¿QUIÉN ES JESÚS?

La vida de Jesús siempre ha suscitado preguntas a lo largo de los últimos dos mil años.

¿Cómo pudo un carpintero que fue ejecutado por los romanos convertirse en el hombre más famoso de la historia?
¿Fue Jesús alguien verdaderamente real?
¿Cómo puede Dios ser un hombre al mismo tiempo?
¿De qué manera podría esto tener algún sentido para mi vida?

Estas son algunas pero queremos que nos cuentes las tuyas.
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jueves, 19 de marzo de 2020

UN VIRUS CONTAGIOSO Y LETAL QUE SE EXPANDE

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"No hay condenación alguna para los que están unidos a Cristo Jesús. 
Porque la ley del espíritu, que da la vida en Cristo Jesús, 
me ha librado de la ley del pecado y de la muerte...
padecemos con él, para ser también glorificados con él...
Sabemos que toda la creación gime 
y está en dolores de parto hasta el momento presente... 
también nosotros, gemimos dentro de nosotros mismos, 
esperando la adopción filial, la redención de nuestro cuerpo. 
El Espíritu viene en ayuda de nuestra flaqueza 
e intercede por nosotros con gemidos inenarrables...
Y sabemos que Dios ordena todas las cosas 
para bien de los que le aman." 
(Romanos 8,1-28)

No, no voy a hablar del corona-virus. Toda España y todo el mundo, ya habla de él. Voy a hablar de otro virus, más sutil e imperceptible, una epidemia muy contagiosa, una pandemia mucho más letal: el pecado.

Resultado de imagen de el coronavirusQuizás esta cuarentena cuaresmal tan excepcional, en la que estamos rezando, ayunando y haciendo penitencia "de verdad", sea consecuencia de nuestro pecado. Pero, como dice el apóstol San Pablo en su carta a los Romanos,"los cristianos tenemos nuestra esperanza y confianza en nuestro Salvador y sabemos que todo acontece para bien de los que le amamos."

El pecado es toda acción u omisión voluntaria contra la Voluntad de Dios, una ofensa contra Dios. El Señor no es insensible a nuestro rechazo, a nuestro desprecio, porque nos ama con locura y quiere nuestro bien. 

El pecado, en principio, no es algo que deseemos. Más bien, es algo de lo que nos contagiamos. Nos infecta, a veces, sin saberlo, y poco a poco, va fraguando y creciendo dentro de nosotros mismos, hasta que sale al exterior y se hace evidente. 

Por eso, para no contagiarnos de este virus, debemos saber reconocer sus síntomas.

Síntomas


El pecado presenta una sintomatología muy sencilla de detectar porque evidencia unos patrones fácilmente identificables para un cristiano: dolor de garganta (soberbia), fiebre (orgullo),  dificultad respiratoria (envidia), dolor muscular (pereza), sensación de falta de aire (avaricia ) y tos (egoísmo).

Los síntomas de este virus tan contagioso y letal llevan al hombre a enfrentarse con situaciones amargas, decepcionantes y desoladoras. Incluso con la muerte.

En la crisis en la que hoy se encuentra el mundo, con la pandemia del Covid-19, y en concreto, España, estos síntomas ya han empezado a aparecer. 

Cada día, escuchamos medidas, que siempre se quedan cortas y vemos situaciones sanitarias terribles, que nos enfrentan ante la muerte y la desesperación. Y estoy convencido de que, más pronto que tarde, veremos desgracias económicas, sociales y morales.

Cada día surgen, en la mente del hombre, algunas buenas intenciones para afrontar "humanamente" esta crisis, como tomar medidas preventivas, salir a las ventanas a aplaudir, guardar minutos de silencio, seguir las recomendaciones o confinarse con responsabilidad, pero, desgraciadamente... "los que viven según la carne piensan en las cosas carnales y...no pueden agradar a Dios"(Romanos 8, 5 y 8). Su corazón está oscurecido porque le han dado la espalda a Dios.

Por su egoísmo, el hombre piensa solamente en sí mismo. A muchos, no les importa las necesidades o preocupaciones de los demás.

Por su orgullo, se cree capaz de dominar cualquier situación. A muchos, no les importa hacer daño, si con ello, se muestran poderosos y se creen dueños de sus vidas.

Resultado de imagen de pecadosPor su soberbia, se siente superior y con más derechos que los demás. A muchos, no les importa reivindicar sus derechos en detrimento de los de los demás.

Por su avaricia, se ve impelido a dañar a otros. A muchos, no les importa llevar a una situación dramática a otras personas, si con ello, consiguen alcanzar su dios, el dinero.

Por su envidia, se muestra desconfiado hacia los demás. A muchos, no les importa negar la ayuda a otros, si con ello, alcanzan seguridad y tranquilidad en su zona de confort.

Por su pereza, se niega a ayudar a los demás. A muchos, no les importa lo que les ocurra a los demás, mientras no sea a ellos.

