¿QUIÉN ES JESÚS?

La vida de Jesús siempre ha suscitado preguntas a lo largo de los últimos dos mil años.

¿Cómo pudo un carpintero que fue ejecutado por los romanos convertirse en el hombre más famoso de la historia?
¿Fue Jesús alguien verdaderamente real?
¿Cómo puede Dios ser un hombre al mismo tiempo?
¿De qué manera podría esto tener algún sentido para mi vida?

Estas son algunas pero queremos que nos cuentes las tuyas.
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jueves, 27 de abril de 2023

UN CAMINO DESDE EL SINAÍ AL TABOR

"Mira, hago nuevas todas las cosas"
(Ap 21,5)

El monte Sinaí, también llamado monte Horeb, es citado en el libro de Éxodo y en 1 Reyes. Allí, Moisés y Elías permanecieron cuarenta días y cuarenta noches orando

El monte Tabor, también llamado monte de la Transfiguración, es citado en los evangelios sinópticos de Mateo, Marcos y Lucas. Allí, aparecen también Moisés y a Elías, que representan la Ley y los Profetas, cuyo cumplimiento es la manifestación gloriosa de Jesucristo.

En ambos montes se produce una teofanía: Dios se manifiesta. En el Sinaí, para preparar al hombre a la participación de la vida divina, y en el Tabor, para realizar un nuevo acto de creación a su imagen y semejanza en "Su Hijo amado", el nuevo Adán, por el que "diviniza" al hombre y por el que le revela definitivamente su deseo de comunión con él. 

En el Sinaí, el hombre no podía ver a Yahvé pero Dios se muestra a través de la alianza que hace con Moisés, la Torá. 

En el Tabor, el hombre puede ver a Dios, que se muestra en el rostro glorioso de Cristo, la plenitud de la Ley. Tanto Moisés como Jesús bajan del monte porque tienen una misión divina que cumplir.

El camino del Sinaí al Tabor es el camino del Éxodo a la Pascua definitiva, el camino del Antiguo Testamento al Nuevo Testamento, el camino del Dios escondido en las tinieblas humanas al Dios revelado en la luz divina, el camino del desierto al nuevo Edén. 

Nosotros, también hemos de recorrer el Sinaí para alcanzar el Tabor. Un camino de preparación y purificación, de introspección reflexiva, de oración, penitencia y limosna. 

La vida terrenal no es sino un camino cuaresmal que tiene que pasar indefectiblemente por la Cruz para alcanzar la gloria de la resurrección.

No hay atajos ni comodidades. Dios nos quiere "en movimiento", nos quiere "activos" para no estancarnos, nos quiere cargando nuestras cruces a imitación suya. 

Se nos muestra en toda su gloria para que le contemplemos por un momento y tomemos aliento, pero no quiere que lleguemos antes de tiempo, no quiere que nos conformemos con un "poco" de Él. Dios quiere darse a nosotros completamente, a su tiempo y mucho más de lo que nos imaginamos.

Por ello, nos insta a seguir caminando a su lado, a seguir cruzando el desierto de nuestra existencia junto a Él, aunque a veces, no le reconozcamos, con una meta: alcanzar el monte de la vida eterna. 

Nos invita a seguir conociéndole a través de su Palabra, que nos muestra su plan de salvación, pero no se conforma sólo con que nos formemos un concepto "pensado" o "teórico" o "histórico", o incluso "mágico" de quién es Él. 

No quiere que nos conformemos con un cristianismo de "sentimientos", de "levitación" ni de "éxtasis". Eso sería como plantar nuestra tienda, ponernos cómodos y tumbarnos a descansar. Eso sería buscar nuestra propia gloria y no la suya. Eso sería conformarnos con "muy poco"...o mejor dicho, con "nada".

Dios nos exhorta a "bajar" a tierra firme para seguir caminando; a la seguridad de su Iglesia para seguir meditando las respuestas que nos da ante nuestros interrogantes; a la comunidad donde seguir discerniendo cuál es su voluntad para cada uno de nosotros.

Ya no hay Tabor. Ya no hay ciudad santa ni templo. Jesucristo lo ha hecho todo nuevo. El encuentro con el Resucitado ya no es un lugar geográfico ni hierofánico. Es un espacio de intimidad donde humanidad y divinidad confluyen y se relacionan.

