"Nadie echa vino nuevo en odres viejos,
porque el vino nuevo reventaría los odres,
el vino se derramaría y los odres se perderían;
sino que el vino nuevo se echa en odres nuevos."
(Lucas 5, 37-38)
Han pasado ya algunos años desde que algunos empezamos a tomar conciencia de la misión a la que siempre nos ha llamado el Señor: evangelizar.
Echando la mirada atrás, hemos avanzado en cierta forma, pero también percibimos que ahora estamos estancados porque algunas estructuras de la Iglesia están "caducas". Sencillamente no evangelizan.
Creemos estar haciendo algo que "debemos" sin plantearnos si hoy, es eficaz. Seguramente, estamos echando vino nuevo en odres viejos, que se revientan y derraman el vino.
Creemos estar haciendo algo que "debemos" sin plantearnos si hoy, es eficaz. Seguramente, estamos echando vino nuevo en odres viejos, que se revientan y derraman el vino.
Catequesis de comunión y confirmación
Cada año, muchos denodados catequistas de nuestras parroquias españolas donan su tiempo y entregan su esfuerzo en la preparación de los niños para la Primera Comunión… Sin embargo, ¿cuántos de ellos seguirán asistiendo a los sacramentos al siguiente domingo, o al cabo de un año?
Lo mismo ocurre con las confirmaciones. Se forma a jóvenes que, más pronto que tarde, dejan de tener un sentido de pertenencia y compromiso con Dios y con la Iglesia.
Lo mismo ocurre con las confirmaciones. Se forma a jóvenes que, más pronto que tarde, dejan de tener un sentido de pertenencia y compromiso con Dios y con la Iglesia.
Las catequesis, sencillamente, no evangelizan. Son, más bien, una "necesaria puesta en escena" para una celebración que poco o nada tiene que ver con el sacramento de la Eucaristía.
Quizás deberíamos transformar esa preparación que se "va por el desagüe", en una vivencia de la fe, en un encuentro con Cristo resucitado, tanto de nuestros jóvenes como de sus padres.
Quizás deberíamos transformar esa preparación que se "va por el desagüe", en una vivencia de la fe, en un encuentro con Cristo resucitado, tanto de nuestros jóvenes como de sus padres.
Centros educativos católicos
En palabras del Papa Francisco, los centros educativos católicos se han convertido en "búnkers" o "trincheras" organizadas sólo para la preservación, replegadas ante las incertidumbres de los cambios e incapaces de provocar en sus alumnos "experiencias de fe perdurables".
Los colegios no evangelizan, porque no preparan a los jóvenes en propuestas morales para confrontarlas con un mundo que las ridiculiza y que les arrincona. No les enseñan a rezar ni a vivir la fe en medio de este ambiente hostil.
El problema es que muchos padres envían a sus hijos a centros católicos para que les enseñen esa fe que, desgraciadamente, ha dejado de vivirse en casa.
Pero si algo aprenden en los colegios, son las ideologías del mundo (LGBTI, relativismo, progresismo, etc.) con las que les adoctrinaron desde pequeños, porque son obligatorias también para los colegios católicos.
El problema es que muchos padres envían a sus hijos a centros católicos para que les enseñen esa fe que, desgraciadamente, ha dejado de vivirse en casa.
Pero si algo aprenden en los colegios, son las ideologías del mundo (LGBTI, relativismo, progresismo, etc.) con las que les adoctrinaron desde pequeños, porque son obligatorias también para los colegios católicos.
Las universidades católicas tampoco evangelizan, porque no generan conversos, ni discípulos de Cristo, ni evangelizadores, al derivar recursos que, deberían dedicarse a evangelizar, a otras cuestiones que no dan resultado.
Hoy, por desgracia, nuestros hijos y adolescentes se educan fuera de la escuela. Y allí no suele existir una formación moral sino más bien, todo lo contrario.
Quizás deberíamos hacer de estos centros experiencias vitales de fe, donde se viva el encuentro con Dios y se haga atractivo el compromiso de los jóvenes con el mundo a través de un compromiso evangelizador.
