¿QUIÉN ES JESÚS?

La vida de Jesús siempre ha suscitado preguntas a lo largo de los últimos dos mil años.

¿Cómo pudo un carpintero que fue ejecutado por los romanos convertirse en el hombre más famoso de la historia?
¿Fue Jesús alguien verdaderamente real?
¿Cómo puede Dios ser un hombre al mismo tiempo?
¿De qué manera podría esto tener algún sentido para mi vida?

Estas son algunas preguntas, pero aquí tienes un espacio para formular las tuyas.
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sábado, 6 de abril de 2019

TRAICIÓN EN VIERNES SANTO

"Jesús le dijo: Judas, ¿con un beso entregas al hijo del hombre?" 
(Lucas 22, 48)


Con ocasión de la publicación del nuevo libro de entrevistas del cardenal Robert Sarah con Nicolas Diatme"Le soir approche et déjà le jour baisse (Ya está cayendo la tarde y se termina el día), me hago eco de algunas de sus brillantes, iluminadoras y acertadas reflexiones.
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Sin duda, el prefecto de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, es siempre claro, directo y contundente en su mensaje. Habla de "Traición en Viernes Santo".

Para muchos católicos y no católicos, decir con claridad la verdad significa ser un radical y un extremista, en los conceptos peyorativos de las palabras.

Sin embargo, yo me identifico completamente con todo lo que dice, pues no expresa otra cosa que fidelidad al mensaje de Cristo y a la fe católica, aunque pueda resultar duro en su examen de conciencia sobre la Iglesia.

Traición 

Es evidente que la Iglesia atraviesa una gran crisis y los escándalos, reales o imaginarios, se producen continuamente.


Los fieles nos preguntamos y nos cuestionamos muchas de las cosas que ocurren dentro de la Iglesia. Mientras muchos la abandonan, otros permanecemos atónitos ante los acontecimientos, y nos sentimos como "ovejas sin pastores".

Imagen relacionadaPara el cardenal Sarah, la situación de la Iglesia es similar a la del Viernes Santo, cuando los apóstoles abandonaron a Cristo, cuando Judas le traicionó, porque el traidor quería un Mesías preocupado por los asuntos políticos.

Resultado de imagen de soldados en getsemani mel gibsonDe igual manera y por desgracia, hoy en día, "numerosos sacerdotes y obispos están literalmente hechizados y preocupados más por los asuntos políticos o sociales que por buscar respuestas en Cristo".

Abandonan al Maestro y le dan la espalda, cayendo en la oscuridad. Huyendo de Él no encontraran respuestas que iluminen sus caminos, porque Cristo es la única luz: 'Yo soy la luz del mundo. El que me siga no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida' (Juan 8, 12)

"¿Cómo puede su Iglesia darle la espalda a esta Luz?", se pregunta el cardenal Sarah.

Abandono

El cardenal denuncia a “los pastores que abandonan a su rebaño", algo que no es propio sólo de nuestro tiempo sino que ya en el Antiguo Testamento ocurría, según habla el profeta Isaías: pastores malos, hombres a los que les gusta aprovecharse de la carne y la lana de sus rebaños ¡sin ocuparse de ellos! .

Siempre ha habido traiciones en la Iglesia. Hoy en día, también. Afirma el cardenal: "hay sacerdotes, obispos e incluso cardenales que tienen miedo de proclamar lo que Dios enseña y de transmitir la doctrina de la Iglesia". 

Imagen relacionadaTienen miedo de no ser aceptados, de ser considerados unos radicales. Y así, afirman y enseñan cosas confusas, vagas, imprecisas con el fin de no ser criticados, y se alían con la evolución estúpida del mundo, que no es otra cosa que "el humo de Satanás".

Es una traición a Dio
s y a su pueblo: si el pastor no guía a su rebaño a aguas mansas, hacia los pastos de yerba fresca de los que habla el salmo, si no lo protege contra los lobos, es un pastor criminal que está abandonando a su grey. Jesús dice: “Heriré al pastor y se dispersarán las ovejas del rebaño” (Mateo 26, 31). 

Es lo que pasa desgraciadamente hoy. Aunque la mayoría de los sacerdotes son fieles a su misión, existen otros también, que ceden a la tentación enfermiza y perversa de "amoldar" la Iglesia a los valores e ideologías del mundo actual.  

Corrección política

El cardenal señala que "Existe una tentación que se ha instalado en el interior de la Iglesia: Amar lo políticamente correcto". 

En efecto, algunos se afanan por quedar bien a ojos de los demás como si fuera posible, tratando de ser políticamente correctos para no contradecir a quienes atacan impunemente a la Iglesia, olvidándose de Dios e incluso al Diablo, y tratando de 'adecuarse' al mundo, lo que indefectiblemente les llevará hacia su perdición"

Resultado de imagen de "Le soir approche et déjà le jour baissePriorizan una fe del sentimiento, del "cómo se sentirán", es decir, quieren adecuar el mensaje de Cristo al sentimentalismo, al "buenismo". Se afanan en obviar la verdad y contar la mentira, en ocultar el pecado. Y eso ya sabemos de quien viene...

