"Judas, ¿con un beso entregas al hijo del hombre?"
(Lucas 22, 48)
(Lucas 22, 48)
Comenzamos la Semana Santa escuchando los Evangelios de Mateo, que enfatizan las infidelidades de los discípulos: la traición de Judas, la huida de todos en Getsemaní y, posteriormente, la negación de Pedro.
A pesar de que los discípulos dejan solo a Jesús en los momentos críticos, su amor y su amistad, trascienden el abandono de éstos. La reflexión que surge de estos hechos nos interpelan también a nosotros, hoy día. De igual manera que los discípulos, podemos abandonar a Jesús, pero Jesús nunca nos abandona a nosotros. Su amor es mucho mayor que nuestra infidelidad.
A pesar de que los discípulos dejan solo a Jesús en los momentos críticos, su amor y su amistad, trascienden el abandono de éstos. La reflexión que surge de estos hechos nos interpelan también a nosotros, hoy día. De igual manera que los discípulos, podemos abandonar a Jesús, pero Jesús nunca nos abandona a nosotros. Su amor es mucho mayor que nuestra infidelidad.
Jesús sabe que va a ser traicionado a pesar de que Judas está maquinando en secreto; Jesús sabe que va a ser negado por Pedro a pesar de que le dice que morirá por Él; Jesús sabe que va a ser abandonado por sus discípulos a pesar que están con Él en el Huerto. Jesús lo sabe todo.
Aún así, Cristo comparte sus últimos mensajes en confianza con todos ellos; cena y confraterniza en intimidad con sus amigos. Para los judíos compartir mesa, participar del pan y del vino eran las máximas expresiones de amistad, de intimidad y de confianza.
A pesar de ser traicionado por sus amigos, por personas muy íntimas, ¡la increíble gratuidad del amor de Jesús supera la deslealtad, la negación y la huida de sus discípulos. Su amor no depende de lo que los demás hacemos por Él. Aunque cometamos el pecado más grande, sigue considerándonos amigos suyos.
Jesús, sabiendo perfectamente lo que Pedro y los demás discípulos iban a hacer, se fue con ellos a Getsemaní. Sabiendo perfectamente lo que Judas había hecho, y lo que venía a hacer, le dijo: "Amigo, ¡a lo que vienes!" No era palabras dichas con ironía, sino con sinceridad y honestidad. Judas era su amigo y Jesús lo amaba.
¡Qué triste la reacción humana! ¡Qué descorazonadora la actitud del hombre! Después de haber vivido, comido y caminado junto a Jesús durante tres años, Judas terminará entregando a su Maestro y amigo, Pedro terminará negándole y todos, terminarán abandonándole.
El mismo amor que Jesús sentía por Judas, por Pedro y por el resto de sus discípulos que le fueron infieles, es el que siente por cada uno de nosotros, quienes, lamentablemente, lo negamos, lo traicionamos y abandonamos a diario, quizás con más frecuencia que lo hicieron Judas y el resto.
Cerca y lejos de Jesús a la vez
Los discípulos fueron unos privilegiados: caminaron tres años junto a Jesús, fueron testigos de milagros asombrosos, e incluso predicaron junto a Él. Sin embargo, Judas nunca valoró ni amó a Cristo. En realidad, no estaba realmente interesado en lo que enseñaba. Tenía puesto su corazón en las cosas terrenales, como muestra su traición y sus robos (Juan 12,6).
Seguramente Judas fue desilusionándose a medida que conocía más a Jesús, e incluso enfadándose y pensando que había desperdiciado tiempo siguiéndolo. Por eso, cuando se dio cuenta de que Jesús no le serviría para sus propios fines, lo traicionó, mostrando que nunca fue un verdadero discípulo (Juan 26,14-16).
Jesús habló en muchas ocasiones, refiriéndose a "los Judas" (Mateo 6,19-24 y 7,21-23), e incluso advirtió sobre lo que supondría la traición (Mateo 26,24). Sabía que en su Iglesia siempre habría Judas que estarían físicamente cerca de Él pero que sus corazones estarían muy lejos. Aún así lo permitió. Los amó.
Y yo, ¿estoy a la vez cerca y lejos de Jesús? ¿le traiciono? ¿le abandono en los momentos críticos?
Y yo, ¿estoy a la vez cerca y lejos de Jesús? ¿le traiciono? ¿le abandono en los momentos críticos?
Sólo Jesús llena nuestras vidas
Muchos siglos antes de la venida de Cristo, Dios le habló al profeta Jeremías: "Doble iniquidad ha cometido mi pueblo: me han abandonado a mí, la fuente de agua viva para excavarse aljibes, aljibes agrietados, que no retienen agua" (Jeremías 2,13).
Judas representa esta doble iniquidad de la que habla el profeta. Él creyó que era mejor tener un puñado de monedas que tener a Cristo. Luego vio el error que cometió, pero en vez de arrepentirse, decidió quitarse su propia vida.
Judas representa esta doble iniquidad de la que habla el profeta. Él creyó que era mejor tener un puñado de monedas que tener a Cristo. Luego vio el error que cometió, pero en vez de arrepentirse, decidió quitarse su propia vida.
De nada nos sirve tener cosas materiales ni nada de este mundo si no tenemos a Cristo: "Pues los que quieren enriquecerse caen en la tentación y en la trampa de deseos insensatos y funestos que hunden a los hombres en la ruina y en la perdición. Porque el amor al dinero es la raíz de todos los males. Algunos, arrastrados por ese amor al dinero, se han apartado de la fe y están atormentados por muchos remordimientos" (1 Timoteo 6,9-10).
Y yo, ¿dejo que Jesús llene mi vida? o ¿trato de llenarla con cosas materiales? ¿estoy cerca de Cristo en misa o pensando en mis cosas?
Judas! ¿con un beso entregas al Hijo del Hombre?
Pedro! ¿con un "no" abandonas al Hijo de Dios?
Cristiano! ¿con un "no tengo tiempo" traicionas al mismísimo Dios?