¿QUIÉN ES JESÚS?

La vida de Jesús siempre ha suscitado preguntas a lo largo de los últimos dos mil años.

¿Cómo pudo un carpintero que fue ejecutado por los romanos convertirse en el hombre más famoso de la historia?
¿Fue Jesús alguien verdaderamente real?
¿Cómo puede Dios ser un hombre al mismo tiempo?
¿De qué manera podría esto tener algún sentido para mi vida?

Estas son algunas pero queremos que nos cuentes las tuyas.
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viernes, 16 de noviembre de 2018

LA SANA DOCTRINA


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"Tú, en cambio, predica lo que está conforme con la sana doctrina." 
(Tito 2,1)

San Pablo, en su carta a Tito, repite continuamente la expresión "sana doctrina", así como las actitudes que la acompañan: coherencia, fe, amor y paciencia. Y lo hace sabiendo que la fe es fácil de perder si no se alimenta de la sana doctrina y si no se comparte con amor.

Porque la fe sin caridad es una idea vacía, sin contenido: "lo que no se da, se pierde". La expresión de la fe necesita compartir expresiones de amor, debe estar impregnada de gestos de caridad, es decir, la sana doctrina presenta un modelo de vida justa, virtuosa y servicial que fue enseñado y puesto en práctica por el propio Jesús.

La sana doctrina es el conjunto de todas las "verdades de fe" enseñadas por Jesucristo para mostrarnos a los hombres el camino de la salvación y de la vida eterna. En sí misma es sanadora del alma, al librarnos del pecado.

La sana doctrina consiste en no agr
egar ni de quitar nada a la palabra de Dios ni modificar la doctrina de los apóstoles, que nos la han transmitido y que nosotros guardamos.

La sana doctrina está basada o compendiada, fundamentalmente, en el Credo, el Padre Nuestro, los Diez Mandamientos, los Siete sacramentos y resumidas en el Catecismo de la Iglesia Católica (CIC).

Revelada gradualmente por Dios a través de los tiempos, y llegada a su plenitud y perfección en Jesucristo, la definición y comprensión de la sana doctrina es progresiva, a través del constante estudio y reflexión de la Teología siempre fiel a la revelación divina y orientada por la Iglesia.

La sana doctrina consiste en la libre entrega y amor a Dios, sometiéndonos voluntariamente a la revelación hecha por Él y transmitida primero, por los apóstoles y después, por la Tradición de la Iglesia.
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​En palabras del apóstol San Pablo, "la fe opera por la caridad" (Gálatas 5,6), por eso la vida de santificación de un católico obliga, además de participar en los sacramentos, a obedecer la voluntad divina,​ a través de la práctica de las enseñanzas reveladas (que se resumen en los mandamientos de amor enseñados por Jesús), de las buenas obras y de las reglas morales propuestas por la Iglesia.
La sana doctrina, es decir, nuestra entrega voluntaria a Dios, tiene como finalidad y esperanza últimas, nuestra propia salvación​ y la instauración del Reino de Dios. 

La sana doctrina es vivir la sobriedad, el amor, la espiritualidad, la humildad, la sensatez, la integridad, la disponibilidad y el servicio a los demás. Es vivir la verdad, el bien y la bondad.

Es renunciar a la impureza, a la mala conducta, a la impiedad, al egoísmo, a los apegos y deseos mundanos, a las conductas desordenadas.

La sana doctrina es acercarse a Dios para abandonarse a su amor y huir del pecado.


domingo, 10 de junio de 2018

IGLESIA CATÓLICA Y HOMOSEXUALIDAD

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"Vosotros conoceréis la verdad 
y la verdad os hará libres"
(Juan 8, 32)

De un tiempo a esta parte, la ideología de género (LGTB) y, en concreto, la homosexualidad, se ha convertido en objeto de intenso debate público, tanto en nuestra sociedad como en la propia Iglesia Católica.

Desgraciadamente, algunas personas católicas, entre los que se encuentran también algunos sacerdotes, expresan posiciones y argumentos que no son conformes con la enseñanza de la Iglesia Católica, suscitando una gran confusión en algunas parroquias y una justa preocupación en todos aquellos que estamos comprometidos con Cristo y su Iglesia. 

