¿QUIÉN ES JESÚS?

La vida de Jesús siempre ha suscitado preguntas a lo largo de los últimos dos mil años.

¿Cómo pudo un carpintero que fue ejecutado por los romanos convertirse en el hombre más famoso de la historia?
¿Fue Jesús alguien verdaderamente real?
¿Cómo puede Dios ser un hombre al mismo tiempo?
¿De qué manera podría esto tener algún sentido para mi vida?

Estas son algunas preguntas, pero aquí tienes un espacio para formular las tuyas.
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sábado, 3 de agosto de 2024

MEDITANDO EN CHANCLAS (3): PREPARAR EL CAMINO


En aquel tiempo, oyó el tetrarca Herodes 
lo que se contaba de Jesús y dijo a sus cortesanos:
«Ese es Juan el Bautista, 
que ha resucitado de entre los muertos, 
y por eso las fuerzas milagrosas actúan en él». 
Es que Herodes había mandado prender a Juan 
y lo había metido en la cárcel encadenado, 
por motivo de Herodías, mujer de su hermano Filipo; 
porque Juan le decía que no le era lícito vivir con ella. 
Quería mandarlo matar, pero tuvo miedo de la gente, 
que lo tenía por profeta.
El día del cumpleaños de Herodes, 
la hija de Herodías danzó delante de todos 
y le gustó tanto a Herodes, que juró darle lo que pidiera.
Ella, instigada por su madre, le dijo:
«Dame ahora mismo en una bandeja la cabeza de Juan el Bautista».
El rey lo sintió, pero, por el juramento y los invitados, 
ordenó que se la dieran, 
y mandó decapitar a Juan en la cárcel.
Trajeron la cabeza en una bandeja, 
se la entregaron a la joven 
y ella se la llevó a su madre.
Sus discípulos recogieron el cadáver, 
lo enterraron, y fueron a contárselo a Jesús.
(Mt 14, 1-12)

Si ayer escuchábamos en el evangelio cómo los paisanos de Jesús se escandalizaban de Él y lo despreciaban por interpelar su vida, hoy Mateo nos muestra, de forma más sobria que Marcos, un significativo profeta y mártir que prefigura a Cristo: San Juan Bautista. 

El primo de Jesús es enviado al pueblo de Israel para preparar el camino del Mesías, para llamar al arrepentimiento y a la conversión. También para denunciar la conducta inmoral y adúltera de Herodes y Herodías, motivo por el que fue decapitado. 

La maldad de Herodías contra el Bautista evoca el gran odio de Jezabel contra el profeta Elías (1 Re 18,2ss) y da cumplimiento a la profecía que anunció que Elías tendría que venir antes del Mesías (Mal 4,5-6), identificado como Juan el Bautista (Mt 17,11-13).

Frente a la valentía del Bautista, la cobardía de Herodes... quien, aunque sabía que Juan era “un hombre justo y santo” (Mc 6,20), optó por dejarse llevar por el pecado, complaciendo los deseos criminales de una madre y una hija sin escrúpulos. 

En esto también anticipa lo que le pasará a Jesús, de quien Pilatos no encontrará culpa pero también se dejará llevar por el odio de los dirigentes y del pueblo judíos, manteniéndose al margen.

San Juan Bautista, el más grande entre los grandes de los nacidos de mujer (Lc 1,15; 7,28), el único santo del que los católicos celebramos tanto su nacimiento como su muerte, fue anunciado por los profetas (Is 40,3; Mal 3,1; 4,5) y por un ángel (Lc 1,11), nació de padres santos y justos, aunque de edad avanzada y estériles (Lc 1,18), preparó en el desierto el camino del Redentor, convirtió los corazones de los hijos de Israel (Lc 1,17), bautizó al Hijo, escuchó al Padre y vió al Espíritu (Lc 3, 22), combatió por la verdad hasta dar la vida y fue mártir de Cristo incluso antes de su Pasión (Lc 9,7-9).

Mateo emplea en este relato (y no es casualidad) los mismos verbos que utiliza en los de la Pasión de Cristo: arrestado, encadenado y condenado a muerte.  

Y describe al final algo de forma muy intencionada y que Marcos omite: los discípulos del Bautista, después de enterrarlo, tienen que ir a Jesús a contarle lo ocurrido porque aunque Juan era su maestro y a quien seguían, él dio testimonio de Cristo, el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo, de quien dijo que era superior a él. 

Es la señal para el comienzo de su predicación pública y para recorrer el mismo camino de martirio, esta vez llevado a plenitud.
Esta gran figura y, por supuesto, la de Cristo, nos invitan a discernir si nosotros, también enviados por Dios, seremos tan valientes como para complicar y arriesgar nuestra vida denunciando la maldad del mundo en la certeza de que Dios está con nosotros o, por el contrario, nos vencerá la cobardía y la comodidad de ser "políticamente correctos" y dejarnos llevar por el "espíritu de este mundo".

¿Seremos capaces de preparar el camino de otros hacia el Señor y anunciarle con nuestro testimonio de vida? ¿Seremos capaces de menguar para que Él crezca en nuestro corazón y en el de otros? 

