¿QUIÉN ES JESÚS?

La vida de Jesús siempre ha suscitado preguntas a lo largo de los últimos dos mil años.

¿Cómo pudo un carpintero que fue ejecutado por los romanos convertirse en el hombre más famoso de la historia?
¿Fue Jesús alguien verdaderamente real?
¿Cómo puede Dios ser un hombre al mismo tiempo?
¿De qué manera podría esto tener algún sentido para mi vida?

Estas son algunas preguntas, pero aquí tienes un espacio para formular las tuyas.
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domingo, 30 de mayo de 2021

BUSCADORES DE FELICIDAD

"Dichoso el que, con vida intachable, 
camina en la ley del Señor; 
dichoso el que, guardando sus preceptos, 
lo busca de todo corazón; 
el que, sin cometer iniquidad, 
anda por sus senderos" 
(Salmo 119,1-3)

No creo que exista nadie en este mundo que no dedique su vida a la "búsqueda de la felicidad", o, al menos, que no apele a su derecho a ser feliz. Sin embargo, buscar la felicidad no significa conseguirla, como tampoco desearla supone, en sí mismo, alcanzarla de forma automática. 

Pero antes de desearla o de buscarla, es necesario saber en qué consiste la verdadera felicidad para saber cómo llegar a ella. Y para ello es preciso hacerse la preguntas correctas: ¿cuál es el sentido de mi vida? ¿para qué estoy en el mundo? ¿cuál es la vocación a la que estoy llamado?

Nuestra sociedad ha confundido (o mejor dicho, ha transformado) el concepto eterno de felicidad con el cortoplacista del hedonismo. El mundo trata de ofrecer pequeñas recompensas temporales a corto plazo que nos hacen creer vivir una felicidad que evita el dolor y el sufrimiento pero que no es más que aparente, efímera e irreal. 

La felicidad no tiene límites ni espaciales ni temporales y pertenece a la categoría del ser no a la del tener ni a la del aparentar. No es un objeto de consumo que se pueda comprar, vender o subastar. No es fortuna, salud, dinero, poder, sexo, éxito fácil, placer o vida fácil...tampoco ausencia de frustración o dificultades, ni tampoco eficacia, agitación o hiperactividad. La felicidad no es hacer lo que uno quiere sino querer lo que uno hace.

El principal enemigo de la felicidad es el Diablo que nos pone trampas para confundirnos y engañarnos, ofreciéndonos un reflejo deformado de nuestra auténtica vocación a la felicidad: ansiedades y proyecciones negativas, envidias y celos, perfeccionismos y altas expectativas, culpas y miedos, narcisismos y victimismos... 

Se trata de señuelos inteligentemente urdidos por el Enemigo para hacernos sentir que somos indignos, que no damos la talla, que siempre nos falta algo...

Desde la ciencia
Desde el punto de vista científico, la felicidad es el resultado de la acción de determinadas hormonas. 

La dopamina es la hormona (del placer) que nuestro cerebro segrega en situaciones agradables a través de cinco receptores situados en la misma zona, alimentando los sentimientos de deseo, motivación y recompensa, que nos hacen repetir aquellas conductas que nos proporcionan placer, creando una cierta adicción y que se relacionan con el "recibir".
La serotonina es la hormona (de la felicidad) que segrega señales de bienestar a todo el cerebro a través de catorce receptores distintos. A diferencia del placer, la felicidad no es adictiva, dura mucho más tiempo, y está relacionada con el "dar". Mientas que para la felicidad estar bien es suficiente, para el placer nada es suficiente.

Desde la razón
Desde el punto de vista racional, el placer es como un letrero llamativo de "Stop", en medio del camino, que nos seduce y nos embelesa, que nos "vende" la satisfacción inmediata para que nos detengamos y nos olvidemos de nuestra búsqueda de la felicidad auténtica, de la plenitud, esto es, de Dios.

El hedonismo es una droga adictiva, de consumo sencillo y fácil de encontrar que nos ofrece satisfacciones intensas e inmediatas pero breves y fugaces, que siempre nos deja vacíos e insatisfechos, y que nos obliga a buscar más y en mayor cantidad. Pero no es felicidad.

