¿QUIÉN ES JESÚS?

La vida de Jesús siempre ha suscitado preguntas a lo largo de los últimos dos mil años.

¿Cómo pudo un carpintero que fue ejecutado por los romanos convertirse en el hombre más famoso de la historia?
¿Fue Jesús alguien verdaderamente real?
¿Cómo puede Dios ser un hombre al mismo tiempo?
¿De qué manera podría esto tener algún sentido para mi vida?

Estas son algunas preguntas, pero aquí tienes un espacio para formular las tuyas.
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sábado, 24 de septiembre de 2022

LA PUERTA DE LA VIDA

"Yo soy la puerta: 
quien entre por mí se salvará 
y podrá entrar y salir, 
y encontrará pastos"
(Jn 10,9)

La vida es una sucesión de puertas que se abren (oportunidades) y se cierran (decepciones). Con frecuencia, pensamos que somos nosotros quienes las abrimos y las cerramos, pero no es así. Es Dios quien las abre y quien las cierra: 

"Conozco tus obras; 
mira, he dejado delante de ti una puerta abierta 
que nadie puede cerrar, 
porque, aun teniendo poca fuerza, 
has guardado mi palabra 
y no has renegado de mi nombre" 
(Ap. 3,8)

Dios nos ofrece una puerta única y abierta que indica que Su misericordia es más grande que nuestros pecados y que siempre nos espera con los brazos abiertos. Pero para cruzarla, es preciso que depositemos nuestra confianza en Él y guardemos su Ley. 

"Entrad por la puerta estrecha. 
Porque ancha es la puerta 
y espacioso el camino que lleva a la perdición, 
y muchos entran por ellos. 
¡Qué estrecha es la puerta 
y qué angosto el camino que lleva a la vida!" 
(Mt 7,13-14).
Dios nos abre una puerta estrecha que indica que no es cómoda ni fácil de atravesar si llevamos demasiado equipaje. Pero si la cruzamos, se abre ante nosotros un camino de gloria.

Dios nos señala una puerta angosta que indica que no caben todas nuestras cosas, que debemos despojarnos de todas las piedras que llevamos en nuestras mochilas. Pero si la cruzamos, la vida plena se abre ante nosotros. 

La puerta ancha es Adán, por la cual, todos los hombres entramos en el mundo material, es decir, en la tierra. La puerta estrecha es Cristo, por la cual, todos los hombres (los que quieran) entramos en el mundo espiritual, es decir, en el cielo:

"Efectivamente, así está escrito: 
el primer hombre, Adán, se convirtió en ser viviente. 
El último Adán, en espíritu vivificante. 
Pero no fue primero lo espiritual, 
sino primero lo material y después lo espiritual. 
El primer hombre, que proviene de la tierra, es terrenal; 
el segundo hombre es del cielo"
(1 Cor 15,45-47)

Cristo es la puerta hacia la salvación. Él conduce al Padre (Jn 10,1; 14,6). Para cruzar la primera puerta, la de Adán, no es necesario hacer nada por nuestra parte, pero para cruzar la segunda, no vale sólo con saber dónde está y de qué material está fabricada. 

Es necesario hacer una elección, un acto de voluntad libre por nuestra parte: confiar, dejarnos guiar por Él y seguirle.



sábado, 31 de octubre de 2020

PROFUNDIZANDO EN LA FIGURA DE JESÚS

"Sed imitadores de Dios, 
como hijos queridos, 
y vivid en el amor como Cristo os amó 
y se entregó por nosotros a Dios 
como oblación y víctima de suave olor"
(Efesios 5,1-2)

El Espiritu Santo, a lo largo de todo el Evangelio, nos dibuja la figura de Cristo, pero no tanto cuanto sus características físicas como sus rasgos morales

Con seguridad, su aspecto debió ser atractivo y elegante, su talante, educado, sus gestos, atentos y de buen gusto, y su voz expresiva y contundente. Y por ello, atrajo la atención de toda la gente de su época.

Sin embargo, escudriñar la figura espiritual del Señor exige, antes de nada, hacer silencio, es decir, cultivar el "arte de la oración contemplativa", porque contemplar hoy a Jesucristo se hace especialmente difícil debido, sobre todo, a dos inconvenientes: 

-el ruido exterior (la superficialidad, la actividad frenética, la prisa, etc.) que dificulta la escucha atenta y la contemplación, y nos cierra a la trascendencia.

-el ruido interior (la soberbia, la comodidad, la pereza, etc.) que nos impide escuchar la voz de la conciencia para reflexionar y discernir en profundidad la figura de nuestro Señor.

El ruido, el activismo y la superficilidad nos aisla, convirtiéndonos en seres solitarios, incapaces de reconocer a Dios en la creación y en el prójimo, y por ende, de relacionarse con ambos.

