¿QUIÉN ES JESÚS?

La vida de Jesús siempre ha suscitado preguntas a lo largo de los últimos dos mil años.

¿Cómo pudo un carpintero que fue ejecutado por los romanos convertirse en el hombre más famoso de la historia?
¿Fue Jesús alguien verdaderamente real?
¿Cómo puede Dios ser un hombre al mismo tiempo?
¿De qué manera podría esto tener algún sentido para mi vida?

Estas son algunas preguntas, pero aquí tienes un espacio para formular las tuyas.
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sábado, 10 de abril de 2021

EZEQUIEL 37: UN VALLE REPLETO DE HUESOS SECOS

"Y cuando abra vuestros sepulcros 
y os saque de ellos, pueblo mío,
 comprenderéis que soy el Señor. 
Pondré mi espíritu en vosotros y viviréis; 
os estableceré en vuestra tierra 
y comprenderéis que yo, el Señor, 
lo digo y lo hago" 
(Ezequiel 37,13-14)

El libro profético de Ezequiel nos ofrece un lenguaje directo y duro, pero también rico en símbolos, imágenes y visiones. Una de estas visiones se encuentra en el capítulo 37 en la que el profeta Ezequiel, "llevado por el espíritu" (como Juan en el Apocalipsis), ve un inmenso valle repleto de huesos secos.

Sólo "en espíritu" somos capaces de ver y entender las cosas espirituales, el propósito del Dios Vivo, la voluntad del Creador. Ezequiel observa un gran osario lleno de huesos sin carne, sin tendones, sin piel, sin nervios. Es decir, se encuentra con una multitud de seres sin esperanza, sin vida, sin actividad. Todos los que allí se encuentran se han alejado de Dios, están "muertos". 

Esta visión de una inmensidad de huesos secos de Ezequiel 37 tiene una secuencia sincronizada en Apocalipsis 3,14-22, en la que Juan escucha lo que dice el ángel de la Iglesia de Laodicea. Esos huesos secos son los mismos cristianos que no necesitan nada, los que no son ni fríos ni calientes... los tibios. 
Esos huesos secos son "muertos espirituales" que necesitan "comprar oro acrisolado" al fuego, es decir, necesitan purificarse y enriquecerse. 

Necesitan vestir su desnudez con las "vestiduras blancas", es decir, necesitan carne, tendones y piel, o lo que es lo mismo, ser santos. 

Necesitan el "colirio" del Señor para que puedan ver, es decir, necesitan la guía del Espíritu Santo. Y eso es lo que hace Dios: nos reprende y nos corrige. Nos llama a la conversión. Y lo hace porque nos ama.

Volviendo a Ezequiel, Dios le pregunta: "Hijo de hombre: ¿podrán revivir estos huesos?" Y él contesta: Señor, Dios mío, tú lo sabes". En efecto, sólo Dios puede devolver la vida, sólo Él puede hacer que algo reviva.

Aunque para los judíos esta visión simboliza la restauración del pueblo y la reconstrucción del Templo, es decir, la resurrección espiritual de Israel, para los cristianos simboliza la resurrección de Jesucristo y la reconstrucción del Templo vivo. Y con ella, nuestra resurrección a una nueva vida, a un nuevo Espíritu, a un nuevo Cuerpo: la Iglesia de Cristo.

Cristo me llama y me dice: "Hueso seco, levántate y anda". Pero ¡cuántas veces la sequedad de mi alma me hace oponer resistencia al movimiento! ¡cuántas veces la pereza, la falta de carne, de tendones y de piel, me impide levantarme y andar! ¡cuántas veces mi falta de valentía, de perseverancia y de espíritu me lleva a dejar a Dios de lado!
Sólo el Espíritu de Dios es capaz de suscitar en mí los dones necesarios para vencer mi tibieza, mi aspereza y mi dureza de corazón en los momentos de sequía espiritual. 

Sólo la Palabra de Dios puede fortalecer mis huesos, suavizarlos y recubrirlos de carne, de tendones y de piel para que pueda levantarme y andar. 

Sólo la santidad que el Señor me ofrece puede revestir mi desnudez para presentarme ante su poderosa presencia.

Para Dios no hay causas perdidas. El Señor nos quiere a todos a pesar de nosotros. Quiere que todos nos salvemos. Quiere salir a nuestro encuentro, recibirnos, abrazarnos y llenarnos de su aliento para que todos lleguemos a ser santos y perfectos como lo es Él. 

Y para conseguirlo, necesito ser dócil a su Espíritu, obediente a su Palabra y estar dispuesto a ser todo aquello a lo que me llama. Necesito dejar que mis huesos sean recubiertos por su gracia: necesito resucitar.