Hoy, por desgracia, nuestros hijos y adolescentes se educan fuera de la escuela. Y allí no suele existir una formación moral sino más bien, todo lo contrario.
Quizás deberíamos hacer de estos centros experiencias vitales de fe, donde se viva el encuentro con Dios y se haga atractivo el compromiso de los jóvenes con el mundo a través de un compromiso evangelizador.
Bodas y Funerales
A su vez, los sacerdotes diocesanos argumentan no poder dedicarse a evangelizar, a llevar la fe a los alejados, porque están muy ocupados en atender sacramentalmente sus parroquias.
Celebran bodas cristianas para parejas que no han sido evangelizadas realmente, y que se alejarán de la Iglesia según pongan un pie fuera del templo.
Celebran funerales que no se viven como parte del proceso cristiano hacia la casa eterna ni tienen repercusión en la vida de fe personal, familiar o social de los asistentes.
Sencillamente, se va por "cumplir", porque un gran número de bautizados ven los sacramentos más como eventos sociales que como celebraciones comunitarias de la fe y de compromiso con la Iglesia.
Los párrocos no son capaces de aprovechar el acercamiento de muchas personas en estas ocasiones, y que de otro modo, no pisarían una iglesia, para evangelizarlos.
Tampoco les quedan fuerzas para entrenar ayudantes, implantar métodos para llegar a los alejados, para convertir a un "consumidor de sacramentos" en un "discípulo comprometido de Cristo", etc…
¡Cuántas oportunidades perdidas para evangelizar a quienes se acercan ocasionalmente a la Iglesia!
Celebran funerales que no se viven como parte del proceso cristiano hacia la casa eterna ni tienen repercusión en la vida de fe personal, familiar o social de los asistentes.
Sencillamente, se va por "cumplir", porque un gran número de bautizados ven los sacramentos más como eventos sociales que como celebraciones comunitarias de la fe y de compromiso con la Iglesia.
Los párrocos no son capaces de aprovechar el acercamiento de muchas personas en estas ocasiones, y que de otro modo, no pisarían una iglesia, para evangelizarlos.
Tampoco les quedan fuerzas para entrenar ayudantes, implantar métodos para llegar a los alejados, para convertir a un "consumidor de sacramentos" en un "discípulo comprometido de Cristo", etc…
¡Cuántas oportunidades perdidas para evangelizar a quienes se acercan ocasionalmente a la Iglesia!
Retiros de conversión
Con los retiros de conversión (Emaús, Effetá, Amor Conyugal...) conseguimos acercar a las personas a Jesús, sienten su amor, una vida nueva…
Y entonces, les llevamos a una "estructura vieja", es decir, parroquias "viejas" que no están dispuestas ni preparadas para acogerles, acompañarles y formarles en la fe. O que no saben cómo hacerlo, porque están adaptadas a los parroquianos de toda la vida.
Y entonces, les llevamos a una "estructura vieja", es decir, parroquias "viejas" que no están dispuestas ni preparadas para acogerles, acompañarles y formarles en la fe. O que no saben cómo hacerlo, porque están adaptadas a los parroquianos de toda la vida.
En las parroquias, en lugar de cristianos ‘comprometidos’, habitualmente encontramos, por un lado, bautizados practicantes de fe meramente individual, cómoda y fragmentada, que han perdido el entusiasmo en el mensaje cristiano, o que han dejado de tener sentido de pertenencia a la Iglesia. Y por otro, bautizados no practicantes, no iniciados en la fe y con falta de formación junto a no creyentes, todos ellos secularizados, que acuden por compromiso social.
Es necesario y preciso que las parroquias adopten un compromiso de acoger y formar a estas personas que se acercan a Dios, tanto por parte de los sacerdotes como de los laicos.
Es necesario y preciso que las parroquias adopten un compromiso de acoger y formar a estas personas que se acercan a Dios, tanto por parte de los sacerdotes como de los laicos.
Los discípulos, ¿nacen o se hacen?
"La tarea de la evangelización de todos los hombres constituye la misión esencial de la Iglesia, y la vocación propia de la Iglesia, su identidad más profunda. La Iglesia existe para evangelizar” (Pablo VI en Evangelii Nuntiandi,1975). Por eso, debemos hacer discípulos, por que no nacen ni florecen.
