¿QUIÉN ES JESÚS?

La vida de Jesús siempre ha suscitado preguntas a lo largo de los últimos dos mil años.

¿Cómo pudo un carpintero que fue ejecutado por los romanos convertirse en el hombre más famoso de la historia?
¿Fue Jesús alguien verdaderamente real?
¿Cómo puede Dios ser un hombre al mismo tiempo?
¿De qué manera podría esto tener algún sentido para mi vida?

Estas son algunas pero queremos que nos cuentes las tuyas.
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lunes, 3 de abril de 2017

UN MODELO DE COMUNIDAD


"Eran constantes en escuchar la enseñanza de los apóstoles, 
en la unión fraterna, en partir el pan y en las oraciones. (...)

Todos los creyentes vivían unidos y lo tenían todo en común; 
vendían las posesiones y haciendas, 
y las distribuían entre todos, según la necesidad de cada uno. 

Todos los días acudían juntos al templo, 
partían el pan en las casas, comían juntos con alegría y sencillez de corazón, 
alabando a Dios y gozando del favor de todo el pueblo. 

El Señor añadía cada día al grupo
 a todos los que entraban por el camino de la salvación.

Todos los creyentes tenían un solo corazón y una sola alma, 
y nadie llamaba propia cosa alguna de cuantas poseían, 
sino que tenían en común todas las cosas. 

Los apóstoles daban testimonio con toda firmeza
 de la resurrección de Jesús, el Señor.
 Y todos gozaban de gran simpatía." 

(Hechos 2, 42-47; 4, 32-34)

Estamos llamados a ser comunidad pero ¿cómo se crea una relación que trasciende de lo meramente educado y correcto? ¿Cómo crear comunidad?

Lo primero que tenemos que meditar es que jamás las relaciones entre personas pueden establecerse por imposición y por chantaje. Para que exista una relación, ambas partes han de ser libres; deben querer tener trato un encuentro libre y personal, caminar juntos, escuchar y ser escuchados, partir y compartir el pan. Eso es lo que Jesucristo nos enseñó: a vivir eucarísticamente en comunidad.

En una verdadera comunidad existe unidad, que no uniformidad; alegría, que no aburrimiento; libertad, que no presión; compromiso, que no obligación; igualdad, que no superioridad; transparencia, que no hermetismo; generosidad, que no egoísmo; amor, que no envidia. Y sobre todo, el vínculo que crea y solidifica todo lo anterior: Jesucristo en el medio.

Pero, sigamos con las preguntas: ¿Cómo pasamos de ser un grupo de personas desconectadas a ser una verdadera comunidad cristiana?

Yo creo que una verdadera comunidad es el "paritorio de la caridad", es la "incubadora del discipulado" y es la "sala de operaciones de la fe cristiana". La Palabra de Dios atestigua una y otra vez que la fe cristiana no está destinada a ser vivida ni cultivada en soledad.

No hay que inventar nada ni hacer un Master en Teología. Tan sólo hay que abrir dos cosas: la Biblia y  el corazón. Leyendo Hechos 2, 42-47 y Hechos 4, 32-35, y meditando ambos pasajes, obtenemos una visión ejemplarizante en la joven Iglesia de Jerusalén, que podemos aplicar en nuestros días y, así, comprender el maravilloso potencial que tenemos para poder desarrollar una auténtica comunidad cristiana.

Formación/Crecimiento/Madurez

En primer lugar, tiene que haber un deseo y un compromiso para crecer realmente como seguidores de Cristo. La comunidad se origina con un compromiso de progresar en el conocimiento de Dios, y a continuación, la madurez espiritual se desarrolla en comunidad con la aplicación de este conocimiento y su proclamación.

Hechos 2,42 dice: "Eran constantes en escuchar la enseñanza de los apóstoles(compromiso implícito).

Hechos 2,46 dice: "Todos los días acudían juntos al templo" (enseñanza implícita).

Hechos 4,33 dice: "Los apóstoles daban testimonio con toda firmeza  de la resurrección de Jesús" (proclamación implícita).

El deseo de crecer espiritualmente, de formarse, de aprender de Dios debe estar presente en las personas como el punto de partida de la incipiente comunidad cristiana. 

Sin un deseo de conocimiento de Dios que nos lleva a la madurez espiritual, sólo estaremos "pasando el rato". Sin un anuncio de Dios y de su Plan, no habrá ninguna diferencia con cualquier otro grupo de personas que se reúnen. 

