¿QUIÉN ES JESÚS?

La vida de Jesús siempre ha suscitado preguntas a lo largo de los últimos dos mil años.

¿Cómo pudo un carpintero que fue ejecutado por los romanos convertirse en el hombre más famoso de la historia?
¿Fue Jesús alguien verdaderamente real?
¿Cómo puede Dios ser un hombre al mismo tiempo?
¿De qué manera podría esto tener algún sentido para mi vida?

Estas son algunas pero queremos que nos cuentes las tuyas.
Mostrando entradas con la etiqueta hipocresía. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta hipocresía. Mostrar todas las entradas

sábado, 29 de julio de 2017

FUERA MÁSCARAS

"Todo hombre es sincero a solas; 
en cuanto aparece una segunda persona empieza la hipocresía”. 
Ralph Waldo Emerson (1803-1882)

Dios odia la hipocresía, porque es mentira. Prueba de ello es que Jesús se enfrentó a los hipócritas que iban a las sinagogas, que oraban de pie, que alababan y daban limosna en público para ser vistos por otros: “Cuando, pues, des limosna, no hagas tocar trompeta delante de ti, como hacen los hipócritas (actores, mentirosos, falsos, vacíos) en las sinagogas y en las calles, para ser alabados por los hombres; de cierto os digo que ya tienen su recompensa.” (Mateo 6,2)

La palabra "hipocresía" viene del griego hypokrisis, que significa fingir, actuar o hablar con máscaras y tiene 3 connotaciones: “kjanéf”,”shav”,”jopokrités”, que se traducen como falso y mentiroso, vano e iluso, simulador o actor bajo un carácter asumido.

Hipocresía es la actitud constante o esporádica de fingir creencias, opiniones, virtudes, sentimientos, cualidades o estándares que no se tienen o no se siguen

Resultado de imagen de hipocresiaUn hipócrita es una persona con doblez que siempre comienza algo y no lo termina, siempre anda fingiendo que es una cosa cuando en realidad es otra. Nunca muestra su verdadera cara, tiene muchas caras, una para cada lugar y cada circunstancia.

Y dentro del cristianismo también existen hipócritas que utilizan máscaras. Cualquiera de nosotros podemos serlo sin darnos cuenta. Por eso el apóstol Pablo les escribía a los Corintios: “Examinaos a vosotros mismos a ver si estáis firmes en la fe; poneos vosotros mismos a prueba. ¿No reconocéis que Jesucristo está en vosotros? A ver si es que no superáis la prueba." (2 Corintios 13,5)

Más ¡ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque cerráis el reino de los cielos delante de los hombres; pues ni entráis vosotros, ni dejáis entrar a los que están entrando. ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque devoráis las casas de las viudas, y como pretexto hacéis largas oraciones; por esto recibiréis mayor condenación. ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque recorréis mar y tierra para hacer un prosélito, y una vez hecho, le hacéis dos veces más hijo del infierno que vosotros.” (Mateo 23,13-15).

La palabra "mascara" viene de la palabra griega: “kjafás”, que significa: disfrazar, encubrir, esconder, deformar, fingir. Los posibles antepasados en latín (no clásico) son mascus, masca = "fantasma", y el maskharah árabe = "bufón", "hombre con una máscara".

Máscara es una representación, cargada de intenciones y simbolismos, convertidos en arquetipos que son parte del inconsciente colectivo e individual y representan los temores y aspiraciones de una civilización.

Imagen relacionadaHay que reconocerlo. Todos en algún momento de nuestra vida nos hemos puesto máscaras. El que diga lo contrario, miente. 

Usar máscaras muestra cualidades o sentimientos contrarios a los que tiene o experimenta. En sí es hipocresía, una forma de mentira. Es la negativa a aplicar en nosotros los mismos valores que aplicamos en otros.

El problema
 fundamental por el cual usamos máscaras es porque no nos conocemos a nosotros mismos y porque no conocemos a Dios, porque Él conoce todos los corazones y nadie puede engañarle: “El corazón es complejo más que toda otra cosa y perverso: ¿quién lo conoce a fondo? Yo, el Señor, escruto el corazón, sondeo las entrañas para dar a cada cual según su conducta, según el fruto de sus obras." (Jeremías 17, 9-10)

Hoy nos detendremos en 4 tipos de máscaras habituales en nuestras comunidades cristianas:

Falsa humildad

Es un máscara muy dañina que engaña al mismo que la usa y que consiste en mostrar una actitud de mansedumbre y de servicio, humillarse en público para luego quejarse y criticar a espaldas de los demás, provocando divisiones y contiendas.