La posición de la moral católica está fundada sobre la figura de Cristo, apoyada por la razón humana, iluminada por la fe y guiada por la voluntad de Dios, a través de su Espíritu Santo.

La Iglesia respeta la compleja realidad de cada persona que, en sus dimensiones espiritual y física, ha sido creada por Dios y, por su gracia, llamada a ser heredera de la vida eterna. 

Sólo dentro de este contexto, podemos comprender con claridad cómo la homosexualidad, con sus múltiples dimensiones y efectos sobre la vida social, política y religiosa, es un problema que concierne y preocupa a todos, y de modo particular, a la Iglesia Católica.

Por ello, se hace necesario que tengamos claro lo que Dios nos dice a través de una reflexión honesta y teológicamente equilibrada, meditando y discerniendo lo que 
la Palabra de Dios, la Tradición y el Magisterio de la Iglesia revelan al respecto.

¿Qué dice la Sagrada Escritura?

Desde el principio de la Biblia, el libro del Génesis nos muestra el punto de vista fundamental para la comprensión adecuada de la homosexualidad: "Dios creó al hombre a su imagen, a imagen de Dios los creó, macho y hembra los creó. "Dios los bendijo y les dijo: Sed fecundos y multiplicaos..."  (Génesis 1, 27-28). Así pues, los seres humanos estamos llamados a manifestar, en la complementariedad de los sexos, la unidad interna del Creador y la transmisión de la vida, mediante la recíproca donación esponsal.

Resultado de imagen de Congregación para la Educación CatólicaEn el capítulo 3, se nos muestra cómo el ser humano, en cuanto imagen de Dios, se oscureció por el pecado original y provocó la separación entre el hombre y Dios, entre la serpiente y la mujer, entre lo bueno y lo malo. 

Desde ese momento, el cuerpo humano, aún conservando su "significado nupcial", se encuentra oscurecido por el pecado y poco a poco, ha ido deteriorándose hasta Sodoma y Gomorra (Gen 19, 1-11) y, posteriormente, hasta nuestros días. 

En el libro de Levítico, Dios es claro y rotundo: "No te acostarás con un hombre como se hace con una mujer; es una acción infame" (Lev 18, 22), y "Si un hombre se acuesta con otro hombre como se hace con una mujer, los dos cometen una infamia y serán castigados con la muerte" (Lev 20, 13). 

San Pablo, en su  1ª Carta a los Corintios, deja claro quienes no entrarán en el reino de Dios"¿Es que no sabéis que los injustos no heredarán el reino de Dios? No os engañéis; ni los lujuriosos, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los invertidos..." (1Cor 6, 9). 

En su Carta a los Romanosante la confrontación entre el cristianismo y paganismo, el "Apóstol de los Gentiles" presenta el comportamiento homosexual como un ejemplo de la completa ceguera y la grave desviación en la que ha sucumbido la humanidad: "Dios los abandonó a sus pasiones vergonzosas; pues, por una parte, sus mujeres cambiaron las relaciones naturales del sexo por otras contra la naturaleza. Por otra, también los hombres, dejando las relaciones naturales con la mujer, se entregaron a la homosexualidad, hombres con hombres, cometiendo acciones vergonzosas y recibiendo en su propio cuerpo el castigo merecido por su extravío. Y como no se preocuparon de tener el conocimiento cabal de Dios, Dios los abandonó a su mente depravada, que los empuja a hacer lo que no deben. Están llenos de injusticia, malicia, perversidad, codicia, maldad; rebosantes de odio, de asesinatos, de disputas, de engaño, de malignidad; chismosos, calumniadores, aborrecedores de Dios, insolentes, altaneros, soberbios, inventores de maldades, desobedientes a los padres, insensatos, desleales, sin amor y sin piedad; saben bien que Dios declara reos de muerte a los que hacen tales cosas y, sin embargo, ellos las hacen y aplauden a los que las hacen. (Rm 1, 26-32).

