¿QUIÉN ES JESÚS?

La vida de Jesús siempre ha suscitado preguntas a lo largo de los últimos dos mil años.

¿Cómo pudo un carpintero que fue ejecutado por los romanos convertirse en el hombre más famoso de la historia?
¿Fue Jesús alguien verdaderamente real?
¿Cómo puede Dios ser un hombre al mismo tiempo?
¿De qué manera podría esto tener algún sentido para mi vida?

Estas son algunas preguntas, pero aquí tienes un espacio para formular las tuyas.
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jueves, 18 de julio de 2024

¿CÓMO GESTIONAR LOS FRUTOS ESPIRITUALES DE UN RETIRO?

"No temas, porque yo estoy contigo; 
no te angusties, porque yo soy tu Dios. 
Te fortalezco, te auxilio, 
te sostengo con mi diestra victoriosa"
(Is 41,10)

Desde hace ya unos años, vivimos una gran efusión de Espíritu Santo que se derrama a través de retiros y encuentros espirituales de nueva evangelización como Emaús, Effetá, Alpha, Cursillos o Seminarios de Vida en el Espíritu, en los que las personas descubren o redescubren a Dios y salen transformadas.

Sin embargo, muchas de ellas no terminan de arraigar en parroquias o en movimientos eclesiales, bien por falta de compromiso o por exceso de individualismo, que tan habitual es en nuestra sociedad posmoderna (también en las parroquias). Otras, se unen a una comunidad, a un movimiento o a un servicio pero mantienen una mentalidad inmadura, de consumidor, y de poco avance espiritual. 

Disfrutan de una misma comida una y otra vez, pero con poco provecho y escaso desarrollo. Repiten un mantra una y otra vez (y muchos tópicos espirituales) sin saber lo que significa o el motivo por el que lo hacen. Y así, su vida espiritual se convierte en una espiral de repeticiones agradables pero carentes de verdadero sentido cristiano.

Tienen maravillosas experiencias de Dios, es cierto, pero son pasajeras. Se sienten muy cómodos y a gusto ejerciendo como buenos cristianos en un ambiente favorable y cómodo, pero por un tiempo limitado, con escaso crecimiento y con limitado compromiso.
Por ello, todos los que nos encontramos inmersos en estos métodos de primer anuncio nos enfrentamos ante el reto de dar respuesta al avivamiento de todas estas personas que llegan o que vuelven a la Iglesia para que sigan (sigamos) el camino y no desvíen (desviemos) la mirada de nuestro Señor. 

Indudablemente, todos estos métodos de evangelización mencionados anteriormente funcionan porque son obra de Dios, pero surge la gran pregunta de siempre: ¿y después qué? ¿qué debemos hacer a nivel individual y comunitario?

En mi opinión y por propia experiencia, lo primero que debemos plantearnos es cómo gestionar el fruto que estos métodos producen. Se trata de evitar la dispersión en experiencias de fin de semana, los activismos interminables, con escasos compromisos personales y comunitarios, y, en la mayoría de las ocasiones, con limitado o nulo crecimiento espiritual.

Creo que nos encontramos ante un momento de transformación parroquial donde sacerdotes y laicos debemos remar juntos y al unísono para generar nuevas y auténticas comunidades cristianas, que no se parezcan en nada a las existentes, de mucho cumplimiento y poco entusiasmo, de mucho pasado y poco futuro (por desgracia), y que recuperen el fervor y la unidad de las primeras comunidades cristianas.

Es preciso plantearse, de un modo serio, esta renovación parroquial y encontrar los procesos que la lleven a cabo de verdad, analizar los que funcionan y los que no, tanto de forma individual como comunitaria, estar pendientes a lo que el Espíritu Santo nos suscita y no a lo que, desde un razonamiento humano, nos parece que tenemos que hacer. 

Estoy hablando de discipulado, de formación, de compromiso, de servicio, de acogida...de discernir y comprender cuál es el rol que cada uno debe desempeñar dentro de la Iglesia y que, desde luego, no es un invento nuevo sino que lleva escrito más de dos mil años. 

