¿QUIÉN ES JESÚS?

La vida de Jesús siempre ha suscitado preguntas a lo largo de los últimos dos mil años.

¿Cómo pudo un carpintero que fue ejecutado por los romanos convertirse en el hombre más famoso de la historia?
¿Fue Jesús alguien verdaderamente real?
¿Cómo puede Dios ser un hombre al mismo tiempo?
¿De qué manera podría esto tener algún sentido para mi vida?

Estas son algunas preguntas, pero aquí tienes un espacio para formular las tuyas.
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lunes, 1 de septiembre de 2025

¿PIEDRAS EN ASCUAS O LADRILLOS COCIDOS?

"También vosotros, como piedras vivas, 
entráis en la construcción de una casa espiritual 
para un sacerdocio santo, 
a fin de ofrecer sacrificios espirituales agradables a Dios 
por medio de Jesucristo. 
Por eso se dice en la Escritura: 
Mira, pongo en Sión una piedra angular, elegida y preciosa; 
quien cree en ella no queda defraudado. 
Para vosotros, pues, los creyentes, ella es el honor, 
pero para los incrédulos la piedra que desecharon los arquitectos 
es ahora la piedra angular, 
y también piedra de choque y roca de estrellarse; 
y ellos chocan al despreciar la palabra. 
A eso precisamente estaban expuestos. 
Vosotros, en cambio, sois un linaje elegido, un sacerdocio real, 
una nación santa, un pueblo adquirido por Dios 
para que anunciéis las proezas del que os llamó 
de las tinieblas a su luz maravillosa."
(1 Pe 2,5-9)

Escribo este artículo como continuación al de ayer, reflexionando sobre lo que hacemos con los distintos métodos evangelizadores que ponemos en práctica y discerniendo si dan (o deben dar) fruto inmediato o duradero.

Sin duda, los diferentes métodos de Primer Anuncio y Nueva Evangelización son poderosas experiencias que "reavivan" a los cercanos  y "prenden" a los alejados, pero no están exentos de "carencias" que impiden la conversión pastoral de las parroquias que los realizan. Prueba de ello son la:
  1. Falta de discipulado. Si las parroquias sólo reciben y acogen a las personas que llegan, pero no ofrecen un itinerario catequético y sacramental para convertirse en discípulos maduros, se acabarán "desinflando" y, entonces se produce el estancamiento espiritual.
  2. Falta de comunidades misionerasSi las parroquias se estancan porque se confunde camino con meta y no se construyen auténticas comunidades misioneras, todo tiende a volver a donde estaba, y entonces vuelven a ser una Iglesia de mantenimiento.
  3. Falta de visión. Si la parroquia pierde su pasión y su visión misioneras, y vuelve "a lo de siempre", a la "casilla de salida", las personas terminan regresando a sus "cosas" o marchándose a otros lugares, y entonces dejan de suscitar vocaciones y santos.
Lo que define nuestro modelo de parroquia no es lo que decimos sino lo que hacemos. Hacer Emaús, Effetá, Alpha, Proyecto de Amor Conyugal, Lifeteen, Seminarios de Vida en el Espíritu o lo que sea... con el único propósito de tener más gente en la parroquia y hacer lo de siempre, termina por agotarnos y por agotarse.

A estas alturas de la película, todos sabemos (o deberíamos saber) que los métodos no son un fin en sí mismo, sino el primer paso en el camino de una conversión personal, que consiste en cambiar la estructura mental y existencial, pero también de una conversión comunitaria, que consiste en cambiar la estructura de una Iglesia de llegada a la de una Iglesia en salida.

Ocurre que la mayoría de las parroquias que utilizan estos métodos no se preocupan demasiado por el fruto duradero, que es con el que damos gloria a Dios y como nos convertimos en discípulos de Cristo (cf. Jn 15,8.16). El fruto abundante y permanente pasa por formar discípulos que creen comunidad, que sean enviados y que lleguen a ser santos.  Son las "piedras vivas", todas distintas, necesarias y con el corazón en ascuas (Lc 24,32).
Desgraciadamente y por desconocimiento, se contentan con el fruto inmediato, que es el que queda estéril (cf. Mt 13,22), es decir, se conforman con recibir nuevos asistentes impactados que llenan bancos pero que no maduran ni se relacionan con otros miembros, salvo con los de su grupo. Son los "ladrillos cocidos" todos iguales, prescindibles y escaldados (Gn 11,3-4).

Por ello, es preciso discernir cómo hacemos lo que hacemos, es decir, analizar lo que hacemos para hacerlo con sentido. Y para eso, lo primero es preguntarnos:

¿Estamos engendrando hijos en la fe, a quienes acompañamos, alimentamos, educamos y damos cobijo hasta que alcancen la madurez y puedan salir al mundo, o nos limitamos a ser "playboys espirituales" que "engendran" y "procrean", para luego despreocuparse?

