¿QUIÉN ES JESÚS?

La vida de Jesús siempre ha suscitado preguntas a lo largo de los últimos dos mil años.

¿Cómo pudo un carpintero que fue ejecutado por los romanos convertirse en el hombre más famoso de la historia?
¿Fue Jesús alguien verdaderamente real?
¿Cómo puede Dios ser un hombre al mismo tiempo?
¿De qué manera podría esto tener algún sentido para mi vida?

Estas son algunas pero queremos que nos cuentes las tuyas.
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lunes, 12 de julio de 2021

EVANGELIZAR NO ES HACER PROSÉLITOS

¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, 
que viajáis por tierra y mar para ganar un prosélito, 
y cuando lo conseguís, 
lo hacéis digno de la gehenna el doble que vosotros! 
(Mateo 23,15)

En el artículo anterior reflexionábamos y meditábamos sobre la misión que Jesucristo encomendó a sus discípulos y que nos concierne a todos. Sin embargo, debemos tener especial cuidado para no confundir evangelizar con hacer proselitismo, ni celo apostólico por sectarismo.

Proselitismo, del griego ροσήλυτος/prosêlütos y del latín prosélytus, "nuevo venido", es el empeño o afán de una persona por convencerinducir o incluso forzar a otra a cambiar su parecer, sin tener en cuenta su libertad, su dignidad o su capacidad de elección voluntaria.

Hacer proselitismo no tiene nada que ver con evangelizar. El empeño exagerado e incluso impertinente por captar o atraer a la fe a otras personas a cualquier precio no es evangelizar, sino hacer "esclavos de la fe". Imponer la fe de un modo exigente, obligatorio y coactivo no procede de una pureza de intención cristiana. 

Hacer proselitismo es adoptar una actitud sectaria por la que alguien llega a considerarse un "fiscal de la fe", un "juez de la fe", un "hermano mayor", o incluso "espiritualmente superior", obligando y forzando a los demás a "acatar la verdad a la fuerza". 

Nosotros, los cristianos, no somos fiscales, ni abogados ni jurados ni jueces. Somos testigos que, llamados al estrado, damos testimonio de que Jesucristo ha resucitado y vive, pero no acusamos, ni defendemos, ni damos un veredicto, ni dictamos sentencia. Sólo el pecado acusa, sólo el Espíritu Santo defiende y sólo Dios juzga los corazones.

Hacer proselitismo es transformarse, sin saberlo, en traficantes de esclavos de la fe. Es ir a la selva, capturar violentamente a otros e introducirlos a la fuerza en un barco negrero que jamás puede llevar el nombre de "Iglesia de Cristo". Los cristianos no somos comerciantes ni nos dedicamos a la trata de hombres. Somos misioneros que damos gratis lo que hemos recibido gratis (Mateo 10,8).
Dios respeta por encima de todo la libertad y la dignidad del hombre, y nunca fuerza ni quebranta su voluntad. Si Jesús jamás hizo proselitismo durante su vida pública ¿por qué habríamos de hacerlo nosotros?

Este afán de "captar esclavos para la fe" parte de una idea errónea y tergiversada del concepto y del proceso de conversión. La conversión espiritual o "metanoia" es un acto libre e interior de la voluntad por el que el hombre "se vuelve" a Dios, no por un empeño forzado. 

La conversión es siempre un movimiento "interno" del alma y nunca se provoca desde afuera, es decir, nadie convierte a nadie. Es uno mismo quien decide cambiar su corazón y transforma su mente al confrontar su vida ante Dios Todopoderoso, no por la acción empecinada de otro.

Forzar, obligar o presionar a cualquier persona para abrazar la fe no es obra de un cristiano sino de un sectario. Un seguidor de Cristo jamás irrumpe, coacciona y violenta un corazón, sino que lo conquista y lo atrae con el amor, con el ejemplo y con el testimonio de Jesucristo.
Imponer la Verdad por la fuerza, asaltar a las personas por la calle, "condenar" a quien no conoce a Cristo no es obra de un cristiano sino de un tirano. Un cristiano tan sólo anuncia y testimonia a Jesucristo, para que Su justicia y misericordia penetren en el alma con suavidad y firmeza al mismo tiempo.

