¿QUIÉN ES JESÚS?

La vida de Jesús siempre ha suscitado preguntas a lo largo de los últimos dos mil años.

¿Cómo pudo un carpintero que fue ejecutado por los romanos convertirse en el hombre más famoso de la historia?
¿Fue Jesús alguien verdaderamente real?
¿Cómo puede Dios ser un hombre al mismo tiempo?
¿De qué manera podría esto tener algún sentido para mi vida?

Estas son algunas preguntas, pero aquí tienes un espacio para formular las tuyas.
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sábado, 10 de julio de 2021

PRINCIPIO, PLENITUD Y FIN DE LOS TIEMPOS

"En el principio de los tiempos habló Dios Padre,
en la plenitud de los tiempos habló Dios Hijo,
y en el fin de los tiempos habló Dios Espíritu Santo"

Existe un error muy común al confundir principio, plenitud y fin de los tiempos con el fin del mundo, cuando en realidad, son fases distintas de la historia de la salvación que, como sabemos, es la intervención, revelación y presencia de Dios trino en la historia del hombre.

Cuando hablamos de "el principio de los tiempos", nos referimos a la intervención, revelación y presencia de Dios Padre en la historia del hombreque comenzó tras el pecado original en el Edén con la promesa divina de Génesis 3,15: "Pongo hostilidad entre ti y la mujer, entre tu descendencia y su descendencia; esta te aplastará la cabeza cuando tú la hieras en el talón". Cuando la Palabra dice "descendencia" (de la mujer) está hablando de Jesucristo.
Cuando hablamos de la plenitud de los tiempos”, nos referimos a la intervención, revelación y presencia de Dios Hijo en la historia del hombre, que comenzó con la Encarnación de Jesucristo, el primer misterio gozoso de la Revelación de Dios y el momento establecido por Dios para cumplir la alianza que había hecho con el hombre en el paraíso y por la cual, su descendencia daría un Mesías. 

En su carta a los Gálatas 4,4, San Pablo denomina a la plenitud de los tiempos como "la fecha histórica en que el Hijo eterno toma naturaleza humana" y el papa Francisco la denomina como "la presencia en nuestra historia del mismo Dios en persona". 

Como escribe el hagiógrafo de la carta a los Hebreos: "En muchas ocasiones y de muchas maneras habló Dios antiguamente a los padres por los profetas. En esta etapa final, nos ha hablado por el Hijo, al que ha nombrado heredero de todo, y por medio del cual ha ido realizando las edades del mundo. Él es reflejo de su gloria, impronta de su ser. Él sostiene el universo con su palabra poderosa" (Hebreos 1,1-3).

La llegada de Dios Hijo al hombre señala el comienzo de una nueva era: la antigua alianza llega a su consumación y plenitud, así como la capacidad reveladora de Diospues a partir del Mesías, "Todo se ha cumplido". 
Ya no vendrá del cielo nada esencialmente nuevo, sino sucesivas profundizaciones y progresivos desarrollos del mensaje divino por la acción del Espíritu Santo, alma de la Iglesia, para que nuestro tiempo, nuestra historia, nuestra existencia llegue a su plenitud a través del encuentro personal con Jesucristo, Dios hecho hombre.

Cuando hablamos del "fin de los tiempos", nos referimos la intervención, revelación y presencia de Dios Espíritu Santo en la historia del hombre, al fin de la historia de la salvación, el tiempo dado por Dios para la conversión de los gentiles, es decir, de los no judíos, de nosotros. 

El fin de los tiempos es la era mesiánica, la era de la Iglesia, de la Cristiandad, o también el tiempo del Apocalipsis, que comienza con la Resurrección de Cristo y su Ascensión a los cielos. Consumada la plenitud de los tiempos”, el fin de los tiempos comienza con la venida del Espíritu Santo en Pentecostés y termina con el fin del mundo. 

