¿QUIÉN ES JESÚS?

La vida de Jesús siempre ha suscitado preguntas a lo largo de los últimos dos mil años.

¿Cómo pudo un carpintero que fue ejecutado por los romanos convertirse en el hombre más famoso de la historia?
¿Fue Jesús alguien verdaderamente real?
¿Cómo puede Dios ser un hombre al mismo tiempo?
¿De qué manera podría esto tener algún sentido para mi vida?

Estas son algunas pero queremos que nos cuentes las tuyas.
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domingo, 6 de junio de 2021

TOBÍAS: EL JUSTO ES PROBADO EN LA TRIBULACIÓN

"Si os volvéis a él de todo corazón 
y con toda el alma, 
siendo sinceros con él, 
él volverá a vosotros 
y no os ocultará su rostro. 
Veréis lo que hará con vosotros, 
le daréis gracias a boca llena"
(Tobías 13,6)

Durante esta 9ª semana del tiempo ordinario hemos estado leyendo el libro histórico (y al vez, sapiencial) de Tobías (latín) o Tobit (griego), judío piadoso de la diáspora, temeroso de Dios, cumplidor de la Ley y bienhechor de su familia y de su pueblo, en el que se muestra un camino de perseverancia y fidelidad del justo en el sufrimiento, y un itinerario de fe para los esposos, en la elección del cónyuge dentro de la "familia cristiana", y para las familias, en la unidad y alegría dentro de una "casa cristina".
 
A través de la metáfora bíblica del "camino" (andar por el camino de la verdad y la justicia es vivir según la Ley de Dios) se nos muestra cómo, muchas veces, el mal y el dolor se ceban con el fiel y el compasivo, pero al que la justicia divina salvaguarda con la protección angélica y recompensa su virtud y fe con bendiciones abundantes "como el oro se prueba en el fuego, así el justo es probado en la tribulación" (Proverbios 17,3; Sabiduría 3,5-6; Eclesiástico 2,5; 1 Pedro 1,6-7).

¿Cómo es posible que Dios permita que el sufrimiento del justo? La Providencia actúa en la vida de cada hombre, de cada familia cristiana, en la medida en la que nosotros colaboramos con Dios poniendo los medios a nuestro alcance para llevar a cabo la virtud en nuestro "caminar". Dios permite el sufrimiento y la tribulación, no para que comprendamos el sentido de la desgracia sino para que recurramos en oración personal a Su misericordia y nos abandonemos en sus manos con confianza y sin desesperación.

El drama de Tobit
Como Job, Tobit es privado de todos sus bienes pero no maldice al Señor (Job 1,8-22;Tobías 1,20-2,1). Es probado físicamente, con la ceguera (2,9-10) y moralmente, con los reproches de su mujer (2,11-14) pero tampoco peca con sus labios (Job 2,3-10). 
Los reproches de Ana (como los de los amigos de Job) ponen en evidencia la extendida creencia popular judía de que la desgracia era la consecuencia de algún pecado (Tobías 3,3-4; Éxodo 20,5; 34,7; Números 14,18; Deuteronomio 9,5; Ezequiel 18,20; Lucas 13,2; Juan 9,2-3). 

Tobit, como Job, como Jonás y también como Sara, la prometida de Tobías, pedirá la muerte en momentos de debilidad como liberación al sufrimiento. Sin embargo, a través del diálogo con Dios, de la oración suplicante y confiada, responderá con la aceptación plena a la voluntad de Dios.

El drama de Sara
El drama de Sara se presenta de forma paralela al de Tobit y todo sucede simultáneamente "en aquel mismo día", es decir, el día en que Tobit oyó las injurias de su mujer (2,14). Sara sufre injurias, insultos y oprobios inmerecidos que la achacan la muerte de sus siete maridos.  Sus sentimientos de desgracia son más profundos que los de Tobit (3,1) y también la ponen al borde del suicidio.

Como Tobit, Sara busca la muerte. Se dirige a un lugar apartado, solitario, y sube al piso superior de la casa de su padre, como metáfora de la oración, donde se siente segura (cf. Judit 8,4). Allí, le ruega a Dios que disponga de su vida y la libere de su desolación. Es allí, en su noche oscura, en su oración confiada, donde encuentra el desahogo del corazón atribulado, el sosiego del alma fiel y la serenidad del espíritu virtuoso. 

En el mismo momento (3,11), con una triple invocación, bendición y petición a Dios, Sara extiende las manos hacia la ventana, hacia la tierra que el Señor ha dado a los padres, abre el corazón y se siente reconciliada, cambia de opinión y halla una alternativa a su situación desesperada.

