¿QUIÉN ES JESÚS?

La vida de Jesús siempre ha suscitado preguntas a lo largo de los últimos dos mil años.

¿Cómo pudo un carpintero que fue ejecutado por los romanos convertirse en el hombre más famoso de la historia?
¿Fue Jesús alguien verdaderamente real?
¿Cómo puede Dios ser un hombre al mismo tiempo?
¿De qué manera podría esto tener algún sentido para mi vida?

Estas son algunas pero queremos que nos cuentes las tuyas.
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domingo, 6 de junio de 2021

TOBÍAS: EL JUSTO ES PROBADO EN LA TRIBULACIÓN

"Si os volvéis a él de todo corazón 
y con toda el alma, 
siendo sinceros con él, 
él volverá a vosotros 
y no os ocultará su rostro. 
Veréis lo que hará con vosotros, 
le daréis gracias a boca llena"
(Tobías 13,6)

Durante esta 9ª semana del tiempo ordinario hemos estado leyendo el libro histórico (y al vez, sapiencial) de Tobías (latín) o Tobit (griego), judío piadoso de la diáspora, temeroso de Dios, cumplidor de la Ley y bienhechor de su familia y de su pueblo, en el que se muestra un camino de perseverancia y fidelidad del justo en el sufrimiento, y un itinerario de fe para los esposos, en la elección del cónyuge dentro de la "familia cristiana", y para las familias, en la unidad y alegría dentro de una "casa cristina".
 
A través de la metáfora bíblica del "camino" (andar por el camino de la verdad y la justicia es vivir según la Ley de Dios) se nos muestra cómo, muchas veces, el mal y el dolor se ceban con el fiel y el compasivo, pero al que la justicia divina salvaguarda con la protección angélica y recompensa su virtud y fe con bendiciones abundantes "como el oro se prueba en el fuego, así el justo es probado en la tribulación" (Proverbios 17,3; Sabiduría 3,5-6; Eclesiástico 2,5; 1 Pedro 1,6-7).

¿Cómo es posible que Dios permita que el sufrimiento del justo? La Providencia actúa en la vida de cada hombre, de cada familia cristiana, en la medida en la que nosotros colaboramos con Dios poniendo los medios a nuestro alcance para llevar a cabo la virtud en nuestro "caminar". Dios permite el sufrimiento y la tribulación, no para que comprendamos el sentido de la desgracia sino para que recurramos en oración personal a Su misericordia y nos abandonemos en sus manos con confianza y sin desesperación.

El drama de Tobit
Como Job, Tobit es privado de todos sus bienes pero no maldice al Señor (Job 1,8-22;Tobías 1,20-2,1). Es probado físicamente, con la ceguera (2,9-10) y moralmente, con los reproches de su mujer (2,11-14) pero tampoco peca con sus labios (Job 2,3-10). 
Los reproches de Ana (como los de los amigos de Job) ponen en evidencia la extendida creencia popular judía de que la desgracia era la consecuencia de algún pecado (Tobías 3,3-4; Éxodo 20,5; 34,7; Números 14,18; Deuteronomio 9,5; Ezequiel 18,20; Lucas 13,2; Juan 9,2-3). 

Tobit, como Job, como Jonás y también como Sara, la prometida de Tobías, pedirá la muerte en momentos de debilidad como liberación al sufrimiento. Sin embargo, a través del diálogo con Dios, de la oración suplicante y confiada, responderá con la aceptación plena a la voluntad de Dios.

El drama de Sara
El drama de Sara se presenta de forma paralela al de Tobit y todo sucede simultáneamente "en aquel mismo día", es decir, el día en que Tobit oyó las injurias de su mujer (2,14). Sara sufre injurias, insultos y oprobios inmerecidos que la achacan la muerte de sus siete maridos.  Sus sentimientos de desgracia son más profundos que los de Tobit (3,1) y también la ponen al borde del suicidio.

Como Tobit, Sara busca la muerte. Se dirige a un lugar apartado, solitario, y sube al piso superior de la casa de su padre, como metáfora de la oración, donde se siente segura (cf. Judit 8,4). Allí, le ruega a Dios que disponga de su vida y la libere de su desolación. Es allí, en su noche oscura, en su oración confiada, donde encuentra el desahogo del corazón atribulado, el sosiego del alma fiel y la serenidad del espíritu virtuoso. 

En el mismo momento (3,11), con una triple invocación, bendición y petición a Dios, Sara extiende las manos hacia la ventana, hacia la tierra que el Señor ha dado a los padres, abre el corazón y se siente reconciliada, cambia de opinión y halla una alternativa a su situación desesperada.

En ambos dramas se desvela la presencia de Dios, que siempre acompaña al justo. Las oraciones de Tobit y de Sara son escuchadas favorablemente por el Señor que envía a uno de sus 7 ángeles principales, a san Rafael ("Dios cura" o "medicina de Dios"), para que acompañe a Tobías, libere a Sara y cure a Tobit.

Satanás, burdo imitador de Dios, había enviado a uno de sus 7 demonios malignos, a Asmodeo (del persa Aeshma Deva, "demonio de la lujuria", y del arameo shmd, "destructor, aniquilador"), para hacer sufrir y padecer a Sara (de forma parecida a cómo el diablo hizo con Job), y había dejado a Tobit inmerso en las tinieblas de la ceguera.

El viaje de ida  y vuelta
Tobit envía a su hijo Tobías de Nínive a Ecbátana y de allí, 350 kms hasta la lejana Ragués, en Media, para recuperar un depósito de diez talentos de plata que dejó en casa de un familiar, Gabael. Pero se trata de una excusa para organizar este largo y arriesgado viaje de ida y vuelta para que su hijo se despose con Sara, su prima. Antes de partir, le dará una serie de avisos y consejos morales sobre la conducta apropiada de un creyente y sobre su trato hacia los demás. 

Paralelamente, Dios responde las plegarias de los justos enviando al arcángel san Rafael, que le espera en la puerta de su casa y a quien Tobías contratará como experto guía y  acompañante idóneo, porque conoce bien todos los caminos y la casa de Gabael (5,6), para que le proteja y garantice el éxito del viaje.
La intervención de la Providencia divina no sólo hará que el ángel acompañe al joven Tobías en su viaje sino que, además, realizará la curación de su padre Tobit y la de su prima Sara, a quien ha escogido para que sea su esposa. 

El ángel Rafael revela a Tobías que Sara está destinada para él desde siempre. Es una profesión de fe en la providencia eterna de Dios sobre sus elegidos. Tobías salva a Sara y con la unión de ambos se cumple el plan divino sobre ella. Esta unión representa la alianza entre Dios y el hombre, el matrimonio entre Cristo y su Iglesia, las bodas entre el Cordero y la Novia. 

