¿QUIÉN ES JESÚS?

La vida de Jesús siempre ha suscitado preguntas a lo largo de los últimos dos mil años.

¿Cómo pudo un carpintero que fue ejecutado por los romanos convertirse en el hombre más famoso de la historia?
¿Fue Jesús alguien verdaderamente real?
¿Cómo puede Dios ser un hombre al mismo tiempo?
¿De qué manera podría esto tener algún sentido para mi vida?

Estas son algunas preguntas, pero aquí tienes un espacio para formular las tuyas.
Mostrando entradas con la etiqueta paradigma. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta paradigma. Mostrar todas las entradas

sábado, 19 de septiembre de 2015

UNA AMENAZA INTERNA






El padre James Mallon dice que la renovación pastoral comienza por el sacerdote, sigue por el fiel y finalmente, llega a las estructuras.

Sin embargo, si echamos un vistazo por algunas de nuestras parroquias, podremos ver que seguimos haciendo lo mismo que siempre, lo mismo que en los últimos cincuenta años. El paradigma sigue siendo el mismo. Y es que nada ha cambiado, nada se mueve, como si el mandato que Cristo nos dio hace 2000 años fuera opcional. 

A menudo nos encontramos con cristianos, ya sean sacerdotes o laicos, con mucha experiencia de fe, con mucha formación e incluso carismas, pero dotados de poco ardor, de escaso celo, y nulas ganas de “liarse”. Será porque se han agotado, será porque se han acomodado, será porque se han olvidado de su identidad como cristianos. No lo sé, ni pretendo juzgarlo.

Lo que sí sé es que Dios tiene un plan específico para cada uno de nosotros, sólo que, muchas veces, nos cuesta un imperio escucharle (a mi me ha pasado durante toda mi vida); no tenemos tiempo para Él, para hablar con Él, para orar y pedir la venida de su Espíritu. 

Nos incomoda especialmente que nos digan que nos movamos, que abandonemos nuestra zona de confort, que nos neguemos a nosotros mismos  y que “hagamos lío”. El verdadero amor es negarse a si mismo. Es lo que hizo Jesucristo, nuestro modelo a seguir. Pero en lugar de seguirlo y obedecerlo, nos excusamos.

Nuestras excusas para permanecer en una postura cómoda de mantenimiento son muy variopintas, desde el “yo necesito a un sacerdote siempre a mi lado que me dirija” (como si de un ángel custodio se tratara), o “yo no me siento preparado” (como si un bebé nunca tuviera que crecer) o “yo necesito formación antes de hacer nada” (como si de un máster se tratara) o “yo, ya estoy muy mayor para esto” (como si ser cristiano tuviera fecha de caducidad) o “yo soy bueno, hago el bien, voy a misa” (como si eso distinguiera a un cristiano de uno que no lo es). 

Es el conformismo mundano que ha anidado en el corazón de los cristianos. 

Es el “abandonar quedándose”. 

Es la auto-referencialidad, lo que "yo necesito", lo que "yo anhelo", lo que "me apetece". Siempre el "YO" delante...

Es el modo incoherente de no vivir nuestra fe con radicalidad pero con lógica, con locura pero con amor, con esfuerzo humano pero con Cristo siempre.

Tote Barrera dice que “el único antídoto es el Evangelio y su lógica, Jesucristo y su locura, la radicalidad de quien ama y no atiende a razones ni a comodidades personales”. Y estoy de acuerdo. 

Cristo no levantó un edificio para vivir cómodamente y esperar a que la gente desfilara delante de Él, sino que salió con sandalias pero sin alforjas a enseñar la Buena Nueva. Tampoco montó una escuela de formación para sus discípulos antes de mandarlos al mundo, sino que los formó mientras servían. Tampoco eligió a “chavales” jóvenes y fuertes que pudieran con cualquier dificultad, sino a gente “normal” y humilde pero con coraje y valentía.

El gran peligro de la fe, la gran amenaza del cristianismo no se encuentra en el exterior, en la persecución religiosa o en el secularismo de la sociedad actual (que también). 

Se encuentra en nuestra propia casa, en nuestra propia familia cristiana, en su laxitud y abandono, en su desidia y acomodo. 

Es triste pero por desgracia, muy cierto el hecho de que muchos de nuestros hermanos se “rebelan”, sin darse cuenta, contra el propio Dios al obviar la obediencia debida e intentar organizarse en torno a una fe “a la medida”.

La Nueva Evangelización no es un invento nuevo. En la fe, todo está planeado, dictado y escrito por Dios. 

La Nueva Evangelización no es una moda pasajera durante un tiempo determinado y para un lugar específico. Es un retorno al mandato de Jesucristo (Mateo 28, 18-19) cuando fundó su Iglesia.

La Nueva Evangelización no es cosa de hombres. Es un renovado y fortalecedor soplo del Espíritu Santo, impulsado por el sucesor de Pedro, el papa Francisco, en su encíclica “Evangelii Gaudium” y continuado por nuestro obispo Carlos, con su Plan Diocesano de Evangelización.

La Nueva Evangelización no es un “recado para frikis” ni un “encargo de conversos para conversos”. Es un mandato para todos nosotros, los cristianos, una vez que recordamos y somos conscientes de cuál es nuestra misión. 

El meollo de la cuestión no es si la Iglesia tiene una misión, sino que la misión de Cristo tiene una Iglesia. Una Iglesia de discípulos misioneros que retorna al origen, al principio, a la venida del Espíritu Santo en aquel Pentecostés del primer siglo. 