El miedo le atenaza. Miedo a perder lo que cree merecer, miedo a que merme su confort, miedo a que su propia comodidad se vea menoscabada...el ser humano no está hecho para el sufrimiento. No lo soporta, teme... y huye.

El miedo le hace evadirse. Ese miedo a darse a los demás, a procurar el bien del prójimo, a exponer debilidad, a mostrar vulnerabilidad, a manifestar fragilidad... pero...¡si es lo que somos! débiles, vulnerables y frágiles...

Medidas de protección

Las principales medidas de protección para evitar el contagio de este virus letal son:

Resultado de imagen de el coronavirus- Evitar sitios concurridos, donde no exista gracia y haya un riesgo evidente de infección.
- Permanecer a más de mil metros del portador del mal (el Diablo).
- Lavarse las manos a menudo y constantemente, con la oración y los sacramentos.
- Utilizar mascarilla contra la mentira.
- Usar un traje protector contra el mal. 
- Medir la temperatura, de nuestra fe.
- Apostar por el tele-trabajo, es decir, por la vida interior.

Tratamiento

Si hemos sido "infectados", el virus del pecado tiene un sólo tratamiento posible, una sola vacuna: el amor. 
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Un amor que nace al saberse amado por Dios, y que nos conduce a amarle por encima de todo.
Un amor que se sella con la pasión, la muerte y la resurrección de Jesucristo, y que nos atrae a seguirlo. 

Un amor que se derrama al procurar el bien de los demás, a dar la vida por otros, y que nos lleva a amarle como a nosotros mismos.

Y no hay amor más grande. Ni mejor tratamiento.


"Dice la Escritura: 
Por tu causa estamos expuestos a la muerte todo el día, 
somos como ovejas destinadas al matadero. 
Pero en todas estas cosas salimos triunfadores 
por medio de aquel que nos amó. 
Porque estoy persuadido de que ni la muerte, ni la vida, 
ni los ángeles, ni los principados, 
ni las cosas presentes ni las futuras, ni las potestades, 
ni la altura ni la profundidad, 
ni otra criatura alguna podrá separarnos 
del amor que Dios nos ha manifestado en Cristo Jesús, nuestro Señor."
 (Romanos 8, 36-39)

jueves, 11 de julio de 2019

EL MAL ACTÚA MIENTRAS EL BIEN SE LO PERMITE

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"Todo hombre es culpable del bien que no hizo"
(Voltaire)

La maldad que impera en este mundo es la causa del sufrimiento y del dolor existentes. Pero también es debido a la omisión de muchos cristianos. 

Una omisión motivada por la pereza, la apatía, por una falsa comodidad, por un cierto temor, por un cierto complejo de "buenismo" o también, por la falta de formación. Y es que el Mal actúa mientras el Bien se lo permite.

Un cristiano no puede permanecer impasible ante el mal, no puede ser indiferente ante los ataques a Dios y a la Iglesia. No puede, y no debe. Dejar de "dar", de "hacer" o de "decir", es pecado de omisión.

Dios nos llama a ser personas con iniciativa, con valentía, con actitud...como le dice a los siervos de la parábola de los talentos (Mateo 25, 14-30).
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Con la omisión, abandonamos a Dios y a la Iglesia, y los encerramos en el cajón cerrado de nuestra intimidad, en el cuarto secreto de nuestro corazón. 

Puede ser que vayamos a Dios de vez en cuando, cuando tenemos tiempo extra o cuando necesitamos pedirle algo. 

Puede ser que vayamos a la Iglesia de vez en cuando, quizás los domingos...o cuando no tenemos otro plan mejor. Pero esa no es la actitud de un cristiano.

Todo lo malo que ocurre en el mundo, ocurre porque dejamos que ocurra. Puede ser que pretendamos ser buenos, y hasta lo consigamos, pero si dejamos que ocurra, el mal se fortalece y se engrandece

Siempre tengo presente una frase de la película "El rito" que me impactó: "Que no creas en el Diablo, no te librará de Él". 

Es absurdo pensar que, con la omisión de nuestros actos a favor del Bien, podemos sentirnos a salvo del Mal, porque no nos librará de él.

Es egoísta pensar que, mientras a nosotros no nos afecte directa o personalmente, no tenemos que hacer o decir nada, porque tarde o temprano, nos afectará también a nosotros. 

Es perverso pensar que podemos quedarnos de brazos cruzados o callados en un rincón, mientras dejamos que el Bien sucumba al Mal. No nos engañemos: si el Bien no actúa, el Mal sí lo hace.

Es ilógico pensar que evitar el mal no depende de nosotros ni tampoco que no tenemos soluciones, porque sí las tenemos. Cristo nos dio un mandato: testimoniar la fe. Y si es necesario, incluso con palabras. 

No podemos permanecer de perfil, ni podemos cruzarnos de brazos y esperar a que se solucione solo. Podemos y debemos dar al mundo la solución que nos ha sido dada. 

