¿QUIÉN ES JESÚS?

La vida de Jesús siempre ha suscitado preguntas a lo largo de los últimos dos mil años.

¿Cómo pudo un carpintero que fue ejecutado por los romanos convertirse en el hombre más famoso de la historia?
¿Fue Jesús alguien verdaderamente real?
¿Cómo puede Dios ser un hombre al mismo tiempo?
¿De qué manera podría esto tener algún sentido para mi vida?

Estas son algunas pero queremos que nos cuentes las tuyas.
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lunes, 24 de octubre de 2016

ESPARTANOS DE CRISTO




Desde pequeño, un guerrero espartano aprendía a no retirarse nunca, a no rendirse nunca. Aprendía que, morir en el campo de batalla sirviendo a su patria, era lo más glorioso que podría conseguir en su vida.


Desde pequeño, un espartano debía ser probado, separado de sus padres y arrojado al mundo salvaje. 

Debía medir su ingenio y su voluntad contra la furia de la naturaleza. Esa era su iniciación. Su tiempo en la tierra salvaje. 

Debía enfrentarse a la maldad sin más armas que su valor. Y si conseguía derrotarla, se habría ganado un sitio en su pueblo. Regresaría con su gente como un espartano o no regresaría.

Ha pasado mucho tiempo desde entonces, pero ahora, como en Esparta, una bestia se acerca. Una bestia avanza abriéndose paso por toda la tierra.

Una bestia compuesta de un ejército de seres espirituales. Ángeles caídos y expulsados del trono de Dios por su orgullo. 


Una hueste de esclavos, inmensa, más allá de la imaginación... está preparada para devorar al pequeño pueblo espartano de Dios.

Paciente y segura, saboreando la comida que llega. Esperando a quien devorar ( Pedro 5, 8). Lista para extinguir la única esperanza del mundo.

El Rey de reyes, Jesucristo y sus soldados cristianos se encaminan a una pelea a muerte contra el "Rey-Dios" del mundo, Satanás y sus miríadas de ángeles. 

El universo sabrá que hombres libres (Juan 8,31-38) resistieron contra un tirano. Que unos pocos resistieron contra muchos. 

Y antes de que esta batalla comience, saben que su victoria está asegurada, porque su Rey, que dio la vida como un esclavo en cruz por todos, ha vencido a la muerte y ha resucitado.

Esa es la verdadera fuerza del cristiano. Como la del espartano, es el Guerrero que está a su lado (Cristo). La fuerza de la fe basada en que Jesucristo ha resucitado. Una fe que sólo es posible vivir en comunidad (Iglesia).

Oleada tras oleada, cada ataque del mal se estrella contra los escudos cristianos (la fe). 

Las pérdidas de Satanás son tan grandes, sus huestes están tan desmoralizadas... que no tendrá más alternativa que abandonar su campaña, para finalmente, ser arrojado al abismo y destruido.

El Rey-Dios del mundo ha dejado traslucir sus defectos fatales: su orgullo, su arrogancia, su vanidad. Fácil de provocar. Fácil de vencer. 

Antes de que las heridas y la fatiga hicieran mella en los soldados de Cristo, el encolerizado rey nos arroja lo mejor que tiene: toda su maldad, todo su odio. 

Ha mordido el anzuelo. No puede vencer. Contra el mal, el bien. Contra el odio, el amor (1 Pedro 3, 9;  Romanos 12, 17; 1 Tesalonicenses 5, 15)

Agruparos. Vivir en comunidad. No os retiréis. No os rindáis (esperanza). (1 Corintios 1, 10).

Amaos los unos a los otros: esa es la ley de Cristo (Juan 13, 34).

Y por la ley de Cristo Resucitado, se quedarán y pelearán. Y darán la vida por Él y por los demás, para resucitar a un nuevo reino. (Juan 15,13).

Un nuevo Reino de plenitud y libertad. ¡Y todos sabrán que unos pocos cristianos dieron su último aliento para defenderlo! ¡Están listos para la batalla!

