¿QUIÉN ES JESÚS?

La vida de Jesús siempre ha suscitado preguntas a lo largo de los últimos dos mil años.

¿Cómo pudo un carpintero que fue ejecutado por los romanos convertirse en el hombre más famoso de la historia?
¿Fue Jesús alguien verdaderamente real?
¿Cómo puede Dios ser un hombre al mismo tiempo?
¿De qué manera podría esto tener algún sentido para mi vida?

Estas son algunas pero queremos que nos cuentes las tuyas.
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sábado, 27 de abril de 2019

ODIO A NUESTRO ALREDEDOR


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"Están llenos de injusticia, malicia, perversidad, codicia, maldad; 
rebosantes de odio, de asesinatos, de disputas, de engaño, de malignidad; 
chismosos, calumniadores, aborrecedores de Dios, insolentes, altaneros, 
soberbios, inventores de maldades, desobedientes a los padres, 
insensatos, desleales, sin amor y sin piedad;"
(Romanos 1, 29-31)

El pasado mes de febrero tuve el privilegio de asistir a una conferencia y escuchar a Santiago Cantera, monje benedictino y prior del Valle de los Caídos, que constató los peligros que acechan a Europa (y por ende, a España), y a sus valores fundamentales, emanados del cristianismo. 

Tengo el honor y el orgullo de conocerle personalmente, y he de decir que es un hombre de Dios que inspira paz, serenidad, amor y fe allí por donde pasa. 
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Todo lo que dice Santiago Cantera es el resultado de una vida auténtica de oración y servicio a Dios y a los hombres. Un hombre, desde mi punto de vista, que rebosa humildad, valentía y sentido común.

Este sa
nto benedictino definió a Europa como "una civilización de dimensión trascendente gracias al cristianismo, que sintetizó la herencia de Grecia (razón y humanismo), de Roma (derecho, ley, orden, disciplina y eficacia) y la de los pueblos germánicos y eslavos (lealtad) y cuya característica fundamental siempre fue la búsqueda de la verdad objetiva para entender la realidad del hombre".  Hoy, esta búsqueda de la verdad no sólo se ha cuestionado, sino que se está diluyendo. Hoy Europa sucumbe y muere.

La fe cristiana, a través de los monjes y sus bibliotecas, "
salvaguardó el patrimonio cultural para profundizar en el conocimiento del mundo, del hombre y de Dios, y configuró Europa”. Sin embargo, hoy, pocos leen y casi nadie escribe.
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Santiago nos habló del relativismo "que pierde las conciencias" y que busca la destrucción de los fundamentos de nuestra civilización a través del odio “que siempre ha estado en el corazón del hombre y cuya raíz está en una fuerza diabólica”

Un odio que se ha ido transmitiendo de una generación a otra y que genera obsesión enfermiza y agresiva por destruir personas y valores cristianos.

Imagen relacionada"Hoy vivimos una realidad del odio especialísimamente presente, donde los medios de comunicación muchas veces lo alientan y en donde no importa mentir en esta dictadura del relativismo. El odio podría decrecer con el conocimiento de lo que es el amor, pero eso muchas veces es una experiencia personal."

En efecto, todo a nuestro alrededor es odio. Un odio que es consecuencia de la ignorancia a la que el Enemigo nos somete. Un odio que es consecuencia de la envidia con la que el Adversario nos esclaviza. Un odio que es consecuencia de la hostilidad con el que el Homicida nos quiere destruir (1 Juan 3,15). Un odio que sólo puede ser combatido con el amor. Un amor que viene "de lo alto". 

Resultado de imagen de santiago canteraEl odio es un sentimiento tóxico y corrosivo que perjudica y esclaviza a quien lo siente, neutraliza su capacidad de raciocinio y le encadena en un resentimiento y una amargura permanentes, que le impiden amar. 

El odio es la ausencia de amor y por tanto, ausencia de Dios. Mientras Satanás es odio, Dios es amor (1 Juan 4,8).

Cuando el odio sale al exterior, cuando se "colectiviza", y pasa de dominar al individuo para dominar al grupo, éste amenaza y "mata". Este es el objetivo del Homicida.

Para concluir, Santiago Cantera hizo un diagnóstico
 severo: “A un nivel humano, el futuro de la civilización occidental lo veo muy oscuro, muy negro. Ya ha habido civilizaciones que han desparecido. No me extrañaría que pudiera suceder. Pero parto de una visión providencialista de la historia. Veo la mano de Dios en la vida del hombre y de la comunidad humana, lo que alienta la virtud de la esperanza, y esto hace que esté con paz. Dios quiere los valores de la civilización occidental y por ello mantengo una esperanza de futuro, pero hay que dar la batalla por la cultura”.

viernes, 27 de julio de 2018

UN RELATIVISMO CATÓLICO-PROTESTANTE

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"Estoy sorprendido de que tan rápidamente os hayáis apartado 
de aquel que os llamó por la gracia de Cristo 
y os hayáis pasado a otro evangelio. 
Eso no es otro evangelio; 
lo que pasa es que algunos siembran entre vosotros la confusión 
y quieren deformar el evangelio de Cristo. 
Pero si yo mismo o incluso un ángel del cielo os anuncia un evangelio distinto 
del que yo os anuncié, sea maldito. 
Os repito lo que ya os dije antes. 
Si alguien os anuncia un evangelio distinto del que habéis recibido, sea maldito." 
(Gálatas 1, 6-9)


Han pasado 500 años de la rebelión de Lutero contra la Iglesia Católica cuyas cuatro grandes ideas o principios excluyentes fueron:

-"Sólo Cristo". Niega la mediación de la Iglesia y el Papado entre Dios y los hombres y suprime el culto a María y a los santos.