La solución está en todos. En ti y en mi. Dios nos ha capacitado para ello. No hagamos como el siervo malo y perezoso de la parábola de los talentos. Dios nos ha encargado que negociemos con los talentos que nos ha dado a cada uno, que les saquemos rentabilidad. No podemos enterrarlos. No podemos esconderlos y despreocuparnos por temor al mundo o por temor a Dios. Al final, el Amo volverá y nos pedirá cuentas. 

San Juan Pablo II nos dijo: "No os contentéis con hacer este mundo más humano, haced un mundo explícitamente más divino, más según Dios, regido por la fe y en el que ésta inspire al progreso moral, religioso y social del hombre. No perdáis de vista la orientación vertical de la evangelización, ella tiene fuerza para liberar al hombre porque es la revelación del amor." 

Nuestra misión es hacer este mundo "menos humano" y "más divino". Eso es lo que rezamos en el Padrenuestro: "Venga a nosotros tu reino". O es que ¿sólo lo rezamos pero no lo creemos? 

Resultado de imagen de el malDebemos tener claro lo que es el mal (el pecado), sus manifestaciones, sus tipos, su gravedad, sus consecuencias y su efecto multiplicador, así como conocer y utilizar las herramientas sobrenaturales que Dios ha puesto a nuestro alcance para combatirlo. Para lograr que el Reino de Dios venga a nosotros y a nuestro mundo.

Mateo 15, 19-20: "De dentro del corazón salen las intenciones malas, asesinatos, adulterios, fornicaciones, robos, falsos testimonios, injurias. Esto es lo que hace impuro al hombre".  Y es que la raíz de todos los pecados está en el corazón del hombre, en el ejercicio libre de su voluntad

El pecado es un acto personal. El pecado es una ofensa a Dios. Ofensa, por acción u omisión. No depende de la voluntad de otros sino de la nuestra, no depende de "aptitud" sino de "actitud". Tu actitud. La mía. La de todos.  

Podemos ser culpables por "hacer" y también por "no hacer". No basta con ser buenos. No basta con no provocar el mal. Debemos prevenirlo, combatirlo.

Porque los cristianos tenemos una responsabilidad en los pecados cometidos por otros, cuando cooperamos a ellos; cuando participamos directa y voluntariamente; cuando los ordenamos, aconsejamos, halagamos o aprobamos; cuando no los revelamos o no los impedimos; cuando dejamos de hacer lo que tenemos que hacer o protegemos a los que hacen el mal.

El pecado de omisión nos convierte en cómplices del mal; un mal que se expande ante nuestra indiferencia o nuestro miedo a actuar. 

El pecado de omisión nos lleva a adoptar una conducta de "inconsciencia" del malque oscurece la mente y nuestra capacidad para actuar, que confunde nuestro conocimiento correcto del bien y el mal, que nos atenaza hasta perder de vista nuestra misión. Debemos combatir y erradicar el mal porque somos seres individuales, pero interdependientes, pertenecientes a un todo. 

Con la ayuda de la Divina Gracia, los cristianos debemos adoptar una conducta de "consciencia" del mal, que nos indique que, cada decisión que tomemos, o la falta de la misma, afectan a los demás; que nos muestre claramente que todo el mal que ocurre en el mundo, si bien no somos responsables directos, nos hace corresponsables si no actuamos. 

Para que la Gracia actúe, debemos poner el pecado a la luz de la Verdad, para convertir nuestro corazón, y combatir el mal. Como dice San Pablo: "donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia".

Para la reflexión

¿Soy consciente de mi pecado de omisión?

¿Cometo pecado de omisión cuando veo el mal a mi alrededor y no digo ni hago nada?

¿Cometo pecado de omisión cuando miro hacia otro lado por temor o por comodidad?

¿Pongo mis talentos a "rendir" o los escondo?

viernes, 24 de agosto de 2018

NEGAR EL PECADO

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"Dios es Luz, en él no hay tiniebla alguna. 
Si decimos que estamos en comunión con él, y caminamos en tinieblas, 
mentimos y no obramos la verdad. 
Si decimos: 'No tenemos pecado', 
nos engañamos y la verdad no está en nosotros.
Si reconocemos nuestros pecados, 
fiel y justo es él para perdonarnos los pecados 
y purificarnos de toda injusticia. 
Si decimos: 'No hemos pecado', 
le hacemos mentiroso y su Palabra no está en nosotros." 
(1 Juan 1, 5-10)
El apóstol Juan lo deja claro: no se puede estar en la Luz y a la vez, en la oscuridad. No se puede estar en pecado y, a la vez, estar con Dios.

El pecado es una ofensa, un desprecio y un rechazo a Dios. Es la negación del amor a Dios para afirmar un amor desordenado a nosotros mismos. Por tanto, el pecado es un alejamiento de Dios. Dios no está donde hay pecado.

Desgraciadamente, cada vez más, estamos acostumbrándonos a que nuestra sociedad, con sus tendencias, con sus ideas y con sus leyes, niegue el pecado de manera continua e insistente. De hecho, muchos evitan pronunciar esa palabra y hablar de él.