Nuestro problema es que no escuchamos. A los dos años de edad, aprendemos a hablar, pero necesitamos toda la vida para aprender a escuchar. Queremos mantener "conversaciones imposibles"... porque sólo hablamos y no escuchamos. No callamos ni para respirar.

Por eso, los cristianos debemos aprender a escuchar y contemplar la Palabra de Dios. En la EscrituraDios Espiritu Santo nos habla continuamente de Dios Hijo, imagen de Dios Padre.

Dice San Jerónimo que "quien no conoce la Escritura, no conoce a Cristo". Orando y meditando la Palabra de Dios, encontrarnos al Señor, su modo de ser, sus rasgos característicos, para que, al igual que los dos de Emaus, "arda" nuestro corazón, mientras Él mismo nos relata las Escrituras.

En la Palabra de Dios, Jesús se hace el encontradizo con nosotros, "se deja ver", se revela a nosotros, también con sus "silencios", gestos elocuentes de su divinidad, que nos enseñan a callar y a escuchar, para así, descubrir el amor en lo que se silencia. Y así, con los oídos abiertos, los ojos limpios y el corazón puro, descubrimos cómo es nuestro Señor.

La excepcional personalidad de Jesús excede todos los paradigmas humanos y todos los modelos morales. Así, un judío en su sano juicio, no proclamaría ser Dios y menos aún, lo mantendría hasta el punto de ser condenado a muerte por blasfemia. Si realmente no fuera Dios, sería un loco, un inane, un trastornado...

Son tantas sus buenas cualidades humanas (todas las posibles) y divinas que sería interminable enunciarlas. He aquí algunas de ellas:

Perfección
La personalidad de Jesucristo rebosa sabiduría, altura moral, pureza y rectitud de intención en todo cuanto dice y hace.

Su serenidad, su equilibrio, su armonia y sus virtudes humanas evidencian de forma patente su perfección. 

Jesucristo es el modelo perfecto de toda virtud. Perfecto Dios y perfecto Hombre, une el Cielo y la Tierra.

Cuando Cristo actúa por el Espíritu Santo, personifica los gestos del Padre y da testimonio de la Trinidad perfecta. 

Santidad
Su santidad se pone de relieve en la veracidad transparencia de sus palabras y de sus actos. Sólo Cristo es Santo.

Sus enemigos buscan acusaciones para darle muerte pero no las encuentran. Recurriendo a falsos testigos con argumentos contradictorios, le condenan a muerte, aunque Pilato le encuentra inocente, e incluso Judas reconoce su inocencia al devolver el dinero de su traición.

Pedagogía
La autoridad, la firmeza y la seguridad con la que habla en toda situación le acreditan, sin ninguna duda, como el Hijo de Dios. 

Cristo vive en contacto cercano con loa hombres, apreciando lo bueno de cada uno, afrontando los problemas que le presentan y sanando sus enfermedades físicas o espirituales.

No procura el "buenismo" ni el "sentimentalismo", es firme a la vez que suave, directo a la vez que dulce.

No hiere  la conciencia de quienes le escuchan y les enseña siempre con su pedagogía de lo cotidiano: ilustra con la anécdota, la comparación o la parábola, repitiendo lo mismo varias veces o de diferentes formas, si es necesario.

Amor
La dulzura y amabilidad de sus palabras y la atención a todos los que se le acercan necesitados, "enamoran" y demuestran que Cristo es la razón de ser del Amor, que el Dios-Hombre es Amor.

Su Amor por el hombre es irrevocable. No hay nada que podamos hacer que nos pueda alejar de su amor.

Bondad
En Jesús no hay, ni euforias en los milagros que hace, ni depresiones ante los problemas del hombre, no hay tensión espiritual como en las vidas de muchos santos de la Iglesia.  

"Todo lo hace bien" es el comentario unánime de quienes son testigos de sus obras.

Sólo Dios es bueno. Y por ello, comprende que nos olvidemos de sus consejos, porque sabe somos malos debido a nuestra naturaleza herida por el pecado.

Prefiere ser ofendido a ofender. Prefiere servir a ser servido.

Sencillez
Durante las tres décadas de su vida privada en Nazaret, Jesús no hizo nada que llamara la atención, nada que no hiciera de forma natural un judío de la época. 

Jesús aprendió de San José un oficio artesano y sencillo sin despertar admiración alguna, y con la maestría de sus manos, santificó, "espiritualizó" el trabajo, enseñándonos a amar nuestras tareas y mostrándonos que es el amor de Dios lo que da trascendencia a nuestras acciones.

Sinceridad
El Señor tiene aversión a la mentira, que es propia del Diablo. No soporta la falsedad y la doble vida, el orgullo y la hipocresía, que sólo intentan disimular los pecados.

Jesucristo es sincero, no se comporta bien "de cara a la galería" ni es "políticamente correcto". Sencillamente, se comporta con sinceridad porque es la Verdad

No hay nada en el Señor que suene a postizo o incoherente, no hay mentira ni contradición.