Desde la fe
Desde el punto de vista espiritual, el hombre actual se ha convertido en un adicto al placer y cuando no lo encuentra, cae en la depresión y en el desánimo, otra terrible tentación de Satanás con la que ataca todas las virtudes en conjunto. 

El Enemigo de Dios siempre disfraza la mentira de impresión, de sensación, de emoción, de pasión, y camufla la esclavitud con una falsa idea de libertad. 
Sin embargo, la Palabra de Dios nos regala una guía de la felicidad en las Bienaventuranzas (Mateo 5,1-13), Lucas nos dice que no existe felicidad en una vida que busca "recibir" en lugar de "dar" (Hechos 20,35), y el rey David nos dice que feliz es quien lleva una vida intachable, quien cumple los preceptos de Dios y sigue sus senderos (Salmo 119,1-3). 

El mundo nos dice que la felicidad está en la riqueza material. Sin embargo, Jesús dice que felices son los pobres de espíritu, los que reconocen su pequeñez y su necesidad de Dios.

El mundo nos dice que la felicidad está en el placer y  la ausencia de sufrimiento. Sin embargo, Jesús nos muestra que se llega al cielo a través de la cruz y el dolor, en la entrega total por los demás.

El mundo nos dice que la felicidad está en el poder y en los propios logros. Sin embargo, Cristo nos dice que los mansos y humildes heredarán la tierra.

El mundo nos dice que la felicidad está en la abundancia y en la tenencia de bienes. Sin embargo, Jesús nos dice que los que tienen hambre y sed de justicia serán saciados.

El mundo nos dice que la felicidad está en la falta compasión con los demás. Sin embargo, Jesús nos dice que los misericordiosos serán perdonados.
Dice San Agustín que "Dios es fuente de nuestra felicidad y meta de nuestro apetito, Aquel que da respuesta a todos nuestros interrogantes y sentido a toda nuestra existencia". Frente a la inmediatez del placer que nos ofrece el mundo, Dios nos brinda la eternidad de la felicidad. 

Personalmete, puedo afirmar que soy un buscador de la felicidad...lo que no significa que mi vida esté exenta de contratiempos e imprevistos, incluso de pérdidas y renuncias, de dolores y sufrimientos. Soy consciente de que el camino a la felicidad no es siempre recto, que está lleno de curvas y de tropiezos, de subidas y de bajadas. 

Mi felicidad no depende de lo que posea, de lo que me ocurra o de cómo me levante...depende de mi propósito de vida, que es buscar continuamente a Dios, en la certeza de Él está junto a mi, recorriendo a mi lado mi camino existencial. Se trata de ver a Dios en cada acontecimiento, en cada instante, en cada persona de mi vida, y eso me ayuda a seguir caminando... incluso, a veces, cojeando. 

Si todo va bien en el camino, se lo agradezco a Dios. Si algo no va bien, se lo ofrezco a Dios. Él se ocupa de mí y de los míos...Y yo estoy seguro de ello, porque en su Palabra me asegura: "¿Puede una madre olvidar al niño que amamanta, no tener compasión del hijo de sus entrañas? Pues, aunque ella se olvidara, yo no te olvidaré" (Isaías 49,15).

La felicidad es un don de Dios y no una conquista por méritos propios. No se halla en el exterior sino en la profundidad del alma, donde el Señor vive, y donde ha puesto los materiales necesarios para que yo pueda construirla.

Buscar la felicidad es averiguar qué soy y para qué soy, es decir, edificar mi vida desde la aceptación de lo que soy y no desde lo que me gustaría ser, desde lo que tengo y no desde lo que me gustaría tener, desde el plan que Dios tiene para mí y no desde mi propio proyecto.
Construir la felicidad es darle un sentido a mi vida... y saborearlo, es decir, abrir el corazón para comprender el significado del amor e interiorizarlo. Alegrarme y agradecer los regalos que Dios me ha dado, pero al mismo tiempo, asumir la debilidad y la fragilidad, la pérdida y la renuncia, el dolor y el sufrimiento, como partes inherentes del camino. 

Buscar la felicidad es buscar el rostro del Señor en toda ocasión, escuchar el suave susurro del Espíritu que me guía, es saberme buscado por Dios, es saberme objeto de deseo de mi Creador... pero, sobre todo, es dejarme encontrar por Él... para decirle ¡Aquí estoy, Señor!


