¿QUIÉN ES JESÚS?

La vida de Jesús siempre ha suscitado preguntas a lo largo de los últimos dos mil años.

¿Cómo pudo un carpintero que fue ejecutado por los romanos convertirse en el hombre más famoso de la historia?
¿Fue Jesús alguien verdaderamente real?
¿Cómo puede Dios ser un hombre al mismo tiempo?
¿De qué manera podría esto tener algún sentido para mi vida?

Estas son algunas preguntas, pero aquí tienes un espacio para formular las tuyas.
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sábado, 12 de noviembre de 2022

ENTRAR EN ESPACIO SAGRADO

"Porque esto dice el Alto y Excelso, 
que vive para siempre y cuyo nombre es 'Santo':
Habito en un lugar alto y sagrado, 
pero estoy con los de ánimo humilde y quebrantado, 
para reanimar a los humildes, 
para reanimar el corazón quebrantado" 
(Is 57,15)

Nuestra vida se desarrolla en una dimensión espacio-temporal en la que suceden acontecimientos de muy diversa índole, que la conforman cualitativamente según sea el lugar que pisemos y el momento que vivamos en espacio sagrado o profano

Aunque esta sociedad descristianizada intenta trivializar o desvirtuar todo tipo de sacralidad o religiosidad y de eliminar toda manifestación de la presencia de Dios en el mundo, los cristianos sabemos muy bien diferenciar los espacios sagrados de los profanos.

Espacio sagrado es el lugar donde Dios habita, se manifiesta y se comunica con nosotros; donde realizamos nuestros cultos y ritos, sacrificios u ofrendas a Dios; donde erigimos imágenes que representan "lo santo"; donde contemplamos y escuchamos a Dios vivo y resucitado; y donde entramos en comunión con nuestro Padre y con nuestros hermanos. Y por lo general, lo componen nuestras catedrales, iglesias, santuarios, ermitas...

Sin embargo y por desgracia, muchos de estos espacios sagrados han perdido su identidad y han visto limitado su significado porque los propios sujetos religiosos los hemos "desacralizado", los hemos "despojado de gracia"...quizás sin darnos cuenta, poco a poco, de forma paulatina, o quizás por costumbres adquiridas...

Nuestras catedrales y nuestras iglesias se han transformado en espacios culturales para visitar sus obras, en zonas recreativas para fiestas o reuniones de amigos o músicos, en lugares públicos para realizar bautizos, bodas, comuniones o funerales más como eventos sociales que celebraciones religiosas, de tal manera que se ha perdido la capacidad de experimentar la sobrecogedora presencia y excelsa manifestación de Dios en una adoración al Santísimo, en una Eucaristía, en una confesión.. y entre todos, hemos convertido lo sagrado en profano.
El modo de comportarnos, lo que hacemos, lo que vivimos, hacen de un lugar un espacio sagrado o profano. Sin embargo, ocurre que sucumbimos, con cierta frecuencia y facilidad, a la tentación de trastocar el orden y el sentido de los espacios, de forma que pretendemos situar lo sagrado en lo profano, de hacer real lo virtual o incluso de profanar lo sagrado...

Porque no es lo mismo tener una imagen de la Virgen María en mi móvil que venerarla en un santuario mariano; no es lo mismo rezar el Rosario o el Ángelus en una iglesia que "virtualizarlo" en un grupo de WhatsApp; no es lo mismo "ver" misa a través de YouTube que celebrarla en mi parroquia

Todo eso no es en sí mismo malo. Todo eso me conecta pero no me relaciona ni me hace entrar en comunión con lo sagrado. Conexión no es lo mismo que Comunión.

Tampoco es lo mismo mi comportamiento, mi forma de ser y estar, o mi forma de vestir o de actuar en una oficina, en un gimnasio o en un bar que en una catedral, en una parroquia o en un santuario.

Por ejemplo, cuando acudimos a celebrar misa, desde luego, no se nos ocurre fumar dentro de la iglesia. Y no lo hacemos, no ya por motivos de seguridad (riesgo de incendio) o de salud (riesgo de enfermedad) o de protocolo (riesgo de ridículo), sino por una actitud de respeto y recogimiento con la que marcamos una diferencia, un frontera que distingue un lugar, un tiempo, un objeto diferente, relevante y sagrado de otros comunes, irrelevantes o profanos.

Tomamos conciencia de un "Algo" superior, distinto, sagrado o numinoso, que se manifiesta, que nos sobrecoge y nos sobrepasa, que nos produce respeto, veneración y fascinación.
El espacio sagrado es para nosotros un lugar, un momento y una manera diferente de "estar en el mundo". Para un cristiano, la experiencia de lo sagrado no sólo trata de "creer y practicar" sino de estar en permanente discernimiento, en continua tensión para vivir una vida distinta a la común.