Es coherente en su conducta y en su enseñanza. No pacta con la mentira ni diluye la verdad.

Humanidad
Jesús amó la época histórica que eligió para encarnarse y, aunque conoció el cansancio, la fatiga del trabajo y la monotonía de los días sin relieve, dio siempre gloria al Padre amando su labor cotidiana y cumpliendo siempre con sus obligaciones

El amor al mundo, en el mundo, sin ser del mundo es otro gran rasgo de la personalidad cristiana que Cristo protagonizó al juntarse con pecadores. 

El Señor se encuentra a gusto, como pez en el agua, compartiendo su vida y enseñanzas con la gente, de aldea en aldea, quedándose en sus casas y compartiendo mesa con ellos. 

Sensibilidad
Observa y aprecia la naturaleza, proclama la belleza de la creación en los lirios del campo o la libertad de los pájaros, ensalza la fe de los pobres y de los pecadores.

Su compasión y su misericordia le hacen muy sensible al sufrimiento humano, y lo sana; a la ignorancia de la gente, que es la mayor pobreza; a la vida de las personas, a quienes escucha.

Confianza
El Señor confía plenamente en el hombre y, aunque sabe lo que necesita, delega y cree en él

Prefiere la posibilidad del error, de que le traicionen o le nieguen, a desconfiar de él o a quebrantar su libertad de elección.

Pero también nos pide a sus discípulos fe y confianza en la misión que nos encomienda, aunque sea dificil y, a primera vista, imposible, porque Él nos ayudará.

Nos pide que seamos dóciles a la acción del Paráclito, que seamos instrumentos de la gracia divina; que nos lancemos a sus brazos sin miedo.

Optimismo
Cristo sabe apreciar lo que hay de bueno en cada hombre, en cada corazón y trata de sacarlo a la luz pero no cae en idealismos ingenuos ni buenismos blandengues.

Su actitud ante la vida es una visión gozosa, optimista y positiva afrontando todos los problemas. Nunca mira para otro lado, nunca desatiende una situación.

Elegancia
El Señor es atento, educado y tiene buen gusto, como muestra su proceder con el vino en las bodas de Caná.

Es delicado y sutilatento y agradecido aceptando invitaciones a banquetes o defendiendo la generosidad de una mujer que le lava sus pies con sus lágrimas.

Es generoso y desprendidoordenado y meticuloso como demuestran sus muchos milagros, por ejemplo, el de la multiplicación de los panes y peces, cuando distribuye a la muchedumbre en grupos para darles de comer y ordena que se recojan las sobras.

Compasión
El Señor se compadece de las muchedumbres cuando las ve "como ovejas sin pastor".

Muestra misericordia y piedad con los enfermos, con las viudas, con los repudiados, con los pecadores.

Se apiada de los que van a Él suplicantes y con fe.

Alegría
El Señor es la alegría personificada. Allí por donde pasa, deja una estela de alegría y entusiasmo en la gente, como cuando entra en Jerusalén.

Cristo es nuestro ejemplo a imitar.


Fuente: 
-"Cristo, la Obra maestra del Espíritu Santo" (P. Pedro Beteta)

martes, 5 de noviembre de 2019

DEJARNOS TOCAR POR EL CORAZÓN DE CRISTO

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El mes pasado, escuchaba a Monseñor Munilla decir que la diferencia entre creer y no creer, radica, no tanto en la creación, sino en la revelación.

Y es que uno puede creer que todo el universo ha sido creado por Dios. Y no anda desencaminado, porque es así. Pero la piedra angular de nuestra fe está en que Cristo, segunda persona de la Trinidad, se ha revelado a la humanidad.

Sólo a través de Jesucristo, podemos llegar al Padre. Sólo abriendo nuestro corazón al suyo podremos experimentar Su amor y, así, también amar. 

Cuando su corazón toca el nuestro, nos enamora. Cuando nos encontramos cara a cara con Él y nos habla del Padre, nos arde el corazón. Y cuando el corazón se nos sale del pecho de amor y alegría, no podemos sino evangelizar.

Resultado de imagen de sagrado corazonEvangelizar, en realidad, es "impregnar todo del amor de Cristo". Y sólo somos capaces de ser apóstoles de Cristo, cuando nos dejamos "impregnar de su amor", sólo somos capaces de ser verdaderos evangelizadores cuando nos dejamos "enamorar por y de Él"

Cuando nos dejamos "tocar por el corazón de Cristo”, tocamos lo más profundo del Señor, su propio Ser Divino, que nos une íntimamente a Él. 

Imagen relacionadaEn realidad, no somos nosotros los que le tocamos, sino que es Él quien primero toca nuestro corazón para hacerlo indiviso, para ser una sola cosa, con su ser divino.