Un cristiano sabe que "el mundo tiene más necesidad de testigos que de maestros" (Pablo VI) y que el fruto de la misión no le pertenece a él, sino que brota de la Gracia. Por ello, más que imponer lo absoluto y lo divino, lo ejemplariza y lo testimonia, mostrando el cielo en la tierra.

Cristo hace discípulos por atracción, no por imposición. El Señor hace amigos por fascinación, no "adeptos" por obligación. Jesús hace hombres libres, no esclavos. Por tanto, si somos discípulos de Cristo, ¿no deberíamos hacer lo mismo?

lunes, 10 de septiembre de 2018

¿IGLESIA DE FRANCISCO O IGLESIA CATÓLICA UNIVERSAL?


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"Que todos sean una sola cosa; 
como tú, Padre, estás en mí y yo en ti, 
que también ellos sean una sola cosa en nosotros, 
para que el mundo crea que tú me has enviado." 
(Juan 17,21)

Últimamente, venimos escuchando con no poco sobresalto la expresión “la Iglesia de Francisco”, como si la Iglesia no fuera "Una" (un sólo Dios, una Fe, un Bautismo, una Doctrina), como si los dos mil años de Iglesia hubieran sido un entrenamiento, como si la "Iglesia de verdad" hubiera comenzado hace cinco años con la llegada de Francisco

Como punto de partida, hablar de la "Iglesia de Francisco" implica, en sí mismo, una apropiación indebida de una Iglesia que sólo pertenece a Jesucristo. Hablar de la "Iglesia de Francisco" evidencia que "existe otra Iglesia" que no es (que no ha sido) la verdadera, y por tanto, admitir que hasta hoy, la Iglesia estaba equivocada. Hablar de la "Iglesia de Francisco" implica  dividir, confrontar y provocar un cisma en el Cuerpo de Cristo hoy. 

Francisco es, ante todo, la cabeza de la Iglesia Católica y como sucesor de Pedro, su función principal es ser vínculo y garante de la unidad y la comunión

Hablar de una Iglesia de.. y otra de..., significa hablar más de "arenas movedizas" que de "roca de la fe"; significa marginar a parte del pueblo de Dios por el hecho de ser fiel a la doctrina del Evangelio y al Magisterio de la Iglesia; significa integrar a nuevos miembros que, abogan por un cambio acorde a los tiempos que les permita decidir por sí mismos lo que está bien y lo que está mal.

Sin fidelidad a Cristo no puede haber Iglesia; sin unidad doctrinal no puede haber Iglesia; sin comunión fraternal no puede haber Iglesia...ni de Francisco ni de Pepito...

Cardinal Robert Sarah (cropped).JPGEl cardenal Robert Sarah, prefecto de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos desd2014. advierte que la Iglesia Católica Romana se enfrenta a un grave riesgo de división: “Sin una fe común, la Iglesia es amenazada por la confusión y luego, progresivamente puede deslizarse a la dispersión y la división. Actualmente hay un grave riesgo de fragmentación de la Iglesia, de que se desintegre el cuerpo místico de Cristo por insistir en las identidades nacionales de las Iglesias y así en su capacidad para decidir por sí mismos, sobretodo en el dominio tan crucial de la doctrina y la moral” (Entrevista 18 abril 2017).

Espíritu confuso

La confusión parece gustar a muchas personas tanto dentro como fuera de la Iglesia. Y Francisco "gusta" mucho a los de "fuera" porque alimenta la ambigüedad con sus continuos cambios de pensamiento, con sus numerosos "guiños" a sectores históricamente anti-católicos, con sus ocurrentes "frases" para ganarse adeptos dentro de los colectivos tradicionalmente enemigos de la Iglesia.

Imagen relacionadaEn su exhortación del 2016, Amoris Laetitia, Francisco escribió: “Quisiera aclarar que no todas las discusiones y asuntos morales o pastorales necesitan ser establecidos por intervenciones del magisterio. Cada país o región (…) puede buscar soluciones que se ajusten mejor a su cultura y que sean más susceptibles a sus tradiciones y necesidades locales”.