Se trata de plantearse no tanto qué puede hacer la parroquia (o Dios) por mí sino qué puedo hacer yo por la parroquia (o por Dios). O mejor dicho...de preguntar: "Señor ¿qué quieres de mí?".
Como ya he mencionado en otros artículos, para construir comunidades cristianas auténticas, vivas, comprometidas y en continuo crecimiento es necesario que todas las personas que las integren tengan una misma visión, misión y pasión, un mismo corazón y un mismo espíritu. Algo que tampoco es nuevo ni original puesto que las iglesias cristianas del primer siglo tenían precisamente todo eso pero que, desgraciadamente, hemos perdido con el paso de los siglos.

Un cristiano que ha tenido un encuentro real con el Señor y que quiere ser un verdadero discípulo de Cristo, debe crecer y madurar en la fe, convertirse continua y diariamente, formarse en el discipulado, mientras se compromete en la comunidad y sirve en la misión.

Un verdadero discípulo tiene una identidad, un sentido de "pertenencia", de "corresponsabilidad" con una comunidad, grupo, carisma, espiritualidad o movimiento que le capacita para el compromiso y para priorizar lo importante.

Un auténtico seguidor de Cristo reza continuamente, vive eucarísticamente y camina escuchando la Palabra de Dios. No valen excusas ni pretextos para no crecer o madurar: el cristianismo es una forma de vida no un pasatiempo del que disfruto de vez en cuando.

Son sólo algunas ideas...hay más... pero, ante todo y lo primero que debemos preguntarnos ¿para qué hago lo que hago? ¿a quién sirvo? ¿a Dios y al prójimo? o ¿a mi mismo y a mi conciencia?

JHR


lunes, 5 de febrero de 2018

MI PANDA ES...



"Eran constantes en escuchar la enseñanza de los apóstoles, 
en la unión fraterna, en partir el pan y en las oraciones...
Todos los creyentes vivían unidos y lo tenían todo en común...
Todos los días acudían juntos al templo, 
partían el pan en las casas, 
comían juntos con alegría y sencillez de corazón, 
alabando a Dios y gozando del favor de todo el pueblo. 
El Señor añadía cada día al grupo 
a todos los que entraban por el camino de la salvación."  
(Hechos 2, 42-47)

Mi panda es un grupo de fe que debe su nombre a la Virgen María, quien unió a unos cristianos comprometidos, fruto de una propuesta evangelizadora.

Mi panda es un grupo de esperanza en las promesas de Jesucristo y de compromiso incondicional con Dios y con el prójimo.

Mi panda es un grupo de amor abnegado y desinteresado, donde se comparten alegrías y tristezas, risas y lloros, enfados y reconciliaciones, sueños y anhelos.

Mi panda
 es un grupo de libertad donde no existen liderazgos ni jerarquías, donde no hay estatutos ni normas, más allá del cumplimiento de la voluntad y los mandamientos de Dios.

Mi panda es un grupo de intimidad, de amistad y de fraternidad abierto a todos, que camina a la Luz de Dios y abierto a su Gracia.

Mi panda es un grupo de esclavitud y de vidas consagradas a María, en María, por María y para María hacia la madurez espiritual y la santidad.

Mi panda es un grupo de oración y adoración, de acogida y acompañamiento, de servicio y entrega, de viajes y peregrinajes, de visión y misión.

Mi panda es un grupo de alegría a la luz del Evangelio unido por el vínculo perfecto del amor de Cristo y de María.

Mi panda es un grupo de soldados inasequibles al desaliento, de valientes y audaces, de apóstoles y discípulos misioneros que sirven a Dios y a su Iglesia. 


Mi panda es...  la panda la Virgen












jueves, 4 de enero de 2018

¿CORRE PELIGRO EMAÚS?

