¿QUIÉN ES JESÚS?

La vida de Jesús siempre ha suscitado preguntas a lo largo de los últimos dos mil años.

¿Cómo pudo un carpintero que fue ejecutado por los romanos convertirse en el hombre más famoso de la historia?
¿Fue Jesús alguien verdaderamente real?
¿Cómo puede Dios ser un hombre al mismo tiempo?
¿De qué manera podría esto tener algún sentido para mi vida?

Estas son algunas pero queremos que nos cuentes las tuyas.
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viernes, 4 de noviembre de 2022

¡AHORA HA VENIDO "ESE" HIJO TUYO...!

"Hace tantos años que te sirvo, 
y jamás dejé de cumplir una orden tuya, 
pero nunca me has dado un cabrito 
para tener una fiesta con mis amigos; 
¡ahora que ha venido ese hijo tuyo, 
que ha devorado tu herencia con prostitutas, 
has matado para él el novillo cebado!" 
(Lc 15,29-30)

¡Ahora ha venido ese hijo tuyo...! Es lo que le dice el hijo mayor de la parábola al Padre, al regresar su hermano (Lc 15,30). No dice "ese hermano mío" sino "ese hijo tuyo...", una expresión despectiva que parece hacerse eco de otra similar: "La mujer que me diste..." (Gn 3,12). El hombre, cuando se siente "destronado" o "interpelado", siempre se excusa y culpa a Dios.

Las palabras del evangelio de Lucas muestran una terrible realidad que muchos, que hemos estado alejados y hemos regresado arrepentidos a la Iglesia, sufrimos con frecuencia: las miradas de recelo y desprecio de algunos de nuestros "hermanos mayores" por recibir la gracia de Dios. Incluso le increpan por alegrarse y recibirnos con una fiesta.

Desgraciadamente, algunos que se consideran a sí mismos justos y fieles, conciben la casa de Dios como algo propio y exclusivo en la que ellos deciden dónde, cómo, cuándo y quién puede recibir la gracia divina. Parecen decirle a Dios cómo ser Dios y qué debe hacer.

Pero el Señor mismo les contesta en otro pasaje del evangelio con la parábola de los jornaleros de la viña: "¿Es que no tengo libertad para hacer lo que quiera en mis asuntos? ¿O vas a tener tú envidia porque yo soy bueno?" (Mt 20,15). Dios es bueno y aunque creó al hombre bueno, éste siempre cae en la tentación de ser malo.

El Ca­te­cis­mo de la Igle­sia Ca­tó­li­ca dice que la en­vi­dia es la tris­te­za que se ex­pe­ri­men­ta ante el bien del pró­ji­mo y el de­seo des­or­de­na­do de apro­piár­se­lo. Y el diccionario afirma que el término "envidia", que proviene del latín in- "poner sobre" y videre, "mirada", es decir, poner la mirada (malintencionada) sobre algo o alguien, "ver mal", con maldad o con "mal ojo", es justamente el sentido que Dios nos enseña en estas parábolas y que quiere que evitemos. 

Sin embargo, ni la envidia del hermano mayor ni la de los trabajadores tempraneros proviene sólo por su errónea idea de "injusticia retributiva" de Dios, sino por la alegría del "hijo resucitado" y por el hecho de que los jornaleros tardíos reciban el mismo salario al final del día.

Y es que estos "hermanos mayores" no llegan a comprender cómo es Dios realmente y cuán infinita es su misericordia y su bondad. No son capaces de ver...o, peor aún, "ven con maldad"...porque los celos les ciegan y la envidia les envenena. No comprenden que Dios no paga ni premia por nuestros méritos, sino porque Él es Amor... gratuito, infinito y para todos.
Esa incapacidad para alegrarse por la gracia divina derramada sobre otros, les lleva por celos a clericalizarse, a "farisearse", a sentirse orgullosamente superiores, a apropiarse de Dios y a proclamarse a sí mismos "dueños exclusivos de la gracia". 

La envidia es una actitud pecaminosa que tiene su origen en el orgullo y la soberbia, que conduce a prejuzgar y a difamar a nuestro hermano (en realidad, a "asesinarlo" ), que va en contra de la unidad de la Iglesia y que es "el pe­ca­do dia­bó­li­co por ex­ce­len­cia", según San Agustín, pues trata de alejarnos de la comunión con Dios y con los demás, buscando la división en el seno de Su familia, como hace también en el de la familia humana. 

¡Cuánto nos cuesta alegrarnos del bien ajeno! ¡Cuánto nos cuesta reconocer y apreciar la dignidad y los derechos de los demás como hijos del mismo Dios! ¡Cuánto nos cuesta "compartir" a Dios con otros! 

Sí, queremos a Dios para nosotros solos, pero en realidad, lo hacemos por un sentido egoísta de propiedad y no porque le amemos de corazón. ¡Estamos muy lejos de Él, aunque Él esté cerca de nosotros!...como el hijo mayor de la parábola.

