¿QUIÉN ES JESÚS?

La vida de Jesús siempre ha suscitado preguntas a lo largo de los últimos dos mil años.

¿Cómo pudo un carpintero que fue ejecutado por los romanos convertirse en el hombre más famoso de la historia?
¿Fue Jesús alguien verdaderamente real?
¿Cómo puede Dios ser un hombre al mismo tiempo?
¿De qué manera podría esto tener algún sentido para mi vida?

Estas son algunas pero queremos que nos cuentes las tuyas.
Mostrando entradas con la etiqueta conformismo cristiano. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta conformismo cristiano. Mostrar todas las entradas

martes, 27 de junio de 2017

PECAR POR OMISIÓN

Resultado de imagen de pecar por omision
"El que sabe hacer el bien y no lo hace, comete pecado." 
(Santiago 4, 17)


"Cumplo los mandamientos, me confieso, voy a misa los domingos, comulgo, soy bueno..." 

No es suficiente...Peco por omisión.

El Papa Pío XII dijo: ”El pecado del siglo es la pérdida del sentido del pecado.” El pecado se produce, como sabemos, por pensamiento, palabra, obra u omisión. Peco por "ser" y por "no ser", por "decir" y por "no decir", por "hacer" y también por "no hacer".

Es verdad que el sufrimiento que existe en el mundo se genera por la maldad que en él impera, pero también por la apatía o la omisión de las personas de buena fe. El "mal" actúa mientras el "bien" lo permite. 

Pecar por omisión es 


Pecar por omisión es "no hacer bien el bien", es "saber lo que puedo hacer y no hago", es "quedarme de brazos cruzados", es "lavarme las manos"...

Es justificar mi indiferencia diciendo "no puedo hacer nada", " no tengo tiempo", "no tengo la culpa"...frases con las que "aplaco" mi conciencia ante aquello que pudiéndolo dar, no doy; ante aquello que pudiéndolo hacer, no hago; ante aquello que ser, no soy.

Imagen relacionadaEs ver la lágrima en el rostro de mi hermano y no secarla, por no querer involucrarme...

Es intuir el dolor en una relación rota y no aliviarlo, por no "meterme donde no me llaman"...

Es ver un mal cometido y no enmendarlo, porque fue otro quien lo hizo...

Es dejar de compartir los dones, talentos y bienes que Dios me regala con otros porque me los he ganado con mi esfuerzo, porque me los merezco... 

Es evitar la corrección fraterna, por no meterme en líos que no son míos... 

Resultado de imagen de pecar por omisionEs omitir una palabra de aliento a quien encuentro afligido, por temor o por vergüenza...

Es negarme a escuchar a mis hijos, a mi mujer o a quien necesita hablar y ser escuchado, por no tener tiempo... 

Es dejar de ofrecer una limosna, por no querer contribuir a la mendicidad....

Es eludir estrechar la mano a alguien, porque otros no piensen mal o por no sentirme juzgado...

Es desagraviar al que me hiere o me lastima, por el temor a que si callo y perdono creerá que soy débil... 

Resultado de imagen de pecar por omisionEs negar la sonrisa a todo el que me encuentro en mi camino, porque no tiene nada que ver conmigo... 

Es olvidar orar por quien nadie reza, porque tengo muchos por quien rezar...

Es rehusar dar la explicación que alguien espera y que nunca doy, por orgullo y vanidad...

Es eludir una visita a ese enfermo que está sólo y desamparado y que nunca voy a ver, por pereza...

Es excusarme cientos de veces y "buscar atajos", para justificarme y salirme con la mía...

Imagen relacionadaEs "lavarme las manos" como Pilato, porque "no va conmigo"... 

Es utilizar máscaras cada día, por el qué dirán o por ponerme "medallas"...

Es pensar egoístamente en mi propio bien, ignorando lo que siente y necesita mi prójimo...

Es convencerme de que con hacer "lo que toca", es decir, hacer algún bien o evitar algún mal, me he ganado el cielo, y ya soy bueno... 

Es negarme a alzar mi voz y testimoniar que Jesucristo ha resucitado...

Es olvidar que puedo cambiar el mundo desde mi entorno más cercano...