JHR

miércoles, 23 de octubre de 2019

TIBIOS Y MEDIOCRES


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"Conozco tus obras: no eres ni frío ni caliente.
Ojalá fueses frío o caliente.
Pero porque eres tibio,
y no eres ni frío ni caliente,
te voy a vomitar de mi boca"
(Apocalipsis 3, 15-16)



En España, hay personas que viven sin pena ni gloria. Me refiero a los católicos tibios y mediocres, los pecadores más pusilánimes y negligentes.

Su morada es la antesala del infierno que Dante describe en su Divina ComediaNo tienen cabida en el cielo, porque no hacen nada bueno, ni parecen tenerla en el infierno, porque no hacen nada malo. Sencillamente, ¡no hacen nada!

Son personas que se jactan de tener una "mente abierta"; tanto que, como decía Chesterton, se les cae el cerebro. Son partidarios del "todo vale"; tanto que, cambian misericordia por tolerancia, fe por sentimiento, caridad por "buenismo", verdad por progresismo.

S
u luz opaca y su sal sosa les impide poder transformar ni convertir a nadie; su fe inerte les impide ser fecundos ni fructíferos. No pueden recibir la Gracia porque no defienden los derechos de Dios, ya sea por indiferencia o por cobardía.

Viven adormecidos en una falsa tranquilidad, anestesiados en una paz artificial, aletargados en una existencia sin sustancia. El Señor está a su puerta y llama, pero ellos no le abren porque no necesitan nada. 

Huyen del compromiso porque creen tener suficiente y sólo quieren conservar lo que ya tienen. Su fe no aumenta, sino que retrocede. No son melancólicos ni apocados, sino rebeldes que no actúan y que consienten el mal. Con su omisión, sólo buscan hacer su propia voluntad y rechazan la de Dios.

Rehuyen la Cruz, el sacrificio y el compromiso cristianos. No quieren "problemas". Huyen de la responsabilidad y la culpa. "Con ellos no va la cosa"No mueven un dedo ni dan un paso adelante si la situación no les atañe directamente. Buscan el consuelo fácil, su comodidad y la de los suyos. 
Resultado de imagen de tibiEZA ESPIRITUAL
Tienen un alma lánguida y pacata, una voluntad perezosa y sin brío, un corazón sin fuego y sin vigor porque Dios no está en ellos. Han elegido "mundanizarse" y no se comunican con Dios, porque nunca rezan.

Se consideran
 supervivientes natos. Se han "mundanizado", es decir, se han amoldado al mundo, al pensamiento dominante, al relativismo de nuestro tiempo. Quieren quedar bien con todos. Pretender servir a dos amos.

No se hacen las preguntas correcta
s. En lugar de preguntarse, ¿qué quiero yo de Dios? deberían preguntarse ¿qué quiere Dios de mí? En lugar de cuestionarse ¿soy capaz de ser un buen cristiano? deberían cuestionarse ¿estoy dispuesto a serlo?

Un católico tibio y mediocre es aquel que:
- cuelga el Rosario en el retrovisor del coche como amuleto pero nunca lo reza.
- lee el horóscopo pero nunca la Palabra de Dios.
- practica yoga pero nunca la oración contemplativa.
- lleva a sus hijos a un colegio católico pero nunca a una iglesia.
- vota a partidos "liberales" que defienden el aborto y la ideología de género.
- "está" en misa pero no la "vive".
- se llama católico pero cuestiona la doctrina de la Iglesia de tanto "mandamiento y pecado".
- se llama cristiano pero su seguimiento a Cristo no es exigente.
- necesita una religión pero no tiene fe.
- celebra fiestas paganas y 
disfraza a sus hijos pero no les enseña a rezar.
- defiende la ecología pero no ve a Dios en la creación.
- se confiesa por rutina y se limita a cumplir.

- no acepta consejos ni correcciones.
- sirve sólo en público para ser visto.
- excusa a sus enemigos pero rara vez defiende a sus amigos.

jueves, 1 de marzo de 2018

ENFERMOS DE MUNDANALIDAD: ALZHEIMER ESPIRITUAL

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"No améis al mundo ni lo que hay en el mundo. 
Si alguien ama al mundo, el amor del Padre no está en él." 
(1 Juan 2,15)


El mundo intenta desesperadamente seducirnos porque su "dueño" es el "padre de la seducción", el Diablo. Y lo hace con la misma sutileza con la que ha venido haciéndolo desde que el hombre fue creado, desde Adán y Eva. 

Actúa como un virus que nos "contagia" como a incautos, que nos "engatusa" como a insensatos, que nos enferma el cuerpo, el alma y el espíritu. Un virus con múltiples "cepas", que adopta muchas formas, según el tipo de personas u organismos en los que se instala. 


Es una enfermedad que no vemos venir y que llega sin darnos cuenta. Un mal que entra suavemente, educadamente, sutilmenteUna afección no aparente, que no se exterioriza. Por fuera todo parece correcto, todo parece bien, todo parecen "sepulcros blanqueados" (Mateo 23,27).