En Ecbátana suceden cuatro importantes acontecimientos: el contrato de matrimonio firmado por Ragüel y Edna, padres de Sara (7,1-14); la curación de Sara en la noche de bodas mediante un "exorcismo" (7,15-8,18); el banquete nupcial al día siguiente y que dura catorce días en  Ecbátana (8,19-21), y, por último, la recuperación del dinero depositado en casa de Gabael (9,1-6). 
Dos de las tres misiones encomendadas por Dios a Rafael están cumplidas: la liberación del demonio, y la boda de Sara y Tobías. Ahora comienza el viaje de vuelta de Ecbátana a Nínive para completar la última misión, anunciada casi desde el principio (3,17): la recuperación de la vista de Tobit.

El ángel Rafael convence a Tobías para que se adelanten, puesto que la llegada de Sara es el comienzo de una nueva vida. Por tanto, deben anticiparse para "preparar la casa" y, sobre todo, curar a su padre Tobit de la ceguera con la unción de la hiel del pez, para que pueda ver a Sara y el gozo sea completo.

El recibimiento de Tobías
La vuelta de Tobías a Nínive es el punto ágido del libro: la alegría de Ana al recobrar a su hijo se une a la luz de su padre, al recuperar la vista. Para ambos, es un "volver a vivir", un "resucitar", un "volver de la oscuridad a la luz".

Ana, quien "día tras día se asomaba al camino por donde su hijo había marchado" (Tobías 10,7), al ver a su hijo, se lo comunica primero a Tobit como acto de reconciliación por las disputas que habían tenido con la marcha de su hijo. 

Ana, quien "acudió corriendo y se abrazó al cuello de su hijo (Tobías 11,9), nos traslada a la escena del regreso del hijo pródigo a la casa del Padre "cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y se le conmovieron las entrañas; y, echando a correr, se le echó al cuello y lo cubrió de besos" (Lucas 15,20) y a la del regreso de José a la casa de su padre Jacob: "al verlo se le echó al cuello y lloró abrazado a él" (Génesis 46,29).
Ana, quien, mientras abraza y besa a su hijo amado, dice: "Te he visto, hijo mío. Ahora ya puedo morir" (Tobías 11,9) nos traslada a las palabras de Simeón en la presentación de Jesús en el templo de Jerusalén "Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz. Porque mis ojos han visto a tu Salvador" (Lucas 2,29-30), y a las palabras de Jacob a José: "Ahora puedo morir, después de haber contemplado tu rostro y ver que vives todavía" (Génesis 46,30).

Tobías, después de ser recibido por Ana, llega corriendo a la puerta de la casa de su padre y le cura de su ceguera. Tobit se echa a su cuello y entre lágrimas, exclama: "Te veo, hijo, luz de mis ojos (Tobías 11,13).

El recibimiento de Sara
Tras el regreso de Tobías, éste le cuenta a su padre el éxito de su viaje: trae el dinero y se ha casado con Sara, la hija de Ragüel. 

Tobit, lleno de gozo y alabando a Dios, sale hacia la puerta de la ciudad, al encuentro de su nuera, la recibe con los brazos abiertos y la bendice solemnementeYa en la puerta de la casa, Tobit invita a Sara a que tome posesión de su nueva casa.

Se celebra en casa de Tobit la fiesta de bodas de su hijo, a la que todos los judíos de Nínive están invitados a participar de la alegría de esta familia, que ha pasado de la tristeza de la prueba al gozo pleno que se hace universal.

La revelación de Azarías
Una vez terminados los festejos nupciales, la misión del ángel Rafael ha concluido y es necesario ajustar cuentas. Todo ha salido mucho mejor de lo previsto y Tobías cree que su compañero de viaje, Azarías, merece mucho más de lo pactado porque ha sido un guía perfecto en el viaje de ida y vuelta, le ha librado del pez que quería devorarlo, ha sanado a su mujer y la ha liberado del demonio, ha colmado de alegría a sus padres, ha cobrado el dinero de Gabael,  ha devuelto la vista a Tobit y ha llenado de gozo y bendiciones a toda su casa. 

Pero Rafael se lleva a los dos en secreto y les habla con autoridad. Les invita a bendecir y agradecer a Dios, a reconocer su grandeza y a manifestar con valentía a todos los hombres lo que Dios ha hecho en sus vidas.
El ángel del Señor ha unido la tierra con el cielo, intercediendo y presentando ante el Señor las plegarias de los atribulados que acuden con sinceridad a Dios. El sufrimiento es la prueba a la que Dios somete a todos los justos para acrisolarlos, para purificarlos. No es nunca un castigo por sus malos actos. 

Rafael les revela su identidad: "Yo soy Rafael, uno de los siete ángeles que están al servicio del Señor y tienen acceso a la gloria de su presencia(12,15). La reacción de los personajes ante el hecho sobrenatural es la misma que en todos los casos que aparecen en la Palabra de Dios: Los dos hombres, llenos de turbación y temor, se postraron rostro en tierra (12,16). y las palabras tranquilizadoras del ángel también: "No temáis. Tened paz" (12,17).

Antes de desaparecer de su vista y elevarse al cielo, el ángel del Señor les conmina a bendecir, a alabar y a agradecer siempre a Dios y a contar lo que el Señor ha hecho en sus vidas. Es una escena que anticipa el pasaje de la Ascensión del Señor a los cielos ante los apóstoles.

A través de Tobit y de Tobías, el ángel del Señor nos dice toda la verdad nos abre los ojos del alma para que podamos comprender y descubrir la acción providencial de Dios en nuestras vidas, cómo es la mano de Dios la que nos guía, tanto en los momentos de oscuridad y de tinieblas como en los de luz y de gozo.

sábado, 27 de marzo de 2021

¿PARA QUÉ LEER LA BIBLIA?


"Toda Escritura es inspirada por Dios 
y además útil para enseñar, 
para argüir, para corregir, para educar en la justicia, 
a fin de que el hombre de Dios sea perfecto 
y esté preparado para toda obra buena" 
(2 Timoteo 3,16-17)

Dice el apóstol San Pablo que la Palabra de Dios es útil para enseñar, para argüir, para corregir, para educar...¿para qué? Para que seamos perfectos y obremos el bien.

Dice el profeta Isaías que no temamos, porque Dios está con nosotros para fortalecernos, auxiliarnos y sostenernos (Isaías 41, 10). 

¡Qué alivio! No estamos solos. Dios está con nosotros. ¿Dónde? En su Palabra. ¿Cómo? Con su Espíritu. Así pues, la Sagrada Escritura nos ha sido legada con el propósito de escuchar lo que Dios nos quiere decir a cada uno de nosotros de forma individual, y a la Iglesia, de forma comunitaria.

Así pues, continuamos en este segundo artículo sobre la Palabra de Dios, sumergiéndonos en los 73 libros canónicos establecidos por la Iglesia Católica como inspirados por Dios: 46 corresponden al Antiguo Testamento y 27 al Nuevo Testamento

Su estructura puede establecerse en función de los períodos históricos, de las alianzas de Dios con los hombres y del contenido de sus libros. Hoy, nos centraremos en el contenido de cada uno de los libros, ofreciendo una pequeña sinopsis que nos motive a profundizar en su lectura de forma individual.

