¿QUIÉN ES JESÚS?

La vida de Jesús siempre ha suscitado preguntas a lo largo de los últimos dos mil años.

¿Cómo pudo un carpintero que fue ejecutado por los romanos convertirse en el hombre más famoso de la historia?
¿Fue Jesús alguien verdaderamente real?
¿Cómo puede Dios ser un hombre al mismo tiempo?
¿De qué manera podría esto tener algún sentido para mi vida?

Estas son algunas pero queremos que nos cuentes las tuyas.
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jueves, 12 de marzo de 2020

"NO TEMAS, PORQUE YO ESTOY CONTIGO"

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"No temas, porque yo estoy contigo"
(Isaías 41,10)

Una de las frases que más se repite en la Palabra de Dios, tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamentos es: “No temas”. Aparece 366 veces. Una por cada día (incluidos los años bisiestos). 

Dios no quiere que sus hijos tengamos miedo a nada, ni al presente ni al futuro. Nos mira con compasión, sabiendo que somos débiles y vulnerables. Él está siempre con nosotros y nos pr
otege de todos los males, incluso de las epidemias. Pero no voy a hablar del corona virus. Eso se lo dejo a otros.

Quiero centrarme en hablar sobre la confianza. ¿De qué tenemos miedo? ¿De quién desconfiamos? ¿Qué nos atemoriza? ¿Perder nuestra salud, nuestra vida, nuestro bienestar, nuestro dinero, nuestro confort, nuestros seres queridos?

Los Evangelios de Marcos y Mateo asocian el miedo a la falta de fe, a la desconfianza y hasta, a la cobardía. No en vano, Jesús recrimina a los discípulos su miedo porque son hombres de poca fe (Mateo 8,26; 14, 31; 17, 20; Marcos 4, 40; ). Les ll
ama cobardes, porque tienen poca fe. Y a quién le pide auxilio le dice: "No temas, basta que tengas fe." 

El problema somos nosotros, que somos hombres de poca fe. Desconfiamos y recelamos de todo y de todos, hasta de nuestro Dios. Seguramente, porque pensamos que todo depende de nosotros, de lo que hagamos o digamos. Seguramente, porque mientras los problemas no nos afecten personalmente, no hay que preocuparse
."El que encuentre su vida la perderá, y el que la pierda por mí la encontrará" (Mateo 10, 39).

Somos hijos rebeldes por el pecado, que trata de convencernos de que Quien nos ha dado la vida, nada tiene que decirnos o hacer. Hacemos oídos sordos a su i
nvitaciones de amor y sin escucharle, buscamos nuestro propio camino hacia una independencia que nos lleva a una vida alejada de la Gracia. Y cuando nos alejamos de Dios, vienen los problemas y el pánico.

La lectura de hoy del profeta Jeremías es dura: "Maldito quien confía en el hombre, y busca el apoyo de las criaturas, apartando su corazón del Señor. Bendito quien confía en el Señor y pone en el Señor su confianza" (Jeremías 17,5-6).

Nuestra sociedad occidental, y nosotros con ella, camina como el Israel de Moisés: por el desierto, sin esperanza, sin confianza y con temor. Al igual que Moisés sacó a los israelitas de la esclavitud de Egipto, Jesucristo, con su muerte y resurrección, nos liberó de la esclavitud del pecado, nos sacó de nuestro Egipto.

Pero con el paso de los años, nos hemos olvidado. Por nuestro egoísmo, nos hemos vuelto desconfiados y hemos apartado nuestro corazón de Dios. Hemos relegado a Quien tiene el poder sobre todo, y hemos pretendido ponernos en su lugar y "ser como Dios". 

Sin embargo, como decía San Agustín, "somos mendigos de la Gracia". El hombre, sin Dios, camina sin rumbo por la vida "maldito", perdido y vulnerable, como un vagabundo, buscando en la basura del mundo o mendigando ayuda de los hombres.

Mendiguemos la Gracia para que nos ampare en la necesidad. Recemos a Nuestra señora para que nos ampare en la dificultad. Roguemos al Señor para que nos asista y nos escuche en la incertidumbre. "Pidamos y se nos dará. Busquemos y hallaremos. Llamemos y se nos abrirá " (Mateo 7, 7).

Hoy más que nunca, a los cristianos se nos brinda una gran oportunidad para mostrar al mundo el valor de la esperanza y la fe de nuestro Señor. Es en tiempos de epidemias, cuando el cristianismo sobresale por su confianza en Dios, por su coherencia en el actuar, por su prudencia en el hablar.