JHR

miércoles, 2 de diciembre de 2020

¡BENDITA LOCURA!

"Alegraos y regocijaos, 
porque vuestra recompensa será grande en el cielo" 
(Mateo 5,12)

Recuerdo que de pequeño me preguntaban, como a todos los niños, qué quería ser de mayor. Yo decía cualquier cosa: futbolista, rico, famoso... Eran deseos de la infancia, pero lo que de verdad pensaba era... ser feliz.

Sí, lo reconozco abiertamente: hoy soy feliz. No me "duelen prendas" en reconocer mi alegría a pesar de la ausencia de trabajo, a pesar de los problemas económicos, a pesar de la situación incierta que atravesamos, a pesar de la carencia de seguridades materiales...

Llámame "loco" si quieres...que yo diré:

¡Bendita locura! que me ha alejado de la frivolidad, de la intrascendencia y de las falsas promesas de "este mundo" que me había "lobotomizado" con sus seducciones y engaños.

¡Bendita locura! que me ha curado de cincuenta años de "falsa cordura" a la que sucumbí y con la que jamás fui capaz de conseguir mis expectativas ni de satisfacer mis anhelos.

¡Bendita locura! que me ha enseñado a no buscar el bienestar efímero ni el placer inmediato, trampas inanes, que no son ni siquiera sucedáneos de la verdadera felicidad.

¡Bendita locura! que me ha mostrado mi debilidad, mi fragilidad y mi limitación, para reconocer a Dios y volver la mirada a Él, que es fuerte, todopoderoso e ilimitado.

¡Bendita locura! que me ha hecho ver el mundo a través de los ojos de la fe (o como dice mi mujer: con "las gafas de María") para entender que el sufrimiento y la prueba son parte del camino a la felicidad, a la santidad... a la presencia de Dios.

¡Bendita locura! que me ha abierto la puerta a la dicha y a la recompensa en el cielo. Y esa "puerta" es Cristo, siempre abierta aunque angosta: "Yo soy la puerta: quien entre por mí se salvará y podrá entrar y salir, y encontrará pastos" (Juan 10,9)
Jesús es el Viajero que se hace el encontradizo, el Amigo que acompaña, el Desconocido que escucha, el Compañero que consuela, el Mediador que reconcilia, el Médico que cura y el Dios que salva.

Medio siglo he tardado en comprender y descubrir que la felicidad no está en "lo de abajo", en la instantaneidad del placer o en la falsedad del bienestar, sino en "lo de arriba", en los bienes eternos. 

Media vida ("nunca es tarde si la dicha es buena") he tardado en comprender que la auténtica felicidad no puedo encontrarla en la satisfacción de los deseos o de los instintos, ni en la acumulación de riquezas o posesiones, ni en las aspiraciones de poder o reconocimiento social. ¡No!... la felicidad no está en las "cosas de este mundo". Está en Dios.

El manual de felicidad está escrito...pero, como casi siempre, no somos capaces de reconocerlo. Se encuentra en el Evangelio de Mateo 5, 3-12: son las bienaventuranzas

Estas nueve frases conforman la "locura del Evangelio" y, a la vez, la "alegría del Evangelio": la generosidad y la pobreza en el espíritu, la entrega y el servicio, la búsqueda constante del rostro del Señor y de su Gracia, la respuesta a la verdadera vocación, el sufrimiento vivido en silencio y el abandono en manos de María, "causa de nuestra alegría".
Las llaves de la felicidad están depositadas, no en el fondo del mar, como dice la canción...sino en la Palabra de Dios: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente... y a tu prójimo como a ti mismo. En estos dos mandamientos se sostienen toda la Ley y los Profetas" (Mateo 22, 37-40).

La clave es el AMOR. La auténtica felicidad consiste en vivir una vida de entrega desde una perspectiva sobrenatural, mística, "divina", orientada siempre a la voluntad de Dios, abandonada a las exigencias del amor y confiada en la Providencia divina. 

