¿QUIÉN ES JESÚS?

La vida de Jesús siempre ha suscitado preguntas a lo largo de los últimos dos mil años.

¿Cómo pudo un carpintero que fue ejecutado por los romanos convertirse en el hombre más famoso de la historia?
¿Fue Jesús alguien verdaderamente real?
¿Cómo puede Dios ser un hombre al mismo tiempo?
¿De qué manera podría esto tener algún sentido para mi vida?

Estas son algunas preguntas, pero aquí tienes un espacio para formular las tuyas.
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jueves, 16 de agosto de 2018

¿QUÉ OCURRIÓ REALMENTE EN GETSEMANÍ?


"Jesús fue con ellos a un huerto llamado Getsemaní (...)
y comenzó a sentir tristeza y angustia.
Y les dijo: 'Me muero de tristeza. Quedaos aquí y velad conmigo'.
Avanzó unos pasos más, cayó de bruces y se puso a orar así:
'Padre mío, si es posible, que pase de mí este cáliz;
pero no sea lo que yo quiero, sino lo que quieres tú'.
Volvió a los discípulos, los encontró dormidos y dijo a Pedro:
'¿Conque no habéis podido velar una hora conmigo?
Velad y orad para que no caigáis en tentación.
El espíritu está dispuesto, pero la carne es débil'.
De nuevo, por segunda vez, se fue a orar, diciendo:
'Padre mío, si no es posible que este cáliz pase sin que yo lo beba,
hágase tu voluntad'.
Volvió y los encontró dormidos, vencidos por el sueño.
Los dejó y volvió a orar de nuevo,
por tercera vez, repitiendo las mismas palabras."
(Mateo 26, 36-44; Marcos 14,32-42; Lucas 22,39-46)

Este es mi segundo artículo sobre la agonía de Jesucristo en el huerto de Getsemaní (https://cristianosdigitales.blogspot.com/2016/07/getsemani-es-decirte-si-hasta-el-final.html) pero desde otro punto de reflexión. De hecho, repito foto de cabecera porque expresa a la perfección aquel momento dramático.

Cada vez que veo la película "La Pasión de Cristo" de Mel Gibson, para mí, obra maestra del cine religioso, me sobrecoge la espeluznante escena del Huerto: niebla, oscuridad, soledad, sufrimiento...idas y venidas, desesperación...sonidos desgarradores que brotan de la garganta de Jesús, en una lengua, el arameo, que retumba en mis oídos como una súplica agónica y turbada, que se clava directamente en mi corazón. 
Imagen relacionada

Jesús llega al huerto de Getsemaní con sus discípulos Pedro, Santiago y Juan (los mismos que subieron con Él al Tabor) y, enseguida, comienza a sentir tristeza y angustia, hasta el punto de decir: "Me muero de tristeza". El verdadero Dios y el verdadero hombre, se muere...de pena. ¡Qué expresión tan tremenda!

Apartándose de ellos ("a un tiro de piedra", curiosa y simbólica forma de describir la distancia), se fue a orar. Lo que vio allí le causó tanto desasosiego y tanta aflicción, tanta presión, que comenzó a sudar literalmente gotas de sangre. "Algo" le horrorizó tanto, que sus capilares reventaron, casi causándole la muerte.

¿Qué vio que tanto le turbó? 

Mateo 26, 37 nos da una pista: dice que cuando Jesús oró, "comenzó a entristecerse y angustiarse". "Comenzó" significa que vio algo mientras rezaba, algo que no había experimentado hasta ese momento. Y le turbó poderosamente. 

La palabra griega utilizada como "entristecerse" es muy dura y su traducción podría ser "horrorizarse". Algo terrorífico.

Resultado de imagen de jesus sweating drops of bloodNo parece que Jesús se encamine hacia su muerte con el coraje y la valentía a que nos tenía acostumbrados durante su vida pública, con esa confianza y seguridad de quien sabe su final y no teme. 