El Señor nos advierte: "Yo soy el buen pastor. El buen pastor da su vida por las ovejas" (Juan 10, 11).  "Cuidado con despreciar a uno de estos pequeños, porque os digo que sus ángeles están viendo siempre en los cielos el rostro de mi Padre celestial. [Pues el Hijo del hombre ha venido a salvar lo que estaba perdido.] …No es voluntad de vuestro Padre que está en el cielo que se pierda ni uno de estos pequeños" (Mt 18,10-11.14).

Si nos fijamos bien en todas las parábolas llamadas "de la Misericordia" (el hijo pródigo, los trabajadores de la viña, la oveja extraviada, el dracma perdido...), Dios siempre nos invita a la alegría y el gozo. Y por ello, nosotros los cristianos, ¿no deberíamos alegrarnos junto con el Señor porque encuentre a las ovejas descarriadas, a las monedas perdidas o al hijo "que estaba muerto"? (cf. Mt 18, 12-13; Lc 15,8-10).

La memoria de Dios sobre cada ser humano, el pensamiento amoroso que somos cada uno de nosotros, debería hacernos recapacitar sobre el riesgo de no perdonar (Mt 6,15), de ser rencorosos y olvidar -abandonar- el amor (Ap 2,4-5)…Porque sin amor, "nada somos" (1 Cor 13).

Dice el Ca­te­cis­mo de la Igle­sia Ca­tó­li­ca que la en­vi­dia es la tris­te­za que se ex­pe­ri­men­ta ante el bien del pró­ji­mo y el de­seo des­or­de­na­do de apro­piár­se­lo. Así pues, el gozo por el bien de nuestro prójimo sólo puede darse por un deseo ordenado y desinteresado que mire con los mismos ojos misericordiosos de Dios, o con la misma mirada tierna de Cristo, que no busca envidiar ni apropiarse sino enamorar y entrar en comunión.

Sigamos la invitación de san Pablo: "Que la esperanza os tenga alegres" (Rm 12,12). "No seamos vanidosos, provocándonos unos a otros, envidiándonos unos a otros" (Gal 5,26). O la del rey David: "Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia" (Sal 118,1). 

Así pues, la alegría debe ser la razón de nuestra esperanza en las promesas de Cristo y el agradecimiento, la actitud de nuestra confianza en la misericordia de Dios. 

Alegrémonos de la gracia que Dios derrama en otros hermanos, no por el aprecio insignificante que los hombres damos a una oveja frente a cien o a una moneda frente a diez, sino por el inmenso valor que tenemos todos y cada uno de nosotros para Dios.


"Alegraos, justos, y gozad con el Señor" 
(Sal 32, 11)

viernes, 19 de agosto de 2022

MEDITANDO EN CHANCLAS (20): UNO SOLO ES VUESTRO PADRE, EL DEL CIELO

"Uno solo es vuestro Padre, el del cielo"
(Mt 23,9)

Terminamos hoy las meditaciones en chanclas por esta temporada con una visión de la gloria de Dios mostrada al profeta Ezequiel en la primera lectura, afirmada en el Salmo. y explicada en el Evangelio.

Nos ponemos en situación: Ezequiel y el pueblo de Israel se encuentran en la cautividad del destierro en Babilonia, tras la destrucción del templo de Jerusalén, símbolo de la presencia y gloria de Dios. El Señor le muestra al profeta una visión de un nuevo templo, símbolo de la nueva relación con Dios.

Tras la gran desgracia por haber perdido tierra, templo, identidad e incluso el idioma, el pueblo de Dios se plantea toda esa desolación como un acto de contrición, una oportunidad de volver su rostro al Señor. Su dura cerviz y su corazón de piedra se han convertido en una actitud dócil y un corazón de carne dispuestos a recibir la gloria de Dios. 

Sin embargo, su pensamiento estaba en la recuperación de su identidad como pueblo elegido y en la reconstrucción del templo majestuoso de Salomón. No entendían que la visión mostraba la futura venida del Mesías, la encarnación del Cristo prometido.

La gloria de Dios, como dice el salmo, "traerá la paz a su pueblo y la salvación habitará en nuestra tierra". Salvación y gloria, misericordia y fidelidad, justicia y paz se unirán en la persona de Jesús. 

En el evangelio, Jesús nos muestra, poniendo a los fariseos como ejemplo de hipocresía, es decir, como modelo de lo que no hay que hacer: "haced y cumplid todo lo que os digan; pero no hagáis lo que ellos hacen".

Jesús reprende la actitud hipócrita de los "jefes" del pueblo de Israel y nos advierte de no buscar nuestra gloria, de no anhelar los "primeros puestos" de poder y de no desear el reconocimiento de los demás, haciéndonos llamar "padre" o "maestro", porque sólo uno es nuestro Padre y sólo uno es nuestro Maestro. La gloria le corresponde sólo a Dios.  

Cristo envía una advertencia específica para quienes rigen su Iglesia y que continúa en el resto del capítulo 23 de Mateo con los "ay" (Los ocho lamentos de Jesús) sobre los falsos líderes religiosos que buscan su "vanagloria" (gloria inútil). 

Y se lamenta por ellos, a la vez que les reprende porque buscan su propia gloria, no sólo alejándose de Cristo sino alejando a otros de Él: "¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que cerráis a los hombres el reino de los cielos! Ni entráis vosotros, ni dejáis entrar a los que quieren" (Mt 23,13). 