"Sólo fe" (fe fiducial). Niega el valor de las obras o de los méritos. Sólo salvan los méritos de Cristo.

-"Sólo Escritura". Rechaza la interpretación válida y universal de la la revelación divina por la Tradición y el Magisterio de la Iglesia.

-"Sólo Gracia". Rechaza la libertad y el "libre albedrío" para sumergirse en la predestinación.

Las consecuencias reformistas fueron evidentes: subjetivismo y relativismo, anarquismo e igualitarismo, fragmentación y división. 

El Vaticano, entonces, quizás demasiado mundanizado y ensimismado, no estuvo atento como para captar lo que se le venía encima. 

Fue tras el Concilio de Trento en 1564, cuando la Iglesia reaccionó con un "corpus" doctrinal un tanto herido y por tanto, defensivo y apologético del que surgieron una larga lista de santos: Juan de Dios, Ignacio de Loyola, Teresa de Jesús, Juan de la Cruz, Francisco Javier, Carlos Borromeo, Felipe Neri, José de Calasanz, Vicente de Paúl, Francisco de Sales... que sanaron heridas y, sobre todo, fortalecieron a la Iglesia y la reformaron desde dentro. Tal y como la Iglesia debía ser reformada: desde dentro y a la luz de Dios.

La verdad relativista 

Resultado de imagen de ecumenismo catolico y protestanteNo pretendo ser alarmista, pero todo me indica que el ambiente católico de nuestros días es demasiado similar al de entonces: una Iglesia "ensimismada", "mundanizada", "buenista" y "relativista".

Y por ello, surgen muchos
dentro de la Iglesia que relativizan y se acercan peligrosamente a las ideas luteranas con pensamientos como: "la Iglesia tiene que ser reformada y asumir un mayor protagonismo de la mujer", "lo que hagamos no importa porque Dios es misericordioso", "la Tradición no es quien para interpretar el mensaje de amor de Cristo ni la Palabra de Dios" y, "todos estamos predestinados a ser amados por Dios, hagamos lo que hagamos".

Las principales causas de este relativismo que conducen a la Iglesia hacia un preocupante "tono protestante", donde la "verdad" es una cuestión relativa y opinable, son:

Externas

-Las ideologías relativistas surgidas en el seno de la sociedad (homosexualidad, LGTB, feminismo, etc.).
-El subjetivismo pluralista de espiritualidades orientales (yoga, reiki, etc.).
-Las reivindicaciones sociales (comunismo, independentismo, etc.).
-Lfragmentación de la sociedad (divorcioaborto, eutanasia, etc.).
-La crisis de valores y principios morales universales (consumismo, hedonismo, etc.).

Internas

-La debilitación moral progresiva y progresista de una parte de la Iglesia católica.
-La mundanización de la jerarquía hacia lo "políticamente correcto".
-Los intentos de reforma de la Iglesia hacia el igualitarimo y el liberalismo.
-La decadencia de la formación teológica y catequética de los fieles.

El relativismo es, en definitiva, la aceptación de que todas las creencias, costumbres y principios morales son relativos al individuo en su contexto social; de que no existe un patrón universal de moralidad; de que la verdad es subjetiva y libre de interpretación; de que Dios está al servicio del ser humano y no al contrario.

Como resultado de ello, todo es opinable, todo es discutible. Por ello, no me sorprende que lo que antes era bueno, ahora es malo y lo que era malo, ahora es bueno; que todo el mundo llame al mal, bien y al bien, mal; que donde hay tinieblas, se vea luz y donde hay luz, tinieblas: "¡Ay de aquellos que llaman bien al mal y mal al bien; que cambian las tinieblas en luz y la luz en tinieblas; que dan lo amargo por dulce y lo dulce por amargo! "(Isaías 5,20).

La misericordia relativista

Lo que si me asusta y me preocupa es ver que, dentro de nuestras parroquias, el relativismo ha crecido de forma exponencial hasta el punto de acercarse, e incluso mezclarse con los postulados protestantes. 

Son bastantes y crecientes los que, dentro de la Iglesia, confunden el concepto católico de misericordia divina con un concepto relativista, dejando de lado el Catecismo, la Doctrina y la Tradición, asumen la herencia protestante hacia un concepto relativista y erróneo de la misericordia, provocando la pérdida de la unidad de la fe. Los obispos y los sacerdotes se dividen, y con ellos, el pueblo de Dios. 
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El concepto relativista de misericordia esta basado en:

-u
pragmatismo sentimental"lo que siento" sustituye a "lo que es correcto", destruyendo por completo la obra salvífica de la Cruz (Efesios 2, 4-7). 

-una justificación luterana: "¡Tranquilo, no pasa nada, Dios es misericordioso y te perdona todo!". En realidad, confunde la imagen del Dios Padre con la de un "Dios abuelo", negando el pecado y permitiendo todo. En realidad, justifica la salvación por la fe, y no por las obras. 

-un antagonismo entre justicia y misericordia"Dios, ante todo, es misericordioso más que justo", confundiendo el concepto de justicia hacia la arbitrariedad, visceralidad o venganza. 

-una oposición entre verdad y caridad: "No existe el blanco y el negro, sino una amplia escala de grises. La fe se basa en los buenos sentimientos". 

