¿QUIÉN ES JESÚS?

La vida de Jesús siempre ha suscitado preguntas a lo largo de los últimos dos mil años.

¿Cómo pudo un carpintero que fue ejecutado por los romanos convertirse en el hombre más famoso de la historia?
¿Fue Jesús alguien verdaderamente real?
¿Cómo puede Dios ser un hombre al mismo tiempo?
¿De qué manera podría esto tener algún sentido para mi vida?

Estas son algunas pero queremos que nos cuentes las tuyas.
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viernes, 22 de noviembre de 2019

LA MUERTE NO ASEGURA EL CIELO A UN CRISTIANO


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"La vida cristiana ... 
exige tener la mirada fija en la meta,
en las realidades últimas 
y, al mismo tiempo, comprometerse en las realidades 'penúltimas' ... 
para que la vida cristiana sea 
como una gran peregrinación hacia la casa del Padre".
(S. Juan Pablo II. Catequesis sobre escatología -11/8/1999)


"Ya está en el cielo", "Disfruta ya de la presencia del Señor", "Ya está sentado en la mesa celestial" o "Ya está en la casa del Padre"... son expresiones que escuchamos ante la muerte de un ser querido.

Sin duda, son "deseos" expresados con buena voluntad, fe e indulgencia cristianas ante la gran pérdida de alguien querido, para demostrar el amor que le teníamos.

Pero no dejan de ser afirmaciones impregnadas de un "buenismo" equivocado, desmedidamente osadas, o cuando menos, bastante imprudentes, porque denotan un cierto desconocimiento de la doctrina de la Iglesia.

No por much
o decir de alguien que ha muerto: "seguro que está en el cielo", la afirmación se convierte en verdad. Nadie puede decir que tiene asegurado el cielo, ni siquiera quien muere en estado de graciaEs un error teológico de concepto y una imprudencia temeraria. 

A veces, inconscientemente, queremos hacer de "Dios", o pretendemos decirle a Dios lo que debe o lo que tiene que hacer. Pensamos que Dios es el genio de la lámpara, a nuestra disposición, a quien pedimos lo que sea y quien nos concede todos nuestros deseos. Esto es otro error teológico de concepto y una desviación de la voluntad.

Decía San Juan Crisóstomo que "la muerte es el viaje a la eternidad". Este gran santo dice: "viaje" y no "destino", es decir, un camino con etapas, no una llegada instantánea. 

Porque sólo a Dios, a su Justicia y Misericordia infinitas, le corresponde determinar el destino de cada uno en el Juicio Particular, donde se pondrá a la luz, el estado del alma en el momento de la muerte.

Juicio Particular

Según la Revelación, el Magisterio y la Tradición de la Iglesia, en el mismo instante de la muerte, nuestro destino queda definido para toda la eternidad. 

Resultado de imagen de juicio particularDice el Catecismo de la Iglesia Católica: "Cada hombre después de morir recibe en su alma inmortal su retribución eterna en un juicio particular, bien a través de una purificación, bien para entrar inmediatamente en la bienaventuranza del Cielo, bien para condenarse inmediatamente para siempre" (#1022).

En ese momento, nuestra alma, que es inmortal, se separa de nuestro cuerpo e inmediatamente es juzgada por Dios. Este momento se llama en Teología, el Juicio Particular.

El Juicio Particular consiste en una especie de radiografía, "tac" o "escaner" espiritual instantáneo que recibe el alma por iluminación divina, mediante la cual ésta sabe exactamente el sitio/estado en que le corresponde ubicarse para la eternidad, según sus buenas y malas obras.

Así, podemos asegurar que alguien que ha muerto también ha sido juzgado por Dios (Antonio Royo Marín, Teología de la Salvación). 

El Juicio Particular define tres posibles escenarios: cielo, purgatorio o infierno.


Purgatorio

El purgatorio es una fase intermedia de la Economía Salvífica de Dios. Es un etapa  de purificación en la que el alma de aquellos que mueren en amistad con Dios, totalmente consciente de sus carencias, se refina por el dolor del amor, pues sabe que pudo haber amado aún mucho más de lo que lo hizo. 