El contenido de los libros bíblicos, tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento, se estructuran en cuatro grandes temas: Ley, Historia, Sabiduría y Profecía. Esta clasificación, como norma general, no sigue una linea temporal correlativa sino que se refiere a su disposición y orden en la Biblia Católica.

Antiguo Testamento
El Antiguo Testamento, también llamado "Antigua Alianza" o "la Ley y los Profetas" es un conjunto de libros inspirados por Dios al pueblo de Israel y de valor permanente, que narran la historia del camino hacia la salvación desde lo orígenes del universo hasta la plenitud del tiempo con la Encarnación de Jesucristo.

El propósito del Antiguo Testamento es preparar la venida de Cristo, el Mesías.
-Ley (5): 
Génesis: Creación del mundo y nacimiento del pueblo de Israel (Abrahán y las 12 tribus).
Éxodo: Huída de Israel de Egipto y su paso por el desierto hacia la Tierra Prometida, las leyes de Dios (10 Mandamientos) y la infidelidad del pueblo judío.
Levítico: Las leyes de observancia religiosa, el culto y el sacerdocio.
Números: El censo de las tribus de Israel, los 40 años de su peregrinaje por el desierto y la constante infidelidad y rebelión a Dios.
Deuteronomio: Nuevas leyes a adoptar en la Tierra Prometida, nueva constitución del pueblo de Israel y el itinerario profético de su historia.

-Historia (14): 
Josué: Comienzo de la conquista de la Tierra Prometida que durará 50 años (1.100-1.50 a.C.).
Jueces: Relato de la conquista de Canaán, las continuas infidelidades del pueblo de Israel y sus caídas en manos de sus enemigos. Cada vez que se arrepienten, Dios les envía un juez para guiarles y salvarles. 
Rut: Historia de una mujer extranjera que se convierte a Dios. Su biznieto David será el rey de Israel, línea genealógica de Jesucristo.
1 Samuel: Comienzo de la monarquia en Israel (1.050 a. C.): la trágica historia de Saúl, 1º rey de Israel y ungido por el profeta Samuel, que desobedece a Dios y lleva a Israel a una larga guerra civil contra David, su sucesor (1.010 a. C.).
2 Samuel: Continúa la historia de David (y sus pecados) y la alianza perpetua de Dios con él. Convierte a Israel en una nación poderosa y a Jerusalén en el centro religioso del mundo.
1 Reyes: Reinado de Salomón (970 a. C.) quien convierte a Israel en un poderoso imperio, construye el templo y cae en la idolatría. Dios envía profetas para corregirles (Elías, 930 a.C.).
2 Reyes: División de Israel en dos reinos, Judá e Israel, alejamiento de Dios. Son conquistados y el templo destruido por los asiriros (930-587 a.C.).
1 Crónicas: Historia de 1 y 2 Samuel: destaca el aspecto religioso del reino de David.
2 Crónicas: Repite algunos acontecimientos de 1 y 2 Reyes: destaca el reino de Judá.
Esdras: Vuelta a Jerusalén de un "resto" del exilio en Babilonia (537-442 a. C.), los preparativos para la reconstrucción del templo y la restauración del culto a Dios.
Nehemías: Reconstrucción de Jerusalén en sus memorias como gobernador (515 a. C.).
Tobías: Relata la vida de un hombre piadoso que cumple, en el exilio, la Ley de Dios (700 a. C.).
Judit: Narra la historia de una mujer heróica que salva a Israel por su confianza en Dios durante la cautividad en Babilonia (587-539 a. C.).
Ester: Cuenta la historia de otra mujer judía heróica que se convierte en reina de Persia y salva a los judíos.
1 Macabeos: Narra la revuelta de los Macabeos (167-134 a. C.) contra el imperio macedonio desde un punto de vista histórico.
2 Macabeos: Relata la misma historia de la revuelta pero desde un punto de vista religioso.

-Sabiduría (7): 
Job: Describe un largo poema y un gran debate sobre por qué Dios permite el mal.
Salmos: La mayor colección de 150 poemas o cantos religisos atribuidos al Rey David.
Proverbios: Colección de dichos sabios y verdades atribuidas al Rey Salomón.
Eclesiastés (Qohélet): Larga meditación sobre la vanidad del mundo.
Cantar de los Cantares: Poema de amor entre la Esposa (Iglesia) y el Esposo (Cristo).
Sabiduría (de Salomón): Alabanza a la sabiduría y a la paciencia de Dios con el hombre.
Eclesiástico (Sirácida): Libro sobre cómo vivir en el mundo una vida recta de fe en Dios.

-Profecía (20): 
Isaías: Contiene las profecías más claras sobre la venida del Mesías. La 1ª parte advierte de desgracias y la 2ª parte promete la redención del pueblo pecador.
Jeremías: Anuncia la destrucción de Judá e invita al arrepentimiento.
Lamentaciones: Libro de poemas (atribuido a Jeremías) que lamentan la destrucción de Jerusalén, utilizado en las ceremonias celebradas sobre las ruinas del templo destruido por los babilonios.
Baruc: Discípulo de Jeremías que profetiza (en Babilonia) la Nueva Alianza (y perpetua) con el pueblo de Israel. Contiene también una serie de sabios consejos. 
Ezequiel: Visiones y descripciones simbólicas (contemporáneo de Jeremías) que anuncian destrucción de Jerusalén por Babilonia (587 a. C.) pero cuyo mensaje es de esperanza.
Daniel: Profecía y extrañas visiones de un alto cargo de la corte de Babilonia durante el exilio.
Oseas: Profecías y vicisitudes de su matrimonio como metáfora de la relación de Dios (que perdona las infidelidades y rescata) con Israel (esposa infiel y vendida como esclava).
Joel: Anuncia el terrible juicio sobre Judá y también que el Espíritu de Dios se derramará sobre el pueblo.
Amós: Severa llamada al arrepentimiento a pesar del esplendor del reino del Norte y profecia sobre la restauración del reino de David.
Abdías: El libro más corto del Antiguo Testamento que anuncia la derrota de Edom, tradicional enemigo de Israel.
Jonás: Narra la historia de un profeta reacio a cumplir la voluntad de Dios, que pretende huir de Él y entiende que no se puede escapar de Dios. 
Miqueas: Juicios contra los corruptos y los explotadores. Predice la venida de un Salvador para Israel que nacerá en Belén.
Nahum: Profetiza la caída de Nínive, capital del imperio asirio.
Habacuc: Juicios contra los malvados y esperanza para los justos.
Sofonías: Anuncia el juicio de Dios contra toda la tierra y también un mensaje de alegría.
Ageo: Narra sus esfuerzos en la reconstrucción del templo de Jerusalén y las críticas al pueblo por llevar una vida lujosa mientras la casa de Dios está en ruinas.
Zacarías: Contemporáneo de Ageo, trabaja también en la reconstrucción del templo. En sus visiones, ve la llegada de un nuevo rey a Sión montado en un borrico.
Malaquías: Advierte sobre la hipócrita forma externa de culto y predice la llegada del mensajero del Señor.