Cuando nos dejamos tocar por el Corazón de Cristo, entramos en contacto directo con su latir de amor y de vida eterna.

Y por eso no es Él quien revive por nuestro roce místico y espiritual, sino que somos nosotros los que nos vemos reanimados al palpar con las manos de la fe, el sagrado corazón de Cristo.

Esto es lo que realizamos con cada Eucaristía, lo que pedimos en cada hora santa o momento de adoración eucarística: dejamos que Cristo tome nuestra mano, como tomó la de Santo Tomas y la lleve a su pecho abierto y allí meta nuestra mano en la fuente de vida eterna.

Es allí donde nuestro corazón recibe un nuevo impulso de vida, un nuevo latir que nos hace capaces de seguir viviendo en un mundo aparentemente gris, pero que nos impulsa a seguir anunciándolo a todos los hombres y a decir que hemos encontrado la fuente de la verdadera vida.

lunes, 24 de octubre de 2016

ESPARTANOS DE CRISTO




Desde pequeño, un guerrero espartano aprendía a no retirarse nunca, a no rendirse nunca. Aprendía que, morir en el campo de batalla sirviendo a su patria, era lo más glorioso que podría conseguir en su vida.


Desde pequeño, un espartano debía ser probado, separado de sus padres y arrojado al mundo salvaje. 

Debía medir su ingenio y su voluntad contra la furia de la naturaleza. Esa era su iniciación. Su tiempo en la tierra salvaje. 

Debía enfrentarse a la maldad sin más armas que su valor. Y si conseguía derrotarla, se habría ganado un sitio en su pueblo. Regresaría con su gente como un espartano o no regresaría.

Ha pasado mucho tiempo desde entonces, pero ahora, como en Esparta, una bestia se acerca. Una bestia avanza abriéndose paso por toda la tierra.

Una bestia compuesta de un ejército de seres espirituales. Ángeles caídos y expulsados del trono de Dios por su orgullo. 


Una hueste de esclavos, inmensa, más allá de la imaginación... está preparada para devorar al pequeño pueblo espartano de Dios.

Paciente y segura, saboreando la comida que llega. Esperando a quien devorar ( Pedro 5, 8). Lista para extinguir la única esperanza del mundo.

El Rey de reyes, Jesucristo y sus soldados cristianos se encaminan a una pelea a muerte contra el "Rey-Dios" del mundo, Satanás y sus miríadas de ángeles. 

El universo sabrá que hombres libres (Juan 8,31-38) resistieron contra un tirano. Que unos pocos resistieron contra muchos. 

Y antes de que esta batalla comience, saben que su victoria está asegurada, porque su Rey, que dio la vida como un esclavo en cruz por todos, ha vencido a la muerte y ha resucitado.

Esa es la verdadera fuerza del cristiano. Como la del espartano, es el Guerrero que está a su lado (Cristo). La fuerza de la fe basada en que Jesucristo ha resucitado. Una fe que sólo es posible vivir en comunidad (Iglesia).

Oleada tras oleada, cada ataque del mal se estrella contra los escudos cristianos (la fe). 

Las pérdidas de Satanás son tan grandes, sus huestes están tan desmoralizadas... que no tendrá más alternativa que abandonar su campaña, para finalmente, ser arrojado al abismo y destruido.

El Rey-Dios del mundo ha dejado traslucir sus defectos fatales: su orgullo, su arrogancia, su vanidad. Fácil de provocar. Fácil de vencer. 

Antes de que las heridas y la fatiga hicieran mella en los soldados de Cristo, el encolerizado rey nos arroja lo mejor que tiene: toda su maldad, todo su odio. 

Ha mordido el anzuelo. No puede vencer. Contra el mal, el bien. Contra el odio, el amor (1 Pedro 3, 9;  Romanos 12, 17; 1 Tesalonicenses 5, 15)

Agruparos. Vivir en comunidad. No os retiréis. No os rindáis (esperanza). (1 Corintios 1, 10).

Amaos los unos a los otros: esa es la ley de Cristo (Juan 13, 34).

Y por la ley de Cristo Resucitado, se quedarán y pelearán. Y darán la vida por Él y por los demás, para resucitar a un nuevo reino. (Juan 15,13).

Un nuevo Reino de plenitud y libertad. ¡Y todos sabrán que unos pocos cristianos dieron su último aliento para defenderlo! ¡Están listos para la batalla!

Los cristianos son expertos en la pelea cuerpo a cuerpo (Efesios 6, 10-18). 

No solo por su preparación especial (sacramentos), sino por su configuración de falange en la lucha (configurados en Cristo), que consiste en pelear hombro con hombro (fe firme y comunitaria), uniendo los escudos en formaciones de ocho hombres en filas de cuatro. 

Sus escudos son grandes y entre las dos líneas forman una barrera impenetrable. 