Cuando hablamos del "fin del mundo", nos referimos a la conclusión del mundo natural y físico con la 2ª Venida de Jesucristo, momento en el que se producirá el Juicio final, la resurrección de los muertos y la instauración de su reino divino y eterno. 
 
Es importante hacer notar que la Palabra de Dios nunca habla del "fin del mundo", sino del "fin de los tiempos", el "día de Yahvé", el "día del Juicio", la "Venida de Cristo", "la resurrección final", "la Parusía" o la " llegada del Reino de Dios", para referirse a una transformación y purificación: "un cielo nuevo y una tierra nueva" (Apocalipsis 21, 1-5). 

Sin embargo, para muchas personas,  el fin del mundo significa la extinción de la civilización y la especie humana y de la vida en la tierra causadas por sucesos naturales (biológicos, geológicos, atmosféricos o astronómicos), por sucesos humanos (bélicos, químicos/nucleares, económicos o informáticos) o por sucesos sobrenaturales (alienígenas, extraterrestres). 

A lo largo de muchos siglos, muchos hombres, grupos y sectas religiosas han elucubrado y profetizado el día y la fecha en que acontecería el fin del mundo. Pero no ocurrió porque la Palabra de Dios nos asegura que nadie sabe el día o la hora, sólo Dios Padre"En cuanto al día y la hora, nadie lo sabe ni los mismos ángeles del cielo, ni siquiera el Hijo de Dios. Solamente el Padre lo sabe" (Mateo 24, 36; Marcos 13, 32). 

Las Sagradas Escrituras nos dicen lo que debemos hacer

"Aguardad que se cumpla la promesa del Padre, de la que me habéis oído hablar...No os toca a vosotros conocer los tiempos o momentos que el Padre ha establecido con su propia autoridad" (Hechos 1, 4 y 7).

"Estad también vosotros preparados, porque a la hora que menos penséis viene el Hijo del hombre" (Mateo 24, 44).

"Vosotros sabéis perfectamente que el Día del Señor llegará como un ladrón en la noche...vivid sobriamente, revestidos con la coraza de la fe y del amor, y teniendo como casco la esperanza de la salvación. Porque Dios no nos ha destinado al castigo, sino a obtener la salvación por medio de nuestro Señor Jesucristo" (1 Tesalonicenses 5, 2 y 8-9).

"El Señor no retrasa su promesa, como piensan algunos, sino que tiene paciencia con vosotros, porque no quiere que nadie se pierda sino que todos accedan a la conversión. Pero el Día del Señor llegará como un ladrón
" (2 Pedro 3,10).

"Así, pues, hermanos, manteneos firmes y conservad las tradiciones que habéis aprendido de nosotros, de viva voz o por carta. Que el mismo Señor nuestro, Jesucristo, y Dios, nuestro Padre, que nos ha amado y nos ha regalado un consuelo eterno y una esperanza dichosa, consuele vuestros corazones y os dé fuerza para toda clase de palabras y obras buenas" (2 Tesalonicenses 2, 15-17).
Las Sagradas Escrituras nos anuncian que "la venida de Cristo será pronto" pero antes es necesario un tiempo de espera para discernir los signos y señales que antecederán al Reino de Dios:

-Falsas religiones y sectas: "Vendrán muchos en mi nombre, diciendo: 'Yo soy el Mesías', y engañarán a muchos" (Mateo 24,4).

-Guerras: "Vais a oír hablar de guerras y noticias de guerra. Cuidado, no os alarméis, porque todo esto ha de suceder, pero todavía no es el final" (Mateo 24,6).

-División, hambre, epidemias y terremotos: "Se levantará pueblo contra pueblo y reino contra reino, habrá hambre, epidemias y terremotos en diversos lugares; todo esto será el comienzo de los dolores" (Mateo 24,7-8).

-Persecución y odio: "Os entregarán al suplicio y os matarán, y por mi causa os odiarán todos los pueblos." (Mateo 24,9).

