¿QUIÉN ES JESÚS?

La vida de Jesús siempre ha suscitado preguntas a lo largo de los últimos dos mil años.

¿Cómo pudo un carpintero que fue ejecutado por los romanos convertirse en el hombre más famoso de la historia?
¿Fue Jesús alguien verdaderamente real?
¿Cómo puede Dios ser un hombre al mismo tiempo?
¿De qué manera podría esto tener algún sentido para mi vida?

Estas son algunas preguntas, pero aquí tienes un espacio para formular las tuyas.
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miércoles, 13 de noviembre de 2019

CÓMO FORMAR GRUPOS EN LA PARROQUIA


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Cuando visito algunas parroquias, veo a sus sacerdotes sobrepasados de trabajo y sin ayuda. Están solos y no pueden con todo. Y nadie hace nada...nadie les ayuda...

Veo que existen pocos grupos que sustenten la vida parroquial, que "tiren del carro". Me da la sensación de que muchos vamos, "cumplimos" y nos marchamos.

Por eso, es vital para nuestra Iglesia que los laicos asumamos el papel que nos corresponde y ayudemos a nuestros sacerdotes. Y también, que ellos se dejen ayudar.

Orar

Resultado de imagen de orarLo primero que hay que hacer es orar. La oración es el inicio de toda actividad en el Reino de Dios pero sobre todo, nos comunicamos con Dios y escuchamos lo que nos tiene que decir.

Una vez escuchemos a Dios, lo primordial es formar comunidad a través de grupos o equipos de trabajo dentro de la parroquia. 

Pero ¿cómo hacerlo?

Identificar

Lo primero es identificar quién tiene el potencial y el compromiso de formar parte de grupos que se conviertan en catalizadores para la parroquia.

Resultado de imagen de identificarPara identificar quién puede formar parte de un grupo, debemos pensar de qué se va a encargar: ¿Es este un equipo de ayuda en general o comprometido con una pastoral específica?

Independientemente de para qué cometido sea el grupo, necesitaremos personas que puedan trabajar para la parroquia y avanzar hacia un objetivo. Identifiquemos a esas personas.

Reclutar

Una vez que hayamos identificado al grupo potencial, debemos reclutar a las personas que lo van a formar, y para ello, debemos preguntarles personalmente, demostrarles la importancia de la labor, el significado del objetivo e ir por ello.

Resultado de imagen de reclutarLa mayoría de las personas querrán unirse al grupo si hacemos un buen trabajo transmitiendo la importancia, es decir, la visión. 

Puede que haya personas que lo rechacen. No pasa nada. Sigamos reclutando a los posibles miembros hasta que el grupo esté listo para comenzar a trabajar.

Equipar

Una vez que hayamos formado el grupo, es posible que su miembros o algunos de ellos, no estén preparados para alcanzar el objetivo de momento. 
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Ahora necesitamos equipar y formar al equipo.

En esta etapa, debemos formar y equipar, es decir, discipular a los miembros mediante reuniones de grupo, reuniones individuales, recomendando libros, etc. 

No pasemos a la siguiente etapa hasta que veamos que nuestro grupo está preparado para soltarse.

Delegar

Una vez que el grupo esté equipado y formado, debemos darle autoridad y autonomía para que realice su trabajo. 
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Asegurémonos de que haya al menos un objetivo declarado a alcanzar y dejemos que cada miembro del grupo piense en las mejores maneras de lograrlo. 

Participemos y animemos al grupo, pero no tratemos de gestionarlo nosotros. Deleguemos en sus miembros.

Evaluar

Resultado de imagen de evaluarMientras nuestro grupo está funcionando, evaluemos continuamente el progreso

Ver hacia dónde va el grupo y también rastrear formalmente el progreso que hace. 

Es posible que debamos proporcionar más ayuda al grupo o buscar nuevos asientos en el autobús para nuevos miembros.

Se trata de nutrir al grupo con una evaluación continua para no estancarnos.

miércoles, 9 de enero de 2019

UNA COMUNIDAD DE ALVÉOLOS Y CÉLULAS MADRE

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"Miremos los unos por los otros 
para estimularnos en el amor y en las obras buenas; 
no abandonéis vuestras propias asambleas, 
como algunos tienen por costumbre hacer, 
sino más bien animaos mutuamente, 
y esto tanto más cuanto que veis acercarse el día." 
 (Hb 10, 24-25)

A menudo, los católicos decimos que la fe se vive en comunidad pero lo cierto es que no lo ponemos en práctica. Los católicos tenemos algunos "acuerdos" generalizados pero pocos "compromisos" interiorizados.