Un trastorno que toma posesión de nuestras actitudes, de nuestros principios y valores, de nuestras mentes, corazones y almas

Es así como enfermamos de mundanalidad, como "tonteamos con el Diablo" y nos convertimos en cristianos con "alzheimer espiritual", en cristianos tibios, en cristianos mundanos que tratan de crear un "mix" entre el espíritu del mundo y el espíritu de Dios. Como si fuera posible servir a dos señores...(Mateo 6,24).

Según el Papa Francisco, los dos principales síntomas de la mundanalidad en la Iglesia son:
  • Fe subjetiva y fascinada por el gnosticismo. Personalizada en aquellos que buscan una experiencia exclusivamente personal, a través de conocimientos o razonamientos que les iluminen, que les den seguridad y les reconforten, "encerrándoles en la inmanencia de su propia razón o de sus sentimientos”. Genera  una auto-complacencia subjetiva. 
  • Neopelagianismo autorreferencial y prometeico. Personalizada en aquellos que “solo confían en sus propias fuerzas y se sienten superiores a otros. Genera un elitismo narcisista y autoritario, que analiza, clasifica y margina a otros, además de un afán obsesivo por el control, dificultando el fluir del Espíritu Santo y la Gracia de Dios. 

Desde nuestra enferma alma "mundanalizada", se desvirtúa la fe católica. Seguramente podemos rezar de vez en cuando, seguramente podemos ir a misa de vez en cuando, seguramente podemos hacer muchas cosas...Seguramente...De vez en cuando...

El Papa Francisco afirma también que “la mundanalidad espiritual, que se esconde detrás de apariencias de religiosidad e incluso de amor a la Iglesia, es buscar, en lugar de la gloria del Señor, la gloria humana y el bienestar personal” (Evangelii Gaudium 93).

Enfermos de mundanalidad, es cuando, con una cierta apariencia de espiritualidad, ponemos toda nuestra confianza en nosotros mismos, en las cosas, en las organizaciones, en los planes y proyectos, en el mundo...olvidándonos de ponerla en el Señor y en su Gloria. 

Resultado de imagen de abuso de poderInfectados de mundanalidad, es entonces cuando buscamos nuestra propia vanagloria, nuestro propio reconocimiento, o alguna forma de poder o beneficio económico, material, cultural, intelectual, espiritual, religioso, etc. 

Asfixiados de mundanalidad, es entonces cuando nos "damos de baja" de Dios. Es entonces cuando nuestra mente se hace la "remolona" con las cosas de Dios y es incapaz de distinguir la realidad; cuando se nos hace imposible distinguir lo bueno de lo malo, lo que es de Dios y lo que es del mundo.

Es entonces cuand
o perdemos la conciencia de la realidad, cuando caminamos en tinieblas y creamos un mundo artificial hecho por y para nosotros, una oscuridad hecha a nuestra medida que pretendemos llamar "fe cristiana".



Resultado de imagen de mundanalidadEs entonces, cuando nuestra alma se halla postrada en un estado de pereza, cuando nuestra conciencia permanece anestesiada y nuestro espíritu, en estado de somnolencia

Es entonces, cuando nuestro egoísmo se disfraza de languidez deseando hechos extraordinarios, buscando milagros espectaculares, anhelando "subidones espirituales" que se quedan en nada, o justificando nuestra fe a través de los sentidos

Es entonces, cuando nos enemistamos con Dios (Santiago 4, 4), cuando apelando a nuestra debilidad, pretendemos dictarle a Dios cómo deben ser las cosas, decirle que está equivocado o, sencillamente, decirle que "no"

Es entonces cuando nuestra voluntad se da por vencida y se abandona en manos de la soberbia, la vanidad y el orgullo. Y tras éstos, cae en picado hacia todo el abanico de los demás pecados. Precisamente aquí, es cuando el Adversario cree que ha vencido.

Sin embargo, no todo está perdido. Hay solución!!!

Imagen relacionadaEs tan fácil como volver la mirada al más poderoso antídoto contra la mundanalidad: Jesús. Nuestro Señor, con su excelso y abnegado amor, nos susurra: “Sin mí no podéis hacer nada” (Juan 15, 5), “El que me sigue no camina en tinieblas” (Juan 8, 12). 

Por tanto, caminemos junto a Él, con su poderosa ayuda, iluminados por su luz, imitando su "despojamiento" de toda mundanalidad.

Estemos alerta y vigilantes, junto a Él, en el mismísimo Getsemaní, orando sin cesar al Padre. Aunque sudemos sangre!!!

Neguémonos a nosotros mismos, tomemos nuestra cruz y sigámosle porque...

No hay Resurrección sin Cruz


sábado, 30 de diciembre de 2017

BILLETES FALSOS

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"Examinaos a vosotros mismos a ver si estáis firmes en la fe; 
poneos vosotros mismos a prueba. 
¿No reconocéis que Jesucristo está en vosotros? 
A ver si es que no superáis la prueba." 
(2 Corintios 13, 5)

Cuando vas a pagar en algún establecimiento con un billete, la dependienta primero, lo pasa por una máquina para asegurarse de que es verdadero. Si es falso, la máquina lo rechazará y entonces será un billete sin valor.