-Renuncias y traiciones: "Muchos se escandalizarán y se traicionarán mutuamente, y se odiarán unos a otros" (Mateo 24,10).

-Apostasía, falsos profetas: "Aparecerán muchos falsos profetas y engañarán a mucha gente" (Mateo 24,11). "Que nadie en modo alguno os engañe. Primero tiene que llegar la apostasía y manifestarse el hombre de la impiedad, el hijo de la perdición (2 Tesalonicenses 2,3).

-Iniquidad, maldad y falta de amor: "Y, al crecer la maldad, se enfriará el amor en la mayoría; pero el que persevere hasta el final se salvará" (Mateo 24,12). "Porque el misterio de la iniquidad está ya en acción; apenas se quite de en medio el que por el momento lo retiene, entonces se manifestará el impío, a quien el Señor Jesús destruirá con el soplo de su boca y aniquilará con su venida majestuosa. La venida del impío tendrá lugar, por obra de Satanás, con ostentación de poder, con señales y prodigios falsos, y con todo tipo de maldad para los que se pierden, contra aquellos que no han aceptado el amor de la verdad que los habría salvado" (2 Tesalonicenses 2,7-10).

-Mentira e injusticia: "Así, todos los que no creyeron en la verdad y aprobaron la injusticia, recibirán sentencia condenatoria" (2 Tesalonicenses 2, 12).

-Tribulación"Habrá una gran tribulación como jamás ha sucedido desde el principio del mundo hasta hoy, ni la volverá a haber. Y si no se acortan aquellos días, nadie podrá salvarse. Pero en atención a los elegidos se abreviarán aquellos días" (Mateo 24,21-22).

-Evangelización: "Y se anunciará el evangelio del reino en todo el mundo como testimonio para todas las gentes, y entonces vendrá el fin" (Mateo 24,14)

Los cristianos sabemos que el fin del mundo significa la intervención definitiva de Dios conforme a su plan inicial creador y que el mensaje de Jesucristo no es un mensaje de miedo, tragedias y catástrofes sino una "buena noticia"  que nos regala la oportunidad de vivir eternamente en paz, amor, justicia y alegría.

Puede ser que mientras esperamos su venida, encontremos nuestra propia muerte, nuestro día de juicio particular, nuestro destino último y definitivo en la presencia de Cristo. Por eso, debemos estar preparados para que, en ese momento, podamos presentarnos ante Él habiendo vivido una vida sobria de fe, esperanza y amor conforme al Evangelio. 

Y mientras llega ese momento final, le repetimos en cada Eucaristía:

"¡Maranatha!
¡Ven, Señor Jesús!"
(Apocalipsis 22, 20)

jueves, 14 de enero de 2021

COMO LADRÓN EN LA NOCHE

"En cuanto al día y la hora, nadie lo conoce, 
ni los ángeles de los cielos ni el Hijo, 
sino solo el Padre" 
(Mateo 24,36; Marcos 13,32)

Los cristianos aguardamos con esperanza y alegría la Parusía, la segunda venida de Cristo, pero lo que ninguno sabemos es cuándo sucederá. Ni los hombres, ni los ángeles, ni siquiera el Hijo, el propio Jesucristo. Sólo Dios Padre lo sabe.

No sabemos si la veremos o moriremos antes. Lo que sí sabemos es que la venida del Hijo del hombre será como en los días previos al diluvio, como en los tiempos de Noé (Mateo 24,37): anunciada con mucha antelación pero tristemente ignorada por muchos. 