Una comunidad cristiana no crece y se desarrolla sólo con el hecho de ir a misa, por cantar juntos, o por limitarnos a darnos la paz (si acaso), para una vez concluida la Eucaristía, salir "escopetados" de la Iglesia.

Cristo comenzó su Iglesia formando un grupo pequeño de 12 miembros. En ese grupo, compartían todo, camino, viajes, formación, oración, comida...es decir, eran íntimos. A partir de esas doce personas, de esa "masa crítica", el cristianismo llegó hasta los confines de la Tierra.

Una comunidad que forma "masa crítica" a partir de grupos pequeños es vital para la salud y el crecimiento de una parroquia. En los grupos grandes la intimidad y la autenticidad son difíciles de encontrar, o al menos, de mantener. El ambiente que se genera es más "superficial", más "social", más "espacioso". 

Las relaciones mutuas, personales, auténticas e íntimas suceden mejor, de forma más natural y automática en grupos pequeños que en grupos grandes por varias razones: puedes escuchar, aprender, preguntar, compartir, involucrarte, comprometerte y, en general, abrirte para hablar de tu fe y mostrarte vulnerable con otras personas que están haciendo lo mismo que tú.

Este tipo de relación comunitaria no puede producirse en una Iglesia, desde una homilía ni desde un altar porque no hay conversación ni diálogo, ni comentarios ni preguntas. No hay espacio para entablar un coloquio ni solventar dudas.  

Un hecho es evidente: se pierde intimidad a medida que crece el número de personas que forman una comunidad. No puedes conocer a todos y tampoco abrirás tu corazón en un grupo grande de personas que apenas conoces. Pero además, ni la Iglesia es el lugar ni la Eucaristía, el momento.

Alvéolos pulmonares


Los grupos pequeños son como los "alvéolos pulmonares" que forman la primera fase del sistema respiratorio/circulatorio de una parroquia (comunidad). 
Son los terminales del árbol bronquial (parroquia), en los que tiene lugar el intercambio gaseoso entre el aire inspirado (fe) y la sangre (intimidad). Sin ellos, el oxigeno no llega a los pulmones, y por tanto, no se bombea sangre al corazón. 
Los grupos pequeños son la imagen de la parábola de la vid y los sarmientos (Jn 15, 1-8). La Iglesia es, como la vid y como el cuerpo humano, un organismo vivo donde la fuente de vida es Jesucristo y donde sólo en unión íntima con Él, podemos ser fecundos.
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Me parece que gran parte del discipulado católico, basado casi exclusivamente en las "catequesis", sólo trata de lo que necesitamos saber, y no con quién necesitamos estar. Creo sinceramente que "funcionan" poco. 

Muy a menudo nos preocupamos sólo por las pastorales, por los horarios, por el "hacer" y no por el "ser"... y no nos tomamos en serio el discipulado basado en la comunidad y las relaciones dentro de grupos pequeños.

No se puede construir una comunidad sólo a base de pastorales o de catequesis. Es necesario encontrar una estrategia para ínter-actuar. Y hacerlo con Cristo y con nuestros hermanos. Sólo así se genera comunidad. Sólo así la Iglesia se regenera, se revitaliza y produce fruto.

Células madre

Los grupos pequeños son auténticas "células madre de fe" especializadas, que brindan amistades profundas, que poseen capacidad regenerativa y expansiva (mitosis), convirtiéndose en células de responsabilidad y compromiso, que producen más células madre.

Cuando las personas te conocen realmente y tú les conoces en profundidad, nuestras vidas se vuelven mucho más transparentes, más sinceras, más "auténticas" y el nivel de entrega y compromiso aumenta considerablemente.

Los grupos pequeños son oportunidades para discutir los problemas con los que los cristianos nos enfrentamos, para animarnos en la fe, para alegrarnos en la fe y para entregarnos más a Dios y a los demás. Son una necesidad absoluta para involucrar a tantas personas como sea posible en la vida y en el servicio de nuestra Iglesia católica.

El valor de la comunidad

Cuando en los grupos pequeños compartimos  nuestra fe, teniendo como vinculo de unión y oxigeno a Jesucristo y a la Virgen María, se produce automáticamente un crecimiento espiritual que nos transforma individualmente y en conjunto. Son los primeros frutos.