En ambos dramas se desvela la presencia de Dios, que siempre acompaña al justo. Las oraciones de Tobit y de Sara son escuchadas favorablemente por el Señor que envía a uno de sus 7 ángeles principales, a san Rafael ("Dios cura" o "medicina de Dios"), para que acompañe a Tobías, libere a Sara y cure a Tobit.

Satanás, burdo imitador de Dios, había enviado a uno de sus 7 demonios malignos, a Asmodeo (del persa Aeshma Deva, "demonio de la lujuria", y del arameo shmd, "destructor, aniquilador"), para hacer sufrir y padecer a Sara (de forma parecida a cómo el diablo hizo con Job), y había dejado a Tobit inmerso en las tinieblas de la ceguera.

El viaje de ida  y vuelta
Tobit envía a su hijo Tobías de Nínive a Ecbátana y de allí, 350 kms hasta la lejana Ragués, en Media, para recuperar un depósito de diez talentos de plata que dejó en casa de un familiar, Gabael. Pero se trata de una excusa para organizar este largo y arriesgado viaje de ida y vuelta para que su hijo se despose con Sara, su prima. Antes de partir, le dará una serie de avisos y consejos morales sobre la conducta apropiada de un creyente y sobre su trato hacia los demás. 

Paralelamente, Dios responde las plegarias de los justos enviando al arcángel san Rafael, que le espera en la puerta de su casa y a quien Tobías contratará como experto guía y  acompañante idóneo, porque conoce bien todos los caminos y la casa de Gabael (5,6), para que le proteja y garantice el éxito del viaje.
La intervención de la Providencia divina no sólo hará que el ángel acompañe al joven Tobías en su viaje sino que, además, realizará la curación de su padre Tobit y la de su prima Sara, a quien ha escogido para que sea su esposa. 

El ángel Rafael revela a Tobías que Sara está destinada para él desde siempre. Es una profesión de fe en la providencia eterna de Dios sobre sus elegidos. Tobías salva a Sara y con la unión de ambos se cumple el plan divino sobre ella. Esta unión representa la alianza entre Dios y el hombre, el matrimonio entre Cristo y su Iglesia, las bodas entre el Cordero y la Novia. 

En Ecbátana suceden cuatro importantes acontecimientos: el contrato de matrimonio firmado por Ragüel y Edna, padres de Sara (7,1-14); la curación de Sara en la noche de bodas mediante un "exorcismo" (7,15-8,18); el banquete nupcial al día siguiente y que dura catorce días en  Ecbátana (8,19-21), y, por último, la recuperación del dinero depositado en casa de Gabael (9,1-6). 
Dos de las tres misiones encomendadas por Dios a Rafael están cumplidas: la liberación del demonio, y la boda de Sara y Tobías. Ahora comienza el viaje de vuelta de Ecbátana a Nínive para completar la última misión, anunciada casi desde el principio (3,17): la recuperación de la vista de Tobit.

El ángel Rafael convence a Tobías para que se adelanten, puesto que la llegada de Sara es el comienzo de una nueva vida. Por tanto, deben anticiparse para "preparar la casa" y, sobre todo, curar a su padre Tobit de la ceguera con la unción de la hiel del pez, para que pueda ver a Sara y el gozo sea completo.

El recibimiento de Tobías
La vuelta de Tobías a Nínive es el punto ágido del libro: la alegría de Ana al recobrar a su hijo se une a la luz de su padre, al recuperar la vista. Para ambos, es un "volver a vivir", un "resucitar", un "volver de la oscuridad a la luz".

Ana, quien "día tras día se asomaba al camino por donde su hijo había marchado" (Tobías 10,7), al ver a su hijo, se lo comunica primero a Tobit como acto de reconciliación por las disputas que habían tenido con la marcha de su hijo. 

Ana, quien "acudió corriendo y se abrazó al cuello de su hijo (Tobías 11,9), nos traslada a la escena del regreso del hijo pródigo a la casa del Padre "cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y se le conmovieron las entrañas; y, echando a correr, se le echó al cuello y lo cubrió de besos" (Lucas 15,20) y a la del regreso de José a la casa de su padre Jacob: "al verlo se le echó al cuello y lloró abrazado a él" (Génesis 46,29).
Ana, quien, mientras abraza y besa a su hijo amado, dice: "Te he visto, hijo mío. Ahora ya puedo morir" (Tobías 11,9) nos traslada a las palabras de Simeón en la presentación de Jesús en el templo de Jerusalén "Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz. Porque mis ojos han visto a tu Salvador" (Lucas 2,29-30), y a las palabras de Jacob a José: "Ahora puedo morir, después de haber contemplado tu rostro y ver que vives todavía" (Génesis 46,30).

Tobías, después de ser recibido por Ana, llega corriendo a la puerta de la casa de su padre y le cura de su ceguera. Tobit se echa a su cuello y entre lágrimas, exclama: "Te veo, hijo, luz de mis ojos (Tobías 11,13).

