¿QUIÉN ES JESÚS?

La vida de Jesús siempre ha suscitado preguntas a lo largo de los últimos dos mil años.

¿Cómo pudo un carpintero que fue ejecutado por los romanos convertirse en el hombre más famoso de la historia?
¿Fue Jesús alguien verdaderamente real?
¿Cómo puede Dios ser un hombre al mismo tiempo?
¿De qué manera podría esto tener algún sentido para mi vida?

Estas son algunas pero queremos que nos cuentes las tuyas.
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lunes, 5 de febrero de 2018

MI PANDA ES...



"Eran constantes en escuchar la enseñanza de los apóstoles, 
en la unión fraterna, en partir el pan y en las oraciones...
Todos los creyentes vivían unidos y lo tenían todo en común...
Todos los días acudían juntos al templo, 
partían el pan en las casas, 
comían juntos con alegría y sencillez de corazón, 
alabando a Dios y gozando del favor de todo el pueblo. 
El Señor añadía cada día al grupo 
a todos los que entraban por el camino de la salvación."  
(Hechos 2, 42-47)

Mi panda es un grupo de fe que debe su nombre a la Virgen María, quien unió a unos cristianos comprometidos, fruto de una propuesta evangelizadora.

Mi panda es un grupo de esperanza en las promesas de Jesucristo y de compromiso incondicional con Dios y con el prójimo.

Mi panda es un grupo de amor abnegado y desinteresado, donde se comparten alegrías y tristezas, risas y lloros, enfados y reconciliaciones, sueños y anhelos.

Mi panda
 es un grupo de libertad donde no existen liderazgos ni jerarquías, donde no hay estatutos ni normas, más allá del cumplimiento de la voluntad y los mandamientos de Dios.

Mi panda es un grupo de intimidad, de amistad y de fraternidad abierto a todos, que camina a la Luz de Dios y abierto a su Gracia.

Mi panda es un grupo de esclavitud y de vidas consagradas a María, en María, por María y para María hacia la madurez espiritual y la santidad.

Mi panda es un grupo de oración y adoración, de acogida y acompañamiento, de servicio y entrega, de viajes y peregrinajes, de visión y misión.

Mi panda es un grupo de alegría a la luz del Evangelio unido por el vínculo perfecto del amor de Cristo y de María.

Mi panda es un grupo de soldados inasequibles al desaliento, de valientes y audaces, de apóstoles y discípulos misioneros que sirven a Dios y a su Iglesia. 


Mi panda es...  la panda la Virgen












viernes, 29 de julio de 2016

SIGNOS DE MADUREZ ESPIRITUAL





Tengo tres hijos, de 24, 22 y 15 años de edad. Cada uno de ellos se encuentra en diferentes etapas de sus procesos de madurez. Mi hija mayor (Raquel) es independiente, trabaja y vive fuera de casa. Es capaz de enfrentarse a la vida y manejar situaciones que mi hijo Alberto, que vive en casa, no puede. Y Alberto, desarrolla más responsabilidades que mi hijo menor, Jorge. 

Sería absurdo pretender que Jorge tenga un nivel de madurez como el de Alberto, ni Alberto como el de Raquel.

La vida es un viaje hacia la madurez desde nuestro primer aliento al último. A lo largo de este camino, hay señales que nos ayudan a determinar si estamos en una curva o en una recta, si podemos adelantar o no, si vamos en la dirección correcta o hacia nuestro destino. 

Al igual que nos desarrollamos como seres humanos, también nos desarrollamos como cristianos. Y de la misma forma que existen señales de madurez física y mental, también las hay para la madurez espiritual. 

Sin embargo, la madurez espiritual no es una cuestión de edad. Necesita tiempo, energía y esfuerzo, pero también es posible ser un bebé espiritual de 50 ó 60 años de edad. La edad no implica por sí misma un alto grado de madurez.

La madurez espiritual no es una cuestión de conocimiento. Saberse el ritual de la misa o los libros de la Biblia no implica necesariamente madurez espiritual. Recordemos que  los escribas y los fariseos conocían a la perfección la Ley y la Escritura, lo que no significaba que fueran maduros puesto que se quedaban en los detalles, en lugar de ir al fondo.

La madurez espiritual no es una cuestión de apariencias. Recordemos el dicho:"el hábito no hace al monje". Del mismo modo, hay muchos cristianos que "pasan la prueba de los ojos" y que aparentemente, son maduros. Pero la apariencia no es una indicación exclusiva de la madurez espiritual.