Jesucristo nunca se adecuó al mundo en el que vivió ni fue nunca políticamente correcto ni pretendió dar beneplácito a todos, por "el qué dirán". Más bien al contrario, su mensaje provocó escándalo y fue signo de contradicción y de conflictos que lo llevaron a la cruz: "la piedra que los constructores desecharon [es decir, Jesucristo], en piedra angular se ha convertido, en piedra de tropiezo y roca de escándalo (1 Pedro 2,7-8).

Jesús, símbolo de la paz y de la humildad nos advirtió que no había venido a traer paz a la tierra. Por tanto, debemos ser conscientes como católicos que la verdad siempre tiene un precio. "Bienaventurado el que no se escandalice de mí" (Mateo 11,6). 

Estamos llamados a ejercer una verdadera resistencia espiritual a poner de nuevo en el centro a Cristo", porque sólo Cristo es el Camino y la Esperanza del mundo.  

Jesús logró una unidad perfecta con el Padre al someterse a la voluntad del Padre, incluso hasta la muerte. Refiriéndose a Su Padre, Jesús dijo: "El que me ha enviado está conmigo y no me deja solo, porque yo hago siempre lo que le agrada a él" (Juan 8,29). 

Nuestra mirada ha de estar puesta en Cristo, que nos acompaña para que también cumplamos la voluntad de Dios y llegar a "ser perfectos con nuestro Padre es perfecto". 

Debemos llenarnos de la misma alegría que Cristo impregnó a los dos de Emaús cuando le invitaron a quedarse: “Quédate con nosotros, porque es tarde y el día va de caída" (Lucas 24, 29).

Falseamiento 

Continúa, el cardenal, diciendo que existe una tendencia perversa consistente en falsear la pastoral, oponerla a la doctrina y presentar a un Dios misericordioso que no exige nada. "¡Pero no existe un padre que no exija nada a sus hijos! Dios, como todo buen padre, es exigente, porque ambiciona grandes cosas para nosotros. Quiere lo mejor para nosotros".

"Algunos quieren, ante todo, que se diga de la Iglesia que es abierta, acogedora, atenta y moderna". 
No nos engañemos. El mundo quiere una Iglesia que no es la Iglesia de Cristo, quiere una Iglesia a su "medida":

- amaestrada, dócil y sumisa, que acepte sus consignas y sus modas.

- "democrática" y "abierta", en la que se vote y decida lo que es pecado y lo que no. 

- simplona y cómoda, que hable mucho del amor y nada del pecado; mucho de ir todos al cielo y nada de castigos ni de infiernos. 

- "ornamental" y estética, que celebre bodas, bautizos, comuniones y funerales "civiles", sin "rollos" ni misas.

- "buenista" y relativista, que no tenga mandamientos ni moral ni complicaciones, que acepte el divorcio, que promueva  el aborto y justifique la eutanasia.

"progre", moderna y nada "carca", que bendiga los matrimonios entre homosexuales, que acepte la ideología de género, la fecundación artificial o la experimentación con embriones humanos.

"La Iglesia no está hecha para escuchar, está hecha para enseñar: ella es mater et magistra, madre y educadora. Aunque ciertamente, una madre escucha a su hijo, su papel, primero, es el de enseñar, orientar y dirigir, porque conoce mejor que sus hijos la dirección que hay que tomar". 

El cardenal deja en evidencia a "algunos que han adoptado las ideologías del mundo actual con el pretexto falaz de abrirse al mundo; sería necesario, más bien, hacer que el mundo se abriera a Dios, fuente de nuestra existencia".

Afirma con rotundidad que "no podemos sacrificar la doctrina por una pastoral reducida a una porción mínima de la misericordia: Dios es misericordioso, pero sólo en la medida en que reconozcamos que somos pecadores. Para que Dios pueda ejercer su misericordia, hay que volver a Él, como el hijo pródigo".

Hay hombres en la Iglesia, algunos en altos niveles de la jerarquía, que han empañado la Iglesia, han desfigurado el rostro de Cristo, pero la traición de Judas no debe llevarnos a rechazar a todos los apóstoles. 

Estos graves fallos no condenan a la Iglesia; al contrario, demuestran que Dios confía incluso en personas débiles para demostrar el poder de su amor por nosotros. No confía su Iglesia a héroes excepcionales, sino a hombres sencillos, para demostrar que es Él el que actúa por medio de ellos.


sábado, 15 de septiembre de 2018

SACERDOTES CAÍDOS

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Con gran tristeza, los titulares de las noticias nos recuerdan una vez más que el enemigo tiene como objetivo especial a la Iglesia Católica. Igual que hizo con los ángeles, hace con los hombres: algunos sacerdotes "caen" y con ellos, muchos cristianos son heridos y dañados.