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Pudiera parecer, al leer el título de este artículo, que sobrevuela en mí un cierto estado de desánimo. Pudiera parecer que refleja un estado de un cierto desaliento o incluso derrotismo. No es así.

Desde mi intensa experiencia de amar y de servir a Dios a través de los retiros de Emaús, hoy quiero reflexionar, a la luz del discernimiento de la Eucaristía y la oración, sobre los serios peligros que corre Emaús.

El interés que ha despertado en los últimos tiempos en España es considerable. Todo el mundo habla de Emaús, aunque no se pueda contar nada. Todo el mundo pregunta: ¿Has hecho Emaús?, aunque no se sepa exactamente lo que ello significa. Todo el mundo invita a caminar en Emaús, aunque no se medite quien lo necesita de verdad.

A pesar de la gran acogida y el interés suscitado entre quienes hemos caminado y servido en Emaús, este fecundo método
 evangelizador es visto por mucha gente (incluso desde la misma Iglesia Católica) con cierta sospecha y desconfianza, o cuando menos, es examinado con un escrupulosa lupa. Algunos son sumamente escépticos, críticos y duros al catalogarlo como una nueva moda espiritual para ricos.

Sin embargo, la participación en Emaús, responde a dos facetas, una interna y otra externa. Por un lado, a una íntima búsqueda espiritual y de encuentro con Dios, y por otro, a un compromiso real dentro de la Iglesia y del mundo de hoy. 

Tanto sacerdotes como laicos creen, asumen y promueven estos retiros de conversión en sus parroquias, valorándolos como una alternativa espiritual fértil y provechosa que ha dado sentido a la vida de muchas personas, quizás un tanto alejadas de la Iglesia o quizás sin ningún tipo de orientación espiritual. 

Partiendo del reconocimiento de que la Iglesia es rica en dones y carismas, y de que Dios tiene un plan para cada uno de ellos, el Espíritu Santo se hace valer de cualquier propuesta para ofrecer amor, felicidad y realización a todo aquel que se acerque con fe a sus caminos. Emáus es una de ellas, un método más. Y nada más... y nada menos. 

Para muchos de nosotros, cristianos comprometidos, Emaús es una propuesta convincente y fructífera, que valora al ser humano de forma integral, y permite que éste descubra el plan que Dios tiene para su vida.

Emaús no es, ni mucho menos, "exclusivo", ni "de ricos" ni "oscuro", ni "sectario". Por el contrario, genera el reconocimiento de que todos somos hijos de un mismo Padre que nos ama, a Quien amamos, servimos. Un Padre cabeza y vínculo de un amor Ágape que compartimos también entre nosotros, como hermanos que somos.

Resultado de imagen de retiros de emausLo cierto es que, a favor o en contra, cada día toma más fuerza en España; en cada lugar se "habla de Emaús"; día tras día crece el número de personas que están dispuestas a vivirlo como una alternativa real de la cual Dios se vale para mostrarnos el camino de la salvación y de la felicidad plena, en una sociedad que necesita hombres y mujeres realizados, íntegros interiormente y comprometidos exteriormente, y con capacidad de dar y recibir amor en un país que exige a gritos reconciliación, perdón, tolerancia y solidaridad.

Emaús cumple (o debería cumplir) un solo objetivo: como actividad de laicos para laicos, es una oportunidad de tener un encuentro íntimo, personal y seductor con Cristo, como ningún otro ofrece. 

Es un cantera donde se desmenuza la piedra, una mina donde se profundiza en el tesoro más precioso, un manantial donde fluyen aguas vivas, un método de apostolado donde las personas tienen la posibilidad de tomar la decisión de comprometerse con Dios, con sus comunidades parroquiales y con la sociedad en general.

Es cierto que para muchos "hacer Emaús" se limita al hallazgo de un "grupo estufa" en el que afianzar y ampliar su círculo de relaciones sociales, como si se tratara de alguna moda o un estilo espiritual, distinto a cualquier otro, que "se lleva", que es "trending topic". 

