¿QUIÉN ES JESÚS?

La vida de Jesús siempre ha suscitado preguntas a lo largo de los últimos dos mil años.

¿Cómo pudo un carpintero que fue ejecutado por los romanos convertirse en el hombre más famoso de la historia?
¿Fue Jesús alguien verdaderamente real?
¿Cómo puede Dios ser un hombre al mismo tiempo?
¿De qué manera podría esto tener algún sentido para mi vida?

Estas son algunas pero queremos que nos cuentes las tuyas.
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martes, 21 de agosto de 2018

MALOS PASTORES QUE DISPERSAN OVEJAS

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"¡Ay de los pastores de Israel que se apacientan a sí mismos! 
¿No es el rebaño al que deben apacentar los pastores?
"Y ahora andan dispersas, por falta de pastor, 
presa de todas las fieras del campo; 
andan dispersas mis ovejas; 
errantes por todos los montes, por todos los collados; 
dispersas mis ovejas por todo el país, 
sin que las busque nadie ni las cuide." 
Yo mismo buscaré a mis ovejas y las reuniré
"Buscaré la oveja perdida y haré volver a la descarriada; 
vendaré a la herida, 
fortaleceré a la flaca, 
cuidaré de la gorda y robusta; 
las apacentaré como es justo." 
(Ezequiel 34, 2-16)

La Palabra de Dios nos da una imagen perfecta del Buen Pastor que es nuestro Señor Jesucristo en boca del apóstol Juan: "Él mismo apacienta a sus ovejas con amor, fidelidad, justicia y misericordia. Le conocen las ovejas, oyen su voz y las ovejas lo siguen; no hacen caso a los extraños porque no conocen su voz" (Juan 10, 1-6).

"Conocer", en lenguaje bíblico, es mucho más profundo que en nuestra lengua vernácula. Es el conocimiento del amor, de la intimidad, de la familiaridad, de la entrega total por el amado (Juan 10, 10-15).

Estas palabras nos evocan el bello Salmo 23: "El Señor es mi Pastor, nada me falta. Me hace recostar en verdes pastos y me lleva a frescas aguas. Recrea mi alma, me guía por senderos seguros por el amor de su nombre. Aunque camine por cañadas tenebrosas, no temo mal alguno, porque Tú estás conmigo. Tu vara y tu cayado son mis consuelos". ¡Qué delicia y qué seguridad ser apacentados por un Pastor así!

En cuanto al cuidado del rebaño, el profeta Ezequiel, a lo largo de todo el capítulo 34, alza su voz contra los malos pastores y recrimina las extraviadas conductas de los responsables del rebaño, (o sea, los falsos guías del pueblo, los falsos sacerdotes) que ejercen negligentemente sus responsabilidades, que se apacientan solamente a sí mismos, lo cual lleva a que Dios decida ocuparse personalmente de su rebaño. 

Imagen relacionadaSer pastor implica una gran responsabilidad. Debe buscar los mejores pastos, evitar los peligros, los caminos difíciles, los animales salvajes y hasta a los bandoleros. A veces, incluso debe dormir a la intemperie. Debe cuidar y curar a las ovejas, acostumbradas a rutinas y seguridades. El pastor pone y llama por su nombre a cada oveja. Debe estar muy atento a amar con todo su corazón a aquellas ovejas que el Dueño del rebaño le ha confiado. Debe mostrar una delicadeza exquisita a la hora de tomar opciones, de decidir caminos.

Por eso, las ovejas reconocen la voz de su pastor, su silbido; se sienten seguras, protegidas y cuidadas"pero el asalariado, que no es pastor, a quien no pertenecen las ovejas, ve venir al lobo, abandona las ovejas y huye, y el lobo hace presa en ellas y las dispersa" (Juan 10, 12).

¿Qué tipos de ovejas existen?

El profeta Ezequiel nos presenta 8 clases de ovejas mal cuidadas y dispersas por culpa de los malos pastores en los versículos 1-20:
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La oveja débil. 
Es una oveja anémica porque está mal apacentada. Los pastores explotadores, en lugar de ocuparse de alimentar a las ovejas, se apacientan a ellos mismos, preocupándose por su bienestar espiritual y no por el de las ovejas.

La oveja enferma. Es una oveja de salud deteriorada por causa de un pastor negligente que no le provee el alimento a tiempo, que no la da bebida, y que tampoco le cura las heridas.
La oveja coja. Es una oveja con una pierna rota por causa del pastor, que se la rompe para que se mantenga a su lado, a merced de su voluntad.
La oveja descarriada. Es una oveja se encuentra fuera del camino porque el pastor no la dirige. Se encuentra en peligro y a merced de cualquier depredador (lobos).
La oveja perdida. Es una oveja olvidada. El mal pastor está interesado solamente en él. Su pérdida no le quita ni el sueño ni el apetito.
La oveja engordada. Es otra oveja descuidada por el pastor. Las ovejas son de respiración corta y si están obesas, eso puede causarle daños al corazón y a su presión arterial.
La oveja fuerte.Es una oveja robusta, una oveja con mal humor, o con tendencias de producir disputas en el redil, y que el pastor no controla. Tiende a dispersar a las demás.
La oveja flaca. Es una oveja mal nutrida por un pastor negligente, que no procura que las otras ovejas le permitan comer también.

