¿QUIÉN ES JESÚS?

La vida de Jesús siempre ha suscitado preguntas a lo largo de los últimos dos mil años.

¿Cómo pudo un carpintero que fue ejecutado por los romanos convertirse en el hombre más famoso de la historia?
¿Fue Jesús alguien verdaderamente real?
¿Cómo puede Dios ser un hombre al mismo tiempo?
¿De qué manera podría esto tener algún sentido para mi vida?

Estas son algunas preguntas, pero aquí tienes un espacio para formular las tuyas.

viernes, 19 de agosto de 2016

¡ROMPAMOS UNA LANZA POR NUESTROS SACERDOTES!


Cada día, nuestros sacerdotes y obispos se enfrentan, dentro de la propia Iglesia, a multitud de situaciones, de "patatas calientes": celebran eucaristías, preparan homilías, administran sacramentos, asisten, escuchan y aconsejan al Pueblo de Dios y mil cosas más. A menudo, tienen la impresión de tener que estar disponibles 24 horas al día, 7 días a la semana.

¡Qué difícil es el sacerdocio! ¡Y qué vulnerable es su ministerio! En los momentos difíciles, siempre sienten que muchas de las personas de la parroquia realmente no les comprenden, posiblemente por el famoso dicho sobre "la soledad del líder". 

Ponen sus corazones, sus dones, sus sentimientos y sus intenciones, su vida para ayudar a la Iglesia, pero a menudo, sus esfuerzos se tornan inútiles o vacíos de sentido.

Esperan que su labor, inmensa y poco valorada, ayude a la gente a madurar, satisfaga sus necesidades, colabore al crecimiento de sus parroquias y, sobre todo, honre a Dios. 

Es posible que se equivoquen también, pues son humanos y pecadores, pero no es nuestra tarea juzgarlos sino quererlos y apoyarlos.

Pero, aún así, siempre hay alguien que no está de acuerdo o critica el desempeño de sus tareas. O sencillamente, no le gusta su forma de ser o de hacer las cosas. 

Entonces es cuando el sacerdote se pone a la defensiva o peor, se "quema". Y cuando eso sucede, todos pierden. El sacerdote se siente atacado y el creyente siente que no es escuchado. Nadie gana.

A continuación, enumero algunas consideraciones sobre su servicio que creo que debemos meditar, todos:

Temen ser irrelevantes

Los temores de un sacerdote no pasan por qué comer, qué vestir, dónde dormir o qué coche conducir. 



Su preocupación persistente es que todo aquello que hacen y dicen sea irrelevante en la vida de los demás. 

Es una realidad verdaderamente frustrante para ellos.

Si tu sacerdote ha influido realmente en tu vida alguna vez, de palabra u obra, por su ejemplo o amistad, sugiero que tomes algún tiempo esta semana para hacérselo saber. No te imaginas de cuanta ayuda será para él.

Son niños de mamá

He leído estudios que muestran que la dependencia de los sacerdotes respecto a sus madres es superior al 80 por ciento del total de ordenados.

Esto tiene muchas implicaciones, y explica por qué es más probable que un sacerdote tome un café con un amigo en lugar de ir de compras, vaya a ver una película en lugar de ver un partido de fútbol; lea un libro en lugar de jugar al mus. 

También define el por qué, a menudo, las mujeres de la parroquia les llaman mucho más la atención que los hombre, e incluso les corrigen, sobre todo, las de más edad.

Cuando estés con tu sacerdote, ten en cuenta que él se sentirá siempre más cómodo, con su madre que con su padre, hablando el idioma del cariño más que el de la disciplina, que optará más por la colaboración sobre la competencia, por el perdón sobre el castigo. Estas no son cosas que aprendió en el seminario, son cosas que aprendió en casa, con "mamá".

Nos ven desde el altar

Algunas personas "de los bancos" piensan que hay un espejo entre ellos y el púlpito, en el que ellos ven al sacerdote, pero el sacerdote no puede verlos a ellos.

Incorrecto. Nos ven bostezar, mirar nuestros relojes o nuestros teléfonos, susurrarle algo al oído a nuestra mujer. Incluso, nos ven dormir. Lo cual nos es reprochable. Probablemente, si estamos haciendo todo eso, es porque la homilía es aburrida o poco interesante.

Pero tengamos en cuenta que ellos nos ven, y que puede llegar a parecer que no estamos interesados en lo que nos dicen, no ya ellos, sino el mismo Dios. Esto también les produce desencanto y desilusión. 

No está de más que intentemos alimentar nuestro interés durante la misa y, así apoyarle y darle energía para su tarea. Y quizás, al acabar la misa, podamos acercarnos y charlar con él sobre aquello que nos inquietaba. 

En ocasiones, tirarían la toalla

Hacia afuera, parecen incansables pero de puertas adentro, la mayoría de los sacerdotes , si pudieran, dimitirían, tirarían la toalla.