Durante las grandes pestes y epidemias de siglos pasados, los cristianos siempre mostraron un amor y una lealtad a Dios sin límites, sin escatimar ningún recurso material o humano y pensando sólo en los demás. Sin temer el peligro, se abandonaron en manos de Dios y se hicieron cargo de los enfermos, atendiendo todas sus necesidades y sirviéndolos en Cristo. 

Muchos santos murieron infectados, pero partieron de esta vida serenamente felices, plenamente confiados en que su Señor les recompensará por su amor martirial, a semejanza de Jesucristo, que murió en la Cruz por nosotros: "No hay amor más grande que entregar la vida por otros".

Nuestra fe no es superstición, sino confianza plena. Nuestra oración no es magia, sino relación con nuestro Padre Todopoderoso. La Cruz no es un amuleto, sino la victoria al sufrimiento y la muerte. Dios no es el genio de la lámpara que cumple nuestros deseos, sino quien nos escucha y nos da paz. Y la Resurrección, nuestra recompensa.

El miedo consume la fe, destruye la esperanza y apaga el amor. El miedo socava la confianza y nos aleja de Dios, como le pasó a Judas, a quien el Mal le llenó el corazón de desconfianza y miedo. Soltó la mano del Señor y se agarró a la del Diablo. Dejó la luz y se perdió en las tinieblas.

Siempre vienen a mi pensamiento las palabras de San Pablo: "Si Dios está con nosotros, ¿quién estará contra nosotros?" (Romanos 8, 31). 

¿Prudencia?, por supuesto. ¿Oración?, continuamente. ¿Esperanza?, completa. ¿Amor?, todo. ¿Miedo?...sólo a contagiarnos del pecado. 

"No temas, porque yo estoy contigo"

lunes, 9 de abril de 2018

LA ANUNCIACIÓN: UN "SÍ" ÚNICO


"Al sexto mes fue enviado por Dios el ángel Gabriel a una ciudad de Galilea,
llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José,
de la casa de David; el nombre de la virgen era María.
Y entrando, le dijo: 'Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo.'
Ella se conturbó por estas palabras, y discurría qué significaría aquel saludo.
El ángel le dijo: 'No temas, María, porque has hallado gracia delante de Dios;
vas a concebir en el seno y vas a dar a luz un hijo, a quien pondrás por nombre Jesús.
El será grande y será llamado Hijo del Altísimo,
y el Señor Dios le dará el trono de David, su padre;
reinará sobre la casa de Jacob por los siglos y su reino no tendrá fin.'
María respondió al ángel: '¿Cómo será esto, puesto que no conozco varón?'
El ángel le respondió: 'El Espíritu Santo vendrá sobre ti 

y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; 
por eso el que ha de nacer será santo y será llamado Hijo de Dios.
Mira, también Isabel, tu pariente, ha concebido un hijo en su vejez,
y este es ya el sexto mes de aquella que llamaban estéril,
porque ninguna cosa es imposible para Dios.'
Dijo María: 'He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra.'
Y el ángel dejándola se fue."
(Lucas 1, 26-38)

Hoy celebramos la solemnidad de la Anunciación de Señor, que la Iglesia nos regala habitualmente el 25 de marzo, exactamente nueve meses antes del 25 de diciembre, fecha de otra gran noticia, la Encarnación de Jesucristo. Sin embargo, este año, al coincidir con el Domingo de Ramos, se ha pospuesto hasta hoy.

Y quiero detenerme en ella para darle la gran importancia que tiene. Y es que, desgraciadamente a menudo, nuestros corazones están tan endurecidos por la innumerable cantidad de malas noticias que a diario escuchamos, que cuando recibimos una buena, la mejor, apenas le damos importancia.

La visita del Arcángel San Gabriel a María y el anuncio de la venida de Jesucristo es uno de los relatos más importantes, apasionantes y formativos para todos nosotros, los cristianos. En este relato, no sólo hay un anuncio trascendental que cambia la historia de la humanidad sino también una explicación de cómo actúa el Cielo. 

Resultado de imagen de holy spirit overshadowed maryHasta la anunciación del arcángel Gabriel, María de Nazaret era una mujer israelita absolutamente desconocida. Nadie sabía nada de María. Una mujer judía como tantas, ánonima y oculta a los ojos de los hombres, pero no a los ojos de Dios. Nadie, ni siquiera ella, sabía la misión que Dios tenía preparada para ella y para la humanidad. 

