Había una vez un hombre muy creyente que no temía nada porque Dios siempre estaría junto a él para ayudarlo en cualquier circunstancia.Un día, se desencadenó una terrible tormenta que provocó grandes inundaciones. Buscó un sitio elevado en el tejado de su casa y esperó a que Dios le salvara.Al poco tiempo, se acercó una lancha de rescate desde la que le dijeron- "Hombre de Dios, agárrese a esta cuerda y le pondremos a salvo".El hombre contestó -"Muchas gracias pero no necesito de su ayuda, Dios me salvará".Y la lancha se marchó.Al cabo de un rato, otra embarcación se acercó, le lanzaron un salvavidas y le dijeron- "Hombre de Dios, sujétese a este salvavidas y le llevaremos a tierra firme".El hombre contestó de nuevo -"Muchas gracias, pero no necesito de su ayuda, Dios me salvará".Ellos insistieron porque la tormenta arreciaba y el agua crecía por encima de las casas, pero el hombre no les hizo caso. Y se alejaron en busca de otras personas.De pronto, escuchó el ruido de las aspas de un helicóptero desde el que le lanzaron una escalera y le dijeron-"Hombre de Dios, agárrese bien a la escala que le tendemos, suba por ella y le pondremos a salvo".Pero el hombre nuevamente contestó -"Muchas gracias pero no necesito de su ayuda, Dios me salvará".El helicóptero se alejó dejando al hombre en una situación tan límite que terminó ahogándose.De camino al cielo, el hombre se encuentra con Dios y le dice: "Señor Dios, yo que siempre he creído en Ti, yo que siempre he confiado en Ti, yo que siempre te he rezado...¿por qué me has abandonado a mi suerte, dejándome morir ahogado?"Dios, con infinita paciencia y ternura le dice -"Querido mío, yo nunca abandono a mis hijos amados.¿Recuerdas la lancha que te dijo que te acercaras para ponerte a salvo? Era YO ayudándote.¿Recuerdas el barco que te lanzó un salvavidas para ponerte a salvo? Era YO ayudándote.¿Recuerdas el helicóptero que te lanzó una escala para ponerte a salvo? Era YO ayudándote.En tres ocasiones fue a buscarte para salvarte y tú decidiste rechazarlas una tras otra. Yo siempre estuve cerca de ti, a tu lado, para ayudarte pero está en ti reconocer las oportunidades que te brindo y aprovecharlas. En contra de tu libertad, yo no puedo hacer nada".
¿QUIÉN ES JESÚS?
sábado, 6 de mayo de 2023
¿CONFIANZA O AUTOSUFIENCIA?
sábado, 12 de noviembre de 2022
ENTRAR EN ESPACIO SAGRADO
Por ejemplo, cuando acudimos a celebrar misa, desde luego, no se nos ocurre fumar dentro de la iglesia. Y no lo hacemos, no ya por motivos de seguridad (riesgo de incendio) o de salud (riesgo de enfermedad) o de protocolo (riesgo de ridículo), sino por una actitud de respeto y recogimiento con la que marcamos una diferencia, un frontera que distingue un lugar, un tiempo, un objeto diferente, relevante y sagrado de otros comunes, irrelevantes o profanos.
miércoles, 31 de agosto de 2022
¿QUÉ OCURRE EN MISA?
Comprometerse
Pero además, el Señor nos llama a todos a participar con Él. No dice: "Tú sí y tú no", sino "Todos", colectivamente, en comunión. Tampoco nos pregunta, sino que dice: "Tomad, comed y bebed" (Mt 26,26-27). Nos invita a participar, a comprometernos con Él. No podemos ignorar la llamada de Dios, no podemos excusarnos ante su invitación, no podemos "dimitir".
¡Cuántas veces me dejo llevar por la "dimisión" para no aceptar la "misión"! ¡Cuántas veces me refugio en mi comodidad en lugar de salir corriendo a anunciar que Jesucristo está vivo! ¡Cuántas veces temo participar y evito comprometerme! ¡Cuántas veces pienso: "conmigo no cuentes"!
La Misa es mucho más que un evento al que asistimos los cristianos. Es mucho más que un acto social al que vamos o al que acudimos por costumbre o tradición. La Misa es un motivo de agradecimiento y recuerdo, de actualización y compromiso, de reconocimiento y apasionamiento, de celebración y comunión.
jueves, 9 de septiembre de 2021
¿ERES TÚ, SEÑOR?
martes, 8 de enero de 2019
¿QUÉ IMPORTANCIA TIENE LA MÚSICA EN UNA ADORACIÓN?
Las notas de un teclado, de un violín o de una guitarra se funden con las voces armónicas del grupo musical o del coro para "elevarnos al cielo" y así, resonar suavemente en nuestros corazones, tras cada meditación, tras cada pausa, tras cada silencio. Y eso es bueno. Muy bueno.
El deseo debe partir de nosotros. Los medios para ponernos en situación pueden ser varios: la meditación, la oración o la música. Todos son vehículos de la gracia. La música, también, es un medio que nos ayuda a tomar mayor conciencia de su cercanía, pero no es el fin. El fin último es encontrar a Dios. En el silencio. En la contemplación.
Medio y Fuente
Dios no necesita nada de nosotros. Pero quiere "necesitarnos" para acercarse a nosotros. Cuando nos abrimos al Señor, su Poder se derrama, su presencia se manifiesta. Y la música es un excelente medio, pero sólo eso.
