¿QUIÉN ES JESÚS?

La vida de Jesús siempre ha suscitado preguntas a lo largo de los últimos dos mil años.

¿Cómo pudo un carpintero que fue ejecutado por los romanos convertirse en el hombre más famoso de la historia?
¿Fue Jesús alguien verdaderamente real?
¿Cómo puede Dios ser un hombre al mismo tiempo?
¿De qué manera podría esto tener algún sentido para mi vida?

Estas son algunas preguntas, pero aquí tienes un espacio para formular las tuyas.
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martes, 29 de junio de 2021

FRENTE AL DESCARTE, ENCUENTRO Y ACOGIDA


"Amarás al Señor, tu Dios, 
con todo tu corazón y con toda tu alma 
con toda tu fuerza y con toda tu mente. 
Y a tu prójimo como a ti mismo"
(Lucas 10,27)

La parábola del Buen Samaritano (Lucas 10,30-37) interpela a un mundo que ha dejado de ser solidario y justo. Jericó representa a una sociedad hostil que ha dejado de ser "civilizada", el sacerdote y el levita personifican a una comunidad que se ha deshumanizado y desnaturalizado, toda vez que ha dejado de contemplar los valores innatos a la dignidad humana para hacerlo en términos utilitaristas, económicos o productivos.  

La cultura del "tener", del materialismo o del consumismo es, en realidad, la cultura del hedonismo y del placer, que oculta bajo una falsa apariencia de "bienestar", un amor narcisista, endiosado y ególatra. El mismo orgullo de Satanás, quien se vanagloria de atacar los dos principales mandamientos de Dios, amar a Dios y amar al prójimo, para amarse a sí mismo y destruir al hombre.
Dice el papa Francisco que "la globalización nos ha hecho más cercanos pero no más hermanos" porque ha dado paso a "la cultura del descarte", que consiste en categorizar a los seres humanos por su poder adquisitivo, por su fragilidad y vulnerabilidad, por su color de piel, por su condición social, religiosa o económica o, simplemente, por sus creencias o ideas, de tal modo que quienes no cumplen los requisitos estandarizados del Nuevo Orden Mundial son, sistemáticamente, descartados y situados en el ámbito de la marginalidad.
La cultura de la indiferencia, del desprecio y de la muerte arremete fundamentalmente contra los más frágiles y vulnerables, que son descartados porque no aportan, porque no producen, porque no consumen.

Y así, los no nacidos (seres humanos inocentes) son descartados con leyes del aborto, los ancianos (testigos de la memoria colectiva y de la tradición), desechados con leyes de la eutanasia, las familias (pilares de la sociedad) destruidas con leyes del divorcio, y los pobres (los predilectos de Jesús) marginados con injustas leyes exclusivas. 

Frente a la cultura del descarte, el papa Francisco nos exhorta a practicar "la cultura del encuentro y la acogida". Nos llama a ser una Iglesia samaritana que acoja y abrace sin esperar reconocimientos ni gratitudes; que sea cercana y que no se desentienda de nadieque sea prójima y que no pase de largo; que se acogedora y dedique tiempo y espacio e incluso, dinero con los "descartados".
¿Quién es mi prójimo?
Los judíos seguían el mandamiento levítico de amar al prójimo entendido como "próximo", es decir, como pariente o persona cercana en su comunidad. 

Amar a nuestros seres queridos, a nuestros familiares y a nuestros amigos es fácil, pero Jesús va más allá cuando nos dice: "Amad a vuestros enemigos y rezad por los que os persiguen, para que seáis hijos de vuestro Padre celestial, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y manda la lluvia a justos e injustos" (Mateo 5,44-45). Para ser hijos de Dios debemos amar y rezar por nuestros enemigos. Y eso, sí que cuesta...

Además nos dice: "No hay amor más grande que el que da la vida por sus amigos" (Juan 15,13), refiriéndose con  el termino "amigos" a todos los hombres. Es el amor el que nos da ojos para ver, corazón para sentir, y manos para servir.

Los cristianos debemos dar la vida por todos..."Porque, si amáis a los que os aman, ¿qué premio tendréis? ¿No hacen lo mismo también los publicanos? Y, si saludáis solo a vuestros hermanos, ¿qué hacéis de extraordinario? ¿No hacen lo mismo también los gentiles? Por tanto, sed perfectos, como vuestro Padre celestial es perfecto" (Mateo 5,46-48). Para ser perfectos en el amor como Dios debemos amar a todos. Y eso sí que merece la pena...

Así pues, "prójimo" no es aquel que me es más cercano por razones de parentesco, nacionalidad, cultura o religión, sino aquel a quien me acerco en su necesidad, a quien me aproximo en su sufrimiento, a quien me uno en su dificultad.
Amar al prójimo requiere "pararme", no por curiosidad sino por disponibilidad. Supone superar mis prejuicios, acoger y ayudar a quienes me necesitan. Implica sentir su misma hambre y su mismo dolor, asumir su situación compasivamente, es decir, "padecer-con" ellos. 

Supone comprometerme y preocuparme por quien sufre, por quien tiene necesidades, por quien está indefenso o herido. Porque no puedo ser espectador silencioso o desentendido ni inhibirme por temor a mancharme las manos, por recelo a entretenerme y ofrecer mi tiempo, por suspicacia a pararme y ofrecer mi ayuda. 

