¿QUIÉN ES JESÚS?

La vida de Jesús siempre ha suscitado preguntas a lo largo de los últimos dos mil años.

¿Cómo pudo un carpintero que fue ejecutado por los romanos convertirse en el hombre más famoso de la historia?
¿Fue Jesús alguien verdaderamente real?
¿Cómo puede Dios ser un hombre al mismo tiempo?
¿De qué manera podría esto tener algún sentido para mi vida?

Estas son algunas preguntas, pero aquí tienes un espacio para formular las tuyas.

domingo, 16 de septiembre de 2018

LA VIRGEN Y LOS JÓVENES SE PASEAN POR MADRID

Cartel del Rosario por la Juventud de España. Foto: Grupo Jóvenes Anuncio.


Ayer, sábado por la noche, jóvenes madrileños "armaron lío" por las calles del centro de la capital, que fueron testigos de un evento nada habitual: varias decenas de universitarios representantes de los grupos “Anuncio” y "Effetá", organizaron el rezo de un Rosario por la juventud de España.

Por iniciativa propia, impulsada por ellos mismos sin ninguna gestión sacerdotal, dieron testimonio de su fe y valentía, mostrando al mundo su alegría cristiana sin vergüenza y sin tapujos, ante la mirada atónita de muchos madrileños.

El Rosario por la juventud de España se inició a las 20 horas en la plaza del Conde de Miranda con la concentración de organizadores y asistentes.

Contó con la presencia inesperada del obispo auxiliar, el Excmo. y Rvdmo. Sr. D. Juan Antonio Martínez Camino, quien confesó su alegría y júbilo al verse comprometido a asistir gracias a la audacia de varios jóvenes, que le interpelaron durante toda la semana para que les acompañara.  

Tras su bendición y palabras de ánimo a los jóvenes madrileños, se inició el Rosario, que se dirigió hacia la Plaza Mayor, la Travesía del Arenal, y las calles Preciados y Gran Vía, donde la policía tuvo que cortar el trafico ante la avalancha de jóvenes, niños, mayores y familias que se fueron uniendo durante el trayecto.  

Muchos madrileños se vieron sorprendidos en las terrazas, bares y calles de la ciudad, parándose para hacer fotografías y vídeos, animando y agradeciendo tan original iniciativa.

El Rosario fue organizado por estos "jóvenes sin miedo", no como una manifestación ni como protesta reivindicativa, sino como una oración de intercesión a la Virgen por toda la juventud de España. 
Estos jóvenes hijos de María, mostraron a los madrileños su condición de cristianos comprometidos, evangelizando al son del Rosario y de las canciones dedicadas a su Madre celeste, y fueron seguidos por casi un millar de personas, familias, niños y mayores a quienes regalaron rosarios y velas.
El Rosario concluyó su itinerario en la Plaza de España en una gran fiesta con oraciones, canciones, bailes y vítores a la Virgen y a Cristo Rey, contagiando la alegría y el júbilo a todos los presentes. 

Allí mismo comenzó a fraguarse el próximo Rosario. Sin duda, un gran ejemplo para todos y que debemos apoyar.
Anoche, la Virgen nos acompañó con su alegría maternal de saberse amada por sus hijos.




sábado, 15 de septiembre de 2018

SACERDOTES CAÍDOS

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Con gran tristeza, los titulares de las noticias nos recuerdan una vez más que el enemigo tiene como objetivo especial a la Iglesia Católica. Igual que hizo con los ángeles, hace con los hombres: algunos sacerdotes "caen" y con ellos, muchos cristianos son heridos y dañados.

¿Por qué sucede esto? ¿Qué motiva a algunos pastores del rebaño de Dios a caer y echarlo todo a perder? 

Es cierto que en cada parroquia, cada día, muchos sacerdotes luchan contra corriente, y mucho. Y lo hacen solos. Quizás por eso, algunos caen. 

El mismísimo Satanás, nuestro enemigo espiritual es un experto conocedor del comportamiento humano y se fija especial y particularmente en los sacerdotes, no porque sus almas tengan un mayor valor intrínseco, sino porque su caída es estratégica para intentar ganar la batalla final.