En su 1ª Carta a Timoteo, menciona explícitamente como pecadores a aquellos que efectúan actos homosexuales"Algunos se han desviado de todo esto y se han perdido en vanas palabrerías, pretendiendo ser maestros de la ley, sin comprender ni lo que dicen ni lo que categóricamente afirman. Pues sabemos que la ley es buena si se hace de ella un legítimo uso, conscientes de que la ley no es para el justo, sino para los malvados y los rebeldes, los criminales y los pecadores, los sacrílegos y los profanadores, los parricidas y los matricidas, los asesinos, los lujuriosos, los homosexuales, los traficantes de esclavos, los mentirosos, los que juran en falso; en una palabra, para todo el que se opone a la sana doctrina del glorioso evangelio que Dios bendito me ha confiado." (1 Tim 1, 6-11). 

Lamentablemente, algunas personas creen y afirman (de modo erróneo y desorientado) que la Sagrada Escritura deja alguna duda al respecto, o que ofrece una hipotética aprobación a la homosexualidad, o en todo caso, que sus mandamientos morales no pueden ser aplicados en nuestra vida contemporánea.

Es cierto que la Biblia fue escrita en una época muy distinta a la actual, p
ero existe una evidente y absoluta coherencia  sobre el comportamiento homosexual en toda ella, que no se basa solamente en frases aisladas (de las que algunos sacan discutibles argumentaciones teológicas) sino en el sólido fundamento y constante testimonio bíblico, inspirado por Dios.

¿Qué dice el Magisterio de la Iglesia Católica?

El Concilio Vaticano II afirmaba que la interpretación correcta de la Escritura debe estar en completo acuerdo con la enseñanza del Magisterio y la Tradición de la Iglesia, "ya que están unidos de tal forma, que no tienen consistencia el uno sin los otros, y que juntos, cada uno a su modo, bajo la acción del Espíritu Santo, contribuyen eficazmente a la salvación de las almas" (Dei Verbum, n. 10).

Resultado de imagen de congregación para la doctrina de la feLa Congregación para la Doctrina de la Fe, en la "Declaración sobre algunas cuestiones de ética sexual" (29 diciembre 1975), subrayaba el deber de tratar de comprender la condición homosexual, pero estableciendo una clara distinción entre condición o tendencia homosexual y actos homosexuales:

"Los actos homosexuales, no sólo los consumados sino también los de deseo y pensamiento plenamente consentidos, están privados de su finalidad esencial e indispensable y son "intrínsecamente desordenados", es decir, malos "ex obiecto" y, en ningún caso, pueden recibir aprobación" (nº 8, párrafo 4). 

"La inclinación homosexual, aunque en sí no es pecado, constituye sin embargo, una tendencia que deriva en un comportamiento intrínsecamente malo, desde el punto de vista moral. Por este motivo, la inclinación misma debe ser considerada como objetivamente desordenada. Las personas con inclinación homosexual deben, por tanto, ser objeto de una particular atención pastoral, para que no lleguen a creer que esta tendencia es una opción moralmente aceptable en la enseñanza de la Iglesia".

El Catecismo de la Iglesia Católica manifiesta que los actos homosexuales no pueden recibir aprobación en ningún caso, dado que son intrínsecamente desordenados, contrarios a la ley natural, cierran el acto sexual al don de la vida y no proceden de una verdadera complementariedad afectiva y sexual. (párrafo 2357).


También dice que las personas homosexuales no deben ser discriminadas, sino acogidas con respeto, compasión y delicadeza (párrafo 2358), que están llamadas a la castidad y que, mediante el dominio de sí mismos, el apoyo pastoral, la oración y la gracia sacramental, pueden y deben acercarse a la perfección cristiana, es decir, ser santas. (párrafo 2359).

Imagen relacionadaLa Congregación para la Educación Católica (9 julio 1985) y la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos (16 mayo 2002), restringen la admisión en el sacerdocio a personas que practiquen la homosexualidad, presenten tendencias homosexuales profundamente arraigadas o sostengan la llamada "cultura gay".

La
 Iglesia celebra en el sacramento del matrimonio, la voluntad divina de la unión del hombre y de la mujer, unión de amor y portadora de vida. Sólo en la relación conyugal, puede ser moralmente recto el uso de la facultad sexual. 