Aclaraciones que, más que dar luz, provocaron cierta hilaridad y confusión, puesto que el Santo Padre cede el Magisterio de la Iglesia al ámbito local, dando lugar a la confusión y conflicto entre las distintas conferencias episcopales, en lo relativo a pastorales sobre al divorcio y las segundas nupcias, la comunión en estado irregular y el adulterio, la comunión inter-ecuménica, la ideología de genero y la LGTB, etc.

Aunque cuatro cardenales le han pedido públicamente al Papa Francisco una declaración aclarando los párrafos controvetidos de Amoris Laetitia, Francisco ha rehusado a hacerlo, lo que indefectiblemente lleva a la Iglesia a un punto peligrosamente confuso y fragmentado.

Espíritu sectario

Desde el inicio de la Iglesia empezaron las divisiones, algo que no es nuevo, pues ya el apóstol Pablo lo advertía en la Iglesia de Corinto:"Yo soy de Pablo, yo de Apolo, yo de Cefas, yo de Cristo". ¿Está dividido Cristo? ¿Acaso Pablo fue crucificado por vosotros o habéis sido bautizados en su nombre?" ( Corintios 1, 12-13).

Resultado de imagen de iglesia de franciscoSe trata de liderazgo malentendido, espíritu sectario dentro de la Iglesia, carácter autorreferencial y endogámico. En definitiva, un camino peligroso: "Yo soy de Francisco; ¿qué me importa Benedicto o Juan Pablo II con sus seguidores? Los demás no me interesan." 

El Papa no puede ser partidista. Debe resolver las disputas, no dar pie a ellas. No debe posicionarse en “una de las partes”, cuando se producen desacuerdos dentro de la Iglesia. No puede premiar a sus aliados y castigar a sus detractores. Y desde luego, no puede revertir la doctrina de sus antecesores.

El sucesor de Pedro debe ser prudente y evitar incluso la apariencia de una actuación arbitraria. Debe ser consciente de que sirve al pueblo de Dios como Cabeza de la Iglesia pero no como Líder autoritario. Debe proponer más que imponer.

Francisco ha nombrado, en sólo tres años, a 61 cardenales "propios", de los cuales 49 son menores de 80 años, entre ellos Osoro, de Madrid, y Omella, de Barcelona. Su objetivo parece estar claro: rodearse de personas con una ideología eclesiástica y espíritu renovador alineados con los suyos, con el propósito de influir en la decisión del nombramiento de su futuro sucesor. 

Espíritu progresista

El papel del Papa es conservador por su propia naturaleza, puesto que debe preservar la pureza y claridad de nuestra fe: una fe que no cambia y que fue establecida por Jesucristo. Por tanto, nadie (ni siquiera el Papa) puede cuestionar la doctrina sin alterar la autoridad de la Iglesia que nuestro Señor fundó, la misma Iglesia que le da a él su autoridad. 
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Si bien es el pastor supremo de la Iglesia Católica, el Papa sólo puede enseñar lo que la Iglesia siempre ha enseñado: el depósito de la fe que se le ha transmitido desde los apóstoles. 

En contra de lo que muchos creen, el Papa sólo es infalible cuando proclama y define lo que el Magisterio ha dicho y los fieles católicos han creído “siempre y en todas partes”. En el resto de ocasiones en las que habla, el Papa es humano. Y como tal, puede equivocarse.

El Papa no puede enseñar algo nuevo ni tener una actitud progresista o de reforma. Puede expresar la Verdad de nuevas maneras, con nuevas metodologías, con nuevos lenguajes pero si introduce "nuevas enseñanzas", está abusando de su autoridad

Y si además estas nuevas enseñanzas entran en conflicto con la doctrina establecida por la Palabra y el Magisterio de la Iglesia, está socavando su propia autoridad.

Espíritu liberal

Son muchos los que ven muchas similitudes entre las opiniones de Francisco y la Teología de la Liberación, hasta el punto de parecer haber legitimado algunos de sus postulados.

Imagen relacionadaLa “Teología de la liberación” se define a sí misma, “como una reflexión a partir de la experiencia religiosa de quienes encuentran a Cristo entre los pobres, merced al compromiso que contraen en la lucha por su liberación”. 

