¿QUIÉN ES JESÚS?

La vida de Jesús siempre ha suscitado preguntas a lo largo de los últimos dos mil años.

¿Cómo pudo un carpintero que fue ejecutado por los romanos convertirse en el hombre más famoso de la historia?
¿Fue Jesús alguien verdaderamente real?
¿Cómo puede Dios ser un hombre al mismo tiempo?
¿De qué manera podría esto tener algún sentido para mi vida?

Estas son algunas pero queremos que nos cuentes las tuyas.
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sábado, 22 de diciembre de 2018

AMOR DERRAMADO

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"El amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones" (Rom 5, 5)
Dios nos ha creado a cada uno por amor, un amor infinito. Es más, tenemos un Dios que es Amor. No somos un producto del azar ni de una evolución casual. Existimos porque hemos sido pensados y amados por Dios.

El mensaje cristi
ano testimonia un acontecimiento que constituye el centro de la historia del hombre y del universo: "Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su hijo único, para que quien crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna." (Jn 3, 16)

Sin embargo, hoy en día, muchas personas confunden fe con espiritualidad. Creen que la “espiritualidad” les aporta autenticidad y cercanía (experiencias, sentimientos), mientras afirman ver en la fe, sólo normas y mandatos, que les sugieren inseguridad y lejanía. 

Pretenden saciar ese anhelo de trascendencia con una experiencia donde los sentimientos, las emociones, los afectos o los deseos son la prioridad: lo que siento, cómo me siento, lo que me parece, lo que quiero.... Buscan sentir, conmoverse, emocionarse y con ello, se centran sólo en ellos mismos. No es un amor genuino, sino interesado y condicional. 

La fe es un acto de la voluntad con el que decidimos con plena libertad, entregarnos personal, confiada y totalmente a Dios

La fe es una experiencia del amor desinteresado e incondicional de Dios. Nuestro Padre no obliga, no impone, no coacciona...sino que nos da libertad, a la vez que tiende sus brazos para que nos dejemos amar.

Por eso, la fe no puede desvirtuarse en una "experiencia afectiva" vacía de contenido y de sentido, ni en un "servicio" interesado y desvirtuado a mi “imagen y semejanza”, sino en un abandono libre y confiado a nuestro Creador, como el de un niño en su padre.

La fe no puede convertirse en una "sensación” o "estado de ánimo sentimental", ni en un "recurso" a un Dios atento a mis deseos y necesidades, y solícito a resolver mis problemas, sino que es una certeza que da un sentido trascendente a mi existencia.

La fe no puede limitarse a una "emoción" impersonal, inmediata o ruidosa, sino que es una realidad con Rostro que se revela con paciencia, a fuego lento y en silencio.La fe no puede basarse en una energía cósmica ni una idea abstracta y distante, sino que es una presencia real y cercana de un Dios que me dice que no estoy solo en el mundo y que me ama.
La fe no puede ser una visión individual ni un consumo privado de "espiritualismo", sino que es una relación de amor con Dios y con mis hermanos, que vivo y comparto comunitariamente.

La fe no puede justificarse en una “obligación” ni en un "deber" hacia Dios, sino que es un impulso libre por el que busco a mi Creador, a través de una comunicación estrecha con Él, la oración.

La fe no puede fundamentarse en una "personalización" a la medida de mis seguridades o deseos de confort, sino que es un peregrinaje temporal e incómodo, en el que "cargo mi cruz" y voy en pos de Jesucristo.

La fe no puede cimentarse en una "negación" de mi identidad, sino que es una "afirmación" de un amor primero e inmerecido, de un Padre hacia sus hijos, que da su vida por cada uno de ellos.

La fe no puede sustentarse en un "sometimiento" de mi voluntad o de mi libertad a una "tiranía caprichosa", sino que es una apertura a dejarme amar y a responder amando.