La falsa humildad es una máscara que esconde auténtica soberbia, arrogancia y orgullo. 

Su objetivo es satisfacer el ego de quien la porta, reafirmar su "yo" públicamente, sintiéndose superior aunque finge ser inferior, para ser exaltado.

Falsa espiritualidad

Esta es una máscara de pura apariencia, el portador de esta mascara aparenta ser una persona muy espiritual, pero no lo es. 

Le encanta ser visto por las personas, le encanta hacer las cosas de forma solemne y ceremonial (golpeándose el pecho y rasgándose las vestiduras, levantando las manos, orando y alabando en público, etc.), y le da más importancia a lo externo (lo que se ve) que a lo interno (lo que se es).

“¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! Porque sois semejantes a sepulcros blanqueados, que por fuera, a la verdad, se muestran hermosos, mas por dentro están llenos de huesos de muertos y de toda suciedad. Así también vosotros por fuera, a la verdad, os mostráis justos a los hombres; mas por dentro, llenos estáis de hipocresía e iniquidad.” (Mateo 23,27-28).

Las personas que usan esta máscara arrastran a muchas personas con engaño. En el fondo, no tienen una verdadera y sincera relación con Cristo; tan solo, conocen bien la teología pero no la ponen en práctica.

“Cumplid la palabra y no os contentéis sólo con escucharla, engañándoos a vosotros mismos.” (Santiago 1,22).

Porque para ser justos ante Dios no basta con escuchar la ley: hay que cumplirla”. (Romanos 2,13).

Esta máscara pone cargas pesadas, normas exhaustivas y requisitos imperativos sobre los demás y se basa mas en cumplimiento ("cumplo y miento") de la ley, que en la gracia de Dios. 

Pone más empeño en la norma que en el amor, más en el "hacer" que en el "ser".

Falso ánimo

La mascara del falso ánimo es la que encubre la inconstancia  y la indecisión: nunca persevera, nunca termina lo que comienza, empieza muchas cosas y siempre las deja a medias.

Las personas que utilizan está máscara son completamente emocionales, impulsivas e inmaduras, todo lo hacen motivadas por sus emociones y sentimientos. 

Siempre tienen dos maneras de pensar con respecto a cualquier cosa: hoy creen que algo es blanco y mañana, negro; hoy quieren ser cristianos y mañana mundanos.

Los cristianos que la usan son firmes candidatos a apostatar, a 
desistir, a desertar, a renunciar y negar la Fe tarde o temprano, ya que su inconstancia les hace desistir de sus planes u objetivos, y también de Dios.

Los inconstantes, cuando se alejan, demuestran que nunca fueron verdaderos cristianos: 
"Han surgido de entre nosotros, pero no eran de los nuestros; porque si hubieran sido de los nuestros, hubieran permanecido con nosotros; pero ha sucedido esto para que se manifieste que todos éstos no eran de los nuestros." (1 Juan 2,19)

Y este es el problema fundamental que caracteriza a
 esta máscara: no permanece en nada, no persevera absolutamente en nada! A todo renuncia, de todo desiste, incluso de la propia Fe en Jesús, demostrando que tal fe era vana.

Falso gozo

Esta máscara convierte una realidad de dificultades, problemas o soledad en otra de falsa alegría, en la que siempre sonríe, siempre está contento, siempre está feliz, aparentemente.

Se trata de una máscara que endurece el corazón, que nunca pide ayuda, que nunca se abre a los hermanos. 

Se trata también de una actitud orgullosa que impide abrir el corazón y que prefiere sufrir en silencio, antes que abrir su corazón a nadie.

Generalmente, estas personas han sido dañadas en el pasado, y su corazón arrastra demasiadas heridas, que a su vez, le sumergen en el resentimiento y el rencor.

Han sufrido tanto que no quieren exponerse de nuevo y se endurecen a la hora de establecer relaciones interpersonales de cualquier índole.

Se apartan y se vuelven más solitarias, y cuando están inmersos en esos momentos de aflicción, se deprimen, sufriendo un terrible dolor que les corroe interiormente.