¿Por qué sucede esto? ¿Qué motiva a algunos pastores del rebaño de Dios a caer y echarlo todo a perder? 

Es cierto que en cada parroquia, cada día, muchos sacerdotes luchan contra corriente, y mucho. Y lo hacen solos. Quizás por eso, algunos caen. 

El mismísimo Satanás, nuestro enemigo espiritual es un experto conocedor del comportamiento humano y se fija especial y particularmente en los sacerdotes, no porque sus almas tengan un mayor valor intrínseco, sino porque su caída es estratégica para intentar ganar la batalla final.

Negligencia

La tentación más implacable con la que Satanás se adentra en la vida sacerdotal no es con el atractivo de los actos flagrantes de inmoralidad (que también), sino con la disposición diaria a descuidar el amor por Cristo de la manera más insignificante y sutil.

Sin duda, por negligencia, por pereza o por indolencia, comienzan a desc
uidar su relación con el Señor, abandonan su vida interior y su oración, y con el tiempo se despojan del amor, la pureza, el discernimiento y la doctrina.

El Diablo sabe que el "gran mandamiento" es amar al Señor sobre todas las cosas, con todo nuestro corazón, alma, mente y fuerza, y por ello, se vale de la negligencia para incitarles a mantener un amor parcial y superficial por Cristo, mientras mantienen una "vida aparentemente cristiana." 

Y así, el amor a Cristo cae en el vacío encanto del mundo, les arrastra y los atrapa con una facilidad insospechada hacia un esfuerzo por tratar de servir a todos. Es cuando muchos sacerdotes caen en la trampa de establecer objetivos que no requieran mucho esfuerzo y gusten a todos, cuando ofrecen un servicio de "mínimos".

Activismo

La segunda tentación es el activismo: "cuando el Diablo no puede doblegarte, te mantiene ocupado". El ruido y la agitación desmesurados en una parroquia destruyen la relación con Dios. 

Resultado de imagen de curas activistasCuando un sacerdote encuentra más interés en "hacer cosas" que en estar con Dios, "cae" en la trampa porque termina sirviendo por obligación, pierde la alegría de permanecer en Cristo, cae en la rutina que le lleva a una pretensión vacía y a una grave vulnerabilidad espiritual, convirtiéndose en un "mal funcionario de la fe".

Cuando un sacerdote pone todo el énfasis en los números, siempre terminará decepcionándose porque nunca tendrá suficiente. Su tarea debe concentrarse en hacer y formar discípulos, en dirigir al pueblo de Dios y administrar sacramentos, bajo la guía de Dios. 


Por supuesto, necesita ayuda, y para eso están los laicos. Con la colaboración de los laicos como parte del pueblo de Dios y la guía del Espíritu Santo, los números se generarán por sí mismos. 
Dios es quien se encarga de ello.

Desconfianza

La mayoría de los sacerdotes tratan de saber en quién poder confiar, pero algunos, realmente quizás por culpa de un excesivo clericalismo, llegan a conocer poco a sus feligreses. A menudo, no tienen a nadie que les hable claro, que les diga lo que nunca querrían escuchar. Por lo general, ponen buena cara, pero realmente, no confían y tratan de hacer las cosas solos.

Cuando un sacerdote no confía en nadie teme dar rienda suelta a la visión y a las capacidades de los demás, porque no tiene suficiente confianza en ellos o porque la tiene solo en él mismo, o incluso porque no la tiene en Dios.

Resultado de imagen de desconfianzaExige a otros que hagan lo que él quiere y por tanto, se pierde la confianza en que el plan de Dios funciona, aún a pesar de nosotros. 

La visión de una parroquia debe estar sustentada en Cristo, maestro en la delegación. Obviamente, Jesús estableció la visión, pero luego entregó todo el servicio a sus discípulos. 

Un sacerdote que no confía en Dios o en los demás, siempre intentará hacer las cosas como él quiere, o por él mismo. Desconfiará de todo aquello que no esté bajo su control y se negará a permitir que nadie más que él se haga cargo. 

Cree que, sin su control, el mundo se derrumba. Ve el vaso "medio vacío" y no quiere correr demasiados riesgos. Cuando todo está bajo su control, siente una sensación de seguridad. El mérito es suyo, no de Dios. Es una forma de pelagianismo.

Orgullo

Muchos sacerdotes luchan a diario con problemas de ego. Cuando un sacerdote es orgulloso, todo marcha bien, siempre que él sea el centro de atención. Pretende el poder, el prestigio y los privilegios que conlleva el sacerdocio, y cierra el paso a cualquier persona que Dios pone en su camino

El liderazgo espiritual correcto del sacerdocio ayuda a las personas a ir desde donde están hasta donde Dios quiere que estén. Cuando un sacerdote mueve a la gente "a toda máquina" hacia Dios, cuando se despojan de su "yo" para realizar el plan de Dios y glorificarle, todo funciona correctamente.