Es evidente que hay una gran mayoría de personas que viven ese fin de semana como algo "bonito" en sus vidas sin más, sin dar un paso adelante, lo que me trae a la memoria el pasaje evangélico del encuentro entre Jesús y el joven rico, quien con una desmedida ansiedad por seguirlo, no es capaz de hacerlo al anteponer su amor a las cosas y riquezas de este mundo, alejándose triste y cabizbajo, ante el difícil reto del Maestro que le exhorta a dejarlo todo y seguirlo.

Pero si Emaús se queda en una "anécdota" de un fin de semana, si se asume como una experiencia que empieza y acaba, eludiendo dar el siguiente paso hacia un compromiso con el Señor y con los demás, hacia la propia formación y desarrollo personal, hacia la madurez en la fe, hacia el servicio en las parroquias y en la evangelización de este mundo, sí que corre el riesgo de convertirse en una "moda pasajera".

Resultado de imagen de retiros de emausSi sacerdotes y obispos no se toman en serio el potencial evangelizador de los laicos, lo descuidan, recelan de él o esperan a ver qué pasa, sin ofrecer una correcta dirección pastoral posterior, surgirán conflictos: aparecerán los "egos" y las envidias, las luchas de poder, los malos-entendidos y los desaciertos, los "lobbys y los clubes sociales", las búsquedas para adueñarse de las mejores posiciones, etc., tal y como ha ocurrido en algunos movimientos como la Renovación Carismática, Cursillos de Cristiandad, etc. 

En lugar de criticar Emaús, una actividad que "produce frutos", deberíamos dedicar tiempo a la oración y, sobre todo, a dar gloria a Dios por las gracias que el Espíritu Santo derrama en cada retiro, y que nos ofrece diversos carismas, talentos y modos de servir a Dios, al prójimo y a la Iglesia.

Quiero dejar muy claro, tanto para los que lo apoyamos como para quienes lo censuran y enjuician, que Emaús no es una panacea, no es una "solución mágica" que te vaya a solucionar la vida, ni que te vaya a hacer ser mejor. Es el propio compromiso con Dios y con Su amor lo que realmente te cambia la vida, y no con un activismo populista.

Emaús corre el peligro de perder su esencia si lo convertimos en una "experiencia de montaña rusa", en un "subidón espiritual", en lugar de un servicio a Dios, de un espacio de entrega desinteresada y abnegada.

Emaús corre el peligro de perder la gracia y el favor divinos, si nos apropiamos de la Gloria de Dios, si dejamos de ser "la voz que grita en el desierto" y nos "apropiamos de la profecía".

Emaús corre el peligro de olvidar su propósito, si vivimos sólo por y para el retiro, sin dar lugar a una intención verdadera de crecimiento espiritual personal y de compromiso con la Iglesia de Cristo.

Emaús corre el peligro de caer en “el síndrome Judas”, es decir, de la misma forma que Jesús mismo eligió a Judas sabiendo que lo traicionaría, también aquí habrá esos personajes que “bebiendo de la misma copa del maestro”, estarán dispuestos a darles la espalda.

Emaús corre el peligro de abandonar su identidad si buscamos "deslumbrar", en lugar de "alumbrar", si ansiamos el "medalleo", el aplauso y el reconocimiento propios, en lugar de profundizar y madurar en la fe.

Emaús corre el peligro de perder su luz, si invitamos a personas a diestro y siniestro, de nuestro entorno familiar o cercano, sin ni siquiera meditarlo ni orarlo, si "hacemos caminar" a personas obligadas por su mujer, su amiga o cuñada, sin tener el pleno convencimiento de lo que Dios desea, y hacerles sentirse forzados a recluirse en un “encierro espiritual” sin estar dispuestos a abrir su corazón y dejarse transformar.

Emaús corre el peligro de perder su significado de servicio si contemplamos la idea de ser servidos por los demás, en lugar de poner en práctica las tres máximas del servicio: oración, obediencia y humildad.