Los cristianos son expertos en la pelea cuerpo a cuerpo (Efesios 6, 10-18). 

No solo por su preparación especial (sacramentos), sino por su configuración de falange en la lucha (configurados en Cristo), que consiste en pelear hombro con hombro (fe firme y comunitaria), uniendo los escudos en formaciones de ocho hombres en filas de cuatro. 

Sus escudos son grandes y entre las dos líneas forman una barrera impenetrable. 

Sus corazas (justicia) y sus cascos (salvación) resisten los envites de las hordas enemigas. 

Sus lomos (verdad)robustos ceñidos. 

Sus brazos (oración)fuertes y unidos .

Las lanzas cristianas (la Palabra de Dios), pesadas y muy potentes, pasan por encima de la primera línea de la falange y atraviesan como mantequilla las débiles corazas enemigas. 

Han pasado muchos años desde el lobo (Su pasión) y el frío invierno (Su muerte). 

Y ahora, como en ese entonces, no es miedo lo que les invade. Sólo fe. Una percepción aumentada de las cosas: ¡¡¡JESUCRISTO HA RESUCITADO!!!! 


La brisa marina (Espíritu Santo) besa frescamente el sudor de sus pechos y sus cuellos. El graznido (maldad) de las gaviotas, quejándose, mientras devoran los miles de hombres que se dejan engañar por el “Jerjes” del mundo (Diablo). La firme respiración de los 300 a su espalda. Dispuestos a morir por Dios, sin un momento de pausa. Cada uno de ellos, preparado para morir. 

Sus yelmos son sofocantes. Limitan su visión. Y necesitaban ver lejos. Sus escudos son pesados. Les hacen perder el equilibrio. Y su objetivo está lejos.

Los ancianos dicen que los cristianos descienden del nuevo Adán. El nuevo Adán da testimonio de su linaje. Su rugido es largo y fuerte. 

Su poder, sin límite. Hombres nuevos y configurados en Él.

Mi reina. Mi señora, llena de Gracia. Protégenos. Recuérdanos por quién vivimos y por quién morimos. No deseamos tributos ni cantos. Ni monumentos, ni poemas de guerra y valor. Nuestro deseo es simple y humilde, como Tú. Recuérdanos cuál es Su promesa. Esa es nuestra esperanza.

El enemigo nos excede en número. Buenas posibilidades para cualquier cristiano. 

Este día, Cristo, nuestro Rey, salvará al mundo de las tinieblas, de la tiranía del “odio” y nos conducirá a un futuro más brillante que cualquier cosa que podamos imaginar. 

Demos gracias, valientes soldados de Cristo, a nuestro Dios Soberano. ¡Hasta la victoria!

Cristianos, desayunad poco porque esta noche cenaremos en el cielo!!! 

Cristianos, ¿cuál es vuestro oficio? AU, AU, AU




lunes, 31 de agosto de 2015

IGLESIAS PORTAVIONES LLENAS DE SOLDADOS DE CRISTO




IGLESIAS DE SALIDA

Doug Spada, fundador de Worklife, una organización cristiana que promueve la vivencia de la fe en el trabajo secular, describe un nuevo paradigma de iglesias consistente en pasar de ser cruceros a portaaviones.

La idea es simple, estamos acostumbrados a las iglesias crucero, en donde la gente viene a recibir, pero la verdadera esencia de la iglesia es salir, por lo que la cuestión es si somos capaces de cambiar y convertirnos en portaaviones. 

Dicho de otra manera, una conversión pastoral como la que nos pide la Iglesia en este momento, requiere de un cambio de paradigma.

¿Cuál ha sido el paradigma reinante hasta hace nada?: pues que la iglesia existe para santificar. Como decía un vicario general: a mi me educaron para santificar, no para evangelizar.