Desafortunadamente, cu
ando un sacerdote trata de combinar los planes de Dios con sus propios planes, todo se desmorona. Lo que a menudo comienza como buenas intenciones, terminan en ambiciones egoístas y orgullos egocéntricos.

Quiere crecer en número y "hacer muchas cosas" para Dios, pero en realidad, se trata más de crear algo que le ensalce a él en lugar de dar gloria a Dios (aunque posiblemente, ni siquiera lo reconozcan). Y así, se rodea de personas incondicionales que siempre le dirán "Sí" a todo, que siempre apoyarán cada decisión que tome, sin importar cuán destructiva o absurda sea.

Manipulación

Un sacerdote caído es, a menudo, manipulador, capaz de explicar cada acción, cada pecado sin importar cuán atroz sea. Se trata de una deformación de su sacerdocio.

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Tiene una asombrosa habilidad, un sofisticado mecanismo de actuación casi infalible. Sabe influir en las personas, conoce qué teclas tocar, qué decir y qué callar para alcanzar el pleno control sobre sus emociones.

Ve a los demás como objetos, como recursos de los que aprovecharse para sus fines y utiliza distintos métodos y estrategias indirectas, engañosas y abusivas como el chantaje, el victimismo…

Se camufla de acciones bienintencionadas y elevadas, se reviste de preocupaciones y emociones profundas para ganarse la confianza de sus feligreses y desplegar después sus intenciones.

Marginación

Las personas que disienten de un sacerdote "caído" no solo se verán desplazados de su círculo interno, sino que también quedarán aisladas. Después de todo, este sacerdote no quiere tener personas que no estén de acuerdo con él.

Y entonces hace todo lo posible por marginarlos y desacreditarlos, manchar su nombre, acusarlos de falta de fe e incluso difundir mentiras sobre ellos. 

La triste realidad es que aquellos etiquetados como "críticos" a menudo comienzan como íntimos confidentes del sacerdote, pero una vez que comienzan a retroceder, se les "elimina", se les posterga y se les calumnia.

Para que una parroquia sea saludable, es bueno que haya diversidad en la unidad. Todos, por nuestro bautismo, somos sacerdotes de Dios, tenemos al Espíritu Santo y recibimos dones únicos para edificar la iglesia. 

Pero esto no funciona para el sacerdote caído, que ve en la diversidad un atisbo de disidencia, un riesgo para sus intereses y que le impide alcanzar sus grandiosos planes. Él no quiere una variedad de opiniones, él exige lealtad absoluta e incondicional. Estás dentro o fuera, a favor o en contra.

Y si uno no está comprometido con su forma de actuar, le acusan de deslealtad y de ataque a la Iglesia. Si uno es leal a sus intereses, son promocionados hacia puestos de honor dentro de la parroquia.

Una señal inequívoca de que las cosas van mal, es cuando todos piensan, actúan e incluso hablan por igual. La comunidad se divide, se fragmenta y se reduce, signo de que el sacerdote ha caído.

Cuando un sacerdote "cae", busca "chivos expiatorios" a quienes responsabiliza de todos los males. 

Carisma

La mayoría de los sacerdotes caídos no parecen malos. A menudo son encantadores, dinámicos e incluso visionarios. Son carismáticos, elevados, elocuentes, "caen bien". Son capaces de inspirar a las personas y de moverlas a realizar cosas increíbles.

Imagen relacionadaPero, a menudo, todo es fachada, un "sepulcro blanqueado". En la superficie, parecen ser muy espirituales y con "hilo directo" con Dios, pero en el fondo, están alejados del Señor.

Sacerdotes que no dan testimonio de vida,"cristianos de salón"(como dice el Papa). Sólo se comportan bien delante de la gente, ante los "focos" y los "micrófonos".

Es una fácil tentación para un sacerdote predicar lo fácil, decir lo que las personas quieren oír, sacrificar la verdad por la popularidad. Sin embargo, un sacerdote debe hacer honor a la verdad, incluso cuando ésta es impopular porque cuando sacrificamos la verdad por "quedar bien con todos", hacer discípulos se vuelve imposible.

Abuso de poder

Un sacerdote tiene poder que le da su cargo y su posición pero el "poder ilimitado corrompe la mente de los que lo poseen."

Una de principales peligros en la Iglesia es que un sacerdote acapare demasiado poder, sin la suficiente responsabilidad personal. 

No se trata de controlarle sino de equilibrar la verdad y la gracia por igual. 

Negación del error 

Por desgracia, un sacerdote caído se niega a creer que algo esté mal con su estilo pastoral, con la forma en la que lleva las cosas. Está convencido de que todo va bien, hasta que todo se desmorona...

