¿QUIÉN ES JESÚS?

La vida de Jesús siempre ha suscitado preguntas a lo largo de los últimos dos mil años.

¿Cómo pudo un carpintero que fue ejecutado por los romanos convertirse en el hombre más famoso de la historia?
¿Fue Jesús alguien verdaderamente real?
¿Cómo puede Dios ser un hombre al mismo tiempo?
¿De qué manera podría esto tener algún sentido para mi vida?

Estas son algunas preguntas, pero aquí tienes un espacio para formular las tuyas.
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sábado, 10 de diciembre de 2016

HERALDOS DEL EVANGELIO




Reconozco que, al principio, cuando te encuentras con los Heraldos, resulta "chocante" su impecable uniformidad, su escrupulosa solemnidad y su estricta disciplina. Lo primero que preguntas (siendo benevolente) es ¿de dónde han salido estos "Caballeros Templarios"?, aunque lo habitual suele ser recurrir a la crítica fácil, a la burla y al etiquetado de "secta".

Pero si atraviesas el umbral de la primera fase externa, profundizas y les llegas a conocer, compruebas que esos signos exteriores no son sino el resultado de una vida interior de oración, obediencia y celo mariano que se traduce en una vida de servicio apostólico y entrega a los demás.

Los Heraldos del Evangelio (E. P. Evangelii Praecones), conocidos también como Caballeros de la Virgen, son una asociación privada de fieles de derecho pontificio, fundada por monseñor Joao Clá Días y reconocida formalmente el 22 de febrero de 2001 por el Papa San Juan Pablo II.

Posiblemente sean "gente rara" (todos los
 cristianos deberíamos serlo) en el sentido de que hoy día casi nadie hace habla y actúa como ellos. Incluso desde nuestra propia fe católica, algunas personas y sacerdotes recelan de ellos. 

Pero los Heraldos son católicos, están reconocidos por la Iglesia y sirven al Vaticano, como muestra su escudo. Son de confianza, son de Dios, os lo aseguro. No se trata de un "grupo local", pues cuenta con más de 4.000 miembros (mayoritariamente jóvenes) de vida común, y están presentes en 78 países distribuidos por todo el mundo. Las familias comprometidas en obras de evangelización son cerca de 40.000 vinculando en sus actividades a más de un millón de personas.

Miembros

La Comunidad de los Heraldos del Evangelio está formada por hombres y mujeres de vida consagrada y por sacerdotes, que practican el celibato, y se dedican al apostolado y ejercen su misión evangelizadora en las diócesis y parroquias, por las calles de las diferentes ciudades, de casa en casa, hospitales, colegios y hasta en las cárceles.

Todas sus actividades tienen un especial énfasis en la formación de la juventud.

Junto a la imagen peregrina de la Virgen de Fátima, organizan grupos de oración en las parroquias con las capillas peregrinas (pequeños oratorios de la Virgen), y misiones marianas (visita de la imagen de María a las casas con el fin de reavivar la fe en las familias).

Viven en comunidades masculinas o femeninas, en un ambiente de caridad fraterna, servicio disciplina, recogimiento, estudio y oración.

Otra categoría de miembros son los cooperadores o terciarios: se trata de laicos, casados o solteros, sacerdotes, diáconos, religiosos, religiosas, laicos de vida consagrada o miembros de otras asociaciones o movimientos apostólicos que viven conforme al carisma y a la espiritualidad de los Heraldos del Evangelio

Dedican su tiempo libre y se comprometen a cumplir ciertas obligaciones, a pesar de no poder hacerlo de manera plena, debido a sus deberes matrimoniales o profesionales, a sus compromisos sacerdotales, a su pertenencia a un instituto de vida consagrada o sociedad de vida apostólica, etc.


Hábito

Lo primero que salta a la vista de los Heraldos del Evangelio es su vestimenta. Con su hábito, exteriorizan el carisma y el ideal al cual se han entregado:

- De la misma forma que el amor al prójimo sólo se demuestra mediante acciones exteriores, la fe debe manifestarse por los actos (Santiago 2, 14-18), y – por consecuencia – exteriorizarse.