Bajo este modelo la mejor de las parroquias es la que más gente acomoda un domingo, y la mejor de las experiencias religiosas es la que sucede cuando todo el mundo se dedica a rezar. 

Pero como dice por activa y por pasiva Rick Warren, el éxito de una iglesia se mide no por la gente que acomoda el domingo, sino por la gente que envía. 

En el pasado Sínodo para la Nueva Evangelización, el cual el papa Benedicto XVI abrió con una homilía en la que afirmó el retorno al paradigma primigenio: “la iglesia existe para evangelizar”, se pudo observar la convivencia de estos dos paradigmas en la Iglesia. 

Para algunos padres sinodales la Nueva Evangelización era simplemente santificar más y mejor, abrir más las iglesias, confesar más, decir más misas, etc,etc. Es normal que la gente opere bajo los parámetros en los que ha sido educada, y escuchando cosas así yo me pregunto hasta qué edad puede uno cambiar de paradigma en esta vida. A mi me gustaría conservar la frescura siempre y no ser esclavo de mi propio carisma, de mi formación, o de mis costumbres, para llegado el momento poder seguir adaptándome al cambio constante que pide Dios “he aquí que hago nuevas todas las cosas” (Apocalipsis 21,15)


CAMBIO DE PARADIGMA

El papa Francisco habla de una iglesia en salida, una iglesia en las periferias, una conversión pastoral...yo creo que no hemos asimilado todavía ni el 10% de lo que conlleva un cambio así. El paradigma es pasar de una iglesia de llegada, a una de salida. El paradigma es la evangelización.

Si asimiláramos lo que significa una iglesia en salida empezaríamos a cerrar parroquias, liberar sacerdotes de la santificación para que se dediquen a la evangelización, promover piedras vivas en vez de edificios, liberar laicos y discipular conversos.

Hay diócesis que ya lo hacen, pero es muy diferente hacerlo por necesidad, por la fuerza de los hechos cuando viene la insostenibilidad humana o económica, que hacerlo porque tenemos visión de conjunto.

Uno no construye un portaaviones con los restos de un crucero desarbolado y sin apenas tripulación cuando ya se ha quedado sin gente. Para hacer un gran buque hacen falta planes, hacen falta obreros, hace falta inversión. Hay que formar gente que sepa hacer algo distinto a navegar, hay que traer gente de otras ramas del ejército como son los pilotos de avión que en principio no estaban diseñados para estar en el mar. Hay que pensar en soluciones nuevas, protagonistas nuevos, y entender que el portaaviones está en función de salir fuera porque su razón de ser es convertirse en una base flotante que responda con movilidad a las cambiantes necesidades estratégicas.

Los portaaviones son una inversión a medio y largo plazo, y no simplemente una operación de maquillaje de un crucero a corto plazo. Porque el crucero ni tiene la eslora, ni la capacidad, y por más que queramos reconvertir a la Nueva Evangelización estructuras caducas que no fueron diseñadas para ella sino para santificar, aunque la mona se vista de seda, en mona se queda.

La idea de un nuevo paradigma es de lo más sugerente, porque nos da la clave explicativa necesaria a nivel de visión para realizar los cambios consecuentes. Como dice la Escritura “donde no hay visión, el pueblo perece” (Prob. 29,18). 

Cuanto antes entendamos que el Papa que tenemos no es una improvisación, sino que es la culminación de un cambio de paradigma que se remonta a la Lumen Gentium y tiene como carta magna la Evangelli Nuntiandii, más pronto podremos pasar del paradigma a sus consecuencias y entender que una iglesia en salida no es simplemente salir de excursión del crucero a pescar más pasajeros.

Cada vez me convenzo más de que el mayor enemigo de la evangelización somos nosotros mismos. Ni la agresiva cultura secular, ni la persecución, ni la falta de recursos. Es nuestra propia cortedad de miras, la falta de radicalidad y consecuencia, la simple falta de escucha de lo que la Iglesia está diciendo.