Su vida trasciende la historia por el libre y amoroso cumplimiento de la misión que le fue asignada desde la eternidad y que Ella conoció a través del arcángel.

Aquel fue un momento solemne para la historia de la humanidad: se cierra el tiempo del pecado para abrirse el tiempo de la Gracia; se pasa del tiempo de la paciencia de Dios al de la misericordia, de la desobediencia de Eva a la obediencia de María.

La creación entera depende del sí de una joven israelita. Es un momento de gran alegría en los cielos y en la tierra, porque llega al mundo el gran amor de Dios. En el alma de María, Dios habita de un modo pleno, gozoso, amoroso. Ella es la hija que siempre ha correspondido al amor de Dios Padre. 

La visita del arcángel a María evoca las visitas de Dios a varias mujeres del Antiguo Testamento: Sara, madre de Isaac (Génesis 18,9-15), Ana, madre de Samuel (1 Samuel 1,9-18), la madre de Sansón (Jueces 13,2-5). A todas ellas, les fue anunciado el nacimiento de un hijo con una misión importante en la realización del plan de Dios.

Sin embargo, el mas importante es el anuncio a María, quien se sorprende, aunque no pierde la serenidad, reflexionando el significado de estas palabras. Respeto y sorpresa: “¿Es de Dios lo que oigo?
"Al sexto mes..."

El relato de la Anunciación empieza con la expresión "Al sexto mes...", en referencia al sexto mes de gestación de Isabel, la prima de María, cuya necesidad concreta (una mujer ya avanzada en edad que va a tener a su primer hijo, con un parto de riesgo) es el telón de fondo de todo este episodio. Y ella lo menciona al comienzo (Lucas 1,26) y al final de la visita del Arcángel (Lucas 1,36-39). 

El plan de Dios ya había empezado a realizarse cuando Su heraldo visitó a María. El hecho de que Dios nos anuncie algo no significa que comience necesariamente con nosotros. Dios siempre prepara el camino.

"Virgen desposada" 
María y José tenían sus planes: casarse y formar una típica familia judía. De igual manera, Dios tiene siempre tiene un plan para cada uno de nosotros. Y a veces, no sólo no coincide con el nuestro sino que incluso, lo trastoca.

“¡Alégrate!, ¡Llena de gracia! ¡El Señor está contigo!” 

El ángel le dice estas palabras, que son similares a las que se le dijo a Moisés (Éxodo 3,12), a Jeremías (Jeremías 1,8), a Gedeón (Jueces 6,12) y a otras personas con una misión importante en el plan de Dios. 

Aunque en un principio, podría (podríamos) pensar ¡qué faena! ¡con lo que yo tenía pensado!...Dios nos dice: Alégrate porque Yo estoy contigo, nada te falta. Y es precisamente importante esta conexión existente entre la Gracia de Dios y Su presencia. sólo mediante la Gracia, Dios actúa y se hace presente.

¡El Señor está contigo! es a la vez una afirmación y una profecía. La tierna mirada de Dios ya se había posado sobre María. 

"Ella se conturbó por estas palabras, y discurría qué significaría aquel saludo" 

María se queda extrañada y perpleja ante este saludo, y trata de comprender su significado. Es realista. Quiere entender...Desde el punto de vista humano y ante la majestuosa presencia divina, discierne que cuando el favor de Dios está sobre nosotros, puede ser que nos enfrentemos a una situación inquietante. 

María tiene conciencia de la misión a la que está siendo llamada y ante la grandeza del anuncio, mira su condición y lo analiza a partir de los criterios que tiene a su disposición. Humanamente hablando, no es posible: “¡Cómo podré ser madre si no tengo relación con ningún hombre?”

María escucha, piensa, y pone una objeción no de resistencia, sino de no entender como Dios le puede pedir dos cosas que son incompatibles para el ser humano: la virginidad y la maternidad. ¡Era tan clara la llamada a ser virgen!

“¡No temas, María!”

Como en la visita del ángel a Zacarías (y como vemos en otras apariciones de la Escritura), el ángel recuerda aquí que el primer saludo de Dios es siempre: ”¡No temas!” El "no temas" es la introducción que usa la Escritura para las vocaciones divinas, es como decir: escucha con atención, lo que vas a oír es Palabra de Dios

Luego, el heraldo de Dios recuerda las promesas del pasado que se cumplirán mediante el hijo que va a nacer y por tanto, que debe recibir el nombre de Jesús. Será llamado Hijo del Altísimo y en Él se realizará y cumplirá el Reino de Dios. Esta es la explicación del ángel para que María no tenga miedo.