El recibimiento de Sara
Tras el regreso de Tobías, éste le cuenta a su padre el éxito de su viaje: trae el dinero y se ha casado con Sara, la hija de Ragüel. 

Tobit, lleno de gozo y alabando a Dios, sale hacia la puerta de la ciudad, al encuentro de su nuera, la recibe con los brazos abiertos y la bendice solemnementeYa en la puerta de la casa, Tobit invita a Sara a que tome posesión de su nueva casa.

Se celebra en casa de Tobit la fiesta de bodas de su hijo, a la que todos los judíos de Nínive están invitados a participar de la alegría de esta familia, que ha pasado de la tristeza de la prueba al gozo pleno que se hace universal.

La revelación de Azarías
Una vez terminados los festejos nupciales, la misión del ángel Rafael ha concluido y es necesario ajustar cuentas. Todo ha salido mucho mejor de lo previsto y Tobías cree que su compañero de viaje, Azarías, merece mucho más de lo pactado porque ha sido un guía perfecto en el viaje de ida y vuelta, le ha librado del pez que quería devorarlo, ha sanado a su mujer y la ha liberado del demonio, ha colmado de alegría a sus padres, ha cobrado el dinero de Gabael,  ha devuelto la vista a Tobit y ha llenado de gozo y bendiciones a toda su casa. 

Pero Rafael se lleva a los dos en secreto y les habla con autoridad. Les invita a bendecir y agradecer a Dios, a reconocer su grandeza y a manifestar con valentía a todos los hombres lo que Dios ha hecho en sus vidas.
El ángel del Señor ha unido la tierra con el cielo, intercediendo y presentando ante el Señor las plegarias de los atribulados que acuden con sinceridad a Dios. El sufrimiento es la prueba a la que Dios somete a todos los justos para acrisolarlos, para purificarlos. No es nunca un castigo por sus malos actos. 

Rafael les revela su identidad: "Yo soy Rafael, uno de los siete ángeles que están al servicio del Señor y tienen acceso a la gloria de su presencia(12,15). La reacción de los personajes ante el hecho sobrenatural es la misma que en todos los casos que aparecen en la Palabra de Dios: Los dos hombres, llenos de turbación y temor, se postraron rostro en tierra (12,16). y las palabras tranquilizadoras del ángel también: "No temáis. Tened paz" (12,17).

Antes de desaparecer de su vista y elevarse al cielo, el ángel del Señor les conmina a bendecir, a alabar y a agradecer siempre a Dios y a contar lo que el Señor ha hecho en sus vidas. Es una escena que anticipa el pasaje de la Ascensión del Señor a los cielos ante los apóstoles.

A través de Tobit y de Tobías, el ángel del Señor nos dice toda la verdad nos abre los ojos del alma para que podamos comprender y descubrir la acción providencial de Dios en nuestras vidas, cómo es la mano de Dios la que nos guía, tanto en los momentos de oscuridad y de tinieblas como en los de luz y de gozo.

miércoles, 13 de mayo de 2020

EL LIBRO DE JOSUÉ: UNA GUÍA A LA SANTIDAD


"¡Ánimo, sé valiente! 
que tú repartirás a este pueblo la tierra 
que prometí con juramento a sus padres."
(Josué 1,6)

Hoy nos adentramos en el libro de Josué, el sexto libro del Antiguo Testamento que completa el relato del Pentateuco y que fue escrito en el siglo VI a.C., siete siglos después de los hechos narrados en él y su género literario es el épico.

El nombre de Josué o Joshúa Yehoshúa, significa “Dios salva” o “Yahveh salva” o “Salvador”, y es el mismo nombre de Jesús, y por tanto, Josué es tipo o prefigura de Cristo.

Todos los libros históricos de la Biblia, desde Josué hasta Macabeos, narran durante doce siglos (1.200 - 150 a. C.), el modo en el que Dios va preparando e instruyendo progresivamente a su pueblo escogido de Israel, para que le reconozca como el único Dios verdadero y para que, después de ser anunciado por los profetas más adelante , pueda encarnarse en él, como el Mesías.

Dios, en su Palabra, nos está hablando también a nosotros.  Haciendo viva su Sagrada Escritura y proyectándola en nuestras vidas, nos prepara para que le acojamos como el Dios verdadero y el Rey de nuestra existencia.

Estructura

Podemos dividir el libro de Josué en cuatro partes:

- Prólogo, en el que se condensa el mensaje teológico del libro:

-la continuidad de la misión de Moisés por Josué, como mediador entre Dios y el pueblo, que representa también hoy lo que llamamos la Tradición de la Iglesia.