Emaús corre el peligro de convertirse en activismo descabezado y sin sentido, si tenemos la aspiración de ocupar posiciones dentro del "escalafón jerárquico" de la Iglesia o si albergamos la intención de ganarnos la simpatía de nuestro párroco o la admiración de nuestros hermanos.

Emaús corre el peligro de caer en el olvido, si destruimos su objetivo de evangelización y servicio, si nos limitarnos a reunirnos como si se tratara de un club social donde vivir nuestra fe  "a gusto"entre amigos/hermanos.

Emaús corre el peligro de desaparecer, si sus lideres se aferran a un  poder "absolutista y egoísta" con el que gobernar a otros, si sus veteranos asumen una actitud de superioridad farisea sobre el resto, o si cualquiera de nosotros nos convertimos en "católicos light", de un día a la semana o de dos retiros al año. 

Imagen relacionadaTener una experiencia de Dios no es sólo "sentir" algo bonito, no es "llenarse" para satisfacción propia. Es dejarse seducir por el Amor con mayúsculas, es darse, es comprometerse, es madurar en la fe, crecer en la esperanza y servir en la caridad, es prepararse para ser un mejor y más fiel servidor de Dios... 

La Fe no se basa en sentimientos sino en el encuentro con Cristo Resucitado, en el deseo ferviente de retornar a Dios y vivir de acuerdo a Su Voluntad...de buscar la santidad a la que todos estamos llamados. 

Si hablamos de transformar nuestros corazones (y los de otros) de piedra por otros de carne, de cambiar nuestra tibieza (y la de otros) por el fuego abrasador de Jesús, no podemos hacerlo a base de "sensaciones inmanentes" ni de "experiencias efímeras" ni de "sentimientos" interiores.

El peligro real de Emaús es que tanto laicos como sacerdotes decidamos o permitamos que se pierda el enfoque y el principal objetivo del retiro: que pensemos que el camino de Emaús es el que cada uno decidimos llevar.

El único Camino es Jesucristo

¡Gloria a Dios!




sábado, 3 de junio de 2017

¿POR QUÉ TUS MEJORES COLABORADORES ABANDONAN TU IGLESIA?

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Es triste y, además, duele cuando alguien comprometido se va de una parroquia. Y si además, es un amigo, "algo se muere en el alma".

Hay un millón de razones por las que, con el tiempo, las parroquias pierden a sus voluntarios, a sus líderes con talento o a sus miembros comprometidos. 

A veces, es una situación circunstancial. Otras veces, es sólo un patrón natural de crecimiento y desarrollo. Pero no siempre, y probablemente no a menudo. 

Entonces ¿por qué  se van?

Se olvida la visión 

La visión importa, y mucho. Crea impulso y emoción. Cuando una parroquia tiene visión y un "por qué", hace que las personas pasen de ser meros inquilinos a ser propietarios, a pasar del consumo al compromiso. La visión genera pasión. Sin visión no iremos a ningún sitio. Y sin pasión, tampoco.

Se coarta la pasión

Es vital permitir a las personas comprometidas conjugar pasión con oportunidad. Cuando las personas se apasionan por algo, no sólo quieren hacerlo ... tienen que hacerlo. Cuando se pierde la oportunidad de alinear pasión y visión, fallamos a nuestra mejor gente.

Se controla todo

Las personas con talento necesitan tener la confianza de su sacerdote (líder). No serán capaces de quedarse si se sienten controlados y dirigidos constantemente. ¿Estarán a disgusto? Sí. ¿Harán cosas distintas a las que deberían? Probablemente. 

Se niega la autoridad

El crecimiento -tanto individual como comunitario- requiere compartir no sólo la responsabilidad, sino también la autoridad. La responsabilidad con autoridad (delegar) genera discípulos (formados y guiados por el sacerdote), quienes, a su vez, generarán, dirigirán y formarán a otros discípulos.