¿Qué hacen los malos pastores?

El profeta Ezequiel acusa el mal actuar de los pastores. La primera parte habla de lo que buscan y la segunda lo que descuidan.
"Vosotros os tomáis la leche y os vestís con la lana; matáis las ovejas cebadas, pero no apacentáis el rebaño. No habéis fortalecido a las débiles ni habéis curado a las enfermas; no habéis vendado a las heridas, no habéis hecho volver a las descarriadas ni buscado a las perdidas, sino que las habéis conducido con crueldad y violencia." (Ezequiel 34, 3-5). 

Lo que buscan los malos pastores:

Beben su leche 
Los pastores que se beben la leche de las ovejas se aprovechan del fruto de éstas. Es cierto que los pastores deben satisfacer sus necesidades pero nunca a consta de la debilidad de las ovejas.  Los malos pastores buscan su comodidad y su beneficio.

Visten su lana
Vestirse con su lana significa que sólo buscan honor y alabanza. La lana simboliza también el Espíritu Santo de los cristianos. Y los malos pastores se aprovechan de éste para ellos y se lo roban a las ovejas. Los malos pastores buscan su propio prestigio y descuidan el de las ovejas. Pero sobre todo, descuidan el honor del dueño del rebaño.

Lo que descuidan los malos pastores:

Matan a las ovejas cebadas 
Las ovejas cebadas, sanas y fuertes son las que se nutren del buen alimento (la Verdad) y usan bien de los pastos (los dones del Señor). A los malos pastores no les basta con no preocuparse de las enfermas, débiles, descarriadas y perdidas. Matan también a estas ovejas fuertes y robustas, dándoles mal ejemplo, negándoles el buen alimento o adulterándolo. ¡Cuántas veces, aún sin darse cuenta, algunos cristianos son causa, por su mal ejemplo, de la muerte de ovejas buenas! 
No fortalecen a las débiles 
Las débiles son las ovejas cuya espiritualidad necesita guía. Son aquellas que necesitan, especialmente, cuidado pastoral. Los malos pastores no las fortalecen ni confortan sus corazones. Las mantienen débiles frente a las tentaciones, no las previenen de los peligros sino que las engañan con falsas esperanzas o falsas doctrinas.

No curan a las enfermas 
Están enfermas y sin fuerzas para obrar pero los malos pastores no curan sus heridas, no les proporcionan la medicina que necesitan de Dios para sanar. Quizás las confiesen pero jamás las corrigen, ni las exhortan a salir de su enfermedad. Tampoco las enseñan la Verdad sino que las mantienen continuamente en la mentira, en la ofensa, en el agravio, en la pena del pecado.

No vendan a las heridas 
Prometen y aseguran misericordia pero no las consuelan, no las calman, no las tranquilizan ni las alientan y jamás las animan. 
No quieren utilizar vendas para cortar la hemorragia ni para protegerlas de las infecciones que puedan producirse en la lesión. No "entablillan" las fracturas ni las protegen con escayola para corregir deformidades.

No buscan a las descarriadas y extraviadas 
Las ovejas descarriadas y extraviadas están a merced del lobo. Todo a su alrededor se convierte en peligro. Los malos pastores, por comodidad, no salen a buscar a las ovejas en peligro. No se preocupan por ellas en absoluto porque ellos están al calor de la hoguera, en su zona de confort. No se arriesgan un "ápice" ni "mueven "un dedo" por ellas.

¿Qué hace el Buen Pastor?

El buen pastor me alimenta, me fortalece, me cura, me venda y me busca, dejando al resto del rebaño. sale a mi encuentro y me salva del lobo.

Pero también yo tengo que esforzarme por ser una oveja buena de este buen Pastor. Debo dejarme, pues, apacentar y conquistar por Él, siendo dócil en el cumplimiento amoroso de su voluntad.

Si yo no me rindo, Él no descansará hasta encontrarme para llevarme sobre sus hombros, con la alegría de haber hallado a su oveja perdida.

Imagen relacionadaMi Padre misericordioso está allí, buscándome en el horizonte (como en la parábola del hijo pródigo) y esperando mi vuelta después de haberme descarriado. Vuelvo, pues, y cuando todavía estoy lejos, corre y se abalanza sobre mi cuello, y me estrecha con su abrazo afable, ahora que estoy arrepentido…  Y si alguno de los que se creen inquebrantables me acusa de algo por envidia, el buen Pastor me defenderá diciendo: ¡Había que celebrarlo y alegrarse, porque este hijo mío estaba muerto y ha resucitado; estaba perdido y ha sido encontrado.! 