Para la reflexión:

¿Cómo describiríamos el deseo que tienen las personas de nuestra parroquia llamadas a ser comunidad y a seguir a Cristo?

¿Existe pasión por conocer más acerca de Dios y su plan para nosotros?

¿Qué podemos hacer para ayudar a crecer este deseo?

Comunión/Fraternidad/Compañerismo

Vivir en comunión no sólo es pasar el rato, vivir la vida, caminar juntos, etc. Si pensamos profundamente en ello, se trata de una mezcla de medios y de fines. Al estar a menudo cerca conseguimos un vínculo de unión y viceversa. La comunión fraternal es el corazón de la comunidad.

Hechos 2,42 dice que los discípulos estaban "en unión fraterna"
Hechos 2,46 dice que los discípulos se reunían "todos los días".

Si nos fijamos en estos pasajes del libro de los Hechos de los Apóstoles, la idea se centra en que la comunión tiene dos aspectos: la proximidad (literalmente estar juntos) y la frecuencia (estar juntos a menudo). La fraternidad no puede suceder a menos que pasemos el rato juntos, que compartamos la vida  y que lo hagamos con frecuencia. 

Para la reflexión:

¿Fomentan la comunión nuestras reuniones y encuentros ?

¿Es suficiente reunirse formalmente los domingos en misa? 

¿O necesitamos encontrar espacios donde reunirnos más informal e íntimamente, fuera de horarios y parroquia?

Responsabilidad/Transparencia/Generosidad

Hechos 2, 44-45 dice: "Todos los creyentes vivían unidos y lo tenían todo en común; vendían las posesiones y haciendas, y las distribuían entre todos, según la necesidad de cada uno."  ¡La transparencia era total! No les preocupaba su imagen ni el "qué dirán". No dudaban en llevar abiertamente sus problemas y necesidades al grupo.


También existía generosidad. Estos cristianos ponían las necesidades de los demás por encima de las suyas y oraban unos por otros. Santiago 5,16 dice: "Confesaos los pecados unos a otros y rezad unos por otros, para que os curéis. La oración fervorosa del justo tiene un gran poder." 

La responsabilidad no puede ser forzada. Más bien, crece y se desarrolla dentro de la comunidad si somos "un solo corazón y una sola alma". Tenemos que formar un ambiente de compañerismo y fraternidad; de confianza y ayuda mutuas. 

Para la reflexión:

¿Nuestro grupo valora la transparencia y la generosidad?

¿Somos responsables con nuestros hermanos?

¿Existe una disponibilidad plena para que los miembros de la comunidad puedan compartir abiertamente sus necesidades espirituales y emocionales "entre hermanos"?

Misericordia

Finalmente, sobre todas estas cosas, en una comunidad verdadera prevalece el estandarte de la misericordia. La tentación cuando tenemos conocimiento y madurez, cuando existe confianza y transparencia, es juzgar a los demás. Por eso, ¡La misericordia debe regir la comunidad! 

Creo que la mejor expresión de la misericordia en una comunidad es la que se expresa en Gálatas 6, 2-3: "Ayudaos unos a otros a llevar las cargas, y así cumpliréis la ley de Cristo. Porque si alguno se imagina ser algo, siendo así que es nada, se engaña a sí mismo." 

Si no hay misericordia, si no hay caridad, si no hay compasión, no puede haber verdadera transparencia, responsabilidad, generosidad ni confianza. Y en última instancia, no puede haber comunión, fraternidad ni compañerismo. 

Para la reflexión:

¿Fomentamos un ambiente de misericordia y perdón en nuestro grupo?

¿Empatizamos con las situaciones de vida de los demás?

¿Miramos con ojos de amor a nuestros hermanos?


El objetivo de una comunidad verdadera no es sólo "hacer" cosas juntos, pasar el rato y madurar. La meta  es "ser" semejantes a Cristo.

martes, 25 de octubre de 2016

ESOS MARAVILLOSOS GRUPOS PEQUEÑOS

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Cuando se trata de formar una comunión cristiana auténtica, el tamaño importa: Cuánto más pequeño, mejor. 

Esto no quiere decir que asistiendo a una eucaristía, o en una adoración eucarística con una multitud no vayamos a formar comunidad, si no que es prácticamente imposible establecer una comunión completa con cada una de las personas que asistan. 

Cuando un grupo supera las 10 personas, la intimidad es difícil de conseguir. Y sin intimidad no se consigue crear comunidad. 