Su trabajo es tan duro que las personas que nunca hemos ejercido el sacerdocio (ni pretendemos) no logramos llegar a entender. Es agotador. No sólo físicamente, sino también, emocionalmente. 

A veces, es lógico que se les pase por la cabeza, retirarse a un convento o dejar el sacerdocio. Humanamente no compensa. Es sólo por su compromiso y su "sí" a Dios, y por tanto, por su sentido de amor y servicio a los demás, que continúan "al pie del cañón". Seamos amable, sensibles y agradecidos por ello.

No pueden hacer cosas que nosotros hacemos

Imagino que a veces, les gustaría poder maldecir o desvariar, hacer alguna "locura" de vez en cuando o incluso enfadarse sin salir en los periódicos. Supongo que les gustaría poder expresar públicamente algunas de sus ideas o de sus convicciones fuera de la fe sin que la gente levantara las cejas. Pero no lo hacen. 

¿Queremos que sean humanos, pero no demasiado humanos? ¿Espirituales pero no demasiado elevados? ¿Cercanos pero no demasiado alocados? Ellos lo saben. Pero lo mejor que pueden hacer es dar un buen ejemplo, porque si no, su ministerio no tiene sentido. 

A veces desfallecen espiritualmente

Probablemente el secreto mejor guardado entre los sacerdotes es como, en ocasiones, muchos están espiritualmente vacíos, "secos".

Al igual que un trabajador de una fábrica de dulces es probable que ya no le haga tanta gracia el sabor del caramelo, a los sacerdotes, en ocasiones, los asuntos espirituales pueden parecerles que carecen de cierto sentido. No lo justifico,pero es humano.

El culto, los sacramentos, etc. son tareas que deben organizar y ejecutar. 

Para ellos, es trabajo, es "lío", son complicaciones. Y encima, lo que hacen no es para ellos. Es para nosotros. Y cuando están en sus horas libres, seguramente, la última cosa que quieren hacer es algo espiritual. Porque les recuerda al trabajo.

Leen la Biblia y otros tantos libros espirituales meditando ideas para las homilías. Rezan pensando en oraciones motivadoras. Atienden a las personas de la iglesia sin hablar de ser compensados. Y seguramente, preferirían descansar en una hamaca, montar en bici, hacer deporte o ver la televisión, o cualquier otra cosa.

No todos, no siempre. Algunos. A menudo.

Son pecadores, igual que nosotros

No se limitan a pensar y a hablar acerca del pecado. No sólo están tentados a pecar. Cometen pecados. Pecan, como tú y como yo.

Si alguna vez, has escuchado a un sacerdote en misa divagando sobre las tentaciones y el pecado, es posible que pienses: "¿Y el qué sabrá?". Pues sabe, porque peca. Y lo que está diciendo proviene de su propia vida, de su propia experiencia, no sólo de un libro.

Dios nos llama a ser misericordiosos. Seamos también misericordiosos con nuestros curas pecadores.

Están más solos "que la una"

Los sacerdotes a menudo tienen problemas de confianza. No tienen a nadie a quién contar en confianza sus penas y sus problemas salvo, lógicamente a su confesor, director espiritual y, por supuesto, a Dios.

Me refiero a que, muchas veces, se encuentran ante encrucijadas y decisiones... y están solos! 

Llega el final del día y nadie les espera en casa con una cena caliente, un beso y una ración de ánimo a la par que reconocimiento. 

No tienen a nadie en quien apoyarse, a quien pedir consejo, aunque sea sobre nimiedades. A nadie!

Así que cada vez que se relacionan con nosotros, incluso en un grupo de oración o en algún ambiente más íntimo, no exponen al 100% su confianza. No pueden permitirse ese lujo.

Es así. No tiene fácil solución, pero en nuestra mano está mostrar la comprensión y la compasión por ese hombre que nos ama y que nos sirve día a día, semana tras semana, año tras año. 

Mostrar aprecio y consideración por ese "hombre de negro" que nos orienta, que escucha nuestras confesiones (una tras otra, miles, todos los días, sin desfallecer...), y sin embargo, a menudo, no tiene a dónde ir para conseguir la misma curación y similar alivio .

Su servicio es un trabajo duro

A veces se dice como una broma, a veces se dice con maldad, que los curas "sólo trabajan una hora a la semana", los domingos; que su trabajo es muy cómodo y sin estrés. 

Absolutamente falso. La mejor manera que se me ocurre para explicar por qué su ministerio es tan difícil, es compararlo con el padre de un niño pequeño. Desde el exterior, podría no parecer una gran cantidad de "trabajo", pero desde el interior, ser padre de un bebé es lo más agotador del mundo.