Se impide la participación

La gente creativa quiere
hacer las cosas mejor. Las personas más comprometidas de una parroquia quieren dotar de valor añadido a la parroquia. Les encanta desafiar y cuestionar. Buscan oportunidades para participar e innovar. Es necesario liberar a nuestra mejor gente en nuestras comunidades para que puedan volar y hacer mejor su tarea.

Se posterga el discipulado

Todo discípulo es un líder en potencia. Todos estamos en camino y todos queremos ser mejores, más formados y valiosos. Debemos estar seguros de crear una pastoral y una cultura parroquial que valore el coaching (formación) y el aprendizaje (discipulado).

Se niegan las oportunidades

Somos responsables de desafiar a nuestra mejor gente. Desafíalos a ser lo mejor, a hacer lo mejor, y a participar usando sus habilidades, capacidades y recursos. Si las personas se aburren y no se les dan desafíos, buscarán algún otro lugar donde les permitan aprovechar esas oportunidades.

Se silencia la voz de los demás

Crear espacios para que las personas expresen sus opiniones. Esa es la cuestión. Los líderes no pueden tomar sus mejores decisiones si sólo tienen una opinión, la suya. Nuestras mejores personas tienen información y opiniones valiosas para compartir. Si no escuchamos, perderemos la ocasión de ver las cosas desde otra perspectiva.

Se olvida a las personas

La gente importa. Cuando las personas sienten que nos preocupamos más por los resultados o los números que por ellas, los perderemos. Es complicado y requiere tiempo, pero es la mejor inversión que un líder puede hacer. Pon atención en ellas y no tendrás que preocuparte del resultado.

Se desanima al equipo 

Compartir el éxito, promover y animar al "equipo" genera valor y confianza, y da excelentes resultados. Cuando utilizamos a las personas para nuestro fin, destruimos su moral y rompemos su fidelidad. Cuando las cosas salen bien, el mérito es de todo equipo. Cuando las cosas mal, la responsabilidad recae en el líder. Así es.

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Hay muchas otras razones. 

No tenemos ninguna obligación de prestar atención a estas razones. 

Pero si no lo hacemos, alguien lo hará y un día nos veremos solos y nos preguntaremos ¿qué pasó con mi equipo? ¿dónde está mi gente más talentosa? ¿por qué se han marchado los que estaban comprometidos?




domingo, 27 de noviembre de 2016

EL APÓSTOL PABLO: REFERENCIA DE SERVICIO A DIOS





Me gusta el apóstol San Pablo. Siempre me ha gustado. Es mi referente porque me siento muy identificado con él y con su conversión.

El apóstol Pablo nos ofrece una enseñanza vivificante a través de su ministerio y de su prolífico legado de cartas dirigidas a las distintas iglesias (otra de las cosas que comparto con él, la escritura).

Es el discípulo más ferviente (o a mi me lo parece) en cuanto a seguir a Jesucristo. "Seguid mi ejemplo, como yo sigo el de Cristo." (1 Corintios 11, 1). Pablo sigue directamente a Jesús, que es la Piedra Angular, el Ejemplo por antonomasia... pero mientras que Cristo no tiene pecado, Pablo sí. Ahí está la cuestión: lo que también comparto con Pablo es la misma humanidad pecaminosa, y a pesar de ello, trato de seguir el ejemplo de nuestro Señor. 

Se me ocurren seis razones por las que me identifico con el apóstol, porque San Pablo era:

1Converso

Su conversión tumbativa y el cambio drástico en su modo de proceder son dos hechos que ocurrieron durante su camino a Damasco. 

Imagen relacionadaPasó de ser un perseguidor y asesino de cristianos a ser un seguidor de Cristo y defensor de su pueblo:"El que antes nos perseguía, ahora anuncia la fe que trataba de destruir" (Gálatas 1,23).

Salvando las distancias, durante mucho tiempo, yo también odié a los cristianos y a la Iglesia. Y al igual que él, tras mi conversión, pasé de ser un opositor, a ser un seguidor de Cristo y defensor de su Iglesia, cuando le escuché decirme: "¿por qué me persigues?

