transportada por los sacerdotes levitas,
empezad a caminar desde vuestros puestos detrás de ella.
(Josué 3,2)
Continuamos meditando el libro histórico de Josué y nos encontramos en los preparativos para la entrada del pueblo de Dios en Jericó, antesala de la Tierra prometida.
Don de Dios
La conquista de la Tierra Prometida es un don de Dios que no depende de ningún ejército ni de ninguna estrategia militar y que se sólo consigue con la fidelidad del pueblo de Israel a la Ley de Moisés, el siervo de Dios, continuada ahora por Josué.
No se puede permanecer a orillas del Jordán
y, a la vez, entrar en Jericó.
Análogamente,
la conquista de la santidad no depende de ningún mérito humano, sino de su
Gracia. Es preciso que abramos nuestro corazón y aceptemos esa Gracia para que
Dios pueda ir obrando en nosotros. Porque el rechazo de Dios supone el rechazo
de sus dones y gracias.
No se puede permanecer en el mundo y, a la
vez, entrar en la Iglesia.
La
fidelidad es condición indispensable en cualquier relación. Sin ella, es
imposible mantener una relación.
La
fidelidad de Dios ya está garantizada; ahora lo que debemos hacer es garantizar
la nuestra, a través de la escucha prolongada de Su Palabra, su meditación y
después, su puesta en marcha para cumplir la voluntad de Dios.
Por
eso, al continuar con la lectura del capítulo 2 de Josué, Dios nos invita a todos
a seguir a Josué, el siervo del Señor, vencer a todos nuestros enemigos, internos y
externos, y entrar en la Tierra Prometida.
Rajab y los dos
espías
Capítulo 2
Josué
envía a Jericó a dos espías para que exploren y reconozcan el terreno, y que después,
vuelvan a informarle.
De
igual manera, antes de salir a conquistar nuestra santidad es necesario que “reconozcamos
el terreno”, es decir, informarnos de lo que nos vamos a encontrar, a quien nos
vamos a enfrentar, con quién debemos hablar, para saber cómo tenemos que actuar,
qué estrategias utilizar y cómo prepararnos para la batalla espiritual.
Los dos espías llegan a Jericó y son acogidos en casa de una prostituta llamada Rajab, que significa larga, orgullosa, representa la venta al mundo de nuestro ser por dinero, por poder, por reconocimiento. Sin embargo, Rajab, ante Dios, queda al descubierto y tiene que elegir: continuar silenciando su corazón a Dios o abrirse a Él. Sólo cuando transformamos el orgullo en humildad, es cuando Dios puede entrar en nuestro corazón.
Según San Cipriano, padre de la Iglesia, Rajab tipifica a la Iglesia y personifica la fe. Reúne a toda su familia en su casa y así los salva.
Cuando abrimos nuestro
corazón a Dios y le pedimos perdón, Él nos perdona y nos restaura en nuestra
dignidad como hijos de Dios, sin importar qué pecados hayamos cometido. Sólo
así, respetando nuestra libertad, Dios puede llevar a cabo su plan de salvación.
De esta forma, Rajab llegará a formar parte de la genealogía de Jesús descrita
en Mateo 1.
Rajab no
acoge a los enviados de Josué en el sótano (en su bajeza) sino en la azotea,
que simboliza una fe sublime; Rajab esconde a los dos en su lino
para que éstos les confirieran blancura. Como
es sabido, el lino crece negro y no parece ser útil, se recolecta, se quiebra,
se lava, se golpea y finalmente, se carda. Al cabo de un tiempo, tras mucho
esfuerzo y trabajo, adquiere una blancura casi radiante.
Rajab
hace un auténtico acto de fe y sella una alianza con Dios a través de sus
enviados. Su pacto no se fundamenta en sus méritos sino a la misericordia
divina. Rajab no sólo piensa en su salvación sino también en la de los suyos.
Toda la
escena siguiente: “Nuestra vida a cambio de la
vuestra… Quedaos en el monte escondidos tres días… ata esta cinta roja…y
reúnes en tu casa a toda la familia de tu padre…” prefigura la muerte de Cristo.