De hecho, en el Huerto se muestra débil, casi asustado. Tiembla, tartamudea, va y viene frenéticamente, de un lado para otro, de Dios a sus discípulos y viceversa, preguntándole al Padre si hay otro camino, o recriminando a los discípulos su abandono. 

Mateo incluso dice que, en un momento determinado, Jesús se desploma y cae de bruces; está tan débil que no puede mantenerse en pie. Pero no es una debilidad física, no es un cansancio humano.

Y lo realmente inusual y extraño de esta escena, la diferencia con todos los demás lugares  por donde pasó Jesús, es que en todos ellos, siempre mostró un ánimo y un coraje inquebrantables frente al peligro. Poco antes de ir a Getsemaní, por ejemplo, los discípulos de Jesús tratan de disuadirlo para que no entre en Jerusalén porque era muy peligroso para él, pero Él les dijo que tenía que ir. 

¿Qué no vio que tanto le desesperó?

Entonces, ¿qué pasó allí, en este momento? En realidad, la pregunta debería ser ¿Qué no vio?

Resultado de imagen de jesus sweating drops of bloodLa respuesta nos la da el versículo 39 del mismo capítulo de Mateo, cuando llama a Dios su Padre, como lo había hecho en tantas ocasiones a lo largo de su vida,y  no obtiene respuesta. Se dirige a Él como "Abba", un término extremadamente íntimo y cercano que podríamos traducir como "Papá". Pero, por primera vez en toda la eternidad, su Padre guardó silencio.

Allí está Jesús, Aquel que caminó sobre el mar embravecido y sofocó las tormentas más temibles; Aquel que expulsó demonios, que sanó enfermos y resucitó muertos; Aquel que ahora está tan horrorizado por algo que ve, que se siente "morir".

Y así, vuelve con sus discípulos, buscando, quizás, algún tipo de consuelo, de apoyo, de compañía. Pero de los discípulos también recibe silencio porque están dormidos. Entonces regresa nuevamente al Padre, diciendo exactamente lo mismo que había dicho anteriormente. Y de nuevo, un gélido y solitario silencio. Y así, en tres ocasiones.

En Getsemaní, Dios le desvió su rostro, le dio la espalda. El juicio por nuestros pecados ya había comenzado. Antes de que el primer clavo fuera introducido en su cuerpo, el alma de Jesús estaba siendo abandonada por Dios.

¿Cómo explicar y comprender este silencio del Padre?

A simple vista, parece algo realmente extraño. Jesús había vivido toda su vida con la aprobación del Padre, y ahora, en el momento en que Jesús más necesitaba a su Padre, Dios le daba la espalda. Y Jesús se tambaleó bajo su peso, casi al borde de la muerte. Jesús fue a estar con su Padre antes de su muerte y encontró, en lugar del cielo, el infierno abierto de par en par ante Él.

Imagen relacionadaNo sólo estaba ante una silenciosa soledad. Si no ante el rechazo. ¿Cómo sentiría perder el infinito amor y la poderosa presencia de Aquel a quien conocía desde toda la eternidad?

De alguna manera, en ese momento, Jesús vislumbró a la humanidad abocada a un infierno para toda la eternidad. Porque esa es la esencia de lo que es el infierno: el completo abandono de Dios, la ausencia del Creador.

Cristo no se horrorizó ni se tambaleó por temor a la muerte física, y eso a pesar de que su pasión, desde la flagelación hasta la muerte en cruz, fue terrible. Jesús se horrorizó, se tambaleó y cayó en tierra porque sintió el abandono de Dios. 

Ese fue el horror que reiteraría en la cruz, cuando  la tierra se cubrió de tinieblas: "Eloi Eloi lama sabactani", "Dios mío, Dios mío ¿por qué me has abandonado?" (Mateo 27, 47). Con esta expresión el Hijo del Hombre hace suyas las palabras del Salmo 22, dándole todo su sentido: "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado? ¡Las palabras que lanzo no me salvan! Mi Dios, de día llamo y no me atiendes, de noche, más no encuentro mi reposo".