Entonces, ¿qué es la madurez espiritual? Hay muchos evidencias (aparte de las anteriores) que proporcionan un marco de madurez espiritual, pero no por ello, son axiomas.

Nadie puede decir que ha alcanzado la madurez espiritual plena. La vida es un camino constante de conversión hacia la madurez espiritual y la santidad, donde existen señales que nos pueden ayudar a determinar dónde estamos. 

Relación con Dios

La vida es como una montaña rusa: subimos lentamente para bajar en caída libre a toda velocidad, para enseguida, volver a subir o para hacer varios "loopings". 

Lo que hace de las montañas rusas una experiencia impresionante son los ascensos y la caídas constantes. 

Sin embargo, las subidas y caídas no son lo que hace del cristianismo una vivencia apasionante. Muchas personas, cuando están en lo alto de la cima de la montaña (conversión, retiro de fin de semana, experiencia del Espíritu Santo, JMJ, etc.), disfrutan de una experiencia espiritual de relación con Dios maravillosa, pero cuando inician la bajada, su relación con Dios decae o desaparece.

Los cristianos maduros, sin embargo, impiden que los altibajos de la vida afecten a su relación con Dios. Desde luego, celebran los "momentos cima", pero no se basan en esos momentos para sostener su fe. Su fe está sostenida por Dios, en todo momento.

Hacia la Santidad

Dios está continuamente trabajando en las actividades cotidianas de nuestra vida. Cualquier cosa que hacemos en secreto, Dios lo revela en público.

Algunas personas creen alcanzar la madurez espiritual porque aman su parroquia o las actividades que allí se hacen mientras ocurren cosas increíbles... pero cuando no sucede nada "increíble", muchos cristianos abandonan y se rinden. 

Creen que todos los días van a ver la acción clara de Dios o van a ser respondidos de la forma que ellos quieren y en el tiempo en que ellos lo necesitan. 

Los cristianos maduros entienden el valor de su fe y la importancia de buscar la santidad (madurez) en todo momento.

Dios controla

Esta es una de las marcas más importantes que denotan un alto nivel de madurez espiritual. Los cristianos maduros no permiten que las situaciones "fuera de control" o desoladoras hagan descarriar sus vidas. No pierden el tiempo preocupándose y discutiendo sobre situaciones fuera de su control: sencillamente, rezan mucho. 

Sólo actúan en situaciones que puedan controlar. Dios es el Creador del Universo, es soberano y es quien controla todo.

Alimento espiritual

El alimento espiritual del cristiano maduro son los sacramentos. Nunca fallan. Si alguna vez no nos sentimos cerca de Dios, es porque no le damos a los sacramentos la importancia que requieren (Eucaristía, Confesión, etc.). 

Sin sacramentos, el resto de las actividades que nos encaminan hacia la madurez (Oración, Comunidad, Adoración, etc.), sencillamente, "no apetecen".

Los sacramentos no son negociables ni opcionales. sin ellos, no llegamos a la madurez ni a la intimidad con Dios. 

Las personas que son inconsistentes con los sacramentos son los que ponen constantemente excusas y cualquier cosa, antes que a Dios. 

Los cristianos maduros no buscan excusas en el ajetreo de la vida o en la falta de tiempo. Siempre encuentran tiempo y crean espacio para Dios

"Como niños"

Cuando nos convertimos en adultos solemos perder la maravillosa inocencia infantil de no maravillarnos ante las cosas pequeñas (y grandes) de la creación. Olvidamos la capacidad de asombrarnos y disfrutar de la vida. Dejamos de ser "Peter Pan" y nos convertimos en "Garfio".

Tal vez es por eso, Jesús nos dice que "debemos ser como niños pequeños para heredar el reino de los cielos" (Mateo 18, 3). Los niños asumen riesgos. Los niños son un poco inocentes, un poco "alocados", pero ven la belleza y la alegría de la vida. 

Los cristianos maduros poseen una cierta naturaleza infantil. Ellos no se aburren con facilidad. Se divierten, ríen, ven la vida como un regalo, ven oportunidades donde otros ven dificultades. Poseen una ingenuidad saludable.

Ser como niños" no significa ser inmaduros. Significa aceptar la vida con alegría e ilusión, como un magnífico regalo de Dios.