Pero, negar el pecado no es católico, no es cristiano. Al contrario, es una variante actual de la antigua mentira de Satanás en el Edén"no moriréis". Negar el pecado es creer al Diablo y por tanto, alejarse de Dios, es decir, negar el pecado también es pecado.

Negación del pecado

El Catecismo define la negación del pecado como la "ignorancia fingida y dureza de corazóndescrita en la Palabra de Dios (Efesios 4, 17-19; Hebreos 3, 12-13; Jeremías 5, 23).

Dios es muy claro: el pecado tiene su origen en un corazón "indómito, rebelde y endurecido" y su desarrollo, en una ignorancia fingida que aleja de Dios, al dejarse seducir por la inmoralidad, en todo su amplio sentido.

Por el contrario, existen muchas ideologías y teorías que niegan la realidad del pecado, y afirman su rechazo a Dios, por innecesario o por ineficaz:

-el ateísmo niega la existencia de Dios, y por tanto, también el pecado, ya que sólo se puede pecar contra Dios. Sin Dios, no hay pecado.

-el determinismo que niega la existencia del libre albedrío, por lo que el hombre, al ser esclavo de las circunstancias internas y externas no es responsable del pecado. Dios nada puede hacer por cambiarnos, pues esta­mos absolutamente condicionados, y no somos libres.

Imagen relacionada-el liberalismo, contrario al anterior, que niega el reconocimiento de la soberanía de Dios sobre el hombre y estima lícito pensar y obrar como si Dios no existiese ya que el hombre es libre.

-el gnosticismo que afirma que el hombre se salva mediante la gnosis, o conocimiento introspectivo de lo divino. El hombre se salva a sí mismo.

-el pelagianismo/secularismo que niega el pecado original y la gracia, afirmando que el hombre se basta a sí mismo para salvarse. Todo es mérito de cada individuo.

-e
l hedonismo que niega el dolor y el sufrimientoaboga por la “expresión libre de la individualidad”, es decir, despojarse de las inhibiciones o complejos, “ceder a la tentación", justificando la inmoralidad y el disfrute de los placeres y por ello, borrando la línea que separa del bien y del mal, lo justo de lo injusto, justificando el pecado como “debilidad inocente”.

-el luteranismo/protestantismo que niega que la regeneración del pecador por la gracia divina y que, en el fondo, niega la eficacia y la omnipoten­cia de la misericordia de Dios frente la miseria del hombre degradado por el pecado, porque, después de justificado, éste continúa no siendo libre, sino esclavo del pecado.

Tibieza

El pecado es traicionar a Dios deliberadamente (mortal) o consentidamente (venial), conduce a la pérdida de la gracia y, por tanto, a la tibieza. Algo que odia Dios (Apocalipsis 3,16).

Resultado de imagen de negacion del pecadoEl tibio, en el que confluyen todos los "ismos" que niegan el pecado, consiente repetidamente el pecado venial, lo que le conduce irremediablemente al pecado mortal, traicionando a Dios deliberadamente y justificando cualquier falta de coherencia con la vida cristiana.

El tibio niega el pecado origin
al (que se contrae), el habitual (que se comete) y el de omisión (que se ignora o silencia), olvidando que todos son producto de una voluntad desordenada, soberbia y rebelde que se ampara en un erróneo concepto de la misericordia divina: "Todo lo perdona Dios". Dios perdona todo siempre que haya acto de contrición, verdadero arrepentimiento y auténtica voluntad de cambio.

Por tanto, l
a pérdida del sentido del pecado es un voluntario oscurecimiento de la conciencia que lleva al hombre –por su soberbia– a negar u obviar el pecado. La negación del pecado provoca "una facilidad para el pecado y engendra el vicio por la repetición de actos e inclinaciones desviadas que oscurecen la conciencia y corrompen la valoración concreta del bien y del mal. Así el pecado tiende a reproducirse y a reforzarse, pero no puede destruir el sentido moral hasta su raíz" (CIC, 1865).

El
 pecado es un acto personal y voluntario de cada uno, pero un cristiano tiene "una responsabilidad en los pecados cometidos por otros cuando cooperamos a ellos participando directa y voluntariamente; ordenándolos, aconsejándolos, alabándolos o aprobándolos; no revelándolos o no impidiéndolos cuando se tiene obligación de hacerlo; y protegiendo a los que hacen el mal" (CIC, 1868).

Por causa de la tibieza, son m
uchos los  cristianos que han perdido la fe sin enterarse realmente de que la han perdido.

Tentación


La principal causa del pecado es la tentación, que es la incitación al mal. Aunque "la causa del pecado está en el corazón del hombre" (CIC, 1873), éste puede ser atraído por bienes aparentes.

La atracción
 de la tentación es fuerte pero no obliga a pecar: "No os ha sobrevenido ninguna tentación que supere lo humano, y fiel es Dios, que no permitirá que seáis tentados por encima de vuestras fuerzas; antes bien, junto con la tentación os dará también la fuerza para poder soportarla" (1 Corintios 10, 13). Si no se buscan, y se aprovechan como ocasión de esfuerzo moral, pueden tener un significado positivo para la vida cristiana.

