¿QUIÉN ES JESÚS?

La vida de Jesús siempre ha suscitado preguntas a lo largo de los últimos dos mil años.

¿Cómo pudo un carpintero que fue ejecutado por los romanos convertirse en el hombre más famoso de la historia?
¿Fue Jesús alguien verdaderamente real?
¿Cómo puede Dios ser un hombre al mismo tiempo?
¿De qué manera podría esto tener algún sentido para mi vida?

Estas son algunas preguntas, pero aquí tienes un espacio para formular las tuyas.
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martes, 27 de mayo de 2025

LA PEDAGOGÍA EVANGELIZADORA DE JESÚS

"Llamó a sus doce discípulos
y les dio autoridad para expulsar espíritus inmundos
y curar toda enfermedad y toda dolencia"
(Mt 10,1)
El capítulo 10 del evangelio según San Mateo es todo un libro de instrucciones del Señor sobre el apostolado y el servicio cristiano que tiene como telón de fondo las Bienaventuranzas (Mt 5,3-11):

v.1-4: Cristo llama a sus doce apóstoles, en los que estamos todos representadosSimón Pedro y su hermano Andrés; Santiago y Juan, los de Zebedeo; Felipe y Bartolomé, Tomás y Mateo el publicano; Santiago el de Alfeo, y Tadeo; Simón el de Caná, y Judas Iscariote, el que lo entregó. Es decir, funda la Iglesia, a la que da "autoridad". 

v. 5-6: Jesús da instrucciones concretas sobre a quienes dirigirnos en primer lugar: primero, a los cercanos, a la familia, a los amigos.

v.7: La misión es clara: debemos "movernos" y "salir"...de nuestras comodidades, de nuestras zonas de confort, de nuestros egoísmos de nuestras perezas, de nuestras excusas, de nuestros intereses... para evangelizarEl Reino de Dios no es un reino como los de este mundo y, por ello, no hay tiranías, ni dictaduras, ni obligaciones...la única Ley es la del Amor.

v.8: El Señor nos llama a cuidar de los demás, a cada uno según su dolencia, su mal o su falta. Y nos invita a hacerlo sin buscar nada a cambio, ni recompensas, ni beneficios, ni halagos. Se trata de entregarnos completa y desinteresadamente.

v. 9-10: Cuando evangelizamos, no tenemos que buscar planteamientos ni proyectos humanosNo debemos pensar en aquellas cosas que necesitaríamos en un trabajo humano, ni preocuparnos por estar suficientemente preparados para ello. Tan solo, debemos confiar en la Providencia divina.

v. 11-15: Debemos buscar a aquellos que quieran acoger nuestro mensaje pero no empeñarnos en convencer a nadie. Nuestra misión es llevar la paz a otros y no entrar en polémicas. Si nos escuchan, bien. Si no lo hacen, no debemos insistir.

v. 16-18: Dios no nos envía a una misión triunfal o exitosa. Es más, nos previene de lo que vamos a encontrarnos: lobos que trataran de devorarnos. Por eso debemos ser sagaces y actuar siempre con discernimiento y humildad: no polemizar sino llevar paz, no devolver mal por mal sino obrar en todo momento el bien. Nos previene de que, como Él, seremos perseguidos y juzgados.

v. 19-20: Nunca estar preocupados por el qué decir o qué hacer, ni tampoco confiar en nuestras capacidades. El Espíritu Santo nos capacitará en cada momento para decir o hacer lo que convenga. Y nos defenderá.

v. 21-22: Nos alerta sobre el enemigo, que incluso estará entre nuestros seres más queridos y cercanos, en nuestra propia familia. Y nos advierte que seremos odiados y calumniados, como Él también lo fue.

v. 23: Aunque seremos perseguidos, Jesús no nos llama a la guerra ni a enfrentarnos con nadie. Si somos atacados, debemos rehuir toda lucha o disputa y marcharnos del lugar.

v. 24-25: Nos exhorta a no querer ser más que Dios ni a querer ocupar su sitio. Nosotros somos discípulos, servidores, pero Dios es quien hace todas las cosas, Él es el maestro y dueño. Si nos consideramos seguidores de Cristo, debemos estar preparados a vivir y padecer el mismo escenario que sufrió Jesús.

v. 26-28: Nos llama a no tener miedo a proclamar siempre la verdad aunque ello suponga odio, martirio y muerte. Nuestro principal objetivo es la salvación de nuestra alma que no debe estar justificada ni fundamentada en la mentira, que es el rasgo distintivo del Enemigo.

v. 29-31: Somos muy valiosos para Dios. El ama toda su creación, pero especialmente a los hombres.

v. 32-33: Nos reconforta y nos ofrece justicia y recompensa.

v.34-36: Jesús insiste: la misión no es un camino de rosas. No nos engañemos a nosotros mismos: el enemigo también está en casa.

v. 37-38: Suenan duras las palabras del Maestro...es preciso que no antepongamos nada a Dios, ni siquiera nuestra propia familia. Nos llama a cargar la misma cruz que cargó Él.

v. 39: Nos llama a entregar la vida por Dios y por el prójimo para obtener la vida eterna, a nos er egoístas ni interesados en las cosas temporales

v.40-42: Debemos tener siempre presente que somos enviados por el Maestro y que no hablamos en nuestro nombre sino en el de Cristo. Nuestra labor es hacerlo presente en el mundo como hicieron los profetas y los apóstoles en el pasado: hablando en su nombre. Igual que hizo Jesús, enviado por el Padre para hacerlo presente en medio de los hombres y hablar en su nombre.