Resultado de imagen de darknessPero también es un grito trascendente de victoria, de valor, de sacrificio, de amor por la humanidad y comprensión de su real jerarquía celestial, que traducido más literalmente diría: "Dios mío, Dios mío, para este propósito me has elegido, para esto fui reservado" .

El sufrimiento físico de su Pasión, por malo que fuera, no era la esencia del Calvario sino el abandono de Dios. En el Huerto, Jesús bebió de lleno en la copa de la ira de Dios, abrumándole tanto que casi lo mata. 

Getsemaní, en arameo "Gath-Šmânê", significa 'prensa de aceite', y eso es precisamente lo sucedió aquella noche: la ira de Dios contra nuestro pecado "prensó" literalmente a Jesús; la carga de nuestros pecados  le "exprimió" la vida.

Oró en tres ocasiones, suplicando a su Padre: "Papá, si es posible, que pase de mí este cáliz". Dos voluntades se enfrentan por un momento, la humana y la divina, para confluir luego en un abandono de amor ya anunciado por Jesús: "Es necesario que el mundo comprenda que amo al Padre, y que lo que el Padre me manda, yo lo hago" (Juan 14, 31).

¿Alguna vez Jesús había rezado alguna oración que no fuese respondida por Dios Padre? Tan sólo esta vez
.

Isaía
s 51,17-18 describe la ira de Dios contra nuestro pecado como un veneno tóxico guardado en un cáliz al que nadie se acerca: "Despierta, despierta, levántate, Jerusalén; tú que has bebido de la mano del Señor la copa de su cólera; el cáliz del vértigo lo has bebido hasta las heces. No hay nadie que la guíe entre los hijos que ha dado a luz, nadie que la tome de la mano entre todos los hijos que ha criado." 

Cuando se le ofreció este cáliz a Jesús, lo bebió por nosotros. Este cáliz era nuestro, o lo bebíamos nosotros o lo bebía Él. Si lo bebíamos nosotros, entonces estaríamos separados de Dios para siempre. Nuestra salvación es algo que sólo Cristo podía lograr.

¿Qué hizo Dios por su 'Hijo el amado' en Getsemaní? 

La actitud de Dios casi parece cruel y, en cierto sentido, un tanto áspera: ¿Qué pasaría si nosotros hubiéramos visto lo que vio Jesús? ¿Acaso lo que vio le hizo retroceder? ¿Por qué no esperó Dios hasta que Jesús fuera clavado en la cruz para mostrarle todo esto?

Dios lo hizo así para que l
os hombres pudiéramos ver a Jesús ir a la cruz voluntariamente, sabiendo muy bien lo que estaba experimentando; para que su amor por nosotros se mostrara aún más; para que pudiéramos ver la magnitud del precio que estaba dispuesto a pagar al ocupar nuestro lugar, el de todos nosotros; para ensalzarlo y glorificarlo. ¿Cómo?


Resultado de imagen de pasion de cristo el diabloLucas 22, 43 nos dice que un ángel vino a Jesús en ese momento para reconfortarle y para animarle. Pero no parece que el ángel hiciera disminuir su dolor, porque el evangelista prosigue diciendo: "Y sumido en agonía, insistía más en su oración. Su sudor se hizo como gotas espesas de sangre que caían en tierra" (Lucas 22,44).

Dios envió al ángel, no para que le consolara precisamente, como quien trata de aplacar el sufrimiento; Dios a través de aquel ángel, lo que hizo, fue "darle fuerzas": no le evitó los obstáculos ni le abrió otro camino más fácil, sino que le dio fuerzas para recorrerlo

¿Y cómo le "dio fuerzas"? Jesús estaba exhausto, sin fuerzas. El plan de Dios permite que el hombre esté sin fuerzas, para que en ese momento, se vuelva a su Dios y Señor Todopoderoso, quien le da la fortaleza necesaria.