No conocemos ni el día ni la hora pero sí tenemos la capacidad de interpretar las señales previas a Su venida que el propio Jesús nos anticipó y que quedaron escritas en los evangelios sinópticos (Mateo 24,5-51; Marcos 13,5-27; Lucas 21,8-28):

-el comienzo de los dolores: Cristo nos dice que no nos alarmemos, porque todo esto ha de suceder, pero todavía no es el final. Apostasía: muchos se llamarán "cristianos", otros se autoproclamarán "mesías" y surgirán "falsos profetas" que engañarán a muchos. Calamidades: guerras y noticias de guerras, hambre, epidemias, pestes, terremotos. Persecución y martirio por su causa. Maldad: escándalos, odios, traiciones, aumento de la maldad y enfriamiento del amor. Se producirá una gran Evangelización por todo el mundo...y entonces vendrá el fin.

-el fin: Jesús nos exhorta a huid y a orar cuando veamos "la abominación de la desolación" (profetizada en Daniel 9, 27; 11, 31; 12,11), es decir, la aparición blasfema del Anticristo. Porque habrá una Gran Tribulación como jamás ha sucedido desde el principio del mundo hasta hoy, ni la volverá a haber. Después de esta angustia habrá Signos en el cieloel sol se oscurecerá, la luna perderá su resplandor, las estrellas caerán del cielo y los astros se tambalearán.

-la venida del Hijo del hombre: Dice el Señor que su venida será como un relámpago que se verá en toda la tierra. Y todo el mundo verá venir al Hijo del hombre sobre las nubes del cielo con gran poder y gloria. Enviará a sus ángeles con un gran toque de trompeta para reunir a sus elegidos.
Sin embargo, los católicos no la esperamos con temor ni angustia, sino todo lo contrario, con impaciencia y gozo, como quien espera la llegada de su Amado. Y mientras esperamos la parusía, debemos estar muy atentos para reconocer ya su presencia en cada instante de nuestra vida, y preparados para ir a su presencia en el momento de nuestra muerte, es decir, en el encuentro definitivo con Dios.

Para estas tres "esperas", Jesucristo nos reitera y nos apremia para que estemos en vela (Mateo 24,42-44), que estemos despiertos, que estemos vigilantes, que estemos preparados... porque si no... "sobrevendrá la ruina, como los dolores de parto a la que está encinta, y no podrán escapar" (1 Tesalonicenses 5,3); "Si no vigilas, vendré como ladrón y no sabrás a qué hora vendré sobre ti" (Apocalipsis 3,3); los que velan de noche serán bienaventurados porque le verán (Lucas 12,38; Apocalipsis 16,15).

San Pablo en 1 Corintios 15,52 dice que vendrá sin aviso previo, es decir, de repente: "... en un instante, en un abrir y cerrar de ojos, cuando suene la última trompeta", o como dice Mateo 24,44 "a la hora que menos pensemos", o como dice Marcos 13,35 "...no sabéis si al atardecer, o a medianoche, o al canto del gallo, o al amanecer".

La Escritura nos advierte que vendrá como ladrón en la noche: en "aquella noche" (Lucas 17,34); una voz anuncia la llegada del esposo de las vírgenes con las lámparas "a medianoche" (Mateo 25,6); el dueño de la casa no sabe a qué hora de la noche viene el ladrón (Mateo 24,43); como el hombre que se fue de viaje... el "Día del Señor llegará como ladrón en la noche" (2 Pedro 3,10; 1 Tesalonicenses 5,2).
La expresión "Día del Señor" es una forma de representar el factor "tiempo" en el que Cristo se manifestará, bien sea en el momento de nuestra muerte o en el de su gloriosa venida a la tierra. 

"Como ladrón" es una manera de decir que vendrá en secreto, de una forma desprevenida o inesperada para quien no esté atento, como un intruso al que no se espera, en referencia a quienes no creen y no esperan al Señor, o para quienes creyendo, no perseveren hasta el fin, es decir, hasta la muerte física. 

"En la noche" es un modo de expresar oscuridad y tinieblas (1 Tesalonicenses 5,4), en referencia a un estado de pecado generalizado en el mundo, o también, al momento de la propia muerte. 