Nuevo Testamento
El Nuevo Testamento es la "Nueva Alianza" de Dios con los hombres, y al igual que el Pentateuco contenía la Ley antigua, los cuatro Evangelios comprenden la Nueva Ley. Así como a partir del libro de Josué se narraba la historia del pueblo de Dios, los Hechos de los Apóstoles relatan los comienzos de la Iglesia de Cristo a partir de su Ascensión al cielo. 

De la misma forma que los libros sapienciales del Antiguo Testamento enseñaban a vivir como buenos hijos de Israel, las veintiuna cartas de los apóstoles dirigidas a la Iglesia nos enseñan a vivir como verdaderos cristianos. Así como en la antigüedad, Dios envió profetas para advertir y guiar a su pueblo, el Apocalipsis es una profecía sobre la Iglesia y el Cordero, sobre la Esposa y el Esposo que se ha cumplido, se cumple y se cumplirá.

El propósito del Nuevo Testamento es dar cumplimiento (plenitud) a las promesas (alianzas) del Antiguo Testamento en Cristo, Redentor Universal.
-Ley (4):
Mateo: Representado por un hombre, está dirigido a los judíos para decirles que Jesús es el verdadero heredero del reino de David, el Mesías. Y para ello comienza con una elaborada genealogía. Es el evangelista que más "deja" hablar a Jesús: el Sermón de la Montaña ocupa tres capítulos.
Marcos: Representado por un león, está dirigido a los cristianos de Roma para enfatizar a Jesús como el líder de un nuevo Éxodo. Discípulo de Pedro, escribe el Evangelio más breve en el que narra la vida de Jesús de una forma sencilla. Incluye un relato peculiar que no aparece en los demás: un joven con una sábana que seguía a Jesús (posiblemente él mismo). Su palabra favorita es "Enseguida", utilizada 40 veces.
Lucas: Representado por un toro, está dirigido a los cristianos procedentes del paganismo para destacarles la universalidad del ministerio de Cristo. Incluye detalles íntimos de la anunciación, concepción y nacimiento de Jesús, en Belén, la adoración de los pastores y sus enseñanzas en el templo que no aparecen en los demás evangelios, posiblemente, asesorado por la Virgen María (Lc 2,19). Hombre culto, médico y autor de Hechos, Lucas acompañó a Pablo en muchos de sus viajes. Subraya la acción del Espíritu Santo y la oración en el ministerio de Cristo.
Juan: Representado por un águila, está dirigido a los judíos, con muchas alusiones al Antiguo Testamento. "El discípulo amado" recuerda que Jesucristo es el Verbo de Dios Encarnado, y destaca nuestra nueva humanidad en Cristo.
 
-Historia (1):
Hechos de los Apóstoles: Lucas escribió este libro como continuación a su Evangelio. Es la única historia sobre el comienzo de la Iglesia y que escribe asesorado por Pablo y también como testigo ocular (ej: cuando cambia "ellos" por "nosotros" para indicar su presencia).

-Sabiduría (21):
Compuestos por las cartas apostólicas: las cartas paulinas, escritas por Pablo y dirigidas a las iglesias y comunidades que iba fundando; y cartas católicas, escritas por otros apóstoles como Pedro, Juan, Santiago o Judas y dirigidas a la Iglesia universal.

Cartas Paulinas
Romanos: Dirigida a la Iglesia de Roma. Escrita desde Corinto (56 d. C.), su tema principal es que "todo hombre es pecador, pero a través de la fe en Cristo, el hombre puede ser justificado a los ojos de Dios y recibir la salvación y la vida eterna".
1 Corintios: Dirigida a la Iglesia de Corinto. Escrita desde Éfeso (54 d. C.) con instrucciones específicas debido a la difícil situación de esa comunidad (divisiones internas, corrupción, idolatría, incestos, pleitos, inmoralidad, cultos indignos, etc.) y como respuesta a distintos temas (matrimonio y celibato, consumo de animales impuros, dones del Espíritu Santo, amor al prójimo, resurrección de los muertos, etc.) así como una petición de colecta para la Iglesia de Jerusalén.
2 Corintios: Dirigida a la Iglesia de Corinto tras dos visitas anteriores. Escrita también desde Éfeso (57 d. C.) y entregada por Tito, se trata de una carta apologética acerca del ministerio y la autoridad de Pablo, así como un llamamiento a la solidaridad ante la falta de generosidad corintia.
Gálatas: Dirigida a la Iglesia de Galacia. Escrita desde Corinto (55-60 d. C.), es una defensa de Cristo y de la justificación por la fe frente a la secta judaizante (falsos maestros) que se había mezclado con la cristiana para hacerles volver a la ley mosaica, así como la vindicación del apostolado de Pablo.
Efesios: Dirigida a la Iglesia de Éfeso. Escrita desde Roma durante su primer encarcelamiento (62 d. C.) se trata de una carta doctrinal, pastoral y exhortativa de la Iglesia como Cuerpo de Cristo y de la salvación ofrecida a los pecadores
Filipenses: Dirigida a la Iglesia de Filipos. Escrita desde Éfeso (54-55 d. C.) o desde Roma (63 d. C.) como agradecimiento a su amor y solidaridad con el apóstol.
Colosenses: Dirigida a la Iglesia de Colosas. Escrita desde Roma (57-62 d. C.), es una doctrina moral sobre la conducta para su aplicación en todas las áreas de la vida cristiana y de como Cristo suple todas las necesidades. También es una apologética contra las herejías gnósticas y filosofías griegas surgidas en esa comunidad. 
1 Tesalonicenses: Dirigida a la Iglesia de Tesalónica. La primera carta escrita por Pablo desde Antioquía de Siria (50-51 d. C.) es una exhortación a poner en práctica las exigencias del Evangelio, así como instrucciones sobre la muerte y la actitud de espera para el regreso del Señor.
2 Tesalonicenses: Dirigida a la Iglesia de Tesalónica. Escrita poco tiempo después de la primera, posee un gran paralelismo con ella, pero desarrolla más ampliamente el regreso del Señor.
1 Timoteo: Dirigida a su discípulo Timoteo. Escrita posiblemente desde Macedonia después de su primera encarcelación en Roma (61 d. C.) y junto a su 2ª carta y la de Tito son llamadas "cartas pastorales" en las que advierte de las falsas doctrinas y la apostasía, instruye sobre la oración, los requisitos de los obispos y diáconos y los deberes como ministro de Cristo, la piedad y el servicio a los demás.
2 Timoteo: Dirigida a su discípulo Timoteo. Escrita durante el mandato de Nerón y su encarcelamiento en Roma (65-67 d. C.), Pablo escribe a su discípulo una especie de testamento ante la proximidad de su muerte: exhortación a no avergonzarse del evangelio y a estar dispuesto a morir como "un buen soldado de Cristo".
Tito: Dirigida a su discípulo Tito. Escrita desde Nicópolis-Macedonia (66 d. C.) para animar a su discípulo, que dirigía la Iglesia de Creta, y para instruirle en las cualidades de un buen líder cristiano, sobre la pureza de intención y sobre la manera de vivir de acuerdo con la fe de Cristo.
Filemón: Petición en favor de Onésimo, esclavo de Filemón. Escrita desde Roma, es la carta más breve y personal de Pablo en la que pide que perdone a su esclavo que se había fugado y cuya pena era castigada con la muerte, y que le acoja ahora como hermano en la fe.
Hebreos: De autor desconocido, algunos piensan que puede ser un discípulo de Pablo. Escrita desde/o dirigida a Italia (60-70 d. C)., muestra cómo el Antiguo Testamento se cumple en la persona de Jesucristo. Habla del nuevo pacto, del sacrificio de Cristo una vez y por todas y cómo debe ser la vida del cristiano.