Las causas de las tentaciones pueden reducirse a tres (1 Juan 2, 16):

-
 El “mundo", que nos arrastra a un vida materialista y pagana. Se vence con el abandono a la providencia divina.
- El demonio, que instiga al pecado pero no tiene poder para hacernos pecar. Se vence con la oración.
- La “carne" o concupiscencia, que nos arrastra a una falsa libertad hedonista. Se vence con la mortificación y la penitencia.

El cristiano debe luchar contra la tentación, evitar su consentimiento, que supone la adhesión de la voluntad a la complacencia y huir de ellas, que supone un gran riesgo de caer en el pecado.


Para combatirla es preciso ser humildes y sinceros con Dios y con nosotros mismos, y así, se nos revela aquello que la soberbia quiere ocultar como pecado y evitar el riesgo de provocar la deformación de la conciencia.

Libertad


Nuestro mundo está inmerso en una patente y gran contradicción en referencia a la libertad, que pasa inadvertida para muchos. Por un lado, afirma que el hombre no es libre ni responsable de sus actos, sino que está absolutamente determinado y condicionado. Por otro lado, afirma con igual énfasis que el mayor valor del hombre es la libertad… 

Imagen relacionadaLa verdadera libertad corresponde al concepto tradicional de la fe cristiana: "La libertad es una capacidad original de la persona para autodeter­minarse hacia el bien entre diversas opciones posibles". La libertad se perfecciona eligiendo el bien; se deteriora y se pierde ejercitando el mal, convirtiendo al hombre en esclavo de sus decisiones.

E
l hombre es libre o está llamado a ser libre porque es la única criatura del mundo hecha a "imagen y semejanza" del Creador de todo. El pecado original dejó herida la libertad del hombre (Romanos 7,15-23) pero éste sigue siendo libre y responsable de sus actos, meritorios o culpables, y capaz de conocer su necesidad de ser salvado con el auxilio de la gracia de Dios.

La falsa libertad corresponde al concepto equívoco del pensamiento moderno, formulado por pensadores y filósofos como Spinoza, Hegel, Marx, Engels, Freud, etc.: "el hombre no es libre porque no tiene capacidad real para au­todeterminarse y al mismo tiempo, la libertad radica y determina absolutamente el pensamiento y la conducta de los hombres, en lo absolutamente incondicionado: la Naturaleza para Spinoza, la Idea para Hegel, la Lucha de clases para Marx, el subconsciente para Freud..."
Resultado de imagen de negacion del pecadoEl hombre no es libre, sino que tan sólo posee una conciencia ilusoria de ser libre. Sólo las ideas del hombre actual son realmente libres: "la ética médica sin prejuicios", "el sexo sin tabúes", "la moral creativa y abierta", "la autoeducación", "la soberanía popular", "la voluntad mayori­taria", "la autodeterminación subjetiva del género", la prefe­rencia personal heterosexual/homosexual", "el matrimonio libremente disoluble", "el aborto libre"... porque no están sujetos a nada, a ninguna ley divina o humana, ni siquiera a la presunta naturaleza de las cosas.

Al mismo tiempo, deben imponerse a todos y cada uno de los hombres, en virtud precisamente de la libertad, esto es, para hacerlos libres. Por tanto, estos son principios libres en cuanto que, al erigirse a sí mismos en absolutos, niegan a un tiempo la soberanía de Dios sobre el mundo y la libertad real de la persona. 
El pensamiento actual del mundo no cree ni en la gracia de Dios ni en la libertad del hombre; es decir, no cree ni en Dios ni en el hombre. Si negamos a Dios, cabe negar al hombre, que es su imagen. Y, por tanto, toda la espiritualidad cristiana se derrumba si cae la fe en la gracia divina, que es el reconocimiento de la libertad humana. En efecto, todo acto de fe es puro don de Dios, pero es un don que sólo el ser humano, por su naturaleza racional y libre, está en disposición de recibir. 
Por eso, el cristiano mundanizado no es capaz de mantener su fe en Dios (gracia) ni su fe en el hombre (libertad). En el mejor de los casos, mantiene como puede su fe en Dios en un convencimiento teórico y por tanto, no asumen su responsabilidad, no se sienten culpables, ni necesitados de conversión, ni creen en la posibilidad de cambiar con el auxilio de la gracia, en la que tampoco creen. En el peor de los casos, se convierte en un ateo práctico, o si se quiere, un cristiano no-practicante. Es decir, en un tibio.

Mujer no-responsableEl cristiano mundanizado o tibio, desviado del concepto cristiano de libertad-responsabilidad, respira una atmósfera mental en la "no me arrepiento de nada" convencido de que está condicionado y como no es libre, no es culpable ni responsable de sus actos, y por ello, no tiene que dar cuenta de ellos ante nadie, ni ante Dios, ni ante la sociedad, ni ante sí mismo.

