¿QUIÉN ES JESÚS?

La vida de Jesús siempre ha suscitado preguntas a lo largo de los últimos dos mil años.

¿Cómo pudo un carpintero que fue ejecutado por los romanos convertirse en el hombre más famoso de la historia?
¿Fue Jesús alguien verdaderamente real?
¿Cómo puede Dios ser un hombre al mismo tiempo?
¿De qué manera podría esto tener algún sentido para mi vida?

Estas son algunas preguntas, pero aquí tienes un espacio para formular las tuyas.

viernes, 1 de julio de 2016

UNA IGLESIA CON BUENOS HÁBITOS Y BUENOS LAICOS


"Recibiréis la fuerza del Espíritu Santo, 
que vendrá sobre vosotros, 
y seréis mis testigos en Jerusalén, en toda Judea y Samaria,
 y hasta los confines de la tierra."

(Hechos 1, 8)


Hoy me gustaría reflexionar sobre algunas de las razones por las que los laicos vemos a la Iglesia callada, dormida, anestesiada, y lo que es peor, sin sueños. 

¿Crisis?

En primer lugar, creo que la Iglesia está anestesiada porque ha perdido "hábitos" tanto en el terreno humano como en el de costumbres. Pero no pretendo decir que la única solución sea que a los laicos nos "toca"salvarla, y mucho menos, que estemos ante una situación que no tenga solución. Entre otras cosas, porque no depende de nuestra voluntad sino de la de Dios y de su Espíritu. 

¿Hostilidad?

En segundo lugar, no deseo expresar una actitud negativa ni tampoco hostilidad crítica hacia la jerarquía eclesial como culpables de la situación de la Iglesia, ni tampoco insinuar que nos "toca" a los laicos controlar la situación o gobernar la Iglesia, ni por supuesto, dar a entender, parafraseando a Tolkien, que "el tiempo del laico ha llegado"(1). Recuperemos los buenos "hábitos", y también las buenas costumbres. y contemos con los buenos laicos.

¿Inmadurez?

En tercer lugar, la actitud pueril, el infantilismo y la inmadurez espiritual de los laicos es también una lacra para la Iglesia. Es necesario pasar de la fe de primera comunión (y a veces, última) a una fe fuerte, adulta y abierta al mundo. Es necesario conocer nuestra fe, ponerla en práctica y darla a conocer, y muchos no lo están haciendo. Es necesario que los laicos seamos interlocutores válidos entre la jerarquía y el mundo.

La catequesis y los sacramentos han sido descuidados en los últimos años tanto por la jerarquía como por los laicos. "Tanto monta, monta tanto...Isabel como Fernando. Unos y otros" Yo creo sinceramente que por causa de la apatía, de la pereza y en definitiva, de la anestesia que duerme al mundo y no le deja soñar con Dios.

Necesitamos más y mejores formas y métodos para conocer y profundizar en la riqueza del Evangelio, de la maravillosa escuela de amor que Dios nos regala. El mundo necesita escuchar lo que Dios tiene preparado para cada uno de nosotros y entender la importancia y el compromiso que adquirimos con el Señor, tanto al formarnos en la catequesis como al recibir los sacramentos.

¿Actitud?

En cuarto lugar, quiero resaltar que han pasado más de 50 años del Concilio Vaticano II y una gran mayoría del Cuerpo Místico de Cristo sigue alejada del espíritu que allí se planteó: una iglesia cercana a la gente, abierta al mundo, sin miedo, que acoja y acompañe en el camino de la fe. Hemos olvidado la actitud y hemos perdido la identidad como Iglesia.

¿Acción?

¿Por qué cuando escuchamos al Papa hablar con valentía de "Iglesias de puertas abiertas", no hay respuesta? ¿Por qué cuando el Espíritu Santo sopla fuerte hacia la misión que Cristo encargó a su Iglesia, no hay respuesta?¿Por qué cuando profanan capillas, persiguen y asesinan a cristianos, no hay respuesta? Yo creo que la Iglesia, cual "Cenicienta" se ha sumido en un sueño profundo del cual sólo puede despertar con la poderosa presencia del "Príncipe Azul", Jesucristo.

Me gustaría que mis obispos y presbíteros declararan con más fuerza y con nosotros, los laicos, la alegría del Evangelio, las buenas noticias que el mundo necesita escuchar: "Que Dios vive, hoy y ahora. Y que nos ama".