¿Seremos capaces de amonestar, que no juzgar, a quien obra de forma incorrecta? ¿Seremos capaces de aceptar el odio del mundo por nuestro amor a Dios? ¿Seremos capaces de contrarrestar vicio con virtud? ¿Seremos capaces de aceptar el martirio, si llegara? 

JHR

martes, 17 de enero de 2023

LOS 6 "AY" DE ISAÍAS

"¡Ay de los que llaman bien al mal y mal al bien,
 que tienen las tinieblas por luz y la luz por tinieblas, 
que tienen lo amargo por dulce y lo dulce por amargo!" 
(Is 5,20)

El capítulo 5 del libro profético de Isaías presenta una parábola similar a la que describirá Marcos en el capítulo 12 de su evangelio, y que volverá a retomar a partir del capítulo 18 hasta el 33, para detallar la desviación moral que existía en el pueblo de Israel (y que acabaría en destierro) con seis "ayes" o lamentos contra Judá, el reino del norte: los explotadores, los borrachos, los impíos, los que tergiversan la verdad, los que se creen sabios y los injustos. 

Los "ay" de Isaías son una advertencia que la profecía bíblica representa siempre en forma de lamento por las desgracias que suponen determinadas conductas pecaminosas que sólo nos traen dolor, sufrimiento, frustración y vacío, y que, a pesar de estar escritas hace casi treinta siglos, cobran rabiosa actualidad para nosotros en nuestro siglo XXI.

No obstante, el propósito de Dios que habla por boca del profeta no es tanto lamentarse (como si no hubiera remedio) sino conceder siempre al hombre nuevas oportunidades de arrepentimiento y de conversión. El Señor no deja de preocuparse por nosotros y nosotros...siempre le damos la espalda...

1º "ay" : materialismo
(Is 5,8-10 / Is 18,1-2)
"¡Ay de los que añaden casa a casa, y juntan campos con campos hasta no dejar sitio y poder habitar solo ellos el país! Lo ha jurado a mis oídos el Señor del universo: Sus muchas casas, amplias y hermosas, serán arrasadas, quedarán deshabitadas. Diez yugadas de viña darán un cántaro de vino,diez medidas de simiente producirán una sola"
"¡Ay del país del zumbido de alas, más allá de los ríos de Etiopía, que envía por el mar embajadores, en canoas de junco sobre el agua! Regresad, ágiles mensajeros, al pueblo esbelto de la piel luciente, nación temible más allá de sus fronteras, pueblo potente y dominador; regresad a la tierra surcada por ríos"
Isaías nos previene contra la idolatría del materialismo, el individualismo, el poder, la avaricia y la codicia que producen especulación y acumulación de riquezas, explotación y desigualdad, y afirma que su aparente prosperidad quedará en nada. Es lo que hoy denominamos "globalización", que trata de ofrecer una falsa seguridad. Algunos señalan este ay como el tercer jinete (caballo negro) del Apocalipsis.

2º "ay": hedonismo
(Is 5,11-17 / Is 28,1)
"¡Ay de los que madrugan, en busca de licores, y alargan el crepúsculo, encendidos por el vino, con cítaras y arpas, panderetas y flautas, y vino en sus festines, pero no consideran la acción del Señor, ni tienen en cuenta la obra de sus manos! Por eso mi pueblo es deportado, porque no comprende, los notables mueren de hambre, la muchedumbre se abrasa de sed. Por eso ensancha sus fauces el abismo, dilata su boca sin medida, allá bajan notables y plebeyos, su bullicio y sus festejos. Será doblegado el mortal, humillado el hombre, abajada su mirada altiva. Mostrará el Señor del universo grandeza en sus sentencias, y el Dios santo será santificado. Corderos pastarán como en sus pastizales y engordarán entre las ruinas los cabritos"

"¡Ay de la pretenciosa corona de los ebrios de Efraín, y de la flor caduca, joya de su diadema, allá en la cabecera del valle fértil de los tumbados por el vino!"
El profeta nos advierte contra el hedonismoel egoísmola perversión y la autocomplacenciaque producen conductas lujuriosas, desenfrenadas y desviadas del plan natural de Dios, confinando a muchos en la prisión de placeres adictivos y efímeros (sexo, droga, juego...) incapaces de satisfacer nunca.

3º "ay": impiedad
(Is 5,18-19 / Is 29,15)
"¡Ay de los que arrastran su culpa con lazos de engaño, su pecado como con cuerdas de carro, de los que dicen: Que se dé prisa, que apresure su obra para que la veamos, que se aproxime y se cumpla el plan del Santo de Israel para que lo sepamos!" 
"¡Ay de los que, en lo profundo, |ocultan sus planes al Señor para poder actuar en la oscuridad y decir: ¿Quién nos ve? ¿Quién se entera?"
El profeta nos avisa contra la impiedad, la mentira, la falsedad y el engaño que producen oscuridad y enfriamiento de la fe además de conductas burlonas y descreídas, afirmando que Dios no interviene porque no existe, exactamente igual que en tiempos de Noé y que la intención de Satanás de apartarnos de Dios. 