-la unidad del pueblo, a través de la conquista de la Tierra Prometida por todas las tribus de Israel, que representa también hoy lo que llamamos la Comunión de los Santos.

-Conquista y toma de posesión de la Tierra Prometida (1230-1210 A.C.) por Josué, siervo escogido de Dios, tras la muerte de Moisés a los 120 años en el monte Nebo (Moab), como sucesor y líder de los israelitas, y como cumplimiento de Su promesa a Abrahán.

-Reparto y distribución de la Tierra Prometida entre las doce Tribus de Israel, como don recibido de Dios, que implica fidelidad y adhesión incondicional al Dios de Israel y que exige abstenerse de la contaminación de los cananeos, no mezclarse con ellos y limar cualquier diferencia entre las tribus para actuar como una sola voz.

-Epílogo en el que recalca el mensaje teológico del libro de continuidad y unidad, que simboliza también la expansión del Evangelio en la tierra.

En este artículo, nos centraremos en la primera parte del libro, es decir, en el prólogo, dejando para otros artículos la conquista, el reparto y el epílogo.


Prólogo

Josué 1,1

Comienza el libro con los elogios de Dios a Moisés que, tras su muerte, le denomina su “siervo del Señor”, para seguir con el nombramiento de Josué como sucesor de Moisés, y por tanto, también “siervo del Señor”, para conducir al pueblo de Israel a la Tierra Prometida.

Según Orígenes, padre de la Iglesia, este libro no nos indica tanto las gestas y hazañas de Josué y del pueblo de Israel, sino que, poniéndose al servicio del Señor para guiar a su pueblo hacia la tierra prometida, nos dibuja a Dios Padre como autor de la historia de la salvación, a Jesucristo como guía y mediador entre el Padre y el pueblo, y a nosotros, pueblo escogido, como protagonistas de la historia.

El libro de Josué es una guía de servicio a Dios para nosotros, para quien escucha al Señor y cumple su voluntad.

La historia de Josué es la historia que, en Jesucristo, se hace mía, y se convierte en mi historia como un camino para la santidad, que el Señor quiere darme en propiedad. Una misión particular mía, que Dios me ha confiado desde la eternidad y que sólo la puedo llevar a cabo yo.

Nosotros, para ser servidores de Dios, al igual que San Miguel arcángel, tenemos que decir “Serviam”, al contrario que hizo Lucifer, cuando se negó a ser siervo de Dios diciendo “Non serviam”.

Un servidor de Dios es quien escucha a Dios y cumple su voluntad

Un servidor de Dios es quien guía y conduce a otros a la santidad

Josué 1,2-5

-Os voy a dar toda la tierra en la que pongáis la planta de vuestros pies. Dios pone a nuestra disposición todos los medios para entablar nuestra batalla espiritual contra el Enemigo y la alcanzar la victoria.

-desde el desierto hasta el Líbano, y desde el gran río Éufrates hasta el Mar Grande, ofrece la salvación a todos, desde los que tienen un corazón árido, seco y duro hasta los que están llenos de vida, a todos los hombres desde el Paraíso hasta la Nueva Jerusalén.

-estaré contigo; no te dejaré ni te abandonaré, promesa renovada por Jesús a sus discípulos cuando los envía a evangelizar el mundo “yo estoy con vosotros todos los días, hasta el final de los tiempos” (Mateo 28,20).

Josué 1,6-9

-¡Ánimo, sé valiente!, para cumplir toda la ley que te dio mi siervo Moisés, Dios nos da ánimo y nos pide valentía espiritual para cumplir su voluntad y dar testimonio de su siervo Jesucristo.

-que tú repartirás a este pueblo la tierra que prometí con juramento a sus padres. Dios nos exhorta a conquistar la santidad y a repartirla con los nuestros, con nuestra comunidad cristiana, pero también con el resto del mundo, que también es pueblo de Dios, aunque le haya sido infiel.

-no te desvíes a derecha ni a izquierda y tendrás éxito en todas tus empresas. Dios mismo nos dice que nos mantengamos firmes y fieles en cualquier ámbito de nuestra vida, y alcanzaremos el premio. Es palabra de Dios.

-Que el libro de esta ley no se te caiga de los labios; no dejemos de leer y proclamar su Palabra.

-medítalo día y noche, para poner por obra todo lo que se prescribe en él; así tendrás suerte y éxito en todas tus empresas. Meditarla siempre para ponerla en práctica y tendremos recompensa.

Lo que yo te mando es que tengas valor y seas valiente. No tengas miedo ni te acobardes, que contigo está el Señor, tu Dios, en cualquier cosa que emprendas. Lo manda directamente Dios: que tengamos valor, que no tengamos miedo ni nos amedrentemos porque nada menos que Dios Todopoderosos está con nosotros para triunfar.