¿Estamos formando discípulos que generen comunidades sanas y en crecimiento o estamos estancados? o, peor aún, ¿estamos volviendo a la casilla de salida, al punto de partida?

¿Estamos construyendo verdaderas comunidades cristianas o estamos ofreciendo una amplia carta de actividades, grupos y eventos que no son transversales ?

¿Estamos suscitando vocaciones que testimonien su fe y su santidad para la salvación del mundo o estamos fabricando "buenas personas" sin más? 

¿Estamos "enardeciendo piedras vivas" o nos limitamos a "cocer ladrillos"?

Formar discípulos, construir comunidades y suscitar vocaciones solo es posible si, quienes utilizamos estos métodos, nos hacemos todos corresponsables en la edificación de una Iglesia de discípulos maduros, capaces de evangelizar para llevar la salvación al mundo entero por la gracia del Espíritu Santo y caminar todos juntos hacia el cielo.
Tras el método, llega la hora de la comunidad. Y ésta no se crea sola, por el mero hecho de poner en práctica un método. Requiere de una conversión formativa, catequética y sacramental profundas, y mucho más trabajo de parte de todos (sacerdotes y laicos) que el de un fin de semana o varias semanas de encuentros puntuales.

Somos muy agraciados. Dios nos está brindando muchas oportunidades (métodos) para seguir su camino, no para que nos quedemos a la mitad. El método es el primer paso, pero el itinerario sigue por la comunidad, y sólo su crecimiento da fruto: la vocación a la santidad a la que todos los hombres estamos llamados por Dios.

"Considerad, hermanos míos, un gran gozo 
cuando os veáis rodeados de toda clase de pruebas, 
sabiendo que la autenticidad de vuestra fe produce paciencia. 
Pero que la paciencia lleve consigo una obra perfecta, 
para que seáis perfectos e íntegros, sin ninguna deficiencia. 
Y si alguno de vosotros carece de sabiduría, pídasela a Dios, 
que da a todos generosamente y sin reproche alguno, 
y él se la concederá. 
Pero que pida con fe, sin titubear nada, 
pues el que titubea se parece a una ola del mar 
agitada y sacudida por el viento"
(Stg 1,2-6)

martes, 3 de junio de 2025

¿EMAÚS PARA SACERDOTES?

 
"Dios no hace acepción de personas, 
sino que acepta al que lo teme y practica la justicia" 
(Hch 10,34-35; cf. Rm 2,11; cf. Gal 2,6)

No se han hecho esperar... ya han llegado a España los retiros de Emaús para sacerdotes, importados de Colombia por el padre Enrique Martín, superior general de los Cooperadores Parroquiales de Cristo Rey y por el padre Javier Siegrist, párroco de Santo Cristo de la Misericordia de Boadilla del Monte.

Honestamente, creo los retiros de Emaús para sacerdotes desvirtúan la esencia propia de Emaús a pesar de los buenos motivos esgrimidos para realizarlos: fortalecimiento de vínculos, experiencia fraterna, revulsivo afectivo, recuperación del  gozo ministerial...

Los retiros de Emaús no nacieron para fortalecer vínculos (aunque lo hacen) ni para ofrecer una experiencia de fraternidad (aunque lo es) ni un revulsivo afectivo (aunque lo proporcionan) ni para revivir el gozo del servicio/ministerio sacerdotal (aunque lo reviven), sino como una obra de evangelización, de primer anuncio (kerigma) y de conversión ante la crisis de fe existente en la sociedad actual y ante el paulatino alejamiento de creyentes de la Iglesia.

Creo que este interés en hacer retiros de Emaús para sacerdotes parte de un error de concepto a causa de un tópico que se toma como excusa para realizarlos según la vocación a la que cada uno es llamado por Dios: "Emaús es un retiro de laicos para laicos". Es una frase que se repite insistentemente pero que no refleja la verdadera realidad de estos retiros.

Aunque es cierto que está organizado por laicos (también, los retiros de sacerdotes, lo están), no es "de laicos", pues están siempre bajo el auspicio y el acompañamiento de una parroquia y, por tanto, de sacerdotes. 

Tampoco es un retiro "para laicos", puesto que está abierto a todas la personas que deseen asistir (laicos, sacerdotes, vida consagrada). Prueba de ello es que han participado cientos de sacerdotes y de consagrados/as, que se han reencontrado con el amor de Dios y han vivido una experiencia de comunión con el pueblo de Dios.