Sus corazas (justicia) y sus cascos (salvación) resisten los envites de las hordas enemigas. 

Sus lomos (verdad)robustos ceñidos. 

Sus brazos (oración)fuertes y unidos .

Las lanzas cristianas (la Palabra de Dios), pesadas y muy potentes, pasan por encima de la primera línea de la falange y atraviesan como mantequilla las débiles corazas enemigas. 

Han pasado muchos años desde el lobo (Su pasión) y el frío invierno (Su muerte). 

Y ahora, como en ese entonces, no es miedo lo que les invade. Sólo fe. Una percepción aumentada de las cosas: ¡¡¡JESUCRISTO HA RESUCITADO!!!! 


La brisa marina (Espíritu Santo) besa frescamente el sudor de sus pechos y sus cuellos. El graznido (maldad) de las gaviotas, quejándose, mientras devoran los miles de hombres que se dejan engañar por el “Jerjes” del mundo (Diablo). La firme respiración de los 300 a su espalda. Dispuestos a morir por Dios, sin un momento de pausa. Cada uno de ellos, preparado para morir. 

Sus yelmos son sofocantes. Limitan su visión. Y necesitaban ver lejos. Sus escudos son pesados. Les hacen perder el equilibrio. Y su objetivo está lejos.

Los ancianos dicen que los cristianos descienden del nuevo Adán. El nuevo Adán da testimonio de su linaje. Su rugido es largo y fuerte. 

Su poder, sin límite. Hombres nuevos y configurados en Él.

Mi reina. Mi señora, llena de Gracia. Protégenos. Recuérdanos por quién vivimos y por quién morimos. No deseamos tributos ni cantos. Ni monumentos, ni poemas de guerra y valor. Nuestro deseo es simple y humilde, como Tú. Recuérdanos cuál es Su promesa. Esa es nuestra esperanza.

El enemigo nos excede en número. Buenas posibilidades para cualquier cristiano. 

Este día, Cristo, nuestro Rey, salvará al mundo de las tinieblas, de la tiranía del “odio” y nos conducirá a un futuro más brillante que cualquier cosa que podamos imaginar. 

Demos gracias, valientes soldados de Cristo, a nuestro Dios Soberano. ¡Hasta la victoria!

Cristianos, desayunad poco porque esta noche cenaremos en el cielo!!! 

Cristianos, ¿cuál es vuestro oficio? AU, AU, AU




jueves, 24 de marzo de 2016

"RESUCITADO": JESÚS, DESDE LOS OJOS DE UN NO CREYENTE




El mayor problema de muchas películas de temática religiosa es que no tratan de captar el del público no creyente, sino que adoptan una cierta visión hermética, cerrada y adoctrinadora sobre la fe, desde un único punto de vista.

"Resucitado" ("Risen"’) a priori, parece otro ejemplo de una película de tinte religioso sin más: sin embargo, aporta un única y original peculiaridad: el protagonista no es Jesucristo, sino un romano ficticio utilizado para contarnos la historia de la resurrección del hijo de Dios desde otro punto de vista. 



La historia se desarrolla desde los ojos de Clauvio, un tribuno romano a las órdenes de Poncio Pilato, quien recibe la orden de localizar el cuerpo de Jesús cuando desaparece. Clauvio, un hombre de ley y orden, un policía a las órdenes del gobierno, debe investigar la pérdida del cadáver del gran líder de la última secta local de turno, que se ganó la pena de muerte en un juicio con tintes políticos. 

Para encontrar su cuerpo investigará la mala praxis e incluso las traiciones internas de su propio organismo en favor de los feligreses del neoculto, hasta llegar a producir en el agente una crisis existencialista que le hará dudar de los dogmas que hasta ahora regían su vida. 


La película con un tono detectivesco hace más llevadero su visionado al público general y aunque transita por senderos conocidos, lo hace imprimiendo un cierto suspense aunque todos sepamos el desenlace. Con el protagonista principal (que en este caso no es Jesús), se minimiza la carga adoctrinadora y todo el público no creyente tiene algo a lo que agarrarse para hacer este viaje. 

Es precisamente durante esa investigación cuando todo resulta más interesante, tanto por la propia conversión de Clauvio como por la secuencia de hechos que le llevan a dar con Jesús y sus seguidores. Ahí es donde se diferencia de otras propuestas.


En mi opinión, "Resucitado" flojea cuando entra en escena Jesús, que se aparta de la imagen distante a la par que majestuosa del hijo de Dios, al optar por un acercamiento más creíble para quien no cree, en lo histórico. 

La cinta no subraya (incluso, parece obviar conscientemente) la naturaleza divina del Mesías ni capta ese carisma abrumador que debió tener para sobresalir en una época en la que los salvadores de Israel salían de debajo de las piedras. Más bien, presenta a un Jesús amigo y compañero, más humano que divino.