Imagen relacionada“Liberación” significa la lucha y destrucción del capitalismo como la peor manifestación del pecado en forma de "violencia" y la necesidad de reemplazarlo por el comunismo. 

Jesucristo es presentado como un revolucionario y, así, si una persona quiere seguirle, si quiere ser cristiano, también debe ser revolucionario. Y así esta "Teología" proselitista, liberal y de pensamiento único divide a la Iglesia en “nosotros” y “ellos”.

En el discurso pronunciado durante el Tercer Encuentro Mundial de Movimientos Populares organizado por el Vaticano, Francisco expresó: "Actualmente quien gobierna el mundo es “el dinero”. ¿Cómo? Mediante “el látigo del miedo, de la inequidad, de la violencia económica, social, cultural y militar que engendra más y más violencia en una espiral descendente que parece no acabar jamás”. Y subrayó que “ese sistema es terrorista”.
Ratzinger alertó sobre las “graves desviaciones ideológicas que conducen inevitablemente a traicionar la causa de los pobres […] la lucha de clases como camino hacia la sociedad sin clases es un mito que impide las reformas y agrava la miseria y las injusticias”. Y condenó “la nueva interpretación, que viene a corromper lo que tenía de auténtico el generoso compromiso inicial en favor de los pobres”.

El hombre actual cree que la Igl
esia es una construcción humana y la fe, un accidente histórico que ocurrió hace dos mil años y que tuvo éxito gracias al destino. Por eso, afirma que la Iglesia debe cambiar y adaptarse a cada época y a cada cultura.

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En el fondo y como siempre, se trata de una cuestión de fe: ¿Es la Iglesia una institución fundada por Dios para la salvación eterna de las almas? ¿O es una construcción social constituida por gente sincera para hacer del mundo un mejor lugar? y de una cuestión de obediencia: ¿Es la Doctrina y el Magisterio de la Iglesia la Verdad revelada por Cristo? ¿O es una construcción ideológica según las épocas y dependiente de los tiempos?

Jesús nos insiste a estar alerta, en vela y preparados y a orad para no caer en tentación: "Estad alerta; velad... Lo que os digo a vosotros, se lo digo a todos: ¡Estad en vela!" (Marcos 13, 33-37).  "Velad y orad para que no caigáis en tentación. El espíritu está dispuesto, pero la carne es débil" (Mateo 26, 41). "Estad alerta y orad en todo momento para que podáis libraros de todo lo que ha de venir y presentaros ante el hijo del hombre" (Lucas 21, 36). "Acuérdate de cómo recibiste y oíste la palabra; guárdala y arrepiéntete. Porque, si no despiertas, caeré sobre ti como un ladrón, sin que sepas a qué hora te voy a sorprender." (Apocalipsis 3, 3).

Nos avisa para que nadie nos engañe porque surgirán falsos profetas: "Mirad que nadie os engañe. Muchos vendrán en mi nombre diciendo: Yo soy el mesías, y engañarán a muchos..."Entonces os entregarán a la tortura y a la muerte. Por mi causa os odiarán todos los pueblos. Muchos se escandalizarán, se traicionarán y odiarán unos a otros. Surgirán muchos falsos profetas y engañarán a muchos. El exceso de la maldad enfriará la caridad de mucha gente, pero el que persevere hasta el fin se salvará" (Mateo 24, 4-5; 9-13).

Nos advierte de la llegada del Anticristo y previene que saldrá de entre nosotros: "Cuando veáis en el lugar santo el ídolo repugnante anunciado por el profeta Daniel (el que lea que entienda)...Rezad...estad en guardia..."" (Mateo 24, 15). "Y en el templo se cometerá un sacrilegio horrible, hasta que la ruina decretada caiga sobre el devastador" (Daniel 9, 27). "Hijitos míos, es la última hora. Se les dijo que tendría que llegar el Anticristo; pues bien, ya han venido varios anticristos, por donde comprobamos que esta es la última hora. Ellos salieron de entre nosotros mismos, aunque realmente no eran de los nuestros. Si hubieran sido de los nuestros se habrían quedado con nosotros. Al salir ellos, vimos claramente que no todos los que están dentro de nosotros son de los nuestros" (1 Juan 2, 18-19).