¿Cómo detectar que un billete falsificado? 


Tocándolo: El papel de los billetes tiene un tacto característico. Hecho con fibras de algodón, el papel es resistente, un poco áspero y con cierto relieve perceptible si se rasca con la uña. 

Resultado de imagen de deteccion de billetes falsosMirándolo: Al mirar un billete al trasluz se pueden apreciar tres elementos de seguridad fáciles de reconocer: la marca de agua (al colocar el billete sobre una superficie oscura, las zonas claras se oscurecen), el hilo de seguridad (una banda oscura en el que se ve la palabra euro y el valor del billete) y el motivo de coincidencia (trazos discontinuos en ambas caras que se complementan y forman la cifra del billete en una esquina). 

Girándolo: Al girar o inclinar un billete se observa la imagen cambiante de la banda holográfica, que alterna su valor y el símbolo del euro sobre un fondo multicolor.

Al igual que el dinero falso, existen falsificaciones de cristianos. Son personas que hacen alarde de una actitud de auto-justificación o de un comportamiento "cara a la galería", pero si exponemos sus corazones a la luz de Cristo, vemos que carecen de valor. No han comprendido bien la vida radical a la que Jesús nos llama. 

Durante su vida en la tierra, Jesús encontró a menudo cristianos falsificados: los fariseos se hacían pasar por hombres de Dios, justos y seguidores comprometidos, pero Jesús los pasaba por la maquina de billetes falsos: los tocaba, los miraba y los daba la vuelta.

Jesús en Mateo 7, 20-24 nos descubre cuál es la máquina para conocer los cristianos falsos, "Por sus frutos los conoceréis. No todo el que me dice: ¡Señor! ¡Señor!, entrará en el reino de Dios, sino el que hace la voluntad de mi Padre celestial. Muchos me dirán en aquel día: ¡Señor! ¡Señor!, ¿no hemos profetizado en tu nombre, y en tu nombre hemos arrojado a los demonios y hecho muchos milagros en tu nombre? Entonces yo les diré: 'Nunca os conocí. Apartaos de mí, agentes de injusticias'. El que escucha mis palabras y las pone en práctica se parece a un hombre sensato que ha construido su casa sobre roca."

Ante la máquina anti-falsificación, que es Jesús (la Verdad Encarnada), las obras y los frutos, y no tanto las palabras, dejarán a la luz qué "billetes" son verdaderos y cuáles falsos.

Entonces ¿Cómo detectar a un cristiano falsificado?

He aquí algunos "billetes" falsos de la Iglesia:

El "cumplidor" 

Algunos creen que con el simple hecho de acudir a misa cada domingo, basta. E incluso se sienten más culpables por perderse una misa que por no servir al prójimo. Y es que les han educado en una religión donde la asistencia a misa era lo que definía a uno como católico.  Les hicieron creer (o lo malinterpretaron) que para ser un buen cristiano, no se podía faltar a misa el domingo, que la sola presencia en un edificio el domingo era más importante que los actos fuera del mismo el resto de la semana. 

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Así que la mayoría de domingos van a su parroquia, escuchan misa, comulgan, y a casa. Fuera de ella, se limitan a "cumplir" y cualquier parecido con un cristiano auténtico es simple coincidencia.

Si valoramos más la asistencia a misa que amar a los demás, es que no hemos entendido nada. 

Jesús lo explicó muy claramente cuando dijo que la Ley se resume en dos mandamientos: amar a Dios y amar a tu prójimo. Podemos ser personas de comunión diaria y, al mismo tiempo, estar lejos de Dios. Dios no valora la asistencia a misa, ni siquiera todo aquello que hagamos por la Iglesia. Lo que Dios valora es el amor hacia Él y hacia los demás.

El "sabelotodo" 

Algunos confían más en la Ley que en el propio Jesús. Se parecen bastante a los fariseos: Les han enseñado a que es más importante conocer y cumplir los 10 mandamientos y las normas del Catecismo para salvarse que la propia fuente de la salvación: Jesús. 

Si pensamos que el conocimiento y cumplimiento de los mandamientos por sí solos nos hacen cristianos, es que no hemos entendido nada.  

En Juan 5,39-40 Jesús nos dice: "Estudiáis cuidadosamente las Escrituras, pensando encontrar en ellas la vida eterna; ellas testifican de mí. ¡Y no queréis venir a mí para tener vida!"

Resultado de imagen de fariseosNi el Catecismo ni siquiera la Biblia son más importantes que Jesús (entiéndase bien). Recitar los Mandamientos o el Credo, memorizar el catecismo o conocer el orden de los libros de la Biblia es genial, pero eso solo no basta. 