Resultado de imagen de purgatorioPosiblemente, es el escenario más lógico de todo cristiano que no llega a un estado total de santidad. Porque aparte de la Virgen María, ¿alguno entre nosotros es lo suficientemente puro y lleno de gracia para estar delante de Dios? (Romanos 3,10, 14, 4, Deuteronomio 7,24, Josué 23, 9, 1 Samuel 6,20, Esdras 10,13, Proverbios 27, 4, Salmo 76; 130, 3).

Incluso los santos tienen pecados que necesitan ser expiados y el purgatorio es una parte de la infinita misericordia de Dios, porque no quiere que ninguno de nosotros muera, sino que viva y se arrepienta (2 Pedro 3, 9).

La Palabra de Dios es muy clara acerca de esta etapa purgativa (2 Macabeos 12, 39-46, Mateo 5, 24-25, Habacuc 1,13, 1 Corintios 3, 11-15, Apocalipsis 21,27).

Resultado de imagen de muerte de un ser queridoEl propio Jesucristo, hablando de la ofensa contra el Espíritu Santo, dice que ésta no será perdonada en este mundo, dando así a entender que hay faltas que se pueden perdonar una vez que morimos. Esto es, en el purgatorio. 

La Iglesia reconoce que estas almas se benefician de la oración de los vivos. Por eso, es tan importante que recemos por los difuntos, más que pronosticar su segura entrada celestial.

Infierno

El infierno es el estado de separación de Dios. A éste se condenan quienes lo han rechazado voluntariamente hasta el final. Y es una fase final, definitiva y eterna.

Resultado de imagen de purgatorioEl Catecismo también dice: “Jesús habla con frecuencia de la ‘gehenna’ y del ‘fuego que nunca se apaga’, reservado a los que hasta el fin de su vida rehúsan creer y convertirse, y donde se puede perder a la vez el alma y el cuerpo.

El Papa Juan Pablo II en "Cruzando el Umbral de la Esperanza" dice que la condenación es lo opuesto a la salvación, pero que tienen en común que ambas son eternas

Y el infierno es el peor mal, porque es la condenación eterna: el rechazo del hombre por parte de Dios, como consecuencia del rechazo de Dios por parte del hombre.

Podríamos decir que, al infierno van los que se arrojan a él de cabeza. Los que  se rebelan a la voluntad de Dios, los que reniegan de Dios y le rechazan voluntariamente (Non Serviam).

Cielo

Según el Catecismo de la Iglesia católica, el cielo es el "fin último y la realización de las aspiraciones más profundas del hombreel estado supremo y definitivo de dicha”. También es un escenario definitivo y eterno.

El cielo es la salvación eterna, la felicidad que proviene de la unión con Dios, el gozo de la Visión Beatífica, es decir, el ver a Dios mismo "cara a cara" (1 Corintios 13, 12). 

El Cielo, que es un estado, un sitio indescriptible con nuestros limitados conocimientos humanos, en el que las almas aún esperan reunirse con sus cuerpos gloriosos, pero ya gozan de plena paz plena y pueden interceder por los vivos, al actuar como canales de la gracia divina en la Tierra.

La Virgen María nos ha mostrado, con su vida en la tierra y su Asunción al Cielo, el camino que hemos de recorrer hasta llegar al Cielo que Dios Padre nos tiene preparado. 

Allí estaremos en cuerpo y alma gloriosos, como está María, porque seremos resucitados, tal como Cristo resucitó, y tal como Él ha prometido a todo el que cumpla la Voluntad del Padre ( Juan 5,29 y 6,40).

sábado, 16 de diciembre de 2017

EL ANHELO DEL CIELO, OBJETIVO DE NUESTRO PARCHÍS

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"El hecho de que nuestro corazón anhele algo 
que la tierra no puede darnos 
es prueba de que el cielo debe ser nuestro hogar".
(C.S. Lewis)

Ayer estuvimos en el funeral de Gonzalito, el hijo pequeño de Cristina y Ángel, que ha partido al cielo después de apenas dos años de estancia en la tierra. 