4º "ay": relativismo
(Is 5,20 / Is 30,1)
"¡Ay de los que llaman bien al mal y mal al bien, que tienen las tinieblas por luz y la luz por tinieblas, que tienen lo amargo por dulce y lo dulce por amargo!"
"¡Ay de los hijos rebeldes! que hacen planes sin contar conmigo, que sellan alianzas contrarias a mi espíritu añadiendo así pecado a pecado"
Isaías nos previene contra el relativismo, la rebeldía y las falsas doctrinasque crean confusión, errores y división, que interpretan, adulteran y tergiversan la ley natural divina, convirtiendo lo malo en bueno, lo incorrecto en correcto, la oscuridad en luz, lo amargo en dulce. El mismo Jesús considera esta conducta blasfemia contra el Espíritu Santo (Mc 3,29; Mt 12,31; Lc 12,10).

5º "ay": racionalismo
(Is 5,21 / Is 31,1)
"¡Ay de quienes son sabios a sus propios ojos y se creen inteligentes!"

"Ay de los que bajan a Egipto por auxilio y buscan apoyo en su caballería! Confían en los carros, porque son numerosos, y en los jinetes, porque son fuertes, sin mirar al Santo de Israel ni consultar al Señor"

Es una advertencia contra la soberbia, el orgullo, la arrogancia y la autosuficiencia de aquellos que buscan su propia gloria y reconocimiento de los demás. También de quienes se consideran sabios e inteligentes por la razón, la ciencia o la política y que niegan a Dios. Es el mismo engaño de Satanás desde el principio de la creación, intentar que el hombre viva sin necesidad de Dios.

6º "ay": injusticia
(Is 5,22-24 / Is 33,1)
"¡Ay de los fuertes para beber vino, de los valientes para mezclar licores, de los que por soborno absuelven al culpable y niegan justicia al inocente! Como la lengua de fuego devora la paja, y el heno se consume en la llama así se pudrirá su raíz y sus brotes volarán como polvo, porque rechazaron la ley del Señor del universo y despreciaron la palabra del Santo de Israel"
"¡Ay de ti, destructor que aún no has sido destruido, traidor no traicionado! Cuando hayas terminado de destruir serás destruido, cuando hayas completado tu traición, te traicionarán.
Es un aviso contra la injusticia, la falta de honradez y la inmoralidad de aquellos que utilizan favoritismos, parcialidades y nepotismos en contra de los inocentes y de la voluntad de Dios. Oscurecen la razón y enajenan la voluntad llevándoles a adoptar actitudes perversas y malvadas.

Sabemos que el pueblo de Israel, con estas conductas se alejó de Dios y la consecuencia fue que sufrió destierro, primero por el imperio asirio (reino del norte - Samaria) y finalmente por el babilonio (reino del sur- Judea). Sería luego Ciro, rey de Persia quien liberaría al pueblo, permitiéndoles volver a "su tierra prometida" y "refundarse", "renacer a Dios".
Pero Isaías también se dirige a nosotros para advertirnos de las consecuencias de caer en estas conductas: nos conducirán al exilio, nos apartarán de Dios, nos dispersarán, nos esclavizarán y nos harán perder toda nuestra dignidad, nuestra identidad, nuestra fe y nuestra comunión con Dios. Podríamos concluir diciendo que el exilio no es otra cosa que el infierno.

Sin embargo, Dios que es rico en misericordia (Ef 2,4), nos da una y otra oportunidad para que retornemos a Él, porque quiere que todos los hombre se salven (1 Tim 2,4). 

Cristo, el ungido de Dios (Is 45,1-25), en su segunda venida, nos liberará del destierro del pecado y nos conducirá a la definitiva tierra prometida para vivir en amor y comunión eternos con Dios, es decir, para cumplir la voluntad inicial y eterna de Dios. 

¡Cuánto nos ama Dios! y nosotros...¿le escucharemos? ¿le corresponderemos?

miércoles, 14 de julio de 2021

EL HOMBRE (Y EL SACERDOTE CON ÉL), LLAMADO A LA CONVERSIÓN

"Se ha cumplido el tiempo 
y está cerca el reino de Dios. 
Convertíos 
y creed en el Evangelio"
 (Mc 1,15)

Mientras se publica el nuevo libro del cardenal Robert Sarah, "Al servicio de la verdad", seguimos leyendo y releyendo su anterior libro, "Se hace tarde y anochece", en el que afirma que la Iglesia corre serio peligro porque se ha desmoronado el significado del sacerdocio. Asegura que no es sólo por las abominaciones y abusos cometidos por algunos indignos sacerdotes, sino porque muchos de ellos han puesto su ministerio al servicio de un poder que no procede de Dios.

Aunque el purpurado africano se dirige habitualmente a sus hermanos de ministerio, no cabe duda que también se dirige a todos los bautizados, también consagrados sacerdotes. Sus palabras son duras porque son verdad, y con ellas nos exhorta a no caer en la cobardía y el miedo de san Pedro al renegar de Cristo, ni a sucumbir en la oscuridad de la traición de Judas

Nos invita a vivir una Cuaresma constante y a, mientras esperamos la venida del Señor, escuchar la voz del Espíritu Santo"Se ha cumplido el tiempo y está cerca el reino de Dios. Convertíos y creed en el Evangelio".

El hombre (y el sacerdote con él) ha dejado de sentirse en peligro. El relativismo imperante en el mundo niega el pecado. Hoy no existe distinción entre bien y mal, entre virtud y pecado. El hombre no siente la necesidad de ser salvado y el sacerdote no siente la necesidad de ser instrumento de salvación. 

