cristiano evita la cólera, el resentimiento y las reacciones violentas.

La mansedumbre hace al cristiano suave en sus palabras, en el trato con los demás y frente a la prepotencia.

Es el fruto que nos asemeja a Jesús, manso y humilde de corazón.

Fidelidad/Lealtad


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"Sé fiel hasta la muerte, y te daré la corona de la vida". 
(Apocalipsis 2,10)


Un cristiano defiende la fe en público y no la oculta por miedo o vergüenza. 

La fidelidad es la facilidad para aceptar todo lo que creemos, la firmeza para afianzarnos en ello y la seguridad de su cumplimiento sin sentir dudas.


Modestia/Discreción 


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"Vestíos con decencia, con recato y modestia" 
 (Proverbios 11,2)


Un cristiano evita todo lo que sea áspero y mal educado; este fruto se aprecia en su forma de vestir, en su forma de hablar, en su comportamiento, etc..

El que da este fruto no se fija en cosas indecorosas y vulgares. Es discreto y cuidadoso en todo.

El mayor ejemplo de modestia y discreción (como de todos los frutos del espíritu) es la "Llena de Gracia", la Santísima Virgen María.



Pureza/Limpieza

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"Hermanos, considerad lo que hay de verdadero, de noble, de justo, 
de puro, de amable, de buena fama, de virtuoso, de laudable. 
(Filipenses 4, 8)
Cuando hablamos de "pureza", nos referimos a algo más que al sexo. No sólo debemos ser conocidos por nuestra pureza en las relaciones, sino también en nuestras palabras, acciones y motivaciones.


Un cristiano se contiene y mantiene a raya la concupiscencia en lo que concierne al comer, al beber, al divertirse y en los otros placeres de la vida terrenal. 

La contingencia ordena los instintos es como consecuencia de la dignidad de los hijos de Dios que tenemos y mantiene el orden en el interior del hombre.


Castidad/ Continencia


"Que cada uno sepa usar de su cuerpo con santidad y respeto 

sin dejarse arrastrar por los malos deseos, como hacen los paganos que no conocen a Dios." 
(1 Tesalonicenses 4, 4-5)

La castidad es la victoria sobre la carne y ayuda a que el cristiano sea más un templo vivo del Espíritu Santo. 

Quien da este fruto es cuidadoso y delicado en todo lo que se refiere al uso de la sexualidad. 

Quien es casto (ya sea virgen o casado) experimenta la alegría de la íntima amistad de Dios: "felices los limpios de corazón, porque verán a Dios."