Cartas Católicas:
Santiago: Escrita antes del 50 d. C. y dirigida a los judíos esparcidos por varias regiones, es una carta pastoral sobre la esencia del Evangelio desde un punto de vista práctico: exhorta a "poner en práctica la Palabra y no sólo a escucharla". 
1 Pedro: Escrita desde Roma (65-68 d.C.) y dirigida a los creyentes dispersados y perseguidos, exhortándoles a mantenerse firmes en la fe en medio del mundo hostil.
2 Pedro: Escrita también desde Roma al final de su vida (65-68 d. C.) y dirigida a los cristianos para advertirles de los falsos profetas y para que recuerden la Palabra de Dios y su promesa del regreso de Jesucristo.
1-3 Juan: Escritas posiblemente desde la isla de Patmos (85-90 d. C.) y dirigidas a los cristianos de Asia Menor, son una advertencia sobre el peligro de los falsos maestros y los gnósticos. Hablan del deber cristiano  de la caridad.
Judas: Escrita desde Palestina es una advertencia contra las herejías y las falsas doctrinas y muy similar a la 2 de Pedro.

-Profecía (1):
Apocalipsis: Escrita por Juan desde la isla de Patmos (90-100 d. C.) y dirigida a los cristianos de Asia Menor, es un manual de resistencia y de esperanza cristiana. El protagonista es Jesucristo, Rey y Señor de la historia.
Todos nosotros, Iglesia de Cristo y a quien se dirige la Sagrada Escritura, estamos llamados a experimentar el gozo de comprobar como el Padre, que está en el cielo, sale amorosamente al encuentro de sus hijos para conversar con ellos a través de su Palabra inspirada. 

Dios nos llama ¿le escuchamos?




JHR


Fuente: "Comprender las Escrituras" (Scott Han, La Didajé, Midwet Theological Forum)

viernes, 26 de marzo de 2021

¿CÓMO LEER LA BIBLIA?

"La palabra de Dios es viva y eficaz, 
más tajante que espada de doble filo; 
penetra hasta el punto donde se dividen 
alma y espíritu, coyunturas y tuétanos; 
juzga los deseos e intenciones del corazón. 
Nada se le oculta;
 todo está patente y descubierto a los ojos 
de aquel a quien hemos de rendir cuentas" 
(Hebreos, 12-13)

A la hora de abordar la Palabra de Dios y sumergirnos en su contenido, los cristianos nos hacemos siempre la misma duda: "¿Por dónde empezar a leer la Biblia?". Algunos empiezan por el principio (Génesis) y otros por los Evangelios (Mateo o Lucas); unos, por los Hechos de los Apóstoles y otros, por las cartas paulinas (Romanos o Corintios); y posiblemente, casi nadie por el final (Apocalipsis).

Sin embargo, no es tan importante por dónde empezar sino cómo leer la Biblia

Lo primero que debemos saber es que la Sagrada Escritura es la revelación de Dios a los hombres, en Jesucristo y por el Espíritu Santo. Dios nos habla de Cristo a través de su Espíritu, es decir, nos encontramos ante la Trinidad, y por tanto, debemos acudir a Ella con el máximo respeto y veneración.

En segundo lugar, es importante acercarse a ella con el mismo Espíritu que fue escrita, es decir, en oración, o dicho en lenguaje bíblico, "arrebatados en espíritu", y para ello, es conveniente leerla en comunidad, bien sea en la Eucaristía o en un grupo de Lectio Divina.

Aunque toda la Palabra de Dios describe personas y acontecimientos literales o reales, su lectura es espiritual, y comprende tres sentidos:

-alegórico o típico. Las personas y los acontecimientos se muestran como ejemplos que remiten a épocas venideras.

-moral o tropológicoLas personas y los acontecimientos son modelos de aplicación a nuestras vidas, personal o comunitariamente.

-anagógicoLas personas y los acontecimientos que vemos nos hacen comprender lo que no vemos (el cielo). 

En tercer lugar, toda la Biblia es Palabra de Dios y, por tanto, debemos tomarla como un "todo". Todos sus libros son importantes y tienen validez permanente porque Dios lo ha querido así y no podemos decidir que hay libros más importantes y otros, prescindibles. Además, su interpretación está sujeta al Magisterio de la Iglesia y no se puede interpretar libremente.

Y para concluir este "cómo leer la Biblia", a modo de comparación y salvando las distancias, podríamos decir que la Biblia no se lee como una novela, comenzando por el inicio y acabando por el final. Más bien, su utilización se asemeja a la que hacemos con un listín telefónico o con un diccionario: se extrae la información que se necesita en el momento en que se necesita

Como sabemos, la Palabra de Dios es la historia de la salvación escrita a lo largo de 1.000 años (entre el 900 a. C. y el 100 d. C.) pero es también una carta de amor de Dios al hombre donde el Señor nos muestra cuánto nos ama y las alianzas que ha hecho con el hombre a lo largo de la historia.

Está estructurada en dos grandes partes: Antiguo Testamento, en el que Dios nos cuenta desde los orígenes del mundo hasta el año 400 a.C., y el Nuevo Testamento, desde el 4 a.C. hasta el fin de los tiempos. El período comprendido entre el 400 a.C. y el 4 a.C. se conoce como período intertestamentario.

Período intertestamentario
Se extiende desde la época del profeta Malaquías hasta la predicación de Juan el Bautista. Llamado por algunos como “los 400 años de silencio”, es un período de grandes cambios políticos, religiosos y sociales en Israel, predichos por el profeta Daniel (Daniel 2, 7, 8, y 11). 