Se trata de vivir una "vida cristiana", una vida sacramentalizada, una vida eucarística inclinada y dirigida a nuestra plenificación, a nuestra santificación. 

Dios nos llama no sólo a ser imagen y semejanza suya, sino a estar en amistad con Él, en comunión con Él, a entrar en Su "espacio sagrado", en Su vida, en Su reino.

jueves, 11 de agosto de 2022

MEDITANDO EN CHANCLAS (12): LO QUE DIOS HA UNIDO QUE NO LO SEPARE EL HOMBRE

"Lo que Dios ha unido que no lo separe el hombre"
(Mateo 19,12)

Algunos creen que el divorcio es un invento del siglo XX...pero no es así. El pueblo de Israel tenía la opción del divorcio debido a su "dureza de su corazón", aunque "en el principio no era así": el matrimonio es la unión indisoluble entre hombre y mujer en su constitución originaria divina.

El matrimonio judío era un acuerdo de conveniencia entre tribus, clanes o familias, en el que rara vez se conocían los novios. Y así, si el contrato no resultaba “rentable” o "satisfactorio", podía deshacerse mediante el "repudio" (rechazo) a la mujer, una voluntad unilateral del hombre sin necesidad de argumentos ante el Sanedrín (Deuteronomio 24,1). 

Hoy, muchos matrimonios son también uniones de conveniencia (social, económica, etc.) y, aunque, las parejas sí se "conocen" antes de casarse, lo cierto es que cualquier excusa es válida para rescindir el contrato sin más explicaciones. El divorcio sigue siendo una opción para el hombre, quien separa lo que Dios ha unido en el principio, por la dureza de su corazón.

La idea de Dios acerca del matrimonio tiene que ver con Su proyecto original y eterno para el hombre: una alianza sagrada e indisoluble de fidelidad para toda la vida. Hemos sido creados para la comunión entre hombre y mujer, y como "una sola carne" para la comunión entre hombre y Dios.

El matrimonio es un proyecto de amor de Dios para el hombre que el pecado rompió, convirtiendo las relaciones en una cuestión de libertad individual, egoísta e interesada: elegimos una opción y si no funciona, la desechamos y la cambiamos por otra. 
Es la arrogancia, la terquedad, la dureza de nuestro corazón y la falta de docilidad a la gracia de Dios lo que nos convierte en seres infieles por decisión propia, que no por naturaleza, y buscamos "sustitutos". También, en nuestra relación con el Creador. Es la historia de una libertad mal entendida y mal ejecutada, por la que el hombre "decide" vivir sin Dios y pretende "ser Dios".

En el fondo, el orgullo hace morir el amor, amparándose en excusas como la rutina, la exigencia de la convivencia, la decepción en las expectativas o simplemente, porque "ya no funciona". Ocurre en las relaciones entre las personas, y en la relación entre los hombres y Dios.

Somos tercos para aceptar el desierto por el que, a veces, tenemos que transitar para purificarnos y alcanzar la tierra prometida...y murmuramos contra Dios. 

Somos vanidosos para aceptar abandonarnos a Su voluntad, perseverar en la prueba. Preferimos fabricarnos "becerros de oro". 

Somos negligentes para aceptar el plan de Dios y nos buscamos uno propio a la medida de nuestros deseos o comodidades.

Dicen que "la rutina es el sepulcro del amor". Sin embargo, el Señor todo lo hace nuevo, y somos nosotros los que convertimos todo en inercia. Dios nos une y nosotros nos separamos. Dios se hace presente en medio de nuestra vocación matrimonial y nosotros le eliminamos de la ecuación.

Entonces, "¿trae a cuenta casarse?" preguntan los discípulos. Jesús responde que existe otra vocación: la de la virginidad por el reino de los cielos. Está hablando del sacramento del sacerdocio y del orden consagrado. Y afirma: "No todos entienden esto, solo los que han recibido ese don". El don del orden consagrado sólo lo entienden aquellos a quienes les ha sido dado. Es también una llamada de Dios a la comunión con Él, con otras características.

La cuestión es tener o no tener a Dios en nuestras vidas. Sólo su gracia nos basta para superar cualquier dificultad y cualquier prueba. El amor que une al hombre y a la mujer, y al hombre con Dios viene de Dios. Sin Él, nuestro matrimonio (con el cónyuge o con Dios) está condenado al fracaso...y nuestra vida también.

Para Dios no hay nada imposible. El matrimonio no es un camino de rosas...igual que el seguimiento a Cristo tampoco lo es, pero sólo el Señor es el vínculo perfecto para mantener la unión, la paz y la felicidad en la comunión. 
¿Confío en Dios y dejo que guíe mi vida, gobierne mi matrimonio y fortalezca mi fe? o ¿le tiento, le pongo a prueba y quiero decidir por mí mismo lo que está bien o mal? 
¿Cojo el fruto del árbol de la Vida? o ¿el del árbol del conocimiento del bien y del mal? 
¿Repudio a mi mujer? ¿Repudio a Dios?

miércoles, 31 de enero de 2018

ENJOY THE SILENCE


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Words like violence 
Break the silence 
Come crashing in 
Into my little world. 

