¿QUIÉN ES JESÚS?

La vida de Jesús siempre ha suscitado preguntas a lo largo de los últimos dos mil años.

¿Cómo pudo un carpintero que fue ejecutado por los romanos convertirse en el hombre más famoso de la historia?
¿Fue Jesús alguien verdaderamente real?
¿Cómo puede Dios ser un hombre al mismo tiempo?
¿De qué manera podría esto tener algún sentido para mi vida?

Estas son algunas pero queremos que nos cuentes las tuyas.
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jueves, 10 de noviembre de 2022

DIOS NO PIDE RESULTADOS SINO FIDELIDAD

"
Bendito quien confía en el Señor 
y pone en el Señor su confianza. 
Será un árbol plantado junto al agua,  
que alarga a la corriente sus raíces; 
no teme la llegada del estío, 
su follaje siempre está verde; 
en año de sequía no se inquieta, 
ni dejará por eso de dar fruto" 
(Jr 17,7-8)

Vivimos en un mundo resultadista, volátil y deshumanizado que obliga a que cualquier actividad humana gire en torno a la especulación y los cálculos, a la búsqueda desesperada del éxito y el beneficio. 

Nos pasamos la vida "invirtiendo", "calculando", "haciendo números", con el único propósito de "cosechar frutos", de obtener resultados, de ganar "dividendos"...y lo mismo ocurre, a veces, en la vida espiritual.

Cuando mi vida espiritual se convierte en activismo, dejo de "ser" para "hacer", confundo medio con fin, me pongo yo mismo al frente e impido que suceda lo importante: dejarme hacer por Dios. Es la tentación del "yo, a lo mío" o como decía Frank: "I do it my way".

Cuando mi vida espiritual se convierte en resultadismo, me pierdo los matices del camino, dejo de disfrutar del viaje, malgasto energías y descuido mi motivación profunda: dejarme guiar por Dios. Es la tentación del "fin justifica los medios" o como decía Gollum: "Mi tesoro".

Cuando mi vida espiritual se convierte en autosuficienciame separo del agua viva de los sacramentos y el árbol de mi fe se seca y no produce fruto: dejo de estar en presencia de Dios. Es la tentación del "yo puedo solo" o como decía Obama: "Yes, we can".

Cuando mi autosuficiencia me conduce por el activismo resultadista estoy más pendiente de "hacer" que de "dejarme hacer", de "buscar" que de "dejarme encontrar", de los "números" que de la "Letra" que me dice: "Te basta mi gracia: la fuerza se realiza en la debilidad" (2 Cor 12,9). O: "el que permanece en mí y yo en él, ese da fruto abundante; porque sin mí no podéis hacer nada" (Jn 15,5)

Solemos escuchar a menudo a otros cristianos rezar y pedir insistentemente a Dios por los resultados de "su" vida (salud, trabajo, familia, dinero...) o por el éxito de "su" actividad evangelizadora, o por los frutos de "su" retiro...

…es como pedirle al capitán de la barca que reme por nosotros, mientras nosotros nos encargamos de llevar el timón para apuntarnos el mérito de llegar a buen puerto.

...es como pedirle a nuestro padre que estudie por nosotros y nos haga los "deberes" (o el examen) para luego vanagloriarnos de una "buena nota" en el colegio.

La gracia de Dios que produce fruto no se recibe por los méritos ni se basa en los resultados, no trata de currículos ni de capacidades, no va de experiencia ni de veteranía. No se recibe sólo por el hecho de pedirla, ni tampoco porque Dios nos pida resultados...

Para dar fruto no tengo que hacer nadaNo tengo que pedir...tengo dar. Adoptar una actitud confiada y dócil junto a una disposición fiel para recibir la gracia y para saber utilizarla. 
Es hacer lo mismo que hacen las plantas, dirigirse al sol y buscar agua; es hacer lo mismo que hacen los esposos, ser fieles; es lo mismo que hacen los niños, confiar plenamente en su padre. Y nosotros somos los sarmientos de Cristo, la esposa y los hijos de Dios. 