Hasta el año 332 a.C., Israel está bajo el control de imperio persa, un tiempo de relativa paz en el que se permite reconstruir el templo y tener adoración en él (2 Crónicas 36,22-23; Esdras 1,1-14). Alejandro Magno derrota a Darío de Persia, y aunque sigue permitiendo la libertad religiosa a los judíos, ordena la traducción del Antiguo Testamento en hebreo al griego, conocida como la Septuaginta.
Tras la muerte de Alejandro, Judea es gobernada por una serie de reyes decadentes que culmina en Antíoco Epífanes, quien deroga la libertad religiosa para los judíos, la legítima línea del sacerdocio, profana y contamina el templo (ver Marcos 13,14 para un evento similar que tendrá lugar en el futuro), lo que provoca el levantamiento de la resistencia judía, liderada por Judas Macabeo y los asmoneos, quienes restauran el linaje sacerdotal y purifican el templo. Es un período de guerra, violencia y luchas internas.

Hacia el año 63 a.C., Pompeyo de Roma conquista Israel para el Imperio romano pero nombra a Herodes como rey de Judea para cobrar impuestos y controlar a los judíos.

Como consecuencia de esta mezcla de culturas romana, griega y hebrea aparecen dos importantes grupos político-religiosos: los fariseos que añadieron sus propias leyes (estrictas y poco compasivas) a la ley de Moisés (ver Marcos 7,1-23), y los saduceos que ejercían el poder a través del Sanedrín, rechazaban todos los libros del Antiguo Testamento excepto los mosaicos, no creían en la resurrección y eran generalmente proclives a los griegos.
Todos estos sucesos, que agotan la esperanza y debilitan la fe del pueblo judío, preparan el escenario ideado por Dios para la llegada de Cristo: el pueblo ya está listo para el Mesías, los romanos han construido caminos (que ayudarán a difundir el evangelio), todos tienen un idioma común (que facilitará la comprensión del evangelio), el griego koiné (el idioma del Nuevo Testamento) y existe una cierta paz, la pax romana.

“Los 400 años de silencio” del periodo intertestamentario llegan a su fin mediante la más grande historia jamás contada: ¡el Evangelio de Jesucristo!

Antiguo y Nuevo Testamento
La Biblia es la revelación progresiva de Dios a los hombres y, por tanto, no puede comprenderse el Nuevo Testamento sin entender el Antiguo Testamento, ni viceversa.

Los libros del Antiguo Testamento nos muestran la historia del camino hacia la salvación: todas sus promesas se dirigen y se cumplen en el Nuevo Testamento. Por tanto, el Nuevo Testamento no anula el Antiguo sino que lo completa. Jesús mismo lo dice: "No creáis que he venido a abolir la Ley y los Profetas: no he venido a abolir, sino a dar plenitud" (Mateo 5,17).

San Irineo dice que "la Ley es profecía y pedagogía de las realidades venideras" y San Agustín, que "el Nuevo Testamento está escondido en el Antiguo y que el Antiguo se manifiesta en el Nuevo". 

La Ley antigua o Antiguo Testamento es una preparación para el Evangelio, para la venida de Cristo que da testimonio de la pedagogía divina y del amor salvífico de Dios. Nos muestra cómo es Dios, cómo es su sabiduría y su justicia para, finalmente, mostrarnos su misericordia con la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesucristo. Sin el Nuevo Testamento, el Antiguo sería tan sólo una colección de historias trágicas y de promesas incumplidas.

En un segundo artículo, detallaremos la clasificación y el contenido de cada libro de la Palabra de Dios.


JHR



Fuente: "Comprender las Escrituras" (Scott Han, La Didajé, Midwet Theological Forum)

jueves, 23 de julio de 2020

CONOCER A DIOS A TRAVÉS DE SU PALABRA

Quien no conoce la Escritura, no conoce a Cristo”
(San Jerónimo)

El Señor sale siempre a nuestro encuentro para revelarse, para darse a conocer. Y lo hace, fundamentalmente, encarnándose en su Palabra, Cristo, el Logos. Toda la Sagrada Escritura, desde el principio hasta el final, habla y se cumple en Jesucristo.

Cada vez que escuchamos la Palabra, Dios pasea y dialoga con nosotros, como lo hacía con Adán en el Edén. Y cada tarde, le vamos conociendo un poco más, le vamos amando un poco más.

¡Qué importante es leer, escuchar, meditar y guardar Su Palabra en nuestro corazón! ¡Qué difícil es conocer a Dios si no le escuchamos! ¡Qué difícil es amar a Dios si no le conocemos! ¡Qué difícil es responder a Dios si no le amamos!

Escuchar a Dios a través de su Palabra, conocerle a través de Jesucristo, guiados por el Espíritu Santo, es indispensable para llegar a amarle y darle nuestro "Hágase"

Sin embargo, muchos católicos apenas leemos su Palabra, y por eso, apenas le conocemos (y apenas le amamos). Quizás, porque no sabemos cómo escucharle, no entendemos qué nos dice o no somos capaces de interpretar lo que nos dice. 

Y es porque seleccionamos sólo alguna parte de la Escritura, el Nuevo Testamento (los Evangelios, los Hechos de los Apóstoles o las cartas de San Pablo). Es como... si le concediéramos a Dios una cita breve, en la que sólo llegamos a conocerle parcial o superficialmente. 

Evitamos el Antiguo Testamento (los libros históricos, los proféticos, los Salmos o los Proverbios) como si no fuera con nosotros o para nuestro tiempo. Es como... si le dijéramos a Dios que hay cosas de Él que no nos interesan.

Y qué decir, del Apocalipsis, un libro que casi nadie entiende...y donde se encuentra el gran plan de Dios, realizado y cumplido en el Cordero. Es como...si le dijéramos que no va con nosotros.

Pero Dios quiere que le conozcamos a fondo. "No ha reparado en gastos". Y para ofrecernos su amor, además de la Tradición apostólica y el Magisterio de la Iglesia, nos ha dejado escrita su Palabra.

Autoría y Propósito 

La Palabra de Dios sale de su propia boca, es inspirada por Dios para enseñarnos, guiarnos y llevarnos a la santidad, mediante las obras: "Toda Escritura es inspirada por Dios y además útil para enseñar, para argüir, para corregir, para educar en la justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto y esté preparado para toda obra buena (2 Timoteo 3, 16-17).
Dios Trino revela en la Escritura su amor por nosotros y su querer, es decir, su voluntad para nosotros. 

Y lo hace hablando a su Iglesia de forma comunitaria y de forma particular, para darnos a conocer Quién es Élquiénes somos (soy) para Élcuál es su plan de amor para cada uno de nosotros (para mí en particular) y qué debemos (debo) hacer para cumplir su voluntad y alcanzar su amor.

Descubrimiento y Encuentro

La Biblia no es un libro. La Palabra es "Alguien": es Cristo. Toda la Escritura habla del “Verbo”, la “Palabra” misma, el Centro de la Revelación. Y el propósito de la Biblia es que le descubramos.