Cristo nos ofrece tres recompensas : 
  • la del profeta, la hospitalidad y la acogida de quienes nos reciben sabiendo que venimos en nombre de Dios. Pero también ser acogidos en el reino de los cielos.
  • la del justo, la justicia de Dios, es decir, darnos a cada uno lo que le corresponde, según nuestras obras. 
  • la de los pequeños, es decir, la de los humildes, los necesitados: tomar posesión del Reino de los cielos, es decir, de la vida eterna.

martes, 15 de octubre de 2019

LOS DISCÍPULOS NO NACEN, SE HACEN.

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"Nadie echa vino nuevo en odres viejos, 
porque el vino nuevo reventaría los odres, 
el vino se derramaría y los odres se perderían; 
sino que el vino nuevo se echa en odres nuevos." 
(Lucas 5, 37-38)

Han pasado ya algunos años desde que algunos empezamos a tomar conciencia de la misión a la que siempre nos ha llamado el Señor: evangelizar.

Echando la mirada atrás, hemos avanzado en cierta forma, pero también percibimos que ahora estamos estancados porque algunas estructuras de la Iglesia están "caducas". Sencillamente no evangelizan. 

Creemos estar haciendo algo que "debemos" sin plantearnos si hoy, es eficaz. Seguramente, estamos echando vino nuevo en odres viejos, que se revientan y derraman el vino.

Catequesis de comunión y confirmación

Cada año, muchos denodados catequistas de nuestras parroquias españolas donan su tiempo y entregan su esfuerzo en la preparación de los niños para la Primera Comunión… Sin embargo, ¿cuántos de ellos seguirán asistiendo a los sacramentos al siguiente domingo, o al cabo de un año?
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Lo mismo ocurre con las confirmaciones. Se forma a jóvenes que, más pronto que tarde, dejan de tener un sentido de pertenencia y compromiso con Dios y con la Iglesia.

Las catequesis, sencillamente, no evangelizan. Son, más bien, una "necesaria puesta en escena" para una celebración que poco o nada tiene que ver con el sacramento de la Eucaristía. 

Quizás deberíamos transformar esa preparación que se "va por el desagüe", en una vivencia de la fe, en un encuentro con Cristo resucitado, tanto de nuestros jóvenes como de sus padres.

Centros educativos católicos

En palabras del Papa Francisco, los centros educativos católicos se han convertido en "búnkers" o "trincheras" organizadas sólo para la preservación, replegadas ante las incertidumbres de  los cambios e incapaces de provocar en sus alumnos "experiencias de fe perdurables".

Los colegios no evangelizan, porque no preparan a los jóvenes en propuestas morales para confrontarlas con un mundo que las ridiculiza y que les arrincona. No les enseñan a rezar ni a vivir la fe en medio de este ambiente hostil. 
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El problema es que muchos padres envían a sus hijos a centros católicos para que les enseñen esa fe que, desgraciadamente, ha dejado de vivirse en casa. 

Pero si algo aprenden en los colegios, son las ideologías del mundo (LGBTI, relativismo, progresismo, etc.) con las que les adoctrinaron desde pequeños, porque son obligatorias también para los colegios católicos.

Las universidades católicas tampoco evangelizan, porque no generan conversos, ni discípulos de Cristo, ni evangelizadores, al derivar recursos que, deberían dedicarse a evangelizar, a otras cuestiones que no dan resultado.

Hoy, por desgracia, nuestros hijos y adolescentes se educan fuera de la escuela. Y allí no suele existir una formación moral sino más bien, todo lo contrario.

Quizás deberíamos hacer de estos centros experiencias vitales de fe, donde se viva el encuentro con Dios y se haga atractivo el compromiso de los jóvenes con el mundo a través de un compromiso evangelizador.

Bodas y Funerales

A su vez, los sacerdotes diocesanos argumentan no poder dedicarse a evangelizar, a llevar la fe a los alejados, porque están muy ocupados en atender sacramentalmente sus parroquias

Resultado de imagen de bodas iglesiaCelebran bodas cristianas para parejas que no han sido evangelizadas realmente, y que se alejarán de la Iglesia según pongan un pie fuera del templo.