Dice san Agustín: “El que te creó a ti sin ti, no te salvará a ti sin ti". Así es: Dios me ha creado con unos talentos que tengo que poner en funcionamiento, que tengo que poner a "rendir", que tengo que poner al servicio de los demás... "para la gloria de Dios, bien de las almas y mi propia santificación". 

Dios planta en mi la semilla de su Palabra, en mi corazón, en un encuentro con Cristo resucitado, en un retiro espiritual..pero la semilla necesita madurar a través de una vida eucatistia para dar fruto.

Se trata de confiar y no de exigir a Dios, de abandonarme a Su gracia y no de instrumentalizarla, de saberme débil y necesitado de Él; de poner las capacidades que me ha dado al servicio de los demás; y dejar que Dios haga el resto, o sea, todo. O dicho de otra forma: "dejar a Dios ser Dios".

Dios no necesita ser motivado ni interpelado por mí para que se produzca fruto. Es, más bien, todo lo contrario: soy yo quien necesita que Dios me motive para dar fruto. ¿Cómo lo hace? Amándome y esperando que me deje amar por Él. Sólo así maduraré y daré fruto.

lunes, 12 de octubre de 2020

DEJARSE MOLDEAR POR DIOS

"Señor, tú eres nuestro padre, 
nosotros la arcilla y tú nuestro alfarero: 
todos somos obra de tu mano" 
(Isaías 64,7)

Dios nos llama continuamente a ser humildes para pertenecer al Reino de los Cielos; a ser confiados para abandonarnos a su guía y ayuda; nos invita a ser dóciles para escuchar con atención las sugerencias que nos hace en su Palabra; nos anima a ser sencillos como niños para madurar y crecer en la fe; nos llama a ser santos, como Él es santo.

El Creador nos exhorta a dejarnos moldear por su Palabra, a dejarnos hacer por su Gracia, a dejarnos configurar por su Hijo...y sin embargo, ¡qué difícil es dejarse hacer! ¡qué complicado es ser dócil! ¡qué duro es nuestro corazón! 

El hombre, por autosuficienciase cree especialista y entendido en todo, piensa que la docilidad le convierte en una persona débil o pusilánime, y que no tiene necesidad de los consejos de Otro para solucionar, decidir y ejecutar las cosas, y lo hace siempre, según su propio criterio. Por el contrario, la docilidad ofrece obediencia y buena disposición para dejarse modelar.

El hombre, por orgullose considera libre e independiente de todo, cree que la humildad le transforma en una persona dependiente o influenciable, y no permite que Nadie, aunque domine y conozca mejor todas las cosas, tutele sus actos, y mucho menos, que se los corrija. Por el contrario, la humildad asume la debilidad y la fragilidad para dejarse hacer.

El hombre, por vanidad se considera capaz y apto para todo, considera que la sencillez le convierte en una persona sin carácter o inútil, y evita pedir ayuda, consultar o dejarse guiar por Quien conoce mejor el camino para hacerle llegar a su destino. Por el contrario, la sencillez aporta pureza y inocencia para dejarse configurar.

El hombre, por rebeldía, se cree capaz de modelarse, de crearse, de darse forma a sí mismo, y por eso, reclama libertad e independencia. El "barro" quiere negar la capacidad o incluso, la existencia del "Alfarero" para darle forma y propósito. Quiere ser su propio alfarero, quiere hacerse según su propia voluntad.

El proceso

Dios, nuestro Alfarero Creador, utiliza distintas técnicas durante el proceso de nuestra vida para que seamos santos

1-Preparación. Forma una masa con polvo (carne) y agua (espíritu): la arcilla (hombre). Manchando sus manos (Encarnación de Cristo), prepara y amasa la masa (apóstoles) para que sea homogénea (Iglesia), extrayendo las asperezas, impurezas y burbujas de su interior (oración). 