Los fariseos memorizaban la Ley (Torá) y los libros del Pentateuco (o libros de Moisés), pensando que su conocimiento los hacía justos, y sin embargo, Jesús les dijo que su conocimiento era inútil puesto que sólo inflamaba sus egos y los cegaba ante el mismísimo Salvador, de forma que ni le reconocieron.

El objetivo del Catecismo, de la Ley y de la Biblia es Jesús. Todos hablan sobre Él. Adelante, medita la Biblia y cumple el Catecismo. Genial!!! Memoriza los libros de la Escritura. Bien!!. Pero esas cosas no te dan puntos extras ante Dios.

Recuerda que los cristianos del primer siglo, no tenían Biblia ni Catecismo. No tenían escritos sobre Jesús. Escucharon un mensaje de amor, lo interiorizaron y lo pusieron en práctica.

El "justificador" 

Algunos preguntan a menudo si esto o aquello está bien, si algo es pecado o no. Y aunque realmente lo saben, lo hacen con una sola intención: dejarse tentar.

Imagen relacionadaPreguntan porque coquetean con el mal y quieren auto-justificarse. 

Buscan para confesarse un sacerdote que les diga lo que quieren oír. Y si no, buscan a otro.

Son falsos cristianos que quieren una fe fácil, cómoda y a la medida de sus necesidades. 

Buscan una espiritualidad poco exigente que, evidentemente, está muy lejos de la "cruz" que debemos cargar para seguir a Cristo.

El "rencoroso" 

Algunos creen que es lícito guardar rencor contra alguien, si ese alguien les ofende lo suficiente: los falsos cristianos creen que no siempre hay que perdonar.

Resultado de imagen de cristianos hipócritasRezan el Credo y dicen: "...como también nosotros perdonamos a quienes nos ofenden", pero no lo cumplen. Depende de la ofensa, deciden si perdonan o no. Exigen a Dios perdón pero ellos no lo dan.


No se trata de minimizar el daño experimentado ante una ofensa sino de imitar el ejemplo de Jesús cuando fue insultado, vejado y vituperado. Después de los hombres clavaran al hijo de Dios en la cruz y se burlaran de él, Jesús alzó la vista y dijo: "Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen" (Lucas 23,34).


Si Dios puede perdonar a los hombres por burlarse de él, ¿cómo no vamos a perdonar cualquier ofensa o herida que nos causen? No es fácil pero no podemos llamarnos cristianos si no le imitamos y nos negamos a perdonar.

El "acusador" 

Algunos piensan que un cristiano nunca debe codearse con nadie que no sea cristiano, que un católico no debe mezclarse con los que no "cumplen" ni con los que no "creen". En otras palabras: señalan con el dedo a otros y los acusan de pecadores.

Sin embargo, a menudo, Jesús se juntaba con recaudadores de impuestos, hablaba con prostitutas, tocaba a personas enfermas (impuras para los judíos) y comía con personas "señaladas" por la sociedad.
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En la cultura judía, tocar personas enfermas le convertía a uno en inmundo. Pero a Jesús no pareció importarle. Él estaba más preocupado por sanar física y espiritualmente a las personas que por mantener una reputación acorde a la época.

Yo creo que si Jesús estuviera aquí hoy, pasaría más tiempo en los bares con los borrachos,  en los albergues con los pobres o en las oficinas del paro con los desamparados, que en los edificios de la iglesia.

Todo este punto se centra en su comprensión de la santidad. En el Antiguo Testamento, la santidad equivalía a separación. Los israelitas no podían casarse con personas de otras naciones. No podían llegar a acuerdos con ellos. No podían mezclarse con otros.

Cuando Jesús vino, cambió esta mentalidad. se trataba de comprometerse. El mejor cristiano es el que sigue a Jesús involucrándose como hacia Él, comprometiéndose con los demás, con el objetivo de sanarlos y restaurarlos.


El "señorito" 

Algunos piensan que la madurez cristiana se trata más de cuánto se aprende que de lo que hace.


Imagen relacionadaLa noche anterior a la crucifixión, Jesús se reunió con sus discípulos para disfrutar de una última cena. Al acabar, Jesús cogió una palangana, una toalla y comenzó a lavar los pies de sus discípulos. 

A menos que entendamos la cultura judía, nos perderemos la naturaleza escandalosa de lo que estaba sucediendo aquí. El lavado de pies era un trabajo sucio reservado para los esclavos más bajos. Jesús, en esencia, se hizo más humilde que la persona más baja de la sociedad.


Jesús no sacó una pizarra y resumió sus enseñanzas. Él no cuestionó a sus discípulos. Él no dijo nada. En cambio, se humilló a sí mismo. En este momento, vemos la síntesis del mensaje de Jesús. Cada sermón. Cada curación. Cada conversación. Todo se resume con esto ... lavar los pies a otros. Convertirse en un servidor.

Si quieres apuntarte al mundo a Jesús, deja de hablar sobre normas, teología, etc. Deja de decirle al mundo cuánto sabes. Ponte de rodillas y comienza a servir.