La gloria de Dios pasa por el camino de la cruz, de la entrega y por la humillación de hacerse servidor de todos. Cristo es el primero, el enaltecido, el glorificado: "El primero entre vosotros será vuestro servidor. El que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido" (Mt 23,11-12).

El Señor nos llama a seguir su ejemplo, a servir a los demás, a humillarnos para ser enaltecidos por Dios. Nos exhorta a no vivir de las apariencias, a ser cristianos auténticos, coherentes y fieles a nuestro Maestro glorioso.


GAD

lunes, 23 de agosto de 2021

LOS OCHO LAMENTOS DE JESÚS: ¡AY DE VOSOTROS!

"¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas!
¡Jerusalén, Jerusalén!,
que matas a los profetas
y apedreas a quienes te han sido enviados"
(Mateo 23,1-39)

Después de escuchar en los evangelios a Jesús hablando con signos y parábolas, con firmeza y claridad, tanto a la muchedumbre como a los discípulos, ahora, en el capítulo 23 del evangelio de San Mateo, el Señor se dirige a la clase dirigente religiosa, a los escribas y fariseos. 

Ellos, doctores de la Ley, pastores del pueblo, administradores encargados de cubrir las necesidades materiales y espirituales del pueblo de Israel, se han convertido en guías ciegos, necios e hipócritas que "dicen pero no hacen", que cargan a la gente con normas pesadas que ellos no cumplen, que hacen todo "de cara a la galería" pero que no mueven un dedo, que se "elevan y se espiritualizan" pero no viven lo que predican y que sólo buscan honor, privilegios y poder.

Jesús se exaspera y se indigna por la incoherencia y el descrédito de las conductas, las actitudes y comportamientos de los dirigentes religiosos, por los abusos e injusticias de los escribas y fariseos sobre los inocentes. Pero no es ira lo que el Señor demuestra sino Temor de Dios, una santa "indignación" y un "santo lamento" ante el rechazo del hombre a la gracia y a la misericordia de Dios...
Los ocho "Ay de vosotros"
En contraste con las ocho bienaventuranzas (Mateo 5,3-11) con las que se abre el reino de los cielos, Jesús realiza ocho lamentaciones (Mateo 23,13-36) con las que se cierra el reino de los cielos. Utiliza la expresión de reproche y de pesar "¡Ay de vosotros!" para señalar la dureza de corazón humano y para expresar su constante invitación a la conversión:

v. 13¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que cerráis a los hombres el reino de los cielos! Jesús se lamenta por la maldad que aleja a las personas de Dios al anteponer tradiciones, ideas y normas humanas y que cierra las puertas del Reino de los cielos a los hombres porque ni entran ni dejan entrar, ni comen ni dejan comer. 

v. 14: ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que devoráis los bienes de las viudas con pretexto de largas oraciones! Jesús se lamenta por el egoísmo que engaña al pueblo con el propósito de alcanzar un beneficio propio y que se eleva por encima de los demás con una falsa espiritualidad en lugar de humillarse en oración.

v. 15¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que viajáis por tierra y mar para ganar un prosélito, y cuando lo conseguís, lo hacéis digno de la gehenna el doble que vosotros! Jesús se lamenta por la falsedad que muestra caminos equivocados y falsas doctrinas y que no hacen discípulos de Dios sino seguidores y prosélitos que conducen a la perdición.

v. 16-22: ¡Ay de vosotros, guías ciegos, que decís: “Jurar por el templo no obliga, jurar por el oro del templo sí obliga”! Jesús se lamenta por la mundanidad que paganiza el templo y el altar de Dios y que obstaculiza la acción de la gracia de Dios cuando en la Iglesia se habla de doctrina social y política en lugar de hacer presente a Jesucristo.

v.23-24¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que pagáis el diezmo de la menta, del anís y del comino, y descuidáis lo más grave de la ley: la justicia, la misericordia y la fidelidad! Jesús se lamenta por el formalismo que enseñan y exige el cumplimiento riguroso de la Ley (613 preceptos y normas de la Torá). Un yugo insoportable y una carga pesada que contrastan radicalmente con el yugo llevadero y la carga ligera de Jesús (Mateo 11,30).

v. 25-26¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que limpiáis por fuera la copa y el plato, mientras por dentro estáis rebosando de robo y desenfreno! Jesús se lamenta por su corrupción con la que aparentan ser puros y santos de "cara a la galería", pero en su interior sólo hay pecado, maldad, desenfreno y corrupción.

v. 27-28¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que os parecéis a los sepulcros blanqueados! Jesús se lamenta por el orgullo que busca prestigio y reconocimiento social mostrándose en público como justo y escrupuloso seguidor de la Ley, pero que en realidad esconde pensamientos indignos y crueles.

v. 29-36¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que edificáis sepulcros a los profetas y ornamentáis los mausoleos de los justos! Jesús se lamenta por la falta de coherencia que proclama un gran respeto por la Ley que no cumple, y una gran consideración por los profetas que persigue, crucifica y mata.
En el versículo 33, Jesús es especialmente duro: "¡Serpientes, raza de víboras!", asemejándolos al Diablo, a la Serpiente original, e integrándolos en la familia del Enemigo. En los versículos 34 al 36, los responsabiliza de la sangre de todos los mártires, desde Abel a Zacarías.

