"Que todos sean una sola cosa;
como tú, Padre, estás en mí y yo en ti,
que también ellos sean una sola cosa en nosotros,
para que el mundo crea que tú me has enviado."
(Juan 17,21)
Últimamente, venimos escuchando con no poco sobresalto la expresión “la Iglesia de Francisco”, como si la Iglesia no fuera "Una" (un sólo Dios, una Fe, un Bautismo, una Doctrina), como si los dos mil años de Iglesia hubieran sido un entrenamiento, como si la "Iglesia de verdad" hubiera comenzado hace cinco años con la llegada de Francisco.
Como punto de partida, hablar de la "Iglesia de Francisco" implica, en sí mismo, una apropiación indebida de una Iglesia que sólo pertenece a Jesucristo. Hablar de la "Iglesia de Francisco" evidencia que "existe otra Iglesia" que no es (que no ha sido) la verdadera, y por tanto, admitir que hasta hoy, la Iglesia estaba equivocada. Hablar de la "Iglesia de Francisco" implica dividir, confrontar y provocar un cisma en el Cuerpo de Cristo hoy.
Francisco es, ante todo, la cabeza de la Iglesia Católica y como sucesor de Pedro, su función principal es ser vínculo y garante de la unidad y la comunión.
Hablar de una Iglesia de.. y otra de..., significa hablar más de "arenas movedizas" que de "roca de la fe"; significa marginar a parte del pueblo de Dios por el hecho de ser fiel a la doctrina del Evangelio y al Magisterio de la Iglesia; significa integrar a nuevos miembros que, abogan por un cambio acorde a los tiempos que les permita decidir por sí mismos lo que está bien y lo que está mal.
Hablar de una Iglesia de.. y otra de..., significa hablar más de "arenas movedizas" que de "roca de la fe"; significa marginar a parte del pueblo de Dios por el hecho de ser fiel a la doctrina del Evangelio y al Magisterio de la Iglesia; significa integrar a nuevos miembros que, abogan por un cambio acorde a los tiempos que les permita decidir por sí mismos lo que está bien y lo que está mal.
Sin fidelidad a Cristo no puede haber Iglesia; sin unidad doctrinal no puede haber Iglesia; sin comunión fraternal no puede haber Iglesia...ni de Francisco ni de Pepito...
El cardenal Robert Sarah, prefecto de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos desde 2014. advierte que la Iglesia Católica Romana se enfrenta a un grave riesgo de división: “Sin una fe común, la Iglesia es amenazada por la confusión y luego, progresivamente puede deslizarse a la dispersión y la división. Actualmente hay un grave riesgo de fragmentación de la Iglesia, de que se desintegre el cuerpo místico de Cristo por insistir en las identidades nacionales de las Iglesias y así en su capacidad para decidir por sí mismos, sobretodo en el dominio tan crucial de la doctrina y la moral” (Entrevista 18 abril 2017).
Espíritu confuso
La confusión parece gustar a muchas personas tanto dentro como fuera de la Iglesia. Y Francisco "gusta" mucho a los de "fuera" porque alimenta la ambigüedad con sus continuos cambios de pensamiento, con sus numerosos "guiños" a sectores históricamente anti-católicos, con sus ocurrentes "frases" para ganarse adeptos dentro de los colectivos tradicionalmente enemigos de la Iglesia.
En su exhortación del 2016, Amoris Laetitia, Francisco escribió: “Quisiera aclarar que no todas las discusiones y asuntos morales o pastorales necesitan ser establecidos por intervenciones del magisterio. Cada país o región (…) puede buscar soluciones que se ajusten mejor a su cultura y que sean más susceptibles a sus tradiciones y necesidades locales”.
Aclaraciones que, más que dar luz, provocaron cierta hilaridad y confusión, puesto que el Santo Padre cede el Magisterio de la Iglesia al ámbito local, dando lugar a la confusión y conflicto entre las distintas conferencias episcopales, en lo relativo a pastorales sobre al divorcio y las segundas nupcias, la comunión en estado irregular y el adulterio, la comunión inter-ecuménica, la ideología de genero y la LGTB, etc.
Aunque cuatro cardenales le han pedido públicamente al Papa Francisco una declaración aclarando los párrafos controvetidos de Amoris Laetitia, Francisco ha rehusado a hacerlo, lo que indefectiblemente lleva a la Iglesia a un punto peligrosamente confuso y fragmentado.