Celebran funerales que no se viven como parte del proceso cristiano hacia la casa eterna ni tienen repercusión en la vida de fe personal, familiar o social de los asistentes. 
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Sencillamente, se va por "cumplir", porque un gran número de bautizados ven los sacramentos más como eventos sociales que como celebraciones comunitarias de la fe y de compromiso con la Iglesia. 

Los párrocos no son capaces de aprovechar el acercamiento de muchas personas en estas ocasiones, y que de otro modo, no pisarían una iglesia, para evangelizarlos

Tampoco les quedan fuerzas para entrenar ayudantes, implantar métodos para llegar a los alejados, para convertir a un "consumidor de sacramentos" en un "discípulo comprometido de Cristo", etc… 

¡Cuántas oportunidades perdidas para evangelizar a quienes se acercan ocasionalmente a la Iglesia!

Retiros de conversión

Con los retiros de conversión (Emaús, Effetá, Amor Conyugal...) conseguimos acercar a las personas a Jesús, sienten su amor, una vida nueva… 

Y entonces, les llevamos a una "estructura vieja", es decir, parroquias "viejas" que no están dispuestas ni preparadas para acogerles, acompañarles y formarles en la fe. O que no saben cómo hacerlo, porque están adaptadas a los parroquianos de toda la vida.

Resultado de imagen de retiros espirituales catolicosEn las parroquias, en lugar de cristianos ‘comprometidos’, habitualmente encontramos, por un lado, bautizados practicantes de fe meramente individual, cómoda y fragmentada, que han perdido el entusiasmo en el mensaje cristiano, o que han dejado de tener sentido de pertenencia a la Iglesia. Y por otro, bautizados no practicantes, no iniciados en la fe y con falta de formación junto a no creyentes, todos ellos secularizados, que acuden por compromiso social. 

Es necesario y preciso que las parroquias adopten un compromiso de acoger y formar a estas personas que se acercan a Dios, tanto por parte de los sacerdotes como de los laicos.

Los discípulos, ¿nacen o se hacen?

"La tarea de la evangelización de todos los hombres constituye la misión esencial de la Iglesia, y la vocación propia de la Iglesia, su identidad más profunda. La Iglesia existe para evangelizar” (Pablo VI en Evangelii Nuntiandi,1975). Por eso, debemos hacer discípulos, por que no nacen ni florecen.
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Si las catequesis infantiles, la exigua enseñanza en los colegios y universidades católicas, o cualquier otra cosa es ineficaz y no evangeliza ¿no es lógico que nos deshagamos de lo que no da frutos? 

O, peor aún, si nos impiden dedicar tiempo o recursos para la evangelización, ¿no deberíamos plantearnos dirigirnos hacia lo que funciona y dejar lo que no lleva a nada? 

Como dice el Papa Francisco en Evangelii Gaudium: "Toda la Iglesia debe avanzar hacia una conversión pastoral y misionera. No puede dejar las cosas como están. Debe pasar de ser una 'simple administración' a un 'estado permanente de misión'".

Los Papas han hablado claro, pero parece que no va con nosotros. Nos falta unir fuerzas para crear estructuras capaces de formar nuevos evangelizadores. Nos falta pasión para impregnar de un compromiso misionero y apostólico todas la estructuras, métodos y planes pastorales, comunidades, movimientos y cualquier institución eclesial, que favorezca la transmisión de la fe. 

¿Cómo hacer discípulos?

Como el vino nuevo necesita odres nuevos y la nueva evangelización necesita nuevos evangelizadores formados en nuevas estructuras y que apliquen nuevos métodos.

Jesús no se centró en hablar a multitudes (que también), sino en formar a sus discípulos. Dio sus instrucciones: “Id y haced discípulos”. Nos insta a "producir" discípulos, formándolos y transmitiéndoles la fe de Cristo, porque no nacen ni crecen en el campo. 

Resultado de imagen de hacer discipulosEl fruto de la Iglesia es hacer discípulos. Nuestra mayor alegría no es ser discípulo sino hacer discípulos. Eso requiere una conversión pastoral que implica renunciar a otras cosas.

Es sorprendente que haya pastores que parezcan satisfechos con que su rebaño dé poco fruto y no piensen cambiar nada, ni modificar sus hábitos o sus estructuras

Ven pocos conversos, pocos cristianos maduros y comprometidos, pocos frutos… y dicen que es cosa de Dios dar fruto. Y es cierto, pero nosotros debemos sembrar y trabajar para que Dios haga el resto.

Cristo es exigente: “Mi Padre recibe gloria cuando producís fruto en abundancia; y os manifestáis como discípulos míos; os he destinado para que deis fruto abundante y duradero” (Juan 15, 8-16). Entonces, ¿cómo es posible que un pastor, un obispo, un religioso, un maestro, un catequista, un párroco, puedan estar satisfechos con pocos frutos cuando Cristo asegura que "nos ha destinado para que demos fruto abundante y duradero”? ¿Acaso estamos desobedeciéndole?