No se trata sólo de la cantidad de cosas que hacen, es el desgaste emocional al que están continuamente expuestos. Y no son "súper-hombres"

Es agotador estar durante todo el día, todos los días, encargado de todas las tareas, pendiente de todas las personas, de todos los programa, de todas las actividades parroquiales y no sentirse nunca realmente liberados.

Debe ser una sensación de frustración "estar nadando continuamente en una pecera, sin llegar a ningún destino, con cientos de ojos observándoles a todas horas y en realidad, nunca saber lo que los demás están pensando de ellos (a menos que se quejen, cosa que algunos hacen con regularidad)".

Debe ser una sensación de vacío aunque finjan sentirse llenos. Porque la iglesia siempre espera de...y el sacerdote se expone ante cientos de personas, varias veces a la semana, para ser evaluado, y con frecuencia no obtener retro-alimentación excepto tal vez, alguna "crítica constructiva". Y después de años de esto, mirar a la gente de la parroquia y comprobar poco o ningún cambio. 

Son más sensibles de lo que pensamos

Los curas de algunas parroquias tienen siempre una o varias personas en sus filas que les envían mensajes  o les abordan en cualquier ocasión para quejarse de cosas o de alguien.

Aunque, por supuesto, siempre hay un puñado de ángeles que les abrazan, les apoyan, les dan cariño y les alientan.

Pero mira por dónde, las personas que se quejan son específicas y persistentes, aunque duras, son las voces que los mantienen en vilo, aun sintiéndose mal con ellos mismos, preguntándose si será cierto o no, y a veces, considerando esas quejas.

La mayoría de nuestros sacerdotes tienen la piel mucho más delicada, son mas sensibles de lo que nosotros pensamos. Y, desde mi punto de vista, tiene que ver con el punto anteriormente expuestos: son "hijos de mamá". 

Ellos "tienen que ser abiertos y sensibles hacia nosotros, porque estamos a su cuidado. Nosotros, no necesariamente". Esto es un gran error en la Iglesia.

Si tenemos que criticar a nuestros sacerdotes de algo, por favor, seamos conscientes de que también tienen corazón y sufren. Pisemos con cuidado, con mucho amor y aprecio por su vulnerabilidad. Nadie está por encima en la corrección fraterna pero hagamos un esfuerzo extra para envolverlo con tanto cuidado como nos sea posible.

Se preocupan de nosotros más de lo que imaginamos

Basta con ser miembro de un consejo parroquial para comprobar el grado de preocupación que tienen los sacerdotes por nosotros, los fieles. 

Basta reunirse con ellos para cerciorarse de lo mucho que sus corazones se rompen por nosotros, la cantidad de tiempo y energía emocional que dedican a querer ayudarnos.

Este es su gran punto de santidad y caridad de su sacerdocio, porque pueden tener todas las razones y excusas para despreocuparse por los demás, para no atenderles al teléfono, incluso para tener un cierto grado de resentimiento. Y, sin embargo, a pesar de todo, al final de cada día, todavía se preocupan, a veces hasta el punto de derramar lágrimas. Es posible que no tengamos ni idea de cuánto.



SERÉIS PERSEGUIDOS POR CAUSA DE MI NOMBRE



"Seréis odiados de todos por causa de mi nombre; pero el que persevere hasta el fin, ése se salvará"
Mateo 10, 22


Desde siempre, los cristianos han sufrido feroces persecuciones a lo largo de la historia. 

El propio Jesucristo fue perseguido y asesinado por los judíos. Los cristianos fueron perseguidos y asesinados por los romanos y por otros tantos pueblos.

Sin embargo, durante los dos últimos siglos (con alguna excepción), los cristianos hemos estado extrañamente inmunizados a la persecución

Hemos vivido nuestra fe plácidamente en una sociedad cristianizada, lo que nos ha hecho cómodos. 

Pero desde hace algún tiempo, nuestro entorno y las noticias internacionales nos muestran que esto está cambiando, ha cambiado. Fuera de nuestras fronteras, el cristiano es perseguido, acosado e incluso brutalmente asesinado. Y nosotros, aquí, también somos perseguidos y acosados por una sociedad relativista que ha renegado de Dios y lo ha sustituido por el Hombre.

Los cristianos debemos estar preparados para la persecución porque así está escrito. Pero ¿cómo?

Fe sólida

La fe es "la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve." (Hebreos 11,1). 

Sin embargo, Efesios 2:8-9 nos dice que la fe es un don de Dios, no porque la merezcamos, nos la hayamos ganado, porque seamos dignos de tenerla, ni siquiera por nuestro libre albedrío. la fe no viene de nosotros mismos; viene de Dios. Simplemente nos es dada por Dios, junto con su gracia y misericordia, según su santo plan y propósito.

Todos los cristianos debemos tener claro el don de nuestra fe. Debemos estar seguros de nuestra relación con Dios y recordar que "Dios es el único refugio en medio de la tormenta que se acerca rápidamente." 