2-Modelado. Mezcla el barro con agua (Gracia) girando continuamente el torno (vida) para mantener la plasticidad (obediencia) y para evitar que aparezcan fisuras (unidad). 

3-Secado. Lo expone al aire (Evangelio) para que alcance dureza y consistencia (fe). 

4-Pulido. Le pasa una lija fina (sacrificios) y una esponja (bendiciones) para limar y pulir la forma (corazón). 

5-Horneado. Finalmente, la somete al fuego (purificación) en el horno a alta temperatura (pruebas)  donde adquiere su forma y valor definitivos

Sin embargo, a veces no dejamos que el Señor trabaje en nuestras vidas y le pedimos libertad e independencia. Él nos las otorga incluso, sabiendo que somos incapaces de gestionar lo que le exigimos... porque el artesano sabe que la arcilla no puede amasarse a sí misma, que en el torno puede deformarse y que en el horno puede romperse. 

Al apartarnos de Dios, nuestra fe se seca, nuestra voluntad se deforma y nuestro corazón se endurece. Para volver a moldearnos es necesario que el Alfarero rompa y quebrante la arcilla de nuevo...y eso es un proceso doloroso. 
Nuestra vida está en las manos de Dios, que quiere hacer de nosotros lo mejor… una vasija única, diferente, extraordinaria...y la quiere para llenarla con un tesoro, esto es, "el conocimiento de la gloria de Dios reflejada en el rostro de Cristo" (2 Corintios 4,7).

Seamos un buen barro, seamos maleables y dóciles a la Gracia, confiados y obedientes a la Palabra, dejémonos amasar, modelar y purificar por Dios y tengamos en mente la visión del resultado final: una vasija única que glorifique al Señor.

lunes, 5 de octubre de 2020

DESDIBUJANDO LA EVANGELIZACIÓN

"¡Qué necios y torpes sois 
para creer lo que dijeron los profetas!"
(Lucas 24,25)

Me preocupa ver cómo muchos díscipulos de Emaús, conversamos y discutimos el modo de revertir la situación que vivimos, con el propósito de seguir organizando retiros, cueste lo que cueste y pese a quien pese. 

Los métodos de nueva evangelización, cuando no se entienden o se tergivesan, suelen desdibujar la fuerza evangelizadora y mundanizar el poder del anuncio salvador al intentar evangelizar sin docilidad a la gracia, al rebelarse a la voluntad de Dios, al negar el protagonismo del Espiritu Santo, al dar más valor al medio que al fin, al pensar que todo es válido o al querer hacer las cosas "por nuestra cuenta"

Recurrimos a la "voluntad propia" para convencernos de que servir a Dios implica estar en un frenético activismo (que resulta "poco evangelizador"), con el que intentamos aplacar un desordenado ansia de espiritualismo que no conduce a ningún fruto. 

Apelamos a la "creatividad humana" como un elemento generador de resultados a nuestro gusto, como si Dios necesitara de nuestra originalidad para que sus "cepas" den uvas y buen vino. 

Si algo he aprendido en estos años sirviendo a Dios, labrando en su viña, es que yo me limito a trabajar cuando el Dueño me lo dice y lo único que está en mis manos es regar, abonar y cuidar la viña. El Señor es quien "crea", quien hace florecer y quien produce fruto. Dios no me pide estrategias empresariales ni campañas creativas...lo único que me pide es ¡Confianza! ¡Fe!
Por tanto, tratar de ser "creativos", tratar de ser "originales" se convierte en una peligrosa tentación que nos puede arrastrar a "querer ser como Dios" y a tratar de "crear cosas" al "modo del mundo". Nos puede llevar a que, queriendo evangelizar al mundo, terminemos "mundanizando el Evangelio". Y nosotros no somos "empresarios del Evangelio", ni "vendedores de cielo", ni "filántropos de la fe". Ni tampoco los "dueños de la viña". 