Painful to me 
Pierce right through me 
Can't you understand 

All I ever wanted 
All I ever needed 
Is here in my arms 

Words are very unnecessary 
They can only do harm 
Vows are spoken 
To be broken 
Feelings are intense 
Words are trivial 
Pleasures remain 
So does the pain
Words are meaningless 
And forgettable 

(Enjoy the silence, Depeche Mode 1990) 


El pasado fin de semana estuve en un retiro en silencio. Es una de las experiencias espirituales que realizo varias veces al año y que aconsejo a todo el mundo.

En el silencio (exterior e interior), dispongo mi espíritu a la Gracia divina abriendo cuerpo, alma y corazón a la acción silenciosa del Espíritu Santo, que me transporta y me hace avanzar hacia el amor de Dios. Yo, guardo silencio y Dios, hace el resto.

Dios me trae al silencio para hablarme en lo más profundo de mi ser y así, llegar al entusiasmo (del griego enthousiasmós, que significa "lleno de Dios"). Es Dios, quien desde mi silencio interior, se manifiesta y se desborda.

Es entonce
s cuando, uno es capaz de ver "flashes", "gotas de cielo", "cachitos de cielo", es decir, gracias sensibles e inmediatas de la acción de Dios, que le hacen entender y descubrir que para encontrar a Dios, no tengo que buscarlo en el exterior, donde sólo hay ruido y distracción, sino en mí.

Encontrar a Dios requiere silencio y recogimiento; requiere concentración y conocimiento de mi mismo; ahondamiento en mi corazón, discernimiento en mi mente y examen en mi conciencia. 
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El silencio no es simplemente la ausencia de ruido o palabras sino una profunda comunión con Dios que no necesita sonidos. El silencio no habla, siente; es callar y contemplar su Amor.

Una de las clásicas tentaciones de Satanás es el excesivo y narcisista uso de palabras con el cual "hacer ruido" para no escuchar a Dios. Por eso, igual de necesario es un "silencio de labios", que un "silencio de pensamientos" con el que poder escuchar a Dios estando alerta, y vigilante.

La voz de Dios es una luz íntima que resplandece silenciosamente, y que jamás se impone. El fruto del silencio es distinguir la sutil, delicada y respetuosa voz de Dios que nunca se abalanza, ni presiona; una voz discreta y sosegada que nunca obliga a nuestra libertad y que nunca abusa de nuestra debilidad.

El silencio es un camino que comienza del esfuerzo, continúa en el deseo y termina en una necesidad. Eso es el verdadero encuentro con el Amor: a solas, en silencio y en intimidad, yo le miro y Él me mira. 

El silencio es un lenguaje puesto que Dios no se encuentra en el ruido ni habla mediante sonidos que debemos aprender a reconocer. Un lenguaje de amor, bellamente descrito por San Agustín:

"una luz que brilla desbordando el espacio
un sonido que suena más allá del tiempo
un olor que no se disipa en el aire
un sabor que no causa hastío
un abrazo que nunca se separa"

El silencio es un espacio de prueba y examen ante las distracciones, los pensamientos, los deseos y las emociones. En silencio, el hombre encuentra a Dios, evitando ceder a la fascinación y seducción de lo externo y volviéndose a lo interno, evitando salir de sí mismo, dejándose atraer por su amor y sumergirse en él... porque lo esencial lo pone Dios.

El silencio es
 un ascensor hacia el cielo que permite encontrarse con Dios subiendo piso a piso, rellano a rellano, sin prisa pero sin pausa. El hombre quiere "todo"deprisa; quiere ver, sentir y oír a Dios pero no le busca en la dirección correcta; pretende subir en el ascensor desde el bajo directamente al ático, sin parar, sin detenerse, sin dejar de hablar...

Imagen relacionadaEl silencio es una trascendencia del amor humano para conocer el amor divino. No podemos encontrar ni entender a Dios sin la perspectiva de la vida eterna. El hombre es impaciente y ruidoso por causa de su compulsiva relación con el tiempo. Sin embargo, Dios es paciente y silencioso porque es eterno, porque no es esclavo del tiempo. 

Dios es "palabra sin voz", "comunión silenciosa"y por tanto, no debemos buscar el silencio por el silencio, sino la intimidad de Dios por medio del silencio.

El silencio es una escuela de mansedumbre, de humildad, de sabiduría y de confiado abandono en los brazos de Dios. Una escuela donde aprendemos a perder el miedo y la angustia ante lo que no hace ruido porque no estamos solos. 

En el silencio: Estamos con Dios. Estamos en Dios. Somos para Dios.
¡Que todo enmudezca para que Dios se haga oír!