Espíritu sectario
Desde el inicio de la Iglesia empezaron las divisiones, algo que no es nuevo, pues ya el apóstol Pablo lo advertía en la Iglesia de Corinto:"Yo soy de Pablo, yo de Apolo, yo de Cefas, yo de Cristo". ¿Está dividido Cristo? ¿Acaso Pablo fue crucificado por vosotros o habéis sido bautizados en su nombre?" ( Corintios 1, 12-13).
Se trata de liderazgo malentendido, espíritu sectario dentro de la Iglesia, carácter autorreferencial y endogámico. En definitiva, un camino peligroso: "Yo soy de Francisco; ¿qué me importa Benedicto o Juan Pablo II con sus seguidores? Los demás no me interesan."
El Papa no puede ser partidista. Debe resolver las disputas, no dar pie a ellas. No debe posicionarse en “una de las partes”, cuando se producen desacuerdos dentro de la Iglesia. No puede premiar a sus aliados y castigar a sus detractores. Y desde luego, no puede revertir la doctrina de sus antecesores.
El sucesor de Pedro debe ser prudente y evitar incluso la apariencia de una actuación arbitraria. Debe ser consciente de que sirve al pueblo de Dios como Cabeza de la Iglesia pero no como Líder autoritario. Debe proponer más que imponer.
Francisco ha nombrado, en sólo tres años, a 61 cardenales "propios", de los cuales 49 son menores de 80 años, entre ellos Osoro, de Madrid, y Omella, de Barcelona. Su objetivo parece estar claro: rodearse de personas con una ideología eclesiástica y espíritu renovador alineados con los suyos, con el propósito de influir en la decisión del nombramiento de su futuro sucesor.
Espíritu progresista
El papel del Papa es conservador por su propia naturaleza, puesto que debe preservar la pureza y claridad de nuestra fe: una fe que no cambia y que fue establecida por Jesucristo. Por tanto, nadie (ni siquiera el Papa) puede cuestionar la doctrina sin alterar la autoridad de la Iglesia que nuestro Señor fundó, la misma Iglesia que le da a él su autoridad.
Si bien es el pastor supremo de la Iglesia Católica, el Papa sólo puede enseñar lo que la Iglesia siempre ha enseñado: el depósito de la fe que se le ha transmitido desde los apóstoles.
En contra de lo que muchos creen, el Papa sólo es infalible cuando proclama y define lo que el Magisterio ha dicho y los fieles católicos han creído “siempre y en todas partes”. En el resto de ocasiones en las que habla, el Papa es humano. Y como tal, puede equivocarse.
Si bien es el pastor supremo de la Iglesia Católica, el Papa sólo puede enseñar lo que la Iglesia siempre ha enseñado: el depósito de la fe que se le ha transmitido desde los apóstoles.
En contra de lo que muchos creen, el Papa sólo es infalible cuando proclama y define lo que el Magisterio ha dicho y los fieles católicos han creído “siempre y en todas partes”. En el resto de ocasiones en las que habla, el Papa es humano. Y como tal, puede equivocarse.
El Papa no puede enseñar algo nuevo ni tener una actitud progresista o de reforma. Puede expresar la Verdad de nuevas maneras, con nuevas metodologías, con nuevos lenguajes pero si introduce "nuevas enseñanzas", está abusando de su autoridad.
Y si además estas nuevas enseñanzas entran en conflicto con la doctrina establecida por la Palabra y el Magisterio de la Iglesia, está socavando su propia autoridad.
Espíritu liberal
Son muchos los que ven muchas similitudes entre las opiniones de Francisco y la Teología de la Liberación, hasta el punto de parecer haber legitimado algunos de sus postulados.
La “Teología de la liberación” se define a sí misma, “como una reflexión a partir de la experiencia religiosa de quienes encuentran a Cristo entre los pobres, merced al compromiso que contraen en la lucha por su liberación”.
“Liberación” significa la lucha y destrucción del capitalismo como la peor manifestación del pecado en forma de "violencia" y la necesidad de reemplazarlo por el comunismo.
Jesucristo es presentado como un revolucionario y, así, si una persona quiere seguirle, si quiere ser cristiano, también debe ser revolucionario. Y así esta "Teología" proselitista, liberal y de pensamiento único divide a la Iglesia en “nosotros” y “ellos”.
