¿QUIÉN ES JESÚS?

La vida de Jesús siempre ha suscitado preguntas a lo largo de los últimos dos mil años.

¿Cómo pudo un carpintero que fue ejecutado por los romanos convertirse en el hombre más famoso de la historia?
¿Fue Jesús alguien verdaderamente real?
¿Cómo puede Dios ser un hombre al mismo tiempo?
¿De qué manera podría esto tener algún sentido para mi vida?

Estas son algunas pero queremos que nos cuentes las tuyas.
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miércoles, 1 de abril de 2020

ALMA DE APÓSTOL

Amor y Perdón | Del Islam al Cristianismo | Testimonio Ex Musulmán
"Porque no nos predicamos a nosotros mismos, 
sino a Jesucristo, el Señor; 
nosotros somos vuestros siervos por amor de Jesús. 
Pues el mismo Dios iluminó nuestros corazones 
para que brille el conocimiento de la gloria de Dios, 
reflejada en el rostro de Cristo. 
Pero llevamos este tesoro en vasijas de barro, 
para que aparezca claro que esta pujanza extraordinaria 
viene de Dios y no de nosotros."
(2 Corintios 4,5-7)



Dios, en su bondad infinita, ha querido comunicarse con sus dones a toda su creacción y revelarse con sus bienes a sus hijos, los hombres, a través de su Hijo Jesucristo. 

En virtud de su Encarnación y Redención, Cristo es la única fuente de la participación en la vida divina. Nada hace Dios sino mediante su Hijo el amado, en quien se complace.

El Señor ha querido, a su vez, transmitir su amor por nosotros a través de la llama del apostolado, constituyendo su Iglesia y dotándola de una misión: que el hombre enseñe al hombre el camino de la salvación.

Podría haberlo hecho directamente, obrando en las almas, como lo hace en la Eucaristía. Pero ha querido precisamente que sea desde la herida del costado de Cristo en la cruz, desde donde surge la Eucaristía. 

Dios ha querido servirse de colaboradores para repartir su gracia a la humanidad. Ha "querido necesitarnos", como muestra de su gran ternura de padre hacia nosotros. Y por voluntad propia encargó este ministerio a su Iglesia, cuando le dijo al discípulo amado:"Ahí tienes a tu Madre" (Juan 19,27) 

Un Apostolado jerarquizado


Renuncia de Su Santidad el Papa – Diócesis de Ciudad RodrigoTodo apostolado está perfecta y gradualmente escalonado, y comienza por el clero, cuya jerarquía fue instaurada por el mismo Jesucristo con sus doce apóstoles a quienes envió hasta los confines de la tierra, y después, continuada por ellos, al nombrar obispos y sacerdotes, para que evangelizaran al pueblo de Dios. 

Junto al clero, están las órdenes contemplativas y las congregaciones de consagrados que difunden el bien espiritual y corporal a través de la oración, el servicio y la formación.

Y por último están los laicos, esos católicos fervientes, de corazones ardientes tras su encuentro con Jesús, y que aumentan exponencialmente la transmisión del mensaje apostólico del Evangelio, allí donde no llega el resto de la jerarquía.

Una Evangelización protagonizada



Teniendo siempre presente que Dios no hace nada sino mediante Jesús, también nosotros no podemos hacer nada sino mediante Jesús. Cristo, a través del Espíritu Santo, es el protagonista de toda evangelización.

No obstante, existe una tentación peligr
osa, la herejía de las obras, que consiste en adueñarnos de la evangelización, ocupándonos de las obras como si Cristo no contase, como si Él no fuera el protagonista de todo apostolado, o como si no fuera el autor de todas las gracias, que nos regala a través de su Espíritu Santo.

Esta herejía de las obras es el activismo febril d
el hombre, que trata de sustituir la acción de Dios, que ignora la gracia, que obvia la trascendencia, que omite la sobrenaturalidad y que olvidando la oración, aspira a destronar a Jesús por su orgullo vanidoso.

Yo no soy fan de Jesucristo – Blog del pastor Juan Carlos
Nuestro Señor, sabedor de nuestra debilidad y fragilidad pecaminosa, pone a nuestra disposición la solución para defendernos del orgullo, pecado por el que entran el resto de los pecados: la vida interior.