El Reino de los Cielos es semejante a una rosa que necesita: buena tierra donde enraizar, agua pura para alimentarse, luz solar para crecer y cuidados para florecer. Una bella y atractiva flor de pétalos llamativos pero con tallo de espinas. Porque no hay vida sin cruz. No hay felicidad sin sufrimiento. No hay plenitud sin Dios.

"Puesto que sabéis esto, 
dichosos vosotros si lo ponéis en práctica"
 (Juan 13, 17)

Esta es mi experiencia y mi testimonio. Esta es mi felicidad y mi alegría. Las de un "loco" enamorad0...¡Bendita locura!

viernes, 2 de noviembre de 2018

LA CLAVE DE LA FELICIDAD

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"Busca en el Señor tus delicias, y él te dará lo que tu corazón desea" 
(Salmo 37,4)

La búsqueda de la felicidad es el mayor deseo del hombre. Sin embargo, la busca donde no puede encontrarla, en el exterior, porque la felicidad no está basada en poseer cosas, ni en éxito ni triunfar socialmente, ni en disfrutar de los placeres del mundo. 

Dios ha puesto en el corazón del hombre un profundo anhelo de felicidad, de plenitud, de sed de infinito. La felicidad está dentro de nosotros, es la presencia misma de Dios en nosotros y en nuestra vida lo que nos produce gozo y alegría.

La felicidad consiste en ver a Dios a nuestro lado y cómo interviene en todos los acontecimientos de nuestra vida. Consiste en ver todos los maravillosos regalos que Dios nos ofrece cada día, en cada situación, en cada persona que se cruza en nuestro camino y agradecérselo. Consiste en aceptar al voluntad de Dios aun a pesar de las dificultades y confiar plenamente en su Providencia. Consiste en estar en paz y en gracia, abandonados a la acción del Espíritu Santo.

Pero la felicidad completa va más allá de esta vida. La felicidad plena la encontraremos en el cielo, destino al que todos estamos llamados. Nuestra recompensa está allí.

Imagen relacionadaEn el capítulo 5 del Evangelio de Mateo Jesucristo nos da la clave de la felicidad: "Felices los pobres en el espíritu, los mansos, los que lloran, los que tienen hambre y sed de la justicia, los misericordiosos, los limpios de corazón, los que trabajan por la paz, los perseguidos... Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en el cielo".

El Señor nos muestra el camino que, a pesar de todas las dificultades, conduce a la verdadera felicidad. Sólo Él puede satisfacer nuestras expectativas, muchas veces frustradas por las falsas promesas mundanas, por el conformismo, por el relativismo, por las máscaras que falsean la vida.

Es Jesús quien suscita en nuestros corazones el deseo de hacer de nuestra vida algo grande, cuya culminación está en el cielo, junto a Dios. 

Es Cristo quien nos da un motivo de verdadero gozo y esperanza para descubrir y celebrar la fuerza y ternura de Dios, abrirnos a su amor, dejarnos moldear por Él y convertirnos en santos, en bienaventurados.

Es en Dios donde está la clave de la felicidad.

jueves, 14 de septiembre de 2017

JUNTOS DESDE LA TIERRA AL CIELO


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Querida Mariajo,

En nuestro 28º aniversario de boda, quisiera decirte, que después de Dios, eres lo más importante de mi vida, que te quiero y confio en ti con todo mi corazón.

Dios quiso que nuestras vidas se encontraran hace más de treinta años con un propósito que hemos ido descubriendo con el paso del tiempo. 

Tengo la certeza de que lo que nos mantiene unidos, después de tantos años, va mucho más allá de unos valores comunes, unos gustos complementarios o unas virtudes agradables. 

Sencillamente, nos aceptamos con nuestros errores y miserias, con nuestros talentos y habilidades, porque Dios está entre nosotros. 

Nuestro matrimonio no es sino un aprendizaje de amor y entrega, de dar mucho pero de recibir más. Un camino en el que más que "tomar" es "entregar", más que "exigir" es "donar", más que "vivir" es "desvivirse", morir por el otro. 

Hemos vivido muy buenos momentos juntos: cuántas inesperadas aventuras, inolvidables viajes, divertidas fiestas, risas verdaderas y lloros sentidos. 