Sin embargo, Jesucristo nos repite una y otra vez, con gestos y con palabras, que no ha venido a condenar sino a salvar, y nos advierte del enorme abismo que separa el Reino de Dios (justicia, verdad, misericordia, perdón) de la doctrina de los hombres (cumplimiento, formalismo, legalismo, incoherencia, hipocresía). 

En el versículo 37 llora desconsoladamente por Jerusalén, la esposa infiel, que crucifica y que mata a todos los enviados de Dios. Es el corazón roto de un enamorado que se lamenta por el rechazo de su pueblo a la misericordia divina"Cuántas veces intenté...y no habéis querido".

Pero Jesús no sólo se dirige a los responsables religiosos de su tiempo, sino también a todos nosotros los bautizados, consagrados y laicos...a toda su Iglesia y nos invita a hacer un profundo examen de conciencia: 

¿Soy un escriba o un fariseo?
¿Observo escrupulosamente la Ley pero me olvido del Amor?
¿Cumplo pero no sirvo?
¿Evangelizo pero no creo ni hago lo que digo? 
¿Finjo y engaño a otros con máscaras para ocultar mi hipocresía? 
¿Blanqueo mis acciones aparentemente o busco purificarlas de verdad?
¿Soy coherente con la fe que profeso? 
¿Busco protagonismo y reconocimiento?
¿Me creo superior a los demás?
¿Soy exigente, severo y crítico con los demás mientras yo no muevo un dedo?
¿Veo la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio? 
¿Soy comprensivo e indulgente con los demás o les crucifico y asesino? 
¿Hago su carga ligera o les impongo un gran peso?
¿Soy manso y humilde de corazón o soy necio e hipócrita?
¿Escucho a los profetas enviados de Dios o a los del mundo?
¿Estoy atento a lo visible o a lo invisible? ¿a lo natural o a lo sobrenatural?

viernes, 28 de mayo de 2021

DISFRAZADOS DE CRISTIANOS

“Este pueblo me honra con los labios,
pero su corazón está lejos de mí.
El culto que me dan está vacío,
porque la doctrina que enseñan
son preceptos humanos”
(Mateo 15,8-9)

Muchos, desde fuera, miran a la Iglesia y afirman que todos los cristianos son hipócritas, que los católicos se tienen personas santas, buenas y de conducta intachable pero que realmente no son así. Y en parte, tienen razón.

La Iglesia es como un cultivo de trigo en el que se siembran buenas semillas para cosechar pan, pero en el que también aparecen y brotan malas hierbas. Es inevitable que crezca cizaña entre el trigo pero no podemos definir todo el campo por lo que no se ha plantado y que, sin embargo, crece.

No podemos generalizar y afirmar que todos los cristianos son hipócritas y falsos para excusarnos y alejarnos de Dios. La Iglesia está llena de pecadores, de personas imperfectas que caen y que cometen errores, pero como decía C.S. Lewis: “un cristiano no es un hombre que nunca hace mal, sino un hombre que está capacitado para arrepentirse” .

Por desgracia, a lo largo de la historia de la Iglesia siempre ha habido (y sigue habiendo) fariseos, hipócritas o "cumplidores" infiltrados que han tergiversado la fe de Cristo, la han adecuado a sus intereses para utilizar a Dios y a los demás. 

Se trata de personas disfrazadas de cristianos que han creado una fe "haute couture", una espiritualidad a su medida, llena de normas mal entendidas y de leyes mal interpretadas, que cumplen creyendo que hacen la voluntad de Dios cuando, en realidad, lo que hacen es convertir ese "cumplimiento" en su propio dios: "No todo el que me dice 'Señor, Señor' entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos" (Mateo 7,21).

Se trata de cumplidores de cultos infecundos y ritos de apariencias que instrumentalizan a Dios y que, utilizando un lenguaje bífido, le alaban con los labios pero le niegan con el corazón: "por fuera tienen buena apariencia (...) parecen justos, pero por dentro están repletos de hipocresía y crueldad" (Mateo 23, 27-28).

Se trata de cumplidores de costumbres y tradiciones vacías que establecen una enorme brecha entre lo que dicen y lo que hacen. Observadores de rutinas y formalismos estériles que "confiesan conocer a Dios, pero lo niegan con sus obras. Son detestables, rebeldes e incapaces de cualquier obra buena" (Tito 1,16).

Se trata de cumplidores de hábitos religiosos fingidos que juzgan a otros pero se exculpan así mismos, impostores de Cristo que señalan los defectos de otros pero no se interpelan así mismos: "se contentan con oír la Palabra de Dios pero no la ponen en práctica, engañándose a ellos mismos" (Santiago 1,22).

Se trata de cumplidores pomposos de normas y preceptos que imponen y gravan a los demás: "ponen cargas pesadas sobre los hombros de otros, pero ellos no están dispuestos a mover un dedo para empujar" (Mateo 23, 4-5). 