El P. Javier Siegrist fue quien celebró la Eucaristía. Y digo bien: celebró, porque fue una fiesta en la que dábamos gracias a Dios por la llegada de un nuevo santo al cielo, a pesar del dolor que supone la separación física y más de un niño pequeño. 

Pero anoche, todos los presentes festejábamos con gozo el hecho de que Gonzalo es un Hijo de Dios que ha llegado a su destino, que ha alcanzado el propósito para el que fue creado: Reunirse con su Padre y Creador.
El P. Siegrist lo explicó de forma maravillosa. Nos dijo que la vida es como un parchís donde cada familia tiene un color.
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Cada color tiene fichas (miembros de la familia) que deben salir del "casillero" (vivir su vida), pasar por distintas casillas (vivencias), evitar ser "comidas" (problemas), y finalmente, pasar por el pasillo de nuestro color y así, conseguir el objetivo final: llegar al centro, el cielo. 

Es cierto que cuando una ficha de nuestro color entra en el centro, ya no la vemos más, ya no juega pero, eso sí, nos hace avanzar diez casillas.

Y es que el ser humano es una "ficha" que anhela llegar al "centro" del tablero para así ganar la felicidad. Cada vez que una de nuestro color llega al centro, cada vez que alguien de nuestra familia llega al cielo, nos hace adelantar casillas.  Avanzamos en santidad y en fe, en la certeza de llegar allí, sin detenernos por ninguna causa, para estar de nuevo reunidas todas.

El anhelo de vida eterna es una de las características que identifican a quien es hijo de Dios (por el bautismo) y cuyo destino está en el Creador. 

Dice el Salmo 63, 2: "Oh Dios, tú eres mi Dios; desde el amanecer ya te estoy buscando, mi alma tiene sed de ti, en pos de ti mi ser entero desfallece cual tierra de secano árida y falta de agua." 

Un hijo de Dios quiere ir hacia él y, por eso, nada del mundo puede distraerlo, nada puede "comerlo". 

Fuimos concebidos para llegar al centro. Es cierto que mientras estamos en el vientre de nuestra madre, nos encontramos muy cómodos y no queremos salir de allí. Sin embargo, cuando llega la hora traumática del parto, vemos la luz y unos brazos amorosos de madre nos esperan para acercarnos a su pecho, y después, presentarnos a nuestro padre, que llora de júbilo. Toda la familia llora de alegría.

Así es también nuestro tránsito de esta vida terrenal al cielo, a la vida celestial para la cual fuimos concebidos. 


Al cruzar el umbral de la muerte, nuestra Madre, la Virgen María nos espera impaciente con los brazos abiertos para llevarnos a la presencia de nuestro Padre y presentarnos al resto de nuestra familia: los santos y los ángeles. En ese momento, todo el cielo es un cántico de júbilo.

Si jugamos nuestra partida desde la certeza absoluta de que el Cielo es nuestro hogar eterno, nuestras prioridades y decisiones se alinearán con el objetivo del juego, con la meta a la que Dios nos llama a todas sus fichas: a vivir eternamente en su presencia.

En el Cielo ya no estaremos preocupados por que nos "coman" (enfermedades, pruebas, dolor, sufrimiento) o por cuántas casillas nos faltan para llegar (tentaciones, limitaciones, debilidades, necesidades).


En el "centro" descansaremos. Descansaremos en brazos de Dios.

martes, 18 de julio de 2017

UNA MADRE EN EL CIELO

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El dolor por la pérdida de una madre nos rompe el corazón en mil pedazos. El abatimiento y la desazón nos hacen un nudo en el estómago por aquella que nos dio la vida y que ahora desaparece de ella.

Pero hoy, queremos evocar su memoria y el legado de amor que recibimos de ella en vida. Una madre que siempre buscó la felicidad de sus hijos, que se sacrificó por su bienestar y que puso todas sus fuerzas en su cuidado. 