Y otros infinitamente mejores, tras nuestro compromiso absoluto con Dios: nuestros grupos de matrimonios, de Lectio, nuestras noches de Alpha en la Madona, nuestros retiros de Emaús, la panda de la Virgen, el descubrimiento de los Heraldos, nuestra consagración a María…. y de misiones marianas. 

Nuestra familia no es sino otro camino de perfección y purificación. Tenemos una familia y unos hijos maravillosos aunque no perfectos. Si no la mejor familia, al menos, es la nuestra; la que Dios ha querido darnos.

Quiero agradecer a Dios la maravillosa oportunidad que me regala todos los días de vivir sin poner barreras ni prejuicios a nuestro corazón, por la bendición de formar una familia sana, por la alegría de disfrutar de sus gracias y por la oportunidad que nos concede de ser herramientas suyas para servirle y amarle a través de los demás. 

Y a ti, Mariajo: gracias por haber cambiado mi vida y haberme hecho descubrir el amor verdadero y la felicidad en mayúsculas. 

Por ser mi faro en la tempestad y luz en la niebla, por enseñarme a ver las cosas con los ojos de la Virgen. 

Caminar a tu lado me ha convertido en el hombre más afortunado de la tierra. Mujer guapa por fuera y hermosa por dentro, bondadosa y fiel con todos, cristiana comprometida con Dios y con el prójimo.  

Tú haces de mí, un proyecto de hombre bueno. Y juntos, vamos desde la tierra al cielo.
TE QUIERO 

Una mujer perfecta, ¿quién la encontrará? 
Vale mucho más que las perlas.
Confía en ella el corazón de su marido y no cesa de tener ganancia.
Ella le procura el bien y nunca el mal todos los días de su vida.
Busca lana y lino, y trabaja con su mano solícita.
Es como una nave mercante que de lejano trae sus víveres.
Se levanta cuando todavía es de noche, 
distribuye la comida a su casa y las tareas a sus criadas.
Desea un campo y lo compra, 
con el fruto de sus manos planta una viña.
Ciñe sus lomos de fortaleza y emplea la fuerza de sus brazos.
Constata que su industria prospera, 
su lámpara no se apaga por la noche.
Echa mano a la rueca y sus dedos giran el huso.
Tiende su brazo al desgraciado y alarga la mano al indigente.
No teme la nieve para su casa, porque toda su familia lleva doble vestido.
Ella se hace cobertores, lino fino y púrpura la visten.
En las puertas de la ciudad su marido es estimado, 
cuando se sienta con los ancianos del país.
Teje telas de lino y las vende, 
y procura cinturones a los mercaderes.
Se reviste de fortaleza y de gracia, y mira gozosa el porvenir.
Abre su boca con sabiduría, y en su lengua hay una doctrina de bondad.
Vigila la marcha de su casa, y no come el pan de la ociosidad.
Sus hijos se levantan para proclamarla dichosa, 
su marido para hacer su elogio:
"Muchas hijas se han mostrado virtuosas, pero tú superas a todas".
Engañosa es la gracia, vana la belleza; 
la mujer que teme al Señor, ésa debe ser alabada.
Dadle del fruto de sus manos 
y que en las puertas de la ciudad sus obras proclamen su alabanza.
(Proverbios 31, 10-31)

miércoles, 5 de octubre de 2016

"MAS ALLÁ DE MIS MIEDOS": EL SÍ DE UN CRISTIANO


"Mas allá, de mis miedos, mas allá de mi inseguridad, 
Quiero darte mi respuesta 
Aquí estoy para hacer tu voluntad 
Para que mi amor sea decirte si, hasta el final"


Algunas personas, por naturaleza, tienden a estar tristes porque para ellas, la alegría es un desafío permanente. Cuando sufren, no son capaces de encontrar las alegrías específicas que Dios tiene para cada circunstancia ni tampoco que nuestro enemigo nos odia y trata de robarnos hasta la última gota de alegría que puede.

Pero hay cristianos que viven con un pie en ambos mundos mientras buscan la felicidad. Tienen un ojo en el cielo y en la tierra. Dicen estar con Cristo para hallar la plenitud, pero por otro lado, siguen tratando de encontrar la seguridad, la satisfacción, el placer o el cumplimiento de este mundo. Y no son felices. No pueden serlo

La única manera de obtener la felicidad, es decir, la plenitud, es dar un completo "Sí" a Dios. Lo que significa decir "No" al mundo.