El hombre (y el sacerdote con él) se ha mundanizado y ha perdido el sentido de lo sagrado y la trascendencia de Dios. Nos hemos vuelto sordos y ciegos para las cosas de Dios. Hemos olvidado que existe el cielo y nos hemos dejado hechizar por lo palpable, por lo material. Hemos olvidado la oración y hemos dejado de buscar lo divino, en favor del activismo y del materialismo.

El hombre (y el sacerdote con él) se ha dejado atrapar y seducir por el mundo, a pesar de que, como dice San Ignacio, existe únicamente para Dios. Hemos dejado de pasear con Dios cada tarde y nuestra vida se ha paganizado. La luz del mundo se apaga porque Dios ha dejado de ser "lo primero" como consecuencia de que nuestra fe se ha aletargado y nuestra capacidad de reacción se ha anestesiado

El hombre (y el sacerdote con él) ha tratado de instrumentalizar a Dios, acudiendo a Él sólo para satisfacer sus demandas egoístas. Decimos ser cristianos pero vivimos como gentiles. Sólo "nos acordamos de Santa Bárbara cuando truena". Sólo cuando necesitamos algo, acudimos a Dios. 

El hombre (y el sacerdote con él) ha convertido la oración en un mercadillo de oferta y demanda, en una oficina de reclamaciones. Como niños mimados, no sabemos alegrarnos cuando nuestro padre nos regala algo, sino que nos quejamos siempre porque nunca tenemos suficiente.

El hombre (y el sacerdote con él) se ha dejado llevar por el desaliento ante la dificultad del seguimiento a Cristo. Nos hemos dejado embargar por la sensación, aparentemente estéril, de la oración y hemos dejado de priorizar a Dios, dejando de estar en permanente contacto con Él. 

El hombre (y el sacerdote con él) se ha convertido al espíritu del mundo, cediendo al conformismo ante el pensamiento dominante. "Hemos perdido el norte" y nos dejamos arrastrar por la corriente para ganarnos su aprobación. Nos sumergimos en el oscuro mar mundano y nos ahogamos en él.

El hombre (y el sacerdote con él) ha pretendido hacerse popular y visible en el mundo para buscar su aprobación, olvidando que Jesucristo fue "impopular", rechazado y crucificado. Al llenar nuestro corazón de deseos de reconocimiento, impedimos que Cristo pueda ocuparlo por completo. Hemos olvidado que lo importante es "lo invisible" y no "lo tangible".

El hombre (y el sacerdote con él) está desconcertado y confuso por causa del secularismo. Hemos perdido nuestra identidad y nuestro destino divino al desatender los sacramentos, anunciar la Buena Nueva y la comunión con el resto de nuestros hermanos, para dedicarnos a aspectos sociales, políticos, económicos o ecológicos.

El hombre (y el sacerdote con él) se ha convertido en un funcionario de la fe, aunque no conoce ni cree los fundamentos de la fe. Hemos dejado de ser guardianes y portavoces de la Palabra de Dios. Tenemos muchos papeles, muchas gestiones y muchas reuniones pastorales pero hemos dejado de conducir almas a Dios "yendo, haciendo discípulos y enseñándoles a guardar lo que Cristo nos ha enseñado" (Mt 28,19-20).

El hombre (y el sacerdote con él) ha dejado de "ser" para convertirse en "hacer". Somos "hacedores de cosas" en lugar de ser portadores de luz y de brillo de la Verdad por medio del testimonio personal. Nos hemos adecuado a la sabiduría del mundo y olvidado que los cristianos "no podemos menos de contar lo que hemos visto y oído" (Hch 4,20).

El hombre (y el sacerdote con él) se ha convertido en un "cristiano burgués" y cómodocomo dice Benedicto XVI, instalado en el confort y la seguridad de una fe a la medida que elige qué verdades del Credo creer. Hemos reducido la fe a una filosofía individual, íntima y personal, adaptada a nuestros criterios y que vivimos en silencio. Y cuando hablamos, lo hacemos para lograr aplausos o para que el mundo oiga lo que quiere oír.

El hombre (y el sacerdote con él) se ha convertido en un "hámster" que corre en una rueda que gira y gira pero que no lleva a ningún lugar. Celebramos la liturgia como un evento profano y de "puertas adentro". "Vamos a misa pero no estamos en misa". Y cuando salimos, mostramos una dramática incoherencia entre la fe que profesamos (o que creemos cumplir) y la vida que vivimos.

El cardenal Sarah clama a toda la Iglesia por la urgente necesidad de conversión, para que cambiemos de dirección, rompamos con el pasado, vayamos contracorriente y volvamos al Camino que es Cristo, del que nunca deberíamos desviarnos. 

Implora la escucha de la Palabra de Dios, la voz que resuena en nuestros corazones, mostrando a Cristo que desea permanecer en nosotros, tendiéndonos la mano para iluminar nuestras vidas a lo largo del itinerario hacia nuestro destino final, la casa del Padre. 
Grita en el desierto del mundo para que nos mantengamos firmes, inquebrantables y perseverantes en el mensaje del Salvador, continuado por el invariable Magisterio de la Iglesia y guiado por el Espíritu Santo, a pesar de los criterios contrarios del mundo.