Se trata de cumplidores de "un Evangelio reducido a un acto social, sociológico, cultural y no a una relación personal con Jesús, que ni se dejan amar por Dios ni aman, que proclaman con orgullo que son cristianos pero que viven como paganos(Papa Francisco).
Se trata de cumplidores de costumbres y legalismos que están más interesados en impresionar que en servir, en obligar que cautivar, en aparentar que ser auténticos, en imponer reglas que acatarlas, en ser autoridad que vivir bajo ella.

San Pablo, en el capítulo 11 de la 2ª carta a los Corintios, acusa a estos falsos apóstoles disfrazados de súper cristianos para aprovecharse de los demás, y los asemeja a la astucia con la que el Diablo se disfrazó de serpiente para engañar y utilizar a Eva.

Los cumplidores hipócritas se disfrazan de cristianos, están entre los cristianos, ponen cara de cristianos y sobreactúan... pero no son verdaderos cristianos. La fe no es un carnaval ni una fiesta de disfraces. 

No se trata de aparentar ser cristiano, ni de "hacer" cosas de cristianos, ni de ser "practicantes" de ritos cristianos. Tampoco se trata de ser parecidos a Cristo...se trata de ser iguales a Cristo, quien nos dio la clave para saber reconocer a un cristiano: "Por sus frutos los conoceréis" (Mateo 7,16). 





JHR

sábado, 29 de julio de 2017

FUERA MÁSCARAS

"Todo hombre es sincero a solas; 
en cuanto aparece una segunda persona empieza la hipocresía”. 
Ralph Waldo Emerson (1803-1882)

Dios odia la hipocresía, porque es mentira. Prueba de ello es que Jesús se enfrentó a los hipócritas que iban a las sinagogas, que oraban de pie, que alababan y daban limosna en público para ser vistos por otros: “Cuando, pues, des limosna, no hagas tocar trompeta delante de ti, como hacen los hipócritas (actores, mentirosos, falsos, vacíos) en las sinagogas y en las calles, para ser alabados por los hombres; de cierto os digo que ya tienen su recompensa.” (Mateo 6,2)

La palabra "hipocresía" viene del griego hypokrisis, que significa fingir, actuar o hablar con máscaras y tiene 3 connotaciones: “kjanéf”,”shav”,”jopokrités”, que se traducen como falso y mentiroso, vano e iluso, simulador o actor bajo un carácter asumido.

Hipocresía es la actitud constante o esporádica de fingir creencias, opiniones, virtudes, sentimientos, cualidades o estándares que no se tienen o no se siguen

Resultado de imagen de hipocresiaUn hipócrita es una persona con doblez que siempre comienza algo y no lo termina, siempre anda fingiendo que es una cosa cuando en realidad es otra. Nunca muestra su verdadera cara, tiene muchas caras, una para cada lugar y cada circunstancia.

Y dentro del cristianismo también existen hipócritas que utilizan máscaras. Cualquiera de nosotros podemos serlo sin darnos cuenta. Por eso el apóstol Pablo les escribía a los Corintios: “Examinaos a vosotros mismos a ver si estáis firmes en la fe; poneos vosotros mismos a prueba. ¿No reconocéis que Jesucristo está en vosotros? A ver si es que no superáis la prueba." (2 Corintios 13,5)

Más ¡ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque cerráis el reino de los cielos delante de los hombres; pues ni entráis vosotros, ni dejáis entrar a los que están entrando. ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque devoráis las casas de las viudas, y como pretexto hacéis largas oraciones; por esto recibiréis mayor condenación. ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque recorréis mar y tierra para hacer un prosélito, y una vez hecho, le hacéis dos veces más hijo del infierno que vosotros.” (Mateo 23,13-15).

La palabra "mascara" viene de la palabra griega: “kjafás”, que significa: disfrazar, encubrir, esconder, deformar, fingir. Los posibles antepasados en latín (no clásico) son mascus, masca = "fantasma", y el maskharah árabe = "bufón", "hombre con una máscara".

Máscara es una representación, cargada de intenciones y simbolismos, convertidos en arquetipos que son parte del inconsciente colectivo e individual y representan los temores y aspiraciones de una civilización.

Imagen relacionadaHay que reconocerlo. Todos en algún momento de nuestra vida nos hemos puesto máscaras. El que diga lo contrario, miente. 

Usar máscaras muestra cualidades o sentimientos contrarios a los que tiene o experimenta. En sí es hipocresía, una forma de mentira. Es la negativa a aplicar en nosotros los mismos valores que aplicamos en otros.

El problema
 fundamental por el cual usamos máscaras es porque no nos conocemos a nosotros mismos y porque no conocemos a Dios, porque Él conoce todos los corazones y nadie puede engañarle: “El corazón es complejo más que toda otra cosa y perverso: ¿quién lo conoce a fondo? Yo, el Señor, escruto el corazón, sondeo las entrañas para dar a cada cual según su conducta, según el fruto de sus obras." (Jeremías 17, 9-10)

Hoy nos detendremos en 4 tipos de máscaras habituales en nuestras comunidades cristianas:

Falsa humildad

Es un máscara muy dañina que engaña al mismo que la usa y que consiste en mostrar una actitud de mansedumbre y de servicio, humillarse en público para luego quejarse y criticar a espaldas de los demás, provocando divisiones y contiendas.