La fe es el amor de Dios derramado en mi corazón.

martes, 29 de mayo de 2018

UNA NUEVA MORAL TERAPÉUTICA

Resultado de imagen de un mundo sin dios
"Y no os acomodéis a este mundo; 
al contrario, transformaos 
y renovad vuestro interior 
para que sepáis distinguir cuál es la voluntad de Dios: 
lo bueno, lo que le agrada, lo perfecto." 
(Romanos 12,2)

Si realizáramos una encuesta en España, la mayoría de las personas nos dirían que se consideran católicos y que creen en Dios.

Sin embargo, muchos no sólo no se acercan a la Eucaristía ni siguen a Cristo, sino que actúan como si la ley moral de Dios no fuera válida para todos los tiempos o para todos los seres humanos"Dios es quien tú quieras que Él sea para ti".

Son personas que "construyen su propio Dios", según sus preferencias, un "dios a la medida" para elegir en qué creer y en qué no, que les permite a cada uno decidir lo que está bien o mal, acabar con una vida, elegir su género, etc.

Sin duda, asistimos a la imposición de una "nueva moral terapéutica" que aboga por la existencia de un Dios que tan sólo quiere que seamos "buenos", que seamos felices y nos sintamos bien con nosotros mismos, pero que no está particularmente involucrado en nuestras vidas, excepto cuando le necesitamos para resolver un problema. Un "dios al margen".

Se trata
de una visión errónea y distorsionada de Dios, retratado como una especie de "dios psicólogo", cuyo principal objetivo es aumentar nuestra autoestima. 

Resultado de imagen de antropocentrismoUn "dios" que insta a encontrarse a uno mismo dentro de si mismo, que defiende la libertad individual prohibiendo que el resto de la gente no pueda ni deba criticar las elecciones de vida que uno toma, y cuyo objetivo es la búsqueda de las cosas que más desee cada uno, es decir, disfrutar de la vida tanto como sea posible.

Una nueva m
oral relativista que impone que las personas pueden creer lo que quieran, sentirse lo que quieran,ser lo que quieran, hacer lo que quieran. Una ideología donde no hay "verdades absolutas", pues la verdad se forja en la mente de cada individuo. Una moral "tolerante y sin prejuicios", sin códigos ni principios inmanentes, donde lo correcto para ti, es lo correcto para ti y lo que es correcto para mí, es lo correcto para mí. Una moral "sin pecado"

Un nue
vo modelo de moral personalista que sitúa a la persona en el centro de todo que entiende al hombre al margen de toda referencia a Dios. El hombre es el “sujeto”  y el “objeto” de las valoraciones éticas, desligándose de Dios, según sus preferencias o necesidades.

Una nue
va moral subjetivista en la que Dios no propone leyes para que sean cumplidas en todas las circunstancias, ni determina lo que es bueno o malo, partiendo de normas generales y abstractas validas para todos los casos, sino que depende de cada situación determinada de cada persona. Una nueva moral donde los valores universales, o no existen o no tienen carácter normativo absoluto.
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Un “nuevo orden de valores” individualista que propugna una conciencia personal cerrada en si misma y convertida en árbitro absoluto de sus actos. Los mandamientos de Dios, en todo caso, son normas coyunturales que cambian con el tiempo, las circunstancias y las personas. Lo  único que Dios nos que pide es amor y bondad.

Una ética autónoma e independiente del mensaje de Cristo y basada en un antropocentrismo, que antepone la conciencia individual frente a la ley natural, el liberalismo frente a la obediencia al Creador, el igualitarismo frente al factor diferencial y único de cada ser humano. 

En realidad, estamos ante una nueva forma de rebelión, donde cada uno decide los que está bien o mal. La misma rebelión de nuestros primeros padres, Adán y Eva, que eligieron comer de la fruta del Árbol del conocimiento de lo bueno y lo malo. 

Nos enfrentamos ante una nueva forma de inmoralidad, donde todo vale, donde todo está permitido. La misma que existía en tiempos de Noé, o en tiempos de Sodoma y Gomorra.

Estam
os ante una nueva forma de idolatría. La misma que el pueblo de Israel creó, formando su propio dios a partir de un becerro de oro.

En definitiva una nueva forma de soberbia cuyo padre y artífice es el de siempre: el Diablo, el gran enemigo de Dios.