Por desgracia, hoy también, encontramos a algunos sacerdotes que se aman a si mismos y se han olvidado del rebaño. Usan los recursos del pueblo para su conveniencia y nada más...viven de apariencia y están cegados. Ven ( o no) su error pero no se ocupan de las ovejas. Y con su error, extravían y matan a las ovejas.

Es entonce
s cuando Dios actúa directamente y nos conduce a buscar fieles pastores que le sirvan a Él y a su rebaño. Buenos pastores que siempre tendrán tiempo para escucharnos, cuidarnos y curarnos cuando les busquemos y necesitemos ayuda. Es así como Dios nos cuida, nos reúne y nos ofrece un buen pastor que da su vida por sus ovejas.

La motivación (visión) de un buen pastor es ver vidas restauradas, sanadas y ver el cumplimiento del propósito de Dios en sus vidas. 

La finalidad (misión) de un buen pastor es llevar almas a Dios, guiarlas y enseñarlas a vivir en santidad, obediencia y fidelidad a Dios. 

viernes, 10 de marzo de 2017

LOS SACERDOTES SON...

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"Cuidad de vosotros y de todo el rebaño 
del que el Espíritu Santo os ha constituido como guardianes 
para apacentar la Iglesia de Dios, 
que ha adquirido con su propia sangre...
 se introducirán entre vosotros lobos crueles, 
que no perdonarán al rebaño;
 y que de entre vosotros mismos surgirán hombres 
que enseñarán doctrinas perversas 
con el fin de arrastrar a los discípulos en pos de sí. 
Por lo cual, estad alerta..."
(Hechos 20,28-31)

La Palabra de Dios nos enseña claramente el papel de los sacerdotes como pastores de su Iglesia: deben cuidar de ellos mismos y también de su rebaño; deben guardar, apacentar y estar alerta de los lobos, que se tratarán de introducirse en la comunidad.

Los sacerdotes son: 

Llamados por Dios

Los sacerdotes no son voluntarios ni son contratados: son llamados por Dios. Llamados a un trabajo arduo para toda la vida, lleno de sacrificio y a merced de múltiples demandas y expectativas.

"Pedid al dueño de la mies que mande obreros a su mies" (Mateo 9,38).

"Pero levántate y ponte en pie; que me he aparecido a ti para hacerte ministro y testigo de lo que has visto de mí y de lo que te voy a mostrar. "(Hechos 26,16).

"Mientras celebraban el culto del Señor y ayunaban, el Espíritu Santo dijo: "Separadme a Bernabé y a Saulo para la obra a la que los he llamado" (Hechos 13, 2).

Supervisores que vigilan

"Cuidad de vosotros y de todo el rebaño del que el Espíritu Santo os ha constituido como guardianes." (Hechos 20,28). 

La palabra griega utilizada en el libro de los Hechos para "guardianes" es episkopos (Epi = sobre; Skopos = ver. Es el equivalente de "supervisores" (Supra = más, Visión = ver).

"El asalariado, que no es el pastor ni el propietario de las ovejas, viendo venir al lobo, deja las ovejas y huye, y el lobo ataca y las dispersa, porque es un asalariado y no le importan las ovejas." (Juan 10, 12-13).

Los pastores de la Iglesia son supervisores, no trabajadores asalariados. Deben vigilar, ver más allá y no huir, o mirar para otro lado como si no le importaran sus feligreses. Tienen que salir en su defensa ante los lobos.

Responsables ante Dios 

"Obedeced a vuestros jefes y sedles sumisos, porque ellos cuidan de vuestras vidas, de las cuales deberán dar cuenta, para que lo hagan con alegría y no con lágrimas, lo que no os beneficiaría nada."(Hebreos 13,17).

Este versículo del libro de Hechos es un tanto duro, tanto para los feligreses como para los sacerdotes. A los primeros, les insta a someterse a sus líderes, mientras que advierte a los segundos que rendirán cuenta ante Dios. 

Esta es una de las razones por las que los sacerdotes son llamados a ser supervisores por Dios. Nadie en su sano juicio se ofrecería voluntario para tal rendición de cuentas.

Dejemos que el sacerdote sea consciente de ello y ore diariamente por su rebaño y que busque cumplir la voluntad de Dios. Es su responsabilidad

Servidores generosos

Los sacerdotes guían al pueblo de Dios sirviendo, no siendo servidos ni tampoco actuando como dictadores.

Jesús dijo: "¿quién es más grande, el que se sienta a la mesa o el que sirve? ¿No es el que se sienta a la mesa? Pues bien, yo estoy en medio de vosotros como el que sirve." (Lucas 22,27).

En el versículo 26 dice: "
Entre vosotros no ha de ser así, sino que el mayor entre vosotros será como el más joven, y el que mande como el que sirve."