A pesar de que Dios nos llama una y otra vez a transformar el mundo a través de Su amor y de Su Iglesia, veo una jerarquía local (pastores) un tanto acobardada y callada, ausente y cómoda, más interesada en vivir de puertas adentro, sin muchas preocupaciones, que de acompañar a los pecadores, a los que sufren y a los pobres, lo que, evidentemente, les aleja de la vida de las personas (ovejas). 

¿Demandas?

Los cristianos laicos y maduros deseamos y demandamos (estamos en nuestro derecho y amparados por Dios) una iglesia como la de Cristo, con sacerdotes que acompañen, que estén disponibles y cercanos, que entiendan lo que vivimos, que nos guíen y nos orienten, que nos sanen y nos reconcilien con el Señor, que nos acerquen a Él, en lugar de excusarse, de juzgarnos, señalarnos o excluirnos. 

Rogamos y demandamos (estamos en nuestro derecho y amparados por Dios), en palabras del Santo Padre, "pastores con olor a oveja". No se entiende un pastor alejado, ausente y ocupado en otros menesteres que no sean los de cuidar de su rebaño.

Pedimos y demandamos (estamos en nuestro derecho y amparados por Dios) eliminar la distancia entre laicos y clero, como si estos últimos ejercieran en lugar de un ministerio de servicio, uno de poder. 

Con todo ello, no pretendo negar la autoridad de la jerarquía, tan sólo cuestionar la forma de ejercer ese poder. Los obispos no son expertos en todas las materias. No tiene por qué serlo. Bastante tarea tienen ya. Y les estoy muy agradecido.

¿Apoyo?

¿Por qué entonces no apoyarse en los laicos? Laicos que no les digamos amén a todo, sino que los cuestionemos, les discutamos, les mostremos otras realidades, no por el mero afán de discutir, sino para descubrir juntos los caminos, métodos y momentos de mostrar al mundo el amor de Dios; para que puedan discernir sobre puntos de vista que no ven ni tienen en cuenta. 

Los laicos vivimos realidades que no están en el ámbito de la experiencia clerical y, guste o no, tenemos otro punto de vista de muchas cosas. 

Esta confrontación permanente entre laicos y clero suena a Edad Media, como si en la Iglesia hubiera una clase de poderosos señores y otra de "plebe sin derechos". Además, los nuevos sacerdotes necesariamente han de surgir en el seno de familias de laicos, donde aprenden todas esas “otras miradas”, todas esas "otras realidades". Para que existan vocaciones, necesariamente debe existir vida espiritual y de amor a la Iglesia en las familias de los laicos, un sentido de Iglesia de servicio desinteresado y entrega altruista a los demás.

¿Servicio?

Por eso, los laicos debemos, necesitamos y deseamos participar más en la vida de la parroquia porque" todos somos Iglesia". 

Participar, no como una avalancha de "hunos" descontrolados y bárbaros que asolen todo a su paso, sino como irrupción de hijos de Dios llamados a la santidad.

Participar, no como quien reclama en la corte suprema un derecho que le fue usurpado, sino hijos pródigos y humildes, poniéndonos al servicio de Dios y de una comunidad que acoge, comprende y, sobre todo, ama.

Queridos sacerdotes, estamos unidos en esto. Recuperemos los buenos "hábitos". Es voluntad de Dios!!!





(1)"La edad de los hombres (sacerdotes) termina. El tiempo del orco (laico) ha llegado."(Gothmog en la película El Retorno del Rey).








Fuente: http://infocatolica.com   -  Pato Acebedo

jueves, 30 de junio de 2016

¿POR QUÉ A VECES NO VEMOS FRUTOS?


A veces, me inundan sentimientos de frustración al tratar de entender la razón por la que, a pesar de todos los esfuerzos, de toda la pasión con la que nos dedicamos en todo lo que hacemos, de todo el compromiso que ponemos, de toda la carne que ponemos en el asador, no vemos frutos.

Seguramente, nuestra visión esté clara en relación a lo hacemos en la parroquia y para Quién lo hacemos. Posiblemente, las actividades que realizamos son edificantes y los métodos que utilizamos, correctos. Ciertamente, oramos, adoramos y glorificamos a Dios. Nuestra pasión por Cristo, por anunciar el Evangelio y por llegar a los demás está fuera de toda duda. Incluso, hasta vivimos a la luz de Su Palabra.