El tibi
o, mediatizado por el mundo, está convencido de que él no es un pecador, sino un enfermo, un producto del ambiente, una víctima de la culpabilidad colectiva, anónima, impersonal, estructural.

El tibio, al no considera
rse pecador, no puede creer en la gracia divina y por tanto, vive cerrado a la acción de la gracia divina. Sólo cuando le interesa o cuando es interpelado, acude a una falsa "misericorditis" divina por la cual, en todo caso, Dios lo perdona todo. Se encuentra sumergido profundamente en una fe a la medida basada en su máxima de libertad de pensamiento que trata de convertir "miseria" en "misericordia". En el fondo, el tibio es un apóstata

La vida cristiana es absolutamente estéril cuando falla la fe en la gracia de Dios y en la libertad del hombre y se convierte en apostasía.


El hombre no sólo debe huir del pecado, sino también de la cómoda ignorancia que le mantiene espiritualmente inmaduro, de la tibieza que le esclaviza profundamente, de la desesperada búsqueda de una falsa libertad que no puede hallar, de la orgullosa negativa a una auténtica conversión que le haga cambiar de mentalidad y de vida, de la soberbia blasfema que le impiden ver y estar en la presencia de Dios.

jueves, 16 de agosto de 2018

¿QUÉ OCURRIÓ REALMENTE EN GETSEMANÍ?


"Jesús fue con ellos a un huerto llamado Getsemaní (...)
y comenzó a sentir tristeza y angustia.
Y les dijo: 'Me muero de tristeza. Quedaos aquí y velad conmigo'.
Avanzó unos pasos más, cayó de bruces y se puso a orar así:
'Padre mío, si es posible, que pase de mí este cáliz;
pero no sea lo que yo quiero, sino lo que quieres tú'.
Volvió a los discípulos, los encontró dormidos y dijo a Pedro:
'¿Conque no habéis podido velar una hora conmigo?
Velad y orad para que no caigáis en tentación.
El espíritu está dispuesto, pero la carne es débil'.
De nuevo, por segunda vez, se fue a orar, diciendo:
'Padre mío, si no es posible que este cáliz pase sin que yo lo beba,
hágase tu voluntad'.
Volvió y los encontró dormidos, vencidos por el sueño.
Los dejó y volvió a orar de nuevo,
por tercera vez, repitiendo las mismas palabras."
(Mateo 26, 36-44; Marcos 14,32-42; Lucas 22,39-46)

Este es mi segundo artículo sobre la agonía de Jesucristo en el huerto de Getsemaní (https://cristianosdigitales.blogspot.com/2016/07/getsemani-es-decirte-si-hasta-el-final.html) pero desde otro punto de reflexión. De hecho, repito foto de cabecera porque expresa a la perfección aquel momento dramático.

Cada vez que veo la película "La Pasión de Cristo" de Mel Gibson, para mí, obra maestra del cine religioso, me sobrecoge la espeluznante escena del Huerto: niebla, oscuridad, soledad, sufrimiento...idas y venidas, desesperación...sonidos desgarradores que brotan de la garganta de Jesús, en una lengua, el arameo, que retumba en mis oídos como una súplica agónica y turbada, que se clava directamente en mi corazón. 
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Jesús llega al huerto de Getsemaní con sus discípulos Pedro, Santiago y Juan (los mismos que subieron con Él al Tabor) y, enseguida, comienza a sentir tristeza y angustia, hasta el punto de decir: "Me muero de tristeza". El verdadero Dios y el verdadero hombre, se muere...de pena. ¡Qué expresión tan tremenda!

Apartándose de ellos ("a un tiro de piedra", curiosa y simbólica forma de describir la distancia), se fue a orar. Lo que vio allí le causó tanto desasosiego y tanta aflicción, tanta presión, que comenzó a sudar literalmente gotas de sangre. "Algo" le horrorizó tanto, que sus capilares reventaron, casi causándole la muerte.

¿Qué vio que tanto le turbó? 

Mateo 26, 37 nos da una pista: dice que cuando Jesús oró, "comenzó a entristecerse y angustiarse". "Comenzó" significa que vio algo mientras rezaba, algo que no había experimentado hasta ese momento. Y le turbó poderosamente. 

La palabra griega utilizada como "entristecerse" es muy dura y su traducción podría ser "horrorizarse". Algo terrorífico.

Resultado de imagen de jesus sweating drops of bloodNo parece que Jesús se encamine hacia su muerte con el coraje y la valentía a que nos tenía acostumbrados durante su vida pública, con esa confianza y seguridad de quien sabe su final y no teme. 

De hecho, en el Huerto se muestra débil, casi asustado. Tiembla, tartamudea, va y viene frenéticamente, de un lado para otro, de Dios a sus discípulos y viceversa, preguntándole al Padre si hay otro camino, o recriminando a los discípulos su abandono. 

Mateo incluso dice que, en un momento determinado, Jesús se desploma y cae de bruces; está tan débil que no puede mantenerse en pie. Pero no es una debilidad física, no es un cansancio humano.