No sabemos lo que dijo el ángel, ni siquiera si le habló. A buen seguro, su misión no consistió en palabras, en consejos, en argumentos ni en promesas. Tampoco en explicaciones lógicas sobre la voluntad del Padre. Jesús la conocía por completo. Tampoco le curó su frente ensangrentada ni le acarició ni le abrazó. Jesús no necesitaba eso.

Resultado de imagen de passion of the christ cinematographyEl ángel solamente le hizo compañía en su oración. Aquel ángel fue ante todo un testigo. Jesús no estaba sumergido en un mar de protestas ni de quejas contra su Padre. Jesús ni esperaba, ni quería, ni le hacía falta alguien a quien expresar su dolor para aliviarse. 

Lo que Jesús sí quería y, en cierto sentido esperaba y necesitaba, era un testigo. Su naturaleza humana reclamaba, ante todo, la gloria de Dios. Y aquel ángel es la primera expresión de la gloria divina, en el acto de la obediencia y amor del Hijo al Padre. 

En aquella noche de tinieblas, la tenue luz del ángel es el amanecer de la gloria. Aquel ángel, enviado por Dios para compartir la oración más sublime que podamos imaginar, alaba con todo su ser al Padre y al Hijo, y es así el primer testigo de la gloria que Dios habría de revelar en la obra de la redención. Y esto dio fuerzas a Jesucristo.

¿Qué hizo Jesús por su 'Padre el amado' en Getsemaní? 

Tras ello, Jesús se levantó de allí para ir a cumplir la voluntad de su Padre, y lo hizo "con decisión" porque se le mostró algo. 

Resultado de imagen de pasion de cristo¿Qué vio ante Él en ese momento? ¿Qué vio Jesús que iba a obtener que hizo que la cruz "valiera la pena"?

Solo una cosa: a
nosotros. No había otra manera de salvarnos, y a la vez, de unirse a la humanidad ¡y lo hizo de buena gana! Cuando rezó en Getsemaní: "pero no sea lo que yo quiero, sino lo que quieres tú", sus lágrimas y su sudor  ensangrentado no era por su desgracia, sino por la nuestra.

Él tomó nuestros pecados y nuestras penas y los hizo suyos; llevó la carga al Calvario y sufrió y murió solo. Y todo para enseñarnos el camino al cielo.

“El suyo es un sufrimiento en comunión con nosotros y por nosotros, que viene del amor y lleva en sí la redención, la victoria del amor” (Benedicto XVI).

¡Qué maravilloso! ¡No hay amor más grande que el que da la vida por sus amigos!





martes, 18 de agosto de 2015

LAS SIETE FRASES DE JESÚS EN LA CRUZ




Jesucristo murió en la cruz para redimir a la humanidad, para salvarnos de nuestros pecados a causa de su amor por nosotros.

Pero antes de morir y según consta en los evangelios de Mateo, Marcos, Lucas y Juan, Jesucristo pronunció siete frases en la cruz.  El de Mateo y el de Marcos, mencionan solamente una, la cuarta. El de Lucas relata tres, la primera, segunda y séptima. El de Juan recoge las tres restantes, la tercera, quinta y sexta.

1- PERDÓN

"Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen."
Lucas 23,34

La humanidad entera, representada por los personajes allí presentes, se ensaña contra Jesús.Me dejareis sólo”, había dicho Jesús a sus discípulos. Y ahora está solo, entre el Cielo y la tierra.Se le negó incluso el consuelo de morir con un poco de dignidad.

Jesús no sólo perdona, sino que pide el perdón de su Padre para los que lo han entregado a la muerte.

Jesús mira hacia abajo, desde la cruz  y ora por los culpables de darle muerte, los soldados romanos que cruelmente, le han azotado, torturado escupido, golpeado, maltratado y que le han clavado en la cruz.

También por los que le han condenado a muerte, (Caifás y los sumos sacerdotes del Sanedrín), castigado a subir con su propia cruz, luego desnudado en público, tendido sobre la cruz, clavado a través de sus huesos de manos y pies.