Un fruto abundante y duradero implica trabajar por la calidad más que la cantidad, pero, claro, fruto abundante también es cantidad. Para llegar a la cantidad hay que invertir en calidad. Basta de teología pesimista, de excusas derrotistas, de decir "es lo que hay”. 

Necesitamos estructuras de calidad que generen nuevos evangelizadores kerigmáticos (del primer anuncio de Cristo, que transforma a la persona), no catequéticos, porque catequéticos ya tenemos muchos”.

Necesitamos parroquias que no se limitan a hacer “algo” de evangelización “a ratos” y “porque es lo que toca ahora”, sino que han transformado sus estructuras y han convertido sus pastorales para ser plenamente evangelizadoras.

Necesitamos hacer discípulos. Y hacerlos ya.

lunes, 20 de agosto de 2018

UN GIGANTE DORMIDO

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"Vosotros sois la sal de la tierra.
Si la sal se desvirtúa, ¿con qué se salará?
Para nada vale ya, si
no para tirarla a la calle y que la gente la pise". 
Vosotros sois la luz del mundo. 
Una ciudad situada en la cima de un monte no puede ocultarse. 
No se enciende una lámpara para ocultarla en una vasija, 
sino para ponerla en el candelero y que alumbre a todos los que están en casa. 
Brille de tal modo vuestra luz delante de los hombres 
que vean vuestras obras buenas y glorifiquen a vuestro Padre, 
que está en los cielos" 
(Mateo 5, 13-16)

Las primeras comunidades cristianas tenían una fuerte convicción de pertenencia a la Iglesia de Cristo, un auténtico amor por Cristo y por sus hermanos que provocaba "envidia" en los demás, una gran exigencia de vivir comunitariamente en torno a Dios, que llevaban hasta el extremo, incluso, de dar la vida por la fe. Vivir a Cristo era una "cuestión en serio". 

Llamarse “cristiano” equivalía a una sentencia de muerte, un camino que podía llevar al martirio, pero que, a su vez, era semilla de nuevos cristianos. Ser cristiano era un don preciado, que ni la misma muerte podía arrebatar, y que sintetizaba el verdadero espíritu de lo que es ser cristiano ayer, hoy y siempre.

Con el transcurrir de los siglos, los laicos se han ido convirtiendo en un "gigante dormido", acomodado y perezoso que ha olvidado su misión. Los laicos se han convertido en cristianos de segunda clase cuya misión dentro de la Iglesia se ha limitado a ser "monaguillos adultos", "lectores ocasionales", "pasadores de cepillos", "catequistas a disposición" o "asistentes"pasivos. Se han convertido en una comunidad "domesticada", contemporizadora, acomplejada, pasiva y callada que ha relegado su fe al ámbito privado. 

Son muchos cristianos los que piensan que la fe debe vivirse de "puertas adentro"; que a Dios hay que llevarle en el corazón, que no hace falta manifestar la fe exteriormente; que actúan y viven como si Dios fuese "particular" o incluso, como si no existiera.

Testimonio público y forma de vida
Creo sinceramente que es el tiempo de los laicos. Los Santos Padres así lo han afirmado. El laico es ese gigante no sólo por su gran número de miembros en la Iglesia, sino por la fuerza, el ardor y el ímpetu que le capacita para transformar el mundo desde su base, desde sus cimientos. 

“El gigante dormido” debe despertar para reavivar y tomar una conciencia de su importante protagonismo y corresponsabilidad en la misión salvífica de la Iglesia, en la evangelización del mundo entero.

Un gigante cuya identidad es ser testigo de Cristo, dar testimonio público de su mensaje de amor. 

Atrás quedaron los tiempos en los que el apóstol, el misionero, el evangelizador, era el sacerdote o el religioso. "Id y haced discípulos de todas las naciones" implica "estar", implica "hacer discípulos" en todos los ámbitos, en todos los entornos, en todas las circunstancias en las que nos encontramos. 

La Iglesia somos todos los bautizados y por tanto, la misión evangelizadora que Cristo nos encomendó es una tarea que nos compete a todos los cristianos, también a nosotros los laicos. Fundamentalmente, a los laicos.

La evangelizac
ión de los nuevos tiempos se hará por los laicos o no se hará. O los laicos evangelizamos o nadie lo hará. O hacemos discípulos o nadie lo hará. Y esto no sucederá no sólo por la falta de vocaciones sacerdotales o por la avanzada edad de muchos de ellos, sino porque los laicos no accedamos a los ámbitos donde ellos no llegan. es nuestra misión.

La Iglesia ya no es el lugar donde hacer presente a Cristo. No sólo. Es necesario hacerle presente en la calle, en la corazón de la sociedad. Sí, ha llegado nuestra hora, la de los laicos. De nosotros depende, fundamentalmente, la tarea evangelizadora.