La Verdad divina

Resultado de imagen de fondos para tarjetas de fallecimientoDios ha establecido y revelado un patrón absoluto de santidad, que no es opinable, que no es subjetivo. Y lo ha grabado en  el corazón humano: "Pues cuando los paganos, que no tienen ley, practican de una manera natural lo que manda la ley, aunque no tengan ley, ellos mismos son su propia ley. Ellos muestran que llevan la ley escrita en sus corazones, según lo atestiguan su conciencia y sus pensamientos, que unas veces los acusan y otras los defienden," (Romanos 2, 14-15).

D
ios ha establecido y revelado una verdad única y absoluta:"Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida" (Juan 14,6) y una ley única y absoluta: Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con toda tu mente, y a tu prójimo como a ti mismo" (Lucas 10,27).

Un cristianismo de caridad sin verdad se confunde fácilmente con un conjunto de buenos sentimientos o
de relaciones sociales, que relega a Dios del mundo y reduce la fe a la emotividad y al consuelo: "¡Pobrecillo, qué pena, qué lástima". El abandono de la Verdad y de lo correcto, es en definitiva un camino sin Cristo, sin verdad y sin vida.

En la encíclica de Doctrina Social Caritas in Veritate leemos: “Sin verdad, la caridad cae en mero sentimentalismo. El amor se convierte en un envoltorio vacío que se rellena arbitrariamente. Éste es el riesgo fatal del amor en una cultura sin verdad. Es presa fácil de las emociones y las opiniones contingentes de los sujetos, una palabra de la que se abusa y que se distorsiona, terminando por significar lo contrario. La verdad libera a la caridad de la estrechez de una emotividad que la priva de contenidos relacionales y sociales, así como de un fideísmo que mutila su horizonte humano y universal”.


La Misericordia divina

Etimologícamente, misericordia proviene del latín misere (miseria, necesidad), cor, cordis (corazón) e ia (hacia los demás); significa tener un corazón solidario con aquellos que tienen necesidad.
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El Papa Benedicto XVI, en Spe Salvi 44 explica: “Dios es justicia y crea justicia. Éste es nuestro consuelo y nuestra esperanza. Pero en su justicia está también la gracia. La gracia no excluye la justicia. No convierte la injusticia en derecho. No es un cepillo que borra todo, de modo que cuanto se ha hecho en la tierra acabe por tener siempre igual valor. Al final los malvados, en el banquete eterno, no se sentarán indistintamente a la mesa junto a las víctimas, como si no hubiera pasado nada."

El Papa Francisco define la misericordia cuando habla de la Iglesia como Hospital de Campaña, que ofrece tratamientos sintomáticos y terapéuticos, cuidados paliativos y finalmente, curación, por la gracia divina.

L
a misericordia de Dios va más allá de apiadarse del que tiene necesidad, no sólo es solo compasión hacia él. Nos “gesta”, nos “engendra” a una vida nueva. Nos da la oportunidad de “nacer de nuevo” para poder entrar en el Reino de Dios (Juan 3, 5). De ahí que las palabras griegas utilizadas en la Escritura relacionen "corazón" con "útero", "entrañas".

Aquí es donde está el punto central para comprender la misericordia de Dios: no se queda en la compasión ni en la comprensión del necesitado sino que posibilita su regeneración, es decir, sanarnos del pecado.

En realidad, todos los cristianos somos "mendigos de la misericordia", "hijos pródigos"que tomamos conciencia de nuestra miseria cuando comprendemos  que la soberbia autosuficiente nos auto-excluye del banquete de la misericordia; de que no nos damos cuenta del drama del pecado hasta que no somos perdonados. El "Padre amoroso" no sólo siente compasión hacia la miseria de su hijo, sino que le rescata de ella, 

El Papa Francisco marca la diferencia entre el concepto humano de misericordia y el concepto divino: "El mundo es duro con el pecador e indulgente con el pecado. Cristo es inflexible con el pecado e indulgente con el pecador. 

El binomio divino justicia-misericordia, aunque indisoluble, da prioridad a la misericordia sobre la justicia, pero hemos de tener en cuenta que la misericordia, aunque gratuita, no es barata…Requiere el esfuerzo de doblegar nuestro orgullo, arrepentirnos y estar dispuestos a convertirnos, es decir, no sólo cambiar nuestra mentalidad sino también nuestra forma de vida.


martes, 29 de mayo de 2018

UNA NUEVA MORAL TERAPÉUTICA

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"Y no os acomodéis a este mundo; 
al contrario, transformaos 
y renovad vuestro interior 
para que sepáis distinguir cuál es la voluntad de Dios: 
lo bueno, lo que le agrada, lo perfecto." 
(Romanos 12,2)

Si realizáramos una encuesta en España, la mayoría de las personas nos dirían que se consideran católicos y que creen en Dios.

Sin embargo, muchos no sólo no se acercan a la Eucaristía ni siguen a Cristo, sino que actúan como si la ley moral de Dios no fuera válida para todos los tiempos o para todos los seres humanos"Dios es quien tú quieras que Él sea para ti".

Son personas que "construyen su propio Dios", según sus preferencias, un "dios a la medida" para elegir en qué creer y en qué no, que les permite a cada uno decidir lo que está bien o mal, acabar con una vida, elegir su género, etc.

Sin duda, asistimos a la imposición de una "nueva moral terapéutica" que aboga por la existencia de un Dios que tan sólo quiere que seamos "buenos", que seamos felices y nos sintamos bien con nosotros mismos, pero que no está particularmente involucrado en nuestras vidas, excepto cuando le necesitamos para resolver un problema. Un "dios al margen".

Se trata
de una visión errónea y distorsionada de Dios, retratado como una especie de "dios psicólogo", cuyo principal objetivo es aumentar nuestra autoestima. 