"Apacentad el rebaño que Dios os ha confiado y cuidad de él no a la fuerza, sino de buena gana, como Dios quiere; no por una vil ganancia, sino con generosidad; no como dictadores, sino como modelos para el rebaño."(1 Pedro 5, 2-3).

De la misma manera que la Escritura enseña que una esposa debe someterse a su esposo, pero él mismo debe servirla y "darse por ella" (Efesios 5, 22-29) en lugar de dominarla, nos enseña que los presbíteros son supervisores de la comunidad, y ésta debe someterse a ellos, pero ellos mismos deben servir al pueblo, no como si fueran sus amos.

El esposo o el sacerdote que juega el papel de "jefe" ("¡Dios me puso a cargo!") está pecando seriamente y está maltratando a aquellos a quienes debe servir.

Pablo dijo: "Porque no nos predicamos a nosotros mismos, sino a Jesucristo, el Señor; nosotros somos vuestros siervos por amor de Jesús."(2 Corintios 4, 5). El sacerdote no es enviado a proclamar su filosofía, sus opiniones o sus teorías. Él debe proclamar a Jesús. Es enviado para servir al pueblo del Señor, pero es "por el amor de Jesús". Eso significa que el sacerdote no recibe órdenes del pueblo de Dios sobre cómo servirle sino que recibe órdenes del Señor sobre cómo servir al pueblo de Dios.

viernes, 19 de agosto de 2016

¡ROMPAMOS UNA LANZA POR NUESTROS SACERDOTES!


Cada día, nuestros sacerdotes y obispos se enfrentan, dentro de la propia Iglesia, a multitud de situaciones, de "patatas calientes": celebran eucaristías, preparan homilías, administran sacramentos, asisten, escuchan y aconsejan al Pueblo de Dios y mil cosas más. A menudo, tienen la impresión de tener que estar disponibles 24 horas al día, 7 días a la semana.

¡Qué difícil es el sacerdocio! ¡Y qué vulnerable es su ministerio! En los momentos difíciles, siempre sienten que muchas de las personas de la parroquia realmente no les comprenden, posiblemente por el famoso dicho sobre "la soledad del líder". 

Ponen sus corazones, sus dones, sus sentimientos y sus intenciones, su vida para ayudar a la Iglesia, pero a menudo, sus esfuerzos se tornan inútiles o vacíos de sentido.

Esperan que su labor, inmensa y poco valorada, ayude a la gente a madurar, satisfaga sus necesidades, colabore al crecimiento de sus parroquias y, sobre todo, honre a Dios. 

Es posible que se equivoquen también, pues son humanos y pecadores, pero no es nuestra tarea juzgarlos sino quererlos y apoyarlos.

Pero, aún así, siempre hay alguien que no está de acuerdo o critica el desempeño de sus tareas. O sencillamente, no le gusta su forma de ser o de hacer las cosas. 

Entonces es cuando el sacerdote se pone a la defensiva o peor, se "quema". Y cuando eso sucede, todos pierden. El sacerdote se siente atacado y el creyente siente que no es escuchado. Nadie gana.

A continuación, enumero algunas consideraciones sobre su servicio que creo que debemos meditar, todos:

Temen ser irrelevantes

Los temores de un sacerdote no pasan por qué comer, qué vestir, dónde dormir o qué coche conducir. 



Su preocupación persistente es que todo aquello que hacen y dicen sea irrelevante en la vida de los demás. 

Es una realidad verdaderamente frustrante para ellos.

Si tu sacerdote ha influido realmente en tu vida alguna vez, de palabra u obra, por su ejemplo o amistad, sugiero que tomes algún tiempo esta semana para hacérselo saber. No te imaginas de cuanta ayuda será para él.

Son niños de mamá

He leído estudios que muestran que la dependencia de los sacerdotes respecto a sus madres es superior al 80 por ciento del total de ordenados.

Esto tiene muchas implicaciones, y explica por qué es más probable que un sacerdote tome un café con un amigo en lugar de ir de compras, vaya a ver una película en lugar de ver un partido de fútbol; lea un libro en lugar de jugar al mus. 

También define el por qué, a menudo, las mujeres de la parroquia les llaman mucho más la atención que los hombre, e incluso les corrigen, sobre todo, las de más edad.

Cuando estés con tu sacerdote, ten en cuenta que él se sentirá siempre más cómodo, con su madre que con su padre, hablando el idioma del cariño más que el de la disciplina, que optará más por la colaboración sobre la competencia, por el perdón sobre el castigo. Estas no son cosas que aprendió en el seminario, son cosas que aprendió en casa, con "mamá".

Nos ven desde el altar

Algunas personas "de los bancos" piensan que hay un espejo entre ellos y el púlpito, en el que ellos ven al sacerdote, pero el sacerdote no puede verlos a ellos.

Incorrecto. Nos ven bostezar, mirar nuestros relojes o nuestros teléfonos, susurrarle algo al oído a nuestra mujer. Incluso, nos ven dormir. Lo cual nos es reprochable. Probablemente, si estamos haciendo todo eso, es porque la homilía es aburrida o poco interesante.