Hay un slogan publicitario que desafía a las personas a ponerse en acción que dice: "¡Levántate!". Sin embargo, el slogan de un cristiano es muy distinto: no se trata de levantarse. Se trata de abajarse, de humillarse, de servir a los demás.

Cuidado con las personas a las que les gusta hablar mucho pero que odian servir. Los cristianos espiritualmente maduros no son siempre los más elocuentes ni los más sabios. Los que más se parecen a Jesús son los que se ponen "manos a la obra" y colocan las necesidades de los demás por encima de las suyas.

Todo el mensaje cristiano se resume en esto: ama
 a Dios y ama a tu prójimo. 

El mensaje que Jesús vino a grabar en nuestros corazones de piedra fue "Ama a Dios con todo tu corazón, con toda tu mente y con toda tu fuerza", y "regala el amor de Dios a cada persona que te encuentres".

lunes, 11 de diciembre de 2017

LA TIBIEZA, UNA PELIGROSA ENFERMEDAD

"La tibieza es una cierta tristeza, 
por la que el hombre se vuelve tardo 
para realizar actos espirituales 
a causa del esfuerzo que comportan" 
(Santo Tomás de Aquino)

La tibieza es la enfermedad contagiosa y asintomática más peligrosa de la vida espiritual de un cristiano, sea obispo, sacerdote, religioso o laico. Por desgracia, la Iglesia está infectada de tibieza y por ello, enferma.

Es un mal que se da en personas que buscaron a Dios con sinceridad, pero que por haber caído en la rutina, por falta de fortaleza, perseverancia…, poco a poco perdieron “el amor del principio” (Apocalipsis 2,4). 

Almas que en un principio se entregaron sin reservas, luego perdieron la luz del Amor, abandonaron la búsqueda de la santidad y fueron cayendo progresivamente, primero en la tibieza y luego en el pecado.

La tibieza no es un sentimiento ni un estado afectivo ni un melancólico decaimiento, sino una actitud voluntaria, una decisión consciente, un rechazo deliberado de abandonarse a Dios y seguir hasta el final su voluntad.  No en vano, Dios es duro y firme con ella: "Conozco tus obras: no eres ni frío ni caliente. Ojalá fueses frío o caliente. Pero porque eres tibio, y no eres ni frío ni caliente, te voy a vomitar de mi boca." (Apocalipsis 3,15-16).

La tibieza aparece por una dejadez prolongada de la vida interior y consiste en un relajamiento o pereza espiritual que quiebra la voluntad y elude el esfuerzo.

La tibieza se aloja en el corazón del que ha caído en la insensibilidad espiritual, la indiferencia ante el bien y quien tiene desdibujado a Cristo en su vida

Un cristiano tibio "está de vuelta", es un "alma cansada", un "corazón hastiado" en el empeño por mejorar y buscar la santidad, se siente incapaz de reaccionar contra el pecado y sucumbe a él.

La tibieza nace por la falta de constancia en el amor y es el resultado de caer en la rutina espiritual, en el desánimo, en la pérdida de las fuerzas para mantenerse activo

Es un proceso que comienza casi sin darse cuenta, en el que la conciencia se va apagando poco a poco, hasta llegar a un punto en el que ya no alerta, en el que todo lo justifica, en el que ya sólo se ve la propia conveniencia. 
El tibio adopta una pereza consentida, un rencor mantenido, una irregularidad que arraiga en él de forma permanenteSu vida espiritual y su fe son cómodas y "a la medida". Perdido el ardor espiritual inicial, se conforma con el “yo no mato ni robo”, pero olvida que vivir la fe no consiste en no hacer nada malo, sino en “buscar la santidad”.

No debemos confundir tibieza con sequedad espiritual:
  • La tibieza es fruto de la desgana o el desaliento para seguir por el camino que Dios nos ha trazado. Produce una aridez culpable del espíritu ante las cosas de Dios, que podría haber sido evitada. La tibieza es estéril y dañina pues se deja llevar por el sentimiento.
  • La sequedad espiritual es permitida por Dios para fortalecer nuestro espíritu, para ayudarnos a madurar, purificar nuestra alma y llevarnos a una mayor unión con Él. La verdadera piedad es fructífera y buena pues se deja llevar por la inteligencia, iluminada y ayudada por la fe. Con ella se obtiene la voluntad decidida de servir a Dios, con independencia de nuestros estados de ánimo y circunstancias.

¿Cómo saber si hemos caído en la tibieza?

1.- Desaliento

Cuando no se hacen las cosas como se debe, la voluntad se debilita, el amor pierde su fuego, la llama de la fe se apaga y se cae en la indiferencia, que lleva irremediablemente al desaliento, el primer paso hacia la tibieza.

La persona que cae en el desaliento piensa que eso de luchar por la santidad no es para él; quizá para almas elegidas, pero Dios no le llama a él para tanto. “No hay que ser exagerados”, piensa el tibio. Se auto-convence de que no ha nacido para ser santo.