El film parte desde el punto de vista de la superioridad romana y nos deja clara la personalidad cuadriculada del tribuno, de que las cosas sólo pueden hacerse a la forma de Roma. 

Posteriormente, queda tremendamente sorprendido ante su descubrimiento e incapaz de asimilar lo que acaba de ver: "He visto dos cosas irreconciliables: un hombre muerto y más tarde, al mismo hombre, vivo".

Me chirría un poco que se muestre a algunos discípulos de Jesús demasiado afectados, sugestionados e incluso algo "frikis", pero tampoco llega a ser algo demasiado relevante, teniendo en cuenta su época y su procedencia. 

Tampoco entiendo la escasa importancia de la Madre de Jesús, que aparece fugazmente en el Calvario, llorando y gritando y siendo mandada callar por el tribuno.

Tampoco logro comprender la actitud final y la indefinición moral de Clauvio que, pese a su conversión, no parece sentir el éxtasis propio de quien ha visto a Dios (y sus milagros) con sus propios ojos. Será porque el camino y la búsqueda de Cristo dura toda la vida.

Desde mi punto de vista cristiano y como creyente, algunas escenas me han llamado especialmente la atención, me han interpelado y emocionado de forma personal y me llevan a una reflexión profunda de mi propia vida:

Una de ellas es cuando Jesús le formula a Pedro las tres preguntas, con gran sentido y significado, que le reconcilian y le perdonan, después de haberle negado tres veces: "Pedro ¿me amas?".

Otra, cuando Clauvio interroga a María Magdalena: ¿Dónde están los otros discípulos? Dímelo y te dejaré libre" y ella contesta: "ya soy libre", parafraseando a Jesús: "la Verdad os hará libres".

Otra es cuando, tras el mandato de Jesús de la "gran comisión" (Mateo 28, 19-20; Marcos 16,15), los discípulos al predicar, formulan otra gran pregunta: "y tú cómo vives, con la espada o con el amor?" .

Otro momento es la escena en la que Clauvio se acerca por la noche a Jesús, mientras todos duermen y éste le pregunta: "... y tú, Clauvio en qué crees? y él le contesta: "no lo sé" y Cristo le dice: "tú que me has visto y dudas...imagina a aquellos que nunca han visto..."

Además, alguna frase suelta: "abre tu corazón", "estaré siempre con vosotros"

En definitiva, "Resucitado" ofrece un inusitado giro a la manera de contar una historia que todos conocemos, lo cual resulta clave para captar nuestro interés, ya sea desde un punto de vista creyente o no creyente.

Aconsejo ir a verla pero no a formarse altas expectativas cinematográficas, del estilo "La pasión de Cristo" de Mel Gibson. Esta película no es una secuela.




miércoles, 14 de octubre de 2015

MIS CHARLAS EN ALPHA: EL CRISTIANISMO FALSO, ABURRIDO E IRRELEVANTE?

“Si el cristianismo es falso, no es importante. 
Si es cierto, es infinitamente importante. 
Lo único que no puede ser es medianamente importante” 
— C.S. Lewis 


Durante muchos años me he sentido alejado de la fe católica y de la Iglesia por varias razones:

Me parecía una pérdida de tiempo y un sin sentido ir a misa.
Me parecía todo una gran mentira porque así me lo habían inculcado desde pequeño.
Me parecía que no aportaba nada de interés, nada que no supiera y nada que me afectara.
Me parecía un síntoma de debilidad apoyarme en algo no tangible.
Me parecía que yo no lo necesitaba, que era para otras personas perdidas y sin rumbo.
Además, qué podía ofrecerme alguien que vivió hace 2.000 años en un lugar muy alejado del mío, con unas personas muy diferentes a mí y con unas costumbres opuestas a las mías.

Echando la mirada atrás, estoy absolutamente convencido de que la culpa no era del cristianismo sino mía porque nunca había prestado mucha atención ni tampoco había abierto mi corazón a una frase que dijo Jesucristo que, en cierto modo, resume el cristianismo: "Yo soy el camino, la verdad y la vida" (Juan 14,6).

YO SOY EL CAMINO (dirección para un mundo perdido)

Yo vivía bien, una vida sin necesidades básicas, sin problemas económicos o materiales: tenía mi casa, mi coche, mi mujer, mi familia, mis amigos, mi intensa vida social y laboral. Todo iba bien "por fuera". No me preocupaba por nadie y menos por nadie. Sencillamente creía vivir lo que era mi vida. Alcanzaba lo que creía querer, pero nunca tenía suficiente. siempre buscaba algo que estaba por llegar: éxito, felicidad, placer, diversión, fama, más dinero...pero cuando llegaba, no era suficiente.

Algo faltaba. Había siempre un vacío que no me llenaba. No tenía un camino ni un rumbo que me llevara a ningún sitio. Y aunque yo no era consciente y no sabía qué, un buen día empecé a llenarlo: al acercarme a la Iglesia cuando nos mudamos a un barrio nuevo gracias a la persistencia de mi mujer.