Suplica a todos los bautizados, sacerdotes y lacios, a cumplir con coraje y valentía nuestra misión evangélica de anunciar y testimoniar a Cristo resucitado, de anticipar el cielo en la tierra, apoyados y orientados por la gracia del Espíritu Santo, y confiados en la bondad y misericordia infinita del Padre.

El hombre (y el sacerdote con él) está llamado a "divinizarse", a volver a caminar escuchando al "Peregrino desconocido", que nos devuelve la esperanza e inflama nuestro corazón. A convertirnos en "héroes del cielo en tierra", resistiendo los criterios perversos del mundo y forcejeando con los propios y diciendo:

"Señor, quédate con nosotros porque se hace tarde y anochece"
JHR

miércoles, 17 de febrero de 2021

CUARESMA: PREPARACION AL PARTO CRISTIANO

"Como la embarazada cuando le llega el parto
se retuerce y grita de dolor,
así estábamos en tu presencia, Señor:
concebimos, nos retorcimos, dimos a luz…
Anda, pueblo mío, entra en tus aposentos
y cierra la puerta detrás de ti" 
(Is 26,17-18 y 20)

Hoy, miércoles de ceniza, comienza la Cuaresma, un camino de preparación interior para la Pascua, en el que los cristianos "entramos en nuestros aposentos", en la profundidad del alma, y "cerramos la puerta", al ruido exterior.

Ayer, desnudo en el oasis del Edén, el hombre "concibe" el pecado y la muerte, al dejarse seducir por un falso Esposo: "Mucho te haré sufrir en tu preñez, parirás hijos con dolor, tendrás ansia de tu marido, y él te dominará (Gn 3,16)

Ahora, vestida de sol en el desierto de Judea, la Iglesia, Esposa fiel del Cordero, está "encinta" gestando una nueva vida, fruto del amor del Esposo verdadero: "Una mujer vestida del sol, y la luna bajo sus pies y una corona de doce estrellas sobre su cabeza; y está encinta, y grita con dolores de parto y con el tormento de dar a luz (Ap 12,1-2)

La cuaresma es la preparación al parto cristianoes un estado preliminar a la inminencia del dolor y del sufrimiento en el momento del alumbramiento. La cuaresma es maduración e introspección, reflexión y meditación, respiración y discernimiento...es abstinencia generosa, es penitencia alegre, es oración confiada. 
La cuaresma es un desierto purificador, donde recibimos el maná del cielo, la Eucaristía, mientras sudamos en el polvo de nuestra humanidad: "Comerás el pan con sudor de tu frente, hasta que vuelvas a la tierra, porque de ella fuiste sacado; pues eres polvo y al polvo volverás" (Gn 3, 19).

La Cuaresma son los cuarenta días de lucha contra las tentaciones, los cuarenta días de "diluvio purificador", los cuarenta años de peregrinación. Allí, nos "desembarazamos" de lo material, de lo humano y de lo temporal, nos preparamos interiormente para "alumbrar" al ideal de hombre pensado por Dios y nos abandonamos al poder redentor de nuestro Señor. 

Se acerca la hora del parto, el trance de la Pasión de la cruz. Estamos preocupados, ansiosos y apurados porque llega el dolor y el sufrimiento del parto, pero sabemos que no hay nacimiento sin parto, no hay gracia sin desgracia, no hay vida sin muerte, no hay luz sin cruz"La mujer, cuando va a dar a luz, siente tristeza, porque ha llegado su hora; pero, en cuanto da a luz al niño, ni se acuerda del apuro, por la alegría de que al mundo le ha nacido un hombre. (Jn 16,21).
Gritamos mientras nuestras fuerzas desfallecen, nuestros pensamientos se convulsionan, nuestros corazones desmayan y nuestros deseos se retuercen, presas del terror pecaminoso. Estupefactos, nos miramos el uno al otro, pero con los rostros encendidos de esperanza. Llega el día del Señor para probarnos, convertirnos y extirpar el pecado: "Dad alaridos: el Día del Señor está cerca, llega como la devastación del Todopoderoso. Por eso los brazos desfallecen, desmayan los corazones de la gente, son presas del terror; espasmos y convulsiones los dominan, se retuercen como parturienta, estupefactos se miran uno al otro, los rostros encendidos. El Día del Señor llega, implacable, la cólera y el ardor de su ira, para convertir el país en un desierto, y extirpar a los pecadores" (Ia 13,6-9).

Nuestras entrañas se estremecen a causa del daño original, la angustia nos horroriza por lo que vemos alrededor, la ausencia de Dios en el mundo nos retuerce el alma. Pero nuestra esperanza se refuerza por lo que escuchamos en Su presencia poderosa, mientras nos arrodillamos ante el altar. 

Nos sobresaltamos por el atardecer que cubre de oscuridad la tierra, mientras nuestra fe nos conduce a preparar la mesa, ante la inminente llegada del Novio: "Por eso mis entrañas se estremecen, angustias de parto se apoderan de mí, me retuerzo por lo que escucho, me horrorizo por lo que veo. Mi corazón vacila, me domina el terror,  el deseado atardecer se me ha convertido en sobresalto. ¡Preparad la mesa, extended los tapices: a comer y beber!" (Is 21,3-5).
El desierto preparatorio no es un castigo sino una llamada a la conversión del corazón. La cólera del Señor no es una condena sino una salida de toda esclavitud y el ardor de la ira de Dios no es una sanción sino un camino depurador hacia la libertad de la Tierra Prometida.