Negligencia

La tentación más implacable con la que Satanás se adentra en la vida sacerdotal no es con el atractivo de los actos flagrantes de inmoralidad (que también), sino con la disposición diaria a descuidar el amor por Cristo de la manera más insignificante y sutil.

Sin duda, por negligencia, por pereza o por indolencia, comienzan a desc
uidar su relación con el Señor, abandonan su vida interior y su oración, y con el tiempo se despojan del amor, la pureza, el discernimiento y la doctrina.

El Diablo sabe que el "gran mandamiento" es amar al Señor sobre todas las cosas, con todo nuestro corazón, alma, mente y fuerza, y por ello, se vale de la negligencia para incitarles a mantener un amor parcial y superficial por Cristo, mientras mantienen una "vida aparentemente cristiana." 

Y así, el amor a Cristo cae en el vacío encanto del mundo, les arrastra y los atrapa con una facilidad insospechada hacia un esfuerzo por tratar de servir a todos. Es cuando muchos sacerdotes caen en la trampa de establecer objetivos que no requieran mucho esfuerzo y gusten a todos, cuando ofrecen un servicio de "mínimos".

Activismo

La segunda tentación es el activismo: "cuando el Diablo no puede doblegarte, te mantiene ocupado". El ruido y la agitación desmesurados en una parroquia destruyen la relación con Dios. 

Resultado de imagen de curas activistasCuando un sacerdote encuentra más interés en "hacer cosas" que en estar con Dios, "cae" en la trampa porque termina sirviendo por obligación, pierde la alegría de permanecer en Cristo, cae en la rutina que le lleva a una pretensión vacía y a una grave vulnerabilidad espiritual, convirtiéndose en un "mal funcionario de la fe".

Cuando un sacerdote pone todo el énfasis en los números, siempre terminará decepcionándose porque nunca tendrá suficiente. Su tarea debe concentrarse en hacer y formar discípulos, en dirigir al pueblo de Dios y administrar sacramentos, bajo la guía de Dios. 


Por supuesto, necesita ayuda, y para eso están los laicos. Con la colaboración de los laicos como parte del pueblo de Dios y la guía del Espíritu Santo, los números se generarán por sí mismos. 
Dios es quien se encarga de ello.

Desconfianza

La mayoría de los sacerdotes tratan de saber en quién poder confiar, pero algunos, realmente quizás por culpa de un excesivo clericalismo, llegan a conocer poco a sus feligreses. A menudo, no tienen a nadie que les hable claro, que les diga lo que nunca querrían escuchar. Por lo general, ponen buena cara, pero realmente, no confían y tratan de hacer las cosas solos.

Cuando un sacerdote no confía en nadie teme dar rienda suelta a la visión y a las capacidades de los demás, porque no tiene suficiente confianza en ellos o porque la tiene solo en él mismo, o incluso porque no la tiene en Dios.

Resultado de imagen de desconfianzaExige a otros que hagan lo que él quiere y por tanto, se pierde la confianza en que el plan de Dios funciona, aún a pesar de nosotros. 

La visión de una parroquia debe estar sustentada en Cristo, maestro en la delegación. Obviamente, Jesús estableció la visión, pero luego entregó todo el servicio a sus discípulos. 

Un sacerdote que no confía en Dios o en los demás, siempre intentará hacer las cosas como él quiere, o por él mismo. Desconfiará de todo aquello que no esté bajo su control y se negará a permitir que nadie más que él se haga cargo. 

Cree que, sin su control, el mundo se derrumba. Ve el vaso "medio vacío" y no quiere correr demasiados riesgos. Cuando todo está bajo su control, siente una sensación de seguridad. El mérito es suyo, no de Dios. Es una forma de pelagianismo.

Orgullo

Muchos sacerdotes luchan a diario con problemas de ego. Cuando un sacerdote es orgulloso, todo marcha bien, siempre que él sea el centro de atención. Pretende el poder, el prestigio y los privilegios que conlleva el sacerdocio, y cierra el paso a cualquier persona que Dios pone en su camino

El liderazgo espiritual correcto del sacerdocio ayuda a las personas a ir desde donde están hasta donde Dios quiere que estén. Cuando un sacerdote mueve a la gente "a toda máquina" hacia Dios, cuando se despojan de su "yo" para realizar el plan de Dios y glorificarle, todo funciona correctamente.