Cuando murió su bendita madre (mi suegra) empecé a acompañarla a misa porque creía que era mi deber para con ella y con mi suegra, por lo buena persona que fue toda su vida, por ejercer de madre conmigo y que justo antes de morir de cáncer y en la cama del hospital, me dijo al oído: Cuídala!

Y mira por dónde...hasta incluso hoy me sorprende: no sólo no me aburría, sino que interesaba lo que oía y me enganchaba. Empecé a oír con los "oídos de Dios" y a ver con los "ojos de Dios".

Hoy estoy convencido que la razón fue porque el Espíritu Santo puso en mi camino a personas que cambiaron mi forma de ver a la Iglesia, no como un lugar de "beatos y de monjitas" sino como un lugar donde se brinda ayuda, salud y conocimiento que, precisamente a mí, me faltaba. 

Surgieron las preguntas en mi corazón: cual era el propósito de mi vida, su significado, para que había venido yo a este mundo. También me planteaba de dónde vengo, a dónde voy, tiene algún sentido importante mi vida, si había venido a vivir unos años y luego morir, y después qué? Buscaba un camino que desconocía hasta entonces puesto que yo seguía el mío de forma egoísta e interesada.

El cambio no se produjo milagrosamente de la noche a la mañana. Fue con el tiempo y poco a poco, que accedí a ir formando parte de diversas actividades de la Iglesia:

Participé junto a mi mujer y mis hijos en una experiencia inolvidable y que fue un punto de inflexión: la JMJ con la visita del Papa Benedicto XVI a Madrid, algo que hasta entonces nunca le había dado la más mínima importancia (la visita de u
n ancianito vestido de blanco ante el que todo el mundo se vuelve loco, pensaba).

Esa experiencia nos motivó tanto a mi mujer como a mi a formar parte de un grupo de matrimonios de vida y fe.

Conocimos a Luis José, párroco y amigo al que desde hace cuatro años seguimos de casa en casa y de parroquia en parroquia.

Fruto de los más de tres años que nos venimos reuniendo (este es el cuarto) todo el grupo de matrimonios editamos un libro sobre nuestro credo personal con mucho amor, orgullo y satisfacción de haber experimentado en varias ocasiones la presencia de Dios a través del Espíritu Santo (quién me ha visto y quién me ve).

Más tarde, empecé a ser parte activa, cada domingo sin falta (hubiera o no fútbol), en las homilías, no sólo escuchando atentamente sino preparándolas de antemano y recapacitando sobre ellas después. Hasta tal punto de gozar con el privilegio de ayudar a comulgar a los demás y de ser parte activa de la parroquia. (dice siempre mi mujer qué si me vieran mis padres o mis amigos, no lo creerían).

Creo que ahora sí puedo decir que soy cristiano. Sigo a Jesús, le tengo a mi lado y ha llenado mi corazón porque Él es el camino hacia Dios, hacia todo lo bueno que nos tiene preparado y prometido.

Y ahora, absolutamente convencido e involucrado como discípulo misionero en la tarea que Dios nos a encomendado de llevar la Buena Noticia "hasta el confín de la tierra", para que todo el que quiera, conozca a Jesús.

Finalmente, he comprendido que para ir al destino elegido hay que ir por la carretera correcta. Si no, o te pierdes o te equivocas.

YO SOY LA VERDAD (realidad en un mundo confundido)

Muchos  dicen que "no importa lo que creas con tal de que seas sincero". Bueno, también puedes estar sinceramente confundido (Hitler era sincero en sus creencias pero estaba completamente equivocado).

Otros dicen: "Puede que el cristianismo sea bueno para ti, pero no para mí"Al principio, pensaba igual: si Cristo no es verdad, no pasa nada, con seguir con mi vida, todos tranquilos! Pero luego me dije: y si es verdad?...entonces pasa mucho: porque Él permite alcanzar la plenitud interior y exterior. Y me pregunté: ¿qué pierdo por intentar descubrirlo?. Y así empecé.

Incluso, algunos cristianos conocen y creen que Jesús es la verdad, pero no le experimentan. Se consideran cristianos porque están bautizados, porque se casan en la Iglesia o porque van a misa los domingos por rutina, obligación y así cumplen para el resto de la semana. Pero Cristo no está presente en sus vidas.

El concepto de la verdad puede definirse como conocimiento intelectual sobre algo o alguien, pero además es conocimiento personal sobre algo o alguienyo sé que comer adecuadamente es bueno para la salud, pero si no como, si no lo experimento personalmente, cómo sé que es bueno, sólo porque lo digan otros?.