Una persona que opta por una actividad sexual con una persona del mismo sexo desecha su rico simbolismo, su significado y, sobre todo, el designio del Creador para con la realidad sexual.  En definitiva, obra inmoralmente y en contra de Dios

Los actos homosexuales no son expresiones de la unión complementaria pensada por Dios al crearnos hombre y mujer, sobre todo, en una de sus cuatro dimensiones básicas: la física (genitalmente: órganos sexuales complementarios y germinalmente: células sexuales complementarias).

Los actos homosexuales no son expresiones de la colaboración creadora pensada por Dios, ya que no son capaces de transmitir la vida, y además, suponen una actitud egoísta, sin otro fin que la auto-complacencia. Nadie se da la vida a sí mismo. La vida de cada uno de nosotros es un don de Dios que realiza por la unión entre un hombre y una mujer, y cuya actitud generosa, es la esencia misma de la vida cristiana. 

Por ello, y aunque la mentalidad del mundo de hoy haya cambiado y su ideología trate de tentarnos a tratar de cambiar la doctrina, los católicos debemos ser plenamente conscientes de que, aunque la disciplina de la Iglesia puede cambiar, lo que nunca cambia es la doctrina. 

En palabras de San Juan Pablo II"Lo que no es moralmente admisible es la aprobación jurídica de la práctica homosexual. Ser comprensivos con respecto a quien peca, a quien no es capaz de liberarse de esta tendencia, no equivale a disminuir las exigencias de la norma moral (VS,95). Cristo perdonó a la mujer adúltera, salvándola de la lapidación (Juan 8,1-11), pero, al mismo tiempo, le dijo: Ve y de ahora en adelante ya no peques más". 

E
sta es la clave: "Dios ama al pecador y odia al pecado" pero el pecador debe comprometerse a no pecar más. Por eso, no es posible estar al mismo tiempo en pecado y cerca de Dios, porque el pecado significa precisamente eso: "alejarse de Dios".

¿Qué dicen las personas homosexuales?

Hoy día, muchas personas, incluso desde dentro de la Iglesia, tratan de presionar y manipular a sus miembros, para que se acepte la condición homosexual, como si no fuera desordenada, y así, posteriormente, que también se legitimen los actos homosexuales

Las personas que mantienen actos homosexuales y que declaran abiertamente su inclinación son, casi siempre, personas que consideran su comportamiento, sus actos o su estilo de vida como normales y buenos, y por ello, dignos de aprobación pública. 

Con frecuencia, estas personas y sus defensores enarbolan la bandera de la "discriminación sexual" o la "homofobía" (en su vocabulario) como un arma política para manipular a la sociedad y a la Iglesia. Su objetivo último no pretende encontrar un lugar en la sociedad, viviendo castamente, sino explícitamente, lograr la aprobación de sus comportamientos homosexuales. 

Pero es necesario decir que quienes, dentro de la comunidad cristiana, incitan y promueven esta dirección, se mueven por una visión opuesta a la Verdad plenamente revelada por Jesucristotratando de crear confusión en relación a la posición de la Iglesia, y que, aprovechando esta confusión para sus propios fines, intentan erigirse como abanderados y representantes de todas las personas homosexuales católicas.

Resultado de imagen de homosexuales catolicosBajo el amparo del catolicismo y con la excusa de la misericordia divina, estas personas homosexuales tratan de mantenerse y de mantener a otras, pero no tienen intención alguna de abandonar su comportamiento inmoral y afirman, en tono de protesta, que cualquier crítica o rechazo a las personas homosexuales, a sus actos o a su estilo de vida, constituyen una forma de injusta discriminación.

Quizás con
buena voluntad, pero no plenamente conscientes y seriamente equivocados, algunos católicos con tendencias homosexuales manifiestan una ideología relativista y materialista, que niega la naturaleza trascendente del ser humano y su vocación sobrenatural: ignoran la enseñanza de la Iglesia, o buscan alterarla de alguna manera, manifiestan una errónea y malentendida visión del amor de Cristo, tratando de presentar a Jesús como amigo de los actos homosexuales.