Jesús también está pensando en sus apóstoles y compañeros que le han traicionado y abandonado, reza por Judas que lo ha vendido, por Pedro que lo ha negado tres veces, por la multitud voluble, que sólo unos días antes le alabaron, en su entrada a Jerusalén, y luego días más tarde prefirieron optar por Él frente a Barrabás, para ser crucificado, gritando su crucifixión. También por los que se reían y mofaban de Él.

Y no sólo pide el perdón para ellos, sino también para todos nosotros, para la humanidad entera, para todos los que con nuestros pecados somos el origen de su condena y crucifixión. 
  
Pero Jesús no reacciona con ira. En el apogeo de su sufrimiento físico, su amor prevalece y le pide a su Padre que perdone, pero es por su mismo sacrificio en la Cruz que la humanidad es capaz de ser perdonada!

Hasta sus últimas horas en la tierra, Jesús predica el perdón. Él enseña el perdón en la oración del Señor: "Perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden" (Mateo 6,12).

Cuando se le preguntó por Pedro, ¿cuántas veces deberíamos perdonar a alguien, Jesús responde setenta veces siete (Mateo 18, 21-22).

En la Última Cena, Jesús explica su crucifixión a sus apóstoles cuando les dice a beber de la copa: "Bebed todos de ella todos, porque esta es mi sangre de la Alianza, que es derramada por muchos para el perdón de los pecados "(Mateo 26, 27-28).

Él perdona al paralítico de Cafarnaúm (Marcos 2,5), y la adúltera sorprendida en el acto ya punto de ser lapidada (Juan 8, 1-11).

E incluso después de su resurrección, su primer acto es comisionar a sus discípulos a perdonar: "Recibid el Espíritu Santo a quienes perdonéis los pecados, les quedan perdonados si los retengáis, les quedan retenidos." (Juan 20, 22-23).

2- SALVACIÓN

"En verdad te digo, que hoy estarás conmigo en el paraíso."
Lucas 23,43

Ahora no se trata sólo de los líderes religiosos o los soldados que se burlan de Jesús, sino de uno de los criminales que habla en favor de Jesús, explicando que ellos dos están recibiendo su justo castigo, mientras que "este hombre no ha hecho nada malo." Luego, dirigiéndose a Jesús, le dice: "Jesús, acuérdate de mí cuando vengas en tu reino" (Lucas 23,42). 

La fe maravillosa de este pecador arrepentido hace que Jesús, haciendo caso omiso de su propio sufrimiento, le  responda con amor y misericordia con su segunda palabra, que es otra vez sobre el perdón, esta vez dirigido a un pecador.

Del mismo modo que la primera palabra, esta expresión bíblica se encuentra sólo en el Evangelio de Lucas. Jesús muestra su divinidad abriendo el cielo por un pecador arrepentido - tal generosidad de un hombre que sólo pidió ser recordado!

Pero el verdadero regalo que Jesús le hacía a aquel hombre, no era solamente el Paraíso. Jesús le ofreció el regalo de sí mismo. Lo más grande que puede poseer un hombre, una mujer, es compartir su existencia con Jesucristo.

Hemos sido creados para vivir en comunión con él y por ello, nos ofrece esperanza para la salvación, ya que si volvemos nuestros corazones y oraciones a Él, también vamos a estar con Jesús Cristo al final de nuestras vidas.

3- IGLESIA

"Jesús le dijo a su Madre:" Mujer, ahí tienes a tu hijo".
Luego dijo al discípulo: "Esta es tu madre."
Juan 19,26-27

Jesús y María están juntos de nuevo, al comienzo de su ministerio en Cana y ahora al final de su ministerio público, a los pies de la Cruz.

El Señor se refiere a su madre como mujer en la fiesta de bodas de Caná (Juan 2, 1-11) y en este pasaje, recordando a la mujer en Génesis 3,15, la primera profecía mesiánica del Redentor, y anticipándose a la mujer vestida del sol en Apocalipsis 12.

Dios eligió a María desde siempre para ser Madre de Jesús, pero también para ser Madre de los hombres.

