¿QUIÉN ES JESÚS?

La vida de Jesús siempre ha suscitado preguntas a lo largo de los últimos dos mil años.

¿Cómo pudo un carpintero que fue ejecutado por los romanos convertirse en el hombre más famoso de la historia?
¿Fue Jesús alguien verdaderamente real?
¿Cómo puede Dios ser un hombre al mismo tiempo?
¿De qué manera podría esto tener algún sentido para mi vida?

Estas son algunas preguntas, pero aquí tienes un espacio para formular las tuyas.
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lunes, 15 de febrero de 2021

ARREBATADOS EN ESPÍRITU

"¡Alegraos conmigo!"
(Lucas 15, 5 y 9)

Este fin de semana hemos contemplado el cielo en la tierra. "Arrebatados en Espíritu en el día del Señor", hemos sido transportados, como San Juan, a la liturgia celeste: la cohorte celeste en pleno se congregó alrededor del Trono para participar en una gran fiesta.

"Sonó una voz potente como de trompeta...era un Hijo de Hombre, en medio de los siete candelabros de oro, con cabellos blancos como la nieve y sus ojos como llama de fuego, que decía: No temas; yo soy el Primero y el Último, el Viviente... escribe lo que estás viendo" (Apocalipsis 1,12-19).
Era el Resucitado, nuestro Señor Jesucristo, que nos hablaba a todos con autoridad y recibía en su casa con los brazos abiertos un grupo de cristianos, jóvenes y adultos, que se comprometían con Él, fundiéndose en un prolongado abrazo de amor (como en la parábola del hijo pródigo de Lucas 15,11-32).
El Señor, mirándoles a la cara uno a uno y hablándoles directamente al corazón, les dijo: "Os recogeré de entre las naciones, os reuniré de todos los países, y os llevaré a vuestra tierra. Derramaré sobre vosotros un agua pura que os purificará: de todas vuestras inmundicias e idolatrías os he de purificar; y os daré un corazón nuevo, y os infundiré un espíritu nuevo; arrancaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré un corazón de carne. Os infundiré mi espíritu, y haré que caminéis según mis preceptos, y que guardéis y cumpláis mis mandatos. Y habitaréis en la tierra que di a vuestros padres. Vosotros seréis mi pueblo y yo seré vuestro Dios" (Ezequiel 36,24-28).

La esplendorosa visión del cielo, difícil de describir si no se vive, hizo realidad el Evangelio de Lucas 4,16-22: "Jesús ... se puso en pie para hacer la lectura y dijo: 'El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido. Me ha enviado para dar la Buena Noticia a los pobres, para anunciar a los cautivos la libertad, y a los ciegos, la vista. Para dar libertad a los oprimidos; para anunciar el año de gracia del Señor'. Y, enrollando el libro, lo devolvió al que le ayudaba, y se sentó. Toda la sinagoga tenía los ojos fijos en él. Y él se puso a decirlos: Hoy se cumple esta Escritura que acabáis de oír". 

Y así, el Espíritu de Dios se cernió sobre todos nosotros, convirtiéndonos en alter christus ipse christus. Un nuevo Pentecostés que derramó sobre nuestras cabezas como llamaradas, sus siete dones. Una lluvia de gracias que roció nuestros corazones en un nuevo amanecer. Una unción de lo alto que llenó nuestras almas de gozo inefable.
Yo, desde el altar, invitado circunstancial y privilegiado, sentí una profunda alegría al ver el firme compromiso de estos "hombres nuevos en el Espíritu" que, delante del Cordero, renovaban de forma libre y consciente las promesas realizadas en el bautismo y le decían al Padre: "Abba" (Romanos 8,14-17). Fue un "sí" profundo y sincero...un confiado "Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad" (Salmo 40,8-9).

Entonces Cristo nos dijo a todos: "¡Alegraos conmigo!" y todos los coros angélicos, a una sola voz, dijeron: "Bendito el que viene en el nombre del Señor... Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia" (Salmo 118, 26-29).