Estas mismas palabras son las que le dirige el Señor a San Pablo para impulsar su trabajo apostólico en Corinto “No temas, sigue hablando y no te calles, pues yo estoy contigo” (Hechos 18, 9-10).


Josué 1,10-18

Josué, después de haber hablado con Dios, se dispone a obedecerle para entrar y tomar posesión de la tierra que el Señor les va a entregar y se dirige a los responsables de Israel  (a nosotros) dándoles una orden:

-Abasteceos de víveres, preparar lo necesario para la misión que nos encomienda Dios: la Sagrada Escritura, la oración, los sacramentos, etc.

-porque dentro de tres días pasaréis el Jordán, para ir a tomar posesión de la tierra que el Señor, vuestro Dios, os da en propiedad. Esta hazaña no consiste solamente en cruzar el río Jordán sino que es una continuación del paso por el Mar Rojo, antes como hijos de Israel y ahora como pueblo de Dios, prefiguración de la Iglesia que cruza el umbral a una nueva vida.

- A los de Rubén, Gad y media tribu de Manasés. Tribus que ya habían tomado posesión de sus tierras en Transjordania con Moisés.

-les dijo: Acordaos de lo que os mandó Moisés, siervo del Señor. Un pueblo que debe vivir de una manera santa, una Iglesia que tiene que regirse por las normas de su Dios.

- pero vosotros, los soldados, pasaréis el Jordán en orden de batalla, al frente de vuestros hermanos, para ayudarles, hasta que el Señor les dé el descanso, lo mismo que a vosotros, y también ellos tomen posesión de la tierra que el Señor, vuestro Dios, les va a dar. Entonces volveréis a la tierra de vuestra propiedad. Sólo en unidad se puede vivir en la tierra prometida. Por eso, los que ya han tomado posesión de su tierra y están descansando (los santos en el cielo, la Iglesia Triunfante) tienen que ayudar al resto de sus hermanos intercediendo con sus oraciones por ellos, hasta que éstos tomen posesión de la suya y puedan descansar. 

Sólo en unidad se puede vivir dentro del pueblo de Dios (la Iglesia Militante), custodiando el alma de nuestros hermanos, rezando, acompañándoles y evangelizándoles para ayudarles a entrar en el Reino de Dios.

-Haremos lo que nos has ordenado, iremos adonde nos mandes; te obedeceremos a ti igual que obedecimos en todo a Moisés. Basta que el Señor, tu Dios, esté contigo como estuvo con él. El que se rebele y no obedezca tus órdenes, las que sean, que muera. ¡Tú, ten ánimo, sé valiente!  Es lo que nosotros debemos responder en obediencia a los mandamientos de Cristo y hacer lo que nos diga que hagamos. Y, como estuvo con Él, estará a nuestro lado para darnos fuerza y valor.

Orígenes nos da la clave para entender todos estos versículos y todas estas palabras con las que Dios nos llena con su amor:

“En sentido alegórico, los habitantes de la tierra representan las poblaciones diabólicas de los vicios que hay que vencer. Se trata por tanto, de un viaje místico hacia la heredad de la sabiduría prometida por Dios”.

La conquista de la Tierra Prometida es la victoria sobre todos nuestros vicios y pecados interiores, y sobre todos los exteriores donde reinen el odio, el egoísmo, el mal...


Bibliografía:

-"La Tierra Prometida" (Beatriz Ozores, Radio María)


jueves, 6 de julio de 2017

LOS LIBROS DE LA BIBLIA EN UNA FRASE


Aunque en un artículo anterior, "La Biblia, esa gran desconocida" (Mayo 2016) describí lo que es la Biblia y sus libros, así como las claves para su lectura, hoy quiero dar un matiz más general y quizás, esquemático. 

Vaya por delante, que no soy teólogo ni biblista ni pretendo sentar cátedra. Son, sencillamente, reflexiones sobre cada uno de los libros biblícos.

Lo que sí sabemos todos es que Dios se revela y nos habla a través de Su Palabra. Nos enseña cómo es, cómo actúa y cómo desea que respondamos

En su conjunto, la Biblia habla de la Trinidad: Dios Padre muestra Su gloria a través de Su Hijo Jesús por el poder del Espíritu Santo:
  • Antiguo Testamento: Anticipación
  • Evangelios: Manifestación
  • Hechos: Proclamación
  • Epístolas: Explicación
  • Apocalipsis: Consumación
La Biblia es un compendio de 73 libros, los cuales, desde mi reflexión, aportan cada uno de ellos, un tema principal, que enfatiza un aspecto del carácter de Dios o una forma en la que actúa para llevar a cabo Su plan perfecto. 

