¿QUIÉN ES JESÚS?

La vida de Jesús siempre ha suscitado preguntas a lo largo de los últimos dos mil años.

¿Cómo pudo un carpintero que fue ejecutado por los romanos convertirse en el hombre más famoso de la historia?
¿Fue Jesús alguien verdaderamente real?
¿Cómo puede Dios ser un hombre al mismo tiempo?
¿De qué manera podría esto tener algún sentido para mi vida?

Estas son algunas pero queremos que nos cuentes las tuyas.

jueves, 14 de mayo de 2020

JOSUÉ: ENTRADA EN LA TIERRA PROMETIDA

"Cuando veáis moverse 
el Arca de la Alianza del Señor, vuestro Dios, 

transportada por los sacerdotes levitas, 

empezad a caminar desde vuestros puestos detrás de ella.

(Josué 3,2)


Continuamos meditando el libro histórico de Josué y nos encontramos en los preparativos para la entrada del pueblo de Dios en Jericó, antesala de la Tierra prometida. 


Don de Dios

La conquista de la Tierra Prometida es un don de Dios que no depende de ningún ejército ni de ninguna estrategia militar y que se sólo consigue con la fidelidad del pueblo de Israel a la Ley de Moisés, el siervo de Dios, continuada ahora por Josué.

No se puede permanecer a orillas del Jordán y, a la vez, entrar en Jericó.

Análogamente, la conquista de la santidad no depende de ningún mérito humano, sino de su Gracia. Es preciso que abramos nuestro corazón y aceptemos esa Gracia para que Dios pueda ir obrando en nosotros. Porque el rechazo de Dios supone el rechazo de sus dones y gracias.

No se puede permanecer en el mundo y, a la vez, entrar en la Iglesia.

La fidelidad es condición indispensable en cualquier relación. Sin ella, es imposible mantener una relación.

La fidelidad de Dios ya está garantizada; ahora lo que debemos hacer es garantizar la nuestra, a través de la escucha prolongada de Su Palabra, su meditación y después, su puesta en marcha para cumplir la voluntad de Dios.

Por eso, al continuar con la lectura del capítulo 2 de Josué, Dios nos invita a todos a seguir a Josué, el siervo del Señor, vencer a todos nuestros enemigos, internos y externos, y entrar en la Tierra Prometida.

  

Rajab y los dos espías

Capítulo 2

Josué envía a Jericó a dos espías para que exploren y reconozcan el terreno, y que después, vuelvan a informarle.

De igual manera, antes de salir a conquistar nuestra santidad es necesario que “reconozcamos el terreno”, es decir, informarnos de lo que nos vamos a encontrar, a quien nos vamos a enfrentar, con quién debemos hablar, para saber cómo tenemos que actuar, qué estrategias utilizar y cómo prepararnos para la batalla espiritual.

Los dos espías llegan a Jericó y son acogidos en casa de una prostituta llamada Rajab, que significa larga, orgullosa, representa la venta al mundo de nuestro ser por dinero, por poder, por reconocimiento. Sin embargo, Rajab, ante Dios, queda al descubierto y tiene que elegir: continuar silenciando su corazón a Dios o abrirse a Él.  Sólo cuando transformamos el orgullo en humildad, es cuando Dios puede entrar en nuestro corazón. 

Según San Cipriano, padre de la Iglesia, Rajab tipifica a la Iglesia y personifica la fe. Reúne a toda su familia en su casa y así los salva.


Rajab (prefigura también de María Magdalena) era una prostituta, pero ahora, por fe, acoge a quienes envía Jesucristo, y los guarda en lo "alto de su casa". Por esa razón, el Señor no le tendrá en cuenta sus pecados y la perdonará, ofreciéndole su salvación y la de todos los de su casa.

El Rey de Jericó conocía la historia de la salida de Egipto, del paso del Mar Rojo y la muerte del faraón y de su ejército. Por eso, a pesar de tener una ciudad fuertemente amurallada y un gran ejército, tenía miedo. Pero de las dos opciones que tiene, rendirse ante ese Dios Todopoderoso o luchar contra Él, sabiendo que tiene la batalla perdida, elige luchar contra Él.

Sin embargo, Rajab, aunque lo hace por temor, acoge a los espías, es decir, se pone a disposición de Dios y elige rendirse a Dios. Cuando abre las puertas de su casa a Dios, deja de ser una prostituta para convertirse en sierva del Señor

Cuando abrimos nuestro corazón a Dios y le pedimos perdón, Él nos perdona y nos restaura en nuestra dignidad como hijos de Dios, sin importar qué pecados hayamos cometido. Sólo así, respetando nuestra libertad, Dios puede llevar a cabo su plan de salvación. De esta forma, Rajab llegará a formar parte de la genealogía de Jesús descrita en Mateo 1.