Sin la vida interior no es posible la existencia de un alma de apóstol, pues "en vano te entregarás a los demás, si te abandonas a ti mismo".

Una Misión interiorizada


La vida interior estructura y edifica toda alma de apóstol. Así nos lo enseñó nuestro Maestro: Treinta años de vida privada en recogimiento, y cuarenta días de desierto en penitencia, demuestran que sin oración no hay evangelización. 

Jesús Salva.: El cuerpo glorificado. Las transformación de los ...La vida exterior es más humana porque nos conecta con los hombres, mientras que la interior es más sublime porque nos conecta con Dios. 

La vida activa es agitada y convulsa, mientras que la interior es más segura porque es más reposada y serena.

La vida interior es más rica porque nos muestra la voluntad y nos da la gracia santificante necesaria para afrontar la vida exterior.

La vida interior, por la Eucaristía, atrae hacia el apóstol las gracias y bendiciones de Dios, y le santifica a través del buen ejemplo y del testimonio coherente.

La vida interior infunde en el alma del apóstol una trascendencia sobrenatural para irradiar con elocuencia la fe, la esperanza, la caridad, la bondad, la humildad, la firmeza, la mortificación y la conversión de las almas.

Alma de Apóstol

Toda alma de apóstol está inundada por la luz de Dios e inflamada por Su amor, y así, ilumina con sus reflejos y caldea con su fervor a los demás.

Toda alma de apóstol recibe antes de comunicar la misión que Dios le ha encomendado y está impregnada de su voluntad para establecer el propósito y los medios del apostolado con fe y piedad.

Toda alma de apóstol está libre de ruido y agitación (que hacen muy poco bien), y llena de silencio y escucha atenta (que hacen mucho ruido).

Toda alma de apóstol revela el amor de Dios, por los actos de su vida interior y manifiesta el amor al prójimo, por los actos de su vida exterior.

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Toda alma de apóstol tiene "corazón" (vida interior) que late continuamente, y "brazo" (vida exterior) que se mueve cuando se le requiere.

Toda alma de apóstol no separa nunca lo que Dios ha unido: la perfecta unión entre vida interior y exterior, entre vida contemplativa y activa.

Toda alma de apóstol atiende la salvación del prójimo sin menguar la suya, porque el Diablo nos llena de obras, mientras que Dios nos colma de gracias.

Toda alma de apóstol tiene siempre una elección que hacer: la santidad completa o la perversión absoluta, la humildad o la vanidad, la mansedumbre o el orgullo, el altruismo o el esgoísmo.

Toda alma de apóstol se equipa de pies a cabeza antes de lanzarse a la batalla de las obras (Efesios 6): 

La vida interior es la armadura del hombre de obras: resiste a las tentaciones y evita las asechanzas del demonio. 

Le ciñe de la pureza de intención: concentra en Dios sus pensamientos, deseos y afecciones, y le impide perderese en las comodidades, placeres y distracciones.

Le calza con la discrección y la modestia: armoniza sus obras con la sencillez de la paloma y la prudencia de la serpiente.

Le protege con el escudo de la fe: protege de las falsas doctrinas, del relativismo y de la mundanización.

Le refugia con el casco de la humildad y la oración: reconoce su debilidad y fragilidad, su incapacidad de salvación sin la gracia santificante y aumenta su confianza sobre la que se estrellan los golpes del orgullo y la rebeldía.  

Le arma con la espada del Evangelio: robustece su celo conla escucha y meditación de la Palabra, y aumenta su coraje con los Sacramentos, en especial, con la Eucaristía.


Bibliografía: 

"El alma de todo apostolado" (Dom. J.B. Chautard, Abad cisterciense)

jueves, 25 de julio de 2019

EL DOBLE CAMINO: ORACIÓN EN ACCIÓN

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"La acción es una oración con hechos!

¡Cuantas veces hemos hablado en "petite comité" sobre qué es más importante, la oración o la acción! ¡Cuántas veces hemos defendido qué va antes, la una o la otra!

Sin embargo, ambas no sólo no son contrapuestas ni excluyentes, sino que son absolutamente complementarias y dependen la una de la otra. Es como preguntarse ¿qué fue antes el huevo o la gallina?