- Jesús exige a sus discípulos una posición unívoca (Mateo 5, 37), contraria a las apariencias hipócritas de los fariseos (Mateo 23, 27), que debe ser manifestada públicamente como medio de evangelización (Mateo 5, 16).

- San Juan Pablo II dice que "el hábito es señal de consagración y signo verdadero de Cristo en el mundo y dado que vivimos en una época tan secularizada y sin embargo, tan sensible al lenguaje de los signos, la Iglesia debe preocuparse de hacer visible su presencia en la vida cotidiana.(Exortación Apostólica "Vita Cosacrata")

El hábito de los Heraldos del Evangelio está formado por:

- El Escapulario. Su color marrón tiene raíces carmelitas debido a que los primeros heraldos formaban parte de la Orden Tercera del Carmen y utilizaban una túnica de color marrón, cubierta por un escapulario del mismo color.

- La Túnica. Su color varía según quien la vista:
  • Marrón. Más austera y sobria, está reservada para los clérigos (diáconos y sacerdotes).
  • Blanca. Utilizada por los laicos consagrados
  • Ocre. Utilizada por los jóvenes que comienzan su experiencia vocacional junto al escapulario del mismo color (hábito de novicio).
  • Dorada. Utilizada por el sector femenino.
- La Capucha. Utilizada por los clérigos y los laicos consagrados que han profesado los votos perpetuos, es un signo y una invitación a la vida contemplativa.


- La Cruz. La Cruz bordada en el escapulario o en la casulla está inspirada en la Cruz de Santiago y representa al peregrino que busca la patria del Padre Celestial. Ligeramente estilizada, representa las flores que surgen de la cruz. Esto quiere decir que el dolor -evocado por la cruz y las puntas- soportado con esperanza cristiana, florecerá en alegría y dulzura.

Mientras que la original es toda roja, la cruz de los heraldos es roja y blanca, dividida a su vez por un cordón dorado:
- El blanco representa la pureza de espíritu y de cuerpo, a imagen de la pureza de la Virgen de la Vírgenes, a quien se han consagrado.

- El rojo representa el amor y el sacrificio llevado hasta el holocausto, a imagen de la Preciosísima Sangre vertida por el Cordero Inmolado.

- El dorado, la belleza y la excelencia del estado de santidad al cual todos los bautizados son llamados por el Cristo Salvador.
En el escapulario del hábito de los Heraldos, la cruz parte desde el cuello hasta las rodillas, a fin de indicar que aquel que quiera seguir a Cristo debe saber portar la cruz en toda su largura, como afirma el Divino Maestro: “si alguno quiere venir después de mí, que renuncie a sí mismo, tome su cruz y me siga” (Lucas 9,23).

- La Cadena. Ceñida a la cintura, simboliza la “verdadera devoción” a la Virgen, enseñada por San Luis María Grignon de Monfort y muy querida de San Juan Pablo II. San Luis propone a María como ejemplo de sumisión a la voluntad de Dios: “He aquí la esclava del Señor” (Lucas 1, 38). Imitándola, el autor invita a consagrarse como “esclavo de amor” a Jesús, por las manos de María, y a simbolizar esta devoción portando una cadena en la muñeca o en el cuello.

- El Rosario. Siguiendo el ejemplo de muchas Órdenes Religiosas, los Heraldos portan un gran Rosario negro a la cintura, que rezan cuatro veces al día

Si la oración, necesaria a todo momento (1 Tesalonicenses 5,17), es el medio infalible de obtener de Dios los beneficios deseados (Lucas 11,9), el Rosario es la mejor garantía, porque inspirado por la mismísima Virgen en el siglo XII a Santo Domingo de Guzmán, ha demostrado en repetidas ocasiones su eficacia en la Historia.