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Incluso si alberga dudas, no las comparte con otros porque sería admitir su caída, su falibilidad, su debilidad, su inseguridad. Sería un reconocimiento de que tal vez, sólo tal vez, Dios no está de su lado. Y por eso siempre está lleno de bravuconería y fanfarronería, haciendo grandes afirmaciones sobre cómo van las cosas en la parroquia.

El resultado de un sacerdote caído es que las cosas van de mal en peor hasta llegar a una implosión total. Mucha gente queda herida, el nombre del Señor queda por los suelos y la comunidad desaparece.

Si sospechas que tu sacerdote ha caído, reza. Y mucho. No esperes que las cosas mejoren por sí solas. Reza.


sábado, 24 de marzo de 2018

OVEJAS SIN PASTOR

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"Y al ver a la gente, se compadecía de ella, 
porque estaban cansados y decaídos como ovejas sin pastor" 

(Mateo 9,36)

Lo que hoy escribo no va destinado a nadie en concreto y a todos en general. Bien sabe Dios que me duele confesar todo el mal que existe dentro de la Iglesia, pero es una realidad que escuchan nuestros oídos de los Santos Padres, que recoge nuestra mirada sosegada de la Palabra, y que muchos sentimos y lloramos, en no pocas parroquias de España. 

No puedo, ni debo callar...y mucho menos, mentir. Y lo hago por amor a mi Dios, a mi Iglesia, depositaria de la fe de Jesucristo, y a mis sacerdotes.

Hay, por desgracia, en la Iglesia católica, algunos curas y obispos que no riegan la viña con celo apostólico y misericordia pastoral, que abandonan a su suerte al rebaño, tratando de ocultar miserias, disimular vergüenzas y disfrazar desgracias de la imparable "auto-demolición" del Cuerpo Místico de Cristo.

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¡Tenemos que ponernos las pilas para no caer en cómplices silencios, en colaboradores disimulos! ¡Es urgente que abramos puertas y ventanas al Espíritu Santo para que salga el "humo de Satanás"! ¡Qué poco audaces somos los hijos de la luz! ¡Qué poco astutos somos los católicos! ¡Qué pocos valientes somos los cristianos!

Creo que el problema de nuestros errores, nuestras incoherencias y nuestros "aggiornamientos" comenzarán a ver la luz al final del túnel cuando haya curas y obispos que dediquen más tiempo a la oración (que los hay) y no tanto al activismo; cuando haya curas y obispos apasionados por el Pueblo de Dios (que los hay), que den cabida a los laicos en los asuntos eclesiales; cuando haya curas y obispos sin miedo a proclamar la verdad, aunque duela (que los hay); cuando haya curas y obispos que comprendan que todos formamos parte del pueblo de Dios (que los hay); cuando haya curas y obispos que entiendan que son pastores del rebaño del Señor y administradores de Su viña (que los hay) y no sus propietarios.

Resultado de imagen de OVEJAS SIN PASTOR¡Qué dolor, Señor mío, padecer a una teorizante y orgullosa jerarquía tan alejada del Pueblo! ¡Qué desazón, encontrar pastores tan despreocupados de sus rebaños desorientados! ¡Qué tristeza, constatar cómo algunos malos administradores se apropian de la Viña! ¡Qué pena, percibir cómo algunos pastores devoran ferozmente a las ovejas a su cuidado! 

A pesar de sus intenciones, de sus deseos, de sus esfuerzos… muchos no han descubierto todavía el poder de la "comunicación ascendente", la oración, o que quizás, teman lo que puedan oír de Dios.

Algunos curas y obispos siguen con su arrogante esquema de dóciles ovejitas, su altivo plan de sumisos borreguitos ¿Por qué cercenan el impulso y el compromiso de los laicos? ¿Por qué nos tratan como a materia "lanosa" que hay que esquilar? ¿Por qué nos tratan como a simple ganado prescindible?¿Por qué no caen en la cuenta de que el Espíritu también habita en el Pueblo?

No soy más que el asno que lleva a cuestas a Jesús hacia Jerusalén, la toalla que seca los pies de mi Señor, la oveja perdida a quien el Buen Pastor fue a buscar. No soy más que un torpe sembrador, un pequeño esclavo de María y un pobre servidor de Dios a quien han asaltado más preocupaciones de las que podía imaginar cuando estaba en el "lado oscuro". 

He tenido que buscar respuestas en el Santísimo, más a menudo de lo que mi pereza me impedía ir a Él, más a menudo de lo que encuentro a un cura que ofrezca escucha y guía, más a menudo de lo que veo la luz de Cristo en algunas parroquias... para tomar distancia de algunos venenos que emponzoñan mi Iglesia Católica, mi Casa de Oración.