Mirada vertical

Vivimos en una cultura obsesionada por el culto al cuerpo, a las apariencias y a la posición en la vida. El mundo pretende llevarnos a ser más de lo que somos, en lugar de pretender ser la persona que Dios nos diseñó. Y esto produce vergüenza, amargura y frustración.

Los cristianos maduros no miran en horizontal para buscar aceptación o halagos. Entiende que para alcanzar la plenitud deben mirar verticalmente, hacia arriba, hacia Dios.

Escucha atenta

Habitualmente, la mayoría de nosotros escuchamos a otras personas que tienen un punto de vista diferente con el objetivo de criticarlas o de corregirlas.

Los cristianos maduros poseen una visión más amplia de lo que dicen las personas. Hablan con ateos, musulmanes, budistas, evangélicos, etc con el objetivo de compartir y, hasta de aprender.

Esto está en absoluto contraste con aquellos cristianos que creen que su trabajo consiste en solucionar todos los problemas según su idea y de cambiar a todos los que no piensan como ellos. Son los "pendencieros espirituales":  hombres (y mujeres) que nunca salen de casa sin su armadura y su espada, dispuestos a la batalla.

Los cristianos maduros no batallan, no condenan, no critican ni intentan convencer a otros. Saben que Dios no necesita fiscales de la fe o policías espirituales, sino seguidores apasionados. Y por ello, mantienen una escucha atenta, convencidos de su fe, pero no son tan cerrados de mente para pensar que todos los demás están equivocados. Entienden que escuchar otros puntos de vista no equivale a tolerarlos o aceptarlos, sino amar a la otra persona.

Buscando el corazón de Jesús

Jesús nos ama a todos. Pero Jesús ama especialmente a los sin voz. En la tierra, mostró un amor especial por los marginados y los pecadores. Por los enfermos y los pobres. Por los indefensos y los desvalidos.

Tal vez más que cualquier otra señal, ésta es la más clara de una madurez en la fe. Los cristianos maduros anhelan tener el corazón de Jesús. Sus corazones se rompen por los que no tienen voz. Sus corazones sufren por los desvalidos, los que aún no han nacido, los indefensos. Sus corazones se enternecen por los pobres, por los enfermos, por los incapacitados. Esos corazones son como el corazón de Cristo. 

Estilo de vida

La fe, para los cristianos maduros, va más allá de unas creencias y unas normas: es una forma de vida. Es un estilo, el de Cristo.

La vida cristiana no tiene un interruptor "on / off". Vivir para Dios supone 24 horas al día, 7 días a la semana, 365 al año. No hay descanso.

Los cristianos maduros no se desconectan de Dios porque Él no sólo es parte de su vida ... Él es su vida (Romanos 12, 1-2).

Los cristianos maduros son conscientes de que Dios está continuamente trabajando sin descanso a su alrededor. Todas las ocasiones de la vida son oportunidades que Dios les ofrece para discipular, para amar y acoger: en el "super", en un restaurante, en la oficina, en la iglesia... 

Ritmo sostenible 

Los cristianos maduros no son adictos al trabajo pero tampoco perezosos. No son ni de bajo rendimiento o mérito superior. Saben que la salud es importante, valoran las vacaciones y el descanso.

Pero los cristianos maduros también trabajan duro, sirviendo a los demás. No dependen del éxito o del fracaso de lo que hacen ni que afecte a sus emociones o a sus estados de ánimo. Ellos ayudan a sembrar. Dios cosecha.

Seguro que me dejo muchos otros signos de madurez, ¿alguna idea?

miércoles, 6 de julio de 2016

CORRECCIÓN FRATERNA, SIEMPRE DESDE EL AMOR


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"En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: 
Si tu hermano peca, repréndelo a solas entre los dos.
Si te hace caso, has salvado a tu hermano.
Si no te hace caso, llama a otro o a otros dos,
para que todo el asunto quede confirmado por boca de dos o tres testigos.
Si no les hace caso, díselo a la comunidad,
y si no hace caso ni siquiera a la comunidad,
considéralo como un pagano o un publicano.
Os aseguro que todo lo que atéis en la tierra quedará atado en el cielo,
y todo lo que desatéis en la tierra quedará desatado en el cielo.
Os aseguro, además,
que si dos de vosotros se ponen de acuerdo en la tierra para pedir algo,
se lo dará mi Padre del cielo.
Porque donde dos o tres están reunidos en mi nombre,
allí estoy yo en medio de ellos."