"Como los dolores de la mujer encinta” es una metáfora para explicar que, de la misma manera que una mujer embarazada sabe con certeza que el parto le llegará, y con él, los dolores, aunque no el momento exacto, nosotros sabemos que su venida es segura, ya sea durante nuestra vida o en el momento de nuestra muerte.

"Velad, vigilad, estad alerta" es un aviso para que estemos atentos a los signos de los tiempos, para que perseveremos en la fe, para que estemos en guardia contra las tentaciones y el pecado, para que oremos y para que estemos en gracia (Mateo 26,41). Para que busquemos "la paz con todos y la santificación, sin la cual nadie verá al Señor" (Hebreos 12,14), ya sea en su venida a la tierra, o en el momento de presentarnos ante Él, el día de nuestra muerte. 

En un mundo que promete una falsa "paz y seguridad", Dios nos advierte para que velemos y estemos vigilantes porque conoce nuestra debilidad ante el poder y la seducción del Enemigo, que domina el mundo en la oscuridad de la mentira y que busca que no veamos a Dios.

Cristo nos alienta diciéndonos que somos "luz del mundo". Una luz que debe brillar ante los hombres, para que vean nuestras buenas obras y demos gloria a Dios (Mateo 5,14 y 16), pues si seguimos a Cristo, "Luz del mundo" (Juan 8,12), Él estará en nosotros y nosotros en Él. No andaremos en tinieblas ni caminaremos a ciegas.

Así pues, nuestra espera tiene una doble vertiente. Por un lado, como cristianos, somos soldados que, atrincherados en la seguridad de la fe, vigilan, perseveran y resisten al Enemigo y, por otro, como Iglesia, santificados por la gracia de los sacramentos, somos la novia que espera impaciente al novio.

viernes, 11 de diciembre de 2015

¿QUÉ ES ADVIENTO?



La palabra latina "adventus" significa “venida”. En el lenguaje cristiano se refiere a la venida de Jesucristo. La liturgia de la Iglesia da el nombre de Adviento a las cuatro semanas que preceden a la Navidad, como una oportunidad para prepararnos en la esperanza y en el arrepentimiento para la llegada del Señor.

El color litúrgico de este tiempo es el morado que significa penitencia.

El tiempo de Adviento es un período privilegiado para los cristianos ya que nos invita a:

- Recordar el pasado: Celebrar y contemplar el nacimiento de Jesús en Belén. El Señor ya vino y nació en Belén. Esta fue su venida en la carne, lleno de humildad y pobreza. Vino como uno de nosotros, hombre entre los hombres. Esta fue su primera venida.

- Vivir el presente: Se trata de vivir en el presente de nuestra vida diaria la "presencia de Jesucristo" en nosotros y, por nosotros, en el mundo. Vivir siempre vigilantes, caminando por los caminos del Señor, en la justicia y en el amor.

- Preparar el futuro: Se trata de prepararnos para la Parusía o segunda venida de Jesucristo en la "majestad de su gloria". Entonces vendrá como Señor y como Juez de todas las naciones, y premiará con el Cielo a los que han creído en Él; vivido como hijos fieles del Padre y hermanos buenos de los demás. Esperamos su venida gloriosa que nos traerá la salvación y la vida eterna sin sufrimientos.

La Iglesia nos invita en el Adviento a prepararnos para el momento de su venida, a través de la revisión y la proyección:

Revisión: Aprovechando este tiempo para pensar en qué tan buenos hemos sido hasta ahora y lo que vamos a hacer para ser mejores que antes. Es importante saber hacer un alto en la vida para reflexionar acerca de nuestra vida espiritual y nuestra relación con Dios y con el prójimo. Todos los días podemos y debemos ser mejores.

Proyección: En Adviento debemos hacer un plan para que no sólo seamos buenos en Adviento sino siempre. Analizar qué es lo que más trabajo nos cuesta y hacer propósitos para evitar caer de nuevo en lo mismo.