Conscientes de nuestra responsabilidad misionera, tenemos que comprender que la evangelización no puede ser la misma en el siglo XXI que la que llevaron a cabo los primeros cristianos, la que se llevó a cabo en la Edad Media, la que se llevó a cabo en el descubrimiento de América y posteriormente. No puede ser misión exclusiva de los sacerdotes o religiosos. No puede...porque las circunstancias históricas han cambiado.

El mundo ha cambiado. Lo hace cada día, cada minuto. Este mundo complejo y en continuo cambio nos exige ajustarnos a sus nuevas exigencias, nos reclama conocer las nuevas características de nuestra sociedad, nos obliga a discernir las necesidades del hombre de nuestro tiempo.

Porque un hecho es evidente: Nuestro mundo ha optado por la ausencia de Dios. Nuestra sociedad ha dado la espalda a Dios, se ha olvidado de Él. La gran tragedia del hombre actual es que Dios no apasiona, no interesa a casi nadie. El hombre de hoy vive su vida preocupado de sus asuntos, ni piensa en Dios ni cree necesitarle, ni siquiera quiere que se hable públicamente de Él, le molesta que se hable de Él y trata de impedirlo.

El cristianismo ha quedado encerrado en las sacristías, en los confesionarios, en los templos. El mensaje evangélico ha dejado de trascender a la vida pública. El cristiano de hoy no hace de su fe un modo de vida.

Conversión, comunión y misión
El mundo actual es irreligioso y laicista: la sociedad, el estado, la escuela, la familia...No vive la fe. En ningún lugar público.

El cristianismo necesita conversos. O quizás "re-conversos". Necesita que las personas vuelvan a dirigir su mirada a Dios y eso sólo puede ocurrir a través de un encuentro con el mismísimo Cristo.

El cristianismo necesita laicos que vivan en comunión, no aislados. La fe no es una cuestión individual. Es una vida comunitaria de entrega incondicional, de servicio, de amor en Jesús, de "Dios con nosotros".

El cristianismo necesita laicos que sean testigos de Cristo y lleven la experiencia de su encuentro con Él a otros.

El cristianismo necesita laicos que vivan la fe todas las horas del día y en todos los lugares: en casa, en la Iglesia, en la calle y en el trabajo. Íntegramente, sin dobleces ni camuflajes, sin separar sus creencias de la vida pública o la vida privada. 
El cristianismo necesita laicos que sean "luz del mundo y sal de la tierra". Si renunciamos a manifestar públicamente nuestra fe, a ser testigos de Cristo, no será posible la evangelización.

El cristianismo necesita hacer que Cristo reine, no sólo en los corazones de los hombres sino en las familias, en la sociedad, en las naciones, en todos los pueblos, en el mundo entero.

El cristianismo necesita salir del individualismo y del personalismo. La defensa de nuestra fe no puede hacerla cada cual por su lado, sino que tenemos que trabajar juntos, mantenernos unidos. 

El cristianismo necesita comprender que lo que importa es Jesucristo, no "mi" causa, no "mi" parroquia, no "mi" diócesis, no "mi" orden, no "mi" movimiento, no "mi" método. Sólo Cristo.

El cristianismo necesita evangelizar eficientemente, haciendo creíble el Evangelio a los ojos de los demás en nuestro ejemplo de vida, para así, acercarse a Dios y a la Iglesia. Porque desgraciadamente, las parroquias se están vaciando por muchas razones y los sacerdotes parecen limitarse a esperar que las personas se acerquen a ellos por "arte de magia". Pero no lo harán si nosotros, los laicos, no las llevamos de la mano.

¡Despertemos al gigante del sueño de la pasividad, de la fantasía de la comodidad y de la alucinación del aletargamiento para que asuma con renovado ardor su vocación misionera: ser luz y sal para el mundo! 

viernes, 21 de abril de 2017

I. FRANCISCO: UNA MIRADA INTROSPECTIVA



El Papa Francisco siempre habla muy claro y de forma sencilla para que todos puedan entender. 

Hoy reflexionamos sobre su exhortación a ser una "Iglesia en salida". En su encíclica Evangelii Gaudium propone una mirada autocrítica e introspectiva, enumerando algunas tentaciones o pecados "que particularmente hoy afectan a los agentes pastorales"(EG 17): una espiritualidad sin apostolado, la tristeza egoísta, el pesimismo estéril, el individualismo enfermizo, la mundanidad espiritual y la envidia que divide. 

Con el término "agentes pastorales" incluye a "todos los que trabajan en la Iglesia […] desde los obispos hasta el más sencillo y desconocido de los servicios eclesiales" (EG 67)

No obstante, el Papa establece una distinción entre agentes pastorales, ya sean pastores, consagrados o laicos, que forman una pequeña parte de la Iglesia (los que realmente trabajan en y para la Iglesia), y discípulos misioneros, que representan a toda la Iglesia y donde cada bautizado es un agente evangelizador, el ideal al que aspira con la reforma de la Iglesia a través de su conversión pastoral y misionera.