(Mateo, 18, 15-20)

A veces, podríamos pensar que corregir a un hermano es juzgarle o criticarle. Podríamos decidir "pasar" del tema por no herir sus sentimientos, por no enemistarnos con él. Podríamos creer que es mejor dejarle obrar mal y no decirle nada. Podríamos llegar a pensar que no merece la pena hacer ninguna corrección por comodidad, por evitar "líos".

Sin embargo, estos temores o complejo
s se disipan fácilmente si tenemos viva la conciencia de la comunión de los santos y, por tanto, de la lealtad debida a la Iglesia y a sus pastores, a sus instituciones y a todos los hermanos en la fe.

La corrección fraterna es un mandato del propio Jesucristo y de la Iglesia. Ante las faltas de los hermanos no cabe una actitud pasiva o indiferente, ni tampoco la queja o la acusación destemplada.

Base doctrinal

Jesús exhorta a practicarla: “Si tu hermano peca contra ti, ve y corrígele a solas tú con él. Si te escucha, habrás ganado a tu hermano” y Él mismo corrige a sus discípulos en diversas ocasiones (Marcos 9, 38-40; Mateo 16, 23; 20,20-23).

En el Antiguo Testamento, Dios recuerda a los profetas la obligación de corregir. (Ezequiel 33, 7-9). 

En el Nuevo Testamento, el apóstol Santiago exhorta a practicarla: “Si alguno de vosotros se desvía de la verdad y otro hace que vuelva a ella, debe saber que quien hace que el pecador se convierta de su extravío, salvara el alma de la muerte y cubrirá la muchedumbre de sus pecados” (Santiago 5, 19-20).

San Pablo considera la corrección fraterna como el medio más adecuado para atraer a quien se ha apartado del buen camino: “Si alguno no obedece lo que decimos en esta carta [...] no le miréis como a enemigo, sino corregidle como a un hermano” (2 Tesalonicensess 3, 14- 15; Gálatas 6, 1). Aconseja a los cristianos de Corinto a “exhortarse mutuamente” (2 Corintios 13, 11). 

San Ignacio dice "Buscaré primero mi santificación y, después de la de los demás".

El Papa Francisco dice que "las palabras y las críticas asesinan la reputación del otro".

Definición

La corrección fraterna es un aviso, una advertencia que un cristiano dirige a su prójimo para ayudarle en el camino de la santidad.

Es una herramienta y un signo de madurez espiritual que muestra los defectos personales (con frecuencia inadvertidos por la ignorancia, falta de formación y las propias limitaciones o enmascarados por el amor propio) y es también condición necesaria para, con la ayuda de Dios, mejorar en nuestro camino al cielo.

El Señor l
lama a su Iglesia a ayudar a la persona a darse cuenta de lo que ha hecho y acompañar a quien se equivoca, para que no se pierda, evitando las críticas innecesarias y las murmuraciones gratuitas.

"Ve, amonéstalo, tú y él solos". La actitud es de discreción, delicadeza, prudencia, humildad y acogida hacia quien cometió una culpa, evitando las palabras que puedan herir y denigrar al hermano, así como de no mortificar inútilmente al pecador.

Es un
obligación de amor y de justicia al mismo tiempo para todos los cristianos: Hace bien al corregido y son de más provecho que una amistad muda. 

Es una expresión de amistad y franqueza, de hermandad y sinceridad que distingue al adulador del amigo verdadero

Es una prueba de cariño y de confianza. No brota de la irritación ante una ofensa recibida, ni de la soberbia o de la vanidad heridas ante las faltas ajenas. Sólo el amor puede ser el genuino motivo de la corrección al prójimo.

Fundamento

El fundamento natural de la corrección fraterna es la necesidad que tiene toda persona de ser ayudada por los demás para alcanzar la santidad, pues nadie se ve bien a sí mismo ni reconoce fácilmente sus faltas. 

Dejarse corregir es señal de madurez espiritual: “el hombre bueno se alegra de ser corregido; el malvado soporta con impaciencia al consejero”.

La corrección fraterna cristiana nace de la caridad, "vínculo de la perfección”y es fuente de santidad personal en quien la hace y en quien la recibe
Al primero le ofrece la oportunidad de vivir el mandamiento del Señor del amor al prójimo: “Este es el mandamiento mío: que os améis unos a otros como yo os he amado”.