El Papa Francisco hace poco, decía: "La escucha de la palabra del Señor, la contemplación y el servicio concreto al prójimo no son dos comportamientos contrapuestos, sino, al contrario, son dos aspectos ambos esenciales para nuestra vida cristiana; aspectos que no van nunca separados, sino vividos en profunda unidad y armonía. Oración y acción están siempre profundamente unidas. Una oración que no lleva a la acción concreta hacia el hermano pobre, enfermo, necesitado de ayuda, en dificultad, es una oración estéril e incompleta. Pero del mismo modo, cuando en el servicio eclesial se está atento solo al hacer, se da más peso a las cosas, a las funciones, a las estructuras, y se olvida de la centralidad de Cristo, no se reserva tiempo para el diálogo con Él en la oración, se corre el riesgo de servirse a sí mismo y no a Dios presente en el hermano necesitado."

De la oración brota la fuerza sobrenatural que hace eficaz la acción apostólica y de la acción brota la comunicación con Dios para saber cuál es su voluntad en cada actividad, en cada momento.

Sin oración, la evangelización se convierte en mero activismo sin sentido sobrenatural, sin alcance redentor. 

Sin acción, la contemplación se convierte en mero ensimismamiento sin sentido natural, sin alcance apostólico.
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Imagen relacionadaEl camino de la oración lleva necesariamente a la acción, y esta acción será más fecunda, mientras más intensa sea la vida de oración.

Es cierto que los "activistas" o defensores de la acción, pudieran ver la oración como una pérdida absoluta de tiempo. ¿Por qué rezar en lo escondido cuando pueden estar transformando el mundo?

Como también es cierto que muchos de los "orantes" o defensores de la oración, pudieran ver la acción como una pérdida impulsiva de energías. ¿Por qué hacer cosas en un mundo agitado cuando pueden estar en la tranquila presencia de Dios?


Y yo me pregunto, ¿hay una posición intermedia? ¿es posible hallar un equilibrio entre oración y acción?

Para la mayoría de nosotros, el equilibrio es un problema. Tendemos a pensar en términos de blanco y negro; de bueno y malo; de correcto y incorrecto; de importante y urgente.

Pero Dios, en su Palabra, nos muestra que en la vivencia de la fe cristiana, en la vida espiritual, existe un equilibrio perfecto entre oración y la acción:

Moisés escuchó la llamada de Dios en la soledad del desierto para, luego, cumplir Su voluntad, de regreso a Egipto y liberar a Su pueblo.

Jesús anunció el mensaje de Amor después de salir de la soledad del desierto, para luego, mantener un ritmo de acción y oración, moviéndose del mundo al Padre, y del Padre al mundo, una y otra vez.

Los apóstoles, después de la llegada del Espíritu Santo en oración, explotaron en acción.

San Pablo fue un denodado hombre de acción orante.

Henri Nouwen, r
econocido autor cristiano, dijo: “La vida cristiana no es una vida dividida entre tiempos para la acción y tiempos para la contemplación. No. La acción social real es una forma de contemplación, y la contemplación real es el núcleo de la acción social. . . La vida espiritual no nos aleja del mundo, sino que nos lleva a profundizar en él ”.

Nuestra vida de fe y servicio a Dios y a los hombres, gracias a la providencia divina, crea un espacio para que Dios trabaje en nuestro día a día.

Pasamos tiempo en silencio, Dios habla; Ayunamos, Dios nos llena; Adoramos, Dios nos habla; Hacemos una pausa, un retiro, Dios nos envía.

El Espíritu de Dios se mueve en, a través y alrededor de nosotros. Es entonces, cuando ocurre la verdadera transformación. Pero primero tenemos qu
e hacer espacio para Dios.

Una vez transformados por su Gracia, trabajamos con una fuerza sobrenatural para ren
ovar el mundo, pero no depende de nosotros.
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Oramos por los problemas del mundo, pero luego debemos comprometernos en las soluciones. Pedimos la intervención de Dios, pero Él quiere "necesitarnos". ¿No deberíamos, por lo tanto, orar mientras servimos? o ¿servir mientras oramos?

Por tanto, la oración es necesaria antes de la acción. Y durante y después de la acción, es también necesaria la oración.

La oración es comunicación, pero es mucho, mucho más. La oración nos conecta con el creador del universo, el Rey eterno. La oración alinea nuestros pensamientos y acciones con el Espíritu Santo, y entre nosotros.