Y lo realmente inusual y extraño de esta escena, la diferencia con todos los demás lugares  por donde pasó Jesús, es que en todos ellos, siempre mostró un ánimo y un coraje inquebrantables frente al peligro. Poco antes de ir a Getsemaní, por ejemplo, los discípulos de Jesús tratan de disuadirlo para que no entre en Jerusalén porque era muy peligroso para él, pero Él les dijo que tenía que ir. 

¿Qué no vio que tanto le desesperó?

Entonces, ¿qué pasó allí, en este momento? En realidad, la pregunta debería ser ¿Qué no vio?

Resultado de imagen de jesus sweating drops of bloodLa respuesta nos la da el versículo 39 del mismo capítulo de Mateo, cuando llama a Dios su Padre, como lo había hecho en tantas ocasiones a lo largo de su vida,y  no obtiene respuesta. Se dirige a Él como "Abba", un término extremadamente íntimo y cercano que podríamos traducir como "Papá". Pero, por primera vez en toda la eternidad, su Padre guardó silencio.

Allí está Jesús, Aquel que caminó sobre el mar embravecido y sofocó las tormentas más temibles; Aquel que expulsó demonios, que sanó enfermos y resucitó muertos; Aquel que ahora está tan horrorizado por algo que ve, que se siente "morir".

Y así, vuelve con sus discípulos, buscando, quizás, algún tipo de consuelo, de apoyo, de compañía. Pero de los discípulos también recibe silencio porque están dormidos. Entonces regresa nuevamente al Padre, diciendo exactamente lo mismo que había dicho anteriormente. Y de nuevo, un gélido y solitario silencio. Y así, en tres ocasiones.

En Getsemaní, Dios le desvió su rostro, le dio la espalda. El juicio por nuestros pecados ya había comenzado. Antes de que el primer clavo fuera introducido en su cuerpo, el alma de Jesús estaba siendo abandonada por Dios.

¿Cómo explicar y comprender este silencio del Padre?

A simple vista, parece algo realmente extraño. Jesús había vivido toda su vida con la aprobación del Padre, y ahora, en el momento en que Jesús más necesitaba a su Padre, Dios le daba la espalda. Y Jesús se tambaleó bajo su peso, casi al borde de la muerte. Jesús fue a estar con su Padre antes de su muerte y encontró, en lugar del cielo, el infierno abierto de par en par ante Él.

Imagen relacionadaNo sólo estaba ante una silenciosa soledad. Si no ante el rechazo. ¿Cómo sentiría perder el infinito amor y la poderosa presencia de Aquel a quien conocía desde toda la eternidad?

De alguna manera, en ese momento, Jesús vislumbró a la humanidad abocada a un infierno para toda la eternidad. Porque esa es la esencia de lo que es el infierno: el completo abandono de Dios, la ausencia del Creador.

Cristo no se horrorizó ni se tambaleó por temor a la muerte física, y eso a pesar de que su pasión, desde la flagelación hasta la muerte en cruz, fue terrible. Jesús se horrorizó, se tambaleó y cayó en tierra porque sintió el abandono de Dios. 

Ese fue el horror que reiteraría en la cruz, cuando  la tierra se cubrió de tinieblas: "Eloi Eloi lama sabactani", "Dios mío, Dios mío ¿por qué me has abandonado?" (Mateo 27, 47). Con esta expresión el Hijo del Hombre hace suyas las palabras del Salmo 22, dándole todo su sentido: "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado? ¡Las palabras que lanzo no me salvan! Mi Dios, de día llamo y no me atiendes, de noche, más no encuentro mi reposo".

Resultado de imagen de darknessPero también es un grito trascendente de victoria, de valor, de sacrificio, de amor por la humanidad y comprensión de su real jerarquía celestial, que traducido más literalmente diría: "Dios mío, Dios mío, para este propósito me has elegido, para esto fui reservado" .

El sufrimiento físico de su Pasión, por malo que fuera, no era la esencia del Calvario sino el abandono de Dios. En el Huerto, Jesús bebió de lleno en la copa de la ira de Dios, abrumándole tanto que casi lo mata. 

Getsemaní, en arameo "Gath-Šmânê", significa 'prensa de aceite', y eso es precisamente lo sucedió aquella noche: la ira de Dios contra nuestro pecado "prensó" literalmente a Jesús; la carga de nuestros pecados  le "exprimió" la vida.

Oró en tres ocasiones, suplicando a su Padre: "Papá, si es posible, que pase de mí este cáliz". Dos voluntades se enfrentan por un momento, la humana y la divina, para confluir luego en un abandono de amor ya anunciado por Jesús: "Es necesario que el mundo comprenda que amo al Padre, y que lo que el Padre me manda, yo lo hago" (Juan 14, 31).