Resultado de imagen de antropocentrismoUn "dios" que insta a encontrarse a uno mismo dentro de si mismo, que defiende la libertad individual prohibiendo que el resto de la gente no pueda ni deba criticar las elecciones de vida que uno toma, y cuyo objetivo es la búsqueda de las cosas que más desee cada uno, es decir, disfrutar de la vida tanto como sea posible.

Una nueva m
oral relativista que impone que las personas pueden creer lo que quieran, sentirse lo que quieran,ser lo que quieran, hacer lo que quieran. Una ideología donde no hay "verdades absolutas", pues la verdad se forja en la mente de cada individuo. Una moral "tolerante y sin prejuicios", sin códigos ni principios inmanentes, donde lo correcto para ti, es lo correcto para ti y lo que es correcto para mí, es lo correcto para mí. Una moral "sin pecado"

Un nue
vo modelo de moral personalista que sitúa a la persona en el centro de todo que entiende al hombre al margen de toda referencia a Dios. El hombre es el “sujeto”  y el “objeto” de las valoraciones éticas, desligándose de Dios, según sus preferencias o necesidades.

Una nue
va moral subjetivista en la que Dios no propone leyes para que sean cumplidas en todas las circunstancias, ni determina lo que es bueno o malo, partiendo de normas generales y abstractas validas para todos los casos, sino que depende de cada situación determinada de cada persona. Una nueva moral donde los valores universales, o no existen o no tienen carácter normativo absoluto.
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Un “nuevo orden de valores” individualista que propugna una conciencia personal cerrada en si misma y convertida en árbitro absoluto de sus actos. Los mandamientos de Dios, en todo caso, son normas coyunturales que cambian con el tiempo, las circunstancias y las personas. Lo  único que Dios nos que pide es amor y bondad.

Una ética autónoma e independiente del mensaje de Cristo y basada en un antropocentrismo, que antepone la conciencia individual frente a la ley natural, el liberalismo frente a la obediencia al Creador, el igualitarismo frente al factor diferencial y único de cada ser humano. 

En realidad, estamos ante una nueva forma de rebelión, donde cada uno decide los que está bien o mal. La misma rebelión de nuestros primeros padres, Adán y Eva, que eligieron comer de la fruta del Árbol del conocimiento de lo bueno y lo malo. 

Nos enfrentamos ante una nueva forma de inmoralidad, donde todo vale, donde todo está permitido. La misma que existía en tiempos de Noé, o en tiempos de Sodoma y Gomorra.

Estam
os ante una nueva forma de idolatría. La misma que el pueblo de Israel creó, formando su propio dios a partir de un becerro de oro.

En definitiva una nueva forma de soberbia cuyo padre y artífice es el de siempre: el Diablo, el gran enemigo de Dios.




martes, 7 de noviembre de 2017

SER BUENO NO ES SUFICIENTE



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Reconozco que me apasiona seguir y aprender de todo lo que dice el Cardenal Robert Sarah, Prefecto de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos.

En una entrevista de la periodista Izabella Parowicz en abril de 2016, tras la publicación de su libro “Dios o nada. Una conversación sobre la fe”, el cardenal Sarah nos ofrece una visión sobre vivir con Dios, la fe, la santidad y el amor, que quiero compartir con todos.

Resultado de imagen de dios o nada libroEl ser humano necesita y anhela la trascendencia. Su drama es que ahora no la busca en donde ha estado siempre, y en donde sigue estando, en Dios sino que quiere buscarla por su cuenta en otros lugares con auto-suficiencia, o también, porque algunos de aquellos que deberían mostrársela se han hecho irrelevantes, mundanos o perezosos, o sencillamente, no lo hacen porque han pasado de ser servidores de Dios a funcionarios religiosos.

Las palabras del cardenal Sarah son alentadoras y esperanzadoras pero también exigentes. Nos recuerda nuestra necesidad de volver a las raíces, a basar nuestra vida en el anhelo que se hala impreso en nuestro corazón: la búsqueda constante de Dios.

Una búsqueda que no ha de ser superficial o banal sino a través de un compromiso de vida, de diálogo y de escucha a través de la oración, el modo más directo para conocer la voluntad de Dios.

Una sociedad que ya no reza, excusándose en la falta de tiempo, se esclaviza en una carrera desenfrenada hacia ningún lugar, empeñada en hacernos dioses de nosotros mismos y de los demás.

Vivir sin Dios

Para todos los seres humanos, y especialmente, para los cristianos, la vida sin Dios pierde su significado.

Si por el bautismo, reconocemos ser hijos de Dios y, por tanto, seguidores de Cristo, nos hayamos ante la tesitura de que, o Dios es todo para nosotros o nuestra vida será en vano, en la búsqueda de la satisfacción continua de nuestro “ego”. 

El reto, especialmente para nuestro mundo de hoy (nos es tanto que haya matado a Dios, sino que lo ha relegado a la indiferencia) es poner a Dios en el centro

Tanto Benedicto XVI como Francisco nos han recordado que de la indiferencia hacia Dios viene la indiferencia hacia los demás. De hecho, si no nos reconocemos a nosotros mismos como hijos de un mismo Padre, ¿cómo vamos a reconocernos unos a otros como hermanos? 

Ser santos

Europa y el mundo occidental en general, han dejado de vivir la fe. Hoy, muchos católicos no están dispuestos a llevar una vida santa y se niegan deliberadamente a tratar de ser santos, principalmente por dos razones:

Porque consideran que la santidad es exclusiva de unos pocos y perfectos 

El cardenal Sarah nos recuerda que cuando Jesús llamó al primer apóstol, Pedro, que fue quien le traicionó al encontrarse en peligro de muerte… éste era todo menos perfecto. 