El obispo D. Juan Antonio Martínez Camino que celebraba el sacramento en representación del "Único Sacerdote" nos habló de los tres olivos representados en las cristaleras de la parroquia.
                              
Los Tres Olivos, símbolos de los árboles del paraíso: a la izquierda, el árbol del conocimiento del bien y del mal, y a la derecha, el árbol de la vida; y en medio, el del Gólgota, el árbol de la Cruz, por el cual nuestro Señor cargó con nuestros pecados para conducirnos a la vida. Y encima de ellos, el Espíritu Santo.

Fue un maravilloso encuentro donde saboreamos la gloria divina y donde reforzamos nuestros lazos de amistad, de fraternidad, de comunión profunda entre nosotros y con Dios. 

El Señor nos vistió con la mejor túnica, nos puso un anillo en la mano y sandalias en los pies, sacrificó el toro cebado y celebró un gran banquete, con el que el Padre Dios selló su alianza eterna con nosotros y restableció nuestra dignidad como hijos suyos.

Esta vez no había ningún "hermano mayor". No hubo reproches ni envidias. Sensibles a su Palabra, dóciles a su Espíritu y vestidos de gala como "hombres nuevos", todos nos unimos alegres a la boda del Cordero con su Esposa, al don del amor gratuito que Dios otorga a su Iglesia, porque todos estábamos muertos y hemos resucitado.


JHR

miércoles, 19 de febrero de 2020

SACRAMENTOS: UNA OPORTUNIDAD EVANGELIZADORA

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"Entró de nuevo en Cafarnaún después de algunos días,
y se supo que estaba en casa. 
Acudieron tantos que ni a la puerta cabían; 
y él les dirigía la palabra. 
Le trajeron entre cuatro un paralítico. 
Como había tanta gente, no podían presentárselo. 
Entonces levantaron la techumbre donde él estaba, 
hicieron un boquete y descolgaron la camilla con el paralítico. 
Jesús, al ver su fe, dijo al paralítico: 
"Hijo, tus pecados te son perdonados"." 
(Mc 2, 3-5)

En este pasaje del evangelio de Marcos se nos muestra un gran ejemplo de evangelización. Los cuatro que llevan al paralítico a Jesús a través del tejado tienen tres rasgos evangelizadores muy significativos:

- Celo apostólico: Deseo de llevarle a Jesús.
- Fe: Certeza de que Jesús cambiará su vida.
- Servicio: Disponibilidad para hacer lo que sea necesario por llevarle a Jesús.

Y nosotros, ¿tenemos deseo de llevar almas a Dios? ¿es
tamos dispuestos a hacer lo que sea necesario para llevar a las personas a Jesús? ¿tenemos la certeza que Cristo cambiará sus vidas? ¿a qué estamos dispuestos para renovar nuestra parroquia, nuestra Iglesia?

Cristo
nos invita a los cristianos a salir de la autosuficiencia, a escapar de la autoreferencialidad y a abandonar un status quo de introspección.

Se trata de dejar de pensar en nosotros mismos para pensar en los demás, de dejar de hacer las cosas "como siempre" y de salir a mostrar a Jesús al mundo.

El verdadero sentido objetivo de toda evangelización es, primero dar a conocer a las personas a Cristo, y después acercarlas a su Iglesia para que tengan una relación estrecha con Él a través de los sacramentos. 
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La evangelización ha de conducir siempre a una vida eucarística o no es evangelización.

Por desgracia, para muchas persona
s, la Iglesia ha dejado de ser significativa. Apenas se acercan a ella, salvo para asistir a una bautizo, a una primera comunión, a una boda o a un funeral. Pero no es suficiente con administrar o recibir sacramentos. 

Para muchos, los sacramentos se han convertido en "eventos sociales", y para los sacerdotes, en una mera "administración válida". 

Los sacramentos que administran los sacerdotes son siempre válidos porque su validez no depende de ellos sino de Cristo (ex opere operatio)Nadie lo duda, pero casi nunca tienen frutos porque no hay fe en el receptor (y quizás tampoco mucha en el emisor).