Y es que... No soy consciente de que estoy haciendo lo que no me cuesta..

No soy consciente que mi fe es una fe de "mínimos", de "cumplimiento", de "pasotismo", de "comodidad"...

No soy consciente de que no regalo amor al que lo necesita...

No soy consciente de que mi fe me mueve a la acción y a "dar la vida por los demás"...

No soy consciente de que debo trabajar y "moldearme" para ser semejante a Dios...

No soy consciente de que debo "ser" pero también "hacer"...

No soy consciente de que PECO POR OMISIÓN...



martes, 16 de agosto de 2016

MIEDO AL CAMBIO: DESENTIERRA TU TALENTO





«Es también como un hombre que, al ausentarse, llamó a sus siervos y les encomendó su hacienda: a uno dio cinco talentos, a otro dos y a otro uno, a cada cual según su capacidad; y se ausentó.

Enseguida, el que había recibido cinco talentos se puso a negociar con ellos y ganó otros cinco. Igualmente el que había recibido dos ganó otros dos. En cambio el que había recibido uno se fue, cavó un hoyo en tierra y escondió el dinero de su señor.

Al cabo de mucho tiempo, vuelve el señor de aquellos siervos y ajusta cuentas con ellos. 

Llegándose el que había recibido cinco talentos, presentó otros cinco, diciendo: "Señor, cinco talentos me entregaste; aquí tienes otros cinco que he ganado." Su señor le dijo: "¡Bien, siervo bueno y fiel!; en lo poco has sido fiel, al frente de lo mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor."

Llegándose también el de los dos talentos dijo: "Señor, dos talentos me entregaste; aquí tienes otros dos que he ganado." Su señor le dijo: "¡Bien, siervo bueno y fiel!; en lo poco has sido fiel, al frente de lo mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor."

Llegándose también el que había recibido un talento dijo: "Señor, sé que eres un hombre duro, que cosechas donde no sembraste y recoges donde no esparciste.Por eso me dio miedo, y fui y escondí en tierra tu talento. Mira, aquí tienes lo que es tuyo." 

Mas su señor le respondió: "Siervo malo y perezoso, sabías que yo cosecho donde no sembré y recojo donde no esparcí; debías, pues, haber entregado mi dinero a los banqueros, y así, al volver yo, habría cobrado lo mío con los intereses.

Quitadle, por tanto, su talento y dádselo al que tiene los diez talentos. Porque a todo el que tiene, se le dará y le sobrará; pero al que no tiene, aun lo que tiene se le quitará. Y a ese siervo inútil, echadle a las tinieblas de fuera. Allí será el llanto y el rechinar de dientes."

(Mateo 25, 14-30)


Muchos de nosotros vivimos atrapados en situaciones que no son las que nos gustaría estar viviendo, pero nos conformamos, fundamentalmente, por miedo al cambio.

A veces, se trata de nuestra pareja con la que discutimos a menudo y con la que no compartimos casi nada pero seguimos con ella por inercia. 

Otras veces, se trata de nuestro trabajo o de nuestro jefe, que tanto nos disgusta pero que al menos nos da de comer. 

Otras, es nuestra parroquia que no crece y enferma, pero con la que al menos nos reconfortamos espiritualmente. ¡Excusas con tal de no actuar!

¿Qué es lo que nos da tanto miedo? 

¿Por qué somos tan reacios a los cambios?

¿Por qué cerramos a cal y canto las puertas de nuestros corazones?

¿Por qué ante los problemas internos tan evidentes de la Iglesia y los ataques externos tan despiadados, permanecemos callados, inmóviles o miramos hacia otro lado? 

¿Permanecemos quietos mientras el mundo se mueve y cambia a pasos agigantados?

¿Esperamos que la solución llegue por sí sola, sin mover un dedo, sin orar, sin ponernos en marcha?

¿Preferimos un enfoque exclusivamente dirigido al cuidado de los que ya somos, del rebaño antes que molestarnos en ir a por más almas para Dios?

¿Nos gustan las cosas como son?

¿Somos capaces de soñar alguna posibilidad de mejora?

¿Nos enorgullecemos de no cambiar en aras de conservar una cierta comodidad?