Sin embargo, ¿porque no vemos frutos ni crecimiento inmediatos? ¿Qué pasa?

Lo primero que me viene a la mente es que la respuesta es porque estamos haciendo algo mal o en contra de la voluntad de Dios y por ello no nos bendice con resultados. 

Pero, ¿el crecimiento numérico tiene que ser siempre un signo de bendición de Dios? ¿Los resultados demuestran que una parroquia es bendecida? ¿Somos nosotros los que debemos cuantificar números y resultados?

Aunque los números no son malos (de hecho, son buenos) y los resultados agradan a Dios, tenemos que discernir con cuidado la forma en que nos planteamos el crecimiento de nuestra parroquia, y lo que significa obtener fruto como iglesia. 

Las condiciones de "suelo"

Quizás estamos haciendo todas las cosas "correctas" y tenemos la actitud correcta, y sin embargo, no ocurre nada, no vemos frutos claros.

En Lucas 8, 4-15, Jesús nos habla con una parábola, la del sembrador, que es Dios y la semilla, que es la palabra de Dios. 

Jesús, como siempre, es muy claro y rotundo: La Palabra de Dios tiene un efecto distinto en los corazones de las personas que la oyen. 

Algunos acogen la fe más o menos, pero rebota en sus corazones endurecidos (semillas en el camino). 

Otros la reciben con alegría, pero esta alegría es efímera porque al no tener raíces, creen por algún tiempo, y pronto se alejan (semillas en la roca). 

Otros tienen una actitud indiferente, porque son ahogados por las preocupaciones y los placeres de la vida, y su fruto no madura (semillas entre espinos). 

Y algunos la reciben, la retienen en un corazón bueno y recto, y dan buenos y abundantes frutos (semillas en la buena tierra).

Aquí está el punto: Nosotros no tenemos el control sobre las condiciones del suelo. Nosotros no tenemos el poder de elegir dónde cae la semilla. Nosotros sólo ayudamos a Dios a sembrarla. Nosotros sólo debemos confiar en nuestro Creador, pues Él es quien cosecha.

La misericordia de Dios

Quizás nuestra parroquia ha experimentado un crecimiento explosivo y espectacular en los dos últimos años y posiblemente, nos ha puesto en una situación de alta actividad y presión, incómoda o agotadora.

Sin embargo, la falta de crecimiento o de frutos evidentes pueden ser síntoma inequívoco de la misericordia de Dios sobre nosotros. 

Quizás hemos experimentado un repunte importante en la asistencia a misa, pero no tanto en cuanto al servicio o al compromiso. 

Quizás el espacio sea insuficiente o no esté en la óptimas condiciones. 

Quizás nos hemos involucrado en demasiadas actividades y servicios que conllevan enormes implicaciones organizativas y distintos niveles de compromiso. 

O quizás nuestra parroquia no está llamada a ser una iglesia de un gran tamaño y complejidad. Puede ser que la misericordia de Dios esté actuando sobre todos nosotros para que no se produzca un insólito crecimiento.

El plan de Dios

En última instancia, todo crecimiento y fruto es el resultado directo de la voluntad soberana de Dios. Él determina los tiempos y los espacios, y nos llama a cumplir nuestro servicio con confianza en Él. Dios es perfecto y su Plan para nosotros, también.

Eso significa que Él también es soberano para determinar el tamaño de nuestra parroquia. 

Si el Señor quiere que su iglesia crezca en número, que así sea. 

Pero puede ser que le demos mayor gloria si nuestra parroquia llega a una determinada situación, a unos ciertos resultados o a un determinado tamaño.

El hecho es que, si la asistencia en nuestra parroquia es como es, si el compromiso es el que es, si el fruto es el que es, si las instalaciones son las que son, nosotros tan sólo debemos confiar en Dios y en su plan. 

Debemos estar atentos a discernir cómo y por dónde sopla el Espíritu Santo y desplegar nuestras velas para ser llevados por Él. Las grandes iglesias no tienen por qué ser la norma y de hecho, no son lo habitual.

Así que ¿por qué preocuparse? Está bien ser pequeños. Está bien ser como somos. Está bien ser lo que somos. 