El tibio sufre un error de perspectiva, pues es incapaz de ver el amor de Dios tal cual es; lo único que ve, es lo difícil que es cumplir con ese amor. Al comprobar la alta exigencia de la vida cristiana, se acomoda y "tira la toalla"

Esto ocurre porque se mira la cruz desde abajo, desde la dificultad y con una visión humana. Sin embargo, vista desde arriba, desde el punto de vista del amor divino, la cruz se ve como el gozo perfecto, y morir a uno mismo no sólo ya no parece tan difícil, sino que se convierte en un anhelo.

2.- Relajamiento espiritual

El espíritu del tibio se relaja y todo le da igual. Todas las cosas que antes le ilusionaban, ahora ya no tienen interés. 

Su mirada esta puesta en los atractivos modelos mundanos, en las ideas novedosas que invitan a tomar actitudes y comportamientos de menor exigencia y que, además, suelen estar alejados del ideal cristiano.

3.- Conformismo

El paso siguiente es el conformismo, que se produce cuando se aceptan valores, actitudes y comportamientos del mundo.

La vida sacramental y la oración se vuelven aburridas y pesadas; se considera una pérdida de tiempo pues no se saca nada de ellas. Es por ello que se posponen, dando prioridad a otras actividades aparentemente más “útiles”. Las prácticas de piedad quedan vacías de contenido, sin alma y sin amor. Se hacen por rutina o costumbre.

4.- Superficialidad

Se siente una desafección por hacer cosas que antes llenaban el corazón de satisfacción: la oración, los sacramentos, el apostolado, las buenas obras, el cumplimiento de los deberes del católico. 

De repente, le empiezan a llamar mucho más la atención las amistades superficiales, la diversión, el ocio…. En una palabra, se cambia el esquema de valores cristianos y se sustituye por otro menos valioso, más cómodo y más atractivo.

5.- Egoísmo

Se pierde la generosidad y se afronta la vida con una visión utilitaria y práctica. Aparece el egoísmo: sólo vale lo que aporta beneficio, comodidad, placer o satisfacción personales.

Es frecuente ver en la persona tibia una hiperactividad, motivada más por la necesidad de sobresalir, por buscar el aplauso o la medalla, que no por un deseo de hacer el bien.

6.- Huida del esfuerzo

La persona que cae en la tibieza huye de todo aquello que pueda suponer esfuerzo o sacrificio. 

Busca éxitos rápidos que además no exijan mucho trabajo. El mero hecho de pensar que tiene que sacrificarse, le espanta.

7.- Aceptación deliberada del pecado venial

El alma tibia acepta el pecado venial con toda tranquilidad, sin preocupación; conoce su maldad, pero como no llega a ser pecado mortal, vive con una paz aparente, considerándose buen cristiano, sin darse cuenta de la peligrosidad de tal conducta, ya que es el detonante del pecado mortal.

De la tibieza del espíritu nacen muchos pecados veniales, de los que apenas se da uno cuenta, pues poco a poco se van extinguiendo la luz del juicio y la delicadeza de la conciencia. 

El examen de conciencia desaparece, o se hace con ligereza y sin prestar atención. De ese modo se va amortiguando el miedo al pecado mortal.

Remedios contra la tibieza

No es fácil salir de un estado de tibieza, pues el espíritu ha quedado tan debilitado y deforme que es preciso echar mano de la gracia de Dios para que espolee la conciencia y el corazón, para que arranque de nuevo con brío el “motor” de la vida espiritual. 

Hay que volver a andar por el camino de la conversión, de la superación, de la perfección; y al mismo tiempo, desandar todo aquello que las fue entibiando.

1.- Volver a Dios

La tibieza no tiene otra solución que Dios mismo. Es decir, sólo la gracia de Dios le hará salir de ella
Si la persona que ha caído en la tibieza tiene buena disposición para salir de la misma, Dios iluminará su mente para que sea capaz de darse cuenta del estado de su alma y al mismo tiempo, le dará las fuerzas necesarias para que lo pueda hacer. 

La esencia de la tibieza y su gravedad consiste en que el alma se encuentra cómoda consigo misma, no quiere cambiar; es por ello que salir de la tibieza se requerirá una “nueva conversión” a Dios y un “abandono” de todo ese estilo de vida que le fue enfriando progresivamente.

2.- Volver a amar como se amó

Para salir del “letargo” espiritual es preciso proponerse pequeñas metas para lograr que ese amor arda de nuevo. Volver al origen, al encuentro personal con Cristo resucitado que nos espera a la puerta de nuestro corazón.

La Sagrada Escritura nos recuerda: “Date cuenta, pues, de dónde has caído, arrepiéntete y vuelve a tu conducta primera.” (Apocalipsis 2,5).