Son p
ersonas que se amparan en una supuesta discriminación y un falso juicio para tratar de normalizar los actos homosexuales. Cualquiera que se considere un auténtico católico, jamás puede discriminar a una persona con tendencia homosexual ni juzgarla, y mucho menos, condenarla: "No juzguéis y no seréis juzgados, no condenéis y no seréis condenados; perdonad y seréis perdonados." (Lucas 6, 37).

Las personas con tendencias homosexuales y que no las declaran, casi siempre, son católicos que viven en castidad, llevando su cruz y compartiendo la de Cristo, porque son plenamente conscientes de que los actos homosexuales no son buenos ni correctos a los ojos de Dios.

¿Qué debe hacer la Iglesia?

La Iglesia no puede dejar de preocuparse por las personas homosexuales pero debe mantener firme su clara posición en contra de los actos homosexuales, la cual no puede ser modificada ni puesta en cuestión por la presión de los defensores de estos actos, ni de la legislación civil, ni de una ideología tiránica ni de una moda "buenista" del momento. 

Imagen relacionadaPor eso, los sacerdotes tienen un papel primordial en esta problemática, pues deben procurar que las personas homosexuales confiadas a su cuidado no se desvíen por esas opiniones tan profundamente opuestas a la enseñanza de la Iglesia.

Deben est
ar rectamente informados y personalmente dispuestos para transmitir clara, fiel, íntegra y eficazmente la doctrina de la Iglesia a todos los fieles y a la sociedad en su conjunto.

Los Obispos de
ben prestar especial atención en aquellos programas, grupos de presión, asociaciones... que intentan ejercer una presión sobre la Iglesia para tratar de cambiar su doctrina, aunque a veces, la envuelvan de espiritualidad, amor y misericordia.

Deben prestar particular vigilancia sobre aquellos que tratan de confundir y dispersar al rebaño con propuestas ambiguas que ocultan sus verdaderas intenciones, incluso calificando como "católicas" a sus organizaciones o a las personas a quienes intentan dirigirse, pero en realidad no defienden ni promueven la enseñanza del Magisterio sino que lo cuestionan y la atacan abiertamente. 

Todo programa pastoral auténtico debe excluir organizaciones, asociaciones, grupos, "lobbys" que no establezcan claramente que la actividad homosexual es inmoral. 

Todo programa pastoral debe dejar bien en claro que todo alejamiento de la enseñanza de la Iglesia, o el silencio acerca de ella, no constituye una forma de auténtica atención ni de pastoral válida. Sólo lo que es verdadero puede finalmente ser también pastoral. Cuando no se tiene presente la posición de la Iglesia, se impide que las personas homosexuales reciban la atención que necesitan y a la que tienen derecho. 

Imagen relacionadaLos Obispos deben seleccionar a sacerdotes fieles al Magisterio y maduros espiritualmente que sean capaces de acoger y ayudar a las personas homosexuales en todos los niveles de su vida espiritual, mediante los sacramentos y en particular, a través de la frecuente y sincera confesión, de la oración, del testimonio, del acompañamiento, del consejo y atención individual y de la correcta dirección espiritual. 

Además, toda la comunidad cristiana debe ser consciente de su vocación de asistir y acoger a estos hermanos, evitando su desilusión, discriminación o aislamiento. 

Los Obispos y los sacerdotes deben evitar y/o retirar todo apoyo a cualquier organización, grupo, asociación, etc. que busque subvertir la enseñanza de la Iglesia, que sea ambigua respecto a ella o que la descuide completamente. Un apoyo en este sentido, o aún su apariencia, podría dar lugar a graves malentendidos o a terribles escándalos.

Los sacerdotes deben prestar una especial atención a evitar la programación de celebraciones religiosas o al uso de edificios pertenecientes a la Iglesia por parte de estos grupos.

La Iglesia debe condenar con firmeza cualquier expresión malévola, discriminación, injusticia o acción violenta hacia las personas homosexuales, puesto que el respeto y la dignidad de toda persona siempre deben ser considerados en las palabras, en las acciones y en las leyes. 

