¿QUIÉN ES JESÚS?

La vida de Jesús siempre ha suscitado preguntas a lo largo de los últimos dos mil años.

¿Cómo pudo un carpintero que fue ejecutado por los romanos convertirse en el hombre más famoso de la historia?
¿Fue Jesús alguien verdaderamente real?
¿Cómo puede Dios ser un hombre al mismo tiempo?
¿De qué manera podría esto tener algún sentido para mi vida?

Estas son algunas preguntas, pero aquí tienes un espacio para formular las tuyas.
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jueves, 8 de marzo de 2018

CÓMO REJUVENECER UNA PARROQUIA

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¿Envejece tu parroquia? Si tu parroquia envejece es porque está formada por personas mayores (es de perogrullo). 


A lo que me refiero es que en tu parroquia hay pocas familias jóvenes que bautizan a sus hijos, pocos niños que reciben su primera comunión, pocos jóvenes que se confirman y pocas parejas que se casan. ¿Te has preguntado por qué?

Cuando alguna persona o familia joven visita una parroquia y perciben que sólo hay personas mayores, que no les dejan espacio para colaborar, que no se piensa en ellos o que no les aceptan, lo habitual es que la gran mayoría decida no regresar.

Lejos de mi ánimo sugerir que una parroquia sea mala por ser una comunidad de adultos mayores. Lo único que puedo decir es que "envejece". Y por ello, se trata de meditar cómo podemos llegar a los los niños, a los jóvenes, a las familias más jóvenes para rejuvenecerla. 

No estoy diciendo que los más mayores deban "amoldarse" o "doblegarse" a los más jóvenes. Lo que digo es que, si queremos rejuvenecer nuestra parroquia, sólo hay una manera de hacerlo: atraer a los jóvenes

Desgraciadamente he comprobado que, mayoritariamente, ocurre lo contrario. Por eso, hoy quiero compartir algunas ideas y "si te valen... son tuyas":

Resultado de imagen de jovenes en iglesiaRezar

Orar por los jóvenes. Rezar para vengan a tu parroquia. A veces, en nuestra búsqueda de soluciones metodológicas y estratégicas, descuidamos la fuente más importante de nuestras necesidades: Dios, a través de la oración. 

Acoger

Una vez que las oraciones surten efecto y los jóvenes se acercan a nuestra parroquia, lo que debemos hacer es acogerles, darles la bienvenida, interesarnos por ellos, de tal forma que ellos se consideren necesarios en esa comunidad. 

Los jóvenes, entre otras muchas, tienen una necesidad imperiosa de pertenecer a algo. Necesitan un lugar donde ser valorados, donde se sepan útiles, donde sientan que "pertenecen", donde digan: “Esta es mi parroquia.” Debemos demostrarles que son queridos.

Respetar y ayudar

Resultado de imagen de jovenes y diosLos jóvenes necesitan sentirse respetados pero ¿ cómo? haciendo cosas importantes. Y para realizarlas, necesitan que les ayudemos, que les enseñemos a desarrollar las habilidades para servir en la parroquia. Necesitan que la comunidad entera reconozcamos que son valiosos. 

Muchos jóvenes se sienten meras comparsas, poco valorados y nada apreciados. Nuestra meta y desafío es capacitarlos y luego darles una labor significativa en el servicio a Dios y a la Iglesia. Debemos demostrarles que son valiosos y valorados.

Dispuestos a cambiar

medida que envejecemos, mostramos una tendencia natural a resistirnos al cambio. También en nuestras parroquias. Nos volvemos cómodos y "no estamos para líos".  

Imagen relacionadaSin embargo, debemos enfocarnos en tener una disposición a los cambios. Si existe algo que defina a la perfección a un joven es su mentalidad y capacidad de cambio. 

Debemos escuchar lo que los jóvenes buscan, cómo llegar a ellos, cómo hacerles participes y responsables en la parroquia, discernir sus necesidades y preferencias, no las nuestras. 

Se trata de escucharles, de estar dispuestos a cambiar y a actuar en la dirección que ellos sugieren. Debemos demostrarles que son apreciados y sus ideas, también.

Conectar y aprender con ellos

Resultado de imagen de jovenes y diosLas relaciones son clave para llegar a las personas. Si los adultos mayores tenemos verdadera intención de conectarnos con los más jóvenes, de hablar con ellos, de interesarnos ellos fuera de la iglesia, esas relaciones pronto se transferirán a la parroquia. 