Po
r ello, las personas deben saber a qué van a la Iglesia y qué significan los sacramentos. Sólo si comprenden esto, se comprometerán con la comunidad parroquial y con Dios.

Por eso, es necesario que cambiemos este enfoque erróneo: es preciso pasar del significado teológico al existencial, es decir, no preocuparnos tanto por la validez del sacramento (que está asegurada) y más por el fruto. 

¿De qué sirve un sacramento si las personas no saben qué ocurre en él? ¿de qué sirve un sacramento si las personas no creen en él? ¿de qué sirve si no pasan a formar parte activa de la familia de Dios? ¿Cómo se puede entrar en una familia en la que no se cree y con la que no se relaciona?

El orden correcto de la evangelización y, por tanto, de la sacramentalización de las personas es: 
1º-PROCLAMACIÓN (kerygma
2º-CONVERSIÓN (metanoia
3º-SACRAMENTOS (eucaristia
4º-DISCIPULADO (paideia
5º-SERVICIO (diakonia)

La primera, depende de los laicos, mediante métodos de evangelización que el Espíritu Santo suscita. La segunda, de las personas que se acercan y que dan un sí a Dios. La tercera, exclusivamente de los sacerdotes. La cuarta y la quinta, de los sacerdotes y de los laicos.


Pero, aún dejando a un lado las dos primeras y las dos últimas, los sacramentos son una oportunidad única de evangelizar porque son las personas las que se acercan en primera instancia sin ser llamadas. Quizás lo hacen por compromiso o sin saber muy bien a lo que van o lo que tienen que hacer, pero se acercan. No salimos nosotros a buscarlas. 


Cuando las personas se acercan a solicitar un sacramento, lo primero, es evitar dar un "NO" como respuesta a quienes llaman a la puerta.  Los sacerdotes han de darles un "SÍ" pero no incondicional, puesto que ello implicaría una mentira cómplice, tanto por el sacerdote como por la persona, dado que ellos "saben que nosotros sabemos que ellos saben que no van a volver". 

Durante muchos años, en la Iglesia hemos hecho a las personas "inmunes" al mensaje evangélico. Les hemos vacunado con los sacramentos. Los sacramentos han sido una especie de "vacunas", es decir, formas débiles del virus, en cantidades pequeñas, y que han generado anticuerpos. Las personas están vacunadas contra Dios. No "enferman de amor de Dios". Tan sólo vienen, consumen y se van, para quizás, no volver. Por ello, en algunos casos, debe ser un "SÍ, PERO ESPERA".

Para saber qué hacer y cómo actuar, evaluemos primero quiénes son los que piden el sacramento, bien para ellos o para sus hijos:

Bautismo
-Personas o niños de familias cristianas pertenecientes a la comunidad parroquial: sin problema.

-Personas o niños de familias que vienen eventualmente a la parroquia: curso de formación que incluya asistencia a misa los domingos.

-Personas alejadas o no creyentes: Darles la bienvenida, acogerles, reunirse mensualmente con otras personas de la comunidad para compartir experiencias, invitarles a algún método kerigmático (Alpha, Emaús, etc) y una vez en camino de conversión, darles formación y fecha.

Comunión
-Personas o niños de familias cristianas pertenecientes a la comunidad parroquial: sin problema.

-Personas o niños de familias cristianas que vienen eventualmente a la parroquia: curso de formación que incluya asistencia a misa los domingos.

-Personas o niños de familias alejadas o no creyentes: Darles la bienvenida, acogerles, reunirse mensualmente con otras personas de la comunidad para compartir experiencias, invitarles a algún método kerigmático (Alpha, Emaús, etc) y una vez en camino de conversión, darles formación y fecha.

Confirmación
-Jóvenes de familias pertenecientes a la comunidad parroquial: sin problema.

-Jóvenes de familias 
que vienen eventualmente a la parroquiacurso de formación que incluya asistencia a misa los domingos.