Yo también me he encontrado a Cristo resucitado (en mi camino de Emaús). Él me ha perdonado y me ha encargado una misión: "Cristo Jesús vino al mundo a salvar a los pecadores; y el primero de ellos soy yo. Y si encontré misericordia fue para que en mí primeramente manifestase Jesucristo toda su paciencia y sirviera de ejemplo a los que habían de creer en él para obtener vida eterna. (1 Timoteo 1, 15-16).

2. Auténtico

Pablo fue un hombre honesto precisamente por ser cristiano. Estaba completamente convencido de lo que hacía: "Como cristiano que soy, digo la verdad, no miento. Mi conciencia, bajo la acción del Espíritu Santo, me asegura que digo la verdad. Tengo una tristeza inmensa y un profundo y continuo dolor. Quisiera ser objeto de maldición, separado incluso de Cristo, por el bien de mis hermanos, los de mi propia raza. (Romanos 9, 1-3).

Yo también me considero un hombre auténtico, sin doblez, honesto y comprometido. Pero nada de eso es por mérito propio, sino precisamente por ser cristiano y por dejarme guiar por la acción del Espíritu Santo. 

Lo importante es el hecho de que Cristo es La Verdad y que mi labor principal es acercar esa Verdad a los demás.

3. Discípulo misionero

"No considero mi vida de ningún valor ni precioso para mí, si sólo puedo terminar mi curso y el ministerio que recibí del Señor Jesús, para dar testimonio del evangelio de la gracia de Dios" (Hechos 20, 24).

"He peleado la buena pelea, he terminado la carrera, he mantenido la fe. De aquí en adelante me esconden la corona de la justicia". (2 Timoteo 4, 7-8).

"Yo hago mi ambición de predicar el evangelio, no donde Cristo ya ha sido nombrado, para que no construya sobre el fundamento de otra persona". (Romanos 15, 20)

He llegado a comprender, como el apóstol, que mi vida no tiene sentido si no es para acercar a Cristo a los demás; que el propósito de mi vida es la misión. Por eso, es una de mis prioridades pedirle ayuda al Espíritu Santo, para que me conceda sus dones; sobre todo, el de aumentar mi fe. 

4. Valiente

"[He servido a Cristo] con trabajos mucho mayores, mucho más prisioneros, con innumerables palizas, ya menudo cerca de la muerte. Cinco veces recibí a manos de los judíos las cuarenta pestañas menos una. Tres veces me golpearon con varas. Una vez me apedrearon. Tres veces naufragué; Una noche y un día estuve a la deriva en el mar; El peligro de los pueblos, el peligro de los gentiles, el peligro de la ciudad, el peligro en el desierto, el peligro en el mar, el peligro de los falsos hermanos; En fatiga y dificultad, a través de muchas noches sin dormir, en hambre y sed, a menudo sin comida, en frío y exposición. Y, aparte de otras cosas, hay la presión diaria en mí de mi ansiedad por todas las iglesias". (2 Corintios 11, 23-29).

Para Pablo, servir a Cristo trata de asumir un compromiso inquebrantable. Una "misión posible", aunque nada fácil. 
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Siempre digo que "ser cristiano es peligroso" en el sentido de que, a diferencia de lo que muchos "cristianos" piensan desde su fe de cumplimiento" ("cumplo y miento") y su convicción de mantenimiento ("mantengo y miento"), seguir a Cristo no basta con decir "ser cristiano" o acudir a misa. 

Ser cristiano es elegir un camino incómodo, nada confortable. El mismo Cristo nos dijo: "No he venido a ser servido sino a servir" (Mateo 20, 17-28). No se trata pues de un mensaje que nos conduce a una vida espiritual estática y tranquila. 