Jesucristo nos suplica "Salid de ella, pueblo mío" (Apocalipsis 18,4). Salimos de la ciudad al campo, de la comodidad urbana a la inquietud rústica. Hacemos ayuno, penitencia y oración para huir de las tentaciones y recibir la recompensa prometida, para ser liberados y rescatados de las manos de nuestros enemigos: "Vas a salir de la ciudad, vas a vivir en el campo. Irás hasta Babilonia y allí serás liberada; allí te rescatará el Señor de las manos de tus enemigos" (Miq 4,10).

Éramos estériles, pero ahora germinamos en la buena tierra, esperando la hora para gritar de júbilo la resurrección de Cristo"Alégrate, estéril, la que no dabas a luz, rompe a gritar de júbilo, la que no tenías dolores de parto, porque serán muchos los hijos de la abandonada; más que los de la que tiene marido" (Gal 4,27).
Nos vestimos con el "morado" penitencial y litúrgico a la espera de que nuestro Señor nos cambie esa indumentaria por las vestiduras "blancas" de su gloria. Sufrimos, expectantes ante el nacimiento de una nueva humanidad gozosa y alegre, que ha sido reconciliada con el sufrimiento de Cristo como testimonio de un amor fecundo.

Ningún dolor es comparable a la gloria que se nos manifestará en la resurrección de nuestro Salvador y que nos traerá nuestra redención: "Pues considero que los sufrimientos de ahora no se pueden comparar con la gloria que un día se nos manifestará. Porque la creación, expectante, está aguardando la manifestación de los hijos de Dios; en efecto, la creación fue sometida a la frustración, no por su voluntad, sino por aquel que la sometió, con la esperanza de que la creación misma sería liberada de la esclavitud de la corrupción, para entrar en la gloriosa libertad de los hijos de Dios. Porque sabemos que hasta hoy toda la creación está gimiendo y sufre dolores de parto. Y no solo eso, sino que también nosotros, que poseemos las primicias del Espíritu, gemimos en nuestro interior, aguardando la adopción filial, la redención de nuestro cuerpo" (Rom 8, 18-23).

JHR

sábado, 13 de junio de 2020

APOCALIPSIS 14-15: EL ANUNCIO DEL JUICIO Y LA VENDIMIA DE LA TIERRA

Lo urgente y lo importante | Formación Humana
"Miré y he aquí que el Cordero estaba de pie sobre el monte Sión, 
y con él ciento cuarenta y cuatro mil 
que llevaban grabados en la frente su nombre 
y el nombre de su Padre."
(Apocalipsis 14,1)

Continuamos esta serie de artículos, extensa pero apasionante, sobre el libro del Apocalipsis, y como hemos venido observando, los acontecimientos que nos narra San Juan (arrebatado en espíritu), no siempre siguen un orden cronológico pero sí un orden lógico y detallado.

Este método, "la ley de la recapitulación", es la firma original, el sello personal del Espíritu Santo, impreso desde el primero hasta el último libro de la Palabra de Dios. Por ejemplo, en el capítulo 1 de Génesis, se nos relata La Creación durante siete días y en el capítulo 2, el Espíritu Santo vuelve a hablar de la creación del hombre, pero esta vez agrega más detalles. En el libro del Éxodo, encontramos las leyes de Moisés, y algo más adelante, en el libro de Deuteronomio, se da la interpretación de la Ley, con cuarenta años de experiencia en el desierto, y con muchos detalles añadidos. En el Nuevo Testamento, tenemos cuatro evangelios, no  uno ni dos, porque el Espíritu Santo ha considerado que era necesario presentar con distintos detalles los muchos aspectos de la vida y persona de Jesucristo.

El triunfo de Cristo y su ejército

Comienza el capítulo 14, con el Cordero de pie, Jesús en posición de combate, sobre el monte Siónen el corazón de la Nueva Jerusalén, sobre el que se levanta el templo espiritual, la morada de Dios en la tierra, acompañado de los 144.000... Estos son los que no se contaminaron con mujeres, porque son vírgenes. Estos son los que siguen al Cordero adondequiera que vaya. Son los sacerdotes y  los  consagrados de todos los pueblos y razas, y de todas las épocas; Los compañeros del Cordero que están dispuestos al sacrificio, la penitencia y la vida sacramental, distintos de la gran muchedumbre que les acompaña a continuación. 
- también como una voz del cielo, como voz de muchas aguas y como voz de un trueno poderoso; y la voz que escuché era como de citaristas que tañían sus cítaras. Son los dos coros de la liturgia celeste: la Iglesia Triunfante a la que se une la Militante, hasta completar el número total. 

-Cantan un cántico nuevo frente al trono, perseveran y son fieles a los sacramentos y a la adoración, que sólo ellos conocen, guiados personalmente por el Espíritu Santo, pasan por una persecución diferente a la que sufrieron los cristianos en siglos precedentes. 