Pero tengamos en cuenta que ellos nos ven, y que puede llegar a parecer que no estamos interesados en lo que nos dicen, no ya ellos, sino el mismo Dios. Esto también les produce desencanto y desilusión. 

No está de más que intentemos alimentar nuestro interés durante la misa y, así apoyarle y darle energía para su tarea. Y quizás, al acabar la misa, podamos acercarnos y charlar con él sobre aquello que nos inquietaba. 

En ocasiones, tirarían la toalla

Hacia afuera, parecen incansables pero de puertas adentro, la mayoría de los sacerdotes , si pudieran, dimitirían, tirarían la toalla.

Su trabajo es tan duro que las personas que nunca hemos ejercido el sacerdocio (ni pretendemos) no logramos llegar a entender. Es agotador. No sólo físicamente, sino también, emocionalmente. 

A veces, es lógico que se les pase por la cabeza, retirarse a un convento o dejar el sacerdocio. Humanamente no compensa. Es sólo por su compromiso y su "sí" a Dios, y por tanto, por su sentido de amor y servicio a los demás, que continúan "al pie del cañón". Seamos amable, sensibles y agradecidos por ello.

No pueden hacer cosas que nosotros hacemos

Imagino que a veces, les gustaría poder maldecir o desvariar, hacer alguna "locura" de vez en cuando o incluso enfadarse sin salir en los periódicos. Supongo que les gustaría poder expresar públicamente algunas de sus ideas o de sus convicciones fuera de la fe sin que la gente levantara las cejas. Pero no lo hacen. 

¿Queremos que sean humanos, pero no demasiado humanos? ¿Espirituales pero no demasiado elevados? ¿Cercanos pero no demasiado alocados? Ellos lo saben. Pero lo mejor que pueden hacer es dar un buen ejemplo, porque si no, su ministerio no tiene sentido. 

A veces desfallecen espiritualmente

Probablemente el secreto mejor guardado entre los sacerdotes es como, en ocasiones, muchos están espiritualmente vacíos, "secos".

Al igual que un trabajador de una fábrica de dulces es probable que ya no le haga tanta gracia el sabor del caramelo, a los sacerdotes, en ocasiones, los asuntos espirituales pueden parecerles que carecen de cierto sentido. No lo justifico,pero es humano.

El culto, los sacramentos, etc. son tareas que deben organizar y ejecutar. 

Para ellos, es trabajo, es "lío", son complicaciones. Y encima, lo que hacen no es para ellos. Es para nosotros. Y cuando están en sus horas libres, seguramente, la última cosa que quieren hacer es algo espiritual. Porque les recuerda al trabajo.

Leen la Biblia y otros tantos libros espirituales meditando ideas para las homilías. Rezan pensando en oraciones motivadoras. Atienden a las personas de la iglesia sin hablar de ser compensados. Y seguramente, preferirían descansar en una hamaca, montar en bici, hacer deporte o ver la televisión, o cualquier otra cosa.

No todos, no siempre. Algunos. A menudo.

Son pecadores, igual que nosotros

No se limitan a pensar y a hablar acerca del pecado. No sólo están tentados a pecar. Cometen pecados. Pecan, como tú y como yo.

Si alguna vez, has escuchado a un sacerdote en misa divagando sobre las tentaciones y el pecado, es posible que pienses: "¿Y el qué sabrá?". Pues sabe, porque peca. Y lo que está diciendo proviene de su propia vida, de su propia experiencia, no sólo de un libro.

Dios nos llama a ser misericordiosos. Seamos también misericordiosos con nuestros curas pecadores.

Están más solos "que la una"

Los sacerdotes a menudo tienen problemas de confianza. No tienen a nadie a quién contar en confianza sus penas y sus problemas salvo, lógicamente a su confesor, director espiritual y, por supuesto, a Dios.

Me refiero a que, muchas veces, se encuentran ante encrucijadas y decisiones... y están solos! 

Llega el final del día y nadie les espera en casa con una cena caliente, un beso y una ración de ánimo a la par que reconocimiento. 

No tienen a nadie en quien apoyarse, a quien pedir consejo, aunque sea sobre nimiedades. A nadie!

Así que cada vez que se relacionan con nosotros, incluso en un grupo de oración o en algún ambiente más íntimo, no exponen al 100% su confianza. No pueden permitirse ese lujo.

Es así. No tiene fácil solución, pero en nuestra mano está mostrar la comprensión y la compasión por ese hombre que nos ama y que nos sirve día a día, semana tras semana, año tras año. 

Mostrar aprecio y consideración por ese "hombre de negro" que nos orienta, que escucha nuestras confesiones (una tras otra, miles, todos los días, sin desfallecer...), y sin embargo, a menudo, no tiene a dónde ir para conseguir la misma curación y similar alivio .