¿Alguna vez Jesús había rezado alguna oración que no fuese respondida por Dios Padre? Tan sólo esta vez
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Isaía
s 51,17-18 describe la ira de Dios contra nuestro pecado como un veneno tóxico guardado en un cáliz al que nadie se acerca: "Despierta, despierta, levántate, Jerusalén; tú que has bebido de la mano del Señor la copa de su cólera; el cáliz del vértigo lo has bebido hasta las heces. No hay nadie que la guíe entre los hijos que ha dado a luz, nadie que la tome de la mano entre todos los hijos que ha criado." 

Cuando se le ofreció este cáliz a Jesús, lo bebió por nosotros. Este cáliz era nuestro, o lo bebíamos nosotros o lo bebía Él. Si lo bebíamos nosotros, entonces estaríamos separados de Dios para siempre. Nuestra salvación es algo que sólo Cristo podía lograr.

¿Qué hizo Dios por su 'Hijo el amado' en Getsemaní? 

La actitud de Dios casi parece cruel y, en cierto sentido, un tanto áspera: ¿Qué pasaría si nosotros hubiéramos visto lo que vio Jesús? ¿Acaso lo que vio le hizo retroceder? ¿Por qué no esperó Dios hasta que Jesús fuera clavado en la cruz para mostrarle todo esto?

Dios lo hizo así para que l
os hombres pudiéramos ver a Jesús ir a la cruz voluntariamente, sabiendo muy bien lo que estaba experimentando; para que su amor por nosotros se mostrara aún más; para que pudiéramos ver la magnitud del precio que estaba dispuesto a pagar al ocupar nuestro lugar, el de todos nosotros; para ensalzarlo y glorificarlo. ¿Cómo?


Resultado de imagen de pasion de cristo el diabloLucas 22, 43 nos dice que un ángel vino a Jesús en ese momento para reconfortarle y para animarle. Pero no parece que el ángel hiciera disminuir su dolor, porque el evangelista prosigue diciendo: "Y sumido en agonía, insistía más en su oración. Su sudor se hizo como gotas espesas de sangre que caían en tierra" (Lucas 22,44).

Dios envió al ángel, no para que le consolara precisamente, como quien trata de aplacar el sufrimiento; Dios a través de aquel ángel, lo que hizo, fue "darle fuerzas": no le evitó los obstáculos ni le abrió otro camino más fácil, sino que le dio fuerzas para recorrerlo

¿Y cómo le "dio fuerzas"? Jesús estaba exhausto, sin fuerzas. El plan de Dios permite que el hombre esté sin fuerzas, para que en ese momento, se vuelva a su Dios y Señor Todopoderoso, quien le da la fortaleza necesaria.

No sabemos lo que dijo el ángel, ni siquiera si le habló. A buen seguro, su misión no consistió en palabras, en consejos, en argumentos ni en promesas. Tampoco en explicaciones lógicas sobre la voluntad del Padre. Jesús la conocía por completo. Tampoco le curó su frente ensangrentada ni le acarició ni le abrazó. Jesús no necesitaba eso.

Resultado de imagen de passion of the christ cinematographyEl ángel solamente le hizo compañía en su oración. Aquel ángel fue ante todo un testigo. Jesús no estaba sumergido en un mar de protestas ni de quejas contra su Padre. Jesús ni esperaba, ni quería, ni le hacía falta alguien a quien expresar su dolor para aliviarse. 

Lo que Jesús sí quería y, en cierto sentido esperaba y necesitaba, era un testigo. Su naturaleza humana reclamaba, ante todo, la gloria de Dios. Y aquel ángel es la primera expresión de la gloria divina, en el acto de la obediencia y amor del Hijo al Padre. 

En aquella noche de tinieblas, la tenue luz del ángel es el amanecer de la gloria. Aquel ángel, enviado por Dios para compartir la oración más sublime que podamos imaginar, alaba con todo su ser al Padre y al Hijo, y es así el primer testigo de la gloria que Dios habría de revelar en la obra de la redención. Y esto dio fuerzas a Jesucristo.

¿Qué hizo Jesús por su 'Padre el amado' en Getsemaní? 

Tras ello, Jesús se levantó de allí para ir a cumplir la voluntad de su Padre, y lo hizo "con decisión" porque se le mostró algo. 

Resultado de imagen de pasion de cristo¿Qué vio ante Él en ese momento? ¿Qué vio Jesús que iba a obtener que hizo que la cruz "valiera la pena"?

Solo una cosa: a
nosotros. No había otra manera de salvarnos, y a la vez, de unirse a la humanidad ¡y lo hizo de buena gana! Cuando rezó en Getsemaní: "pero no sea lo que yo quiero, sino lo que quieres tú", sus lágrimas y su sudor  ensangrentado no era por su desgracia, sino por la nuestra.

Él tomó nuestros pecados y nuestras penas y los hizo suyos; llevó la carga al Calvario y sufrió y murió solo. Y todo para enseñarnos el camino al cielo.

“El suyo es un sufrimiento en comunión con nosotros y por nosotros, que viene del amor y lleva en sí la redención, la victoria del amor” (Benedicto XVI).

¡Qué maravilloso! ¡No hay amor más grande que el que da la vida por sus amigos!