Y, Jesús, como hizo con los dos de Emaús, sale a nuestro encuentro y se hace el encontradizo con nosotros; caminando siempre a nuestro lado, nos pregunta qué preocupa a nuestros corazones y nos escucha atentamente mientras le contamos todas nuestras pérdidas, nuestros “rollos”; nos explica las Escrituras, como hizo con los discípulos, incendiando nuestros corazones; y finalmente, le invitamos a nuestra casa, a nuestra parroquia, es decir, a la Eucaristía, donde Él se convierte en Anfitrión.

Cristo, el Verbo, se revela y se da al mundo en la Eucaristía: desde el ambón, con su Palabra y desde el altar, con su Cuerpo. Comulgamos, primero, su Palabra y después, su Cuerpo. 
Es en la Liturgia, donde le escuchamos y le celebramos. Y Él parte para nosotros el pan. Entonces, le reconocemos, nuestros ojos se abren y nuestras vidas se transforman.

La Palabra es un maravilloso encuentro con un Dios que nos ama y nos busca (El Buen Pastor, Juan 10), que nos perdona siempre y nunca deja de amarnos (El Hijo Pródigo, Lucas 15),  que nos da siempre seguridad y paz interior (La tempestad en la barca, Mateo 8;Marcos 4;Lucas 8), que camina siempre a nuestro lado y conversa con nosotros (El camino de Emaús, Lucas 24), que nos enseña con una pedagogía única (a través de más de 50 parábolas).

Intimidad y Familiaridad

Jesús es tajante: “Mi madre y mis hermanos son aquellos que escuchan la Palabra de Dios y la cumplen." (Mateo 12, 46-50; Lucas 8, 21).
Dios, que es eterno, no se queda en lo temporal. Y aunque nos manda, por supuesto, amar a nuestra madre, a nuestro padre y a nuestros hermanos, nos señala que lo importante son los lazos de sangre, sino los lazos de amor: quienes escuchan y cumplen la Palabra de Dios son su familia.

Guía y Alimento

La Palabra de Dios es el Pan de Vida, es el Maná del cielo, es Cristo, el pan nuestro de cada día, que pedimos en el Padrenuestro, es nuestro alimento"No solo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios" (Mateo 4,4).

El católico encuentra su alimento, su fe, su sentido y su fuerza en la Palabra de Dios"No solo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios" (Mateo 4,4). 

Por eso, ¡qué importante es escucharla en actitud orante, con sentido literal y, a la vez, espiritual! ¡qué importante es acudir al Espíritu Santo para rezar la Palabra para no quedarnos en la literalidad humana, para poder escuchar lo que quiere decirnos.

La Sagrada Escritura es nuestra guía para encontrarnos con Jesucristo, “el Camino, la Verdad y la Vida”. A Dios no le podemos encontrar si no es en la Biblia. O mejor dicho: a Dios le podemos encontrar en muchos sitios, en la creación, en la oración, en nuestros hermanos... pero es en Su Palabra, donde más fácilmente le encontramos. Dios quiere que le conozcamos, se deja conocer. Y lo ha dejado por escrito, en su Palabra.

Por eso, ¡qué difícil se nos hace a los católicos escuchar cuando rezamos! ¡cuánto nos cuesta dialogar con Dios! ¡cuánto queremos decirle y qué poco queremos que nos diga!

Camino y Conquista

La Palabra de Dios hace un camino dentro de nosotros. El Espíritu Santo nos guía y nos ilumina para que la escuchemos con los oídos y la meditemos con el corazón; y del corazón ardiente pasar a las manos, a las obras. 

Este es el recorrido que hace la Palabra de Dios en nosotros: 

oído 👉 corazón 👉 obras, es decir, del Padre 👉 al Hijo 👉 al Espíritu Santo.

El mensaje de Dios en la Biblia  se conquista como la ciudad de Jericó: dándole vueltas y vueltas. Orándola, meditándola y guardándola en nuestro corazón, a ejemplo de María (Lucas 2,19).

El camino de la Palabra es escuchar y cumplir la voluntad de Dios. Y la conquista de la Palabra es llegar a la Tierra Prometida.

Valor e Importancia

Toda la Palabra de Dios (Antiguo y Nuevo Testamento) tiene un valor permanente: "La palabra de nuestro Dios permanece para siempre" (Isaías 40,8) y eterno"El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán" (Mateo 24,35).

Además, posee un sentido de unidad y de plenitud. Jesús mismo lo dice: "No creáis que he venido a abolir la Ley y los Profetas: no he venido a abolir, sino a dar plenitud" (Mateo 5,17). 

La Palabra de Dios no puede entenderse si no es en su conjunto: el Antiguo Testamento prepara la venida de Cristo, contiene la Ley de Dios (que no está abolida), enseñanzas para nuestra salvación y tesoros de oración (que no están caducadas); el Nuevo Testamento da cumplimiento a todo el Antiguo Testamento y nos proporciona la verdad definitiva de la revelación divina. 

La Escritura es además, útil para nuestras vidas. Nos habla a todos y a cada uno de nosotros hasta lo más profundo. Nada se escapa a su sabiduría: "La palabra de Dios es viva y eficaz, más tajante que espada de doble filo; penetra hasta el punto donde se dividen alma y espíritu, coyunturas y tuétanos; juzga los deseos e intenciones del corazón. Nada se le oculta; todo está patente y descubierto a los ojos de aquel a quien hemos de rendir cuentas" (Hebreos 4,12-13).

Además de escucharla, debemos ponerla en práctica o todo será inútil: "Poned en práctica la palabra y no os contentéis con oírla, engañándoos a vosotros mismos" (Santiago 1, 22). 

Y ponerla en práctica significa cumplirla, como nos dijo Jesucristo: "Bienaventurados los que escuchan la palabra de Dios y la cumplen" (Lucas 11,28).

Sentido e Interpretación

La Sagrada Escritura tiene dos sentidos de interpretación:

-Literal: lo que nos quiere decir el autor. El autor o hagiógrafo inspirado nos relata hechos y situaciones que revelan a Dios. Por tanto, lo primero que debemos saber es qué nos quiere decir el autor.

-Espiritual: lo que nos quiere decir Dios. El Espíritu Santo hace viva la Palabra en cada uno de nosotros y nos dice siempre algo.

El sentido espiritual se divide en tres tipos: 

-Alegórico. Es el significado simbólico de lo que leemos en la Biblia. Toda habla de Cristo y se cumple en Cristo. Por tanto, debemos buscar su significación en Cristo.

-Moral. Es el significado formativa por el cual Dios nos instruye para saber cómo tenemos que obrar.

-Anagógico. Es el significado escatológico de las realidades y situaciones que nos conducen a la Jerusalén celeste, a la vida eterna.

En resumen, podemos definir estos cuatro sentidos de la Escritura en:
- la letra que nos enseña los hechos.
- la alegoría que nos enseña lo que debemos creer.
- la moral que nos enseña lo que debemos hacer.
- la anagogía que nos enseña hacia lo que debemos tender.