Sin embargo, esta justa reacción a las injusticias cometidas contra estas personas, en ningún caso, puede llevarnos a la afirmación de que la condición homosexual no sea desordenada ni inmoral.

¿Qué debe hacer una persona homosexual que busca seguir al Señor? 

Resultado de imagen de homosexuales catolicosEsencialmente, las personas homosexuales están llamadas a realizar la voluntad de Dios en su vida, uniendo al sacrificio de la cruz del Señor todo sufrimiento y dificultad que puedan experimentar a causa de su condición

Estas personas, como los demás cristianos, están llamadas a vivir la castidad y la auto-donación, a comprender que la cruz constituye una renuncia de uno mismo.

Deben abandonarse a la voluntad de Dios, que de la muerte hace brotar la vida y capacita a aquellos que ponen su confianza en El, para que puedan practicar la virtud, buscar la santidad y liberarse de una forma de vida que amenaza con destruirles. 





Fuentes: 

-Declaración "Persona humana" sobre algunas cuestiones de ética sexual (Congregación para la Doctrina de la Fe, 29 de diciembre de 1975, número 8). 

-Carta a los Obispos de la Iglesia Católica sobre la atención pastoral a las personas homosexuales (Joseph Card. Ratzinger, Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe. Roma, 1 de octubre de 1986). 

-Catecismo de la Iglesia Católica, párrafos  2357-2358 y 2359.

-Memorándum para los obispos que buscan asesoramiento sobre asuntos relacionados con la homosexualidad y los candidatos para la admisión al Seminario (Congregación para la Educación Católica,9 julio 1985).

-Carta Notitiae (Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos (16 mayo 2002),



miércoles, 22 de febrero de 2017

CÓMO DESMORALIZAR A TU COMUNIDAD



Un sacerdote siempre tiene un impacto directo y significativo en su comunidad, en su parroquia y en su entorno. La cuestión es si es un buen o un mal impacto.

El tipo de liderazgo que ejerza el sacerdote influye en muchos factores de la comunidad, pero, sobre todo, en su moral. La cuestión es si un sacerdote entusiasma o desmoraliza a los suyos.

Muchos curas desmoralizan a sus parroquianos sin ni siquiera saberlo. Por ejemplo, cuando están frustrados o cuando no tienen conciencia de que lo estánPero las razones principales por las que no se ejerce un buen liderazgo son:

1. Expectativas no articuladas

Demasiado a menudo, los sacerdotes mantienen a los miembros de su equipo de confianza con expectativas que no se articulan. Me explico:

Resultado de imagen de desmoralizar al equipoSupongamos que en la parroquia hay una celebración importante el jueves por la noche. El sacerdote espera que toda la comunidad asista. Después de todo, los miembros de una buena comunidad es lo que hacen: aparecen cuando se  les necesita y son la razón de ser de todo lo que ocurre en esa parroquia. 

Sólo que hay un pequeño detalle: Nunca se anunció. Al día siguiente, el sacerdote está molesto y frustrado con los miembros de la parroquia que no mostraron ni interés ni apoyo. Esta es una expectativa no articulada.

No podemos responsabilizar a la gente por algo que nunca les dijimos. A menos que queramos frustrarlos, por supuesto, y luego seguir como si nada...

2. Reglas sólo para los demás

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Un líder tiene ciertas ventajas. Una de ellas es que es él mismo quien establece las reglas. Sin embargo, con demasiada frecuencia, los sacerdotes deciden que las reglas no se aplican a ellos o incluso que están por encima de ellas.

Este es un gravísimo error. Nunca podemos pedir a nuestra comunidad que obedezca algo que nosotros mismos ni cumplimos ni acatamos. 

Si deseas desmoralizar a tu equipo, actúa como si las reglas no se aplicaran a ti, como si estuvieras por encima del bien y el mal, como si fueras Dios.

3. Ponerse medallas

Un mal líder se pone medallas cuando se producen situaciones exitosas, y por el contrario, echa balones fuera y la culpa a otros, cuando se producen situaciones de fracaso. 

Las personas más comprometidas jamás perdonan esto y más pronto que tarde, abandonarán al sacerdote.