Rajab no acoge a los enviados de Josué en el sótano (en su bajeza) sino en la azotea, que simboliza una fe sublime; Rajab esconde a los dos en su lino para que éstos les confirieran blancura. Como es sabido, el lino crece negro y no parece ser útil, se recolecta, se quiebra, se lava, se golpea y finalmente, se carda. Al cabo de un tiempo, tras mucho esfuerzo y trabajo, adquiere una blancura casi radiante.

Rajab hace un auténtico acto de fe y sella una alianza con Dios a través de sus enviados. Su pacto no se fundamenta en sus méritos sino a la misericordia divina. Rajab no sólo piensa en su salvación sino también en la de los suyos.

Toda la escena siguiente: “Nuestra vida a cambio de la vuestra… Quedaos en el monte escondidos tres días… ata esta cinta roja…y reúnes en tu casa a toda la familia de tu padre…” prefigura la muerte de Cristo.

Los enviados vuelven a Josué y le cuentan que en verdad Dios les ha dado el país porque todos les temen.

Entrada a la Tierra Prometida

Capítulo 3

Josué, con todo el pueblo y el ejército, parten con el Arca de la Alianza en vanguardia y se paran a orillas del Jordán. Allí pernoctan durante tres días antes de cruzarlo, que prefigura el tiempo que Cristo estuvo en el sepulcro antes de cruzar el umbral de su gloria.

Cuando los responsables le piden al pueblo que vayan detrás del Arca de la Alianza del Señor, transportada por los sacerdotes, y así sabrán el camino por donde tienen que ir, porque nunca hasta ahora han pasado por él, para que se purifiquen y Dios obre prodigios, están prefigurando al Sagrario, donde está el Señor y la Ley. 

Pero también prefigura a la Virgen María como la guía y el camino a Dios, como la que nos purifica para ser dignos de servir al Señor y como la que hace que Dios obre milagros, porque Él nada que Ella le pida, se lo niega.  

Les dice a los sacerdotes que levanten el Arca y que pasen delante del pueblo, es decir, nos dice a los sacerdotes y a todos nosotros que mostremos a todos a Cristo= el maná, su doctrina=las tablas de la Ley; la vara de Aarón= su firmeza.

Un pueblo unido y purificado, que sigue a Cristo a través de su Madre la Virgen y que muestra al mundo el Evangelio, está preparado para cruzar el río hacia la Tierra Prometida, que es la prefiguración del bautismo (CIC 1222).

Cuando los sacerdotes que portan el Arca de la Alianza mojan los pies en el agua de la orilla, el agua que venía de arriba se detiene, formando un embalse, y el agua que bajaba hacia el mar, se corta del todo. Se paran en el cauce seco, firmes en medio del Jordán, mientras todo Israel pasa por el cauce seco.

Doce piedras

Capítulo 4

Cuando todo el pueblo cruza, Josué elige a doce hombres, uno de cada tribu, para que cojan doce piedras del lecho del río, donde están los sacerdotes quietos, para erigir un monumento perpetuo, que prefigura la elección de los doce apóstoles por Jesucristo.

A continuación, pasan los sacerdotes con el Arca del Señor y se ponen a la cabeza del pueblo. La tribu de Rubén, la de Gad y la media tribu de Manasés, unos cuarenta mil guerreros armados, pasan a la cabeza de los hijos de Israel, como les había mandado Moisés, hacia la llanura de Jericó, dispuestos para el combate. 

El pueblo sale del Jordán el día diez del mes primero y nada más salir, el río vuelve a su cauce natural. Acampan en Guilgal (“círculo de piedras”), al este de Jericó, donde Josué erige las doce piedras en recuerdo de su paso por el Jordán, igual que habían hecho en el Mar Rojo. Guilgal se convertirá en el futuro en un santuario y lugar de peregrinación para los israelitas.

Circuncisión

Capítulo 5

Ante la noticia del milagro del Jordán, los reyes amorreos y cananeos se asustan. Cuando el mundo ve la manifestación poderosa de Dios se altera.

Dios le ordena a Josué circuncidar (por segunda vez) a los hijos de Israel porque, aunque todos los hombres estaban circuncidados después de la salida de Egipto, después de cuarenta años, todos los guerreros habían muerto en el desierto por desobediencia a Dios, razón por la que no pisarían la tierra prometida. 