-tenían escrito en las frentes su nombre y el nombre de su Padre, es decir, que obedecen a Dios Padre, y siguen la cruz de Cristo y su ley. Están marcados y protegidos por la cruz y no por el 666.  Obedecen a Cristo y no al Anticristo; son los que han vencido la impureza y la concupiscencia de la carne, pues esta será la herida más insidiosa de las fuerzas del mal, que tratarán de pervertir el corazón interior de la Iglesia y convertirlo en una inmensa Sodoma. El Cordero tiene el poder de borrar la marca de la Bestia de todos aquellos que se convierten.

-en su boca no se halló mentira. Son intachables, se han guardado de las mentiras y las herejías, ligadas casi siempre a la impureza de la carne; han sido fieles y han perseverado hasta el punto de estar dispuestos a morir por preservar su alma (Mateo 16, 25). 

El mensaje del Apocalipsis es que la vida del cristiano es una vida litúrgica, una vida eucarística encaminada a las bodas del Cordero, en las que ofrece el culto a Dios mediante el sacrificio y ofrecimiento de sí mismo, por la salvación de su alma y las de los demás. Aquel que no entra en la liturgia celeste, está fuera.

El anuncio del juicio de Dios

Hasta aquí, San Juan ha hablado del pasado y del presente pero ahora, se dispone a hablar del futuro. Pero no para decirnos cuándo van a ocurrir las cosas sino para que discerniendo lo que va a ocurrir, para que nos convirtamos definitivamente a Dios.

Es el momento del Señor para hacer justicia. Dios va a juzgar al Imperio pero mientras llega ese momento, envía a tres ángeles para que, aquellos que adoran a la Bestia, se conviertan. La misericordia de Dios sigue dando más oportunidades al hombre. Es la última llamada.
Un primer ángel (el enviado de Dios para ese tiempo) anuncia la predicación y nos invita a la última conversión, que vuela por mitad del cielo, es decir, que actúa según la voluntad de Dios, y lleva un evangelio eterno para anunciarlo a los habitantes de la tierra, a toda nación, raza, lengua y pueblo, buenas noticias e inmutables,  dirigidas a todos los habitantes de la tierra, que nos recalcan las palabras de Mateo 24,14: "Y se anunciará el evangelio del reino en todo el mundo como testimonio para todas las gentes, y entonces vendrá el fin". El ángel exhorta a temer a Dios (a no ofenderle), a glorificarle y a adorarle como el Señor y Hacedor de toda la creación y nos avisa de la hora del juicio

Un segundo ángel anuncia la caída de Babilonia la Grande, la gran ramera, la corrupta, la idólatra, la que pervierte a los hombres y los seduce para que la adoren, la que se embriaga de poder y de éxito, frente a Jerusalén, que es la novia del Corderoaquella que acoge a todos los que no se han vendido a ningún precio. Está visión está tomada de Isaías 21, 9 y Jeremías 51, 8 que predecían la caída de la ciudad caldea. San Juan nos anuncia la caída de la Bestia para que nos separemos de ella, si no queremos caer con ella.

Un tercer ángel anuncia el destino de quienes adoran a la Bestiano tienen descanso ni de día ni de noche, la "Pax romana" (nuevo orden mundial de paz y estabilidad) ofrecida por el "Imperio" es un engaño del Dragón que, a lo largo de la historia, ha prometido al hombre, sabiendo que es mentira, y el de los que mueren en el Señordescansan de sus fatigas, porque sus obras los acompañan. Los santos, los que escuchan el evangelio eterno del primer ángel, cumplen todos los mandamientos y resisten hasta el final, descansarán en paz. ¡Aquí se requiere la paciencia de los santos, es de nuevo, una exhortación a perseverar sin dejarnos engañar o seducir por la Bestia y a desenmascarar el mal.
EL RINCÓN DEL TEÓLOGO ADVENTISTA: El mensaje de los tres ángeles ...

La siega y la vendimia de la tierra

Tras estos tres últimos avisos de los ángeles, el cielo se dispone a hacer justicia. San Juan nos muestra esta escena que toma de otra similar de su Evangelio, la conocida como la vid y los sarmientos. 

Es la hora de la justicia y nos conmina a los cristianos a no tener miedo a la muerte, pues el premio eterno será de inmediato. Es el momento de la cosecha y la vendimia de la tierra que recoge a los justos para preservarlos de la ira contra el Imperio que está a punto de desencadenarse con las siete copas.

Aparece una nube blanca, que es la Iglesia y sentado sobre ella, como un hijo del hombre, Cristo con una corona de oro, Rey y Señor de su Iglesia, pero ahora ha cambiado el cetro por una hoz afilada, su Justicia, con la que va a separar el trigo de la cizaña, el bien del mal. Hace referencia a Mateo 24,30-33 que anuncia la segunda venida de Jesucristo donde aparece el Hijo del Hombre, viniendo sobre las nubes con gran poder y gloria, que enviará a sus ángeles con un gran toque de trompeta y reunirán a sus elegidos de los cuatro vientos, de un extremo al otro del cielo, para, a continuación, recordarnos la parábola de la higuera y la llegada del verano. 
Sale otro ángel del santuario y con gran voz, clama al que estaba sentado sobre la nube"Mete tu hoz y siega; ha llegado la hora de la siega, pues ya está seca la mies de la tierra". Un ángel le dice a Cristo que la cosecha está lista y le pide que comience a hacer justicia en referencia a Joel 3,13 y Marcos 4, 29. El tiempo está cumplido, el fruto está maduro y tiene que ser recogido

El que estaba sentado encima de la nube metió su hoz sobre la tierra y la tierra quedó segada. Jesucristo cumple lo que estaba escrito: separa el bien del mal. Comienza la siega que, bíblicamente, tiene siempre un sentido positivo puesto que para los judíos es la fiesta más importante del año. La Escritura utiliza, con frecuencia, los símiles agrícolas, propios de la cultura judía y así, Cristo es el segador, quien imparte justicia, y también el vendimiador, quien recoge a los justos (Joel 2, 2 y 4,12; Isaías 63, 1-6). Cristo recoge a los 144.000 para preservarlos.