-Jóvenes alejados o de familias no creyentes: Darles la bienvenida, acogerles, reunirse mensualmente con otros jóvenes de la comunidad para compartir experiencias, invitarles a algún método kerigmático (Alpha jóvenes, Effetá, etc.) y una vez en camino de conversión, darles formación y fecha.

Matrimonio
-Parejas pertenecientes a la comunidad parroquial: sin problema.

-Parejas que vienen eventualmente a la parroquiacurso de formación que incluya asistencia a misa los domingos.

-Parejas alejadas o no creyentes: Darles la bienvenida, acogerles, reunirse mensualmente con otros matrimonios de la comunidad para compartir experiencias, invitarles a algún método kerigmático (Alpha, Emaús, Proyecto Amor Conyugal, etc.) y una vez en camino de conversión, darles formación y fecha.

Nuestra misión, tanto de los sacerdotes como de los laicos, es siempre enfocar nuestras obras y toda nuestra actividad evangelizadora hacia las relaciones personales, que guían, acompañan y acogen al discípulo, forman amistad, construyen apoyo mutuo y amor verdadero, en lugar de juicios o criticas. 

El objetivo final de todo lo que hagamos es llevar almas a Dios, a través de un encuentro personal con Jesucristo.

La Iglesia de Cristo no es una forma de "sanidad privada" sino de "salvación pública". El Papa Francisco nos exhorta a transformar la Iglesia, pasar de un "club privado y elitista" para convertirla en un "hospital de campaña para todos los públicos".

¿Estamos preparados y equipados para acoger a personas que no creen y que no se comportan de la manera que nosotros pensamos que debieran? 

¿Estamos dispuestos a interesarnos por sus necesidades, a caminar junto a ellas, a formarlas y, en definitiva, a llevarlas a Dios?

martes, 28 de julio de 2015

SACRAMENTOS SIN FE, ACTOS SOCIALES SIN SENTIDO


 

Los sacramentos son signos sensibles y eficaces de la gracia invisible de Dios, instituidos por Jesucristo y confiados a la Iglesia, a través de los cuales se otorga la santificación, es decir, confieren al creyente la dignidad de "hijos de Dios", y mediante los cuales, los creyentes exteriorizan su relación con Dios y profesan su fe.

Cuando los bautizados celebran un sacramento expresan, identifican y edifican su comunión eclesial. Sin fe no hay sacramentos, sino sólo actos sociales o ritos mágicos que no tienen nada que ver con la fe cristiana.

Matrimonio

Es una verdadera pena observar como en los últimos años se ha producido un notable aumento de matrimonios civiles en detrimento de los religiosos, en parte motivado por una progresiva secularización de la sociedad y en parte, por el alejamiento o la pérdida de fe de los propios bautizados.

Igual de triste es la constatación del hecho por el que los novios toman la decisión de casarse en una Iglesia sólo por el simple hecho de considerarlo más como un acto social de cierta enjundia que un camino comprometido de fe. 

Incluso, hay quienes demostrando una mayor incoherencia, piden al sacerdote (a quien apenas conocen y quien apenas les conoce) la eliminación parcial o total de la homilía "para agilizar" la celebración.

Pero mucho más preocupante es que nuestros sacerdotes católicos celebren bodas religiosas aún a sabiendas de esa falta de fe por parte de los contrayentes, conscientes de que no volverán o incluso sin tan siquiera conocerles con anterioridad, pues en muchas ocasiones, se trata de la primera vez (y la última) que pisan el templo.

Como signos externos de la fe vivida, por los cuales expresamos, afirmamos y renovamos ser seguidores de Cristo, no tiene justificación tanto administrarlos como recibirlos, si el resultado es convertirlos en meros eventos sociales, pues ello redunda en una absoluta pérdida de valor y de sentido de la fe de Cristo. No es posible separar sacramento y fe. Sin fe, el sacramento es inválido, es nulo.