Cultivándola a diario en la eucaristía y la oración, nuestra fe y madurez espiritual serán sólidas para poder afrontar las dificultades.

Caminar con Dios

"Mirad que llega la hora (y ha llegado ya) en que os dispersaréis cada uno por vuestro lado y me dejaréis solo. Pero no estoy solo, porque el Padre está conmigo. Os he dicho estas cosas para que tengáis paz en mí. En el mundo tendréis tribulación. Pero ¡ánimo!: yo he vencido al mundo (Juan 16,33). 

¿Qué hace evidenciar nuestra fe en el día a día? Debemos estar preparados para utilizar las dificultades que surgen diariamente como entrenamiento para la persecución. Si no fortalecemos nuestro yo interior caminando a diario con Dios ahora, cuando vengan los problemas, nos inundará el miedo y cederemos, no tendremos la fortaleza suficiente para defender a Cristo.

Asimilar la Escritura

"Acordaos de la palabra que os he dicho: El siervo no es más que su señor. Si a mí me han perseguido, también os perseguirán a vosotros; si han guardado mi Palabra, también la vuestra guardarán" (Juan 15, 20).
 
La lectura de la Escritura, la Palabra de Dios ha de ser nuestro pan de cada día. 

Debemos ingerirla y dejar que nos nutra, asimilándola en nuestras propias vidas. Jesús fue perseguido y por tanto, nosotros como cristianos, también lo seremos.

Pero Dios, a través de su Palabra, nos habla, nos aconseja, nos fortalece. La Biblia es una poderosa defensa para momentos de tribulación.

Orar constantemente

Dios nos llama a "Orad constantemente" (1 Tesalonicenses 5, 17), nos tranquiliza diciendo: "No os inquietéis por cosa alguna; antes bien, en toda ocasión, presentad a Dios vuestras peticiones, mediante la oración y la súplica, acompañadas de la acción de gracias". Y la paz de Dios, que supera todo conocimiento, custodiará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús(Filipenses 4, 6-7).

La oración es un impulso que brota del corazón, una sencilla mirada lanzada al cielo, un grito de reconocimiento y de amor, de petición de ayuda y fortaleza.

La oración es el termómetro que mide el calor de nuestro corazón, es el metro que mide  la distancia que hay entre Dios y nosotros, es la balanza que calcula con exactitud el peso de mi amor.

Por ello, debe convertirse en nuestra costumbre vital y diaria porque es la fuerza más poderosa en el mundo.

Vivir en Cristo

"Y todos los que quieran vivir piadosamente en Cristo Jesús, sufrirán persecuciones" (2 Timoteo 3, 12).

Debemos meditar sobre si realmente vivimos nuestra fe en relación con Cristo y aprender a practicar su presencia. Cristo debe llegar a ser real para nosotros día a día, estar presente minuto a minuto si queremos demostrar ser leales a él, en medio de la persecución.


¿Estoy dispuesto a soportar persecución por causa de Cristo? 

¿Estoy dispuesto a confiar en Cristo hasta el final? 

¿Estoy preparado para ser perseguido?

¿Estoy dispuesto a dar mi vida por Él?



SIN HÁBITOS NO HAY IGLESIA. SIN LAICOS, TAMPOCO

A lo largo de los dos mil años de la vida de la Iglesia, hemos asumido que la inmensa tarea pastoral dependía únicamente del sacerdote, cuyas funciones han relegado la presencia efectiva del laico en la Iglesia. 

Aunque todos los bautizados tenemos una vocación sagrada, pareciera que ésta se identificara casi exclusivamente con la vocación sacerdotal o religiosa. Esto ha provocado una deformación del verdadero sentido de la Iglesia y una exageración de lo sacro, identificado con lo clerical. Se trata de una ecuación peligrosa: “todas las cosas que pertenecen a los curas y a las monjas son sagradas, y lo demás es lo profano”.

Este mundo clerical, durante mucho tiempo ha hecho de la Iglesia un espacio cerrado, construyendo así dos líneas paralelas desconectadas: 
  • por un lado, la sacral-clerical, identificada con lo que está dentro de la Iglesia, 
  • y por otro lado, la profana, que cada vez más se ha identificado con lo que está fuera de la Iglesia.
Entonces, ¿dónde se daba el encuentro del laico con el sacerdote? En el culto, esencialmente, porque el otro mundo, el de lo económico, de lo político, de lo social, era profano. 

El laico o católico liberal, en lo social, político y económico no era cristiano, pero quizás con un poco de suerte, iba a misa.

Pero el mundo cambia, por supuesto, y la Iglesia toma conciencia clara de esta situación. Es un largo proceso de toma de conciencia por etapas más o menos parciales: León XIII abre la gran perspectiva de lo social para la Iglesia. Surgen ciertos movimientos que, poco a poco, van a ir formando la idea de una acción católica, que se va a institucionalizar con Pío XI.