Por el contrario, un buen líder asume la responsabilidad de los errores y comparten el éxito de los aciertos.

Un sacerdote orgulloso y sin caridad busca su propia gloria (en lugar de la de Dios) y jamás la comparte con los demás. Hace seguidores, adeptos, fans...nunca discípulos.

4. No valorar el esfuerzo

Algunos curas son, ante todo, "resultadistas": simplemente se fijan en si se cumple el objetivo o no. Y si se cumple, analizar si ha sido sobresaliente o no.

Pero es muy importante para un líder de una parroquia, estar muy pendiente y consciente de no subestimar o devaluar el trabajo necesario para alcanzar el resultado.

La mejor manera de subir la moral del "personal" es, primero, observar lo duro que trabajaron. Segundo, decirles que eres consciente del esfuerzo que han mostrado realizando el trabajo. Y finalmente, agradecérselo.

Apreciar lo mucho que tu equipo de colaboradores trabaja, les permite saber que su trabajo nunca es en vano y que, a través de tus palabras, Dios está contento.

5. Exigir vs. Animar

Cuando eres el jefe, es fácil dar órdenes. Esta también es una magnífica manera de perder a los miembros de tu comunidad parroquial. Aunque puede parecer extraño, nunca exijas a tu feligresía que haga algo. Pregunta en su lugar.

"¿Podrías encargarte de este proyecto esta tarde?" ¿Qué te parece si...? ¿Qué opinas sobre...? Todo el mundo se siente 1000 veces mejor que si les decimos "quiero esto para ayer... sin excusas. ¿ok?"

Tu equipo de colaboradores trabajará más duro y más eficazmente cuando se les pide que hagan algo, que cuando se les exige. 

Los líderes que preguntan en lugar de exigir tienen equipos mucho más productivos y eficaces.

6. Mostrar ingratitud

La gratitud va de la mano del liderazgo. Sí,  de acuerdo, en el ámbito laboral, la gente recibe el pago por su trabajo y muchas personas trabajan sólo por el premio final. Pero en el liderazgo, la gratitud te aportará mucho más que la expectativa. 

La mayoría de la gente en sus trabajos, se siente mal pagada, poco agradecida y subestimada, lo que les lleva también a sentirse mal en sus puestos. Generar un buen ambiente se consigue fácilmente: dando gracias.

En el liderazgo cristiano la gratitud es aún más importante. Las parroquias cuyos sacerdotes animan, agradecen y aprecian a su equipo cercano, crean una cultura de gratitud y de estímulo que se filtra a toda la comunidad. Si deseas crear un ambiente extraordinario, sé el primero en hacerlo y da ejemplo. Eres el líder. Tu parroquia te seguirá.

7. No estar dispuesto a lidiar con los problemas



El liderazgo es difícil y por lo tanto, también el propio del sacerdocio. Una de las razones por las que es complicado es porque tienes que lidiar con problemas casi todos los días. Un pésimo líder guarda los problemas en el cajón de su escritorio, como si de esa forma desaparecieran.

Todo el mundo sabe que la vida de un cristiano no es un camino de rosa y que siempre surgen problemas. Pero cuando el sacerdote aborda las cosas importantes que preocupan a su feligresía y crea un ambiente óptimo, todo el mundo está más dispuesto a todo.


Por su propia salud, un sacerdote no debería postergar los problemas ni adoptar "la táctica del avestruz" sino, más bien, asumir los problemas, "coger el toro por los cuernos", antes que generen en situaciones sin solución. Y comenzar ya.


Jesucristo siempre es nuestro modelo perfecto: Él nos dio la pauta en su anuncio y el ejemplo en su mensaje; fue el primero en cumplir las leyes y en hacerlas cumplir; explicó todas las cosas; jamás se puso medallas a si mismo; valoró el esfuerzo y asumió la debilidad de quienes estaban con Él; nunca exigió ser amado; mostró gratitud y amor infinitos; y asumió su responsabilidad hasta el final: con su propia muerte.

Nos animó a coger nuestra cruz y seguirlo, nos animó con su ejemplo y nos dio moral, nos indico el camino a seguir: el mismo que hizo Él.