Hoy, comparto mi alegría: a mis 50 años, me confirmo en la fe de Cristo. Doy mi "Sí", hasta el final. Digo "no" al mundo. No es mérito mío, sino de Dios. Es mi Padre quien me brinda la oportunidad de servirle y de hacer su voluntad.

Nuestro Sí

Es importante para todos los cristianos estar convencido de que Dios es bueno. Y lo que es más, sólo Dios es bueno.

Si no estamos absolutamente convencidos de que sólo Dios es bueno, no seremos capaces de decir "No" a otros dioses que prometen alegría, pero que ofrecen tristeza. Ni siquiera debemos imaginar que hay un poco de bueno lejos de Dios y de su voluntad. Ni una pizca.

Los Salmos nos conducen hacia esta gran verdad:


"Guárdame, oh Dios, pues me refugio en ti. Yo le he dicho: "Tú eres mi Señor, no hay dicha para mí fuera de ti.". (Salmo 16, 2)

"¿A quién tengo en los cielos sino a ti? y fuera de ti nada más quiero en la tierra." (Salmo 73, 25)

"¡A ti clamo, Señor, a ti te digo: "Tú eres mi esperanza, mi parte en la tierra de los que viven!." (Salmo 142, 6)

En el Nuevo Testamento, Santiago escribe:

"Hermanos muy queridos, no se equivoquen:son las cosas buenas y los dones perfectos los que proceden de lo alto y descienden del Padre que es luz; allí no retornan las noches ni pasan las sombras." (Santiago 1, 16-17)

Cada granito de bien en este mundo viene de Dios. Nada puede ser bueno a menos que venga de Dios. La fe es un don gratuito de Dios. Un cristiano alegre cree esta verdad y edifica su vida sobre ella y agradece a Dios este regalo.

Dios es bueno. Sólo Dios es bueno. Y todo lo bueno viene de Dios. Y lo mejor de todo, Dios se nos da a sí mismo. Y Él es nuestra alegría, el deleite indeciblemente y el gozo glorioso de nuestro corazón: "Me enseñarás la senda de la vida, gozos y plenitud en tu presencia, delicias para siempre a tu derecha". (Salmo 16,11)

Nuestro No

Satanás nos tienta a pensar que podemos encontrar algo bueno y satisfactorio fuera de Dios. 

Pero debemos decir un fuerte y rotundo "no" a todo lo que promete el bien sin Dios. Este gran "No" está en el corazón de la fe cristiana.

La esencia del mal siempre busca fuera de Dios y de su voluntad. 

Así es como fue engañada nuestra madre Eva: "A la mujer le gustó ese árbol que atraía la vista y que era tan excelente para alcanzar el conocimiento. Tomó de su fruto y se lo comió y le dio también a su marido que andaba con ella, quien también lo comió.". (Génesis 3, 6)

Tropezamos de la misma manera que lo hizo Eva. Cuando buscamos en nuestra vida, parece que tratemos de conseguir algo bueno fuera de Dios y de sus caminos. Anhelamos el placer, el dinero, la seguridad, la fama, la satisfacción, la justicia, la comodidad, etc, pero tratamos de conseguirlo sin Dios.

Y esto es idolatría. Buscamos siempre fuera de Dios, idolatramos cosas (dioses) para satisfacer nuestras necesidades y deseos. Estos dioses prometen alegría, pero que nos llevan a la miseria. Corremos tras otros dioses para encontrar la alegría, pero no la encontramos.

Así que elige hoy a quién vas a servir. No se puede servir a dos amos: "Nadie puede servir a dos señores; porque aborrecerá a uno y amará al otro; o bien se entregará a uno y despreciará al otro. No podéis servir a Dios y al Dinero". (Mateo 6, 24)

Mira a Dios y haz su voluntad y obtendrás muchos regalos en tu vida. Espera en Dios, y no corras detrás de otros dioses. Dios es el camino a la alegría. Dios es el camino a la vida plena.

Os dejo con una de mis canciones favoritas, "En mi Getsemaní":