Esa madurez que vamos alcanzando en los grupos, compartiendo nuestras experiencias, nuestros testimonios, nuestras alegrías y nuestras preocupaciones, nos hace posicionarnos en la primera línea de salida del apostolado, en la "pole position" para evangelizar a los que están dentro y fuera de las paredes de una parroquia.
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Acudir a misa a diario para estar en presencia de Jesús, reunirse con un grupo pequeño de fe ("mi panda"), alrededor de una mesa compartiendo una cena o una cerveza, en una Adoración, en una peregrinación, en un Vía Crucis en el campo o en una Lectio Divina en una casa, genera una conexión íntima y poderosa.

De hecho, estoy convencido de que los grupos pequeños son el espacio donde gran parte de la fe y la presencia de Cristo que recibimos en la Eucaristía, crecen en conocimiento, se desarrollan en conversión y se potencian en acción. 

Si queremos que nuestra parroquia tenga clara su misión, debemos escucharla desde el ambón y desarrollarla desde los grupos pequeños.

Prioricemos y construyamos grupos pequeños (células madre) en nuestras parroquias (pulmones)  que edifiquen una comunidad (sistema respiratorio/circulatorio) alegre y entregada a Dios y a los demás (tejido vivo) y que desarrollen un "Cuerpo Místico" (organismo vivo) sano y vigoroso, regenerado  y reparado.

Sin grupos pequeños, no existe comunidad. Sin comunidad, no existe Iglesia. Sin Iglesia, no existe fe, esperanza o caridad en el mundo.

viernes, 20 de julio de 2018

BASES DE UNA AUTÉNTICA COMUNIDAD CRISTIANA


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La palabra griega utilizada en la Sagrada Escritura para "comunidad" es κοινωνία, koinonia, que define la comunión eclesial y los vínculos que ésta genera entre los miembros de la Iglesia y Dios. En otras palabras, comunidad significa "estar tan comprometidos los unos con los otros y con Dios".

Estoy convencido de que la salud y el crecimiento de una parroquia están realmente asentadas sobre una auténtica comunidad y ésta, sobre los pequeños grupos. 

Rick Warren, pastor protestante americano, autor de numerosos libros en los que refleja la experiencia concreta de su mega iglesia evangélica en Saddleback, California, analiza y desarrolla los componentes básicos de una comunidad auténtica y que yo comparto con el evidente "toque" católico.

Los grupos pequeños son extremadamente importantes en nuestro camino de fe y además, redundan en grandes beneficios para la comunidad parroquial. Lo habitual es que estos grupos estén compuestos de 10/12 miembros que, a su vez, pueden pertenecer a grupos medianos (más de 15, 25 o 50). 

Los grupos pequeños son las primeras células de una comunidad, que la multiplican, haciéndola reproducirse y crecer, madurar y fortalecerse. 

Por desgracia, cuesta mucho ver una auténtica comunidad en las iglesias católicas.

Veamos cuáles son los componentes básicos de una comunidad auténtica:

1. Frecuencia

"No abandonéis vuestras propias asambleas, 
como algunos tienen por costumbre hacer, 
sino más bien animaos mutuamente, 
y esto tanto más cuanto que veis acercarse el día." 
(Hebreos 10,24-25, )

Los miembros de una auténtica comunidad cristiana se conocen, se ven a menudo y se reúnen con frecuencia. 

No lo hacen alguna vez o de vez en cuando. Lo hacen habitualmente, es decir, convirtiéndolo en un hábito en sus vidasUn hábito es algo que hacemos con frecuencia. A menudo. Una y otra vez. No sólo en misa.


2. Autenticidad

" Confesaos los pecados unos a otros 
y rezad unos por otros, para que os curéis.
La oración fervorosa del justo tiene un gran poder."  
(Santiago, 5, 15-16).

En una auténtica comunidad cristiana se comparten experiencias, sentimientos y vivencias verdaderas de fe. 
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Normalmente, el temor a exponernos, al rechazo y a ser heridos nos impiden muchas veces ser auténticos y por eso, nos colocamos máscaras. 

A menudo, las personas guardamos nuestras heridas en la intimidad de nuestros corazones. Hacer esto no nos cura; todo lo contrario, nos hiere más. Revelar las propias heridas es el comienzo de la curación. De eso trata la autenticidad. 