Su servicio es un trabajo duro

A veces se dice como una broma, a veces se dice con maldad, que los curas "sólo trabajan una hora a la semana", los domingos; que su trabajo es muy cómodo y sin estrés. 

Absolutamente falso. La mejor manera que se me ocurre para explicar por qué su ministerio es tan difícil, es compararlo con el padre de un niño pequeño. Desde el exterior, podría no parecer una gran cantidad de "trabajo", pero desde el interior, ser padre de un bebé es lo más agotador del mundo.

No se trata sólo de la cantidad de cosas que hacen, es el desgaste emocional al que están continuamente expuestos. Y no son "súper-hombres"

Es agotador estar durante todo el día, todos los días, encargado de todas las tareas, pendiente de todas las personas, de todos los programa, de todas las actividades parroquiales y no sentirse nunca realmente liberados.

Debe ser una sensación de frustración "estar nadando continuamente en una pecera, sin llegar a ningún destino, con cientos de ojos observándoles a todas horas y en realidad, nunca saber lo que los demás están pensando de ellos (a menos que se quejen, cosa que algunos hacen con regularidad)".

Debe ser una sensación de vacío aunque finjan sentirse llenos. Porque la iglesia siempre espera de...y el sacerdote se expone ante cientos de personas, varias veces a la semana, para ser evaluado, y con frecuencia no obtener retro-alimentación excepto tal vez, alguna "crítica constructiva". Y después de años de esto, mirar a la gente de la parroquia y comprobar poco o ningún cambio. 

Son más sensibles de lo que pensamos

Los curas de algunas parroquias tienen siempre una o varias personas en sus filas que les envían mensajes  o les abordan en cualquier ocasión para quejarse de cosas o de alguien.

Aunque, por supuesto, siempre hay un puñado de ángeles que les abrazan, les apoyan, les dan cariño y les alientan.

Pero mira por dónde, las personas que se quejan son específicas y persistentes, aunque duras, son las voces que los mantienen en vilo, aun sintiéndose mal con ellos mismos, preguntándose si será cierto o no, y a veces, considerando esas quejas.

La mayoría de nuestros sacerdotes tienen la piel mucho más delicada, son mas sensibles de lo que nosotros pensamos. Y, desde mi punto de vista, tiene que ver con el punto anteriormente expuestos: son "hijos de mamá". 

Ellos "tienen que ser abiertos y sensibles hacia nosotros, porque estamos a su cuidado. Nosotros, no necesariamente". Esto es un gran error en la Iglesia.

Si tenemos que criticar a nuestros sacerdotes de algo, por favor, seamos conscientes de que también tienen corazón y sufren. Pisemos con cuidado, con mucho amor y aprecio por su vulnerabilidad. Nadie está por encima en la corrección fraterna pero hagamos un esfuerzo extra para envolverlo con tanto cuidado como nos sea posible.

Se preocupan de nosotros más de lo que imaginamos

Basta con ser miembro de un consejo parroquial para comprobar el grado de preocupación que tienen los sacerdotes por nosotros, los fieles. 

Basta reunirse con ellos para cerciorarse de lo mucho que sus corazones se rompen por nosotros, la cantidad de tiempo y energía emocional que dedican a querer ayudarnos.

Este es su gran punto de santidad y caridad de su sacerdocio, porque pueden tener todas las razones y excusas para despreocuparse por los demás, para no atenderles al teléfono, incluso para tener un cierto grado de resentimiento. Y, sin embargo, a pesar de todo, al final de cada día, todavía se preocupan, a veces hasta el punto de derramar lágrimas. Es posible que no tengamos ni idea de cuánto.



domingo, 3 de julio de 2016

EL SACERDOTE PERFECTO. ¿EXISTE?


Cualquier cristiano que se precie quiere encontrar un sacerdote ideal, que cumpla unas serie de requisitos que, sin duda, no están al alcance de cualquiera. El sacerdote perfecto es aquel que:

- Da una homilía enriquecedora y cercana en 12 minutos.
- Tiene 28 años pero una experiencia de 30.
- Trabaja 16 horas diarias y además es el vigilante nocturno también.
- Condena el pecado, pero nunca molesta ni juzga a nadie.
- Viste ropa buena, compra buenos libros y conduce un buen coche
- Da generosamente a los pobres aunque tiene un salario bajo.
- Hace quince llamadas diarias a sus feligreses, les visita en sus casas y en los hospitales.
- Invierte todo su tiempo evangelizando personas sin parroquia o sin fe.
- Siempre está dispuesto cuando se le necesita.

- Y además...es muy guapo!

Por supuesto, todos sabemos que no existe tal "sacerdote perfecto", y si alguna vez existió, seguro que "descansa en paz"

La tarea de un sacerdote es ser pastor de rebaño de Dios: "...pastorear la Iglesia de Dios" (Hechos 20,28), siguiendo el ejemplo de Jesús, que dijo: "Yo soy el buen pastor" (Juan 10,11). O como dice el Papa Francisco: "llamados a ser pastores con olor a oveja".