El poder de la oración, une al pueblo de Dios con los propósitos de Dios, y puede cambiar el mundo. La oración llena nuestros corazones, nuestras manos, nuestras palabras y nuestras vidas con poder y significado. Cada movimiento que hacemos es una alianza con Dios, llena de oración, llena de esperanza y de fe en la voluntad de Dios. Cada palabra que oramos se combina con el poder del Espíritu Santo en una acción santa.

San Juan Pablo II dijo:
 “La misión sigue siendo siempre, primariamente, obra de Dios, obra del Espíritu Santo, que es su indiscutible ¡protagonista!”, recordándonos que por muy necesarios que sean los esfuerzos humanos, el éxito no depende de nosotros, pues la misión es “obra de Dios”. 

La Madre Teresa de Calcuta, sobre "rezar el trabajo" dijo: 
“Nuestra actividad será verdaderamente apostólica en la medida en que dejamos que Dios sea quien trabaje en nosotros y a través de nosotros. Así, mientras más recibimos en la oración de silencio, más podemos dar en nuestra vida activa, en nuestra labor”
.

Dios siempre toma la iniciativa. No somos nosotros quienes damos el primer paso. Pero sí quienes nos comprometemos cuando escuchamos la voz de D
ios.

Esta es la idea: dejar a Dios ser Dios, dejar que Dios actúe mientras nosotros pedimos y servimos. No somos nosotros actuando; es Dios actuando a través nuestro. El éxito y la gloria son de Dios.
Oremos y escuchemos mientras Dios actúa a través de nuestro servicio. San Benito decía: "Ora et labora", y yo creo que se refería a realizar ambas a la vez. 

Ni podemos sólo quedarnos en la oración, pretendiendo que lo haga Él todo, ni salir a la acción sin conocer la voluntad de Dios, pretendiendo arreglar el mundo por nuestra cuenta.

Debemos vivir, servir y orar en un perfecto equilibrio
, el que Jesús nos enseñó: "oración en acción", o lo que es lo mismo, un servicio centrado en la voz de Dios y en la atención al hombre.

San J
uan Pablo II, dijo: "La oración debe ser cada vez más el medio primero y fundamental de la acción misionera en la Iglesia” porque “la auténtica oración, lejos de replegar al hombre sobre sí mismo o a la Iglesia sobre ella misma, le dispone a la misión, al verdadero apostolado”.

Benedicto XVI, sobre la Nueva Evangelización, dijo:“Todos los métodos están vacíos si no tienen en su base la oración. La palabra del anuncio siempre debe contener una vida de oración. Jesús predicaba durante el día y de noche rezaba”.

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Oración franciscana

Que Dios me bendiga con incomodidad
en respuestas fáciles, medias verdades y relaciones superficiales,
para que viva en lo profundo de mi corazón.

Que Dios me bendiga con santa indignación
ante la injusticia, opresión y explotación de las personas,
para que pueda trabajar por la justicia, la libertad y la paz.

Que Dios me bendiga con lágrimas
por los que sufren dolor, rechazo, hambre y guerra
para que pueda extender mi mano para consolarlos 
y convertir su dolor en alegría. 

Y que Dios me bendiga con suficiente insensatez 
para creer que puedo hacer una diferencia en el mundo, 
para que pueda hacer lo que otros dicen no se puede hacer, 
traer justicia y bondad a todos nuestros pequeños y pobres. 
Amén

domingo, 20 de enero de 2019

MOTOR Y AGENTES DE LA EVANGELIZACIÓN

"Id, pues, y haced discípulos míos en todos los pueblos, 
bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, 
y enseñándoles a guardar todo lo que yo os he mandado. 
Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo" 
(Mt 28, 19-20)

La Evangelización es la gran misión que Jesucristo encomendó a sus discípulos. Todo cristiano, seguidor de Cristo está llamado a cumplirla.

Según el Catecismo de la Iglesia Católica, la evangelización es la razón de ser de la Iglesia y su actividad habitual, y tiene como finalidad la transmisión de la fe cristiana.

Pero, ¿dónde debe realizarse
En primer lugar, dentro de la comunidad cristiana, es decir, en la parroquia donde los fieles se reúnen regularmente para las celebraciones litúrgicas, escuchan la Palabra de Dios y celebran los sacramentos, sobre todo la Eucaristía, preocupándose por transmitir el tesoro de la fe a los miembros de sus familias, de sus comunidades, de sus parroquias.