Pero además, no puedo despreocuparme de mi prójimo porque eso significará que me estoy desentendiendo del propio Jesús: "Porque tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, fui forastero y me hospedasteis, estuve desnudo y me vestisteis, enfermo y me visitasteis, en la cárcel y vinisteis a verme” (Mateo 25,35-36).

Frente a la cultura del descarte, como cristiano debo vivir una cultura de la compasión, del compromiso y de la comunión: sentir con y por los que sufren, servir por amor a los necesitados y edificar una comunidad amorosa con mis prójimos y con Dios.

Y ahora...
..."Anda y haz tú lo mismo"
(Mateo 10,37)

martes, 1 de junio de 2021

EL OMBLIGO DE ADÁN (Y EVA)

"Dios modeló al hombre del polvo del suelo 
e insufló en su nariz aliento de vida; 
y el hombre se convirtió en ser vivo"
(Génesis 2,7)

Bromeaba hoy con mis amigos en nuestro chat de WhatsApp y les preguntaba si creían que Adán y Eva tenían ombligo o no. Unos decían que sí, otros que no... otros no se habían parado a pensar ni a preguntarse por ello...

Evidentemente, Adán y Eva no tuvieron madre (ni suegra, ¡menos mal!), ni nacieron en un parto natural ni por tanto, tenían cordón umbilical... porque fueron creados por Dios. Entonces, ¿no deberían poseer unos abdómenes perfectamente lisos y sin agujero?

La cuestión del ombligo de Adán y Eva ha sido discutida y polemizada por distintos teólogos y evolucionistas durante siglos: si no lo tenían, ¿Acaso eran humanos imperfectos? o ¿por qué todos sus hijos sí tenemos? Y si lo tenían, ¿para que les servía? ¿Acaso Dios crea las cosas sin sentido?

Por otro lado, muchos son los cuadros con los que, a lo largo de la historia, el arte pictórico ha representado a nuestros primeros padres, Adán y Eva (Miguel Ángel, Tiziano, Durero, etc.), y en todos ellos aparecen ilustrados con ombligo. El propio Miguel Ángel pintó en la Capilla Sixtina a Adán, creado por el dedo de Dios, con ombligo.
Pensaréis que se me ha ido la cabeza, tratando de reflexionar sobre la relación entre Adán y su ombligo. Pues bien, echando mano de un poco de ironía y sin entrar en fundamentos teológicos, estoy seguro de que Adán y Eva sí tenían ombligo. El ombligo es la cicatriz que nos recuerda que nuestra vida dependió, antes de nacer, de la acción de "otro". 

Estoy convencido de que Dios creó a Adán y Eva con ombligo, no porque quisiera y pudiera (que podría), sino como prueba irrefutable de que, como hijos suyos, dependían absolutamente de Él. El problema fue que ambos "se miraron el ombligo" y pecaron. Sí...Mirarse el ombligo es, sin duda, un hábito autodestructivo, una práctica que llega a ser  "mortal".  

Mirarse el ombligo es una expresión que algunos afirman proviene de la mitología griega, según la cual, Zeus depositó una piedra sagrada con forma ovalada, el omphalós (ὀμφαλός, en griego, ombligo), en el oráculo de Delfos para señalar el centro del mundo. Por ello, esta expresión se utiliza para decir que alguien se cree el centro del universo.

Otros, la atribuyen al Hesicasmo, doctrina y práctica ascética difundida entre los monjes cristianos orientales, los llamados Padres del Desierto, a partir del siglo IV, con el objetivo de encontrar la paz interior. Se trataba de una técnica de meditación acompañada de respiraciones profundas, de forma que al expirar, los monjes dejaban caer la cabeza, dando la impresión de que se quedaban inmóviles, mirándose al ombligo. Por ello, esta expresión también se utiliza para hacer alusión a la (auto) contemplación.

Mirarse el ombligo significa, generalmente, adoptar una actitud narcisista y autocomplaciente, y poseer un pensamiento egocéntrico, victimista y ensimismado
Mirarse el ombligo significa creerse autosuficiente, individualista y "superiormente" libre

Mirarse el ombligo significa poseer una absoluta falta de empatía y de solidaridad, desentenderse de las cosas y de las personas, esto es, no hacer nada por nadie.

Mirarse el ombligo, desde luego, no es una actitud cristiana. No me imagino a Jesús ni a los apóstoles (bueno, a éstos puede que sí) "mirándose el ombligo", preocupándose por ellos mismos y despreocupándose de los demás. Desde luego, Cristo no lo hizo. 

Más bien, el Señor, con infinita misericordia y tierna compasión, miró los ombligos de todos nosotros y, desprendiéndose de su posición divina, se encarnó, y "habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo" (Juan 13,1).

Por tanto, como seguidores de Cristo, debemos dejar de mirar nuestro ombligo y mirar el de los demás, es decir, aceptar y comprender la realidad del prójimo, empatizar con él, ponerse en su lugar, respetarle... para finalmente, amarle. 

De esto "va" mi reflexión sobre el ombligo de Adán...de no "ombligar" a otros a que miren mi ombligo sino invitar a que nos miremos como Dios nos mira... sin imponer, sin violentar, sin quebrantar, sin prejuicios...a que nos miremos con ternura, con misericordia, con amor... como si no tuviéramos ombligo propio...





JHR