Aprendamos de su mundo. Conozcamos qué les preocupa, cuáles son sus necesidades, preferencias y desafíos, qué ven en la tele o en el cine, qué música escuchan, qué leen. 

No se trata de "hacernos los jóvenes" ni los "guays" (los adolescentes odian eso), sino de interesarnos, entenderlos y aprender de sus cosas. Debemos demostrarles que son queridos.

Realizar actividades juntos

Imagen relacionadaSi en nuestra parroquia realizamos actividades o programas pastorales dependiendo de la edad, mal vamos. 

La comunidad parroquial la forman todos sus miembros y todos deben participar en todo lo que en ella ocurre. "Todos a una como Fuenteovejuna".  No existen actividades para jóvenes o para viejos. Dios tiene planes que son para todos, pequeños y mayores.

Si dividimos la comunidad por edades, no existirá verdadera unión, cada "franja" irá por su lado y el resultado será una escisión. Debemos demostrarles que son importantes.

Evangelizar "dentro"

Habitualmente, los adultos mayores dicen que, por su edad, la evangelización no va con ellos. Sin embargo, yo creo que es porque entienden mal lo que significa. 

Resultado de imagen de iglesia envejecidaLa evangelización no siempre debe ser "externa", no se trata de ir a la búsqueda de ateos en la calle (no sólo). En la mayoría de las ocasiones, la misión y el apostolado comienza con los "de dentro", con nuestros hijos, nietos y jóvenes que vienen a la parroquia. No hace falta salir a la calle para evangelizar. 

Muchas veces, nuestra misión está más cerca de lo que creemos.




lunes, 27 de marzo de 2017

DIOS CONSTRUYÓ UN AVIÓN PARA VOLAR


Hace poco, escuché al P. James Mallon una comparación que refleja perfectamente el estado en el que se encuentra la Iglesia hoy día: La Iglesia es como un avión de pasajeros.

Un avión que tiene el mejor fabricante de todos (Dios), quien lo construyó y lo puso a disposición de todas las personas (los pasajeros) para volar y trasladarse.

Dispuso para él un plan de vuelo perfecto hasta el punto de mandar al mejor ingeniero del universo para enseñarnos su funcionamiento (Jesucristo).


Dotó al avión de una tripulación bien formada y preparada: el piloto y el copiloto (sacerdotes y diáconos), para dirigir y marcar el rumbo; las azafatas y el personal de cabina (laicos), para ayudar y servir a los pasajeros; mecánicos en tierra (personas de vida consagrada) y, para velar porque toda la maquinaria funcione a la perfección; controladores aéreos (obispos y cardenales) para decir a los pilotos si se desvían del rumbo o si no están a la altura debida; y un presidente de la compañía que dirigiera todo (el Papa).  


Pero ¿qué pasaría si el piloto o el copiloto no estuvieran bien preparados o sencillamente, decidieran no despegar el avión? 

¿Qué pasaría si el personal de cabina sólo sirviera a los pasajeros refrescos mientras están en la pista con los motores encendidos y preparados para despegar pero no lo hicieran? 

¿Qué pasaría si los mecánicos no revisaran las piezas estropeadas o deterioradas? ¿qué pasaría si el presidente de la compañía no le importara que los aviones despegaran? o ¿ si mandara que despegaran pero no lo hicieran?


¿Qué pasaría si los pasajeros subieran al avión sólo para pasar un buen rato? o ¿para dormir?



¿Qué sentido tendría el avión? Ninguno. Y es que un avión está pensado para volar y llevar a personas de un sitio a otro, y no para servir refrescos ni para permanecer en la pista parado.

¿Queremos volar? Pues, tenemos que ponernos en movimiento o ponernos "en salida"; ¿Queremos despegar?pues tenemos que cambiar nuestra actitud cómoda de quedarnos en la pista. En realidad, todos deseamos despegar y volar pero no queremos cambiar nuestra comodidad. Y no hacemos nada por remediarlo.

No cabe duda que a todos nos gustan los cambios que nos benefician: un ascenso en el trabajo, una casa nueva, un coche nuevo, etc., pero nos aterrorizan los cambios que amenazan nuestro sentido de estabilidad, seguridad o confort y raramente aceptamos asumir riesgos que podrían poner en peligro nuestra comodidad.