San Pio X lo consideraba como “la más bella y la más preciosa de todas las oraciones”, y San Juan Pablo II la llamaba de “la más grande de las armas del católico”.
- Las Botas. El aspecto que atrae la mayor parte de las preguntas es, sin duda, el uso de las botas. Su razón de ser no corresponde ni a una necesidad ni a una práctica especial sino que son un símbolo, un mensaje, como el resto del uniforme en sí: representan el carácter misionero, que no sconocerá ni límites, ni distancias, ni obstáculos. Debajo de la lluvia, a través del barro, por caminos o atravesando los campos, los Heraldos tienen muy viva en sí la interpelación de San Pablo: “Maldito sea si no anuncio el Evangelio” (1 Corintios 9, 16).
En definitiva, los Heraldos del Evangelio desean encontrar en su hábito un medio de evangelización que secunde su apostolado, y proclame en un lenguaje simbólico aquello por lo cual ellos se esfuerzan en ser y hacer

Sin embargo, el hábito también es la prerrogativa de la vida comunitaria; a pesar de sus deseos, los jóvenes que comienzan a frecuentar no pueden comenzar a utilizarlo hasta que no se integren en la vida comunitaria (asimismo puede ser a la manera de una experiencia vocacional) y haber recibido el hábito dentro de la ceremonia de imposición correspondiente.
Vocación
En los primeros artículos de sus estatutos se encuentra definida la finalidad y vocación de los Heraldos del Evangelio:


“Esta Asociación … nació con la finalidad de ser instrumento de santidad en la Iglesia, ayudando a sus miembros a responder generosamente al llamamiento a la plenitud de la vida cristiana y a la perfección de la caridad, favoreciendo y alentando la más íntima unidad entre la vida práctica y la fe...

Además de esos, la Asociación tiene como fin la participación activa, consciente y responsable de sus miembros en la misión salvífica de la Iglesia mediante el apostolado, al cual están destinados por el Señor, en virtud del Bautismo y de la Confirmación. Deben, así, actuar en pro de la evangelización, de la santificación y de la animación cristiana de las realidades temporales."

Espiritualidad

Los Heraldos tienen su espiritualidad cimentada en tres puntos esenciales: la Eucaristía, María y el Papa, representada destacadamente en el blasón que los distingue y definida en sus estatutos:

“La espiritualidad tiene como líneas maestras la adoración a Jesús Eucarístico, de inestimable valor en la vida de la Iglesia para construirla como Una, Santa, Católica y Apostólica, Cuerpo y Esposa de Cristo (EE.25,61); la filial piedad Mariana, imitando a la siempre Virgen y aprendiendo a contemplar en Ella el rostro de Jesús (NMI.59); y la devoción al Papado, fundamento visible de la unidad de la Fe (LG.18)."

Carisma

Su carisma les lleva a la búsqueda de la excelencia, a procurar actuar con perfección y pulcritud en todos los actos de la vida diaria, ya sean públicos o íntimos, lo que está expresado en el sublime mandato de Nuestro Señor Jesucristo: “Sed perfectos como vuestro Padre Celestial es perfecto” (Mateo 5,48).

Para los Heraldos del Evangelio este llamado a la perfección no debe quedar restringido a los actos interiores sino exteriorizarse en sus actividades, de modo que mejor reflejen a Dios. 

Es decir, que el Heraldo del Evangelio debe revestir ceremonial y solemnemente sus acciones cotidianas, sea en la intimidad de su vida particular, sea en público, en la obra evangelizadora, en la relación con sus hermanos, en la participación de la Liturgia, en las presentaciones musicales y teatrales o en cualquier otra circunstancia.

La música es uno de sus principales instrumentos de evangelización para llegar a los jóvenes. Todos los jóvenes que comienzan su experiencia vocacional con los Heraldos aprenden a tocar la trompeta, la tuba, el tambor, la lira, el órgano o cualquier otro instrumento. 

Los Heraldos dan un énfasis particular a los coros, orquestas y conjuntos musicales, a fin de llevar su mensaje de Fe y de Esperanza a la sociedad contemporánea.

Otras herramientas evangelizadoras de los Heraldos son el teatro, la enseñanza de idiomas y la práctica de deportes (entre ellos, la esgrima).