Sin embargo, los nacidos en el desierto estaban sin circuncidar al llegar a Jericó. Josué obedece y elimina “el oprobio de Egipto”.

La circuncisión es un símbolo de pertenencia al pueblo de Dios, es decir, a la Iglesia, y un requisito indispensable para poder celebrar la Pascua, es decir, la Eucaristía.

Pascua

Catorce días permanecen acampados en Guilgal. Al atardecer del día 14 de Nisán celebran la Pascua. Al día siguiente de la celebración, cesa el maná y empiezan a comer del fruto de la tierra. En el desierto, no podían celebrar la Pascua por el “oprobio de Egipto”. La Pascua simboliza la Eucaristía.

Cuando estamos en pecado o en una situación irregular (no estamos en gracia), es decir, tenemos el “oprobio de Egipto”, porque aún no hemos sido purificados (circuncisión), podemos cruzar el Jordán (bautismo), entrar en la Iglesia (Tierra Prometida) y asistir a la Eucaristía (Pascua) pero no podemos participar totalmente de ella, es decir, no podemos comulgar. Pero sí podemos hacer y recibir una comunión espiritual (maná) hasta que podamos recibir el pan y el vino, es decir, a Cristo (fruto de la tierra).

Todos los años en el desierto han sido una prueba y una preparación para entrar en la Tierra Prometida. La entrada en la Tierra Prometida supone la reconciliación con Dios por medio de Jesucristo.

La entrada en la Tierra Prometida nos transporta a la parábola del Hijo Pródigo. El pueblo de Israel, hijo pródigo de Dios, lleva mucho tiempo en una tierra lejana y en un país extranjero (Egipto), pasando hambre y dificultades. Cuando vuelve a casa, el Padre se conmueve y sale a su encuentro para besarlo y abrazarlo. Se arrepiente y el padre le viste con el mejor traje (vestidura de Cristo), le pone un anillo (Alianza de Dios) y le calza sandalias (dignidad de hijo de Dios) y celebra un banquete (Pascua) porque estaba muerto (no podía celebrar la Pascua), estaba perdido (desierto).

Josué tiene una visión de un ángel en pie frente a él, con la espada desenvainada en la mano. Es el general del ejército del Señor, recordándonos al ángel que les sacó de Egipto y ahora les introduce en Canaán, pero en este caso, es el propio Jesucristo

Le ordena descalzarse por encontrarse en un lugar santo, es la tierra del Señor, lo mismo que le dijo Dios a Moisés en el monte Sinaí. 

Disposiciones

Capítulo 6

La entrada a Jericó es, por tanto, una entrada litúrgica más que una entrada militar. Dios no le da a Josué estrategias militares para asaltar la ciudad sino disposiciones para preparar la solemne entrada en procesión a la liturgia.

Estas instrucciones de Dios a Josué está repletas de resonancias litúrgicas:

-Mira, entrego en tu poder a Jericó, a su rey y a sus valientes guerreros, Dios nos quita todos los obstáculos que se interpongan entre nosotros y nuestra salvación, nos encarga atender a todas las personas que encontramos para que se conviertan.

-que el ejército rodee la ciudad dando vueltas durante seis días, preparación durante 6 días para culminar en el 7º, dando 7 vueltas, es decir estar unidos en oración, preparados con los sacramentos para entrar en la liturgia de la Iglesia, es decir en la Eucaristía.

- siete sacerdotes llevarán el Arca de la Alianza y tocarán siete trompetas de carnero el séptimo día, 7=plenitud, es decir, la totalidad del sacerdocio tocan 7 “shofares (la trompeta de cuerno de carnero que anuncia en la sinagoga la llegada y presencia de Dios), el 7º día, el Sabath, el día del Señor que, para nosotros, es el domingo= la Eucaristía.

- Cuando oigáis el sonido de la trompa, todo el pueblo lanzará el alarido de guerra; y se desplomarán las murallas de la ciudad. Y el pueblo la asaltará, cada uno por el lugar que tenga enfrente

El éxito de la conquista no dependerá de cómo batallen sino de la fidelidad con la que se ejecuten los planes de Dios.

Esto me recuerda, particularmente, que cuando Dios me elige y me llama a servirle (por ej., en la evangelización de las personas de “otras ciudades”), no importan mis méritos ni mis capacidades, ni lo que haga humanamente  para ganar la “batalla”, sino el amor con que cumplo la voluntad del Señor, siempre precedido del Arca de la Alianza, es decir, la oración.


Bibliografía:

-"La Tierra Prometida" (Beatriz Ozores, Radio María)

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