Dios nos ha dado su Palabra para que le escuchemos, para que le conozcamos y para que le amemos. Es su carta de amor para nosotros.

lunes, 9 de marzo de 2020

ALIMENTAR EL ESPÍRITU

Resultado de imagen de no solo de pan vive el hombre significado catolico
"Está escrito: No sólo de pan vive el hombre,
 sino de toda palabra que sale de la boca de Dios." 

(Mateo 4,4; Lucas 4,4)

Dios ha creado al hombre como un ser único, dotado de cuerpo y espíritu. El cuerpo necesita sustento, cuidado y alimento para sobrevivir, crecer y desarrollarse satisfactoriamente. De la misma forma, también el espíritu necesita alimento, cuidado y atención. 

Jesús mismo nos lo dijo: “No sólo de pan vive el hombre, sino que de toda palabra que sale de la boca de Dios”. Con ello, quiso decir algo más que dar una respuesta al Tentador: que cultiváramos nuestro espíritu, que alimentáramos nuestra vida interior ante las tentaciones de estar pendientes sólo de las necesidades de nuestro cuerpo.

Por ello, debemos alimentar nuestra vida espiritual para no caer en una fe superficial, anímica, tibia, mediocre, relativista e indiferente.

Necesitamos un adecuado desarrollo espiritual para no caer en el desprecio por lo trascendental, en el endurecimiento de nuestro corazón y en la deformación de nuestra conciencia.

Pero antes de desarrollar nuestro espíritu, tenemos que cimentar una conciencia recta y una voluntad fuerte

Despues, cultivar nuestra inteligencia y dejar que el Espíritu Santo modele nuestro corazón, guiar nuestra alma y derramar sus dones y sus gracias, para conducirnos hacia un camino de santificación.

Una vez cimentadas nuestra conciencia, vol
untad e inteligencia por la Gracia, los cristianos necesitamos una formación espiritual sólida, firme y segura, que nos proporcione las herramientas necesarias para tomar un camino de madurez

En él, creceremos día a día, reflejaremos en nuestra vida el mensaje de Jesucristo de forma integral, así como el amor a Dios y al prójimo, mediante la búsqueda del bien, la verdad y la belleza.
La formación espiritual nos dará una mayor profundidad en nuestra relación con Dios, a través de la oración, la lectura de la Palabra, el discernimiento de la fe, la comprensión y aceptación de la doctrina y el seguimiento de los sacramentos.

Una buena sugerencia para em
pezar, es buscar guía y dirección espiritual en un sacerdote o en un consagrado. Pero, además y sobre todo, en la Eucaristía, en la Palabra de Dios, en el Magisterio y la Tradición de la Iglesia.

Entonces comenzaremos una vida coherente con Cristo y, con el tiempo, llegaremos a asemejarnos a Él.

Elementos de vida cristiana

Una vida cristiana coherente implica que asimilemos algunos de los elementos imprescindibles y que se adquieren con una correcta formación espiritual:

Sentido sagrado
Descubrir la presencia de Dios en nuestra vida. 

Tomar conciencia del sentido sagrado de nuestra existencia y comprender para qué hemos sido creados. 

Ver todo con los ojos de Dios.

Mostrar a Dios la debida adoración, humildad, agradecimiento, recogimiento, etc.

Oración

Entablar un diálogo íntimo con Dios y meditar lo que nos suscita.

Recurrir a Él de forma natural, en actitud de agradecimiento por sus dones, y especialmente, por su amor infinito. 

Pedir lo que conviene, no lo que deseamos. 

Orar individualmente y en familia. 

Y hacerlo continuamente. 

Sacramentos

Comprender el sentido de los sacramentos como signos de la gracia, como acciones de Dios, no como meros ritos o símbolos. 

Vivirlos como la presencia real de Cristo, que actúa en nuestra alma, iluminándola, fortaleciéndola, vivificándola. 

Vivir la Eucaristía como centro de la vida del cristiano, como fuente de gracias inagotables. 

Sagrada Escritura

Conocer la Sagrada Escritura, Palabra de Dios viva en nuestro día a día.

Profundizar en el contacto con Jesús y sus enseñanzas a través del Evangelio.

Tomar conciencia de que aplica a nuestra vida, hoy y ahora.

Alimentarnos con frecuencia de la Palabra, dedicando tiempos a leer en familia, en pareja, a orar y meditar en comunidad.

Catequesis

Aprender las verdades fundamentales de nuestra fe a través del Catecismo, el Magisterio, las encíclicas de los santos padres, libros de espiritualidad, etc., para llegar a conocer mejor a Dios y, por tanto, a amarle más. 

Aprender de las vidas de santos, ejemplos vivos de hombres y mujeres que se entregaron heroicamente en la práctica de las virtudes, que amaron a Dios y a las almas, hasta dar su vida por ellos, que abandonaron fortuna, casa y la propia libertad, para proclamar la Buena Nueva.

Lucha y sacrificio

Pelear contra las tentaciones y los enemigos de nuestra alma: mundo, demonio y carne.

Realizar pequeños sacrificios y renuncias, para disponer nuestra alma para el combate por la santidad y fortalecer el ánimo para la lucha. 

Mantener a raya nuestras tendencias al egoísmo, la soberbia y la sensualidad mediante una exigente y continua práctica de la mortificación cristiana.

Todos nuestros sacrificios, unidos a los de Nuestro Señor en la Cruz y ofrecidos por las almas, son fuente de conversión y de redención para ellas. 

Ofrecer nuestros dolores, tribulaciones, sufrimientos físicos o morales como reparación del terrible mal del pecado que tanto ofende al Corazón de Jesús.

Apostolado y Espíritu evangélico

Descubrir a Cristo en nuestro prójimo, especialmente en el que está más necesitado.

Motivarnos a dar, a ayudar, a preocuparnos, a servir, a orar por otros. 

Ofrecer nuestro tiempo, nuestras capacidades, nuestro dinero para formar un corazón generoso. 

Dar testimonio de Dios en nuestra vida.

Hablar, insistir, predicar con el ejemplo el verdadero espíritu total y radical del Evangelio, sin minimizarlo, ni suavizarlo.

Presentar el ideal cristiano tal cual es. 

No permitir que el conformismo, el relativismo y el buenismo penetren en la vivencia de nuestra fe, haciéndonos caer en un catolicismo “light” y falto de sentido sobrenatural. 

No dejar que una idea errónea de lo que es la fe católica se apodere de nuestro pensamiento.

Virgen María

Y por último, ponernos en manos de Nuestra Madre, la Virgen Santísima.

María es el camino más perfecto, seguro y fácil para llegar a Jesucristo.

Consagrarnos a su Inmaculado Corazón y formar parte de su familia como "hijos de la luz".

Dejar en sus manos nuestros dones y miserias, nuestros talentos y problemas para que Ella los maneje con su mano sin mancha.

Pedirle innumerables y continuas gracias para que así, podamos ser dignos hijos de Dios.