Somos como esas señoras que lo acumulan todo, no queremos descartar nada, y no somos capaces de entender lo que el cambio de paradigma nos propone porque simplemente estamos demasiado ocupados haciendo mil cosas que objetivamente no evangelizan. Y vaya si nos duelen prendas a la hora de deshacernos de ellas. Nos dan insatisfacción, pero no somos capaces de tirarlas por la borda. 

Hay gente meritoria, sí, que empieza a operar un crucero con mentalidad de portaaviones. Hacen sus dos o tres excursiones evangelizadoras, pero esencialmente siguen trabajando para un crucero. Es verdad que no es culpa de ellos, muchas veces es dónde les han puesto, y no está en su mano vender diez cruceros y comprarse un portaaviones nuevo. Pero eso no les exime de la responsabilidad de hacer ver a sus superiores que no están trabajando en el paradigma adecuado, el que les pide la superioridad más alta.

TODOS SOMOS SOLDADOS

“Porque también yo soy hombre bajo autoridad, y tengo bajo mis órdenes soldados; y digo a éste: Ve, y va; y al otro: Ven, y viene; y a mi siervo: Haz esto, y lo hace”. (Mateo 8,9)

Un soldado (el cristiano) es un militar, es decir, alguien que milita en un ejército (la Iglesia) y que defiende la integridad territorial (el mensaje de Cristo) y la soberanía nacional (el reino de Dios).

Un ejército (la Iglesia) es un grupo organizado tácticamente (Alpha, entre otros) y fuertemente armado (unión en la fe y el amor), con un propósito específico (evangelizar), para el cumplimiento de una misión (plan de Dios) en un mismo sentir (la fe) y con una misma visión(la visión de Dios).

El Ejército de Dios no está formado sólo por hombres y mujeres que van a la guerra; la nueva evangelización es un sector especializado dentro del Ejército que sirve a Cristo.

Decir: “soy un Soldado de Jesucristo” es un término válido para todos aquellos que están en el servicio del ministerio; y saben que su tarea principal es la de presentar a Cristo y pelear por la liberación de las almas.

Todos podemos denominarnos Soldados de Jesucristo, si estamos integrados a la milicia; como dice el apóstol Pablo: “peleando la buena batalla de la f
e”.


ALISTADOS EN EL EJÉRCITO DE DIOS

“Tú, pues, sufre penalidades como buen soldado de Jesucristo.Ninguno que milita se enreda en los negocios de la vida, a fin de agradar a aquel que lo tomó por soldado”. 
(2 Timoteo 2,3-4) 

El Ejército de Dios, es muy similar al Ejército de las Fuerzas Armadas de un país. Son hombres y mujeres rigurosamente adiestrados, separados de la vida común, y especialmente preparados para misiones específicas, que tienen que ver con asuntos de seguridad y rescate de vidas; pueden ser tareas de equipo, o misiones especiales en forma individual.

Las personas que forman parte del Ejército de Dios, son cristianos que tienen una llamada al ministerio; esto es, personas que son diferentes del ciudadano común; que tienen una vida de servicio a la comunidad; que se dedican especialmente al rescate de las almas y la liberación de los cautivos en el reino espiritual. 

Los que sirven al Ejército de Dios deben ser fieles al Señor y a la llamada; si lo hacen de cualquier manera, el pueblo sufrirá grandes daños, y muchas almas salvadas correrán peligro de recaer como prisioneros del enemigo.

En el Ejército de Dios, los Soldados son los diferentes equipos de trabajo y apoyo dentro del ministerio. Alrededor del líder espiritual se forman grupos especializados, que son entrenados para colaborar y desarrollarse en el campo de batalla, y en otras diversas tareas. 

El ejército se forma de varios grupos, adiestrados en diferentes áreas de trabajo, donde cada cual tiene su parte de responsabilidad para que todo salga bien, y que cada misión se cumpla con éxito.