¿Qué opina Dios de todo esto?

Lo que parece evidente es que le damos más importancia a la seguridad, a la comodidad y a la tranquilidad que al bienestar, a lo correcto o a Dios. Tenemos más miedo a perder que deseo de ganar, como el siervo de la parábola que recibió un talento.

Incertidumbre

La palabra cambio siempre produce en nuestra mente una connotación negativa, parece significar incertidumbre, temor por lo desconocido y, sobre todo, riesgo. Por eso, muchas veces, ante la probabilidad de empeorar, nos aferramos a la postura cómoda de evitar cualquier tipo de cambio o de toma de decisiones.

Pero resulta que tenemos una esperanza, una fe, una certeza cristiana de que Dios está a nuestro lado y que jamás nos abandona.¿O no es así?

Pesimismo

Casi siempre, nuestra tentación nos lleva a ponernos en lo peor. Somos bastante derrotistas y fatalistas.

Pero cuando nos enfocamos en lo positivo y confiamos en nuestro Creador, avanzar y eliminar el miedo al cambio es mucho más sencillo, pues descargamos nuestros miedos e inseguridades en Él. ¿O no es así?

Inseguridad

Por si fuera esto fuera poco, mostramos una gran inseguridad en nuestra capacidad para cambiar las cosas y una cierta desconfianza en nuestra capacidad para conseguir algo mejor.

Pero una cosa es evidente, la mejor forma de perder toda la confianza en uno mismo es quedarse quieto y no intentar nada en la vida. Dios no nos quiere inseguros ni quietos. El nos ha regalado dones y talentos para que los utilicemos no para que los guardemos por miedo. Recuerda la parábola de los talentos.

Auto-compasión

"No merezco nada mejor", "No soy capaz", "No estoy preparado": son algunas de las excusas que ponemos ante un cambio, ante una situación incómoda o que nos hace sufrir y no somos capaces de salir de ahí, lo que evidencia  nuestra auto-compasión, nuestra falta de valoración propia para cambiar las cosas.

Dios nos valora como criaturas únicas y no ha dado la dignidad de ser hijos suyos. ¿Vamos a ser capaces de censurar lo que Dios tiene pensado para nosotros?

Con la parábola de los talentos, Jesús intenta explicar cómo es nuestro Dios, y cómo debe ser nuestra respuesta a su invitación a participar de su Reino.

Tomar conciencia de cuáles son los obstáculos que nos impiden avanzar, cambiar y transformar el mundo, será lo que nos ayude a dar el primer paso. Todo viaje, toda aventura empieza por el primer paso.

Dios nos ha dado un potencial increíble y sólo espera que confíes en Él para "salir a la luz", para "ser la luz". Somos capaces de muchas más cosas de las que creemos y además nos merecemos lo mejor. Eso es lo que Dios ha ideado para cada un de nosotros.

Por eso, pongámonos en acción, despidiendo de nuestra vida lo que no nos hace feliz y luchando por lo que Dios nos ofrece y nos pide.  En eso se basa la plenitud, la felicidad.





sábado, 19 de septiembre de 2015

UNA AMENAZA INTERNA






El padre James Mallon dice que la renovación pastoral comienza por el sacerdote, sigue por el fiel y finalmente, llega a las estructuras.

Sin embargo, si echamos un vistazo por algunas de nuestras parroquias, podremos ver que seguimos haciendo lo mismo que siempre, lo mismo que en los últimos cincuenta años. El paradigma sigue siendo el mismo. Y es que nada ha cambiado, nada se mueve, como si el mandato que Cristo nos dio hace 2000 años fuera opcional. 

A menudo nos encontramos con cristianos, ya sean sacerdotes o laicos, con mucha experiencia de fe, con mucha formación e incluso carismas, pero dotados de poco ardor, de escaso celo, y nulas ganas de “liarse”. Será porque se han agotado, será porque se han acomodado, será porque se han olvidado de su identidad como cristianos. No lo sé, ni pretendo juzgarlo.

Lo que sí sé es que Dios tiene un plan específico para cada uno de nosotros, sólo que, muchas veces, nos cuesta un imperio escucharle (a mi me ha pasado durante toda mi vida); no tenemos tiempo para Él, para hablar con Él, para orar y pedir la venida de su Espíritu. 