Los
enviados vuelven a Josué y le cuentan que en verdad Dios les ha dado el país
porque todos les temen.
Entrada a la Tierra Prometida
Capítulo 3
Josué, con todo el pueblo y el ejército, parten con el Arca de la Alianza en vanguardia
y se paran a orillas del Jordán. Allí pernoctan durante tres días antes de cruzarlo,
que prefigura el tiempo que Cristo estuvo
en el sepulcro antes de cruzar el
umbral de su gloria.
Cuando los responsables le piden al pueblo que vayan detrás del Arca de la Alianza del Señor, transportada por los sacerdotes, y así sabrán el camino por donde tienen que ir, porque nunca hasta ahora han pasado por él, para que se purifiquen y Dios obre prodigios, están prefigurando al Sagrario, donde está el Señor y la Ley.
Pero también prefigura a la Virgen María como la guía y el camino a Dios, como
la que nos purifica para ser dignos de servir al Señor y como la que hace que
Dios obre milagros, porque Él nada que Ella le pida, se lo niega.
Les
dice a los sacerdotes que levanten el Arca y que pasen delante del pueblo, es
decir, nos dice a los sacerdotes y a todos nosotros que mostremos a todos a Cristo= el maná, su doctrina=las tablas de la Ley; la vara de Aarón= su firmeza.
Un
pueblo unido y purificado, que sigue a Cristo a través de su Madre la Virgen y
que muestra al mundo el Evangelio, está preparado para cruzar el río hacia la Tierra
Prometida, que es la prefiguración del
bautismo (CIC 1222).
Cuando
los sacerdotes que portan el Arca de la Alianza mojan los pies en el agua de la
orilla, el agua que venía de arriba se detiene, formando un embalse, y el agua
que bajaba hacia el mar, se corta del todo. Se paran en el cauce seco, firmes
en medio del Jordán, mientras todo Israel pasa por el cauce seco.
Doce piedras
Capítulo 4
Cuando
todo el pueblo cruza, Josué elige a doce hombres, uno de cada tribu, para que
cojan doce piedras del lecho del río, donde están los sacerdotes quietos, para
erigir un monumento perpetuo, que prefigura la elección de los doce apóstoles por Jesucristo.
A continuación,
pasan los sacerdotes con el Arca del Señor y se ponen a la cabeza del pueblo. La
tribu de Rubén, la de Gad y la media tribu de Manasés, unos cuarenta mil
guerreros armados, pasan a la cabeza de los hijos de Israel, como les había
mandado Moisés, hacia la llanura de Jericó, dispuestos para el combate.
El
pueblo sale del Jordán el día diez del mes primero y nada más salir, el río
vuelve a su cauce natural. Acampan en Guilgal (“círculo de piedras”), al este de Jericó, donde Josué erige las
doce piedras en recuerdo de su paso por el Jordán, igual que habían hecho en el
Mar Rojo. Guilgal se convertirá en el futuro en un santuario y lugar de peregrinación para
los israelitas.
Circuncisión
Capítulo 5
Ante la noticia del milagro del Jordán, los reyes amorreos y cananeos se asustan. Cuando el mundo ve la manifestación poderosa de Dios se altera.
Dios le ordena a Josué circuncidar (por segunda vez) a los hijos de Israel porque, aunque todos los hombres estaban circuncidados después de la salida de Egipto, después de cuarenta años, todos los guerreros habían muerto en el desierto por desobediencia a Dios, razón por la que no pisarían la tierra prometida.
Sin
embargo, los nacidos en el desierto estaban sin circuncidar al llegar a Jericó.
Josué obedece y elimina “el oprobio de
Egipto”.
La circuncisión es un símbolo de pertenencia al pueblo de Dios, es
decir, a la Iglesia, y un requisito indispensable para poder celebrar la Pascua, es
decir, la Eucaristía.
Pascua
Catorce días permanecen acampados en Guilgal. Al atardecer del día 14 de Nisán celebran la Pascua. Al día siguiente de la celebración, cesa el maná y empiezan a comer del fruto de la tierra. En el desierto, no podían celebrar la Pascua por el “oprobio de Egipto”. La Pascua simboliza la Eucaristía.