Sólo quien ama, corrige. Sólo quien ama, trata de poner a la luz nuestros errores, para salir de las tinieblas y solucionarlos. Sólo quien ama, busca la santidad del prójimo, guiando, corrigiendo y acompañando.

He tenido que empeñarme en "buscar el verdadero rostro de Dios", cogerme de la mano amorosa de María y amar a Cristo con un ardor que me abrasa toda el alma. ¡Qué maravilla si, además, me sintiese acogido, apoyado, motivado, acompañado...por mis pastores!... en lugar de zancadilleado, frenado, atacad
o y puesto en el disparadero por sus teorías mundanas aperturistas, que embalsaman la fe, congelan la esperanza y entierran la caridad.

Soy consciente de que llego a pocos... a los que quiera Dios; de que mi siembra es pobre
y escasa... la que desee el Señor; de que mi voz no llega demasiado lejos... hasta donde pretenda Dios. Pero no puedo callar. Mi corazón arde, lleno de agradecimiento y de amor por las cosas buenas de Dios, a la par que de tristeza y preocupación, por las cosas malas de los hombres. Y tengo que gritarlo.

¡La Verdad me hace libre!
Hay una fuerza interior dentro de mí que me impulsa y me eleva a servir a Dios y a su Iglesia. Por eso escribo en libertad, seguro que cometiendo errores, quizás sin ninguna autoridad moral, pero siempre anhelando y buscando el aire fresco del Espíritu.
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Algunas personas me piden que siga escribiendo, que no deje de hacerlo nunca. Lo seguiré haciendo, aunque no me lo pidan, aunque no me lea nadie. Y es porque tengo la extraña sensación de estar convencido de que no es mío lo que escribo, aunque lleve mi firma. Soy sólo una herramienta que utiliza la Mano que me dirige, un lápiz que escribe lo que el Espíritu le suscita. Sin pretensión, sin arrogancia, sin orgullo...

¡Quién me lo iba a decir a mí! Yo, que no era capaz de levan
tar un dedo en defensa de la Iglesia; yo, que no era, ni mucho menos, propenso a expresar y confesar mi propia intimidad devocional ni tampoco desnudar mi alma; yo, que no estaba dispuesto a comprometerme con nadie ni a abrir caminos entre la maraña.
¡Quién me lo iba a decir a mí! Yo que he regresado a la casa del Padre para ver como mis "hermanos mayores" me censuran, me señalan y tratan de silenciarme...para ver cómo los malos administradores de la viña están echando a perder la cosecha deliberadamente...para ver cómo los malos servidores matan a Hijo del Amo...

Nada nuevo escribo. Todo está
 dicho: "¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas y apedreas a los que te son enviados!" (Mateo 23,37; Lucas 13,34). ¡Qué duro, cuando te llegan las pedradas por ser aprendiz de Cristo! ¡Qué cruel, cuando te llueven las críticas injustas y los juicios despiadados! ¡Qué dolor cuando todo eso ocurre en tu propia casa!

Imagen relacionadaSin embargo, me siguen animando las palabras de Hechos 18, 9: "No tengas miedo, habla y no calles, porque yo estoy contigo".

Me siguen dando fuerzas las palabras de Mateo 10, 26-27: "No les tengáis miedo, porque no hay nada tan oculto que no se llegue a descubrir, y nada tan secreto que no se llegue a saber. Lo que os digo en la oscuridad decidlo a plena luz, y lo que oís al oído predicadlo sobre las terrazas."

Me siguen estimulando las palabras de Mateo 5, 11-12: "Dichosos seréis cuando os injurien, os persigan y digan contra vosotros toda suerte de calumnias por causa mía. Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en los cielos. Pues también persiguieron a los profetas antes que a vosotros".

Me siguen alentando las palabras de Juan 15, 18-20
"Si el mundo os odia, sabed que me ha odiado a mí antes que a vosotros. Si fueseis del mundo, el mundo os amaría como cosa suya. Pero como no sois del mundo, pues yo os elegí y os saqué del mundo, por eso el mundo os odia. Recordad que os he dicho: 'El criado no es más que su amo'. Si a mí me han perseguido, también os perseguirán a vosotros; y si han rechazado mi doctrina, también rechazarán la vuestra."

Me siguen motivando cuando nos critican, nos juzgan, nos insultan o nos persiguen, porque significa que estamos en el buen Camino, que tenemos la Verdad de nuestro lado y que caminamos hacia la Vida. Por eso, desde mi libertad:

"Elijo ser odiado por los hombres de aquí abajoy ser amado por el Dios de allí arriba.
Elijo ser perseguido por los hombre de aquí abajo y ser protegido por el Dios de allí arriba.
Elijo ser criticado por los hombres de aquí abajo y ser santo ante el Dios de allí arriba.