Sin embargo, hay siete características que todo buen sacerdote, como líder que es, posee:

Integridad y Habilidad

En general, el liderazgo es una rareza. Si miramos a nuestro alrededor hoy en día, podemos asegurar que los buenos líderes escasean. No hay más que mirar por la ventana de la política. ¿Son íntegros o hipócritas?

Integridad es lo opuesto a hipocresía. Proviene del latín "integritas" que significa "entero", "todo". Un gran líder tiene una vida indivisa, una "totalidad" que le viene dada por cualidades como la honestidad y la coherencia, que actúa de acuerdo a los valores, creencias y principios que dice sostener.

La labor pastoral del sacerdote con el pueblo de Dios debe hacerse con integridad de corazón. Esta es la característica más importante. 

"La calidad suprema para el liderazgo es la integridad incuestionable. Sin él, el verdadero éxito no es posible, sin importar si se desarrolla en un campo de fútbol, ​​en un ejército, o en una oficina. "(Eisenhower, ex presidente estadounidense) 

Pero además un buen líder debe poseer habilidad, tener "manos hábiles", como el Rey David (Salmo 78, 56-72) que siendo pastor de ovejas, era hábil, pues sabía proteger al rebaño con su honda. Más tarde, dirigió al pueblo de Israel con gran habilidad y capacidad. 

Aprender estas habilidades necesarias para liderar consiste en ver y seguir los buenos ejemplos, escuchar la sabiduría de los demás, haciendo preguntas a las personas que admiramos, aprendiendo junto a nuestros compañeros y, sobre todo, a través de la práctica.

Amor, Servicio y Sensibilidad

Si un sacerdote ama de verdad a su rebaño obtendrá, estando lo suficientemente cerca de ellos ese "olor a oveja" del que habla el papa Francisco. Pablo fue un ejemplo de un buen pastor. Dondequiera que iba, se reunía con sus discípulos y oraba con ellos (Hechos 21, 4-7). Le gustaba tanto estar con ellos que cuando llegó el momento de dejarles tuvieron que obligarlo.


Jesús estableció un modelo de liderazgo en el servicio (Marcos 10,45). Pablo estaba dispuesto a seguir a Jesús, "El buen pastor [que] da su vida por las ovejas" (Juan 10,11). Un sacerdote ante todo, está al servicio de los demás.

Sin duda, Pablo poseía un carácter pionero y audaz. Sin embargo, también se mostró sensible a la cultura de Jerusalén. Se purificó a sí mismo y a sus compañeros, de acuerdo con las leyes ceremoniales, con el fin de que nada se distrajera de lo que Dios les decía (Hechos 21, 24-26).

Del mismo modo, el sacerdote debe ser sensible a la procedencia, cultura, edad, estado civil, carácter, etc de su rebaño.

Compasión y Oración

En 2 Reyes 4 vemos un ejemplo de compasión de un buen pastor con la viuda y sus hijos que están a punto de ser tomados como esclavos. Eliseo viene al rescate. 

Al igual que un buen pastor, que ama y se preocupa por su rebaño, él dice: "¿Cómo puedo ayudarte?". Él rescata a esta viuda de la terrible carga de una deuda excesiva y de la esclavitud potencial que estaba a punto de ser el resultado de la misma.

Eliseo, este "hombre santo de Dios" tiene compasión por la mujer sunamita, que era incapaz de concebir. Ella descubrió que Dios honra a los que le brindan una cálida acogida. Él le muestra la palabra del Señor a ella y, como resultado, se produce la concepción. Cuando su hijo muere, Eliseo ora al Señor y con una sobrenatural respiración le reaviva.

Compasión y oración son parte de  la vida de un sacerdote.







martes, 11 de agosto de 2015

SER SACERDOTE NO ES TAREA FÁCIL







Ser sacerdote no es, ni mucho menos, una tarea fácil. Se requiere una gran solidez personal, religiosa, mental y psicológica.

La vocación sacerdotal es una de las más difíciles de vivir, pues se coloca entre dos disyuntivas: por un lado, su euforia, que le hace sentir distinto y elegido de Dios; por el otro, su fragilidad, al no contar con soporte externo ni en la familia ni en la sociedad.

Su consagración les obliga a una entrega irrevocable y continua, a un alejamiento y desprendimiento de todo, para entregarse por completo a Dios y a los demás.

Cada vez son menos, más mayores y tienen una excesiva carga laboral. Algunos tienen varias parroquias, lo que significa multiplicar las misas y la administración de los sacramentos. Curas convertidos en meros expendedores de sacramentos a la entera disposición de la feligresía.

También surgen los conflictos de relación interna, entre sacerdotes, derivados del salto generacional entre los jóvenes y los viejos, o de las diferencias profundas entre los conciliares y los postconciliares, los progresistas y los conservadores o los que buscan hacer carrera y los que se entregan a fondo perdido a la gente.