Los propios sacerdotes, como testigos del sacramento del matrimonio sin fe, están obligando, desgraciadamente, a los esposos a cometer perjurio ante Dios, haciéndoles mentir y favoreciendo el hecho de que personas que pisan la Iglesia por primera y última vez el día de su boda, que rechazan la institución instaurada por Cristo, que no se toman en serio la confesión, la comunión y en definitiva, los sacramentos, accedan a protagonizar un espectáculo "obligado", sin poso de fe y de todo punto hipócrita. Amén de que con el código de Derecho Canónico en la mano, carecerían de validez y licitud.

Si alguno de los contrayentes no tiene fe y, por tanto, no tiene razón para creer en Cristo ni en la indisolubilidad del matrimonio, ¿por qué empeñarse en recibir un sacramento estéril y carente de valor? ¿Para qué administrarlo?

Sí, cierto es que la Iglesia está llamada a acoger y a recibir a todos, sin excepción, pero al mismo tiempo, no debiera ofrecer un sacramento carente de valor y sentido. De ahí la necesidad de reforzar y profundizar en una verdadera preparación al matrimonio. No se trata de decir un sí incondicional; pero tampoco, un no rotundo; se puede decir, "todavía no". 

Los pastores están llamados a corroborar la verdadera comprensión y aceptación de la naturaleza del sacramento del matrimonio y de sus propiedades esenciales, es decir, de la unidad, de la indisolubilidad del matrimonio y de su apertura a la vida.

Hoy, los elementos fundamentales de la fe, que antes conocía cualquier niño, desde el signo de la cruz hasta el padrenuestro, son cada vez menos frecuentes. Y desde luego, albergar la pretensión de que los cursos pre-matrimoniales, insuficientes en tiempo y efectividad, contribuyan a paliar la ausencia de fe y compromiso cristianos, es como albergar la esperanza de que un bebé aprenda a leer y escribir cuando todavía no sabe caminar. 

Bautismo, Comunión y Confirmación


No es el matrimonio el único sacramento afectado por el sinsentido de la falta de fe verdadera. 

El bautismo, el primero de los tres sacramentos de iniciación a la vida cristiana, es otro de los damnificados

Con demasiado frecuencia, se celebran bautizos sin que la fe cuente algo en la vida de los padres o de los padrinos y sin que haya ninguna intención de educar a esos niños en la fe de Cristo.



La Primera Comunión es otro de los tres sacramentos de iniciación a la vida cristiana con el bautismo y la confirmación. 

A través de ella y después de cierta preparación (catequesis), es posible tomar por primera vez la hostia y el vino, es decir, el Cuerpo y la Sangre de Cristo. 

Pero ¡Cuántas primeras comuniones se celebran sabiendo que será la primera y también la última, ante la falta de profesión de fe de los padres de los que comulgan!



El tercer sacramento de iniciación es la confirmación. Y tampoco se libra del conflicto. 

¡Cuántas confirmaciones se otorgan a jóvenes que ni creen ni practican; adolescentes que no se asoman por la Iglesia ni por error! 

¿Qué fe está siendo confirmada? ¿no habría que “despertar” la fe en quienes la tienen dormida? 


Una oportunidad única para evangelizar

Durante mucho tiempo, nuestra Iglesia ha sido administradora de sacramentos a bautizados pero no a evangelizados. 

Hoy, embarcados en la nueva evangelización, estamos llamados a empezar por dar a conocer a Cristo a quienes, por las razones que sean, se acercan ocasionalmente a los sacramentos.

En bodas, bautizos, comuniones, confirmaciones y funerales se nos brinda una oportunidad única para ello, pues en todos ellos aparecen bautizados (y no bautizados) que difícilmente aparecen por un templo en otros momentos de sus vidas. Es ahí donde debe hacerse un esfuerzo evangelizador de primer nivel. 

Los laicos tenemos la misión de hacer comprender el significado y el valor de los sacramentos a todos, y los sacerdotes el cometido de cuidar al máximo sus homílias y celebraciones, hacerlas atractivas y así, acercar a esas personas a Dios, sin presión, sin recriminar ni reprender. 

Cristo nos atrae por su infinito amor. Esa es la clave.