Jesús crucificado confía a María una nueva maternidad, crea desde la cruz “una familia nueva”. Forma la Iglesia y le otorga el papel maternal a la madre de Jesús, para que cuide de su nuevo hijo y al discípulo le enseña a quien debe querer, respetar y obedecer.

Qué dolor debe llenar el corazón de María, a ver a su Hijo denostado, torturado y crucificado. El sufrimiento de su hijo la hizo a Ella Corredentora, compañera en la redención.

Una vez más, se cumple en Cristo otra profecía, de Simeón en el Templo: “una espada atraviesa el alma de María” (Lucas 2,35).

Hay cuatro personas al pie de la cruz: María, su Madre, Juan, el discípulo a quien él amaba, María de Cleofás, hermana de su madre, y María Magdalena. Él dirige su tercera palabra a María y Juan, el único testigo ocular de los escritores de los Evangelios.

De nuevo, Jesús se eleva por encima de la ocasión, y sus preocupaciones son para los que le aman. El buen hijo que Él es, Jesús se preocupa por el cuidado de su madre. De hecho, este pasaje ofrece una prueba de que Jesús era el único hijo de María, porque si él tenía hermanos o hermanas, se habrían preocupado por ella. Pero Jesús mira a Juan y le pide cuidar de ella.

También queda demostrado que San José estaba ausente; probablemente, habría muerto antes de la crucifixión, o de lo contrario habría sido el encargado de cuidar de María y también estaría allí.

4- SOLEDAD

"Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?"
Mateo 27,46 y Marcos 15,34

Esta fue la única expresión de Jesús en los Evangelios de Mateo y Marcos. Ambos indican que fue en la novena hora, después de tres horas de oscuridad, cuando Jesús clamó esta cuarta palabra. La novena hora eran las tres en Judea.

Sorprende el tono angustiado de esta expresión, en contraste con las tres primeras palabras de Jesús. Este grito sale desde el corazón doloroso y humano de Jesús, que debió sentirse abandonado por su Padre y por el Espíritu Santo, amén de sus compañeros terrenales, los discípulos.

Para subrayar su absoluta soledad, Marcos incluso dice que sus seres queridos  estaban allí "mirando desde lejos," no cercanos a él. Jesús se siente separado de su Padre, ahora está solo y tiene que enfrentarse a la muerte por sí mismo.

Esto es exactamente lo que nos sucede a todos nosotros cuando llega el momento de nuestra muerte, que debemos afrontarla solos! Jesús vive por completo la experiencia humana, al igual que nosotros, y al hacerlo, nos libera de la esclavitud del pecado.

Su cuarta palabra es tal y como empieza el Salmo 22: su grito en la cruz recuerda el grito de Israel, y de todas las personas inocentes que sufren. En el Salmo 22, capítulos16-19, David hace una profecía sorprendente de la crucifixión del Mesías en un momento en que no se conocía la existencia de la crucifixión: "Está seco mi paladar como una teja y mi lengua pegada a mi garganta; tú me sumes en el polvo de la muerte. Perros innumerables me rodean, una banda de malvados me acorrala como para prender mis manos y mis pies. Puedo contar todos mis huesos; ellos me observan y me miran, repártense entre sí mis vestiduras y se sortean mi túnica".

No puede haber un momento más terrible en la historia del hombre como ese. Jesús, que vino a salvarnos es crucificado, y da cuenta del horror de lo que está sucediendo y lo que ahora está soportando. Está a punto de ser engullido por el mar embravecido del pecado. El mal triunfa, como admite Jesús: "ahora reinan las tinieblas, y es su hora" (Lucas 22,53). Pero es sólo por un momento. La carga de todos los pecados de la humanidad por un momento abruma la humanidad de nuestro Salvador.

Es en la derrota de su humanidad donde se completa el plan divino de su Padre. Es por su muerte que somos redimidos. "Porque hay un solo Dios, y también un solo mediador entre Dios y los hombres, Cristo Jesús, hombre también, que se entregó a sí mismo como rescate por todos. Este es el testimonio dado en el tiempo oportuno." (I Timoteo 2, 5-6).