Todo esto hace cambiar a la Iglesia el concepto del lacio. El laico empieza a contar, a tener peso específico. Porque la Iglesia se va dando cuenta que hay que abrirse al mundo y que hay dimensiones en el mundo que les están encomendadas a los laicos.

Es un cambio de frente, de perspectiva. No es posible seguir pensando que la Iglesia se hace en las sacristías, por lo que se hace necesario enviar al frente a los laicos.

El laico
Así, el laico comienza a participar del apostolado jerárquico de la Iglesia, es institucionalizado dentro de la Iglesia y se le confía la misión de evangelizar el mundo, participando de la misión que Cristo dejó encomendada a los apóstoles. Esta es la misión del laico en la Iglesia a partir de Pío XI, Pío XII, Juan XXIII.
Pero es fundamentalmente, el Concilio Vaticano II (1962-1965) quien recoge dos grandes líneas de actuación en el futuro: interpretar el mundo e interpretar a la Iglesia para solventar esta contradicción entre lo sacro y lo profano. La Iglesia (dogma, moral y culto) que no cambia, se conforma a las características de este mundo que cambia. 

El Concilio, en su documento "Apostolicam actuositatem" restituye al laico, al seglar, a su lugar imprescindible en la actividad de la Iglesia Católica: el laico es objeto, protagonista y responsable de la evangelización. Y establece sus dos dimensiones:
  • Dimensión sagrada: “Los laicos son los que por el bautismo se incorporan a Cristo, se constituyen en pueblo de Dios, participan a su manera de la función sacerdotal, profética y real de Cristo, ejercen la misión de todo el pueblo cristiano en la Iglesia y en el mundo”. 
¿Qué derechos y obligaciones tiene? El laico tiene en la Iglesia, el derecho a recibir la palabra de Dios y los sacramentos y la obligación de manifestar su parecer, de obedecer y de orar.

Se incorpora al misterio de Cristo como sacerdote, rey y profeta, participando del culto y siendo protagonista de la evangelización.
  • Dimensión secular: “Le corresponde por propia vocación buscar el reino de Dios, tratando y ordenando, según Dios, los asuntos temporales”
¿Y de qué modo va a ordenar los asuntos temporales? ¿Cómo va a proceder en lo económico, lo cultural, lo político? 
  • Primero, con el testimonio de vida, fe, esperanza y caridad
  • Segundo, con el propósito de transformar el mundo“Iluminando y organizando todos los asuntos temporales para que se realicen continuamente según el espíritu de Cristo y la gloria de Dios”. No es un problema circunstancial. dice: “Continuamente”. Construir la sociedad de un modo continuo, habitual, y cambiar la sociedad. 
"El laico tiene el deber y derecho de participar en la edificación de la Iglesia y del mundo, y de opinar con caridad, con obediencia, con veracidad, con fortaleza, con prudencia, especialmente a través de las instituciones". 
Así pues, el laico no puede descuidar sus obligaciones religiosas y viceversa, debe realizar la síntesis de ambas a imitación de Cristo. Se hace imprescindible además, que en su relación con el mundo adquiera verdadera competencia en los campos y disciplinas seculares, colaborando con los que tienen idénticos fines y cumpliendo su misión con la luz de la sabiduría cristiana y la observancia atenta de la doctrina y el Magisterio de la Iglesia.

Pueden darse hechos donde se postulen soluciones divergentes, en esos casos, el Concilio aconseja a los laicos a no reivindicar en favor de uno la autoridad de la Iglesia y que procuren ver la luz con el diálogo sincero, buscando la mutua caridad y el bien común.

Así, definida la posición del laico en el mundo, se hace imperativo que tenga activa participación en la vida política, social y económica, así como en los medios de comunicación social.“Le es propio” dice el Concilio, "ejercitar el carácter secular" en dos ámbitos: la Iglesia, buscando el reino de Dios y el mundo, estando presente, tratando y ordenando los asuntos temporales por propia vocación y por propio llamado de Dios.

Aún así, algunos sacerdotes no respetan la opinión de los laicos y algunos laicos son de un servilismo inaguantable o lo que es peor, tampoco respetan la opinión de los curas. Es generalizar mucho, pero ocurre.

Todos tenemos que hacer un esfuerzo en esto, pero es clara la llamada que da el Concilio: “con caridad, con obediencia, con veracidad, con fortaleza, con prudencia y especialmente a través de las instituciones”, porque no es cuestión que cada uno por su cuenta empiece a querer reformar la Iglesia.
Dios nos ha encargado (a sacerdotes y laicos) construir su Iglesia para respetarnos, escucharnos y cuidarnos mutuamente, considerando la “iniciativa propia en el ámbito eclesiástico”. Somos (o deberíamos ser) personas adultas, cristianos maduros y uno de los graves vicios de los sacerdotes y laicos es la puerilidad. No podemos ser pueriles…Ni un laico puede pretender ser siempre un bebe espiritual ni un sacerdote, tratar al laico como a un bebé. Dios nos llama a madurar espiritualmente. Unos y otros. Todos.