En segundo lugar, esta evangelización general u ordinaria se expanda fuera de los muros de la Iglesia, utilizando nuevos métodos y nuevas formas de expresión para transmitir al mundo el mensaje de Jesucristo.

Y ¿cómo debe realizarse?
A través de la propuesta y del testimonio de la vida cristiana, del discipulado , de la catequesis y de las obras de caridad

A través de una fe sólida y robustauna transformación de las estructuras existentes y proyectos pastorales creativos a medio y a largo plazo, conforme a las necesidades y expectativas del hombre y de la sociedades actuales.

A través de un encuentro real y auténtico, público y comunitario, una relación íntima y personal con Jesucristo, creando las condiciones para que este encuentro entre los hombres y Jesús se realice. 

Espíritu Santo
Evangelizar es ponerse a disposición del Espíritu Santo, artífice fundamental de todo anuncio, auténtico autor de todo testimonio y único protagonista y motor de toda evangelización.
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Jesús comenzó a predicar "impulsado por el Espíritu Santo" (Lc 4,14). Él mismo declaró: "El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido. Me ha enviado a llevar la buena nueva a los pobres" (Lc 4,18).

En la noche de Pascua, al aparecerse Jesús ante los apóstoles en el cenáculo, les dijo: "Como el Padre me envió a mí, así os envío yo a vosotros. Después sopló sobre ellos y les dijo: Recibid el Espíritu Santo” (Jn 20,21-22). 

Al dar a los apóstoles el mandato de ir a hacer discípulos por todo el mundo, Jesús les confiere también el medio para poder realizarlo: el Espíritu Santo (Mt 28, 19-20).

Después de la Pascua, Jesús exhortó a los apóstoles para que no se alejaran de Jerusalén hasta que no hubieran sido revestidos de la fuerza de lo alto: "Recibiréis la fuerza del Espíritu Santo, que vendrá sobre vosotros para que seáis mis testigos" (Hch 1,8). Cuando, en Pentecostés, baja el Espíritu Santo, Pedro y los demás apóstoles comienzan a hablar en voz alta de Cristo, y su palabra tiene tanta fuerza, que tres mil personas se convierten. 

Cuando recibimos el Espíritu Santo, se produce en nosotros un impulso irresistible para evangelizar, que nos reviste de Gracia, nos guía y conduce con rectitud conforme a la voluntad de Dios, proporcionándonos los recursos necesarios.

Sin Espíritu Santo, la evangelización es sólo activismo, que gira en una espiral que no conduce a ninguna parte. 

Sin Espíritu Santo, un testimonio es sólo una sucesión de hechos, narrados por una persona, es tan sólo el revestimiento humano de un mensaje. 

Sin Espíritu Santo, el servicio es sólo militancia, que se mueve de un lado para otro sin sentido.

Por tanto, lo primero que necesitamos para evangelizar es abandonarnos confiadamente en brazos de Dios, quien a través del Espíritu Santo, guiará nuestros pasos y suscitará los recursos necesarios.

Así pues ¿qué debemos hacer para recibir el Espíritu Santo? ¿cómo podemos ser, también nosotros, revestidos de la fuerza de lo alto, como en un "nuevo Pentecostés"? ¿cuáles son los agentes de la evangelización?

Oración
Para saber cómo obtener el Espíritu Santo, tan sólo debemos fijarnos cómo lo obtiene Jesús y cómo lo obtiene la misma Iglesia, en Pentecostés:

Lucas describe el acontecimiento del bautismo de Jesús de la siguiente manera: "Mientras Jesús estaba orando, se abrió el cielo, descendió el Espíritu Santo sobre él" (Lc 3,21-22). "Mientras estaba orando": fue la oración de Jesús la que abrió los cielos e hizo descender al Espíritu Santo

No mucho después, en el mismo Evangelio de Lucas, leemos: "Mucha gente acudía para oírlo y para que los curase de sus enfermedades. Pero él se retiraba a los lugares solitarios para orar" (Lc 5,15-16). Ese "pero" es muy elocuente; crea un contraste especial entre las multitudes que apremian y la decisión de Jesús de no dejarse arrastrar por las multitudes ni por el activismo, retirándose a dialogar con el Padre.