Imagen relacionadaSan Juan Pablo II a lo largo de su papado ha tratado de hacernos entender que la santidad se encuentra en la vida diaria para todo el mundo: mientras que lo deseemos y mientras que tengamos el compromiso de seguir verdaderamente a Cristo. 

En esencia, la santidad no es una llamada para cambiar el mundo, o a hacerlo mejor. La santidad es una llamada a amar a Dios, permitirle entrar en nuestros corazones y vivir Su amor todos los días de nuestra vida. 

Porque consideran que la santidad es una superstición innecesaria

Excluir a Dios de nuestra vida nos lleva a rechazar toda posibilidad de que Dios nos salve de nuestros pecados, pretender hacerlo por nosotros mismos y a ser auto-suficientes.

Sin embargo, Dios nos llama a todos a ser santos porque:
  • Dios es santo, todos nosotros como hijos suyos, debemos ser semejantes a Él, es decir, llegar a ser santos. (1 Pedro 1,15- 16; Levítico 11,44-45; 19,2).
  • Dios nos ha escogido desde antes de la fundación del mundo para ser santos y sin mancha. (Efesios 1,6-7; 2 Tesalonicenses 2,13-15; 1 Corintios 1, 2).
  • Es la voluntad de Dios. (Romanos 8, 27-30).
  • El sacrificio de Cristo en la cruz nos permite poder llegar a ser santos. (1 Corintios 1,30; Hebreos 10, 10 y 14).
  • Sin la santidad nadie puede ver a Dios. (Hebreos 12,14). Para los cristianos, alcanzar la santidad es un requisito imprescindible para ir al cielo. 
  • Mientras la buscamos, somos más felices en este mundo (2 Timoteo 4,8; Santiago 1,12; 1 Pedro 5,4;  Apocalipsis 2,10; 1 Corintios. 9,24-27; Filipenses 3,13).
Para ser santos no se requiere tiempo ni perfección; tan sólo mucho amor. El punto de partida y el de llegada es el mismo: el amor de Dios

Amamos a Dios y a nuestro prójimo, sólo porque Dios nos ha amado primero

El amor es un término del que se ha abusado y se ha desfigurado en la sociedad contemporánea. El amor no es un sentimentalismo abstracto y pasajero, de usar y tirar, sino duradero y eterno

Hoy en día nos enfrentamos a un tipo de tecnicismo compasivo, según el cual en el nombre del amor llegamos al punto de matarnos unos a otros (a través de la eutanasia o el aborto) ¡con el fin de liberar a la otra persona de su sufrimiento! Usamos la palabra amor, sentimiento, afecto ¡para justificar lo que es un acto de muerte

El amor es exigente. Amar verdaderamente es amar hasta la muerte, hasta el extremo. 

El hecho es que hoy en día parece más fácil no comprometerse a vocaciones mayores: vivimos en una sociedad pulverizada, en una cultura donde los deseos personales se convierten en derechos. 

El hombre debe entender que la santidad es un camino diario, ofreciendo a Dios el valor de las cosas que hacemos: en la familia, en el trabajo, en la vida social y comunitaria. Esto es lo que los grandes santos de la Iglesia nos enseñan. Y no hay nada más hermoso.


La herejía del "buenismo"

En el mundo, hoy muchas personas piensan que no importa lo que hagan, siempre que sean buenos. No les hace falta la confesión ni el arrepentimiento ni la misericordia de Dios.

Esto es parte de una ideología contemporánea, relativista y muy peligrosa: “basta con ser bueno”. Esto presupone que cualquier Verdad, Valor o Principio puede ser pisoteado y refutado. Esto nos lleva a considerar todo como “bueno”, falsificando de esta forma incluso todo lo que es realmente parte de la vida del hombre. 

El hombre contemporáneo confunde la caridad con el simple deseo del bien (en el mejor de los casos) o la limosna (en el peor de los casos). Sin embargo, la caridad es el amor de Dios: por lo tanto, “somos” caridad, y damos testimonio de la caridad hacia los demás porque Dios nos amó primero. 

De la misma manera, entiende superficialmente la misericordia como un borrón de los pecados. Sin embargo, no hay perdón si no hay arrepentimiento. Jesús no dijo a la adúltera: “Bueno, vete y sigue haciendo lo que estás haciendo, ya que te perdono". ¡No! Debido a que se arrojó a sus pies y le pidió perdón, dice: “Vete y no peques más”

Es cierto que Jesús siempre va delante de nosotros y nos espera con los brazos abiertos pero ¡nos corresponde a nosotros avanzar también hacia Él! Jesús murió en la cruz, con los brazos extendidos hacia todos: Murió pidiendo el perdón del Padre para nosotros. ¿Quién puede hacer esto, sino sólo Dios mismo? ¿Cómo no lo podemos reconocer?

Vivir la fe en oración

No hay fe sin la oración. La fe no es espiritualidad o sentimentalismo sino un viaje que comienza con un encuentro, el encuentro personal con Dios.

Resultado de imagen de santidadLa fe no es algo que se adquiere de una vez para siempre y ya está, sino una relación que se alimenta con la oración, con el diálogo con Dios. Mejor dicho, con la escucha a Dios.

La fe no es una cuestión de tiempo ni de espacio, sino una vivencia día a día y en todo lugar. No se trata de dedicar una hora los domingos para ir a la Iglesia a escuchar misa.