Antes de que lleguemos a su corazón y a su gloria, el Señor se anticipa. Hace como que sigue su camino pero realmente lo que desea es entrar en nuestro corazón que conoce perfectamente, en la profunda intimidad de nuestra alma que anhela salvar. 

Sólo si le invitamos a entrar, entrará y cenará con nosotros (Ap 3,20). Y entonces, podremos reconocerle cada día "al partir el pan".

miércoles, 17 de febrero de 2021

CUARESMA: PREPARACION AL PARTO CRISTIANO

"Como la embarazada cuando le llega el parto
se retuerce y grita de dolor,
así estábamos en tu presencia, Señor:
concebimos, nos retorcimos, dimos a luz…
Anda, pueblo mío, entra en tus aposentos
y cierra la puerta detrás de ti" 
(Isaías 26,17-18 y 20)

Hoy, miércoles de ceniza, comienza la Cuaresma, un camino de preparación interior para la Pascua, en el que los cristianos "entramos en nuestros aposentos", en la profundidad del alma, y "cerramos la puerta", al ruido exterior.

Ayer, desnudo en el oasis del Edén, el hombre "concibe" el pecado y la muerte, al dejarse seducir por un falso Esposo: "Mucho te haré sufrir en tu preñez, parirás hijos con dolor, tendrás ansia de tu marido, y él te dominará (Génesis 3,16)

Ahora, vestida de sol en el desierto de Judea, la Iglesia, Esposa fiel del Cordero, está "encinta" gestando una nueva vida, fruto del amor del Esposo verdadero: "Una mujer vestida del sol, y la luna bajo sus pies y una corona de doce estrellas sobre su cabeza; y está encinta, y grita con dolores de parto y con el tormento de dar a luz (Apocalipsis 12,1-2)

La cuaresma es la preparación al parto cristianoes un estado preliminar a la inminencia del dolor y del sufrimiento en el momento del alumbramiento. La cuaresma es maduración e introspección, reflexión y meditación, respiración y discernimiento...es abstinencia generosa, es penitencia alegre, es oración confiada. 
La cuaresma es un desierto purificador, donde recibimos el maná del cielo, la Eucaristía, mientras sudamos en el polvo de nuestra humanidad: "Comerás el pan con sudor de tu frente, hasta que vuelvas a la tierra, porque de ella fuiste sacado; pues eres polvo y al polvo volverás" (Génesis 3, 19).

La Cuaresma son los cuarenta días de lucha contra las tentaciones, los cuarenta días de "diluvio purificador", los cuarenta años de peregrinación. Allí, nos "desembarazamos" de lo material, de lo humano y de lo temporal, nos preparamos interiormente para "alumbrar" al ideal de hombre pensado por Dios y nos abandonamos al poder redentor de nuestro Señor. 

Se acerca la hora del parto, el trance de la Pasión de la cruz. Estamos preocupados, ansiosos y apurados porque llega el dolor y el sufrimiento del parto, pero sabemos que no hay nacimiento sin parto, no hay gracia sin desgracia, no hay vida sin muerte, no hay luz sin cruz"La mujer, cuando va a dar a luz, siente tristeza, porque ha llegado su hora; pero, en cuanto da a luz al niño, ni se acuerda del apuro, por la alegría de que al mundo le ha nacido un hombre. (Juan 16,21).
Gritamos mientras nuestras fuerzas desfallecen, nuestros pensamientos se convulsionan, nuestros corazones desmayan y nuestros deseos se retuercen, presas del terror pecaminoso. Estupefactos, nos miramos el uno al otro, pero con los rostros encendidos de esperanza. Llega el día del Señor para probarnos, convertirnos y extirpar el pecado: "Dad alaridos: el Día del Señor está cerca, llega como la devastación del Todopoderoso. Por eso los brazos desfallecen, desmayan los corazones de la gente, son presas del terror; espasmos y convulsiones los dominan, se retuercen como parturienta, estupefactos se miran uno al otro, los rostros encendidos. El Día del Señor llega, implacable, la cólera y el ardor de su ira, para convertir el país en un desierto, y extirpar a los pecadores" (Isaías 13,6-9).