Dios es activo y dinámico. Por eso ideó y construyó un avión (la Iglesia) para que estuviera en movimiento. Pero a los hombres nos gusta subir al avión no para volar sino para estar a gusto, y sin cambiar la forma en que lo utilizamos. Pero Dios tiene tendencia a ser evasivo, llamándonos, sacándonos fuera de nuestra zona de confort y atraernos a la aventura de seguirlo a su voluntad, a despegar hacia el cielo.

Muchos sacerdotes y laicos se preguntan a menudo... ¿cómo podemos despegar? ¿Cómo podemos llegar a más gente y volar? ¿Cómo podemos dar vida a una Iglesia en crisis y aparentemente moribunda?

La respuesta es muy sencilla...cambiando y moviéndonos. Despegando y poniéndonos en ruta.

Hay numerosos precentes en la Palabra de Dios que nos muestran este hecho: Dios sacó a Abraham de Ur, a José de Canaán, a Moisés de Egipto al desierto, a David del campo al palacio, de la cueva a Hebrón y finalmente a Jerusalén, a Nehemías de Susa a Jerusalén, a José y a María de Nazaret a Belén, a Pablo a Antioquía. Dios siempre nos mueve, nos hace despegar de nuestras comodidades.

Dios incluso permitió que una gran persecución golpeara a la Iglesia en sus primeros días en Jerusalén (Hechos 8). ¿Para qué? Para forzarlos a salir de su zona de comodidad y despegar hacia todas las naciones, con el mensaje del Evangelio.

Sí, sé que algunas cosas nunca deben cambiar. El mensaje central de Jesucristo (el vuelo) y toda la verdad que Dios ha revelado en su palabra, la Biblia (el plan de vuelo), es para siempre perfecta y nunca necesita ser reeditada. Pero la cultura que nos rodea está en constante estado de fluctuación y de cambio, y nuestro método de comunicar que hay un vuelo maravilloso para todos, debe adaptarse a cada nueva generación, a cada pasajero o nos arriesgamos a ser irrelevantes y obsoletos. Y nadie comprará los billetes.

Por desgracia, en el mundo occidental existen muchas catedrales e iglesias vacías que testimonian una verdad inmutable: que el Espíritu de Dios nos pasa desapercibido, que nos hemos olvidado de él. Y sin "queroseno", el avión no se mueve, por mucho que nosotros nos esforcemos.
No obstante, debemos mantener nuestra esperanza en la promesa mesiánica de Mateo 16, 18-19: "Yo te digo que tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella. Te daré las llaves del reino de Dios; y lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos, y lo que desates en la tierra quedará desatado en los cielos". 

La Iglesia, esposa de Cristo, prevalecerá hasta que Jesús regrese. Lo dice Dios: "Yo la edifico y vosotros la cuidáis". Pero cada parroquia, cada comunidad debe tener el coraje de cambiar la dinámica de una cultura perdida, lo que significa que los cristianos debemos ser audaces y valientes para salir de nuestra comodidad y traer a las personas que han dejado de volar, que han perdido el interés de volar, que se han alejado del aeropuerto.

Si quieres que tu iglesia despegue y vuele (y deberías, si te tomas en serio la misión que Cristo nos encomendó), entonces tendrás que cambiar tu mentalidad cómoda y aburguesada. 
Una vez que llegas a creer y amar a Dios, la manera de demostrar tu fe es con obras. Se requiere acción. ... No puedes continuar la vida como de costumbre, permanecer donde estás (en la pista de despegue) tomando un refrigerio, y volar al cielo al mismo tiempo... 

Dios no es un Dios estático. Cuando Jesús vino a la tierra, no se quedó en un lugar sino que fue de un sitio para otro. Estuvo en continuo movimiento y salió siempre de su zona de confort. Voló y lo hizo dando vida mientras se dirigía a perder la vida.

Para ir por el camino que Dios nos marca, para entender sus pensamientos, sus propósitos y su voluntad, es necesario que cambiemos. Dios nos pide que realicemos ajustes en nuestra vida, circunstancias, relaciones, pensamientos, compromisos, acciones, métodos y lenguajes. 