Por eso, Dios nos regala la Eucaristía, la Confesión, la Oración, la Escritura y la Adoración Eucarística. Es en todas ellas donde abrimos las heridas de nuestro corazón ante la presencia poderosa de Dios, a quien no podemos ocultarle nada. 

Ser auténticos es exponernos como realmente somoscuando decimos: "Aquí estoy, Señor. Así soy, Tú lo sabes". 

En una comunidad que camina a la luz de Dios, ocurre lo mismo: nadie oculta sus heridas, sufrimientos, inquietudes, defectos, debilidades, errores, etc. Y sobre todo, rezan los unos por los otros. 

Dios toca nuestras almas y entonces, somos conscientes de dónde estamos, lo que necesitamos y nos da fuerzas para conseguirlo.

Lo que nos hace auténticos no es seguir un método, ni una ideologia, ni un sentimiento, sino exponernos ante Dios y ante los demás. 

3. Apoyo

"Animándonos mutuamente unos a otros con la fe."  
(Romanos 1, 12)

La auténtica comunidad cristiana se basa en el ánimo, en el apoyo, en la acogida y la ayuda que sus miembros se ofrecen mutuamente, en si camino de crecimiento y madurez en la fe. 

Nos necesitamos unos a otros para avivar la llama. Juntos somos más fuertes. No podemos ser lo que Dios quiere que seamos sin nuestros hermanos. 

La fe sólo puede vivirse y desarrollarse en comunidad.

Compartir con otros es útil para nosotros y para los que escuchan. 

Dios nos anima a alentar a cualquiera que se sienta excluido, a ayudar a todos los que son débiles y a ser pacientes con todos: "Que vuestro amor sea sincero. Odiad el mal y abrazad el bien. Amaos de corazón unos a otros, como buenos hermanos; que cada uno ame a los demás más que a sí mismo" (Romanos 12, 9-10).

4. Respeto

"Guardaos de despreciar a uno de estos pequeñuelos..." 
(Mateo 18, 10)

La comunidad se basa en el respeto y en la aceptación de las diferencias existentes. Significa aceptar los caracteres y las opiniones de los demás, incluso cuando no estamos de acuerdo.

Una comunidad cristiana auténtica no es aquella donde todos asienten sino donde todos respetan, donde todos aceptan la diversidad y unicidad de cada hijo de Dios.

5. Comprensión 

"Como pueblo santo a quien Dios ha elegido y amado, sé comprensivo" 
(Colosenses 3, 12)

Una auténtica comunidad cristiana acoge, comprende y apoya a cada miembro cuando lo necesita, en lo bueno y en lo malo, en la alegría y en la tristeza, en el gozo y en el sufrimiento.

Dios nos exhorta a ser comprensivos, amables, humildes y pacientes. 

La comprensión implica tolerancia respetuosa, escucha atenta, acogida desinteresada, empatía auténtica.

6. Humildad

"Sed humildes, amables y pacientes. Soportaos unos a otros con amor." 
(Efesios 4, 2)

Resultado de imagen de discipulosJunto al miedo, el orgullo tiene un terrible poder destructivo en las relaciones. 

Por eso, Dios nos enseña a ser humildes, amables y pacientes. A soportarnos con amor. Y cuando amamos, nada nos parece pesado ni insoportable.

La humildad significa ser honesto con nuestras propias debilidades porque las tenemos, estar dispuesto a admitir que cometemos errores porque todos lo hacemos y, pedir perdón.

La humildad nos permite decir las tres frases más difíciles:

"Te necesito". 

"Estoy equivocado".

"Perdóname".


7. Honestidad

"Amémonos no de palabra ni de boquilla, sino con obras y de verdad." 
(1 Juan 3,18)

La mayoría de las personas son incapaces de ser honestos para decir, con sinceridad, lo que tienen en sus corazones porque no aman de verdad.

Dios espera honestidad de nuestra parte. Con Él y con los demás (Salmo 51,6; Proverbios 20,23 -25,18; 2 Corintios 8,21).
La verdad tiene más valor y dura más que la adulación. Las relaciones, los grupos y las comunidades auténticas se basan en la honestidad, en la sinceridad y no en la adulación o en la hipocresía.
Los miembros de una auténtica comunidad cristiana son dignos de confianza, sinceros en sus dichos y honestos en sus hechos, de su boca siempre sale bondad, verdad y amor.

8. Misericordia 

"Perdona nuestras ofensas
como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden" 
(Mateo 6,12) 

Toda comunidad se compone de personas imperfectas que pueden ser lastimadas y heridas por otras. 
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La diferencia esta en que una comunidad auténtica sabe manejar el daño y el conflicto. Sus miembros son capaces de perdonar siempre.