Si las catequesis infantiles, la exigua enseñanza en los colegios y universidades católicas, o cualquier otra cosa es ineficaz y no evangeliza ¿no es lógico que nos deshagamos de lo que no da frutos?
O, peor aún, si nos impiden dedicar tiempo o recursos para la evangelización, ¿no deberíamos plantearnos dirigirnos hacia lo que funciona y dejar lo que no lleva a nada?
O, peor aún, si nos impiden dedicar tiempo o recursos para la evangelización, ¿no deberíamos plantearnos dirigirnos hacia lo que funciona y dejar lo que no lleva a nada?
Como dice el Papa Francisco en Evangelii Gaudium: "Toda la Iglesia debe avanzar hacia una conversión pastoral y misionera. No puede dejar las cosas como están. Debe pasar de ser una 'simple administración' a un 'estado permanente de misión'".
Los Papas han hablado claro, pero parece que no va con nosotros. Nos falta unir fuerzas para crear estructuras capaces de formar nuevos evangelizadores. Nos falta pasión para impregnar de un compromiso misionero y apostólico todas la estructuras, métodos y planes pastorales, comunidades, movimientos y cualquier institución eclesial, que favorezca la transmisión de la fe.
¿Cómo hacer discípulos?
Como el vino nuevo necesita odres nuevos y la nueva evangelización necesita nuevos evangelizadores formados en nuevas estructuras y que apliquen nuevos métodos.
Jesús no se centró en hablar a multitudes (que también), sino en formar a sus discípulos. Dio sus instrucciones: “Id y haced discípulos”. Nos insta a "producir" discípulos, formándolos y transmitiéndoles la fe de Cristo, porque no nacen ni crecen en el campo.
El fruto de la Iglesia es hacer discípulos. Nuestra mayor alegría no es ser discípulo sino hacer discípulos. Eso requiere una conversión pastoral que implica renunciar a otras cosas.
El fruto de la Iglesia es hacer discípulos. Nuestra mayor alegría no es ser discípulo sino hacer discípulos. Eso requiere una conversión pastoral que implica renunciar a otras cosas.
Es sorprendente que haya pastores que parezcan satisfechos con que su rebaño dé poco fruto y no piensen cambiar nada, ni modificar sus hábitos o sus estructuras.
Ven pocos conversos, pocos cristianos maduros y comprometidos, pocos frutos… y dicen que es cosa de Dios dar fruto. Y es cierto, pero nosotros debemos sembrar y trabajar para que Dios haga el resto.
Ven pocos conversos, pocos cristianos maduros y comprometidos, pocos frutos… y dicen que es cosa de Dios dar fruto. Y es cierto, pero nosotros debemos sembrar y trabajar para que Dios haga el resto.
Cristo es exigente: “Mi Padre recibe gloria cuando producís fruto en abundancia; y os manifestáis como discípulos míos; os he destinado para que deis fruto abundante y duradero” (Juan 15, 8-16). Entonces, ¿cómo es posible que un pastor, un obispo, un religioso, un maestro, un catequista, un párroco, puedan estar satisfechos con pocos frutos cuando Cristo asegura que "nos ha destinado para que demos fruto abundante y duradero”? ¿Acaso estamos desobedeciéndole?
Un fruto abundante y duradero implica trabajar por la calidad más que la cantidad, pero, claro, fruto abundante también es cantidad. Para llegar a la cantidad hay que invertir en calidad. Basta de teología pesimista, de excusas derrotistas, de decir "es lo que hay”.
Necesitamos estructuras de calidad que generen nuevos evangelizadores kerigmáticos (del primer anuncio de Cristo, que transforma a la persona), no catequéticos, porque catequéticos ya tenemos muchos”.
Necesitamos parroquias que no se limitan a hacer “algo” de evangelización “a ratos” y “porque es lo que toca ahora”, sino que han transformado sus estructuras y han convertido sus pastorales para ser plenamente evangelizadoras.
Necesitamos hacer discípulos. Y hacerlos ya.