Cuando amas a una persona, lo que deseas es pasar más tiempo de calidad con ella. Quieres hablar con ella y escucharla, continuamente. Quieres vivir con esa persona a todas horas y en todo lugar, y para el resto de tu vida. 

Ahora, si decimos que amamos a Dios, ¿cómo podemos pensar en estar sin Él,  sin hablar con Él, sin vivir con Él? No vale sólo ser buena persona, la fe se nutre de obras, se alimenta dialogando y escuchando, se vive. 

Dios nos ha amado primero, nos ha hecho sus hijos y sólo en virtud de esto podemos amar al prójimo como a un hermano. Esto es amor; el amor de Dios al que estamos llamados a vivir cada día con los demás.




viernes, 21 de abril de 2017

I. FRANCISCO: UNA MIRADA INTROSPECTIVA



El Papa Francisco siempre habla muy claro y de forma sencilla para que todos puedan entender. 

Hoy reflexionamos sobre su exhortación a ser una "Iglesia en salida". En su encíclica Evangelii Gaudium propone una mirada autocrítica e introspectiva, enumerando algunas tentaciones o pecados "que particularmente hoy afectan a los agentes pastorales"(EG 17): una espiritualidad sin apostolado, la tristeza egoísta, el pesimismo estéril, el individualismo enfermizo, la mundanidad espiritual y la envidia que divide. 

Con el término "agentes pastorales" incluye a "todos los que trabajan en la Iglesia […] desde los obispos hasta el más sencillo y desconocido de los servicios eclesiales" (EG 67)

No obstante, el Papa establece una distinción entre agentes pastorales, ya sean pastores, consagrados o laicos, que forman una pequeña parte de la Iglesia (los que realmente trabajan en y para la Iglesia), y discípulos misioneros, que representan a toda la Iglesia y donde cada bautizado es un agente evangelizador, el ideal al que aspira con la reforma de la Iglesia a través de su conversión pastoral y misionera.

Esta distinción nos recuerda que la evangelización es la principal tarea de la Iglesia y que atañe a cada bautizado por esencia, independientemente de que desempeñe o no un cargo pastoral en la Iglesia.

Pero la evangelización presenta una serie de problemas que el Papa Francisco detalla:



Espiritualidad cómoda, individualista y relativista

Muchos agentes pastorales, incluso sacerdotes, desarrollan una falsa espiritualidad, sin entrega, individualista y cómoda "Manteniendo una preocupación exacerbada por los espacios personales de autonomía y de distensión, que lleva a vivir las tareas de la Iglesia como un si no fueran parte de su propia identidad " (EG 78)

Debido a una crisis de identidad, causada por la desconfianza hacia la Iglesia y su mensaje, muchos agentes pastorales desarrollen una especie de complejo de inferioridad que les lleva a relativizar u ocultar su identidad cristiana y sus convicciones. 

Ello provoca un círculo vicioso que lleva a una entrega muy débilAhogan su alegría misionera en una obsesión por ser como todos y por tener lo que poseen los demás. Así, las tareas evangelizadoras se vuelven forzadas y se dedican a ellas pocos esfuerzos y un tiempo muy limitado (EG 79)

También se desarrolla un relativismo individualista que lleva a un estilo de vida aferrado a "aferrarse a seguridades económicas o a espacios de poder y de gloria humana, a actuar como si Dios no existiera ni los demás, tampoco" (EG 80)

Acedia egoísta y paralizante

La consecuencia de esa espiritualidad individualista, cómoda y relativista es una segunda tentación peor aún: la "acedia paralizante", una tristeza profunda en las cosas de Dios, de la que ya hablaban los padres del desierto y que todos los místicos han descrito: 

Cuando más necesario es un dinamismo misionero que lleve sal y luz al mundo, muchos laicos sienten el temor de que alguien les invite a realizar alguna tarea apostólica, y tratan de escapar de cualquier compromiso que les pueda quitar su tiempo libre

"Algo semejante sucede con los sacerdotes, que cuidan con obsesión su tiempo personal. Necesitan imperiosamente preservar sus espacios de autonomía, como si una tarea evangelizadora fuera un veneno peligroso y no una alegre respuesta al amor de Dios que nos convoca a la misión y nos vuelve plenos y fecundos. Algunos se resisten a probar hasta el fondo el gusto de la misión y quedan sumidos en una acedia paralizante" (EG 81)

Resultado de imagen de acediaEs lo que todos conocemos como el síndrome de burn-out ("estar quemado") a causa del exceso de actividades. "Pero el problema no es siempre el exceso, sino las propias actividades mal vividas, sin las motivaciones adecuadas, sin una espiritualidad que impregne la acción y la haga deseable. De ahí que las tareas cansen más de lo razonable, y a veces enfermen. No se trata de un cansancio feliz, sino tenso, pesado, insatisfecho y, en definitiva, no aceptado" (EG 82)

El cambio profundo vivido en la Iglesia en las últimas décadas ha provocado una elevada sobrecarga de trabajo a los agentes pastorales: somos menos y tenemos que hacer más cosas: las de siempre y las nuevas. 

La dilación de las reformas necesarias provoca que los agentes pastorales continúen realizando las mismas tareas pastorales de siempre, a veces sin apenas frutos, y además las nuevas actividades, en teoría, evangelizadoras, aunque sin una motivación y una visión claras. 

En fin, los sacerdotes se sienten presionados por sus obispos, que les exigen más responsabilidades y más frutos; y los laicos comprometidos son, a su vez, utilizados por sus sacerdotes con la misma lógica diabólica:

-Tratan de llevar a cabo proyectos irrealizables o no los viven con ilusión.