Nuestras entrañas se estremecen a causa del daño original, la angustia nos horroriza por lo que vemos alrededor, la ausencia de Dios en el mundo nos retuerce el alma. Pero nuestra esperanza se refuerza por lo que escuchamos en Su presencia poderosa, mientras nos arrodillamos ante el altar. 

Nos sobresaltamos por el atardecer que cubre de oscuridad la tierra, mientras nuestra fe nos conduce a preparar la mesa, ante la inminente llegada del Novio: "Por eso mis entrañas se estremecen, angustias de parto se apoderan de mí, me retuerzo por lo que escucho, me horrorizo por lo que veo. Mi corazón vacila, me domina el terror,  el deseado atardecer se me ha convertido en sobresalto. ¡Preparad la mesa, extended los tapices: a comer y beber!" (Isaías 21,3-5).
El desierto preparatorio no es un castigo sino una llamada a la conversión del corazón. La cólera del Señor no es una condena sino una salida de toda esclavitud y el ardor de la ira de Dios no es una sanción sino un camino depurador hacia la libertad de la Tierra Prometida.

Jesucristo nos suplica "Salid de ella, pueblo mío" (Apocalipsis 18,4). Salimos de la ciudad al campo, de la comodidad urbana a la inquietud rústica. Hacemos ayuno, penitencia y oración para huir de las tentaciones y recibir la recompensa prometida, para ser liberados y rescatados de las manos de nuestros enemigos: "Vas a salir de la ciudad, vas a vivir en el campo. Irás hasta Babilonia y allí serás liberada; allí te rescatará el Señor de las manos de tus enemigos" (Miqueas 4,10).

Éramos estériles, pero ahora germinamos en la buena tierra, esperando la hora para gritar de júbilo la resurrección de Cristo"Alégrate, estéril, la que no dabas a luz, rompe a gritar de júbilo, la que no tenías dolores de parto, porque serán muchos los hijos de la abandonada; más que los de la que tiene marido" (Gálatas 4,27).
Nos vestimos con el "morado" penitencial y litúrgico a la espera de que nuestro Señor nos cambie esa indumentaria por las vestiduras "blancas" de su gloria. Sufrimos, expectantes ante el nacimiento de una nueva humanidad gozosa y alegre, que ha sido reconciliada con el sufrimiento de Cristo como testimonio de un amor fecundo.

Ningún dolor es comparable a la gloria que se nos manifestará en la resurrección de nuestro Salvador y que nos traerá nuestra redención: "Pues considero que los sufrimientos de ahora no se pueden comparar con la gloria que un día se nos manifestará. Porque la creación, expectante, está aguardando la manifestación de los hijos de Dios; en efecto, la creación fue sometida a la frustración, no por su voluntad, sino por aquel que la sometió, con la esperanza de que la creación misma sería liberada de la esclavitud de la corrupción, para entrar en la gloriosa libertad de los hijos de Dios. Porque sabemos que hasta hoy toda la creación está gimiendo y sufre dolores de parto. Y no solo eso, sino que también nosotros, que poseemos las primicias del Espíritu, gemimos en nuestro interior, aguardando la adopción filial, la redención de nuestro cuerpo" (Romanos 8, 18-23).

JHR

domingo, 22 de marzo de 2020

UNA CUARESMA MUY ESPECIAL

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El Señor es mi pastor, nada me falta:
en verdes praderas me hace recostar,
me conduce hacia fuentes tranquilas
y repara mis fuerzas. 

Me guía por el sendero justo,
por el honor de su nombre.
Aunque camine por cañadas oscuras,
nada temo, porque tú vas conmigo:
tu vara y tu cayado me sosiegan. 

Preparas una mesa ante mi,
enfrente de mis enemigos;
me unges la cabeza con perfume,
y mi copa rebosa. 

Tu bondad y tu misericordia me acompañan
todos los días de mi vida,
y habitaré en la casa del Señor
por los años sin término. 
(Salmo 22, 1-3a. 3b-4. 5. 6)

Hoy es el IV domingo de Cuaresma y el segundo de esta cuarentena forzosa. Ocho días llevamos confinados en casa y, por momentos, se hace dura la convivencia en un espacio reducido, porque las noticias que escuchas no son esperanzadoras, porque la incertidumbre de la situación no te da tranquilidad y sobre todo, porque te das cuenta de lo que hace una semana tenías y ahora, te falta.