Al segundo le proporciona la guía necesaria para renovar el seguimiento de Cristo en aquel aspecto concreto en que ha sido corregido.

“La práctica de la corrección fraterna es una prueba de sobrenatural cariño y de confianza. Agradécela cuando la recibas, y no dejes de practicarla con quienes convives ”. 


La corrección fraterna no brota de la irritación ante una ofensa recibida, ni de la soberbia o de la vanidad heridas ante las faltas ajenas. 

Sólo el amor puede ser el genuino motivo de la corrección al prójimo. Debemos corregir por amor, no con deseos de hacer daño, sino con la cariñosa intención de lograr su enmienda.  Si corregimos porque nos ha molestado ser ofendidos por él, de nada sirve.

Si todos los cristianos necesitan de esa ayuda, existe un deber especial de practicar la corrección fraterna con quienes ocupan determinados puestos de autoridad, de dirección espiritual, de formación, etc. en la Iglesia y en sus instituciones, en las familias y en las comunidades cristianas debido a la mayor responsabilidad que desempeña. 

Del mismo modo, los que desempeñan tareas de gobierno o formación adquieren una responsabilidad específica de practicarla. En este sentido enseña San Josemaría: “Se esconde una gran comodidad —y a veces una gran falta de responsabilidad— en quienes, constituidos en autoridad, huyen del dolor de corregir, con la excusa de evitar el sufrimiento a otros. Se ahorran quizá disgustos en esta vida..., pero ponen en juego la felicidad eterna —suya y de los otros— por sus omisiones, que son verdaderos pecados”.

Actitudes al corregir 

Examen de conciencia. Es preciso examinarse sobre la falta que es materia de la corrección. San Agustín aconseja: “Cuando tengamos que reprender a otros, pensemos primero si hemos cometido aquella falta; y si no la hemos cometido, pensemos que somos hombres y que hemos podido cometerla. O si la hemos cometido en otro tiempo, aunque ahora no la cometamos. Y entonces tengamos presente la común fragilidad, para que la misericordia, y no el rencor, preceda a aquella corrección”. No faltar o equivocarnos en aquello mismo que corregimos a los demásEl que corrige debe hacerlo primero con el propio testimonio de vida y ejemplo de virtud, y después también podrá hacerlo con la palabra y el consejo. 

Delicadeza, cariño, bondad, mansedumbre, justicia y equidad son rasgos distintivos de la caridad cristiana y de la práctica de la corrección de Dios a través nuestra. Conviene preguntarse: ¿cómo actuaría Jesús en esta circunstancia con esta persona? Así se advertirá más fácilmente que Jesús corregiría no sólo con prontitud y franqueza, sino también con amabilidad, comprensión y estima. San José María Escrivá enseña: “La corrección fraterna, cuando debas hacerla, ha de estar llena de delicadeza —¡de caridad!— en la forma y en el fondo, pues en aquel momento eres instrumento de Dios”.

Ser benévolos y respetuosos con las personas, sin humillarlas ni abochornarlas jamás, y mucho menos en público. Y no digo que no haya que corregir, pero hay formas y formas.

Pedir la gracia del Espíritu Santo y rezar por la persona que ha de ser corregida favorece que la corrección sea eficaz.

Cara a cara. Nuestra lealtad hacia nuestro hermano nos llevará a corregirlo cara a cara , sin fingimientos ni rebajas, con la franqueza de quien busca el bien del otro y la firmeza que no es incompatible con la amabilidad y la delicadeza. 

Prudencia. Es la guía, regla y medida del modo de hacer y también de recibir la corrección fraterna. Discernir en la presencia de Dios la manera más prudente de realizarla  e incluso pedir consejo a una persona sensata (el director espiritual, el sacerdote, el superior, etc.). La prudencia llevará también a no corregir con excesiva frecuencia sobre un mismo asunto, pues debemos tener presente la gracia de Dios y el tiempo para la mejora de los demás.

Actitudes al ser corregido

No rebelarse ni tomar a mal la corrección, sino con buen ánimo, con humildad y sencillez: "Hijo mío, no menosprecies la corrección del Señor y no te abatas cuando seas por Él reprendido; porque el Señor reprende a los que ama, y castiga a todo el que por hijo acoge" (Hebreos 12, 5-6; Proverbios 3, 11-12).

Verla como una gracia divina cuyo propósito es nuestra mayor fidelidad a Dios y disposición en el servicio a los demás. 