Debemos velar, estar alerta y preparados; mantenernos sobrios, prudentes y firmes en la fe; fieles, obedientes y dóciles a la Palabra de Dios y al Magisterio de la Iglesia. Y para todo ello, y lo más importante, debemos orar.

Recemos por el Santo Padre, por todos los obispos y por todos los sacerdotes, por todos los consagrados y por todo el Pueblo de Dios para que Su Espíritu ilumine y guíe a toda Su Iglesia.

miércoles, 8 de julio de 2015

AMOR FRENTE A ODIO, TOLERANCIA FRENTE A SECTARISMO


En los últimos tiempos, asistimos al resurgir de un odio radical y de una intolerancia desmedida, tanto fuera como dentro de nuestras fronteras, hacia lo religioso y en concreto, hacia la Iglesia católica y los cristianos.

Según cifras oficiales, en el mundo un cristiano es asesinado cada 5 minutos (105.000/año) por “odio a la fe”.

El odio y la intolerancia anti-cristianos surgen de un sectarismo ideológico planteado a propósito, difícil de digerir y quien se considera siempre en posesión de la verdad (pensamiento único) dictando unilateralmente lo que es correcto y lo que no, lo que se puede pensar y lo que no, lo que se debe hacer y lo que no.

Su objetivo parece no ser tanto la no-creencia o la no-relación con Dios, como una feroz y hostil reacción hacia los creyentes. 

Parece ser una ofensa, una afrenta o una osadía hacia su relativismo y subjetivismo, que les atemoriza, les ciega y les obliga a despreciar e insultar a quienes tienen fe.

Desgraciadamente, la intolerancia, el anticlericalismo y el secularismo se encuentran instalados en el odio: odio a lo que no les es propio, a lo que les incomoda o temen, odio a la Iglesia, al que es feliz, al que es creyente, al que va a misa, al que marca la “X” en la casilla de la Iglesia en la declaración de la renta. Odian TODO lo religioso.

El odio es un rasgo característico del sectario y no es más que temor e ignorancia y sobre todo, ausencia de amor, ausencia de Dios. Ahí es donde muchos se justifican en el amparo de una ficticia defensa de principios progresistas o postmodernos.

Reconozco que nunca me gustaron los que odian por sistema, ni los anti…. pero no por una convicción personal (que también) sino porque el ser humano está pensado para ser capaz de argumentar, de razonar, de empatizar o cuando menos, de respetar. Sin embargo, hoy se trata de “o lo mío o nada”.

Para los cristianos, nuestra fe no es un argumento filosófico, ni una cosmología caprichosa y fabricada a medida de cada uno, ni tampoco una alternativa a la ciencia o a la no-fe.

Es más una experiencia, una vivencia, una certeza, una convicción personal, profunda y absoluta. La fe no se alcanza porque un día te levantas y dices que Dios existe; sino que es cuando empiezas a experimentar su amor, que pones tu fe y tu confianza en Él.

Todos sabemos que cuando una mujer tiene la certeza de estar embarazada, está segura; sería surrealista que nos dijera que está un “poco embarazada”. O está embarazada o no lo está.

O cuando alguien se casa, sería absurdo que dijera: “no estoy seguro, a veces, sí y a veces, no”. O está casado o no lo está.

Un cristiano tiene absoluta certeza de Dios; no trata de convencer ni de convertir y, mucho menos, de imponer a otros lo que experimenta, sino de expresar lo que siente, su felicidad, su alegría interior.

Una seguridad que le impulsa a transformar su entorno, a ser mejor persona, a demostrar el amor y la misericordia que experimenta frente a la intolerancia o el sectarismo por los que podría optar, prefiere el libre albedrío a la imposición, prefiere “no juzgar y no ser juzgado, no condenar y no ser condenado”. (Lucas 6, 37).

Nadie puede obligar a amar a nadie, ni a creer o confiar en él, si uno no quiere. Y Dios, mucho menos.

Ahora bien, cuando uno experimenta el amor de Dios, podrán desacreditarte pero nadie podrá convencerte de lo contrario. Y yo, doy fe.