Nos incomoda especialmente que nos digan que nos movamos, que abandonemos nuestra zona de confort, que nos neguemos a nosotros mismos  y que “hagamos lío”. El verdadero amor es negarse a si mismo. Es lo que hizo Jesucristo, nuestro modelo a seguir. Pero en lugar de seguirlo y obedecerlo, nos excusamos.

Nuestras excusas para permanecer en una postura cómoda de mantenimiento son muy variopintas, desde el “yo necesito a un sacerdote siempre a mi lado que me dirija” (como si de un ángel custodio se tratara), o “yo no me siento preparado” (como si un bebé nunca tuviera que crecer) o “yo necesito formación antes de hacer nada” (como si de un máster se tratara) o “yo, ya estoy muy mayor para esto” (como si ser cristiano tuviera fecha de caducidad) o “yo soy bueno, hago el bien, voy a misa” (como si eso distinguiera a un cristiano de uno que no lo es). 

Es el conformismo mundano que ha anidado en el corazón de los cristianos. 

Es el “abandonar quedándose”. 

Es la auto-referencialidad, lo que "yo necesito", lo que "yo anhelo", lo que "me apetece". Siempre el "YO" delante...

Es el modo incoherente de no vivir nuestra fe con radicalidad pero con lógica, con locura pero con amor, con esfuerzo humano pero con Cristo siempre.

Tote Barrera dice que “el único antídoto es el Evangelio y su lógica, Jesucristo y su locura, la radicalidad de quien ama y no atiende a razones ni a comodidades personales”. Y estoy de acuerdo. 

Cristo no levantó un edificio para vivir cómodamente y esperar a que la gente desfilara delante de Él, sino que salió con sandalias pero sin alforjas a enseñar la Buena Nueva. Tampoco montó una escuela de formación para sus discípulos antes de mandarlos al mundo, sino que los formó mientras servían. Tampoco eligió a “chavales” jóvenes y fuertes que pudieran con cualquier dificultad, sino a gente “normal” y humilde pero con coraje y valentía.

El gran peligro de la fe, la gran amenaza del cristianismo no se encuentra en el exterior, en la persecución religiosa o en el secularismo de la sociedad actual (que también). 

Se encuentra en nuestra propia casa, en nuestra propia familia cristiana, en su laxitud y abandono, en su desidia y acomodo. 

Es triste pero por desgracia, muy cierto el hecho de que muchos de nuestros hermanos se “rebelan”, sin darse cuenta, contra el propio Dios al obviar la obediencia debida e intentar organizarse en torno a una fe “a la medida”.

La Nueva Evangelización no es un invento nuevo. En la fe, todo está planeado, dictado y escrito por Dios. 

La Nueva Evangelización no es una moda pasajera durante un tiempo determinado y para un lugar específico. Es un retorno al mandato de Jesucristo (Mateo 28, 18-19) cuando fundó su Iglesia.

La Nueva Evangelización no es cosa de hombres. Es un renovado y fortalecedor soplo del Espíritu Santo, impulsado por el sucesor de Pedro, el papa Francisco, en su encíclica “Evangelii Gaudium” y continuado por nuestro obispo Carlos, con su Plan Diocesano de Evangelización.

La Nueva Evangelización no es un “recado para frikis” ni un “encargo de conversos para conversos”. Es un mandato para todos nosotros, los cristianos, una vez que recordamos y somos conscientes de cuál es nuestra misión. 

El meollo de la cuestión no es si la Iglesia tiene una misión, sino que la misión de Cristo tiene una Iglesia. Una Iglesia de discípulos misioneros que retorna al origen, al principio, a la venida del Espíritu Santo en aquel Pentecostés del primer siglo. 

No es una Iglesia de sacramentos dotados de escasa validez, administrados a personas sin fe y sin esperanza, donde se anhelan números y actividades, donde se crean estilos y carismas o donde se levantan edificios y estructuras. 

Es una vuelta a los orígenes de la Iglesia primitiva, es un reencuentro con Jesucristo como nuestra referencia, es un regreso a nuestra auténtica identidad cristiana.