Esta distinción nos recuerda que la evangelización es la principal tarea de la Iglesia y que atañe a cada bautizado por esencia, independientemente de que desempeñe o no un cargo pastoral en la Iglesia.

Pero la evangelización presenta una serie de problemas que el Papa Francisco detalla:



Espiritualidad cómoda, individualista y relativista

Muchos agentes pastorales, incluso sacerdotes, desarrollan una falsa espiritualidad, sin entrega, individualista y cómoda "Manteniendo una preocupación exacerbada por los espacios personales de autonomía y de distensión, que lleva a vivir las tareas de la Iglesia como un si no fueran parte de su propia identidad " (EG 78)

Debido a una crisis de identidad, causada por la desconfianza hacia la Iglesia y su mensaje, muchos agentes pastorales desarrollen una especie de complejo de inferioridad que les lleva a relativizar u ocultar su identidad cristiana y sus convicciones. 

Ello provoca un círculo vicioso que lleva a una entrega muy débilAhogan su alegría misionera en una obsesión por ser como todos y por tener lo que poseen los demás. Así, las tareas evangelizadoras se vuelven forzadas y se dedican a ellas pocos esfuerzos y un tiempo muy limitado (EG 79)

También se desarrolla un relativismo individualista que lleva a un estilo de vida aferrado a "aferrarse a seguridades económicas o a espacios de poder y de gloria humana, a actuar como si Dios no existiera ni los demás, tampoco" (EG 80)

Acedia egoísta y paralizante

La consecuencia de esa espiritualidad individualista, cómoda y relativista es una segunda tentación peor aún: la "acedia paralizante", una tristeza profunda en las cosas de Dios, de la que ya hablaban los padres del desierto y que todos los místicos han descrito: 

Cuando más necesario es un dinamismo misionero que lleve sal y luz al mundo, muchos laicos sienten el temor de que alguien les invite a realizar alguna tarea apostólica, y tratan de escapar de cualquier compromiso que les pueda quitar su tiempo libre

"Algo semejante sucede con los sacerdotes, que cuidan con obsesión su tiempo personal. Necesitan imperiosamente preservar sus espacios de autonomía, como si una tarea evangelizadora fuera un veneno peligroso y no una alegre respuesta al amor de Dios que nos convoca a la misión y nos vuelve plenos y fecundos. Algunos se resisten a probar hasta el fondo el gusto de la misión y quedan sumidos en una acedia paralizante" (EG 81)

Resultado de imagen de acediaEs lo que todos conocemos como el síndrome de burn-out ("estar quemado") a causa del exceso de actividades. "Pero el problema no es siempre el exceso, sino las propias actividades mal vividas, sin las motivaciones adecuadas, sin una espiritualidad que impregne la acción y la haga deseable. De ahí que las tareas cansen más de lo razonable, y a veces enfermen. No se trata de un cansancio feliz, sino tenso, pesado, insatisfecho y, en definitiva, no aceptado" (EG 82)

El cambio profundo vivido en la Iglesia en las últimas décadas ha provocado una elevada sobrecarga de trabajo a los agentes pastorales: somos menos y tenemos que hacer más cosas: las de siempre y las nuevas. 

La dilación de las reformas necesarias provoca que los agentes pastorales continúen realizando las mismas tareas pastorales de siempre, a veces sin apenas frutos, y además las nuevas actividades, en teoría, evangelizadoras, aunque sin una motivación y una visión claras. 

En fin, los sacerdotes se sienten presionados por sus obispos, que les exigen más responsabilidades y más frutos; y los laicos comprometidos son, a su vez, utilizados por sus sacerdotes con la misma lógica diabólica:

-Tratan de llevar a cabo proyectos irrealizables o no los viven con ilusión.

-No aceptan la costosa evolución de los procesos o quieren que todo caiga del cielo. 

-Se apegan a sueños de éxitos imaginados por su vanidad. 

-Pierden el contacto real con el pueblo y prestan más atención a la organización que a las personas, les entusiasma más la "hoja de ruta" que la ruta misma

-El inmediatismo ansioso de estos tiempos hace que no toleren fácilmente alguna contradicción, algún aparente fracaso, alguna crítica, alguna cruz 

El primer paso para expulsar un demonio es discernirlo y ponerle nombre. La mayor amenaza para la Iglesia es sucumbir a la trampa de la mentira, de fingir que no pasa nada: "Es el gris pragmatismo de la vida cotidiana de la Iglesia en el cual aparentemente todo procede con normalidad, pero en realidad la fe se va desgastando y degenerando en mezquindad" .(EG 82)

Se desarrolla la psicología de la tumba, que poco a poco convierte a los cristianos en momias de museo, desilusionados con la realidad, con la Iglesia o consigo mismos, viven la constante tentación de apegarse a una tristeza dulzona, sin esperanza, que se apodera del corazón como "el más preciado de los elixires del demonio". 