Estos temas son sin duda simplistas y reduccionistas pero quizás nos abren una luz hacia la comprensión de su voluntad:

Resultado de imagen de leyLey 

Génesis: Dios de la Promesa
Éxodo: Dios del Poder
Levítico: Dios de la Pureza
Números: Dios de la Perseverancia
Deuteronomio: Dios de la Preparación

Historia

Josué: Dios de la Tierra
Jueces: Dios de los Rebeldes
Resultado de imagen de historiaRuth: Dios de la Redención
1 Samuel: Dios del Corazón
2 Samuel: Dios del Trono
1 y 2 Reyes: Dios de Israel
1 y 2 Crónicas: Dios de Judá
Esdrás: Dios del Templo
Nehemías: Dios del Muro
Tobías: Dios de la Piedad 
Judit: Dios de la Victoria.
Ester: Dios de la Fiesta
1 Macabeos: Dios de la Salvación
2 Macabeos: Dios de la Resurrección

Sabiduría

Imagen relacionadaJob: Dios del Dolor
Salmos: Dios de  la Alabanza
Proverbios: Dios de la Prudencia
Eclesiástico: Dios de la Tradición
Eclesiastés: Dios del Propósito
Cantar de los Cantares: Dios de la Pasión
Sabiduría: Dios del Conocimiento

Resultado de imagen de profetas mayoresProfetas Mayores

Isaías: Dios de la Gloria
Jeremías: Dios de los Llantos
Lamentaciones: Dios de la Fidelidad
Baruc: Dios de la Restauración
Ezequiel: Dios de las Visiones
Daniel: Dios de la Historia

Profetas Menores

Oseas: Dios de los Infieles
Imagen relacionadaJoel: Dios de la Confesión
Amós: Dios de los Oprimidos
Abdías: Dios de los Pueblos
Jonás: Dios de la Compasión
Miqueas: Dios de la Justicia
Nahúm: Dios de la Ira
Habacuc: Dios de la Soberanía
Sofonías: Dios del Juicio
Hageo: Dios de la Renovación
Zacarías: Dios de la Restauración
Malaquías: Dios de Adoración
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Evangelios

Mateo: Dios de los Judíos
Marcos: Dios de los Romanos
Lucas: Dios de los Excluidos
Juan: Dios del Universo

Hechos

Hechos de los Apóstoles: Dios del Apostolado

Imagen relacionadaCartas Paulinas

Romanos: Dios de la Rectitud
1 Corintios: Dios de la Santidad
2 Corintios: Dios de la Debilidad
Gálatas: Dios de la Justificación
Efesios: Dios de la Unidad
Filipenses: Dios de la Alegría
Colosenses: Dios de la Preeminencia
1 Tesalonicenses: Dios del Estímulo
2 Tesalonicenses: Dios de la Corrección

Cartas Pastorales

Imagen relacionada1 Timoteo: Dios de la Iglesia
2 Timoteo: Dios de la Resistencia
Tito: Dios de las Obras

Cartas Generales

Filemón: Dios de la Reconciliación
Hebreos: Dios de Cumplimiento
Santiago: Dios de los Juicios
1 Pedro: Dios de los Perseguidos
2 Pedro: Dios de la Paciencia
1 Juan: Dios del Amor
2 Juan: Dios de la Verdad
3 Juan: Dios del Discernimiento
Judas: Dios de la Protección

Imagen relacionadaProfecía

Apocalipsis: Dios de la Eternidad

miércoles, 26 de octubre de 2016

ORANDO CON LOS SALMOS. SALMO 27: EL SEÑOR ES MI LUZ Y MI SALVACIÓN

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“El Señor es mi luz y mi salvación.”
(Salmo 27)

En el ultimo retiro de Emaús, Dios me dijo, de forma contundente (como siempre), que me contentara con lo que tengo, porque Él no me dejará ni me abandonará (Hebreos 13, 5-6).

Hoy, abro el portátil y leo el correo. Y, de nuevo, vuelve a hablarme: “Aunque tu padre y tu madre te hayan abandonado, Yo te he recogido” (Salmo 27, 10). Asombroso!!! Un hecho que, particularmente, hago mío. Es una herida sin cicatrizar que arrastro desde pequeño: el "sentirme" abandonado y poco querido por mis padres. 

¿Casualidad o Providencia? Nada es casualidad. Dios no para de sorprenderme. Él, en su Plan perfecto, obra día a día, minuto a minuto en mi vida. No puedo más que darle gracias, porque Él nunca me desampara. 

Siempre ha estado y está a mi lado para ayudarme a levantarme si caigo, para iluminar mi senda cuando la oscuridad se cierne sobre mí, o simplemente, para llevarme en sus brazos. Aunque me ha costado darme cuenta casi 50 años.