Y termino con unas palabras de nuestro querido vicario episcopal, D. Ángel Camino sobre las tres "pes": "somos pocos, pequeños y pecadores, y Dios nos quiere así".











miércoles, 29 de junio de 2016

PARROQUIAS "AD INTRA"




Toda parroquia saludable debe tener un cierto nivel de enfoque hacia el interior y los miembros que pertenecen a ella deben ser cuidados, formados y discipulados. 

Por supuesto que es necesario acoger, acompañar y preocuparse por los miembros de la comunidad que sufren, que están dañados o que tienen problemas. 

Pero las iglesias no pueden perder su enfoque "ad extra", hacia el exterior, ni su objetivo misionero, y tan sólo preocuparse por las necesidades y los deseos de los miembros. 

Los recursos y el tiempo empleados no pueden convertirse en los únicos objetivos de las demandas de los feligreses. Cuando eso ocurre, la parroquia se "ensimisma" y sólo  funciona "ad intra", es decir,  hacia adentro, preocupándose más en recibir que en dar.

Ninguna parroquia es perfecta, pero el verdadero peligro aparece cuando comienzan a manifestarse alguna de las siguientes señales de advertencia, pues dejan de ser iglesias y se convierten en museos según el Papa Francisco:

Reuniones agotadoras



Parroquias que emplean una cantidad excesiva de tiempo en reuniones sobre temas más bien intrascendentes, mientras que para los importantes apenas hay tiempo o disponibilidad.

Si utilizamos casi todo nuestro tiempo a reuniones no tendremos ocasión para poner en práctica las decisiones que allí se adoptan.



"Piedras muertas vs. piedras vivas"


Parroquias en las que una de las principales prioridades es el mantenimiento y conservación de las instalaciones, salas, muebles y otras partes de los edificios y terrenos de la iglesia.

Una parte desproporcionada del presupuesto se utiliza para satisfacer las necesidades y comodidades de los miembros en lugar de atender también las necesidades de los de afuera.

Una parroquia sana debe preocuparse principalmente por sus "piedras vivas", las que ya son miembros y los que desean serlo. 

Por ello, destinar una parte representativa del presupuesto a la evangelización siempre repercutirá también en nuevos miembros que contribuirán al presupuesto parroquial.



Métodos idealizados


Parroquias que elaboran programas para poner en marcha los diferentes servicios que ofrecen.

Parroquias que se embarcan en múltiples actividades y cambios continuos de metodologías, y que terminan fatigando y desmotivando a los miembros de la parroquia.

El problema no son los programas ni los métodos, sino cuando éstos se convierten en un fin en lugar de un medio.


Exigencias desmesuradas y Derechos adquiridos

Parroquias en las que la actitud general de algunos de sus miembros es de alta exigencia en cuanto a méritos personales o tratamientos especiales.

Algunos piensan que merecen más y que tienen más derechos que otros y tratan de acaparar a los sacerdotes.

Todos los miembros de la iglesia merecen atención y preocupación pero los problemas aparecen cuando algunos miembros de la iglesia tienen expectativas poco razonables, incluso para asuntos menores.



Apatía Evangelizadora

Parroquias en las que el entusiasmo que producen los cambios notables en las actividades ad-intro no es tan evidente cuando se trata de participar en la obra misionera de anunciar el evangelio para transformar vidas y llevar a la gente a Jesucristo.

Parroquias en las que el nivel de compromiso misionero es escaso o nulo y cuyos miembros apenas comparten su fe con otros, más preocupados por sus propias necesidades que por las mayores necesidades del mundo y de la sociedad en la que viven.


9. Rebelión y Hostilidad


Parroquias cuyos miembros llaman continuamente la atención, enfadados por cómo se hacen las cosas, que critican y opinan sobre como deberían hacerse.


Parroquias que tienen personas amargadas, en rebelión, que buscan a Dios por su cuenta, que buscan a personas con los mismos pensamientos.

Personas que gustan de la confrontación y que expresan cierta hostilidad hacia los sacerdotes, el personal de la iglesia u otros miembros de la parroquia, creando división y desunión.




martes, 28 de junio de 2016

ACTITUDES DE LIDERAZGO QUE MULTIPLICAN




Para que una parroquia tenga un impacto creciente en la comunidad, sus líderes tienen que aprender cómo sus equipos pueden multiplicar. No se trata de sumar sino de multiplicar.