El sacerdote
En cambio, el sacerdote es el que recibe el Orden Sagrado y está ordenado, principal y directamente al sagrado ministerio.

El laico debe pedir al sacerdote que le de la palabra de Dios y los sacramentos, y el sacerdote al laico que ordene los asuntos temporales.
"Principal y directamente" no quiere decir que la distinción sea exclusiva y excluyente. Sin embargo, muchas veces descubrimos que se desvirtúan estas vocaciones de dos modos: en el laico beatón, esta suerte de mitad cura y mitad laico, una especie de individuo intermedio, indefinido. Y el cura secularizado, que desvirtúa su misión específicamente sacral.

Esta es una gran tentación para el sacerdote de hoy. Porque los sacerdotes tienen el convencimiento de que saben de todo. Y es falso. Su formación es una formación limitada a lo específico. Han sido formados fundamentalmente para conocer la doctrina de la Iglesia.

Es cierto que siempre han existido sacerdotes que se han dedicado (se les ha permitido), con una vocación personal, a una ciencia profana. Pero no es lo común, ni lo habitual.

Muchas veces el desajuste de esto proviene en que los laicos brillan por su ausencia en los lugares donde tienen que estar dando testimonio, y el sacerdote se ve angustiado por una necesidad pastoral, que se le hace imposible cumplir.

El sacerdote debe reconocer y promover la dignidad y la responsabilidad de los laicos en la Iglesia, usando gustoso sus prudentes consejos; encargándoles con confianza, tareas al servicio de la Iglesia; dejándoles libertad y espacio para actuar y animándoles a que asuman tareas propias. En todos los casos, deben mutuamente tener un trato familiar.
En el “Decreto sobre el ministerio de los Obispos” el Concilio resalta el hecho de que la edificación del Cuerpo Místico de Cristo ha sido encomendada a todos y por lo tanto, los sacerdotes deben presidir la comunidad cristiana aunando sus esfuerzos con los laicos reconociendo de esta manera, la dignidad que les corresponde en la misión de la Iglesia.

Deben promoverlos honrando la libertad que les compete y para ello se hace indispensable que consideren sus deseos, escuchen sus opiniones de buen grado y reconozcan su capacidad y experiencia en las cosas humanas.

De todos modos, el laico debe crecer en las cosas de Dios y por eso se recomienda a los sacerdotes que fomenten los distintos carismas que reciben, especialmente aquellos que son atraídos a una vida espiritual más elevada; con todos deben buscar la unidad de la caridad y, como celosos custodios de la doctrina, cuidar que los laicos no sean llevados de “acá” para “allá” por todo “viento de doctrina”.

A los laicos se les pide que amen y ayuden por la oración y las obras a sus sacerdotes, pero si bien deben esperar de ellos orientación e impulso espiritual, no deben esperar ni exigir que sus sacerdotes estén siempre en condiciones de darles inmediata y concreta solución a todas las cuestiones y problemas.

El laico por su bautismo recibe una misión cultual y apostólica, de aquí que el Concilio le pida activa participación en la liturgia y amplia y generosa cooperación en las obras misioneras de la Iglesia.

Por último, en el gobierno y conducción de la Iglesia se hace necesario escuchar a laicos eminentes porque “sin laicos no hay verdadera Iglesia”.

Escasez de vocaciones
Es un hecho, no una opinión: cada vez hay (y habrá menos) sacerdotes. Porque los laicos han dejado de evangelizar en casa. La mayoría de los niños no viven la fe en casa, y algunos ni siquiera saben santiguarse o rezar. Sin "fe en casa" es muy complicado que surjan vocaciones. Consecuencia: Los seminarios están diezmados y apenas ordenan nuevos curas.
Incluso, podríamos llegar a pensar que el Señor está quitando la gracia de la vocación sacerdotal, quizás porque los cristianos no hemos valorado lo que significa el sacerdote.

Les hemos marginado, no les hemos ayudado, les hemos criticado y atacado. Hay realmente una escasez de sacerdotes. ¡No hay sacerdotes! La ausencia de vocaciones quizás sea motivada por el precio tan alto que tienen que pagar y no compense.

Pero por otro lado, va creciendo la vocación de laicos dispuestos a consagrarse a las obras de la Iglesia, no como curas sino como laicos. O sea, que Dios, en su plan perfecto, también nos regala una especie de compensación.