A sus pies, reconozco mi debilidad, mi fragilidad y mi torpeza, y quizás por interés (debido al carácter egoísta del ser humano) busco su rostro, sí…quizás, por interés... pero con humildad, sintiéndome muy pequeño ante Su majestuosidad, y con la absoluta certeza que me ofrece mi fe cristiana, que solo no puedo, que sin Él nada puedo, nada hay.

Por eso hoy, Dios me interpela a analizar, o más bien, a orar el Salmo 27, tan conocido y tan profundamente espiritual y que podemos dividirlo en dos partes principales:
  1. Versículos 1 al 6. Dios nos da aliento, estímulo y confianza.
  2. Versículos 7-14. Dios nos ofrece la oración como ayuda y sustento. 
Este salmo contiene un mensaje para todos los corazones que necesitan profundizar en la fe y alcanzar la madurez espiritual. Es una oración del rey David que comienza con una afirmación maravillosa que enfatiza la relación entre Dios y el hombre,que nos introduce a una meditación sobre el fundamento para la oración y los sacramentos.

Versículos 1-6

(1) Guía, Salvación y Fortaleza: "El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién podré temer? El Señor es la fortaleza de mi vida, ¿ante quién puedo temblar?"

  • "El Señor es mi luz", es el que me dirige y me guía a la luz de Su Palabra. Más adelante, en el Salmo 119,105 nos dice: "Tu palabra es una luz para mis pies, y una antorcha para mi camino". 
  • "El Señor es mi salvación", lo cual nos habla del amor de Dios, porque fue Su amor el que pensó una salvación para nosotros, por medio de Jesucristo. Juan 3,16: " Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su hijo único, para que quien crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna." 
  • "El Señor es la fortaleza de mi vida". Dios no sólo me da la vida, sino que me da el poder y la fuerza para vivirla en este mundo. 
  • "¿Ante quién puedo temblar?" Cuando uno teme a Dios, ya no hay nada ni nadie a quién temer. El Temor de Dios como don del espíritu, significa, no miedo, sino que todo nuestro ser se alinea para obrar según su voluntad.
(2) Protección: "Cuando me asaltan los criminales para destrozarme, son ellos, mis opresores y enemigos, los que tropiezan y sucumben. 

El Rey David rememora una época pasada de su vida en la que corrió grave peligro. Como un joven pastor de ovejas tuvo que proteger a sus ovejas de un león y un oso. Todos nos encontramos a diario con un león o un oso, que intentan devorarnos. San Pedro, en su primera carta 5,8 también nos habla del león rugiente, el diablo, que anda alrededor buscando a quién devorar.  Pero Dios nos protege haciéndoles sucumbir.

(3) Confianza: "Aunque un ejército acampe contra mí, mi corazón no teme; aunque una guerra estalle contra mí, estoy tranquilo."

La confianza de David estaba depositada en Dios, y la nuestra, también debe estarlo. Cada vez que Jesucristo hablaba a sus discípulos tras su resurrección les decía: "No temáis". Con Cristo resucitado, nada debemos temer.

(4) Eucaristía: "Una cosa pido al Señor, sólo eso busco: habitar en la casa del Señor todos los días de mi vida para gustar la dulzura del Señor y contemplar la belleza de su templo."

Resultado de imagen de adoracion eucaristicaEl Rey David había reducido su vida a pedirle al Señor una sola cosa: vivir la presencia y la comunión con Cristo. El apóstol Pablo hizo lo mismo con su vida. Filipenses 3, 13-14: "Hermanos, yo no creo haberla alcanzado ya; de una cosa me ocupo: olvidando lo que queda atrás, me lanzo en persecución de lo que está delante; corro hacia la meta, hacia la vocación celeste de Dios en Cristo Jesús."

En nuestros días, nos sentimos frustrados una y otra vez por la tensión y presión de la sociedad. 

Necesitamos misericordia, compasión y piedad, por lo que debemos reducir nuestra existencia a aquello que es realmente importante: a vivir eucarísticamente. Accedemos a Dios y a su Gracia en la Eucaristía, donde Cristo se hace presente, y por ello, debemos alegrarnos y dar gracias (eucaristía, del griego εὐχαριστία, eucharistía, "acción de gracias").

(5) Santísimo: "Él me dará cobijo el día de la desgracia, me esconderá en lo oculto de su tienda, me subirá a lo alto de la roca".


¿Cuál era ese lugar reservado, secreto, en el tabernáculo? El Santísimo. Nadie podía entrar en ese lugar excepto el sumo sacerdote. Allí estaba el arca revestida de oro y sobre ella, en la parte superior, había una tapa elaborada, que Dios designó como el propiciatorio para que la sangre fuera rociada sobre él. Hoy día, por el sacrificio de Cristo, tenemos un propiciatorio al cual podemos ir: el Santísimo. Y allí es donde está ÉL. allí es donde nos esconde. ¡Qué lugar tan seguro!.