-No aceptan la costosa evolución de los procesos o quieren que todo caiga del cielo. 

-Se apegan a sueños de éxitos imaginados por su vanidad. 

-Pierden el contacto real con el pueblo y prestan más atención a la organización que a las personas, les entusiasma más la "hoja de ruta" que la ruta misma

-El inmediatismo ansioso de estos tiempos hace que no toleren fácilmente alguna contradicción, algún aparente fracaso, alguna crítica, alguna cruz 

El primer paso para expulsar un demonio es discernirlo y ponerle nombre. La mayor amenaza para la Iglesia es sucumbir a la trampa de la mentira, de fingir que no pasa nada: "Es el gris pragmatismo de la vida cotidiana de la Iglesia en el cual aparentemente todo procede con normalidad, pero en realidad la fe se va desgastando y degenerando en mezquindad" .(EG 82)

Se desarrolla la psicología de la tumba, que poco a poco convierte a los cristianos en momias de museo, desilusionados con la realidad, con la Iglesia o consigo mismos, viven la constante tentación de apegarse a una tristeza dulzona, sin esperanza, que se apodera del corazón como "el más preciado de los elixires del demonio". 

Pesimismo estéril

La tercera tentación, que ahoga el fervor y la audacia, es "la conciencia de derrota que nos convierte en pesimistas quejosos y desencantados con cara de vinagre" . Nadie puede emprender una lucha si de antemano no confía plenamente en el triunfo. El que comienza sin confiar pierde de antemano la mitad de la batalla y entierra sus talentos. Aun con la dolorosa conciencia de las propias fragilidades, hay que seguir adelante sin declararse vencidos (2 Cor 12,9). 
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El triunfo cristiano es siempre una cruz, pero una cruz que al mismo tiempo es bandera de victoria, que se lleva con una ternura combativa ante los embates del mal. El mal espíritu de la derrota es hermano de la tentación de separar antes de tiempo el trigo de la cizaña, producto de una desconfianza ansiosa y egocéntrica" (EG 85)

En algunos lugares se ha producido una desertificación espiritual, "fruto del proyecto de sociedades que quieren construirse sin Dios o que destruyen sus raíces cristianas, o a vivir su fe casi a escondidas. Ésta es otra forma muy dolorosa de desierto. También la propia familia o el propio lugar de trabajo puede ser ese ambiente árido donde hay que conservar la fe y tratar de irradiarla" (EG 86). 

Individualismo enfermizo

En el contexto de una sociedad hedonista e individualista, Francisco desenmascara la tentación del individualismo enfermizo: "la sospecha, la desconfianza permanente, el temor a ser invadidos, las actitudes defensivas que nos impone el mundo actual"

La sociedad ha optado por una "modernidad líquida" que fomenta la fragilidad en las relaciones, que huye de las ataduras y de los compromisos, que busca contactos de "amor líquido", pero evita calculadamente las relaciones profundas.

"Esta tentación individualista se presenta tanto como una falsa autonomía de Dios, expresada por el aislamiento, que es una traducción del inmanentismo y que excluye al Creador, pero también como una forma de consumismo espiritual que pretende encontrar en lo religioso una forma de consumismo espiritual a la medida de su individualismo enfermizo. La vuelta a lo sagrado y las búsquedas espirituales que caracterizan a nuestra época son fenómenos ambiguos" (EG 89)

Francisco denuncia algunas otras expresiones de este individualismo espiritual: diversas formas de "espiritualidad del bienestar" sin comunidad, una "teología de la prosperidad" , sin compromisos fraternos o "experiencias subjetivas sin rostros", que se reducen a una búsqueda interior inmanentista

Mundanidad espiritual 

Existen dos imágenes de Iglesia: la Iglesia evangelizadora que sale de sí o la Iglesia mundana que vive en sí, de sí, para sí.

La Iglesia, cuando es autorreferencial, sin darse cuenta, cree que tiene luz propia; deja de ser el mysterium lunae y da lugar a ese mal tan grave que es la mundanidad espiritual, es decir, vivir para darse gloria a sí misma, en lugar de a Dios. 

"La mundanidad espiritual, que se esconde detrás de apariencias de religiosidad e incluso de amor a la Iglesia, es buscar, en lugar de la gloria del Señor, la gloria humana y el bienestar personal. 

Resultado de imagen de fariseos en la pasion de cristoEs lo que el Señor reprochaba a los fariseos: ¿Cómo es posible que creáis, vosotros que os glorificáis unos a otros y no os preocupáis por la gloria que sólo viene de Dios? (Juan 5,44). Es un modo sutil de buscar sus propios intereses y no los de Cristo Jesús (Filipenses 2,21). 


Toma muchas formas, de acuerdo con el tipo de personas y con los estamentos en los que se enquista. Por estar relacionada con el cuidado de la apariencia, no siempre se conecta con pecados públicos, y por fuera todo parece fariséicamente correcto. Se alimenta de dos maneras profundamente ligadas: 

-Una es la fascinación del gnosticismo, una fe encerrada en el subjetivismo, donde sólo interesa una determinada experiencia o una serie de razonamientos y conocimientos que supuestamente reconfortan e iluminan, pero en definitiva, la persona queda clausurada en la inmanencia de su propia razón o de sus sentimientos. 