Es por eso que es preciso, una toma de conciencia profunda del laicado:
  • Los laicos tenemos que empezar a ser nosotros, y construir una espiritualidad laica, y construir una presencia de Iglesia laica y no limitarse a la figura del "católico liberal".
  • Los sacerdotes tienen que volver a ser ellosdedicarse a lo específicamente suyo: Sacramentos y Enseñanza de la Palabra. Porque ellos, igual que los laicos, pueden hacer un montón de cosas, pero hay algo que les distingue: el laico no puede absolver, el sacerdote, sí; el laico no puede celebrar misa, y el sacerdote, sí. 

jueves, 18 de agosto de 2016

CASA CRISTO REY: UN OASIS DE PAZ PARA EL ENCUENTRO CON DIOS



Here is the house                                                          Aquí esta la casa 
Where it all happened                                                    Donde todo ocurrió
                 Those tender moments                                       Esos tiernos momentos               
Under this roof                                                                   Bajo ese techo
Body and soul come together                                              Cuerpo y alma se unen
              As we come closer together                         A medida que nos acercamos uno al otro
And as it happens                                                                 Y tal y como sucede
It happens here                                                                      Sucede aquí 
In this house                                                                       en esta casa

And I feel your warmth                                                        Y siento tu afecto
            And it feels like home                                                    Y me siento como en casa
And there's someone                                                            Y hay alguien
Calling on the telephone                                          Llamándome por teléfono
Let's stay home                                                               Quedémonos en casa
It's cold outside                                                                     Hace frío afuera
And I have so much                                                              Y tengo mucho
To confide to you                                                                      Que confesarte
With or without words                                                       Con o sin palabras
I'll confide everything                                              Voy a confesártelo todo

          So we stay at home                                                 Así que quedémonos en casa
And I'm by your side                                                           Y estaré a tu lado
And you know                                                                          Y sabrás
What's going on inside                                                    lo que pasa dentro
        Inside my heart                                                            dentro de mi corazón
    Inside this house                                                            dentro de esta casa
And I just want to                                                                   Y solo quiero
    Let it out for you                                                          Dejarlo salir para ti

And I feel your warmth                                                        Y siento tu afecto
            And it feels like home                                                    Y me siento como en casa
And I feel your warmth                                                        Y siento tu afecto
            And it feels like home                                                    Y me siento como en casa

Here is the house                                                          Aquí esta la casa 
Where it all happened                                                    Donde todo ocurrió
         Those tender moments                                                    Esos tiernos momentos               
Under this roof                                                                   Bajo ese techo
Body and soul come together                                              Cuerpo y alma se unen
              As we come closer together                         A medida que nos acercamos el uno al otro

"Here is the House" 
Depeche Mode


"Here is the House" es una de mis canciones favoritas del grupo inglés Depeche Mode,  publicada en 1986. La canción juega con un concepto filosófico que cuestiona si le pedimos (a Jesucristo) compañía o sólo presencia, y si existe remedio alguno para la tribulación, la soledad y la incomunicación. 

Y es que el Señor nos contesta afirmativamente: "Yo soy el Camino, la Verdad  y la Vida. Nadie va al Padre sino por mí. Si me conocéis a mí, conoceréis también a mi Padre; desde ahora lo conocéis y lo habéis visto". (Juan 14, 6-7).

"Esos tiernos momentos"

El planteamiento lírico que personalmente hago de la canción es acerca de mi experiencia y mi encuentro con Cristo, "en esa casa", "en Cristo Rey" durante mi retiro de Emaús, como caminante, en noviembre de 2015. 

Mi experiencia parte de “un ponerme en camino”, un camino evangelizador que comencé con las cenas Alpha y que me llevó, casi sin quererlo, a los retiros de Emaús. 

Y como toda “búsqueda” implica movimiento, ir hacia, salir de uno mismo, eso es lo que hice. Pero no hice el camino solo, sino en “comunidad”. Mi compromiso siempre es personal pero el mejor discernimiento es comunitario. 

Entonces, Jesús, como en el relato de Lucas, se hizo el encontradizo conmigo. El Señor salió a mi encuentro. Parece que me estaba esperando sin estridencias, sin alardes. Como un compañero más en la marcha. Y me preguntó. Se interesó por mis preocupaciones y dudas. 

Aunque Él lo sabía perfectamente, esperó a que se lo contara yo. Me dejó hablar, o más bien, me dejó quejarme. Y allí, en Cristo Rey, vacié mi corazón. No entendía ni comprendía por qué las cosas no habían salido como yo esperaba. Eran mis “planes” y tardé, como los discípulos de Emaús, en entender que los “planes” de Dios, frecuentemente, son otros. 

Esta es la casa donde aprendí a escuchar directamente a Jesús. ¡Directamente!, como los de Emaús. 

