"He combatido el buen combate,
he concluido mi carrera,
he conservado la fe;
sólo me queda recibir la corona merecida,
que en el último día me dará el Señor, justo juez;
y no sólo a mí, sino también a todos los que esperan con amor su venida."
Saulo de Tarso, fariseo conocedor de la Ley Mosaica y las escrituras hebreas, difundió la muerte y el terror entre los seguidores de Cristo. Fue un cruel perseguidor de la Iglesia de Cristo.
Pablo, alma inquebrantable y, a la vez, atormentada tras su conversión hasta el final de sus días, es el ejemplo de cómo Dios puede transformar a una persona llena de odio en otra llena de amor. Unió su profunda teología a una auténtica vida de combate evangelizador.
La verdadera transformación ocurre cuando tenemos un encuentro personal con Cristo: es entonces cuando su amor nos abrasa, su misericordia nos sana y su gracia nos colma.
Y esto es lo que le ocurrió a Pablo. Tras su encuentro con el Señor, pasó de perseguidor a evangelizador, de quitar vidas a dar vida, del odio al amor, del rencor al agradecimiento, del resentimiento a la gracia.
Dios hace grande lo pequeño
Las actitudes de los que odian y persiguen son el orgullo, la vanidad y la hipocresía. Son personas de corazón impuro, que no quieren entregarse a Dios y cuya única preocupación es ser más que los demás. Su rencor está puesto en los demás y su amor, en ellos mismos.
Saulo significa "el grande" y Pablo "el pequeño". Saulo era "grande" a ojos de los hombres. Sin embargo, cuando se hizo "pequeño" a los ojos de Dios, el Señor transformó su corazón de odio en corazón de amor, hizo de lo pequeño algo grande.
Dios obra así: hace grande lo pequeño, enaltece al humilde y fecunda lo estéril. Y es que Dios siente predilección por lo pequeño, lo humilde, lo pobre. Entonces derrama toda su gracia. A Dios creemos darle todo pero en realidad, le damos nuestra pequeñez, para que obre grandezas; le damos nuestra nada para que Él la convierta en Todo.
Yo lo tengo claro, el propósito de esta vida es tener un encuentro con Cristo, conocerle y tomar una decisión: elegirle o rechazarle. Amar u odiar.
Si le elegimos, nos hará vivir una vida plena. Viviremos en Cristo, moriremos en Cristo, resucitaremos en Cristo.
La conversión implica un cambio de mentalidad y de pensamiento pero, aún más importante, un cambio de comportamiento, de actitud, de vida.
Misericordia
Todo...absolutamente todo es perdonado por Dios. No existe ningún pecado que no pueda ser perdonado por Dios.
Él jamás nos dice: "culpa", "vergüenza","venganza", "justicia", vete y muere. Dios sólo te dice: "Te amo, te quiero, ven a mi y vive". Dios nos ama antes de nuestro pecado, durante nuestro pecado y después de nuestro pecado. Dios tiene un corazón de misericordia inagotable, un corazón de amor infinito.
El hombre, cuando sufre, se conforma con llenar sus manos con un poco agua, que tarde o temprano, resbala por sus dedos hasta que desaparece mientras que Dios nos ofrece un océano infinito de inagotable misericordia.
Amor
Una maldad terrible reina en este mundo. Este mundo no sabe nada del amor. La oscuridad se propaga por todos lados. Nosotros tenemos el imperioso mandato de Cristo de llevar la luz, el amor y la paz a este mundo en tinieblas.
Pero no podemos devolver mal por mal (Romanos 12, 17-19). La única manera de vencer al mal es hacer el bien. El amor es el único camino: un amor que sufre, un amor que escucha y sirve a los demás, que no es orgulloso ni se jacta, que espera y que no envidia, que no busca su interés, que no se irrita, que se regocija en la verdad, que no lleva cuenta del mal, que todo lo excusa, que todo lo cree, que todo lo soporta (1 Corintios 13, 4-7).
Ese amor, ese camino no es otro que Cristo. Sufrió, escuchó y sirvió a los demás. Jamás se jactó o vanaglorió sino que siempre esperó y confió en el Padre. No buscó nunca su interés ni su voluntad sino la del Padre. Se regocijó siempre en la verdad y nunca llevó cuenta del mal. Todo lo perdonó, todo lo excusó, todo lo creyó y todo lo soportó.
Nuestra vida no comienza con odio. De niños no tenemos odio, somos inocentes como palomas. Cuando crecemos mentimos, creamos división, controversia y odiamos.
Gracia
Dios se complace en transformar a hombres llenos de pasión, ira y odio extremo en hombres llenos de sabiduría, amor y paz extremos. Y todo es por su Gracia. Cuando el pecado sobreabunda, la Gracia sobreabunda.
Nadie está fuera del alcance de la Gracia de Dios. No importa quien seas o lo que hagas, no importa donde has estado o con quien. Lo importante es reconocerse pecador y que sin la Gracia de Dios nada somos, nada podemos hacer.
No importa lo que estemos pasando, no importa lo que estemos sufriendo. Debemos mantener la esperanza y la confianza en nuestro Señor. Llegado el momento, por la Gracia, reunirás las fuerzas necesarias para hacer lo correcto.
La persecución pone a prueba la fe. Cada uno debe decidir por si mismo. No podemos reparar la falta de fe de otros pero con nuestra fe podemos guiarles.
En resumen, debemos nacer a una nueva vida regida por el amor, la gracia y la misericordia. Una nueva vida donde no hay lugar para el odio, el mal o la desesperanza. Una vida en unión con Dios y con el prójimo.