Una vez que hayamos hecho los ajustes necesarios, podremos "volar" en el avión que Dios construyó. Porque Dios quiere que "volemos".



sábado, 5 de septiembre de 2015

EL MAL DE LA IGLESIA ES LA AMNESIA

 

Hace algún tiempo, el obispo de Alcalá de Henares, Monseñor D. Juan Antonio Reig Pla decía que “La Iglesia no puede limitarse a gestionar la decadencia de las parroquias, que envejecen y saturan al clero que queda, debe reorganizarse para evangelizar.” 

Hemos olvidado para qué es la Iglesia y hemos propiciado su decadencia por nuestra amnesia, la de todos.

En efecto, la iglesia se ha convertido en un lugar al que los laicos vamos sólo a recibir, al que vamos sólo a escuchar, al que vamos a “cumplir” y poco más.  Nuestros queridos y denodados sacerdotes se han dejado la piel (y siguen haciéndolo) tratando de gestionar esa actitud y “quemándose” ante la multitud de quehaceres, la mayoría de las veces, estériles y sin fruto. Y como consecuencia de ello, la vocación sacerdotal no goza de su mejor momento.

Todo esto en sí mismo no es malo, ni se trata de hallar culpables, porque tanto sacerdotes como laicos, hemos sido educados durante mucho tiempo en una pastoral de conservación y mantenimientoY por ello, hemos olvidado nuestra identidad, quienes somos y a qué estamos llamados. Nos hemos acomodado y vemos como se nos viene encima inexorablemente una decadencia a la que apenas prestamos atención.

Una decadencia por amnesia individual y colectiva que gestionamos a duras penas, intentando que nuestros hijos no olviden el signo de la cruz pero descuidando indicarle al mundo el camino a Cristo, que es el camino a la salvación. 

Un envejecimiento por alzheimer en el que apenas reconocemos a nuestra familia, a nuestros seres queridos, a nuestro Padre. Y da tanta lástima ver a alguien que no sabe quién es, lo que tiene que hacer o para qué vive...

La misión de la Iglesia, no es solo de unos pocos, como muchos creen erróneamente. Es la mía, la tuya, la de todos. Y como dice el papa Francisco, “se hace de rodillas”, es decir mediante la oración. Nada en la evangelización se da por hecho o está asegurado si no es por la oración, a través de la cual nos sumergimos “mar adentro”, en lo recóndito, donde nadie nos ve, salvo Él.

Es allí donde somos capaces, en silencio, de establecer una relación íntima con nuestro Padre y Creador. Es allí donde Dios, a través del Espíritu Santo, nos indica dónde “echar la red” y pescar en abundancia. Sólo tenemos que abandonarnos a Él,  confiar en Él.

En apariencia, Dios nos otorga la gestión de la evangelización, delega en nosotros la misión, pero la fecundidad pastoral y el fruto del anuncio del Evangelio no procede ni del éxito ni del fracaso según los criterios de valoración humana, sino de la lógica de la Cruz, la lógica provocativa de Jesucristo, la del salir de sí mismos y darse, la lógica del amor.

Jesús nos envía sin “talega, ni alforja, ni sandalias” (Lucas 10,4). Pero no nos desampara, tenemos su amor, tenemos su guía, la del Espíritu Santo y tenemos su promesa eterna de salvación.

Para finalizar y haciendo mías las palabras de Tote Barrera, “la nueva evangelización es conversión pastoral”, es ahí donde está la clave de todo, es ahí donde sobrevienen todos los miedos y muchas de las desconfianzas, tanto de aquellos que se preguntan “¿qué es esa nueva moda de la evangelización?”, como incluso de cristianos ya “implicados” en la misión.

En definitiva, unos y otros continuamos teniendo nuestros  “tics” producto de nuestra educación religiosa, entre ellos, el de volver a encontrarnos como estábamos porque no hemos sido enseñados para cambiar sino para mantener. 

Algunos sacerdotes ven la evangelización desde un punto de vista erróneo, el de rejuvenecer las parroquias, de atraer a gente para volver a seguir haciendo lo mismo de siempre. 

Algunos laicos se embarcan en la misión pero al cabo de un tiempo, desfallecen y ansían regresar a lo de siempre, a la zona de confort y a la comodidad que nos da el refugio de nuestra parroquia favorita con nuestro cura favorito.

Y eso, creerme, si no lo remediamos entre todos, nos lleva de la decadencia al irremediable fin de la Iglesia de Cristo.