Elijo sublevarme ante los hombres de aquí abajo y arrodillarme ante el Dios de allí arriba.
Elijo hablar ante los hombres de aquí abajo y callar ante el Dios de allí arriba,.
 Elijo morir ante los hombres de aquí abajo y vivir ante el Dios de allí arriba.
Elijo a Dios."

jueves, 15 de junio de 2017

ABUSO ESPIRITUAL



"¡Ay del pastor inútil que abandona las ovejas! 
¡Espada sobre su brazo y sobre su ojo derecho; 
que su brazo se seque del todo, y del todo se oscurezca su ojo!" 
(Zacarías 11, 17) 

"¡Ay de los pastores que dejan perecer y dispersarse al rebaño de mi pasto, 
dice el Señor!" 
(Jeremías, 23, 1)

El apóstol Pablo en 1 Timoteo 3, 2-13 define magistralmente los oficios de la Iglesia de Cristo, así, como sus comportamientos: El obispo es el “supervisor” de la comunidad, el presbítero es el “anciano” de la comunidad y el diácono, el “servidor” de la comunidad. 

Los tres son conferidos para el cuidado del pueblo de Dios, para garantizar la unidad de fe y para promover el amor fraterno en la iglesia/comunidad. Nosotros, los cristianos, el pueblo de Dios, les debemos obediencia, sumisión, respeto y apoyo.

Sin embargo, y por causa de un mal endémico en la Iglesia (el clericalismo), a veces, se traspasa la delgada línea que separa la autoridad del abuso espiritual. La imposición de normas que nada tienen que ver con la voluntad de Dios ni con su Palabra, el establecimiento de posiciones descontextualizadas para hacer valer su liderazgo autoritario y la amenaza a los miembros de la comunidad a ser relegados si contrarían las opiniones de sus sacerdotes son, por desgracia, actitudes bastante comunes en algunas parroquias.

Muchas comunidades cristianas han cedido, paulatinamente, a la tentación de reducir la voluntad divina a la voz de sus sacerdotes y han cerrado filas a cualquier amenaza contra la autoridad de los mismos. A menudo, éstos se han revestido de cierto hálito de superioridad que los hace intocables, y en ocasiones, les conduce al abuso espiritual.

Abuso, según el diccionario es el "uso o aprovechamiento excesivo o indebido de algo o de alguien, en perjuicio propio o ajeno".

Vivimos en un mundo repleto de abusos: de autoridad, de confianza, económicos, escolares, sexuales... y también espirituales.

El abuso espiritual ocurre cuando una persona con autoridad religiosa o espiritual (generalmente un líder carismático,  que posee la capacidad de atraer y fascinar a las personas) hace uso de palabras y actitudes para persuadir a los demás en beneficio propio. 

En ocasiones, incluso llega a ignorar o maltratar a otra persona en nombre de Dios o por algún concepto o ministerio espiritual, utilizando su mayor rango como ventaja, al poner a la víctima en un estado de obediencia incuestionable a la autoridad.



La tiranía espiritual empieza entonces a brotar en el líder y en sus seguidores. A menudo se forma una estructura piramidal de autoridad en la cual, mientras más cerca se encuentran los seguidores de su líder mayor beneplácito posee. 

A menudo se desarrolla un doble cariz en la persona: hacia el superior demuestra una absoluta sumisión y pleitesía, mientras que hacia los inferiores, desarrolla una actitud despótica que atribuye al “espíritu profético” que posee.



La visión de Dios se ve distorsionada por este modo de asumir el liderazgo. Si nuestro líder es un tirano que abusa, controla y dirige (siguiendo su propio interés), los designios del pueblo de Dios, podríamos pensar que Dios también es así. Y Dios no es un tirano ni un dictador: Dios es amor.


Los modelos de liderazgo abusivos terminan convirtiéndose en paradigmas de parroquias clericalizadas, que sobrevaloran la figura del líder carismático y desprecian a aquellos que son ajenos a su imposición.

El modelo bíblico que nos explica San Pablo, lejos de enfatizar la autoridad de la persona, revaloriza a la persona y la inserta en una comunidad de amor, y no en un ejército sumiso a determinadas normas estipuladas por el líder.

También, la comunidad descrita en el libro de los Hechos 2, 42-47 es armónica con la voluntad de Dios y aún teniendo determinadas autoridades, éstas no asumen el control absoluto de la comunidad. Así por ejemplo, frente a la necesidad de nuevas personas en el ministerio de la diaconía (una labor de autoridad), éstas no son impuestas por los apóstoles; al contrario, éstos encomiendan a la misma comunidad la selección de estas personas (liderazgo). 

De igual manera vemos, en el concilio de Jerusalén, que la toma de decisiones de parte de la Iglesia, lejos de ser una responsabilidad exclusiva de los apóstoles, es presentada a la congregación para su conocimiento, oración y decisión.