Y luego la gran sorpresa: por especial gracia de Dios concebirá, dará a luz, pondrá por nombre al futuro rey de Israel, al Hijo de David que tendrá un reino eterno. El momento tan esperado en Israel de la venida de un salvador ha llegado. ¡La virgen profetizada por Isaías es Ella! Comienza, si María acepta, el tiempo tan esperado de la gran misericordia de Dios.

"¿Cómo será esto?" 

María dice "¿cómo será esto?", es decir, en su pregunta, implícitamente lo acepta pero quiere entender. Hay muchísima diferencia entre preguntarle a Dios "cómo" y preguntarle "por qué"

El "cómo" implica la aceptación mientras que el "por qué" expresa siempre un cierto rechazo o inconveniente.

"El Espíritu Santo vendrá sobre ti...porque ninguna cosa es imposible para Dios." 

Dios responde a la pregunta de "¿cómo?", haciéndolo fácil: enviando su Espíritu.

Nada es imposible para Dios!!!El ángel explica que el Espíritu Santo consigue realizar cosas que parecen imposibles a los ojos humanos: nacer de una Virgen, o concebir un hijo en una edad avanzada. Por esto, el Santo que va a nacer de María será llamado Hijo de Dios. 

El milagro se repite hoy. Cuando los hombres acogemos a Jesús en nuestros corazones, algo nuevo  y sorprendente acontece por el poder del Espíritu Santo:Dios mismo vive en nosotros. Ya no somos nosotros sino Cristo que vive en nosotros.

“¡He aquí la esclava del Señor! Hágase en mí según su Palabra”

El tiempo se detiene. María reconoce la voluntad de Dios para Ella: su colaboración libre en una empresa divina. 

Resultado de imagen de dia de la virgen mariaPercibe que su maternidad va ser de una calidad especial; ser la madre del Rey de Reyes, del Salvador, pero sobre todo ser madre del Hijo del Altísimo, ser madre de Dios; porque la maternidad hace referencia a la persona, y Ella introducirá al Hijo sempiterno en la vida de los hombres. 
María tuvo que ser plenamente consciente de lo que estaba pasando y de lo que se le pedía: no será un elemento pasivo en la gran tarea de la redención. Y, desde una inteligencia preclara, sin la tiniebla del pecado, ve con claridad meridiana la grandeza de lo que se le pide. Aunque tendrá conocimiento más claro en la profecía de Simeón. Pero ve, sobre todo, el gran derroche de Amor en el mundo. 


El mundo espera su respuesta. La espera Adán y Eva desde el seol, la esperan los patriarcas, los ángeles, el cielo está en suspenso ante la respuesta de María. Los segundos se hacen eternos. De pronto, surge de su boca el sí con acentos de entrega y fe consciente y amorosa: “¡He aquí la esclava del Señor! Hágase en mí según su Palabra”.

La respuesta del ángel aclara todo para María, y ella se entrega. Aunque María fue elegida por Dios, Ella responde con un corazón dispuesto y usa para si el título de Esclava, sirvienta del Señor. 

Esta expresión "esclava del Señor" viene de Isaías, que presenta la misión del pueblo no como un privilegio, sino como un servicio a los otros pueblos: "Aquí está mi siervo a quien protejo; mi elegido, en quien mi alma se complace. He puesto en él mi espíritu" (Isaías 42,1-9)"Tú eres mi siervo, Israel, en quien me glorificaré." (Isaías 49,3-6).

El "sí" de María es el reflejo perfecto del "sí" de Cristo: He aquí que vengo -pues de mí está escrito en el rollo del libro- a hacer, oh Dios, tu voluntad  (Salmo 39; Hebreos 10,7). La obediencia del Hijo se refleja en la obediencia de la Madre y gracias al encuentro de estos dos "síes", Dios se hace hombre.

En este gran "sí" se asienta la voluntad de Dios, quien permite decidir a su criatura más hermosa y privilegiada, la Virgen María. Tras este vital "sí", se cimientan el resto de los "síes" de la humanidad: los de los discípulos, los apóstoles, los santos y todo el resto de los hombres que han cumplido y cumplimos la voluntad de Dios, como rezamos en el Padrenuestro: "Hágase tu voluntad".
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El "sí" de María comprende y abarca la totalidad de la fe, la esperanza y la caridad que Dios nos muestra y nos ofrece a través de Ella. María dice "sí" por plena confianza, esperanza y amor, más que por conocimiento o sabiduría.