Creo que es más acertado decir que Emaús es un retiro suscitado y guiado por el Espíritu Santo para toda la Iglesia. Y su mensaje podría resumirse así: "que los que están dentro, salgan y los que están fuera, entren".

Los retiros de Emaús no hacen acepción de personas, ni distinción alguna por su estado espiritual o por su posición social, laboral o vocacional, algo que sí parecen pretender los retiros de Emaús exclusivos para sacerdotes

Los retiros de Emaús tienen una sola diferenciación: por género. Es decir, existen para hombres y para mujeres. Los motivos están más que justificados dada la diferencia emocional, identitaria, psicológica, cognitiva, expresiva o lingüística entre hombres y mujeres, pero que no existe entre laicos y sacerdotes aunque sus realidades sean, ciertamente, diferentes.

Si un laico desea hacer un retiro mixto tiene a su disposición un gran abanico de retiros de silencio, cuaresmales, ignacianos, de Proyecto Amor Conyugal (PAC) o de Effetá. De la misma manera, si un sacerdote o consagrado desea hacer un retiro específicamente para consagrados, tiene también a su disposición retiros de silencio, cuaresmales, formativos, ignacianos, etc.

Pero colocar la etiqueta de "Emaús" (que tanto "vende") con el objetivo de hacer "excepciones" y/o "acepciones" en estos retiros (que son de conversión y anuncio), desvirtúa su esencia, denota una cierta discriminación e insinúa un cierto clericalismo, esa peligrosa tentación eclesial que tanto denunciaba el papa Francisco y que es absolutamente contraria al Espíritu Santo y a la Palabra de Dios.
Si entramos en esta espiral distintiva, no sería descabezado (a la par que irónicamente absurdo) que los obispos comenzasen a reclamar retiros de Emaús exclusivos para el orden episcopal, o que los laicos reclamasen retiros de Emaús en virtud de su posición/condición social/laboral, de su situación existencial o de sus preferencias o gustos: retiros exclusivos para abogados, para políticos, para aficionados al fútbol, para amigos...¿Absurdo, vedad?

Creo que la asistencia de sacerdotes o consagrados a los retiros de Emaús tal y como fueron concebidos desde el principio, no sólo crea vínculos entre ellos y el pueblo de Dios, sino que además los acerca más a las realidades de esta sociedad en la que permanecen un tanto "al margen" y a la que tienen un acceso limitado, a través del sacramento de la confesión.

Además, si lo que estos retiros de sacerdotes pretenden es una renovación personal pero no va acompañada de una renovación pastoral y ministerial del sacerdocio (y, recordemos que Emaús no es formativo), la experiencia se queda (como muchas veces ocurre por desgracia) en un "subidón espiritual" que no es duradero ni plenamente fructífero.

Incluso, este intento de "segregación" de los pastores del rebaño tienen un consecuencia negativa: les hace perder ese "olor a oveja" que tanto mencionaba el papa Francisco. Y los pastores deben estar junto al rebaño, no aparte.
Por otro lado, cuando el apóstol Pedro dice "también vosotros, como piedras vivas, entráis en la construcción de una casa espiritual para un sacerdocio santo", no se está refiriendo exclusivamente a los sacerdotes ministeriales sino a todos los creyentes, a todo el "linaje elegido, el sacerdocio real, la nación santa, el pueblo adquirido por Dios para que anunciéis las proezas del que os llamó de las tinieblas a su luz maravillosa" (1 P 2,5-9).

Por tanto, las "piedras vivas" de la Nueva Jerusalén no solo están formadas por las vocaciones sacerdotales sino también por las laicales. Pretender apoderarse de la gracia de Dios es tremendamente perjudicial tanto para unos como para otros. 

Es bueno recordar que en el Padrenuestro pedimos "venga a nosotros tu reino", pero no con el objetivo de acapararlo o adueñarnos de él, sino con el propósito de que todo el pueblo de Dios, es decir, todos los bautizados, vivamos en unidad y armonía (en este caso, en forma de retiro). 

Para concluir, sólo dos cosas: dejemos que el Espíritu Santo sea quien guíe a la Iglesia y dejemos a Dios ser Dios. A veces, no empeñamos tanto en personalizar "las cosas de Dios" que olvidamos al "Dios de las cosas".

JHR







jueves, 5 de agosto de 2021

MEDITANDO EN CHANCLAS (5): ¿QUIEN ES CRISTO PARA MÍ?

"¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?
Ellos contestaron: Unos que Juan el Bautista, 
otros que Elías, otros que Jeremías o uno de los profetas. 
Él les preguntó: Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?'
Simón Pedro tomó la palabra y dijo: 
Tú eres el Mesías, el Hijo del Dios vivo" 
(Mateo 16,13-16)

La lectura del libro de los Números 20,1-13 nos muestra dos actitudes: por un lado, la terquedad del hombre, la dureza de su corazón que le lleva a amotinarse y a disputar con Dios, y por otro, la santa y fiel paciencia de Dios que hace brotar de la Roca el agua de vida. 

Paralelamente, el Evangelio conecta la Roca de la que mana agua con la persona de Jesucristo, la Piedra angular, quien nombra a Pedro la piedra sobre la que edifica la Iglesia. Jesús quiere que su Iglesia esté edificada con piedras vivas y por ello, nos interpela con dos preguntas: 

¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?
La primera pregunta va dirigida al aspecto exterior (superficial y general), a la impresión que tiene la gente de Dios hoy, es decir, ¿Quién es Jesucristo para la gente?

El mundo conoce "de oídas" la figura de Jesús: un hombre importante y bueno, un gran profeta que vivió y que murió crucificado en Jerusalén. Sin duda, la figura de Jesús ha sido significativa para la humanidad, y como prueba de ello, nuestro calendario marca la historia en función de su nacimiento. 

Sin embargo pocos son los que profundizan en su persona y buscan más allá del hecho histórico. Pocos son los que comprenden la importancia de su mensaje y de su resurrección, y menos aún, los que se comprometen con Él y le siguen.

Como en la antigüedad, la gente sigue entrando en disputa con Dios, amotinándose y negándole. En todo caso, le imaginan como una energía, una fuerza cósmica,  un "Big Ban". 

A su "forma", creen en Dios como "algo" y no como "alguien". Para la mayoría de las personas, Dios es una entelequia, un concepto intrascendente y desde luego, ajeno a sus vidas. Viven sin Dios. Viven con un corazón endurecido que no deja brotar vida. Viven sin fe, sin esperanza y hasta sin amor.

¿Influye en mí lo que la gente dice o piensa de Dios? ¿Me dejo llevar por el pensamiento general o trato de buscarle yo mismo? ¿Le conozco de oídas o tengo una relación estrecha con Él? ¿Qué lugar ocupa en mi vida y en mis prioridades? ¿Cómo está de endurecido mi corazón?

Y vosotros ¿Quién decís que soy yo?
La segunda pregunta va dirigida a la visión interior (profunda y particular), la impresión que determina la importancia que tiene Dios para nosotros, los cristianos: ¿Quién es Cristo para mí?

Es decir, la pregunta de Jesús escruta el nivel de compromiso, de fe y de confianza que tengo con Él, lo que Él significa para mí, el lugar que ocupa en mi vida...la diferencia entre "conocerle de oídas" y "tener una relación con Él", entre verle como un hombre o como Dios, entre tenerle como un conocido o como un amigo.

Muchas veces me ocurre lo que a Pedro: hago una confesión de fe en Jesucristo, doy testimonio de que es el "Mesías", el "Hijo del Dios vivo" pero cuando profundizo en el mensaje, me cuesta asumirlo, me supone "problemas" y "compromisos", y no quiero dar ese paso más allá que me pide el Señor. 

A veces, incluso, quiero modificar Su plan, como pretendía el pueblo de Israel o el propio Pedro. Tan sólo quiero asumir la parte "bonita" del Evangelio, lo sentimental de la fe, lo que me viene bien. Y Jesús me "regaña" con razón porque me convierto en "piedra de tropiezo".
¿Reconozco, igual que Pedro, a Cristo como "Hijo del Dios vivo" pero luego no quiero escucharle, seguirle o comprometerme? ¿Digo que le amo pero enseguida le niego? ¿Mi fe es la de Cristo o una hecha a mi medida? ¿Elijo lo que me gusta de Jesús y descarto lo que me incomoda o me desagrada? ¿Es mi fe una fe de sentimientos? ¿Soy "piedra viva" o "piedra de tropiezo'?¿Pienso como los hombres o como Dios?

Lo que diferencia a un cristiano del resto es primero, que proclama que Jesucristo ha resucitado y segundo, que tiene una relación estrecha con Él, es decir, que adquiere un compromiso real con Cristo Resucitado, que asume el dolor y el sufrimiento, el insulto y la vejación, la persecución y hasta el fracaso. 

Entonces, una persona se convierte en "piedra viva" del reino de Dios, lo que requiere transformar un corazón de piedra en uno de carne, dócil y humilde, sin orgullos ni vanidades mundanas; lo que supone "doblar la dura cerviz" y postrarnos ante Él; lo que implica contemplarlo como Salvador y priorizarlo como Rey... para "dejarlo todo" y seguirlo. 

¿Quién es Cristo para mí?