Pero tarde o temprano, todo ese dolor sale a la luz cuando estallan, cuando se rompen y es en ese momento, cuando su corazón roto se manifiesta.

Conclusión:

 ¡¡Fuera mascaras!! Ninguna nos beneficia realmente. Todas son dañinas, todas esconden cosas horribles, todas son mentira.

Descubramos nuestra verdadera cara y mostremos nuestro dolor a Dios. El nos creó y nos quiere tal y como somos. A Él no podemos engañarle. Si usamos máscaras, impedimos que Él nos pueda sanar.

Pidamos a Jesús que elimine nuestro orgullo, nuestra falsa apariencia, reconozcamos nuestro error al sufrir en silencio, al pretender ser algo que no somos.. fuera mascaras!! 

Abandonemos la hipocresía y el engaño.. Dios nos conoce y para él no hay nada oculto: "Yo, el Señor, escruto el corazón, sondeo las entrañas para dar a cada cual según su conducta, según el fruto de sus obras."  (Jeremías 17,10)

Renunciemos a las marcaras y no nos ocultemos, examinamos nuestra realidad a la luz del Espíritu Santo y de la Palabra de Dios y pidámosle que sane nuestro pensamientos más íntimos y ocultos. Y Él lo Hará!!

jueves, 22 de septiembre de 2016

EXCUSAS PARA NO IR A MISA



Ir a misa es disfrutar de una celebración sin igual en nuestras vidas. Es encontrarnos con Dios para seguir participando de su sacrificio y agradecer el don infinito de la salvación que nos ha dado. Ir a misa es un adelanto de la gloria que viviremos con nuestro Padre en la vida eterna.

Sin embargo, cuántas veces nos hemos auto-convencido de no ir a misa bajo la tentación de alguna excusa: ¿Para qué ir si no entiendo nada? ¿Dónde dice que es obligatorio?, estoy cansado, es aburrido, vaya rollo…

He aquí las principales excusas:

La Iglesia está llena de hipócritas 

Todos somos pecadores, pero no debemos juzgar al prójimo.  Juzgar no ayuda a nadie, ni a ti ni a mi, ni a nadie y tampoco cambia la situación. "El que esté libre de pecado que tire la primera piedra". 

Precisamente porque somos todos pecadores, vamos a misa a buscar la misericordia de Dios. Por eso, es normal encontrar ahí a tantos hipócritas y pecadores, mentirosos y avaros, vanidosos y lujuriosos, etc. 

Ahora bien, si tu no eres nada de eso, sino que eres perfecto, no hace falta que vayas. El Papa Francisco dijo en una audiencia: "Si uno no se siente necesitado de la misericordia de Dios, si uno no se siente pecador, ¡es mejor que no vaya a Misa! Vamos a Misa porque somos pecadores y queremos recibir el perdón de Jesús y participar en su redención y en su perdón"

No necesito la Iglesia para estar con Dios

Si un amigo te dijera que no necesita ir a verte a tu casa, ni hacer gestos concretos y explícitos para demostrarte su cariño porque le basta con recordarte, ¿no dudarías de que su amistad? 

Si un amigo no fuera a un funeral de un ser querido con la excusa de que le recuerda en su mente y en su corazón, ¿no dudarías de su cariño?

El movimiento natural del amor surge en el interior, se desborda y se manifiesta en el exterior.  Por eso, la misa es un recuerdo, un memorial al que asistimos los amigos de Jesús, porque no podemos (ni queremos) olvidar lo que hizo por nosotros. Lo hacemos presente, no como algo del pasado.

La misa es muy aburrida

Lo mismo le ocurría a mi hijo pequeño: se aburría con el fútbol hasta que vino un día al Bernabeu y le expliqué de qué iba todo ese lío, le expliqué las reglas, conoció de cerca a los jugadores, las tácticas, las distintas competiciones, etc.

No fue fácil. El proceso de incorporación a veces necesita tiempo, pero al final hace su trabajo. Hoy es un fanático empedernido (más que yo) del Real Madrid. 

Salvando todas las distancias, en el caso de la misa, uno se aburre por desconocimiento y falta de ganas de integración y entonces, es incapaz de disfrutar de las grandezas de la misa. Es necesario entrenarse: conocer mejor las reglas, los signos, la teología, y empezar a encontrarle el gusto. Cuesta. Es verdad, pero vale la pena. El tiempo se encargara de hacer su trabajo. 