A todo ello hay que añadir la "excesiva presión psicológica a la que los fieles someten a sus curas", que son servidores y líderes a la vez. Una presión de doble cara:

-Por un lado, los fieles que los buscan continuamente como punto de referencia o decisores absolutos en todos y cada uno de los asuntos de la propia conciencia, de la familia o de la parroquia.

-Por el otro, los alejados, indiferentes y contrarios a los sacerdotes, cuya figura hoy día es denostada y ridiculizada a causa de la secularización y el anticlericalismo crecientes y que cuestionan su celo sacerdotal y pastoral. La hostilidad hacia ellos, casi siempre como consecuencia de los casos de abusos sexuales a menores (hasta 2011, 400 casos de sacerdotes frente a 20.000 casos de profesores en Estados Unidos).

Como consecuencia de todo esto, nuestros curas están deprimidos y estresados, es el llamado síndrome del burnout, sacerdotes agotados, desmotivados, desilusionados, cansados, en una palabra "quemados”.

Los síntomas son: nerviosismo, tensiones, saltos de humor o, simplemente, no disponer de tiempo libre alguno, para leer, relajarse, escuchar música, ir al cine o descansar.

El cura católico es un hombre que sufre soledad personal, cada vez más difícil de encajar y soportar, pero también sufre soledad pastoral o ministerial. 

Los curas son amos y jefes de sus parroquias, muchos apenas saben delegar y la corresponsabilidad de los laicos es inexiste o estéril en muchas parroquias. Solos en sus casas y solos en sus iglesias.

Nuestros sacerdotes necesitan ORACIÓN (comunicación continua con Dios) FRATERNIDAD SACERDOTAL (ayuda, refugio y consuelo entre los compañeros), y CORRESPONSABILIDAD LAICA (ayuda, comprensión, compañía, apoyo y participación de los seglares).

Pedimos sacerdotes santos y disponibles, pero también nosotros tenemos que estar dispuestos a ofrecerles acompañamiento personal efectivo y afectivo, participación en las tareas pastorales y mucha, mucha oración.


viernes, 7 de agosto de 2015

HABÍA UNA VEZ UN BARCO...




Había una vez un barco, un viejo y hermoso barco que llevaba mucho tiempo anclado y amarrado en un resguardado muelle, a pesar de que su armador lo pensó y lo construyó para surcar todos los mares del mundo.

La vida a bordo mostraba distinción: los oficiales vestían uniformes de distintos colores (negros los de más baja graduación, violáceos y rojos otros), a los que algunos habían añadido adornos (capas, armiños, condecoraciones…), las relaciones entre los mandos superiores y los subalternos se regían por un ceremonial cargado de ampulosos ritos y reverencias. 

En realidad, la vida a bordo resultaba fácil y tranquila porque todo cuanto había que hacer u omitir estaba regulado por un reglamento muy preciso que todos observaban escrupulosamente y apenas había movimiento.

Como es lógico, en el barco había también marineros, aunque apenas se les veía en cubierta. Trabajaban en las bodegas y en la sala de máquinas, a pesar de que el cuidado de los motores no era demasiado importante en un navío que no abandona nunca el puerto. 

Las señoras venerables que paseaban por el muelle se decían unas a otras: “Ese barco es mi preferido; es un barco muy fiel, no se mueve nunca de su sitio”.

Un día se jubiló el capitán y, cumpliendo el reglamento de régimen interno, los oficiales de uniforme rojo se reunieron para nombrar un nuevo capitán y eligieron a uno de ellos, que solía pasear por las bodegas y la sala de máquinas. 

Subió con humildad la escalera que conduce al puesto de mando y, de repente, se le oyó decir algo que dejó petrificados a todos: “Levad anclas, a toda máquina ¡rumbo a la mar!”. 

Uno de los oficiales se atrevió a preguntar: “¿Cómo? ¿Hemos entendido bien? ¿Podría repetir…?”. Y el capitán repitió con voz muy clara: “He dicho: ¡rumbo a alta mar!”.

Entre los oficiales se extendió un murmullo que acabó convirtiéndose en clamor: “¡Está completamente loco, el barco se va a hundir!”. 

En cambio, muchos marineros se alegraron, viendo que se acababa la monotonía y que llegaba el momento de trabajar, de ser productivos, de tener un “sitio” en el barco.

Cuando la tierra desapareció de la vista se desencadenó una tempestad, y entonces todos cayeron en la cuenta de que el reglamento vigente en el puerto no servía para alta mar. Algunos gritaban, muertos de miedo: “Volvamos al puerto, que nos hundimos”, "Este barco no es para navegar".

Pero en lugar de volver a puerto, empezó a cambiar el reglamento.

Al fin y al cabo, la pregunta clave es… ¿para qué están hechos los barcos? ¿Cuál es su razón de ser? ¿Navegar en alta mar o permanecer atracado en puerto? ¿Cuál es la misión de un marino? ¿Qué clase de marino tiene miedo a zarpar?