Cuando
estamos en pecado o en una situación irregular (no estamos en gracia), es
decir, tenemos el “oprobio de Egipto”,
porque aún no hemos sido purificados (circuncisión),
podemos cruzar el Jordán (bautismo),
entrar en la Iglesia (Tierra Prometida)
y asistir a la Eucaristía (Pascua)
pero no podemos participar totalmente de ella, es decir, no podemos comulgar. Pero
sí podemos hacer y recibir una comunión espiritual (maná) hasta que podamos recibir el pan y el vino, es decir, a Cristo
(fruto de la tierra).
Todos
los años en el desierto han sido una prueba y una preparación para entrar en la
Tierra Prometida. La entrada en la
Tierra Prometida supone la
reconciliación con Dios por medio de Jesucristo.
La entrada en la Tierra Prometida nos transporta a la parábola del Hijo Pródigo. El pueblo de Israel, hijo pródigo de Dios, lleva mucho tiempo en una tierra lejana y en un país extranjero (Egipto), pasando hambre y dificultades. Cuando vuelve a casa, el Padre se conmueve y sale a su encuentro para besarlo y abrazarlo. Se arrepiente y el padre le viste con el mejor traje (vestidura de Cristo), le pone un anillo (Alianza de Dios) y le calza sandalias (dignidad de hijo de Dios) y celebra un banquete (Pascua) porque estaba muerto (no podía celebrar la Pascua), estaba perdido (desierto).
Josué tiene una visión de un ángel en pie frente a él, con la espada desenvainada en la mano. Es el general del ejército del Señor, recordándonos al ángel que les sacó de Egipto y ahora les introduce en Canaán, pero en este caso, es el propio Jesucristo.
Le ordena descalzarse por encontrarse en un lugar santo, es la tierra del Señor, lo mismo que le dijo Dios a Moisés en el monte Sinaí.
Disposiciones
Capítulo 6
La entrada a Jericó es, por tanto, una entrada litúrgica más que una entrada militar. Dios no le da a Josué estrategias militares para asaltar la ciudad sino disposiciones para preparar la solemne entrada en procesión a la liturgia.
Estas instrucciones
de Dios a Josué está repletas de resonancias
litúrgicas:
-Mira, entrego en tu poder a Jericó, a su rey y a sus
valientes guerreros, Dios nos quita todos los obstáculos que se
interpongan entre nosotros y nuestra salvación, nos encarga atender a todas las
personas que encontramos para que se conviertan.
-que el ejército rodee la ciudad dando vueltas
durante seis días, preparación durante 6 días para culminar en el 7º,
dando 7 vueltas, es decir estar unidos en oración, preparados con los
sacramentos para entrar en la liturgia de la Iglesia, es decir en la Eucaristía.
- siete sacerdotes llevarán el Arca de la Alianza y tocarán siete trompetas de
carnero el séptimo día, 7=plenitud, es decir, la totalidad del
sacerdocio tocan 7 “shofares (la
trompeta de cuerno de carnero que anuncia en la sinagoga la llegada y presencia
de Dios), el 7º día, el Sabath, el
día del Señor que, para nosotros, es el domingo= la Eucaristía.
- Cuando oigáis el
sonido de la trompa, todo el pueblo lanzará el alarido de guerra; y se
desplomarán las murallas de la ciudad. Y el pueblo la asaltará, cada uno por el
lugar que tenga enfrente
El éxito de la conquista no dependerá de cómo batallen sino de la fidelidad con la que se ejecuten los
planes de Dios.
Esto me recuerda, particularmente, que cuando Dios me elige y me llama a servirle (por ej., en la evangelización de las personas de “otras ciudades”), no importan mis méritos ni mis capacidades, ni lo que haga humanamente para ganar la “batalla”, sino el amor con que cumplo la voluntad del Señor, siempre precedido del Arca de la Alianza, es decir, la oración.
Bibliografía:
-"La Tierra Prometida" (Beatriz Ozores, Radio María)