Contaré una anécdota: Siempre he sido desde pequeño, muy aficionado al fútbol,  a verlo y a practicarlo (llegué a ser casi profesional). Mi equipo siempre ha sido (y será) el Real Madrid y mi ídolo, cuando era pequeño, Carlos Santillana. A través de los periódicos y de la televisión veía sus goles, su forma de cabecear,  de ganar títulos, de luchar hasta el final, etc. Yo tenía conocimiento intelectual de Santillana, jugador.

Con el paso de los años, por casualidad, llegué a conocer personalmente a Santillana. Soy amigo íntimo suyo y él, mío; conoce a toda mi familia y yo a la suya, voy a su casa y él a la mía, compartimos vivencias, tomamos el aperitivo, salimos a comer o a cenar juntos, vamos al Bernabeu juntos, veraneamos juntos desde hace años en el mismo sitio e incluso jugamos juntos al fútbol (él mejor que yo, claro). Es decir, tengo conocimiento personal de él.

La Biblia nos habla de Jesús, de su vida, de su carácter, de su forma de hablar y de enseñar, de sus milagros, etc. Nos aporta conocimiento intelectual sobre Cristo. Pero Jesucristo es algo más: es una experiencia vital y de salvación y aunque, podemos asombrarnos con lo que sabemos sobre Él, si no lo experimentamos, no sirve de nada. Ahora que le conozco, le siento y le experimento en mi corazón, puedo ampliar lo mucho que dice la Escritura sobre Él, porque tengo conocimiento personal de Jesús.

YO SOY LA VIDA (vida en un mundo de tinieblas)

Jesús vino al mundo a morir para liberarnos de las cosas que destruyen la vida, de todo lo malo de la vida. Con su resurrección conquistó y venció a la muerte y nos ofreció la vida.

Dios me ama a mí y a ti, también. Y vino a la tierra a vivir con nosotros y como nosotros, dio su vida por nosotros porque nos ama, a pesar de  nuestros errores y de nuestros pecados.

En la cruz, cargó con todo lo que tú y yo y el resto de la humanidad hemos dicho mal, hemos hecho mal o pensado mal. Murió en nuestro lugar, murió por mi y por ti y por todos los seres humanos, creyésemos en Él o no. Así de grande es su amor. 

Por medio de la cruz y gracias a ella, nuestra culpa puede ser eliminada. Nos libera para transformarnos en las personas que realmente anhelamos ser (consciente o inconscientemente), nos rescata del miedo a la muerte y de todos los miedos, nos renueva para conocer a Dios y para amar de una forma nueva a los demás, tal y como Él nos enseñó.

¿Por qué es tan importante esto? porque se trata de salir de uno mismo e influir en el mundo, que urgentemente necesita ser transformado.

Y eso no es nada fácil. Hoy día no es sencillo ser cristiano: ser cristiano cuesta, pero no es nada aburrido sino emocionante y llena cualquier vacío. Yo lo he experimentado y lo experimento día a día.

Hay una anécdota preciosa que escuché en una homilía y que define cómo es el corazón humano: 

Un hombre había pintado un cuadro maravilloso. El día de la presentación al público, asistieron las autoridades locales, fotógrafos, periodistas, y mucha gente, pues se trataba de un famoso pintor, de un reconocido artista. Llegado el momento, se descubrió el cuadro, que estaba tapado. Y todos lo recibieron con un caluroso aplauso.


Era una impresionante figura de Jesús tocando suavemente la puerta de una casa. Jesús parecía vivo. Con el oído junto a la puerta, parecía querer oír si adentro de la casa alguien le respondía. 



Todos admiraban aquella preciosa obra de arte. Un observador muy curioso, encontró un fallo en el cuadro. La puerta no tenía cerradura. Y le preguntó al pintor: “¡Su puerta no tiene cerradura! ¿Cómo se va a poder abrir?“ ¡Vaya fallo! 

El pintor tomó su Biblia, buscó Apocalipsis 3, 20 y le pidió al observador que lo leyera:

"He aquí, yo estoy á la puerta y llamo: si alguno oyere mi voz y abriere la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo.” 



”Así es”, respondió el pintor. “Esta es la puerta del corazón del hombre: Sólo se abre por dentro.

Seguir a Jesús, ser cristiano no significa simplemente una adhesión externa y cómoda, o limitarse a recibir sus bendiciones. 



Implica un compromiso, renunciar a uno mismo, tomando la cruz del trabajo, del esfuerzo, de la burla o incluso de la persecución por causa de nuestra fe. 



Es necesario estar dispuesto a darlo todo, para ganarlo luego todo, según Su promesa. 

Requiere expresar nuestra gratitud y confianza en Él, en su misericordia y su perdón. 

Y para ello, es necesario CONOCERLE. Nadie puede confiar en alguien si no le conoce.


Por todo ello, El cristianismo…no es aburrido: consiste en vivir la vida al máximo; no es falso: es la verdad; no es irrelevante: transforma nuestras vidas completamente.