Pesimismo estéril

La tercera tentación, que ahoga el fervor y la audacia, es "la conciencia de derrota que nos convierte en pesimistas quejosos y desencantados con cara de vinagre" . Nadie puede emprender una lucha si de antemano no confía plenamente en el triunfo. El que comienza sin confiar pierde de antemano la mitad de la batalla y entierra sus talentos. Aun con la dolorosa conciencia de las propias fragilidades, hay que seguir adelante sin declararse vencidos (2 Cor 12,9). 
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El triunfo cristiano es siempre una cruz, pero una cruz que al mismo tiempo es bandera de victoria, que se lleva con una ternura combativa ante los embates del mal. El mal espíritu de la derrota es hermano de la tentación de separar antes de tiempo el trigo de la cizaña, producto de una desconfianza ansiosa y egocéntrica" (EG 85)

En algunos lugares se ha producido una desertificación espiritual, "fruto del proyecto de sociedades que quieren construirse sin Dios o que destruyen sus raíces cristianas, o a vivir su fe casi a escondidas. Ésta es otra forma muy dolorosa de desierto. También la propia familia o el propio lugar de trabajo puede ser ese ambiente árido donde hay que conservar la fe y tratar de irradiarla" (EG 86). 

Individualismo enfermizo

En el contexto de una sociedad hedonista e individualista, Francisco desenmascara la tentación del individualismo enfermizo: "la sospecha, la desconfianza permanente, el temor a ser invadidos, las actitudes defensivas que nos impone el mundo actual"

La sociedad ha optado por una "modernidad líquida" que fomenta la fragilidad en las relaciones, que huye de las ataduras y de los compromisos, que busca contactos de "amor líquido", pero evita calculadamente las relaciones profundas.

"Esta tentación individualista se presenta tanto como una falsa autonomía de Dios, expresada por el aislamiento, que es una traducción del inmanentismo y que excluye al Creador, pero también como una forma de consumismo espiritual que pretende encontrar en lo religioso una forma de consumismo espiritual a la medida de su individualismo enfermizo. La vuelta a lo sagrado y las búsquedas espirituales que caracterizan a nuestra época son fenómenos ambiguos" (EG 89)

Francisco denuncia algunas otras expresiones de este individualismo espiritual: diversas formas de "espiritualidad del bienestar" sin comunidad, una "teología de la prosperidad" , sin compromisos fraternos o "experiencias subjetivas sin rostros", que se reducen a una búsqueda interior inmanentista

Mundanidad espiritual 

Existen dos imágenes de Iglesia: la Iglesia evangelizadora que sale de sí o la Iglesia mundana que vive en sí, de sí, para sí.

La Iglesia, cuando es autorreferencial, sin darse cuenta, cree que tiene luz propia; deja de ser el mysterium lunae y da lugar a ese mal tan grave que es la mundanidad espiritual, es decir, vivir para darse gloria a sí misma, en lugar de a Dios. 

"La mundanidad espiritual, que se esconde detrás de apariencias de religiosidad e incluso de amor a la Iglesia, es buscar, en lugar de la gloria del Señor, la gloria humana y el bienestar personal. 

Resultado de imagen de fariseos en la pasion de cristoEs lo que el Señor reprochaba a los fariseos: ¿Cómo es posible que creáis, vosotros que os glorificáis unos a otros y no os preocupáis por la gloria que sólo viene de Dios? (Juan 5,44). Es un modo sutil de buscar sus propios intereses y no los de Cristo Jesús (Filipenses 2,21). 


Toma muchas formas, de acuerdo con el tipo de personas y con los estamentos en los que se enquista. Por estar relacionada con el cuidado de la apariencia, no siempre se conecta con pecados públicos, y por fuera todo parece fariséicamente correcto. Se alimenta de dos maneras profundamente ligadas: 

-Una es la fascinación del gnosticismo, una fe encerrada en el subjetivismo, donde sólo interesa una determinada experiencia o una serie de razonamientos y conocimientos que supuestamente reconfortan e iluminan, pero en definitiva, la persona queda clausurada en la inmanencia de su propia razón o de sus sentimientos. 

-La otra es el neopelagianismo autorreferencial y prometeico de quienes en el fondo sólo confían en sus propias fuerzas y se sienten superiores a otros por cumplir determinadas normas o por ser inquebrantablemente fieles a cierto estilo católico propio del pasado. Es una supuesta seguridad doctrinal o disciplinaria que da lugar a un elitismo narcisista y autoritario, donde en lugar de evangelizar lo que se hace es analizar y clasificar a los demás, y en lugar de facilitar el acceso a la gracia se gastan las energías en controlar (EG 94). 

"En los dos casos, ni Jesucristo ni los demás interesan verdaderamente. Son manifestaciones de un inmanentismo antropocéntrico. No es posible imaginar que de estas formas desvirtuadas de cristianismo pueda brotar un auténtico dinamismo evangelizador". 