La misericordia y el perdón determinan si una comunidad es auténtica, si se mantiene unida o se divide.

Cristo nos enseñó la oración perfecta: el Padrenuestro. En él, le pedimos perdón a Dios de la misma forma que perdonamos a otros. Si no perdonamos, si no ofrecemos misericordia a los demás, Dios tampoco nos perdona.

Dios ha sido siempre misericordioso con nosotros. Si nos consideramos cristianos, debemos mostrar misericordia a las personas cuando piden perdón. Y aunque no lo pidan, también.


9. Confidencialidad 

"Arregla tu pleito con el prójimo, pero no descubras el secreto de otro 
para que no te infame el que te escuche y tu ignominia no pueda borrarse." 
(Proverbios 25, 10) 

La comunidad se basa en la confidencialidad. Una comunidad cristiana auténtica y cercana jamás puede desarrollarse al margen de la confidencialidad. 

De hecho, la forma más rápida de destruir una comunidad es el chisme

Los grupos pequeños y la comunidad son (deben ser) los lugares más confidenciales del mundo. En su intimidad, se guardan lealmente los secretos. Es la base de la confianza plena.

10. Unidad

"Todos los creyentes vivían unidos y lo tenían todo en común" 
(Hechos 2, 44). "

Este es el punto más importante. La unidad es el punto álgido de la comunidad. 

El nexo de unión de una comunidad auténtica es Dios. Con Dios en el centro de nuestro grupo pequeño, de nuestra comunidad, descubrimos la unidad en los propósitos de Dios, en su voluntad, en su mesa, no en torno a una personalidad. 

Una comunidad auténtica es la que demuestra unidad en la diversidad. Dios nos hizo diferentes y únicos. No desea que seamos iguales pero sí que estemos unidos. 

Dios llama incansablemente en su Palabra, a la unidad de los discípulos: "Esforzaos por mantener la unidad del espíritu con el vínculo de la paz. Hay un solo cuerpo y un solo Espíritu, como una es la esperanza a la que habéis sido llamados." (Efesios 4, 3-4)

Dios es el Dios de la unidad. Su adversario Satanás, el de la división. 

Una comunidad cristiana auténtica es aquella en la que sus miembros están juntos, unidos y lo comparten todo. Son de "un solo corazón y de un solo Espíritu".



lunes, 5 de febrero de 2018

MI PANDA ES...



"Eran constantes en escuchar la enseñanza de los apóstoles, 
en la unión fraterna, en partir el pan y en las oraciones...
Todos los creyentes vivían unidos y lo tenían todo en común...
Todos los días acudían juntos al templo, 
partían el pan en las casas, 
comían juntos con alegría y sencillez de corazón, 
alabando a Dios y gozando del favor de todo el pueblo. 
El Señor añadía cada día al grupo 
a todos los que entraban por el camino de la salvación."  
(Hechos 2, 42-47)

Mi panda es un grupo de fe que debe su nombre a la Virgen María, quien unió a unos cristianos comprometidos, fruto de una propuesta evangelizadora.

Mi panda es un grupo de esperanza en las promesas de Jesucristo y de compromiso incondicional con Dios y con el prójimo.

Mi panda es un grupo de amor abnegado y desinteresado, donde se comparten alegrías y tristezas, risas y lloros, enfados y reconciliaciones, sueños y anhelos.

Mi panda
 es un grupo de libertad donde no existen liderazgos ni jerarquías, donde no hay estatutos ni normas, más allá del cumplimiento de la voluntad y los mandamientos de Dios.

Mi panda es un grupo de intimidad, de amistad y de fraternidad abierto a todos, que camina a la Luz de Dios y abierto a su Gracia.

Mi panda es un grupo de esclavitud y de vidas consagradas a María, en María, por María y para María hacia la madurez espiritual y la santidad.

Mi panda es un grupo de oración y adoración, de acogida y acompañamiento, de servicio y entrega, de viajes y peregrinajes, de visión y misión.

Mi panda es un grupo de alegría a la luz del Evangelio unido por el vínculo perfecto del amor de Cristo y de María.

Mi panda es un grupo de soldados inasequibles al desaliento, de valientes y audaces, de apóstoles y discípulos misioneros que sirven a Dios y a su Iglesia. 


Mi panda es...  la panda la Virgen