No es una Iglesia de sacramentos dotados de escasa validez, administrados a personas sin fe y sin esperanza, donde se anhelan números y actividades, donde se crean estilos y carismas o donde se levantan edificios y estructuras. 

Es una vuelta a los orígenes de la Iglesia primitiva, es un reencuentro con Jesucristo como nuestra referencia, es un regreso a nuestra auténtica identidad cristiana.

lunes, 31 de agosto de 2015

CAMBIOS PARADIGMÁTICOS: EVANGELIZAR PRIMERO, SANTIFICAR DESPUÉS.



“No sigan la corriente del mundo en que vivimos, 
sino más bien transfórmense a partir de una renovación interior. 
Así sabrán distinguir cuál es la voluntad de Dios, 
lo que es bueno, lo que le agrada, lo que es perfecto”. 
(Romanos 12, 2)


Toda la Iglesia cristiana del siglo XXI está llamada a la nueva evangelización. No se trata de un cambio de contenido sino de un cambio de paradigma.

La misión de la iglesia y la razón de su existencia es la evangelización: proclamar el primer anuncio (kerigma) y a ser testigos de Cristo. 

Para ello, es preciso tener una mejor y más clara visión del mundo en el que vivimos. Estamos en una nueva etapa de la historia del hombre en la que la secularización, el anticlericalismo, el acceso a la información, la globalización y los cambios paradigmáticos mundiales, entre otros, tratan de poner a prueba la fiabilidad y validez del mensaje de Cristo.

Por ello, estamos llamados a transformarnos en la totalidad de nuestras facetas y responsabilidades, ya sean personales o sociales. La fe sin obras está muerta y, desde luego, no es un acto individual. 

Nos hallamos ante la urgente necesidad de unidad en la tarea de nueva evangelización, pero esta sin duda, vendrá como resultado de un nuevo ardor y celo evangelizador. 

Estamos ante la imperiosa exigencia de implantar todos los esfuerzos que capaciten a la iglesia con los elementos necesarios (métodos, lenguaje, etc.) para su transformación y cambio de paradigma, para “ser lo que debe de ser”, y que, sin duda, tendrán un efecto significativamente positivo. Por otro lado, los esfuerzos de hacer prevalecer pastorales de simple mantenimiento o exclusivamente de santificación y sacramentalización están condenados al fracaso.

Todos los esfuerzos personales o individualistas para liderar procesos de evangelización carecen de probabilidades de éxito. Se requiere una serie de esfuerzos coordinados desde la base, que se desarrollen desde las estructuras eclesiásticas existentes hacia una visión general, los cuales marcarán el paso correcto en la nueva evangelización.

Estamos ante una oportunidad única para despertar a toda la iglesia en su conjunto, ocupada en santificar y ser santificada, en el exclusivo cumplimiento de los dogmas con un formato exclusivo, en su política interna, la contemporización con el mundo y la falta de eficiencia, a su llamado primordial y a la búsqueda de una pastoral misionera e inclusiva.

Estamos ante la maravillosa invitación a la unidad de la iglesia que, a la vez, piense tanto en sí misma como en alcanzar a aquellos que no tienen o han tenido oportunidad de oír el mensaje del evangelio.

Estamos ante una especial advertencia a no perder el sentido, en una locura esquizofrénica de envío sin considerar primero una transformación de pastorales de mantenimiento hacia pastorales de misión, un cambio de paradigmas para iglesias que se entristecen, que se apagan o sólo se mantienen, confundiendo así el significado del verdadero discipulado y de la misma esencia de la Esposa de Cristo.


sábado, 18 de julio de 2015

CAMBIO DE PARADIGMA, NO DE MENSAJE



"La Iglesia ha de ser un hospital de campaña, no el club de los perfectos, donde todo el mundo pueda ser amado y aceptado tal y como es, sin ser juzgado" 

Papa Francisco.


Antaño, el paradigma de conversión ha consistido en lo que en inglés se conoce como las tres "B": BEHAVE / BELIEVE / BELONG, es decir, COMPORTARSE / CREER / PERTENECER.

Este modelo ha funcionado siempre tanto en cuanto, todo el mundo sabía cuál debía ser la conducta adecuada, qué era lo correcto, lo que había que creer y por ello, lo creían. 

Pero hoy, el paradigma ha cambiado. Ahora es PERTENECER / CREER / COMPORTARSE. Las personas se comportan de acuerdo con aquello en lo que creen, de acuerdo a "su verdad" y ni tan siquiera se plantean si algo es verdad; más bien, su pregunta es...¿funciona? ¿me vale a mí? 

Hemos de ser conscientes de que nadie va a creer o a comportarse de una forma porque nosotros se lo digamos, o porque se lo diga la Iglesia, o porque se lo diga el Papa. ni tan siquiera porque se lo diga Dios.

Las personas comenzamos a creer, a cambiar "nuestra verdad", y a comportarnos de una manera determinada desde la experiencia de pertenecer, de sentirnos escuchados, valorados, respetados, queridos y nunca juzgados. Por eso funciona Alpha, como método.

Y nosotros... ¿Estamos preparados y equipados para acoger en nuestra comunidad a personas que no creen o no se comportan como pensamos que deberían hacerlo? ¿Juzgamos a quienes no piensan o actúan como nosotros o por su estado civil, por su inclinación política, religiosa o sexual?

Escuchemos y acojamos primero. Más adelante, la Gracia de Dios actuará y de la noche a la mañana, el Espíritu Santo nos guiará a todos, a nosotros y a esas personas.