Iré cuando lo sienta, nunca obligado

¿Acaso dices que solo tienes hambre de vez en cuando y que solo comerás cuando lo necesites, cuando lo creas conveniente? No, ¿verdad?. El cuerpo nos obliga a alimentarlo. Es cuestión de vida o muerte. Es inevitable. 

Lo mismo te pasaría si descubrieses esa hambre espiritual que clama desde lo hondo del corazón con intensidad. Es imposible no desear alimentar el espíritu. Es cuestión de vida o muerte:  "Si no coméis la carne del Hijo del hombre y no bebéis su sangre, no tendréis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene la vida eterna y yo le resucitaré el último día. Porque mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida" (Jn 6, 53-55)".

No me gusta ir a misa

Utilizar el criterio de los sentimientos para decidir qué hacer o no hacer en la vida es una actitud infantil y poco madura. 

Si sólo hiciéramos lo que nos apetece, muchas actividades importantes de nuestra vida quedarían sin efecto. Si nos rigiésemos por esta ley caprichosa acabaríamos enfermos (no quiero esa medicina), siendo despedidos del trabajo (no quiero ir a trabajar) o no desarrollaríamos muchos de nuestros talentos (no quiero ir al colegio). 

La madurez nos descubre que los sacrificios son parte fundamental de la vida, son experiencias que nos permiten crecer y desplegar con plenitud nuestra existencia. 

Con un poco de esfuerzo y perseverancia muchas de las actividades que al inicio nos cuestan (y por ende no nos gustan), con el tiempo comienzan a adquirir el sabor de la familiaridad, de la sana rutina del buen hábito, del sacrificio que libera, del rito capaz de darle un profundo sentido a la vida; y así poco a poco se nos desvela la belleza y el gran valor que se nos ocultaban a primera vista. 

En el caso de la Eucaristía es tremendo poder descubrir la presencia real de Dios y la posibilidad de compartir con Él una hora junto a Él.

La misa es para los viejos

No es cierto. Depende del lugar. Aunque sí es cierto que en muchos lugares de Europa es así. Ahora bien, los ancianos nos dan una cátedra de vida en ese sentido: por la sabiduría adquirida a través de los años y por el aproximarse inminente de la inexorable muerte, logran vislumbrar con más claridad lo esencial de la vida que es invisible a los ojos, y se arriesgan, como pocos jóvenes lo harían, a dar ese salto de fe y a vivir contra-corriente, y llevar con coherencia su fe. 

Muchos vuelven a ir a misa y a rezar habitualmente porque saben que allí encuentran "ese fármaco de inmortalidad, ese antídoto para no morir, ese remedio para vivir en Jesucristo para siempre" (San Ignacio de Antioquía). 

Qué importa el qué dirán y las falsas apariencias de este mundo que pasa. Deberíamos aprender del testimonio y experiencia de nuestros mayores (como nos aconseja el Papa Francisco). 

¿Cómo evitar llegar a esa situación donde los jóvenes dejan de practicar la fe? Si tú eres uno de esos viejos sabios, sigue dando tu testimonio con valentía y trata de llevar a misa a tus nietos mientras se dejan llevar. Si tú eres uno de esos jóvenes inmortales que creen que la vida no acaba y la muerte no llega, y que ha puesto su fe en sí mismo, medita más sobre estos misterios y pregúntate ¿hacia dónde vamos? ¿qué hacemos aquí? ¿qué hay después de esta vida? ¿por qué tantas personas mayores van a misa? ¿qué ven ellos que no veo yo? Tal vez así podrás adquirir esa sabiduría profunda que falta en nuestros días y volverás a ir a misa.

Voy siempre a misa pero no veo ningún cambio en mi.

La comunión es el gran acto de fe. No todo lo que recibimos podemos medirlo, cuantificarlo con criterios perfeccionistas, efectivistas y pragmáticos. 

Hay un misterio que late allí que va mucho más allá de nosotros, mucho más allá de nuestro campo de comprensión, un cambio real que sucede siempre: el Cuerpo de Cristo crece, aumenta, se eleva, porque el Señor se hace presente en nuestro corazón. 

Por eso hay que creerle a Jesús cuando recibimos los sacramentos: "El que los recibe más frecuentemente, recibe más frecuentemente al mismo Salvador, porque el mismo Jesús así lo dice: El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él" (Timoteo de Alejandría). 