La falsa humildad es una máscara que esconde auténtica soberbia, arrogancia y orgullo. 

Su objetivo es satisfacer el ego de quien la porta, reafirmar su "yo" públicamente, sintiéndose superior aunque finge ser inferior, para ser exaltado.

Falsa espiritualidad

Esta es una máscara de pura apariencia, el portador de esta mascara aparenta ser una persona muy espiritual, pero no lo es. 

Le encanta ser visto por las personas, le encanta hacer las cosas de forma solemne y ceremonial (golpeándose el pecho y rasgándose las vestiduras, levantando las manos, orando y alabando en público, etc.), y le da más importancia a lo externo (lo que se ve) que a lo interno (lo que se es).

“¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! Porque sois semejantes a sepulcros blanqueados, que por fuera, a la verdad, se muestran hermosos, mas por dentro están llenos de huesos de muertos y de toda suciedad. Así también vosotros por fuera, a la verdad, os mostráis justos a los hombres; mas por dentro, llenos estáis de hipocresía e iniquidad.” (Mateo 23,27-28).

Las personas que usan esta máscara arrastran a muchas personas con engaño. En el fondo, no tienen una verdadera y sincera relación con Cristo; tan solo, conocen bien la teología pero no la ponen en práctica.

“Cumplid la palabra y no os contentéis sólo con escucharla, engañándoos a vosotros mismos.” (Santiago 1,22).

Porque para ser justos ante Dios no basta con escuchar la ley: hay que cumplirla”. (Romanos 2,13).

Esta máscara pone cargas pesadas, normas exhaustivas y requisitos imperativos sobre los demás y se basa mas en cumplimiento ("cumplo y miento") de la ley, que en la gracia de Dios. 

Pone más empeño en la norma que en el amor, más en el "hacer" que en el "ser".

Falso ánimo

La mascara del falso ánimo es la que encubre la inconstancia  y la indecisión: nunca persevera, nunca termina lo que comienza, empieza muchas cosas y siempre las deja a medias.

Las personas que utilizan está máscara son completamente emocionales, impulsivas e inmaduras, todo lo hacen motivadas por sus emociones y sentimientos. 

Siempre tienen dos maneras de pensar con respecto a cualquier cosa: hoy creen que algo es blanco y mañana, negro; hoy quieren ser cristianos y mañana mundanos.

Los cristianos que la usan son firmes candidatos a apostatar, a 
desistir, a desertar, a renunciar y negar la Fe tarde o temprano, ya que su inconstancia les hace desistir de sus planes u objetivos, y también de Dios.

Los inconstantes, cuando se alejan, demuestran que nunca fueron verdaderos cristianos: 
"Han surgido de entre nosotros, pero no eran de los nuestros; porque si hubieran sido de los nuestros, hubieran permanecido con nosotros; pero ha sucedido esto para que se manifieste que todos éstos no eran de los nuestros." (1 Juan 2,19)

Y este es el problema fundamental que caracteriza a
 esta máscara: no permanece en nada, no persevera absolutamente en nada! A todo renuncia, de todo desiste, incluso de la propia Fe en Jesús, demostrando que tal fe era vana.

Falso gozo

Esta máscara convierte una realidad de dificultades, problemas o soledad en otra de falsa alegría, en la que siempre sonríe, siempre está contento, siempre está feliz, aparentemente.

Se trata de una máscara que endurece el corazón, que nunca pide ayuda, que nunca se abre a los hermanos. 

Se trata también de una actitud orgullosa que impide abrir el corazón y que prefiere sufrir en silencio, antes que abrir su corazón a nadie.

Generalmente, estas personas han sido dañadas en el pasado, y su corazón arrastra demasiadas heridas, que a su vez, le sumergen en el resentimiento y el rencor.

Han sufrido tanto que no quieren exponerse de nuevo y se endurecen a la hora de establecer relaciones interpersonales de cualquier índole.

Se apartan y se vuelven más solitarias, y cuando están inmersos en esos momentos de aflicción, se deprimen, sufriendo un terrible dolor que les corroe interiormente.

Pero tarde o temprano, todo ese dolor sale a la luz cuando estallan, cuando se rompen y es en ese momento, cuando su corazón roto se manifiesta.

Conclusión:

 ¡¡Fuera mascaras!! Ninguna nos beneficia realmente. Todas son dañinas, todas esconden cosas horribles, todas son mentira.

Descubramos nuestra verdadera cara y mostremos nuestro dolor a Dios. El nos creó y nos quiere tal y como somos. A Él no podemos engañarle. Si usamos máscaras, impedimos que Él nos pueda sanar.

Pidamos a Jesús que elimine nuestro orgullo, nuestra falsa apariencia, reconozcamos nuestro error al sufrir en silencio, al pretender ser algo que no somos.. fuera mascaras!! 

Abandonemos la hipocresía y el engaño.. Dios nos conoce y para él no hay nada oculto: "Yo, el Señor, escruto el corazón, sondeo las entrañas para dar a cada cual según su conducta, según el fruto de sus obras."  (Jeremías 17,10)

Renunciemos a las marcaras y no nos ocultemos, examinamos nuestra realidad a la luz del Espíritu Santo y de la Palabra de Dios y pidámosle que sane nuestro pensamientos más íntimos y ocultos. Y Él lo Hará!!

domingo, 25 de junio de 2017

CRISTIANOFOBIA...¿POR QUÉ?