Durante "aquellos tiernos momentos", aprendí a experimentarlo a través de un gozo que no puede contarse con palabras en el oratorio del Espíritu Santo, delante del Santísimo, donde nunca antes había estado, le encontré: ¡Dejé actuar al Espíritu Santo!

Ahora sé donde buscarle. 

El camino se hace, a menudo, duro, complejo, agotador. Y uno se cansa y la noche, lo oscuro, parece abrumarnos. Nos da miedo seguir. Entonces hay que ser decididos, como los discípulos de Emaús e invitar al Señor a quedarse con nosotros. Es el momento de saber acoger. Saberle decir al Señor, con confianza, que se quede a nuestro lado porque nos empiezan a fallar las fuerzas, o porque sentimos miedo. Miedo de la noche, de la oscuridad, de lo desconocido, de lo que aún nos queda por caminar.

Y cuando se lo pedimos, cuando le abrimos la puerta al Señor, Él siempre entra para cenar con nosotros. Y en esa cena, al partir juntos el pan, al “com-partir”, “re-conoces” al Señor. 

Es un segundo estado en la experiencia de Dios. Se trata primero de Ver. Responder como Job a la pregunta: ¿Dónde está Dios? Buscarle en nuestro interior para re-conocerle como Tomás, metiendo nuestros dedos en sus llagas y darse cuenta de que muchas veces no sabemos interpretar o tenemos la suficiente sensibilidad para detectar esa “presencia” transformadora. 

“No ardía nuestro corazón cuando nos hablaba en el camino”. De eso se trata, de descubrir como experiencia ese corazón ardiendo por la Palabra.

Y entonces, con prisas, de inmediato, ya sin miedo a la noche, el domingo salí para volver a Jerusalen, para contar su experiencia. Y me encontré con los demás, con los que habían vivido una experiencia similar a la suya para gritar al mundo, todos juntos que el Señor, que ¡Jesucristo ha resucitado!

En esa casa, "Donde todo ocurrió. Esos tiernos momentos, bajo ese techo, cuerpo y alma se unen, a medida que nos acercamos uno al otro", allí Jesús se me acercó. 

Vino a mí porque le pedí con confianza que se quedara conmigo, cuando anochecía en mi vida, cuando las dudas me asaltaron.

En Cristo Rey, "estoy como en casa, Él está a mi lado y sé lo que pasa dentro de mi corazón, dentro de esta casa". "Here is the House", aquí está la casa, la casa de Dios.

"Here is the House"

Aunque los Cooperadores Parroquiales de Cristo Rey se encontraban establecidos en Pozuelo de Alarcón desde el año 1946, en 1992, se trasladan a una nueva residencia, un hermoso complejo de edificios, la Casa Cristo Rey. 

Entrando, el vestíbulo de recepción da acceso directamente a:

- la Casa de Ejercicios propiamente dicha.

- la Iglesia o capilla mayor, con capacidad para unas 160 personas, situada a la derecha

- la residencia de Padres y Hermanos. 




La casa de Ejercicios cuenta con 80 habitaciones dobles, dotadas de lavabo, WC y ducha, distribuidas en cuatro pabellones de dos plantas, con un sector de 10 habitaciones cada planta. 

Los cuatro pabellones están separados entre sí por otros tantos patios, en los que una fuente románica y una hilera de hermosos cipreses crean un ambiente recogido cuasi monástico. 

Al fondo de cada uno de estos pabellones la escalera de emergencia está colocada al interior de una torre de ladrillo visto –como todo el edificio-.

Las cuatro torres quedan unidas por un arco, de forma que el conjunto, desde el jardín exterior recuerda un poco la muralla de Ávila. 

Desde el interior se accede a esos pabellones por un pasillo, a la derecha del cual se encuentran una amplia sala de estar, otra gran sala de conferencias divisible en dos o tres, según conveniencias, otra pequeña sala de estar y el oratorio "Espíritu Santo" para unas treinta personas. 

En el piso superior, además de los sectores de habitaciones, se encuentran diversas salas de reuniones y otro oratorio para unas 20 personas. Tres terrazas pequeñas ofrecen una magnífica vista de Pozuelo y Madrid.

De este cuerpo de edificio se pasa después a los comedores, uno con capacidad para 200 personas y otro reducido para unos 25 comensales. 

A continuación, se encuentra la zona de servicios: cocina con office y tren de lavado por un lado, y almacén y cámaras frigorífica y de congelación por otro, así como lavadero y sala plancha; todo ello junto al muelle de descarga. 

Y a continuación se encuentra la residencia de las Hermanas Cooperatrices, llamada Betania.

La edificación está situada en el centro de un parque de 65.000 m2, con al menos seis ambientes diversos de arbolado y jardinería. 

Todo ha sido pensado para favorecer ante todo un encuentro con Dios y después también con los hermanos. 

Con razón se ha dicho que la Casa Cristo Rey es “Un oasis de paz para el encuentro con Dios.”