"El mismo que, sobre el madero, llevó nuestros pecados en su cuerpo, a fin de que, muertos a nuestros pecados, viviéramos para la justicia; con cuyas heridas habéis sido curados". (I Pedro 2,24)


5-SUFRIMIENTO

"Tengo sed".
Juan 19,28
La quinta palabra de Jesús es la única expresión humana de su sufrimiento físico. Jesús está ahora en estado de shock. Las heridas infligidas en la flagelación, la corona de espinas, y el clavado en la cruz están dando resultado, especialmente después de perder sangre en la caminata de tres horas por la ciudad de Jerusalén hasta el. Los estudios sistemáticos de la Sábana Santa de Turín, indican que la Pasión de Jesús fue mucho peor que uno pueda imaginarse.

El sufrimiento de Cristo simboliza también el sufrimiento del ser humano aun en la mayor de las fes.

Jesús tiene sed en un sentido espiritual. Él tiene sed de amor. Él tiene sed de amor de su Padre que lo ha abandonado durante esta hora terrible cuando Él tiene que cumplir su misión solo, no alejándose de Él, sino privándole de su socorro.

Y él tiene sed de amor y de la salvación de su pueblo, la raza humana. Jesús practicaba lo que predicaba: "Este es mi mandamiento: que os améis los unos a los otros como yo os he amado. Nadie tiene mayor amor que este, dar la vida por sus amigos". Juan 15, 12-13

También evoca la sed espiritual que Cristo experimentó junto al pozo de la samaritana.

6- CUMPLIMIENTO

"Todo está cumplido"
Juan 19, 30

Se trata de la proclamación en boca de Cristo del cumplimiento perfecto de la Sagrada Escritura en su persona. Jesús era consciente de que había cumplido hasta el último detalle su misión redentora y la culminación del programa de su vida: cumplir la Escritura haciendo siempre la voluntad del Padre. Más que una palabra de agonía, es de victoria, "todo está concluido".

Juan recuerda el sacrificio del Cordero de la Pascua de Éxodo 12 en este pasaje. El hisopo es una planta medicinal pequeña que se usó para rociar la sangre del Cordero Pascual en las puertas de las casas de los judíos (Éxodo 12,22). El Evangelio de Juan relata que fue el día de la preparación, el día antes de la Pascua real (Pesaj en hebreo, Pascha en griego y latín), cuando Jesús fue condenado a muerte (19,14) y se sacrificó en la cruz (19,31).

Juan continúa en los versículos 33-34: "Pero cuando llegaron a Jesús y vieron que ya estaba muerto, no le quebraron las piernas", recordando la instrucción en Éxodo 12,46 relativa al Cordero Pascual.

Murió a la hora novena (tres de la tarde), casi al mismo tiempo que los corderos de la Pascua fueron sacrificados en el Templo. Cristo se convirtió en el Cordero Pascual, como señaló Pablo: "Porque nuestro cordero pascual, Cristo, ha sido inmolado." (I Corintios 5, 7). El Cordero inocente fue sacrificado por nuestros pecados, para que nosotros pudiéramos ser perdonados. La sexta palabra es el reconocimiento de que el sufrimiento de Jesús ha terminado y se ha completado su tarea. Jesús es obediente al Padre y le da su amor por la humanidad al redimirnos con su muerte en la Cruz.

El día más oscuro de la humanidad se convirtió en el día más brillante para la humanidad. Y los Evangelios sinópticos, al unísono, capturaron esta paradoja,  narran el horror del evento, la agonía en el jardín, el abandono por parte de sus Apóstoles, el juicio ante el Sanedrín, la intensa burla y tortura sobre Jesús, su sufrimiento en soledad, la oscuridad sobre la tierra, y su muerte, crudamente retratada tanto por Mateo (27, 47-51) y Marcos (15, 33-38).