A partir de que tu decisión, tu sí, te compromete a seguirlo hasta el final, el camino se torna difícil y en ocasiones, muy "cuesta arriba"

Requiere "cargar con tu propia cruz", abandonar tu "zona de confort", e incluso, a los tuyos. Requiere altas dosis de coraje y valentía, y encierra mucho trabajo, bastantes decepciones y algo de sufrimiento. Vamos,  que Cristo es para valientes o para locos (2 Corintios 11,23). Y yo estoy muy loco.

5. Pecador

Pablo sabía que no era un hombre perfecto. Consciente de sus pecados y de sus defectos, ayudaba a otros a luchar por la santidad: desde la aceptación de los instintos de la carne, es Dios quien nos levanta hacia Él, quien nos ama y nos quiere "hacer suyos", es decir santos como Él.

"No entiendo lo que me pasa, pues no hago lo que quiero; y lo que detesto, eso es justamente lo que hago. Yo sé que en mí, es decir, en mis bajos instintos, no hay nada bueno, pues quiero hacer el bien y no puedo. No hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero: eso es lo que hago. En mi interior me agrada la ley de Dios; pero veo en mi cuerpo una ley que lucha contra la ley de mi espíritu y me esclaviza a la ley del pecado que hay en mi cuerpo. Doy gracias a Dios por Jesucristo, nuestro Señor. Así que yo mismo con el espíritu sirvo a la ley de Dios, pero con la carne a la ley del pecado.
"(Romanos 7,15, 18, 22-25).

Y es que en muchas ocasiones me pasa como al apóstol: que no entiendo o no sé lo que a hago o por qué, aunque una cosa tengo clara: que mi mirada está fija en alcanzar la perfección, es decir, la santidad. 

No pretendo decir que yo sea mejor cristiano que otros o más perfecto. 

Muy al contrario, soy consciente de lo mucho que me falta para la santidad pero mi corazón ardiente me impulsa a correr hacia Él, que es perfecto y santo; me insta a mirar hacia adelante y nunca hacia atrás; me insta a "dejarlo todo por Él".

"No quiero decir con esto que haya alcanzado ya la perfección, sino que corro tras ella con la pretensión de darle alcance, por cuanto yo mismo fui alcanzado por Cristo Jesús. Hermanos, yo no creo haberla alcanzado ya; de una cosa me ocupo: olvidando lo que queda atrás, me lanzo en persecución de lo que está delante; corro hacia la meta, hacia la vocación celeste de Dios en Cristo Jesús(Filipenses 3,12).

"Cristo Jesús vino al mundo a salvar a los pecadores; y el primero de ellos soy yo. Y si encontré misericordia fue para que en mí primeramente manifestase Jesucristo toda su paciencia y sirviera de ejemplo a los que habían de creer en él para obtener vida eterna. (1 Timoteo 1, 15-16).

Esto es, fundamentalmente, lo que sostiene mi fe: que Jesucristo vino a salvar a hombres como yo, pecadores; que Dios me ofrece misericordia, que es amor inmerecido, amor a un miserable; que Dios es  absolutamente asombroso, porque nos ama a pesar de nosotros mismos. Y por eso, en mi debilidad, pongo toda mi confianza en Dios.

6. Comprometido


El compromiso de Pablo con Cristo se hace evidente en su madurez espiritual, en su humildad y en su servicio a los demás.

Pablo estaba convencido que seguir a Cristo significa servir a los demás, y aunque formalmente educado a los pies de un maestro famoso (Hechos 22, 3), Pablo sirvió a otros sin tratar de deslumbrar ni de exaltarse a sí mismo. Por el contrario, instó a todos los cristianos a vivir como él: completamente para la gloria de Dios en Cristo.

Por eso, al igual que Pablo, mi compromiso es servir a los demás para la gloria de Dios. Hablo en serio: no me gustan nada las medallas ni las palmaditas en la espalda ni los reconocimientos. ¿Por qué? Porque es por eso que todas las cosas existen (incluido yo): para la gloria de Dios.


"Porque de él y por él y para él son todas las cosas. A él la gloria por los siglos de los siglos. Amén."(Romanos 11,36).