El mismo modelo democrático del que goza occidente en la actualidad es fruto del cristianismo primitivo. Muy a menudo se piensa en Grecia como la fuente de la democracia, sin embargo, el “pueblo” que gobernaba sólo incluía a los hombres libres de las polis griegas. Por el contrario, en el naciente cristianismo “no había judío ni griego, esclavo ni libre, varón ni mujer, pues todos eran uno en Cristo Jesús”. Todos poseían el Espíritu y por ello todos y todas tenían en la capacidad y la responsabilidad de asumir el bienestar de la comunidad de creyentes como propio. Aún los mismos profetas podían y debían ser juzgados por todos los miembros de la comunidad de fe para determinar si el mensaje transmitido era acorde con el anuncio del evangelio.

No debemos olvidar que es el Espíritu Santo quien guía y sostiene el proceso de crecimiento del cuerpo de Cristo, sin perjuicio de la necesaria existencia de la jerarquía eclesiástica para regirla y coordinar las acciones en aras de la necesidad de todos. Pero ésta no debe asumir su posición como hegemónica, sino de servicio a Dios y a su pueblo.

El abuso espiritual se caracteriza por:

1. Tener una visión distorsionada del respeto. Se olvida que el respeto se gana pero no se exige. El respeto se obtiene con el ejemplo, no con la imposición.

2. Exigir fidelidad como prueba de lealtad a Cristo. Todo es: "o a su manera o nada". Si un cristiano se desvía de la autoridad abusiva, es culpable de desviarse de Jesús.

Resultado de imagen de abuso de poder3. Utilizar un lenguaje exclusivo. Su manera de hacer las cosas, de pensar teológicamente, o dirigir la parroquia es la única manera correcta. Todos los demás están equivocados.

4. Erigirse en líder carismático al mando, que comienza bien, pero se desliza hacia la arrogancia, el proteccionismo y el orgullo. Se rodea de un grupo de adeptos y se aísla de las necesidades de los demás. Posee un culto a su personalidad y habla siempre en primera persona del singular.

5. Cultivar una dependencia del líder para la formación espiritual del resto. El discipulado no se plantea, ni se pone en práctica. Sólo el líder es capaz de formar a todos. No delega en nada ni en nadie.

6. Crear una cultura de temor y vergüenza. Si alguien no está de acuerdo con sus ideas, se le recrimina en público. No admiten sus errores, pero a menudo buscan el error en otros y utilizan su conocimiento para sostener a otros en el miedo y la esclavitud. Al ungido de Dios no se le puede ni contradecir ni corregir fraternalmente. Además, se rodean de un círculo de influencia que silencia a los críticos.

7. Exigir servidumbre a sus seguidores, justificando su modo de actuar como resultado del favor de Dios y de la aprobación de su sacerdocio. A diferencia de las instrucciones de Jesús de sentarse en el último asiento, suelen acaparar el primer asiento en los eventos.

Imagen relacionada8. Protegerse de la crítica colocando a la gente alrededor de ellos cuya única lealtad es al líder. Ve a los que plantean cuestiones como enemigos. Aquellos que antes eran amigos / aliados, rápidamente se convierten en enemigos una vez que se plantea algo que difiere de su pensamiento. A veces, estas personas son desterradas, se les dice que se callen o se las obliga a someterse.


9. Mantener una falsa y aparente espiritualidad. Pone las cargas en los seguidores para actuar de cierta manera y tener un estilo de vida aceptable. Siempre habla "espiritualmente" cuando quiere conseguir un objetivo que no es de Dios, sino suyo.

10. Utilizar la exclusividad para la lealtad. Los seguidores cercanos al líder o líderes se sienten como miembros de la institución. Todos los demás están en el exterior, aunque anhelan estar en ese círculo íntimo.


Jesucristo comenzó a sentar las bases de su Iglesia antes incluso de iniciar su magisterio. Eligiendo primero a sus doce, comenzó su liderazgo. No fue un líder que, al conseguir audiencia, decidió abusar de su autoridad y/o éxito. Él tenía claro cuál era su misión, su objetivo y el desarrollo futuro de los acontecimientos, así que aún antes de lanzar su mensaje a las muchedumbres, se ocupó de ir construyendo la estructura que permitiría vertebrar y mantener unida a su Iglesia.



¿No deberían hacer lo mismo los sacerdotes en cada comunidad cristiana? ¿No deberían seguir su ejemplo y convertirse en fieles reflejos de su rostro? ¿No deberían poner en práctica el paradigma de liderazgo que Jesús realizó?

Mi reflexión no intenta ser un ataque gratuito y cruel hacia nuestros benditos sacerdotes, a quienes quiero y respeto. Quizás sólo sea un "balido" de una oveja que teme descarriarse. Nos toca rezar mucho y constantemente por ellos, para que se abandonen a la acción del Espíritu Santo, para que nuestro Señor les muestre el camino, para que sean nuestros guías y nuestra luz en la oscuridad.