Desafortunadamente, cu
ando un sacerdote trata de combinar los planes de Dios con sus propios planes, todo se desmorona. Lo que a menudo comienza como buenas intenciones, terminan en ambiciones egoístas y orgullos egocéntricos.

Quiere crecer en número y "hacer muchas cosas" para Dios, pero en realidad, se trata más de crear algo que le ensalce a él en lugar de dar gloria a Dios (aunque posiblemente, ni siquiera lo reconozcan). Y así, se rodea de personas incondicionales que siempre le dirán "Sí" a todo, que siempre apoyarán cada decisión que tome, sin importar cuán destructiva o absurda sea.

Manipulación

Un sacerdote caído es, a menudo, manipulador, capaz de explicar cada acción, cada pecado sin importar cuán atroz sea. Se trata de una deformación de su sacerdocio.

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Tiene una asombrosa habilidad, un sofisticado mecanismo de actuación casi infalible. Sabe influir en las personas, conoce qué teclas tocar, qué decir y qué callar para alcanzar el pleno control sobre sus emociones.

Ve a los demás como objetos, como recursos de los que aprovecharse para sus fines y utiliza distintos métodos y estrategias indirectas, engañosas y abusivas como el chantaje, el victimismo…

Se camufla de acciones bienintencionadas y elevadas, se reviste de preocupaciones y emociones profundas para ganarse la confianza de sus feligreses y desplegar después sus intenciones.

Marginación

Las personas que disienten de un sacerdote "caído" no solo se verán desplazados de su círculo interno, sino que también quedarán aisladas. Después de todo, este sacerdote no quiere tener personas que no estén de acuerdo con él.

Y entonces hace todo lo posible por marginarlos y desacreditarlos, manchar su nombre, acusarlos de falta de fe e incluso difundir mentiras sobre ellos. 

La triste realidad es que aquellos etiquetados como "críticos" a menudo comienzan como íntimos confidentes del sacerdote, pero una vez que comienzan a retroceder, se les "elimina", se les posterga y se les calumnia.

Para que una parroquia sea saludable, es bueno que haya diversidad en la unidad. Todos, por nuestro bautismo, somos sacerdotes de Dios, tenemos al Espíritu Santo y recibimos dones únicos para edificar la iglesia. 

Pero esto no funciona para el sacerdote caído, que ve en la diversidad un atisbo de disidencia, un riesgo para sus intereses y que le impide alcanzar sus grandiosos planes. Él no quiere una variedad de opiniones, él exige lealtad absoluta e incondicional. Estás dentro o fuera, a favor o en contra.

Y si uno no está comprometido con su forma de actuar, le acusan de deslealtad y de ataque a la Iglesia. Si uno es leal a sus intereses, son promocionados hacia puestos de honor dentro de la parroquia.

Una señal inequívoca de que las cosas van mal, es cuando todos piensan, actúan e incluso hablan por igual. La comunidad se divide, se fragmenta y se reduce, signo de que el sacerdote ha caído.

Cuando un sacerdote "cae", busca "chivos expiatorios" a quienes responsabiliza de todos los males. 

Carisma

La mayoría de los sacerdotes caídos no parecen malos. A menudo son encantadores, dinámicos e incluso visionarios. Son carismáticos, elevados, elocuentes, "caen bien". Son capaces de inspirar a las personas y de moverlas a realizar cosas increíbles.

Imagen relacionadaPero, a menudo, todo es fachada, un "sepulcro blanqueado". En la superficie, parecen ser muy espirituales y con "hilo directo" con Dios, pero en el fondo, están alejados del Señor.

Sacerdotes que no dan testimonio de vida,"cristianos de salón"(como dice el Papa). Sólo se comportan bien delante de la gente, ante los "focos" y los "micrófonos".

Es una fácil tentación para un sacerdote predicar lo fácil, decir lo que las personas quieren oír, sacrificar la verdad por la popularidad. Sin embargo, un sacerdote debe hacer honor a la verdad, incluso cuando ésta es impopular porque cuando sacrificamos la verdad por "quedar bien con todos", hacer discípulos se vuelve imposible.