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"Guardaos de los hombres, 
porque os entregarán a los tribunales 
y os azotarán en sus sinagogas;
y por mi causa seréis llevados ante gobernadores y reyes, 
para que deis testimonio ante ellos y ante los gentiles.
Mas cuando os entreguen, 
no os preocupéis de cómo o qué vais a hablar. 
Lo que tengáis que hablar se os comunicará en aquel momento.
Porque no seréis vosotros los que hablaréis, 
sino el Espíritu de vuestro Padre el que hablará en vosotros.
Entregará a la muerte hermano a hermano y padre a hijo; 
se levantarán hijos contra padres y los matarán.
Y seréis odiados de todos por causa de mi nombre; 
pero el que persevere hasta el fin, ése se salvará.
(Mateo 10, 17-22)


La cristianofobia o anticristianismo es un sentimiento de hostilidad hacia el cristianismo y, por extensión, hacia los cristianos, que se caracteriza por la discriminación o intolerancia dirigida a éstos, restricciones en su libertad de expresión, profanaciones de objetos o lugares relacionados con su fe o incluso la persecución religiosa.

Algunos estudiosos estiman que alrededor de 70.000.000 de cristianos han sido asesinados por su fe en estos dos milenios, de los cuales 45.500.000 (es decir, 65% del total) fueron asesinados en el siglo XX.


¿Por qué nos odian?


El mundo odia a los cristianos por las mismas razones por las que odió a Jesús:

Imagen relacionadaPorque la luz de Dios desenmascara sus pecados. “Él trajo la luz de Dios y el mundo prefiere ocultar las tinieblas para ocultar sus obras malas” (Juan 8, 12). Nosotros, como seguidores de Cristo, también "somos la luz del mundo" (Mateo 5, 14). De la misma manera que Satanás (otrora, Lucifer, ángel de luz) "patalea" de rabia cuando oye de boca de Jesucristo: "Yo soy la luz del mundo", su descendencia "patalea" cuando oye que somos la luz del mundo.

-Porque el odio se opone al amor. Si el amor al prójimo responde al amor de Dios, el odio del prójimo responde  también al odio a Dios. 

- Porque hay una oposición entre la mentalidad del Evangelio y la mentalidad del mundo: "No os acomodéis a este mundo; al contrario, transformaos y renovad vuestro interior para que sepáis distinguir cuál es la voluntad de Dios: lo bueno, lo que le agrada, lo perfecto." (Romanos 12,2).

Porque somos enemigos suyos"Pondré enemistad entre la descendencia de la mujer y de la serpiente" (Genesis 3, 15).“¿No sabéis que la amistad del mundo es enemistad contra Dios? Cualquiera, pues, que quiera ser amigo del mundo se constituye en enemigo de Dios.” (Santiago 4,4).
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Porque "no somos del mundo": Una iglesia aceptada y aprobada por el mundo es un oxímoro, una contradicción; una imposibilidad. Cualquier iglesia que es amada por el mundo es del mundo, y no de Cristo:"Si fueseis del mundo, el mundo os amaría como cosa suya. Pero como no sois del mundo, pues yo os elegí y os saqué del mundo, por eso el mundo os odia."  (Juan 15,19).

Porque denunciamos su hipocresía y su fariseísmo¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas!, Porque recorréis mar y tierra para hacer un prosélito y, cuando lo conseguís, lo hacéis dos veces más hijo del infierno que vosotros.” (Mateo 23,15). “¡Ay de vosotros, cuando todos los hombres hablen bien de vosotros!, porque así hacían sus padres con los falsos profetas.” (Lucas 6,26).
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- Porque les anunciamos que "la verdad que os hará libres". "Si os mantenéis firmes en mi doctrina, sois de veras discípulos míos, conoceréis la verdad y la verdad os hará libres" (Juan 8, 31-32). Una libertad que ellos rechazan porque no quieren hacer la voluntad de Dios sino la suya y piensan que es esclavitud

Porque Jesucristo nos advirtió que seríamos odiados“Si el mundo os odia, sabed que a mí me ha odiado antes que a vosotros. …Si a mí me han perseguido, también a vosotros os perseguirán;” (Juan 15,18, 20). “Los entregarán a tribulación y los matarán, y serán objeto de odio de parte de todas las naciones por causa de mi nombre.” (Mateo 24,9).


Los cristianos tenemos muy claro que seremos odiados y perseguidos por todo el mundo, mofados por los medios, ridiculizados en público, burlados por nuestros compañeros de trabajo y acosados por los políticos...pero tenemos presente lo que Jesucristo nos dijo:

“Bienaventurados los que padecen persecución por causa de la justicia, 
porque de ellos es el reino de los cielos
Bienaventurados seréis cuando por mi causa os insulten, 
os persigan y digan toda clase de mal contra vosotros, mintiendo. 
Gozaos y alegraos, porque vuestra recompensa es grande en los cielos
pues así persiguieron a los profetas que vivieron antes de vosotros.” 
(Mateo 5,10-12).


viernes, 8 de julio de 2016

AY DE VOSOTROS, FALSOS PROFETAS


“Haced, pues, y observad todo lo que os digan;
pero no imitéis su conducta, porque dicen y no hacen.
Todas sus obras las hacen para ser vistos por los hombres. 

Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, 
que cerráis a los hombres el Reino de los Cielos! 
Vosotros ciertamente no entráis; 
y a los que están entrando no les dejáis entrar.

Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, 
que recorréis mar y tierra para hacer un prosélito, 
y, cuando llega a serlo, le hacéis hijo de condenación el doble que vosotros! 

¡Guías ciegos, que...sois semejantes a sepulcros blanqueados, 
que por fuera parecen bonitos, 
pero por dentro están llenos de huesos de muertos y de toda inmundicia! 

Jerusalén, Jerusalén, la que mata a los profetas 
y apedrea a los que le son enviados! 

¡Cuántas veces he querido reunir a tus hijos, 
como una gallina reúne a sus pollos bajo las alas, 
y no habéis querido! 

Pues bien, se os va a dejar desierta vuestra casa. 
Porque os digo que ya no me volveréis a ver hasta que digáis: 
¡Bendito el que viene en nombre del Señor!”
(Mateo 23, 1-39)


Hoy comparto un fragmento del capítulo 23 del evangelio de Mateo, cuya lectura, recomiendo hacerla completa. Es el evangelio de los  lamentos, de los "ay" de Jesús.

El apóstol nos advierte de los falsos profetas, de los hipócritas vendimiadores, que ofrecen vino y venden vinagre. Predicadores posmodernos. Árboles con buena altura que no dan fruto. Sepulcros blanqueados por fuera y negros por dentro. 

Falsos profetas con máscaras de "cristianos" que dicen venir en nombre de Dios, pero que en todo lo que hacen no hay amor, no hay misericordia…no hay Dios (1 Corintios 13).

Falsos profetas con caretas de "cristianos", con apariencia de santidad y comunión con Dios, pero que realmente no le experimentan, no le viven. 

Falsos profetas con máscaras de "cristianos" pero con egos ensalzados que “dicen, pero no hacen”, de reconocida autoridad y capacidad pero que no observan lo que enseñan. 

Falsos profetas con disfraces de "cristianos", muertos espiritualmente a causa de sus pecados, con imagen de devoción, piedad y santidad, pero niegan el poder divino que puede transformarles en hombres nuevos, unidos a Cristo.

"No imitéis su conducta" porque todas sus obras son para alardear ante los hombres, anhelan el primer puesto en lugares destacados, que la gente les llame 'doctor', usan a la comunidad como medio de auto-promoción, para parecer más importantes ante los demás.

Están sólo interesados en tener “aforos completos” aparentando que su ”trabajo” está progresando y para vivir de ello. No buscan a Jesús por amor, sino por el “pan” que El les puede dar. ¡A los escribas les gustaba entrar en las casas de las viudas y hacer largas peticiones a cambio de dinero! 
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"Todo lo hacen para que la gente los vea": tele-predicadores posmodernos, contaminados por la soberbia que gusta de los lugares de privilegio, de la fama, de la rendición de pleitesía, se oponen a Dios, pues siempre buscan su propio beneficio.

"Recorren tierra y mar para ganar un solo adepto, y cuando lo han logrado, lo hacen dos veces más merecedor del infierno": buscan adeptos, no para Jesús, no para guiarlos hacia Dios y su salvación, sino para su propio interés, primero, para ellos y después, con el ánimo de que trasmitan su misma naturaleza hipócrita, vil y despreciable. 

"Guías ciegos", dirigen a la gente sin entender realmente lo que quiere decir seguir a Dios y cuando son confrontados con lo que Dios mismo dice, se dan la vuelta, porque no quieren oírlo. 

Quieren jugar un papel importante dentro de la fe, pero sólo en sus términos, con sus normas, sólo de una manera que ellos pueden controlar.

"Dan el diezmo pero descuidan los asuntos más importantes de la ley", que son el amor, la justicia y la misericordia que identifica a los discípulos verdaderos de Jesús. 

"¡Matan a los profetas y apedrean a los que le son enviados!, emitiendo juicios y dictando sentencia contra su prójimo, despreciándolo, considerándolo inferior a ellos, o sencillamente, relegándolo.

Ay de vosotros, falsos profetas, escribas y fariseos del siglo XXI, pues a Dios nadie le puede engañar. Dios ve a través de todas las máscaras, ve nuestro corazón y según sembremos así cosecharemos (Gálatas 6: 7-8).

No juzgo ni condeno (Lucas 6, 37), sin embargo, creo firmemente que el Señor en su infinita sabiduría, nos da respuestas y avisos. Y nos advierte sobre algunas personas, que no se están haciendo las cosas como Él quiere, nos llama para dar un cambio de actitud, una renovación de métodos y una variación de ciertas actividades.

Dios nos llama a quitarnos toda carga que nos aleje de Él y nos lleve al fracaso espiritual. Él es quien moldea, quien siembra y quien recoge. Nosotros, tan sólo debemos estar atentos a lo que Él nos dice.