Por desgracia, la creación de grupos pequeños dentro de la parroquia no garantiza que las personas experimenten una verdadera comunidad. Muchas catequesis, grupos de Biblia o de cualquier otra cosa, pueden crear una comunidad a nivel superficial pero no será una comunidad genuina.

Sin embargo, en esos maravillosos grupos pequeños donde existe comunión e intimidad se comparte la vida, se genera un espacio donde las personas viven en una total comunión, centrándose en cuatro elementos esenciales: la autenticidad, la reciprocidad, la simpatía y piedad.

Autenticidad

La comunión auténtica no es superficial, sino genuina, de corazón a corazón, a veces visceral. Sucede cuando las personas honestas comparten lo que son y lo que está sucediendo en sus vidas, cuando comparten sus heridas, revelan sus sentimientos, confiesan sus fracasos, dan a conocer sus dudas, admiten sus temores, reconocen sus debilidades, y piden ayuda y oración.

Por supuesto, ser auténticos requiere coraje y humildad. Significa que nos enfrentamos a nuestro miedo a la exposición pública, al rechazo, y a ser herido de nuevo. 

¿Por qué alguien debe correr ese riesgo? Porque es la única manera de crecer espiritualmente y mantener la salud emocional. 

La Biblia dice: "Confesaos los pecados unos a otros y rezad unos por otros, para que os curéis. La oración fervorosa del justo tiene un gran poder." (Santiago 5, 16). 

Sólo creceremos si asumimos riesgos, y el más difícil de todos los riesgos es ser honestos con nosotros mismos y con los demás.

Reciprocidad

La reciprocidad es el arte de dar y recibir. Está en función de uno al otro. 

La Biblia dice: "Y es que Dios hizo el cuerpo, dando mayor honor a lo menos noble, para evitar divisiones en el cuerpo y para que todos los miembros se preocupen unos de otros. Así, si un miembro sufre, con él sufren todos los miembros; si un miembro recibe una atención especial, todos los miembros se alegran." (1 Corintios 12, 24-26). 


La reciprocidad es el corazón de la comunión. Es la construcción de relaciones de doble dirección, es compartir responsabilidades y ayudar a los demás. 

El apóstol Pablo dijo: "Así nos animaríamos mutuamente unos a otros con la fe."(Romanos 1,12). 

Todos somos más constantes en la fe cuando otros caminan junto a nosotros y nos animan. 

La Biblia nos exhorta más de 50 veces en el Nuevo Testamento a realizar diferentes tareas de "unos a otros": "busquemos la paz y la ayuda mutua." (Romanos 14,19).

Empatía

La empatía no es dar consejos u ofrecer ayuda rápida y cosmética; la empatía se demuestra entrando en el dolor de los demás y compartiendo el propio: "Ayudaos unos a otros a llevar las cargas, y así cumpliréis la ley de Cristo." (Gálatas 6, 2).

La empatía dice "entiendo lo que te pasa, y lo que sientes no es ni extraño ni raro." 

La cercanía en el sufrimiento es el nivel más profundo de comunión más profunda. Es el lugar donde entramos en el dolor de los demás y somos capaces de llevar las cargas de los otros.

Nos necesitamos unos a otros, sobre todo, en tiempos de crisis profundas, de penas, y de pérdidas. 

Cuando las circunstancias nos aplastan hasta el punto que se tambalea nuestra fe, es cuando tenemos amigos que nos apoyan. En un grupo pequeño, el Cuerpo de Cristo es real y tangible.

Misericordia

La comunión es un lugar de gracia, un espacio donde los errores no se echan en cara sino que se borran. La comunión se produce cuando se antepone la misericordia a la justicia.

Todos necesitamos la misericordia, porque todos tropezamos y caemos, y requerimos ayuda para volver a levantarnos. 


Necesitamos ofrecer misericordia y estar dispuesto a recibir la misericordia de los demás. 

Cuando alguien peca, Dios dice: "que le perdonéis y le animéis no sea que se vea ése hundido en una excesiva tristeza." (2 Corintios 2, 7).

El perdón debe ser inmediato, con independencia de que una persona lo pida o no. No se puede tener comunión sin perdón. Y el mejor lugar para restablecer la confianza es dentro de un pequeño grupo que ofrece estímulo y disculpa.

La verdadera comunión es una parte esencial de la vida cristiana. No puede pasarse por alto. 