El "sí" de María la convierte en la primera discípula de Cristo en ese mismo momento, discípula de la Palabra, del Verbo: "Hágase en mi según tu palabra". Y su "sí" es hasta el final, hasta la misma muerte de su Hijo.

Desde ese "sí", Dios creció en el seno de María. De la misma forma, también puede crecer hoy en nuestros corazones, si por la fe, creemos, si por la esperanza, confiamos y si por el amor, damos sentido a toda nuestra existencia.

Hoy, Dios también nos anuncia y nos pide a cada uno de nosotros que le acojamos, que pongamos a disposición nuestro corazón y nuestro cuerpo, toda nuestra existencia, para que Él pueda habitar en el mundo...

¿Le daremos nuestro sí o nuestro no?
¿Somos de "sí" o de "no"? 
¿Le miramos a Él o miramos hacia otro sitio?
¿Permitimos que habite en nosotros o le negamos y abandonamos?




viernes, 17 de febrero de 2017

RIESGOS QUE MOTIVAN

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"No temas, porque yo estoy contigo; no te asustes, pues yo soy tu Dios. 
Yo te doy fuerza, soy tu auxilio y te sostengo con mi diestra victoriosa. 
(Isaías 41, 10)


Albert Einstein dijo:"Si quieres resultados distintos, haz cosas distintas". A menudo, existe un abismo entre lo que queremos que suceda y lo que realmente hacemos para que ocurra. Soñamos con un futuro nuevo, pero luego, hacemos las mismas cosas de todos los días. 

Esto también ocurre en muchas de nuestras parroquias. A menudo, los planes pastorales trazan objetivos a corto plazo, fáciles de cumplir y que realmente no nos llevan a ningún sitio, salvo a una espiral que nos devuelve al mismo lugar, año tras año. Y vuelta a empezar...somos como hámsters corriendo en la rueda, pero sin movernos un milímetro.

Para lograr un futuro radicalmente nuevo, tenemos que hacer cosas radicalmente diferentes. Esto es, asumir riesgos. La visión implica riesgo; el riesgo, aventura; y la aventura nos hace sentirnos vivos.

No obstante, en muchas ocasiones, el riesgo nos asusta, nos bloquea y nos paraliza. La clave inicial es comenzar orando, abandonarse a Dios, para que el Espíritu de luz nos ilumine para saber qué quiere de nosotros, para que asumamos riesgos y combatamos el miedo inicial que nos atenaza. 

Confiando en Él e imitando su manera de pensar, seremos capaces de asumir cualquier riesgo, por muy grande que parezca: "Cuando estoy lleno de miedo, yo me refugio en ti. En Dios... confío y ya no tengo miedo; ¿qué podrá hacerme un hombre?" (Salmo 56,4-5).

Pero ¡Cuidado! porque el miedo y la pereza son primos hermanos. No estoy diciendo que debamos ser unos locos imprudentes, pero es probable que tengamos que ser algo más valientes de lo que somos. La tentación nos lleva a desear una vida (también parroquial) tranquila, sin temores, pero eso sólo ocurre en el cielo. Y tenemos que ganárnoslo.

En la tierra, Dios nos llama a ser valientes, a mirar hacia delante y no hacia atrás, sin anhelar las cosas del mundo: "No mires atrás ni te detengas" (Génesis 19,17) porque si nuestra mirada está puesta en este mundo, nuestro futuro nos lleva a la muerte. Además, los cristianos tenemos la absoluta seguridad de que si Dios cuida de toda la creación ¿cómo no va a cuidar de nosotros? 

Seamos realistas, si la mayoría de las parroquias están en declive o estancadas, es porque la iglesia no está asumiendo riesgos. Creo que el riesgo debe ser a la vez un hábito y un modo de pensar. Tomemos alguna iniciativa para adoptar retos, y alcanzar nuestra visión sobre lo que Dios quiere de nosotros.

Riesgos a asumir

1. Comienza algo que no sepas cómo terminará

Hacer frente a las cosas que sabemos como terminarán es sencillo hasta para un niño pero es un camino seguro al estancamiento y al aburrimiento. El riesgo, sin embargo, es avance y entretenimiento.