Perspectiva y Enfoque
Debemos ser extremadamente cautelosos para no pretender dar la impresión de que Dios está más presente cuando hay música que cuando no; debemos ser muy cuidadosos para no querer dar la sensación de que la adoración es mejor o más favorable con música que sin ella; debemos ser excesivamente prudentes para no interpretar que la presencia de Dios en una Adoración dependa de que haya o no música.
Dios nos llama a la Adoración, no para que estemos en un ambiente cómodo, agradable y relajado, donde la música nos embargue y, así, facilitarle al Espíritu Santo su acción. No, o no sólo. Dios se nos manifiesta en Cristo, nos hace tomar conciencia de que somos templo de su Espíritu. Y para ello, utiliza todo tipo de medios: las meditaciones, el canto, la música, la luz tenue, etc.
La música no es lo que nos une, ni el medio por el cuál nos acercamos a Dios, ni por el que Dios se acerca a nosotros. Lo que nos une y acerca a Dios es Jesús, nuestro Salvador y Mediador.
En la Adoración, todos nuestros sentidos deben estar puestos en Jesucristo, presente y manifestado en el Santísimo Sacramento del Altar.
viernes, 31 de agosto de 2018
SENTARSE EN PRIMERA FILA
"Porque donde hay dos o tres reunidos en mi nombre,
Da la impresión de que el pueblo de Dios está "desperdigado" y "repartido" por todos los rincones de la iglesia, de que no tenemos nada que ver los unos con los otros, de ser una reunión de "extraños". ¿Por qué nos asusta sentarnos "delante"? ¿Por qué nos sentamos separados unos de otros? ¿Nos da miedo el cura, el altar, la gente...o Dios?
Pudiera ser que tomáramos al pie de la letra la escena evangélica que narran el reproche de Jesús a los fariseos porque buscan los primeros puestos (Mateo 23, 6; Lucas 11, 43). Pero no creo que sea éste el caso, si nuestra intención no es la de "figurar".
Pudiera ser que pensáramos que los primeros bancos están reservados para alguien importante, para las personas mayores o para el coro. Pero no creo que sea éste el caso, si la iglesia no está llena a rebosar.
Pudiera ser que nos diera vergüenza ser vistos o escuchados por los demás cuando participamos, rezamos o cantamos en misa. Pero no creo que sea éste el caso, si nuestra atención está centrada en dar gloria y alabanza a Dios.
Pudiera ser que quisiéramos tener el menor contacto posible con el resto de los asistentes, no sentarnos a lado de otras personas para no tener que mirarlas, para no tener que saludarlas, para no tener que darles la paz. Pero no creo que sea éste el caso, si las miramos como parte de nuestra familia, a quienes queremos y apreciamos.
Pudiera ser que no deseáramos que nos pidieran salir a leer las lecturas, las preces o las moniciones. Pero no creo que éste sea el caso, si nuestra intención es participar activamente del banquete del Señor.
Pudiera ser que pensáramos que la Eucaristía "no va con nosotros" sino que es todo labor del sacerdote. Qué nosotros, con ir...ya cumplimos. Pero no creo que sea éste el caso, si somos conscientes de que Cristo sí "va con nosotros".
Pudiera ser el caso... que no llegáramos a comprender la verdadera importancia de la Eucaristía:
- donde se centra nuestra vida cristiana.
- donde el mismo sacrificio de Jesús se hace presente.
- donde Dios mismo se hace presente
- donde vamos a encontramos con Él.
- donde escuchamos su Palabra y lo que nos dice personalmente a cada uno.
- donde le damos gracias y le pedimos su misericordia.
- donde ofrecemos nuestro corazón contrito y nuestro espíritu humilde como sacrificio.
- donde le cantamos y le damos alabanza.
- donde le pedimos por nuestras necesidades y las de otros.
- donde le pedimos la paz y la compartimos con nuestros hermanos.
- donde somos una comunidad fraterna, una familia que se congrega en torno al altar para saludarnos, para hablarnos, para amarnos unos a otros.
- donde participamos activamente del banquete que Dios prepara para nosotros.
¿No sería maravillosa si nuestra actitud en misa fuera siempre de "donación", de entrega", de "agradecimiento", de "acogida" a Dios y a nuestros hermanos en la fe?
¿No sería beneficioso para nosotros tratar siempre de elegir los lugares más cercanos al altar para poder ver y escuchar mejor, para estar más cerca del Señor, para concentrarnos mejor en el misterio que allí sucede?
¿No sería generoso por nuestra parte si nos sentáramos al lado de quienes están solos, para saludarles, para acompañarles, para hacerles sentir nuestro aprecio y su pertenencia a nuestra propia familia?
¿No sería alegre y gozoso poder compartir nuestra fe, esperanza y caridad con nuestros hermanos?
miércoles, 18 de julio de 2018
NI EL ÉXITO NI EL MÉRITO SON NUESTROS
"Él debe crecer y yo, menguar.
Un niño pequeño confía plenamente en su padre/madre, se fija en él, le tiene siempre presente, imita sus palabras, sus acciones… su Padre es el espejo en el que reflejarse. Pero, sobre todo confía, no le cuestiona, se fía, se abandona en sus brazos. Porque le ama.
Sólo hace falta que, como niños, como hijos suyos, le devolvamos nuestro amor, nos fiemos y confiemos, que seamos sencillos y humildes, y así, acercándonos, poder mirar a Jesús y aprender de Él, la única forma de llegar al Padre. La única manera de llegar al verdadero éxito y a la verdadera gloria.