La construcción de pequeños grupos o células de fe en torno a la autenticidad, la reciprocidad, la empatía y la misericordia proporcionará un lugar donde sus miembros encontrarán la comunión entre ellos y con Cristo.





viernes, 18 de septiembre de 2015

GRUPOS PEQUEÑOS, HERRAMIENTAS EVANGELIZADORAS


 

"En esto, unos hombres trajeron en una camilla a un paralítico
 y trataban de introducirle, para ponerle delante de él.
Pero no encontrando por dónde meterle, a causa de la multitud, subieron al terrado, le bajaron con la camilla a través de las tejas,
y le pusieron en medio, delante de Jesús.
Viendo Jesús la fe de ellos, dijo:
Hombre, tus pecados te quedan perdonados."
(Lucas 5, 18-20)


 A veces se necesita hacer algo radical para llevar a alguien a Jesús. Otras, tan sólo se necesita el cuidado y el amor de un pequeño grupo de cristianos.

¿Cómo pueden los grupos pequeños (células de fe) convertirse en herramientas eficaces de evangelización tal y como Dios quiere?

Preocupación por todas las personas que no conocen a Jesús

Al igual que los cuatro amigos en el relato de Lucas, la evangelización debe empezar por el amor.  La principal razón por la que los cristianos no comparten a Cristo con otros es porque están demasiado preocupados por sí mismos que se olvidan del mandato de amar al prójimo como a uno mismo.

Lo primero de todo es que el grupo tome conciencia de que existen personas que los necesitan y entonces, comenzar a orar por ellos. Orar por ellos para compartir la fe libremente y para que Dios ablande sus corazones.

Fe para poder llevarlas a Dios

Cuando los cuatro amigos vieron que no era posible hacer llegar al paralítico a Jesús, podrían haber desistido. Sin embargo, confiaron en que Jesús lo podía sanar, tenían fe. 

La Biblia dice que los pecados del paralítico fueron perdonados cuando Jesús vio la fe de los cuatro amigos.

Hoy también encontramos personas paralizadas en nuestro mundo aunque no necesariamente están paralizados físicamente. 

Más bien, su fe está paralizada por la duda, por la soledad, por el miedo o por cualquier otra cosa.

En cierto sentido, no tienen suficiente fe para creer y por ello, necesitan la fe de otros para llevarlos hasta Jesús.



Un plan establecido

Aunque la fe y la oración son ingredientes importantes para atraer a otros a Jesús, tenemos que hacer algo más. Necesitamos un plan. Cuando los cuatro amigos vieron que no era posible acercar al paralítico a Jesús, se le ocurrió un plan: introducirlo por el tejado.

Los grupos pequeños también necesitan un plan para llevar a la gente a Jesús. Sin plan, no es posible llevar a nadie a Cristo.

Perseverancia ante las dificultades

Cuando los cuatro amigos vieron el camino a Jesús bloqueado, tenían todas las excusas como para sentirse desalentados, pero no se dieron por vencidos, sino que buscaron otra manera de llevar a su amigo hasta Jesús.

Todos nos desanimamos a veces, pero si tenemos como objetivo compartir a Jesús con nuestros amigos, debemos persistir ante cualquier dificultad.

Valentía de hacer algo diferente

Cuando se enfrentaron a esa situación desalentadora, los cuatro amigos decidieron hacer algo diferente para llevar a su amigo a Jesús, se fueron por las nubes! A veces, también tenemos que hacer algo diferente para llevar a la gente a Jesús.

Trabajo en equipo

¿Alguna vez ha tratado de llevar a alguien en una camilla con sólo tres personas? No se puede. Si los cuatro amigos no hubieran trabajado en equipo, el paralítico se habría caído de la camilla.

Algunas personas sólo llegarán a Jesús gracias al esfuerzo conjunto de todo el grupo.

Sacrificio por traer a alguien a Jesús

Estos cuatro hombres no habrían hecho un agujero en el techo a menos que estuvieran dispuestos a arreglarlo. Estaban dispuestos a esforzarse antes, durante y después de llevar a su amigo a Jesús.

Llevar a un amigo a Jesús siempre requiere sacrificio. Significa sacrificar la propia comodidad dentro del grupo. Muchas personas han llegado a sentirse tan cómodas dentro de sus grupos pequeños, que tienen miedo de añadir nuevas personas y echar a perder la dinámica del grupo.


Antes de nuestra comunidad llegue a Jesús, debemos salir de nuestra zona de confort.


P. Rick Warren