¿Cuál ese proyecto que te asusta? Pulsa "start". Hoy mismo. Y averigua a dónde te lleva.

En la Biblia se nos muestra como las personas que obedecieron a Dios y asumieron riesgos (Moisés, Abraham, los apóstoles, etc.) no tenían idea de lo que estaban haciendo, ni de como terminarían cuando comenzaron. 

¿Por qué habría de ser diferente para nosotros?

2. Haz lo que has pensando hacer, pero que aún no has hecho


Todos tenemos cosas que hemos estado pensando en hacer hace años y que nunca hemos empezado. Hazlo. En serio.

Los verdaderos líderes están llamados a las grandes acciones, no sólo a los grandes pensamientos.

Arriésgate y empieza a caminar. Si nunca te propones empezar, nunca llegarás a ningún sitio. Toda aventura comienza por el primer paso.

3. Sé generoso y espléndido

En un mundo donde hay mil razones para ser tacaños, para ser egoístas, la generosidad es un riesgo. Jesús se arriesgó: dejo su puesto de gloria en el cielo y bajó a la tierra para ofrecer su vida por nosotros con generosidad y amor absolutos.

Ser espléndido cuando no se tienen medios es un riesgo. Ser generoso con los elogios cuando no se tienen ganas de agradar a alguien es un riesgo. Entregar la vida por los que tenemos a nuestro alrededor es un riesgo que bien vale la pena asumir.

La generosidad es la clave para desarrollar una mentalidad de abundancia. Y las personas con una mentalidad de abundancia, a menudo, terminan asumiendo más y mayores riesgos. Y eso es lo que marca nuestro camino a la santidad.

4. Establece una meta que creas que es imposible de conseguir

La razón por la que uno no se fija una meta alta es porque piensa que es imposible y además no se puede hacer. Sin embargo los cristianos sabemos que "no hay nada imposible para Dios" (Lucas 1, 37).

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Precisamente por eso, plantéatela. Establece una meta ambiciosa. Si te planteas un fácil, sencilla y pequeña, entonces, no llegarás muy lejos.

Si te marcas una difícil, complicada y grande, y empiezas a caminar y llegarás lejos. Las personas que se fijan metas altas logran más que las personas que no lo hacen.

5. Sé vulnerable

Sí, la vulnerabilidad es también un riesgo. No estar preparado para aceptar el fracaso, inevitablemente conlleva riesgo ... pero no debemos asustarnos.

Sin miedo al fracaso, nos haremos vulnerables pero también Dios utiliza eso para curtirnos y prepararnos hoy para un futuro de mayores logros.

La valía personal no se establece por lo vulnerable que uno es ni por las veces que uno cae, sino por las que se levanta y continúa.

6. Confía en otros

Sin duda, es un riesgo confiar en los demás algo que te importa, ¿verdad? Es por eso que normalmente lo terminamos haciendo nosotros.

Elige algo que pensabas hacer personalmente y que te parece importante e invita a alguien a que lo haga. 

Esto no sólo te ayudará a ser más generoso, sino que también te posicionará en un liderazgo para formar un equipo más fuerte y así llegar muy lejos. Jesús nos mostró el camino del liderazgo, delegando su misión en sus discípulos. Él podría haber hecho todo sin ayuda alguna y sin embargo, nos enseñó el camino para llegar al Padre.

"Si quieres ir rápido, ve solo. Si quieres ir más lejos, ve con un equipo. Si quieres alcanzar el cielo, ve con Dios".

7. No abandones

Cuando se tiene miedo, se piensa en abandonar, ¿verdad? Cuando se pierde la esperanza y llegan los problemas, lo fácil es huir. Cuando huimos, renegamos de Dios.

Pues, ¡de eso nada! 

Piensa que tu objetivo es a largo plazo, es para toda la eternidad y empieza a moverte. Después de la tormenta, siempre viene la calma. Después de este mundo nos espera el cielo. Pero hay que ganarlo.

Estos son algunos riesgos que podemos asumir hoy y que pondrán en marcha otros mayores riesgos el día de mañana y que, por cierto... acrecentarán nuestra fe. Tenemos que dejar de confiar en nosotros mismos y empezar a confiar en Dios. Ahora más que nunca.

Después de todo, ¿alguna vez Dios nos llama para hacer algo fácil? ¿Verdad que no? Él estará a nuestro lado "todos los días hasta el fin del mundo" (Mateo 28,20), para "echarnos una mano".