De hecho, uno de los mayores obstáculos para el crecimiento de las parroquias es que los líderes no forman, delegan y recompensan a sus equipos.

Un líder de una parroquia que crece necesita potenciar a otros y aprender de lo que hacen bien, en lugar de buscar métodos, herramientas, tácticas o habilidades. Estas son las actitudes clave:

VAMOS A HACER ESTO JUNTOS

Ningún líder trabaja solo. Un líder ha de entender que todo lo que hace, no importa cuán grande o pequeño, hay que hacerlo con la ayuda de otros. Un gran líder trabaja junto a otros porque sabe que es la mejor manera de crecer es comenzar a pasarles la responsabilidad a ellos, es decir, delegar. 

¿CUÁL ES VUESTRO SUEÑO?

Un líder sabe lo que impulsa y motiva a su equipo y conjuga las oportunidades con las pasiones de la gente. Conectar lo que la parroquia está haciendo con lo que alimenta las personas impulsa el compromiso profundo de los demás. Esto requiere que el líder conozca bien a su equipo. 

OS ESTOY MUY AGRADECIDO

Los líderes están profundamente agradecidos a su equipo y se lo hacen saber. Entienden que la gente tiene un montón de opciones y que, aún así, eligen servir junto a ellos. Estructuran su tiempo, recursos y esfuerzos en torno a las personas y los recompensan porque saben que las personas se sienten atraídas por los líderes agradecidos como parte del plan de Dios. No están ensimismados por la actividad parroquial, sino que agradecen a las personas que eligen servir.

¡DIOS OS LLAMA!

Alguien dijo: "Si quieres construir un barco, no reúnas a las personas para recoger la madera ni les asignes tareas y trabajos, sino enseñarles a ver la inmensidad del mar." La gente sigue a las personas con visión y se motivan para moverse en la dirección correcta. La gente quiere ver su propia vida como parte de una historia más amplia, y una visión clara ayuda a que esto suceda. Además, uno no puede estar entrenado para todos los escenarios posibles, pero una visión clara, ayuda a otros líderes a decidir "sobre la marcha". Una visión clara es como la Estrella del Norte para los marineros... se convierte en un punto de referencia que guía su dirección.

SOIS PARTE DE UNA GRAN HISTORIA

Los líderes piden grandes esfuerzos cuando forman sus equipos. Con demasiada frecuencia, se da opción a la gente de servir de la manera que puedan pero no pedimos a “lo grande. Pensamos que les estamos haciendo un favor porque no queremos que sea una carga para ellos. Lo cierto es que las personas esperan contribuir de manera significativa, sólo hay que pedírselo. No temamos pedirles que sirvan “a lo grande”.

ESTO ES LO QUE QUEREMOS

Los líderes permiten a otros centrarse en los resultados de la actividad cuando comunican lo que se pretende a sus equipos. En lugar de definir cada paso, de cómo necesita que se haga algo, es preciso definir claramente lo que queremos y que la gente averigüe el mejor camino para conseguirlo. Algunos líderes agobian a las personas de sus equipos con detalladas instrucciones “paso a paso” sobre lo que hay que hacer, porque están convencidos de que son los únicos que pueden hacer lo que hay que hacer. Hay que dejar de lado cómo se hacen las cosas y en su lugar, definir la meta que está buscando. Si sólo damos una lista de tareas, lo harán sin motivación y, finalmente, abandonarán para hacer otras actividades donde puedan desarrollar mejor sus capacidades.

¿CÓMO LO HACÉIS?¿EN SERIO?

Los líderes se preocupan por la gente y desean saber de verdad cómo hacen las cosas. Hacen preguntas acerca de lo que está pasando, se interesan y escuchan. No ven a las personas como "unidades de producción" que sirven, sino como los individuos a los que Dios está llamando que sean. Un líder debe centrarse en las personas y en su cuidado. Nuestros equipos no son servidores que construyen nuestros imperios, sino hijos de Dios con los que tenemos el honor de servir juntos.






Rich Birch

Coach and consultant on pastoral productivity and communications.

sábado, 25 de junio de 2016

CONFIANZA DAÑADA, CORAZÓN ROTO


“La confianza es como un espejo, una vez roto, nunca puedes mirarte de la misma manera”

La confianza se define como tener fe en alguien o algo. Tener confianza nos permite hacer muchas cosas en la vida. La confianza es algo que nos esforzamos continuamente por mantener, es algo que permite desarrollamos y algo que podemos deducir por el aliento de los demás. Pero cuando se rompe, nos hace perder el equilibrio en la vida y nuestro mundo se desmorona.