(6) Adoración y Alabanza: "así mi cabeza dominará a los enemigos que me cercan, en su tienda podré ofrecer sacrificios entre aclamaciones, cantando y ensalzando al Señor."


Cuando contemplamos este hermoso cuadro y reconocemos lo que Él ha hecho por nosotros, surgirán canciones y alabanzas en nuestro corazón. Es en la Adoración Eucarística donde le aclamamos, le bendecimos y le glorificamos.

Versículos 7-14

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(7) Confesión: "Escucha, Señor, mi grito suplicante, ten compasión de mí, respóndeme

En este lugar secreto hay compasión, hay misericordia. Y Dios ha preparado este lugar reservado para nosotros hoy, donde podemos recibir la misericordia de Dios, a través del sacramento de la reconciliación.

(8) Oración: "De ti mi corazón me ha dicho: "Busca su rostro"; es tu rostro, Señor, lo que yo busco".

El Rey David puso esa invitación en boca del Señor, según le dictaba su corazón. Y eso es lo que David hizo, buscarle mediante la oración. Cuando Dios le dijo a David: "te amo", él le respondió,"yo también te amo, Señor". Cuando Dios le dijo: "quiero tener una relación íntima contigo", él respondió: "yo también quiero tener esa relación, Señor".

Dios tiene un anhelo por cada uno de nosotros. ¿Le responderemos? ¿Expresaremos nuestro amor por Él? ¿Nos comunicaremos con Él? ¿Tendremos una relación íntima con Él?

(9) Misericordia: "no me ocultes tu rostro, no rechaces con cólera a tu siervo; tú eres mi auxilio, no me abandones, no me dejes, oh Dios, salvador mío."

Cuando el Rey David pecó, experimentó lo que significaba que Dios escondiera Su rostro de él. Perdió su relación estrecha con El. Perdió su alegría. Fue entonces cuando oró en el Salmo 51: "Señor, ten piedad."

(10) Acogida: "Mi padre y mi madre me han abandonado, y el Señor me ha recogido."

David sabía que aún si existiera la posibilidad de que lo abandonaran sus padres, el Señor lo recogería. 

Dios siempre está dispuesto a extender su brazos y recogernos. Jamás nos abandonaría aunque todo el mundo nos diera la espalda.

(11) Palabra de Dios: "Enséñame, Señor, tus sendas y guíame por el camino recto, pues me están acechando."

El Rey David quería dar un buen testimonio, causar una buena impresión, ante el enemigo, porque sabía que le criticarían. Y quiso que Dios le guiara y le ayudara a no avergonzarle por lo que él hiciera.

Hoy, nosotros tenemos la Palabra de Dios para aprender las sendas del Señor y conocer cuál es el camino, Quién es el Camino.

(12) Apoyo y Paz: "no me entregues al capricho de mis perseguidores, pues se han alzado contra mí testigos falsos que respiran violencia."

El Rey David, acosado y rodeado de enemigos que buscaban su destrucción, le pide a Dios amparo, apoyo y paz ante ellos. Y su oración sería respondida, como lo será la nuestra, si nos sentimos acosados de tal forma que parezca que no tenemos apoyo de nadie. En el momento oportuno, Dios intervendrá.

(13) Fe: "Yo estoy seguro que he de ver los bienes del Señor en el mundo de los vivos."

El Rey David tenía una fe firme en la bondad y misericordia de Dios. Hoy, incluso en el mundo actual, nuestra fe nos hace ver la bondad de Dios a nuestro alrededor: en la creación, en las personas... Una certeza que podemos ver en la tierra, aquí mismo.

(14) Esperanza: "Espera en el Señor, ten ánimo, sé fuerte, espera en el Señor."

Hoy día, muchos cristianos en ocasiones nos sentimos débiles, desanimados, desesperanzados, descorazonados, o incluso tibios. ¿Y cómo puede uno curarse de ese estado? Pues, pidiéndole a Dios que nos de valor, fortaleza, y esperanza en sus promesas. Esperar en el Señor. ¿Y qué es lo que Él hará? Él fortalecerá nuestro corazón. Él es en realidad el mejor cardiólogo que existe.





Gracias, Señor, 
por las oscuridades que Tú transformas en luces,
por las noches que Tú vuelves en amaneceres,
por las luchas que Tú tornas en victorias,
por los anhelos que Tú haces realidades,
por los dones que Tú conviertes en bendiciones,
por la misericordia que Tú reviertes en perdón,
por el amor que Tú tornas en refugio 
por todo lo que me das,
Gracias, Padre Celestial.