Abuso de poder

Un sacerdote tiene poder que le da su cargo y su posición pero el "poder ilimitado corrompe la mente de los que lo poseen."

Una de principales peligros en la Iglesia es que un sacerdote acapare demasiado poder, sin la suficiente responsabilidad personal. 

No se trata de controlarle sino de equilibrar la verdad y la gracia por igual. 

Negación del error 

Por desgracia, un sacerdote caído se niega a creer que algo esté mal con su estilo pastoral, con la forma en la que lleva las cosas. Está convencido de que todo va bien, hasta que todo se desmorona...

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Incluso si alberga dudas, no las comparte con otros porque sería admitir su caída, su falibilidad, su debilidad, su inseguridad. Sería un reconocimiento de que tal vez, sólo tal vez, Dios no está de su lado. Y por eso siempre está lleno de bravuconería y fanfarronería, haciendo grandes afirmaciones sobre cómo van las cosas en la parroquia.

El resultado de un sacerdote caído es que las cosas van de mal en peor hasta llegar a una implosión total. Mucha gente queda herida, el nombre del Señor queda por los suelos y la comunidad desaparece.

Si sospechas que tu sacerdote ha caído, reza. Y mucho. No esperes que las cosas mejoren por sí solas. Reza.


viernes, 14 de septiembre de 2018

Y DESPUÉS DE EMAÚS...¿QUÉ?

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Sin duda, los retiros de Emaús son un soplo de aire fresco del Espíritu Santo, un maravilloso método de evangelización y de conversión que nos llevan a un encuentro íntimo con Jesucristo Resucitado, quien nos interpela y nos lleva a una transformación. 

Una conversión que produce primero un cambio de mentalidad (metanoia), un cambio de actitud que nos mueve desde el resentimiento al agradecimiento, desde la desesperación a la esperanza, desde la pérdida a la ganancia, desde la derrota a la victoria. 

Emaús es una herramienta espiritual fértil y fructífera que da sentido a nuestras vidas, que nos muestra el camino junto a Jesús. Pero y después de Emaús...¿qué?

Dios no es una Persona de "medias tintas" que se conforma con que cambiemos nuestra mentalidad o nuestra actitud. Tampoco se conforma sólo con que reconduzcamos nuestros caminos hacia una vida eucarística y de sacramentos. Nos pide más...

Nuestro Señor nos pide un cambio radical de vida. Una transformación completa, no sólo en nuestra forma de mirar al mundo, sino en nuestra forma de vivir en el mundo. Nos llama a servir (diakonia), a ser sus discípulos...en plural.

El apóstol Lucas, aunque sólo menciona a Cleofás en el pasaje de Emaús, habla de “los discípulos”. Habla... ¡de nosotros! De cómo el Señor nos pregunta, nos interpela, nos desafía, nos explica las Escrituras, nos parte el pan, nos abre los ojos y nos inflama el corazón.

No es un
detalle sin importancia. San Lucas utiliza la palabra “nosotros” 21 veces en su Evangelio (3 de ellas, en el pasaje de Emaús) y 57 veces en los Hechos de los Apóstoles (78 veces de las 300 que se emplea en el Nuevo Testamento). En Lucas todo es “nosotros”.

El m
édico evangelista nos explica la maravillosa manera en la que el Espíritu actúa para construir comunidad a través del compromiso y el servicio a Dios y a los demás.

En los Hechos de los Apóstoles, tanto las acciones como las palab
ras de los discípulos utilizan siempre el término "nosotros": “Hemos decidido, el Espíritu Santo y nosotros…” (Hechos 15, 28)-. ¡El Espíritu Santo y nosotros! ¿No es significativo? ¿No es un privilegio?

Desde el momento en que invitamos al Señor a nuestra mesa sin saberlo (o mejor dicho, es Él quien nos invita), el compromiso de formar comunidad se convirtió para nosotros en una fuente de alegría y esperanza para volver a verle de nuevo en todo momento, en toda su Gloria, de igual manera que le reconocimos en ese instante antes de que desapareciera, cuando partió el pan.