Cuando se pierde la confianza en alguien muy cercano, tu corazón se rompe en mil añicos, como un espejo. Y esto ocurre porque el corazón tiene límites, fronteras. Inmediatamente, llega el dolor y no parece haber ningún lugar al que acudir, y uno se rompe.

¿Qué hacer para reconstruir la confianza en otra persona? 

Recuperar la confianza sólo llega a través de la reflexión, la sanación, el apoyo de los seres queridos y sobre todo, mediante la oración.

Es imprescindible evitar el diálogo interno negativo.

“No es culpa mía”, “no merezco esto”, “no es justo”, “con lo que yo he hecho por él”, etc. son pensamientos que debemos borrar inmediatamente de nuestra mente. 

Si no lo hacemos, permaneceremos encallados indefinidamente en el rencor y la auto-justificación.

Rodearse de aquellos que creen en ti y que te aman incondicionalmente, restaurará tu confianza.... sólo se necesita tiempo.

Pero lo más importante, es potenciar el diálogo interno con Dios. Él es Nuestro sanador. Sólo Él puede restaurarnos. Sólo Él puede concedernos su Gracia, que nos libera. Sólo Él.

Dios puede restaurar lo que está roto y cambiarlo por algo realmente asombroso. Todo lo que necesitas es fe. (Joel 2,25)

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SANAR UNA CONFIANZA DAÑADA

Querido Padre celestial, mi Señor
Vengo a Ti con mi corazón herido,
Vengo a Ti con mi confianza dañada,
Vengo a Ti con mi alma cansada de luchar
Vengo a Ti porque sabes quién me ha herido,
Inconscientemente, sin malicia, sin intención.

Dolor y decepción recorren mis venas
Angustia  y tristeza buscan salir de mí
¿Me ayudarás? ¿Me sanarás?
Derrama tu sangre purificante sobre nosotros dos
Derrama tu amor sobre nosotros dos
Y líbranos de tu enemigo, que busca dividirnos

Cámbiame, renuévame, restáurame,
Suaviza mi corazón, oh Padre de la Misericordia
Y llénalo de Tu amor y de Tu paz
Déjame seguir el ejemplo perfecto de Tu Hijo
No deseo buscar mi justicia
sino ofrecer un sacrificio de amor y aceptación

Aleja de mi mente el rencor
Y acerca a mi corazón el perdón
Concédeme tu gracia para ser misericordioso como tú eres
Regálame tu compasión para ser amoroso como tú eres
Envíame tu Espíritu sanador para no llevar cuenta, para no juzgar, para perdonar, para restaurar

Permíteme sentir tu abrazo acogedor y hazme ser mejor con él
Ofrécenos un espacio común donde el amor restaure las heridas
Déjame confiar en que Tú puedes sanarnos
Déjame creer que Tú puedes cambiarnos

Llévanos a Ti,
Juntos de nuevo a Ti
Sé, que por tu dulce gracia, todas las cosas son posibles para Ti
Toda la gloria es tuya, mi Señor
Amén


(Dedicado a quien me trajo a Dios)


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"Confidence is like a mirror, once broken, you can never look at you on the same way"

Confidence is defined as having faith in someone or something. Have confidence allows us to do many things in life. Itt is something we continually strive to maintain, it is something that can be developed and something we can deduce by the breath of others. But when it breaks, we lose the balance in life and our world crumbles.

When confidence is lost in a close, a friend, your heart breaks into a thousand shattered like a mirror. And this happens because heart has limits and boundaries. Immediately comes the pain and there seems to be no place to go, and one breaks.

What to do to rebuild confidence in another person?

Restoring confidence comes only through reflection, healing, support of loved ones and basically, prayer.

It is essential to avoid negative self-talk.

"It's not my fault," "I do not deserve this," "not fair", "what I've done for him", etc. are thoughts we should immediately erase from our minds.

If we do not, we will remain bogged down indefinitely in rancor and self-justification.

Surround yourself with those who believe in you and love you unconditionally will restore your confidence .... it just takes time.

But the most important thing is to maximize and to upgrade our internal dialogue with God. 