-La otra es el neopelagianismo autorreferencial y prometeico de quienes en el fondo sólo confían en sus propias fuerzas y se sienten superiores a otros por cumplir determinadas normas o por ser inquebrantablemente fieles a cierto estilo católico propio del pasado. Es una supuesta seguridad doctrinal o disciplinaria que da lugar a un elitismo narcisista y autoritario, donde en lugar de evangelizar lo que se hace es analizar y clasificar a los demás, y en lugar de facilitar el acceso a la gracia se gastan las energías en controlar (EG 94). 

"En los dos casos, ni Jesucristo ni los demás interesan verdaderamente. Son manifestaciones de un inmanentismo antropocéntrico. No es posible imaginar que de estas formas desvirtuadas de cristianismo pueda brotar un auténtico dinamismo evangelizador". 

El Papa, sin nombrar a nadie, está realizando un diagnóstico de la situación interna de la Iglesia y de las actitudes de muchos agentes de pastoral, que impiden el "dinamismo evangelizador" que la Iglesia necesita. Habla expresamente de "formas desvirtuadas de cristianismo", de actitudes de mundanidad que pretenden "dominar el espacio de la Iglesia": 

-Cuidado ostentoso de la liturgia, de la doctrina y del prestigio de la Iglesia, pero sin preocuparles que el Evangelio tenga una real inserción en el Pueblo fiel de Dios y en las necesidades concretas de la historia. Así, la vida de la Iglesia se convierte en una pieza de museo o en una posesión de pocos. 

-Fascinación por mostrar conquistas sociales y políticas, o en una vanagloria ligada a la gestión de asuntos prácticos, o en un embeleso por las dinámicas de autoayuda y de realización autorreferencial

-Densa vida social llena de salidas, reuniones, cenas, recepciones. 

-Funcionalismo empresarial, cargado de estadísticas, planificaciones y evaluaciones, donde el principal beneficiario no es el Pueblo de Dios sino la Iglesia como organización 

El Santo Padre es implacable a la hora de describir tantas situaciones frecuentes en la vida eclesiástica de las últimas décadas. En el fondo se intuye una crítica dura contra cierto aggiornamento superficial que ha degenerado en liturgismo, en mero compromiso social, en vida de sociedad, en planificaciones excesivas, etc. 

Las actitudes y manifestaciones varían, pero los efectos son los mismos: "En todos los casos, no lleva el sello de Cristo encarnado, crucificado y resucitado, se encierra en grupos elitistas, no sale realmente a buscar a los perdidos ni a las inmensas multitudes sedientas de Cristo. Ya no hay fervor evangélico, sino el disfrute espurio de una autocomplacencia egocéntrica" (EG 95).

Aquí ve el Papa Francisco
 la raíz de la pérdida de fervor evangélico de los agentes pastorales. La mundanidad pervierte al agente pastoral encerrándolo en su "autocomplacencia egocéntrica" y ésta, provoca la imposibilidad de cumplir con nuestra misión al dirigirnos hacia la ideologización del mensaje evangélico, el funcionalismo y el clericalismo. 

Resultado de imagen de rendicionHasta ahora el Papa ha hablado de los agentes pastorales en general, sin ninguna alusión personal y con bastante espíritu constructivo. 

Pero no hay duda de que está pensado en los pastores cuando habla de "generales de ejércitos derrotados" y de "generales derrotados" a los que acusa de vanidosos y de hablar "como maestros espirituales y sabios pastorales que señalan desde afuera (EG 96).

Lo que está en el fondo de esta actitud mundana es una "pérdida de contacto con la realidad sufrida de nuestro pueblo fiel", la vanagloria de "tener algún poder" y la negación de "nuestra historia de Iglesia", que es gloriosa por ser historia de sacrificios, de esperanza, de lucha cotidiana, de vida deshilachada en el servicio, de constancia en el trabajo que cansa, porque todo trabajo es “sudor de nuestra frente” .

No es fácil la sanación de quien ha sucumbido a esta tentación y Francisco no ahorra duros calificativos contra este pecado que ciega al que lo padece hasta el punto de que "mira desde arriba y de lejos, rechaza y descalifica a sus hermanos y "no aprende de sus pecados ni está auténticamente abierto al perdón. 

Es una tremenda corrupción con apariencia de bien" (EG 97). ¡Suena un poco duro, pero auténtico! 

Envidia que divide 

El Papa Francisco detecta otra consecuencia de la mundanidad espiritual, anteriormente descrita, pues según él "lleva a algunos cristianos a estar en guerra con otros cristianos que se interponen en su búsqueda de poder, prestigio, placer o seguridad económica".

Resultado de imagen de cain y abelSufre especialmente por las guerras internas en las comunidades cristianas y un sentimiento inadecuado de pertenencia: algunos "más que pertenecer a la Iglesia toda, con su rica diversidad, pertenecen a tal o cual grupo que se siente diferente o especial" (EG 98)

Y no esconde su dolor al constatar "cómo en algunas comunidades cristianas, y aun entre personas consagradas, consentimos diversas formas de odio, divisiones, calumnias, difamaciones, venganzas, celos, deseos de imponer las propias ideas a costa de cualquier cosa, y hasta persecuciones que parecen una implacable caza de brujas. ¿A quién vamos a evangelizar con esos comportamientos?" (EG 100)

En definitiva, Francisco hace auto crítica: con estos comportamientos mundanos ¿a quién vamos a evangelizar?". Es cierto que la cultura actual está cerrada a lo trascendente y parece hermética al mensaje de la Iglesia, pero también es verdad que la Iglesia tiene que cambiar muchas cosas internas y estructurales si pretende tener una palabra para este mundo, y más aún una palabra evangélica.