ADIESTRADOS PARA EL SERVICIO

“Porque las armas de nuestra milicia no son carnales, 
sino poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas”. 
(2 Corintios 10,4)

Hablar del Ejército, es hablar de grupos especiales y servicios; y es también hablar de armas y de guerra.

La Santa Biblia enseña que las armas del cristiano son espirituales, y son muy poderosas para destruir las fortalezas del enemigo.

En el Ejército de Dios, todos necesitan ser adiestrados para la guerra, y todos necesitan saber usar las armas espirituales. 

El soldado debe ser adiestrado primero para su propia supervivencia como cristiano, y luego, para pelear por la liberación de los demás; el soldado debe ser adiestrado para saber cómo pelear, cómo defenderse, como atacar, y cómo conquistar en el reino espiritual. 

Según los dones y talentos que tenga una persona como soldado cristiano, su fidelidad a Dios, su obediencia a las autoridades, su conocimiento bíblico, su testimonio espiritual, se ve cuando está capacitada, y en qué grupos o actividades se integra.

Dios da capacidades físicas, mentales y espirituales a cada soldado, según las tareas que tenga que cumplir; según el nivel de dificultad de las batallas que tendrá que enfrentar; y según las responsabilidades que tendrá en su cargo. 

El soldado fiel es aquel que vive en santificación, para no caer en pecados ni en tentación; es un cristiano que no da lugar al diablo, sino que vive para servir y agradar a Dios.

SE NECESITAN VERDADEROS SOLDADOS

Para ingresar a cualquier ejército, primero el aspirante debe pasar unas pruebas y ser aceptado.

Tiene que presentar una serie de requisitos mínimos exigidos para poder realizar con éxito la tarea que se le va a encomendar; someterse a rigurosos exámenes físicos, intelectuales, psicológicos y conocimientos en general; sus antecedentes son examinados. Después de pasar por este exhaustivo proceso, se decidirá si está capacitado o no, para alistarse. Muchos de los que lo intentan, no logran pasar las pruebas.

De la misma manera, para poder integrarse a los diversos grupos de servicios en la iglesia, (es decir, servir en el ministerio), los soldados aspirantes deben ser probados y aprobados. Cada cual tiene sus dones espirituales y talentos de Dios, que serán usados para el provecho y edificación del Cuerpo de Cristo. 

La persona debe estar dispuesta a pasar por las pruebas, someterse a las diferentes disciplinas, y esforzarse en ser fiel en la tarea o sector que le ha sido encomendado.

A veces no estamos sirviendo en el puesto que nos gustaría, o en aquel lugar especial donde sabemos que Dios nos ha llamado; pero eso es parte del proceso del crecimiento y aprendizaje. Dios tiene un tiempo para cada persona. En el momento correcto, cada miembro será puesto en el lugar que le corresponde, para el perfecto funcionamiento del Cuerpo de Cristo.

SOLDADOS DE JESUCRISTO

Un Soldado de Jesucristo es alguien que:
  • está dispuesto a arriesgar su propia vida por amor a Cristo, quien lo salvó, por amor al mensaje del evangelio, por amor al prójimo. 
  • vive en santificación permanente. 
  • no peca, y si cae en pecado se arrepiente inmediatamente. 
  • deja todo y a todos por seguir a Cristo. 
  • recibe con los brazos abiertos lo que Dios le da, aunque no le guste. 
  • se abstiene de todo aquello que desagrada a Dios. 
  • acata la disciplina que sus líderes le imponen. 
  • cumple todas las tareas que se le asignan. 
  • hace sacrificios espirituales y carnales con alegría. 
  • no se detiene ante ningún argumento. 
  • reconoce que su vida no es suya, sino de Dios. 
  • no toma decisiones por sí mismo, hace lo que Dios manda. 
  • está dispuesto a cualquier enfrentamiento con las tinieblas, sin temor. 
  • lucha por su salvación y por las de otras personas, conocidas o no. 
  • se dedica a una vida espiritual completa, que vive por y en el Espíritu de Dios.