Los Heraldos son cristianos enamorados de Cristo y de la Virgen que sirven fielmente a la identidad de la Iglesia: "Id y haced discípulos de todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles lo que yo os he enseñado. Yo estoy con vosotros hasta el fin de los tiempos". (Mateo 28, 18-20).










miércoles, 18 de mayo de 2016

EL CAMINO DE EMAÚS, MI EXPERIENCIA DE AMOR


Hoy hablaré del retiro de Emaús como una experiencia de conversión inolvidable que viví y sigo viviendo, que me ha marcado el camino correcto, aunque no desvelaré ni sus dinámicas ni sus secretos, pues la confidencialidad es una de sus esencias. 

¿Qué es?

Emaús es, ante todo, una maravillosa cita íntima y personal con el Amor de Dios. 

¿En qué se basa?

Basado en la lectura del evangelio según San Lucas 24: 13-35, el camino a Emaús no es un movimiento, ni una espiritualidad, sino un método de apostolado impulsado por laicos para laicos, en el marco de la nueva evangelización, que cuenta con el acompañamiento espiritual de sacerdotes de las parroquias que lo organizan y cuya finalidad es llevar a las personas al encuentro con Cristo. 

¿Qué ofrece?

Ofrece una oportunidad para que todo aquel que esté buscando, que no conozca a Jesús, que lo conozca y no le quiera, o se haya peleado con él, o que simplemente vive agobiado en la prisa, el consumismo, el yo, el ansia de poder, posición y dinero que ofrece el mundo de hoy … Vivir un regalo impresionante: un fin de semana transformador, producto del encuentro con el amor de Jesús. 

¿Qué supone?

Supone retirarse del mundo del viernes por la tarde al domingo por la tarde en una casa de espiritualidad y ser testigos de una serie testimonios y experiencias personales de laicos, recibir la efusión del Espíritu Santo y salir del retiro con un sentido renovado de prioridades y propósitos.

¿Cuál es su objetivo?

El objetivo es reconocer que Jesús vive entre nosotros, amándonos con amor infinito y eterno, caminando a nuestro lado, en nuestra propia vida. Con Él, nos convertiremos en luz del mundo, en faros del Espíritu Santo para otros de nuestro entorno y transformarlo.

¿Por qué cambia la vida?

Emaús permite comenzar a vivir una vida llena de amor a Dios, de esperanza, que se materializa en grandes beneficios personales: matrimonios rotos que se perdonan y recuperan el amor, hermanos que se reconcilian, personas que no entendían su sentido de la vida ahora comprenden que Dios los ama, gente alejada de la Iglesia que desean recibir los sacramentos e implicarse en la fe, enfermos que dan gracias a Dios por su enfermedad, desesperanzados que abrazan el amor de Dios...

A menudo, muchos asistentes cuentan que han acudido al retiro obligados por sus amigos o familiares y sobre todo, por sus mujeres. Algunos, van a ciegas y con ciertas reticencias. Pero, una vez el retiro finaliza, todos salimos alegres, como aquellos discípulos de Emaús, damos gracias a Dios por esta experiencia de fe y amor, por haber reconocido de nuevo a Dios caminando a nuestro lado y nos convertimos en transmisores del amor de Cristo.


Volvemos felices, con la cara iluminada, a nuestras casas, con nuestras familias, a nuestros entornos sociales y profesionales, con la imperiosa necesidad de transmitir esta experiencia, esta gracia. Cuando Dios transforma tu corazón y cambia tu percepción de la vida no puedes sino contarlo a todo el mundo.

Emaús es un camino de peregrinaje, donde uno se encuentra con Jesús de una forma casual y al que tantas veces no reconocemos en nuestra vida, tan vacía y tan llena de cosas materiales.

¿Quién puede participar?

Puede participar todo el mundo. Los retiros se organizan para hombres y mujeres, de manera independiente.

Al retiro vienen gente de todas las sensibilidades de la Iglesia, personas de las parroquias, incluso sacerdotes y consagradas. 

Asisten laicos, personas no católicas o de otras confesiones, personas alejadas de la fe y de la Iglesia o personas con una vida sacramental más tibia.. El amor de Dios no pone barreras a los hombres. 