Dios sabrá por qué. Él nunca abandona a sus hijos. Mi confianza está puesta en su Divina Providencia que no desampara jamás a sus criaturas y mi seguridad, en la certeza de que todo sucede por el bien de los que aman a Dios.

Una Cuaresma muy especial que me impide acudir a la Iglesia a diario y recibir los sacramentos. Mi corazón está apenado porque no puedo comulgar ni confesar sacramentalmente.  Sólo mi confianza y mi fe en Dios me levantan el ánimo cada día y me invitan a la paciencia, a la perseverancia, a la contrición, al arrepentimiento y a la conversión. Porque me falta mucho por recorrer...

Resultado de imagen de cuaresma 2020 en cuarentenaUna Cuaresma muy particular, en la que, de una forma más intensa y real (quizás con mayor obligación que otras ocasiones), rezo para dar gracias a Dios por mi salud y la de los míos, y pedirle por los que no la tienen, ayuno para privarme, forzosa y voluntariamente, de las cosas que habitualmente realizo y hago penitencia para, confinado en casa con los que más quiero, velar por el bien común y el propio, y que ofrezco como sacrificio. 

Una Cuaresma muy singular que me entristece el corazón por las terribles noticias que veo y escucho en los medios de comunicación; por las situación de colapso que viven muchas personas que trabajan por nuestra salud y bienestar; por todas las personas que están angustiadas, que sufren y que mueren, incluso solas; por este momento lleno de renuncias y de ofrendas, pero idóneo para atender la llamada de Dios y volvernos a Él, con el corazón contrito y arrepentido, sabiéndonos  insignificantes, frágiles y vulnerables.

Una Cuaresma muy purificadora que me invita a buscar con anhelo una unión más estrecha con Dios en oración, a procurar una mayor cercanía con Él, a encontrar resguardo y guía en su Palabra, a pedirle una mayor confianza y una fe más firme, y así poder experimentar su misericordia y sentirme muy amado por un Padre que nos cuida y nos protege. 

Una Cuaresma muy peculiar que me propone un espacio que habitualmente, por falta de tiempo, de oportunidades o de "ganas", paso por alto. Un ámbito muy cercano donde poder entrenar y trabajar con más ahínco mi caridad y mi coherencia cristianas. Una tierra propia donde nadie es profeta. Me refiero a mi familia. 
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Una Cuaresma muy particular para seguir asistiendo diariamente a los sacramentos, Eucaristía y Confesión, aunque sea espiritualmente, online y a distancia. Desde la intimidad de mi casa o desde la profundidad de mi corazón hago propósito de enmienda, para cambiar todo aquello de mi carácter, de mis pensamientos o de mis actos que me impide ser un cristiano auténtico y conforme a la voluntad de Dios.

Una cuarentena para recapacitar sobre todas las cosas que doy por hecho y que ahora me faltan como la salud, el trabajo, el bienestar... y que son regalos de Dios, no derechos míos. 

Una cuarentena para reflexionar sobre las personas a las que critico y juzgo porque ponen su confianza en el hombre y no conocen a Dios, y rezar por su conversión...porque también son hijos de Dios y no enemigos míos.

Una cuarentena para meditar sobre las intenciones con las que me propongo cambiar la forma en que la vivo mi vida, para cambiar la forma en la que trato a mi familia, para cambiar la forma en la que me relaciono con los demás...porque es la voluntad de Dios y no la mía.

Una cuarentena para pensar más en los que sufren, en los que están solos, en los que menos tienen, en los que más necesitan, en los que son más vulnerables, en los que están enfermos y procurar su bien, dando la vida por ellos. No hay amor más grande.

Una cuarentena para, más que aplaudir, proclamar:

"Creo, Jesús mío,
que estás real
y verdaderamente en el cielo
y en el Santísimo Sacramento del Altar. 

Te amo sobre todas las cosas
y deseo vivamente recibirte
dentro de mi alma,
pero no pudiendo hacerlo
ahora sacramentalmente,
ven al menos
espiritualmente a mi corazón.
Y como si ya te hubiese recibido,
te abrazo y me uno del todo a Ti. 

Señor, no permitas que jamás me aparte de Ti."
 Amén
(San Alfonso María de Ligorio)