Por el contrario, la pasión de Jesús en el Evangelio de Juan expresa su realeza y demuestra que es su camino triunfal hacia la gloria. Juan presenta a Jesús como dirigiendo la acción durante todo el camino. La frase: "Consumado es" conlleva un sentido de logro

En Juan, no hay juicio ante el Sanedrín, sino que Jesús se presentó en el juicio romano como "He aquí vuestro Rey!" (Juan 19,14). Jesús no está tropezando o cayendo como en los evangelios sinópticos, sino que el camino de la cruz se presenta con majestad y dignidad, porque "Jesús salió llevando su propia cruz" (Juan 19,17). Y en Juan, la inscripción a la cabeza de la cruz está deliberadamente escrita "Jesús de Nazaret, Rey de los Judíos" (Juan 19,19).

Cuando Jesús murió, "entregó" el Espíritu. Jesús mantuvo el control hasta el final, y es Él quien entregó su Espíritu. No hay que perderse el doble sentido aquí, porque esto también puede ser interpretado como que su muerte trajo el Espíritu Santo.

El Evangelio de Juan revela gradualmente el Espíritu Santo. Jesús menciona agua viva en Juan 4, 10-11 cuando se encuentra con la mujer samaritana en el pozo, y durante la Fiesta de los Tabernáculos se refiere a agua viva como el Espíritu Santo en 7, 37-39. En la Última Cena, Cristo anuncia que pedirá al Padre que envíe "otro Paráclito para estar con ustedes siempre, el Espíritu de verdad" (14, 16-17).

La palabra Paráclito también se traduce como Consolador, Abogado, Intercesor o Consejero. "Pero el Paráclito, el Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi nombre, os lo enseñará todo y os recordará todo lo que yo os he dicho." (14,26).

El simbolismo del agua para que el Espíritu Santo se hace más evidente en Juan 19,34: " sino que uno de los soldados le atravesó el costado con una lanza y al instante salió sangre y agua." La perforación de su lado cumple la profecía en Zacarías 12,10: " En cuanto a aquél a quien traspasaron, harán lamentación por él como lamentación por hijo único, y le llorarán amargamente como se llora amargamente a un primogénito.". La perforación del costado de Jesús prefigura los sacramentos de la Eucaristía (la sangre) y el bautismo (agua), así como el comienzo de la Iglesia.

7-OBEDIENCIA

"Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu".
Lucas 23,46

La séptima palabra de Jesús se encuentra en el Evangelio de Lucas, y se dirige al Padre en el cielo, justo antes de morir. Jesús recuerda el Salmo 31, 6: " En tus manos encomiendo mi espíritu, y tú, Señor, Dios fiel, me librarás." Se interpreta como un ejemplo de la confianza que debe tener un cristiano ante la entrada en el mundo espiritual.

Lucas declara la inocencia de Jesús en repetidas ocasiones: con Pilatos (Lucas 23, 4, 14-15, 22), a través de Dimas (por la leyenda), el criminal (Lucas 23,41), e inmediatamente después de su muerte con el centurión, que cuando vio lo que había pasado, alabó a Dios y dijo: "Verdaderamente este hombre era justo" (Lucas 23,47).

Jesús fue obediente a su Padre hasta el final, y su última frase antes de su muerte en la cruz fue una oración a su Padre.

La relación de Jesús con el Padre se revela en el Evangelio de Juan, porque Él comentó: "El Padre y yo somos uno" (10,30), y de nuevo, en la Última Cena: ¿No crees que yo estoy en el Padre y el Padre está en mí? Las palabras que os digo, no las digo por mi cuenta; el Padre que permanece en mí es el que realiza las obras. "(14,10). Y Él puede regresar: " Salí del Padre y vine al mundo. Ahora dejo el mundo y vuelvo al Padre" (16,28).

Jesús cumple su propia misión y la de su Padre en la cruz:

"Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único,
para que todo el que crea en él no perezca,
sino que tenga vida eterna”

Juan 3,16