Acoger las correcciones con agradecimiento, sin discutir ni dar explicaciones o excusas y escuchar la voz de Dios sin endurecer el corazón.

No irritarse ni enfadarse. San Cirilo decía: “La reprensión, que hace mejorar a los humildes, suele parecer intolerable a los soberbios”. En el caso de no entenderla, pedir consejo a una persona prudente (el sacerdote, el director espiritual, etc.) que nos ayude a comprenderla en todo su alcance.
Con la corrección fraterna, tanto el que corrige como el que es corregido manifiestan la "comunión de los santos", al tomar conciencia de su responsabilidad en la santidad de los demás y perseverar hacia donde hemos sido llamados por Dios.

Frutos

Los beneficios de la corrección fraterna son numerosos, tanto para el que corrige como para el que es corregido:
  • produce gozo, paz y misericordia. 
  • potencia la caridad, la humildad y la prudencia.
  • mejora la formación humana haciendo a las personas más corteses.
  • facilita el trato mutuo entre las personas, haciéndolo más sobrenatural y más humano.
  • encauza el posible espíritu crítico negativo, que podría llevar a juzgar con sentido poco cristiano el comportamiento de los demás
  • impide las murmuraciones o las bromas de mal gusto sobre comportamientos o actitudes de nuestro prójimo
  • fortalece la unidad de la Iglesia y de sus instituciones a todos los niveles
  • contribuye a dar mayor cohesión y eficacia a la misión evangelizadora
  • garantiza la fidelidad al espíritu de Jesucristo
  • permite experimentar la firme seguridad de quienes saben que no les faltarán la ayuda de sus hermanos en la fe.

domingo, 12 de junio de 2016

CRISTIANOS MADUROS Y COMPROMETIDOS


La voluntad de Dios al crear el universo es que todo crezca, se desarrolle, madure y llegue a la plenitud.

Su propósito (y el nuestro) es que todos alcancemos la madurez espiritual y llegar a la santidad, a la perfección. Nuestra meta es parecernos a Jesucristo.  

Pero ser un miembro estable de una parroquia no significa ser un miembro maduro: el crecimiento espiritual no se adquiere sólo con asistir a misa regularmente ni tampoco de forma automática. Es un proceso lento que se desarrolla "poco a poco", en el que no existen atajos y que dura toda la vida

Requiere compromiso, tiempo y esfuerzo: comprometerse con Dios y trabajar para Él, comprometerse con algo que realmente dé significado a nuestras vidas y que nos apasione. "Sin pasión no hay compromiso".

La madurez espiritual no está reservada a los "super-santos". Cualquiera cristiano puede madurar si desarrolla los hábitos necesarios: mantenerse en forma y ejercitarse espiritualmente. Hábitos que requieren disciplina pero que debemos saber disfrutar más que sufrir.

La madurez espiritual se demuestra más por el comportamiento que por las creencias. Debemos tener la convicción y el carácter para poner en práctica lo que sabemos. El discipulado comienza por una decisión sincera de seguir los pasos de Cristo entregándose por completo a Dios (Rom 6,13). 

Es el fruto y no el conocimiento lo que demuestra la madurez de una persona, y ello sólo se consigue en comunidad. Las relaciones fraternas unen, conectan y vinculan a través del amor de Dios hacia nosotros y del amor entre nosotros.

La madurez espiritual implica: tener un corazón que ame, adore, alabe y agradezca a Dios; construir y disfrutar relaciones de amor; usar nuestros dones y talentos al servicio de Dios y de los demás; y compartir nuestra fe con el mundo.

La madurez espiritual se alcanza a través de cinco niveles de aprendizaje: 
  • FORMACIÓN (qué). Conocer lo que Dios ha dicho y ha hecho. Saber qué debemos hacer.
  • PERSPECTIVA (por qué). Comprender y discernir por qué lo ha dicho o lo ha hecho. Saber por qué debemos hacerlo.
  • CAPACIDAD (cómo). Practicar las habilidades, dones y talentos que Dios nos ha dado. Saber cómo ponerlo en práctica.
  • CONVICCIÓN (para qué). Desarrollar las razones por las cuales hacemos lo que hacemos. Saber el propósito.
  • CARÁCTER (por quién). Alcanzar el carácter de Cristo. Transformar nuestras vidas y el mundo con los dones del Espíritu.

El propósito de un cristiano maduro es que lo sabe, lo comprende, lo cree y lo hace.