Si le creemos, necesariamente nuestra vida cambiará, es la lógica de la gravedad y de la inercia: si el centro es Cristo, las órbitas de nuestra vida cambian y eso se nota. 

No entiendo la dinámica de arrodillarse y levantarse todo el tiempo.

Somos seres espirituales y materiales. Por eso, no podemos vivir sin mediaciones, sin contacto, sin símbolos. La palabra símbolo viene del griego sym (con, juntos) y ballein (verbo que significa arrojar, poner), el resultado es elocuente, se trata de poner juntas dos cosas, que separadas no poseen un significado completo, con el fin de que adquieran la plenitud de este

Cada vez que nos arrodillamos, santiguamos, ponemos de pie, estamos realizando una serie de signos litúrgicos llamados a expresar simbólicamente una serie de realidades. 

En el caso de la misa lo más extraordinario es que muchos de los símbolos se vuelven no solo portadores de un mensaje o representación de un concepto, sino que realizan efectivamente aquello que significan. Por ejemplo, cuando el cura  alza la hostia y dice las palabras de la consagración esta “poniendo juntos”, la realidad material de un trozo de pan y una serie de oraciones formales; ambas cosas por separadas no pueden decirnos mucho, pero juntas, se convierten en el Cuerpo de Cristo. Nosotros por nuestra parte nos arrodillamos. Ese gesto que otras ocasiones podría no significar nada (me arrodillo para buscar un objeto que se cayó), en este momento al hacerlo delante de la hostia, que es el Cuerpo de Cristo, se convierte en un signo, un símbolo de verdadera adoración.

En mi parroquia no hay una misa sobria con recogimiento

Primero hable con su Párroco y vea cuál es el problema de fondo. Tal vez se lleve una sorpresa. Tenga presente que Dios ha suscitado toda clase de espiritualidades. 

La Iglesia sobreabunda de carismas con diversos matices y colores. No es que unos sean mejores que otros, simplemente somos distintos. Dios lo sabe y por eso nos regala tantos dones. Por eso, así como a ti no te ayudan los cantos en otro idioma y la música con guitarra, hay quienes, paradójicamente, no se recogen con el rito tridentino y con los cantos gregorianos. 

No juzgues, respeta y valora la pluralidad que es el signo de la grandeza de Dios, único capaz de sostener en unidad los polos opuestos. En todo caso, siempre puedes buscar otra Iglesia cercana que responda mejor a tu sensibilidad espiritual. 

Recuerda: sólo corrige allí donde no se cumplan las normas litúrgicas correspondientes o se practiquen abusos. Del resto, maravíllate y da gracias a Dios.

No soporto el contacto físico con desconocidos

La misa es la celebración cumbre de una comunidad que entra en comunión total, formando un solo Cuerpo. Aquí todo se mezcla: cuerpo, alma, espíritu. Todo se unifica en Cristo, Cabeza del Cuerpo. Por ende, si quieres evitar el contacto y consideras a tu prójimo un desconocido (y no un hermano), estás en el lugar equivocado. 

Aquí todo es contacto y hermandad. Como decía Pablo “Vivo yo, ya no yo, Cristo vive en mí”, y vive en mi hermano que comulga junto a mí y vive en todos los que participamos de Él. Todos formamos un solo Cristo, vivimos su vida, realizamos su misión. Somos una nueva humanidad, la humanidad en Cristo. Estrechamente unidos, más que por la sangre de familia, por la sangre de Cristo, y en Cristo, por Cristo, y para Cristo vivimos en este mundo.

No puedo concentrarme, me dan ataques de risa

Si es risa de alegría y gratitud por los dones recibidos (eucaristía significa acción de gracias) me parece legítimo. Hay gente que es espontáneamente alegre. Eso sí, trata de no molestar a los demás, es decir, ríete contenidamente. Tampoco se te ocurra reírte durante la consagración, pues allí se reactualiza la pasión de Nuestro Señor (que de gracioso tiene poco). 

Si por el contrario, tu risa es expresión de superficialidad burlesca e infantil, haz un esfuerzo y trata de madurar. Si no obtienes resultados pídele al Señor la gracia o llama a tu médico. Fuera como fuera, la meta es que la misa sea un reflejo de tu vida.