Otro ángel salió del santuario del cielo, de la presencia de Dios, llevando él también una hoz afilada. Y del altar salió otro ángel, el que tiene poder sobre el fuego, posiblemente, se trate de Uriel, el arcángel "regente del sol" o "fuego de Dios", quien tiene también la llave que abrirá el Infierno al Final de los Tiempos. El fuego simboliza el poder purificador de Dios que consume lo perecedero y acrisola lo imperecedero, el fuego que limpia toda maldad, quien grita con una gran vozpoder y autoridadal ángel que tenía la hoz afilada para que vendimieal que Dios le ha ordenado recoger la uva madura, es decir, hacer justicia.
La vendimia se realiza en dos fases: primero, se recoge la uva madura (los justos) y se pone aparte para llevarla al lagar y extraer el néctar; y a continuación, se quitan los sarmientos, las malas hierbas (los malvados) y se queman.  Sin embargo, San Juan está haciendo referencia sólo a los malvados.

El ángel metió su hoz en la tierra y vendimió la viña de la tierra, la tierra, en la Biblia, simboliza a los que están dentro de la Iglesia, y echó las uvas en el gran lagar de la ira de Dios, que son juzgados. Pisotearon el lagar fuera de la ciudad, los confronta y purifica fuera de Jerusalén, de la Iglesia, fuera de la fe,  y salió tanta sangre del lagar, tanta persecución y martirio, de los compañeros del Cordero, que subió hasta los frenos de los caballos, indica la profundidad de un metro, aproximadamente, en un radio de mil seiscientos estadios, 320 kms, en referencia a la distancia entre Dan y Beerseba, es decir, la extensión de toda Palestina.

Los justos están purificados en el lagar de Dios y preservados por Él, del vertido de las copas de Su ira.

El cántico de los vencedores

El capítulo 15 es un intermedio, un interludio antes del castigo de los impíos. El Espíritu Santo vuelve a recapitular. San Juan ve otro signo, grande y maravilloso, aparecen 7 ángeles, que reciben de manos de uno de los vivientes, las 7 copas con las plagas de la ira de Dios, castigos de Dios que sobrevendrán a los adoradores de la Bestia
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Vi como un mar de vidrio, el trono de Dios, en calma, equilibrio y paz, mezclado con fuego, purificado, y los vencedores de la bestia, de su imagen y del número de su nombre, los que le pertenecenestaban de pie sobre el mar cristalino con las cítaras de Dios, los mártires del Anticristo, de pie, listos para participar en el combate, intercediendo por los que están en la tierra.

-Y cantan el cántico de Moisés y el del Cordero, anticipo de triunfo (los cánticos de victoria y liberación del cautiverio egipcio en Éxodo 15,1-21, y del cautiverio del pecado en la cruz en Deuteronomio 32, 1-43). Se abre el santuario de la Tienda del Testimonio, manifestación de Diosy salieron los 7 ángeles vestidos de lino puro, con funciones reales, y ceñidos alrededor del pecho con cinturones de oro, sacerdotales.

-Entonces uno de los cuatro seres vivientes dio a los siete ángeles siete copas de oro llenas de la ira de Dios, el clamor de los santos en Apocalipsis 6, 10 es, por fin, atendido.

-Y el santuario se llenó de humo procedente de la gloria de Dios y de su poder, símbolo del poder y la gloria de Dios, tomado de Isaías 6,4.

-y nadie puede entrar en el templo hasta la consumación de las siete plagas de los siete ángeles, es tiempo de purificación para la tierra (Apocalipsis 9, 6), en el que los vencedores del Anticristo, se postran ante el trono de Dios, le cantan alabanzas y anuncian los castigos que se sobrevienen sobre los que persiguieron la Iglesia de Cristo. Nadie puede entrar en el cielo hasta que se consuma la justicia divina.

La visión de las copas es una referencia a su utilización en el servicio sacerdotal del templo de Jerusalén en el Antiguo Testamento. El Sumo Sacerdote llevaba, un día al año, al "Santo", donde se encontraba el Arca de la Alianza, es decir, Dios mismo, una copa de sangre, símbolo del perdón de los pecados del pueblo.



Bibliografía:

-"El Apocalipsis" (de Adrienne Von Speyr, por Hans Urs Von Balthasar).
-"Para leer el Apocalipsis" (Jean-Pierre Prévost, Editorial Verbo Divino, 1991).
- "La Cena del Cordero" (Scott Hahnn, Editorial Patmos, 2001).
-"El Apocalipsis de San Juan" (Emilio Aliaga Girbés, Editorial Verbo Divino)