God can restore what is broken and change it for something really amazing. All you need is faith. (Joel 2:25)

He is our healer. He is the only one who can restore everything.  He can give us the grace that set us free. Only God.

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HEALING FOR A DAMAGE CONFIDENCE

Dear Heavenly Father, my Lord
I come to you with my wounded heart,
I come to you with my damaged confidence,
I come to you with my tired soul by struggling
I come to you because my dearest priest has hurt me,
Without consciousness, without malice, no bad intention
But he’s broken me down

Pain and disappointment run through my veins
Anguish and sadness are looking out for me
Would you help me? Would you heal me?
Pour your purifying blood on us both
Pour your infinite love on us both
And rid us of your enemy, which seeks to divide us

Change me, renew me, restore me,
Soften my heart, Oh Father of Mercy
And fill it with Your love and Your Peace
Let me follow the perfect example of Your Son
I would not get my justice
but offer a sacrifice of love and acceptance

Let me let go rancor from my mind
And bring forgiveness to my heart
Grant me your grace to be merciful as you are
Give me your compassion to be loving as you are
Send me your healing Spirit not to take account, not to judge, but to forgive, to restore

Let me feel your warm embrace and make me be better with him
Give us a common space where love restores wounds
Let me trust that you can heal us
Let me believe that you can change us
Take us to You,
Together again to You
I know, by your sweet grace, all things are possible for You
All glory is yours, my Lord
Amen

(Dedicated to who brought me to God)

domingo, 19 de junio de 2016

SER CRISTIANO, ALGO MÁS QUE VESTIR LA CAMISETA


En el mundo, muchas personas afirman ser del Real Madrid, que se consideran "madridistas" y visten su camiseta, pero ¿realmente lo son? ¿vestir su camiseta les hace ser madridistas? ¿conocen los requisitos necesarios para pertenecer al Real Madrid?¿pueden certificar su pertenencia al club? ¿Acuden al campo cada domingo? ¿se alegran cuando el equipo gana y se entristecen, cuando pierde? ¿conocen los nombres de los jugadores? ¿saben la historia del club? ¿viven su pasión por el equipo con fervor o sólo se apuntan a sus triunfos? ¿qué dice su forma de actuar sobre su pertenencia o no? 

De la misma manera, muchas personas afirman ser de Cristo, es decir, se consideran "cristianas", pero ¿realmente lo son? Uno puede estar convencido de ser cristiano (incluso un buen cristiano) por el simple hecho de enfundarse la camiseta y sin embargo, estar jugando con otro equipo. No por decir que soy cristiano, lo soy. Es preciso discernir sobre lo que Dios y su Palabra dicen sobre lo que significa ser un cristiano realmente. 

Nuestra vida es como una carrera donde no importa el orden de llegada sino tan sólo cruzar la meta. Una carrera donde existen personas equipadas con ropa deportiva, zapatillas y dorsal que corren en una dirección, otras dando vueltas en circulo, otras están paradas o sentadas, tomándose un refrigerio y no se mueven, e incluso algunas corren en la dirección contraria. 

Todos creen formar parte de la carrera puesto que llevan dorsal; todos se creen corredores porque visten camiseta y deportivas, y todos creen estar en forma y en condiciones de llegar a la meta. Pero ¿llegarán a la meta dados su ritmo o a su dirección? ¿Están realmente corriendo la carrera? y lo más importante, ¿están corriendo en la dirección correcta? ¿Qué implica ser cristiano?

Ser parte de la "plantilla" de Dios

Ser cristiano no depende de que nosotros digamos serlo sino que Dios, que ve el corazón, sabe quien es y quién no (Lc 10,20; Jn 10,14; Fil 4,3; Ap 20,15). Para vestir la camiseta de cristiano, primero Dios nos tiene que "fichar". ¿Cómo? Por medio de Cristo nos rescata del pecado, nos cambia la camiseta de pecador. 

En Mateo 25,31-32 y 41-46 se muestra cómo Cristo separará a su pueblo del resto, como el pastor separa las ovejas de las cabras y cómo algunos que creían ser ovejas serán apartados.

En Mateo 7, 21-23 dice que no todo el que se considere cristiano se salvará sino el que hace la voluntad de Dios y que muchos dirán haber obrado como cristianos y sin embargo, Jesucristo los apartará.