Por todo ello, Cristo nos recrimina nuestra actitud desconfiada, llamándonos ¡hombres de poca fe! ¡torpes y necios! Nos reprende porque no quiere "creativos" sino "cristianos santos". Nos llama la atención porque quiere motivarnos pero, sobre todo, quiere hacernos ver que su voluntad no siempre coincide con la nuestra.

En los momentos dificiles o de prueba, es importante que los cristianos mantengamos un diálogo constante con Dios Padre, una cercanía estrecha con Dios Hijo y una docilidad con Dios Espíritu Santo, para distinguir los signos de los tiempos y ver los problemas como nuevas oportunidades divinas.

Es entonces cuando Jesús nos dice: "Seguidme". Él va a la cabeza, Él es el Maestro y nosotros, sus seguidores: “No es el siervo más que su amo” (Juan 15,20). Por eso nos invita a ser dóciles al Parácito, a mirar todo con sus ojos,  a realizar su misión con una perspectiva más amplia, para darnos cuenta que su Gracia nos basta

Cristo no quiere que "hagamos la guerra por nuestra cuenta", como si fueramos "francotiradores". No se puede construir vida de Iglesia alrededor de un método o de un retiro, se construye alrededor de la Palabra, es decir, Jesucristo, presente en la Iglesia.
Por tanto, a lo que nos llama es a hacer comunidad, a "hacer Iglesia", a vivir lo que hemos visto y oído con nuestros hermanos, como hicieron los dos de Emaús, al volver a Jerusalén para contárselo a los apóstoles. 

En la comunidad es donde podremos establecer una relación más íntima con el Dueño de la viña y con el resto de los "sarmientos", dejándonos cuidar, y si hace falta, dejándonos "podar". 

En la Iglesia es donde podremos animarnos unos a otros, mantener la llama de la fe encendida, seguir creciendo y madurando, aunque no haya retiros, para que, cuando Dios quiera, demos fruto. 

En la comunidad es donde podremos discernir la voluntad de Dios, sin dudas ni malentendidos, lo que nos permitirá dar respuesta a nuestras ansiedades y desesperaciones. 

En la Iglesia es donde podremos formarnos como discípulos y así, convertirnos en apóstoles, para a evangelizar, de momento, en nuestros ámbitos más cercanos (familia, amigos, compañeros de trabajo, etc). 
En ocasiones, el viajero debe hacer un alto para tomar aliento, 
entrar en la "posada" para "beber y alimentarse",
"mirar el mapa" para tener una apropiada "visión del viaje"
y sólo así, volver a ponerse en camino,
con una mayor motivación, con una clara idea y con un renovado ánimo. 
Sólo así, los cristianos podremos ser luz y sal para el mundo, inspirando con nuestro ejemplo de vida, iluminando con nuestra fe coherente y con nuestro amor auténtico. 

Es momento para aprender, para formarnos, para preparnos. Y para eso debemos ejercitar lo que hemos aprendido: Escuchar...a Dios y a los demásLa escucha activa genera relación, confianza, amor...cuando confiamos, amamos. Y cuando amamos, nos motivamos. Y cuando estamos motivados rendimos más y mejor. Descubrir los talentos que Dios nos ha regalado a cada uno de forma individual y colectiva nos permitirá rendir más y mejor, es decir, amarle y darle mayor gloria

Ese es nuestro reto, esa es nuestra motivación: glorificar a Dios con nuestras vidas y así, santificarlas. Sólo así alcanzaremos nuestra máxima aspiración, nuestra más alta expectativa: el cielo.

La "empresa" de Dios requiere la mejor versión de sus trabajadores para cosechar éxitos en la edificación del Reino de los Cielos. 

Y nuestra mejor versión es la que Dios ha pensado, no la que nosotros creemos.

JHR