En el discurso pronunciado durante el Tercer Encuentro Mundial de Movimientos Populares organizado por el Vaticano, Francisco expresó: "Actualmente quien gobierna el mundo es “el dinero”. ¿Cómo? Mediante “el látigo del miedo, de la inequidad, de la violencia económica, social, cultural y militar que engendra más y más violencia en una espiral descendente que parece no acabar jamás”. Y subrayó que “ese sistema es terrorista”.
Ratzinger alertó sobre las “graves desviaciones ideológicas que conducen inevitablemente a traicionar la causa de los pobres […] la lucha de clases como camino hacia la sociedad sin clases es un mito que impide las reformas y agrava la miseria y las injusticias”. Y condenó “la nueva interpretación, que viene a corromper lo que tenía de auténtico el generoso compromiso inicial en favor de los pobres”.
El hombre actual cree que la Iglesia es una construcción humana y la fe, un accidente histórico que ocurrió hace dos mil años y que tuvo éxito gracias al destino. Por eso, afirma que la Iglesia debe cambiar y adaptarse a cada época y a cada cultura.
El hombre actual cree que la Iglesia es una construcción humana y la fe, un accidente histórico que ocurrió hace dos mil años y que tuvo éxito gracias al destino. Por eso, afirma que la Iglesia debe cambiar y adaptarse a cada época y a cada cultura.
En el fondo y como siempre, se trata de una cuestión de fe: ¿Es la Iglesia una institución fundada por Dios para la salvación eterna de las almas? ¿O es una construcción social constituida por gente sincera para hacer del mundo un mejor lugar? y de una cuestión de obediencia: ¿Es la Doctrina y el Magisterio de la Iglesia la Verdad revelada por Cristo? ¿O es una construcción ideológica según las épocas y dependiente de los tiempos?
Jesús nos insiste a estar alerta, en vela y preparados y a orad para no caer en tentación: "Estad alerta; velad... Lo que os digo a vosotros, se lo digo a todos: ¡Estad en vela!" (Marcos 13, 33-37). "Velad y orad para que no caigáis en tentación. El espíritu está dispuesto, pero la carne es débil" (Mateo 26, 41). "Estad alerta y orad en todo momento para que podáis libraros de todo lo que ha de venir y presentaros ante el hijo del hombre" (Lucas 21, 36). "Acuérdate de cómo recibiste y oíste la palabra; guárdala y arrepiéntete. Porque, si no despiertas, caeré sobre ti como un ladrón, sin que sepas a qué hora te voy a sorprender." (Apocalipsis 3, 3).
Nos avisa para que nadie nos engañe porque surgirán falsos profetas: "Mirad que nadie os engañe. Muchos vendrán en mi nombre diciendo: Yo soy el mesías, y engañarán a muchos..."Entonces os entregarán a la tortura y a la muerte. Por mi causa os odiarán todos los pueblos. Muchos se escandalizarán, se traicionarán y odiarán unos a otros. Surgirán muchos falsos profetas y engañarán a muchos. El exceso de la maldad enfriará la caridad de mucha gente, pero el que persevere hasta el fin se salvará" (Mateo 24, 4-5; 9-13).
Nos advierte de la llegada del Anticristo y previene que saldrá de entre nosotros: "Cuando veáis en el lugar santo el ídolo repugnante anunciado por el profeta Daniel (el que lea que entienda)...Rezad...estad en guardia..."" (Mateo 24, 15). "Y en el templo se cometerá un sacrilegio horrible, hasta que la ruina decretada caiga sobre el devastador" (Daniel 9, 27). "Hijitos míos, es la última hora. Se les dijo que tendría que llegar el Anticristo; pues bien, ya han venido varios anticristos, por donde comprobamos que esta es la última hora. Ellos salieron de entre nosotros mismos, aunque realmente no eran de los nuestros. Si hubieran sido de los nuestros se habrían quedado con nosotros. Al salir ellos, vimos claramente que no todos los que están dentro de nosotros son de los nuestros" (1 Juan 2, 18-19).
Debemos velar, estar alerta y preparados; mantenernos sobrios, prudentes y firmes en la fe; fieles, obedientes y dóciles a la Palabra de Dios y al Magisterio de la Iglesia. Y para todo ello, y lo más importante, debemos orar.
Recemos por el Santo Padre, por todos los obispos y por todos los sacerdotes, por todos los consagrados y por todo el Pueblo de Dios para que Su Espíritu ilumine y guíe a toda Su Iglesia.