La Palabra de Dios nos muestra que Jesús es el Juez y quien separa el rebaño. Tener fe es algo más que una decisión de corazón; ser cristiano implica algo más que tener fe; significa experimentar a Dios y hacer su voluntad, no la nuestra o lo que nosotros creemos que debe ser.

Vestir una "camiseta nueva"

El hombre, por el pecado, está alejado de Dios y espiritualmente muerto. Por ello, es necesario "nacer de nuevo" como don gratuito de Dios (Jn 3,1-8). No se trata de un nacimiento físico sino espiritual ni tampoco de una mejora personal: es preciso un cambio radical.

Dios promete intervenir y salvarnos (Ez 36,26-27) como acto unilateral y misericordioso. Es lo que llamamos "conversión": Dios por su amor misericordioso y regenerador nos cambia, nos transforma, nos convierte a otra forma de ser y actuar, es decir, nos vestimos con una camiseta nueva. 

El "nuevo nacimiento" o conversión es un acto invisible de Dios que se refleja en los frutos del Espíritu: amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre y templanza (Ga 5,22-24).

Saber lo que implica el "escudo" 

Muchas personas reconocen la figura de Jesucristo, incluso los demonios, pero esto no les hace cristianas. Ser cristiano es creer en Él, tener fe en Él, confiar en Él. Y uno confía en alguien a quien ama. Sin amor no es posible la confianza.


El amor y la fe es lo que diferencia a un cristiano del resto pero no se puede creer ni amar a alguien a quien no se conoce (Ro 10,14). Al enfundarnos la nueva camiseta de cristiano, debemos conocer al capitán, lo que se requiere para vestir la camiseta y cómo hacerlo.

Por tanto, lo primero que se requiere es conocer a Dios, lo que dice, lo que hace, cómo es, para después, adoptar una decisión personal y sincera de confiar en Él, de amarle.


Luchar "hasta el final"

Un verdadero cristiano lucha y persevera hasta el final. No se rinde pues confía plenamente en la obra de Dios, su unión con Cristo, su "capitán" y su adhesión al "escudo" son completas.

Muchos, ante las dificultades o las presiones de su entorno, prefieren estar en el banquillo o buscarse otro equipo, donde la exigencia sea menor. Se quitan la camiseta y dejan de ser cristianos. En realidad, nunca lo fueron de verdad, porque si fueran auténticos cristianos perseverarían hasta el final.

Ser cristiano implica luchar hasta el final sabiendo que tenemos el apoyo y la recompensa de Jesucristo,  nuestro "capitán", que siempre obra en nosotros, insuflándonos ánimo, fortaleza y confianza.

"Amar los colores"

Una de las transformaciones más importantes y visibles de nuestra conversión a Cristo es el crecimiento de amor genuino por los demás. Al vestir la camiseta de cristiano, comenzamos a amar al resto del equipo, a "amar los colores".

Un cristiano se diferencia del resto de equipos por tres formas de amar los colores:
  • Amar a los del equipo. "En esto conocerán que sois mis discípulos"(Jn 13, 34-35), actuando así, sabrán de qué equipo somos. Amarse los unos a los otros representa el "escudo cristiano", significa cuidarse, apoyarse, compenetrarse. La fe se vive en comunidad y los partidos se ganan en equipo. 
  • Amar a los equipos más débiles. "Si lo hacéis a vuestro hermano, a mí me lo hacéis" (Mt 25, 34-40), obrando así, daremos a conocer los valores del equipo. Amar a los pobres, a los necesitados implica un patrón de vida distinto del resto, significa dar la mano a los débiles, preocuparnos por ellos y nunca mirarlos por encima del hombro.
  • Amar a los equipos rivales. "Si amáis a los que os aman ¿qué mérito tenéis? (Lc 6, 27-36), procediendo así demostramos lo más difícil: amar a nuestros rivales, a quienes están en nuestra contra, a los del otro equipo.
Un cristiano ama a otros cristianos, a los necesitados y a sus enemigos porque han nacido de Dios y Dios es amor (Jn 4,7).

Esas somos las personas a quienes Dios ama, aunque no le demos ninguna razón para amarnos, aunque no podamos pagarle y aunque le neguemos. Dios nos ama. Así, un cristiano no sólo ama a los de su equipo sino que amando a otros muestra a qué equipo pertenece.