El Espíritu Santo, en Pentecostés, vino sobre los apóstoles mientras ellos hacían "constantemente oración en común" (Hch 1,14). "Constantemente" significa sin pausa y "en común", significa en un mismo pensar o sentir, "en un mismo Espíritu".

Dios se ha comprometido a dar el Espíritu Santo a quien ora. Lo único que tenemos que hacer es invocar al Espíritu Santo y rezar"¡Cuánto más el Padre del cielo dará el Espíritu Santo a quienes le pidan!" (Lc 11,13).  "Os aseguro que, si dos de vosotros se ponen de acuerdo sobre la tierra, cualquier cosa que pidan les será concedida por mi Padre celestial. Porque donde hay dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos.(Mt 18, 19-20).

Pudiéramos pretender
decidir a quién, dónde, cómo y cuándo evangelizar, basándonos en nuestras aptitudes, conocimientos, preferencias, gustos, comodidades, etc., y después, pedirle a Dios que nos diera el "ok" o que el Espíritu Santo se "acoplara a nuestra idea".  Pero en realidad, le estaríamos diciendo a Dios: "Hágase mi voluntad".

O pudiéramos ponernos de rodillas primero y preguntarle a Dios qué quiere decirnos. De esta forma, sencillamente, nos sometemos a Dios, nos ponemos en actitud humilde, obediente y de apertura al poder de su Espíritu. Y entonces, le decimos a Dios: "Hágase tu voluntad".

La primera ac
titud es magia. La segunda, es gracia.

Sin oración, la evangelización es, sencillamente, inútil, estéril y baldía. Y lo es porque sólo a quien ora, Dios le concede su Gracia. Por eso invocamos al Espíritu Santo. Con fe firme, recibimos el poder necesario para cumplir la voluntad de Dios.

Sin oración, lo que sale de nuestra boca son palabras vacías, que no traspasan el corazón de nadie, que "no convierten"Son palabras "inútiles" que no dan fruto, "ineficaces" y "estériles". 

Sin oración, nuestro mensaje es un fraude, propio de un de falso profeta, que no reza y que, sin embargo, induce a los demás a creer que es palabra de Dios.

Pureza de intención
Además de la oración, para recibir el Espíritu Santo, es absolutamente necesario tener “pureza de intención”. Para Dios, una acción tiene valor según la intención con que se hace

Por eso, el Espíritu Santo no puede actuar si nuestra motivación evangelizadora no es pura. Dios no puede hacerse cómplice de la mentira ni potenciar nuestra vanidad.

Sin pureza de intención, procuramos la búsqueda de uno mismo, la exaltación de la propia vanidad y el foco en nuestro ego.  

Sin pureza de intención, no trabajamos la humildad, la obediencia y el amor. No seguimos los pasos del Maestro, al rechazar la cruz, morir a nosotros mismos y proclamar la gloria de Dios. 

Sin pureza de intención, elegimos una estrategia con la que manipulamos y violentamos a otros, con la intención de lograr un "bien" o un "resultado" egoísta y personal.

Amor
Una vez desechada la búsqueda de nosotros mismos y manteniendo una intención pura, necesitamos dar paso definitivo hacia al amor auténtico. 

El Evangelio del amor no se puede anunciar más que por y con amor. Si no amamos a las personas a las que anunciamos a Cristo, las palabras se transforman en piedras que hieren. Se trata de mirar a los demás con los mismos ojos con los que nos mira Jesús.

Para
 evangelizar, debemos derrochar el mismo amor de Nuestro Señor: el Amor más grande, el amor ágape: "No hay amor más grande que el que da la vida por sus amigos" (Jn 15,13).
El amor puro y genuino solo nace de una amistad auténtica con Jesús, de una relación íntima con Dios. Sólo quien está enamorado de Jesús puede proclamarle al mundo con total convicción. ¿Le has dicho alguna vez que le quieres? o ¿das por hecho que como lo sabe, no se lo dices? ¿te suena esto?

Por tanto, amor por los hombres. Pero también y, sobre todo, amor por Jesús. Es el amor de Cristo el que nos debe impulsar en todo cuanto hagamos. 

Enámorate de Jesús. Habla con Él siempre que puedas. Busca intimidad con Él. Haz todo lo que hagas por Él. Sólo por Él. Sólo para su gloria.