Sacrificios que no han sido en vano y que ahora, desde el cielo nos mira, contenta por la forma en que vivimos nuestra vida, por las decisiones que tomamos, por la forma en que amamos…

Con nuestros rostros iluminados de amor, hoy le decimos sonriendo... “Mamá, aquí estoy, haciendo las cosas como me has enseñado”

Hoy abrazamos con una sonrisa su hermoso legado y con un corazón agradecido, le decimos: "¡¡Mamá, te quiero!!"





Dedicado a mi amiga Cristina y a mi mujer María José 

jueves, 27 de octubre de 2016

LO QUE NO HAY QUE DECIR EN UN DUELO


Cuando un amigo o familiar sufre la muerte de un ser querido, por lo general, buscamos palabras adecuadas para dar ánimo. Generalmente intentamos ofrecer apoyo, pero a veces se convierten en palabras vacías que no acompañan. Sin querer, derivan hacia el efecto contrario de lo que intentamos expresar. Casi ninguna palabra recobra el ánimo de quien ha perdido a alguien y menos una sugerencia "gratuita".

Por lo tanto, debemos ser cuidadosos y no tratar de alentar ofreciendo nuestros consejos. Lo que debemos hacer es acompañar y acoger. Tan sólo tenemos que estar presentes con ellos en la oscuridad. El dolor, el lamento y la tristeza son parte de la vida, pero los cristianos tenemos algo que otros no tienen: nuestra fe. Una fe que acoge, que acompaña, que abraza.

Existen tres frases que deberíamos dejar de decir a alguien que ha perdido recientemente a un ser querido. Estas frases simples, tal vez, suenen reconfortantes en la superficie, pero por lo general sirven de poco como bálsamo para el sufrimiento.

"Está en un lugar mejor"

Esta frase tiende a hacer que la persona que está de duelo sienta que lo que decimos no es creíble. En otro momento, esta frase tiene sentido, pero en un duelo puede percibirse como un cierto abuso espiritual

Cuando Jesús fue a ver a María y Marta después de la muerte de su amigo Lázaro, él hizo algo muy sencillo: Lloró. Él no dijo: "Lázaro está en un lugar mejor", sino que se unió a ellas en duelo. 

Ante una situación de dolor y pérdida, la empatía es la respuesta. Es mejor que nosotros seamos percibidos también como seres vulnerables, en lugar de soltar una frase espiritual. Debemos resistir la tentación de dar una dosis rápida de esperanza y en su lugar, ofrecer nuestra solidaridad.

"Ya no está sufriendo más"

Cuando alguien sufre una pérdida, no está buscando consuelo en el sufrimiento o no de la persona que se ha ido. 

Nadie quiere que su ser querido sufra. Quien sufre es el que queda porque lo que quisiera desesperadamente es que el que se ha ido, estuviera aún presente. 

Si volvemos a fijarnos en Jesús ante la tumba de Lázaro, no podemos imaginarle diciendo a María o Marta: "Bueno, al menos él no está sufriendo más". 

Sonaría como "salir del paso", como "borrón y cuenta nueva", como decir "da igual". Jesús sufría el mismo dolor que ellas, y entre lágrimas, conectó con ellas, se unió a su sufrimiento.

"El tiempo cura todas las heridas"

Esto es cierto, pero es un terrible cliché y se trivializa el agudo dolor que se siente en ese momento. 

Una persona que pierde un ser querido está conectado a ellos a través de su dolor. Es difícil separar el dolor del amor, durante los primeros momentos de la pérdida. 

Debemos evitar tópicos y frases manidas. Suenan siempre artificiales, poco naturales. No expresan realmente un sentimiento real.

Recuerda que nuestra labor nos es tratar de curarlos o sanarlos, sino sentir profundamente la pérdida con ellos en el contexto de nuestra fe. 

Llorar, abrazar, orar y estar presente en la pérdida. No nos apresuremos a tratar de eliminar el dolor, porque al hacerlo, es posible que pasemos por alto que el consuelo siempre viene de Dios.