Todos necesitamos experimentar el amor de Dios en nuestra vida.

¿Cuántas veces se puede participar?

Estos retiros se hacen una sola vez en la vida, como caminante y cuantas veces se quiera, como servidor en los siguientes retiros.

Cuando, como caminante, dejas tu parroquia (Jerusalén) sientes que te embarcas en una peregrinación a Emaús y en el camino te encuentras con Jesús, pero al principio no le reconoces.

Al igual que los discípulos, durante 
el camino, se vaciaron contándole a Jesús “todas las cosas que pasaron esos días”, en el retiro, los caminantes nos vaciamos totalmente, le entregamos a Jesús todo lo que nos ha pasado en nuestras vidas. Jesús escucha y seguidamente nos ofrece la Eucaristía, en ese momento es cuando lo reconocemos: cuando parte el pan. 

Los discípulos se levantan e inmediatamente regresan a Jerusalén a contarles a otros la Buena Nueva, que Jesús está vivo y que está con nosotros. Y eso mismo es lo que haces como caminante.


¿Cuál es su consecuencia?

La consecuencia lógica, es la implicación
 de los caminantes en las diferentes actividades de su parroquia y la participación activa en la comunidad. De esta forma, se revitaliza la vida de las parroquias donde se proponen los retiros de Emaús, al integrar y recoger en las mismas, el ímpetu apasionado de estas personas, que desean transmitir y compartir su encuentro con Cristo.

¿Qué nos cuenta el relato?

El último capítulo del "Evangelio de la misericordia" nos narra un acontecimiento que se ha repetido en numerosas ocasiones, que ha inspirado obras de arte, que ha suscitado conversiones e inspirado a los cristianos en el camino a la santidad.

Comienza con dos discípulos desencantados (uno es Cleofás y el otro...) que están abandonando, cabizbajos, la causa por la cual, tres años antes, habían dejado todo. 

Pero ahora, después de tres días de esperar al Maestro en el que habían creído, tenían miedo y pesar, y volvían a casa para tratar de reconstruir las vidas que habían dejado atrás. En un fin de semana se les había escapado el único ideal que había llenado sus jóvenes corazones.

En su camino se les aparece Cristo, pero aunque lo veían, algo les impedía reconocerle. ¿Por qué? ¿Por qué no reconocen su rostro después de haberlo seguido por tres años? ¿Por qué no reconocen su voz después de haber dejado todo el día que escucharon su llamada? ¿Por qué no reconocen sus palabras después de haberlo oído predicar?

Tal vez es porque, como ellos mismos admiten, Él ha desilusionado las esperanzas que tenían, de que Él fuera el libertador de la nación de Israel. 

El obstáculo no es que no tengan a Jesús al lado, caminando con ellos, es que ellos esperan ver a alguien diferente. Así nunca verán a Jesús, por más claro que se les aparezca. ¡Su fe y su esperanza, pequeña y a su medida, no les deja aceptar la gloria y el gozo de la resurrección!

Pero Jesús no los deja alejarse. Quiere conquistárselos para siempre. Se hace el encontradizo para caminar junto a ellos y para que lo inviten a cenar. 

Y ahí, en la intimidad de un pequeño cuarto, se les revela al entregarse en la Eucaristía. Eufóricos, corren hasta Jerusalén bajo la luz de las estrellas. 

¡Ha resucitado, y vive con ellos para siempre! Se dejaron conquistar por la esperanza que les ofrece Jesús, y en la Eucaristía lo llevan consigo para siempre.

Cristo ha resucitado, está vivo y camina conmigo. ¡Qué maravilla! ¡Qué experiencia! Mi corazón rebosa de gozo y quiero cantar, quiero gritar, quiero trasmitir a otros esta certeza. No estoy solo, Cristo quiere estar conmigo. Está vivo en la Eucaristía, esperándome pacientemente. No puedo ser indiferente o pasivo ante tanto amor, por eso corro a compartir con los demás esta Buena Nueva.


JHR