El Papa, sin nombrar a nadie, está realizando un diagnóstico de la situación interna de la Iglesia y de las actitudes de muchos agentes de pastoral, que impiden el "dinamismo evangelizador" que la Iglesia necesita. Habla expresamente de "formas desvirtuadas de cristianismo", de actitudes de mundanidad que pretenden "dominar el espacio de la Iglesia": 

-Cuidado ostentoso de la liturgia, de la doctrina y del prestigio de la Iglesia, pero sin preocuparles que el Evangelio tenga una real inserción en el Pueblo fiel de Dios y en las necesidades concretas de la historia. Así, la vida de la Iglesia se convierte en una pieza de museo o en una posesión de pocos. 

-Fascinación por mostrar conquistas sociales y políticas, o en una vanagloria ligada a la gestión de asuntos prácticos, o en un embeleso por las dinámicas de autoayuda y de realización autorreferencial

-Densa vida social llena de salidas, reuniones, cenas, recepciones. 

-Funcionalismo empresarial, cargado de estadísticas, planificaciones y evaluaciones, donde el principal beneficiario no es el Pueblo de Dios sino la Iglesia como organización 

El Santo Padre es implacable a la hora de describir tantas situaciones frecuentes en la vida eclesiástica de las últimas décadas. En el fondo se intuye una crítica dura contra cierto aggiornamento superficial que ha degenerado en liturgismo, en mero compromiso social, en vida de sociedad, en planificaciones excesivas, etc. 

Las actitudes y manifestaciones varían, pero los efectos son los mismos: "En todos los casos, no lleva el sello de Cristo encarnado, crucificado y resucitado, se encierra en grupos elitistas, no sale realmente a buscar a los perdidos ni a las inmensas multitudes sedientas de Cristo. Ya no hay fervor evangélico, sino el disfrute espurio de una autocomplacencia egocéntrica" (EG 95).

Aquí ve el Papa Francisco
 la raíz de la pérdida de fervor evangélico de los agentes pastorales. La mundanidad pervierte al agente pastoral encerrándolo en su "autocomplacencia egocéntrica" y ésta, provoca la imposibilidad de cumplir con nuestra misión al dirigirnos hacia la ideologización del mensaje evangélico, el funcionalismo y el clericalismo. 

Resultado de imagen de rendicionHasta ahora el Papa ha hablado de los agentes pastorales en general, sin ninguna alusión personal y con bastante espíritu constructivo. 

Pero no hay duda de que está pensado en los pastores cuando habla de "generales de ejércitos derrotados" y de "generales derrotados" a los que acusa de vanidosos y de hablar "como maestros espirituales y sabios pastorales que señalan desde afuera (EG 96).

Lo que está en el fondo de esta actitud mundana es una "pérdida de contacto con la realidad sufrida de nuestro pueblo fiel", la vanagloria de "tener algún poder" y la negación de "nuestra historia de Iglesia", que es gloriosa por ser historia de sacrificios, de esperanza, de lucha cotidiana, de vida deshilachada en el servicio, de constancia en el trabajo que cansa, porque todo trabajo es “sudor de nuestra frente” .

No es fácil la sanación de quien ha sucumbido a esta tentación y Francisco no ahorra duros calificativos contra este pecado que ciega al que lo padece hasta el punto de que "mira desde arriba y de lejos, rechaza y descalifica a sus hermanos y "no aprende de sus pecados ni está auténticamente abierto al perdón. 

Es una tremenda corrupción con apariencia de bien" (EG 97). ¡Suena un poco duro, pero auténtico! 

Envidia que divide 

El Papa Francisco detecta otra consecuencia de la mundanidad espiritual, anteriormente descrita, pues según él "lleva a algunos cristianos a estar en guerra con otros cristianos que se interponen en su búsqueda de poder, prestigio, placer o seguridad económica".

Resultado de imagen de cain y abelSufre especialmente por las guerras internas en las comunidades cristianas y un sentimiento inadecuado de pertenencia: algunos "más que pertenecer a la Iglesia toda, con su rica diversidad, pertenecen a tal o cual grupo que se siente diferente o especial" (EG 98)

Y no esconde su dolor al constatar "cómo en algunas comunidades cristianas, y aun entre personas consagradas, consentimos diversas formas de odio, divisiones, calumnias, difamaciones, venganzas, celos, deseos de imponer las propias ideas a costa de cualquier cosa, y hasta persecuciones que parecen una implacable caza de brujas. ¿A quién vamos a evangelizar con esos comportamientos?" (EG 100)

En definitiva, Francisco hace auto crítica: con estos comportamientos mundanos ¿a quién vamos a evangelizar?". Es cierto que la cultura actual está cerrada a lo trascendente y parece hermética al mensaje de la Iglesia, pero también es verdad que la Iglesia tiene que cambiar muchas cosas internas y estructurales si pretende tener una palabra para este mundo, y más aún una palabra evangélica.