"Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo,
tome su cruz y sígame.
Porque quien quiera salvar su vida, la perderá,
pero quien pierda su vida por mí, la encontrará.
Pues ¿de qué le servirá al hombre ganar el mundo entero, si arruina su vida?
O ¿qué puede dar el hombre a cambio de su vida?"
Mateo 16, 25-26
El apóstol nos muestra cuál es el verdadero "estilo cristiano", la manera en que Jesús ya ha recorrido antes el camino hacia la plenitud. El "carácter cristiano" es el propio de Jesús, quien nos ha dado ejemplo negándose a sí mismo, tomando su Cruz y dando su vida por el mundo entero.
El jueves pasado, durante la Adoración del Santísimo, puse ante el Señor mi preocupación ante la disyuntiva de acudir a verle en mi retiro de silencio anual o quedarme en casa a ver la final de la Champions League.
Ambas opciones me apasionan pero sentía que debía optar entre ambas por una sola.
Mientras escuchaba las meditaciones en silencio, mi corazón me decía: ¿de qué te sirve ganar la Champions si me pierdes a mí? ¿y tu que ganas con ella? ¿quieres disfrutar de un placer temporal o de uno eterno? ¿quién te dará la vida? ¿tu equipo o Yo?
En un instante lo tuve claro: "si le quiero, si he sentido su amor, si estoy implicado en seguir sus pasos y su ejemplo, si busco la plenitud, no puedo hacerlo a tiempo parcial, cuando me venga bien o cuando no entorpezca mis placeres".
El texto me susurraba tres cosas que Jesucristo mismo ya hizo POR MÍ:
- “Negarme a mí mismo”. Me llama a no anteponer nada a Él, a ponerle en primer lugar. Mi humanidad pecaminosa y mi orgullo me piden anteponer el partido, negarle como Pedro, olvidarme de Él por una noche, hasta que cante el gallo. Sin embargo, Él, teniéndolo todo, se lo negó POR MÍ.
- “Tomar mi (propia) cruz”. Está en mi libre decisión implicarme en no buscar mi comodidad o mi placer. Significa estar dispuesto a ir hasta las últimas consecuencias por sostener mi "sí" a Jesús. Él lo hizo: se sacrificó y dio su vida "hasta el extremo" para transformar el sufrimiento en una fuente inagotable de vida; y lo hizo POR MÍ.
- “Seguirlo”. Tengo claro que mi objetivo y mi prioridad son seguir sus pasos para alcanzar su promesa de vida plena. Él dejó todo, su divinidad, su inmortalidad y su trono POR MÍ.
Esa imagen de "felicidad" no puede convertirse en sí misma en un fin para mí. Debo moldear mi vida entera, en toda ocasión hacia la Cruz para recibir allí la vida resucitada.
La Cruz (mi compromiso con Él) no sólo es simplemente para que la contemple sino para hacerla realidad en cada momento de mi vida. De esa manera, soy partícipe con Jesús tanto en la muerte a la "vida terrenal" (las cosas materiales y de este mundo) como en la resurrección a la plenitud que hay tras la Cruz.
Aún así, le pido, que si es su voluntad, mi equipo gane la Champions.
¿Testarudo como Pedro?