3.- Volver a la oración, a los sacramentos y a los valores cristianos


Es recomendable volver a una vida de oración y de sacramentos más asiduas y continuas, para lograr reencontrarse con Dios, y dejar caer esa venda que impide verle con claridad.

Las personas tibias necesitan llevar una vida más ordenada, priorizada según la escala de esos valores cristianos, alterados o cambiados por la tibieza. Volver a educar ese alma, haciéndole ver que en la vida hay muchas cosas, pero unas tienen más importancia que otras. 

4.- Hacer una buena confesión

Una buena confesión ha de estar precedida de un diligente, serio y profundo examen de conciencia. Acercándose a Dios y pidiéndole luz para entrar dentro de la propia conciencia y descubrir los males que la corroen.

Hecho esto, es menester acercarse al confesonario con humildad y arrepentimiento para abrir el corazón al sacerdote. Exponer con detalle lo que pasa y al mismo tiempo, pedirle a Dios que ilumine al confesor para curar este mal. 

Por otro lado, una confesión frecuente bien hecha es el mejor remedio para salir de la tibieza y no volver a caer en ella.

5.- Buscar dirección espiritual

Dado que la enfermedad es muy grave, pues podría ser mortal, es conveniente acudir a un director espiritual que le acompañe en el camino de reinserción con Dios. Y por supuesto, ser humilde y dócil a sus consejos. 
La tibieza es una enfermedad que se contrae poco a poco y serán muchos los “puntos” que habrá que cambiar antes de que el alma se sienta otra vez sana y vigorosa.

Lo importante para salir de la tibieza no es llenarse de prácticas espirituales; es mejor limitarse generosamente a aquellas que se puedan cumplir cada jornada, con ganas o sin ganas. Esas obras, hechas de nuevo sin rutina y con amor, le llevarán a recuperar el ardor del amor.

Y no olvidar nunca que durante todo el camino de vuelta, siempre está la Virgen Santísima y a Todos los Santos, acompañando y cuidando. Algunos de éstos últimos también pasaron por el “trance” de la tibieza, pero con valentía, amor y gracia salieron adelante.

En otro articulo anterior, hablamos de la necesidad urgente que tiene la Iglesia de "santos” y de cómo tanto Benedicto XVI como Francisco piden nuevos santos que salven a la Iglesia de la profunda crisis por la que ahora atraviesa.

¡Abandonemos la tibieza! ¡Busquemos la santidad!

Aunque no lo creamos, Dios nos lo pone fácil para ser santos. Porque además es lo que Él quiere que seamos. Y para Dios, nada es imposible.

lunes, 27 de julio de 2015

"CRISTIANO SÍ, PERO....."





"El que no está conmigo está contra mí, 
y el que no recoge conmigo desparrama" 

(Mateo 12,30; Lucas 11,23)


Jesús nos advierte de las "medias tintas", de la tibieza del alma: Ser un "cristiano tibio" es una contradicción: o eres cristiano o eres tibio.

Ser un cristiano a medias, un "cristiano sí, pero ..." es del todo imposible. Seguir a Cristo es un camino que no admite duda, o le sigues o no.

Es inviable "recoger" y "desparramar" a la vez, de la misma manera que una mujer, no puede estar un "poco embarazada", un hombre no puede estar un "poco casado" o un cadáver, estar un "poco muerto". Así, como tampoco se puede ser un "poco cristiano".

Los tibios forjan "una fe a la medida", "a su manera, a su comodidad", "sin mucha exigencia", rebelándose contra “el estilo divino”, optan por "caprichos espirituales” y prefieren guiar sus vidas alejados de la voluntad de Dios. 



No se consolidan dentro de la Iglesia, no forman parte del cuerpo de Cristo, no se comprometen, no son capaces de abrir la puerta de su corazón para que Jesús entre, le piden condiciones a Dios: "sí, pero...así"; "sí, pero a mi manera"; "sí, pero cuando me venga bien, cuando tenga un rato, cuando acabe lo que tengo que hacer..."

Conocen a Dios pero no lo involucran en sus vidas; hacen todo con sus propias fuerzas. Saben lo que tienen que hacer pero no lo hacen porque siguen su propia agenda. 


Su prioridad no es Dios, andan tan enredados y absortos en "sus cosas" que abandonan "las de Dios" y si luego, "tienen tiempo", ya pensarán en dedicarle tiempo.

Miden su moral con los "ojos del mundo", no con los de Dios. Anhelan estar en el bautizo y en el funeral, "en misa y repicando", en el reino de Dios y en el mundo. Aman al prójimo pero no como a sí mismos. sirven a Dios pero con excusas y restricciones de tiempo, dinero, energía y compromiso.

Utilizan la fe cuando les interesa, pero no la viven ni la disfrutan. Su modo de vida les gusta y no quieren ser transformados. Son infelices y están perdidos en la queja, su corazón se envenena porque su rutina no les deja disfrutar de su vida; el estilo de Dios no va con ellos, no les interesa.