No en
vano, Cleofás significa "el que ve la gloria". Por ello, todos nosotros somos Cleofás porque con cada persona que nos encontramos en el camino, con cada persona que "sale" de Emaús, con cada persona que se une a nosotros y nos acompaña... vemos al mismísimo Jesús en persona….a Emmanuel, "Dios con nosotros".
Es así como Jesús nos “introduce en la escena”, nos convierte en actores activos en su plan de salvación... y nos envía “de dos en dos”. Y "cuando dos o más estamos reunidos en su nombre, allí está Él en medio de nosotros" (Mateo 18, 19-20).

Después de Emaús, nos comprometemos a dar la bienvenida y acompañar a cada persona que se une a nuestro camino y así, nos convertimos en "nosotros", caminando.

Nuestro testimonio pasa a ser un “vivir y obrar en común” la fe, la esperanza y la caridad que el Señor nos regala.

Después de Emaús, no nos volvemos a casa, cada uno por nuestro lado. No huimos, sino que vamos juntos, "nosotros", de dos en dos para convertirnos en tres. Es un "dos a dos" abierto, dispuesto a formar familia, comunidad y pueblo, con Cristo siempre a nuestro lado.

Jesús se unió a nosotros en nuestro camino justo cuando conversábamos
 y discutíamos entristecidos y apenados por la disolución de nuestra comunidad, tras su muerte: "y cómo nuestros sumos sacerdotes y nuestros jefes lo entregaron para ser condenado a muerte y lo crucificaron. Nosotros esperábamos... nuestras mujeres dijeron que se les aparecieron ángeles asegurándolas que estaba vivo".

Acostumbrados a estar junto a Él, una vez que le perdimos de vista, comenzamos a ver cómo se gestaba la desunión y la disolución de la comunidad, y emprendimos una huida nostálgica y sin esperanza, que nos impedía reconocerle mientras caminaba junto a nosotros. Para nosotros, era un "extraño" que se nos acercó y nos preguntó, para luego, iluminarnos y "encendernos"
.

D
espués de Emaús, el Señor entró de nuevo en nuestras vidas, vino a buscarnos personalmente con su estilo único de amor, sin exigencias ni coacciones, apelando tan sólo al diálogo, a la hospitalidad y a la confianza; nos escuchó pacientemente antes de hablar, nos acompañó amigablemente por el camino, esperó nuestra invitación para luego, aceptarla;  nos inflamó el corazón y le reconocimos; nos enseñó el camino de regreso a la comunidad para tratar a los demás del mismo modo en que Él nos trató a nosotros: a mirar sin criticar, a escuchar sin juzgar, a obedecer a nuestros superiores y a prestar atención sin despreciar a las que considerábamos "inferiores" a nosotros.
Antes de Emaús, nos habíamos alejado de la comunidad, cegados por nuestras propias convicciones, por nuestros criterios humanos y por nuestras erróneas formas de ver las cosas…y Jesús nos devolvió la esperanza y la alegría para volver corriendo a la unidad, a la comunidad, comprometidos a caminar con los demás, sin prisas, abiertos a escuchar, dispuestos a acoger y deseosos de compartir más que para discutir

Todos nosotros, hijos pródigos sin mérito, logramos sacar lo mejor del corazón de Dios: su Divina Misericordia. Dios se enternece con sus hijos perdidos, sale a nuestro encuentro para abrazarnos y después de Emaús nos pide que, habiendo tantos hijos pródigos perdidos en el mundo, volvamos a nuestra comunidad para que todos juntos salgamos a buscarlos, y así se encuentren con Él y le reconozcan.

Despu
és de Emaús, estamos dispuestos a obedecer a los más "grandes" y disponibles para ayudar a los más "pequeños".

Después de Emaús, ya no nos enzarzarnos en discusiones de desesperanza ni de desilusión, no nos auto-compadecemos, no nos rendimos.

Después de Emaús, somos parte de una gran familia en la que todos creen, en la que todos esperan, en la que todos aman.

Después de
Emaús, estamos "de vuelta". Volvemos del camino que se aparta de Dios y emprendemos el de vuelta a la comunidad, a la unión.

Después de Emaús, somos los perdidos que fueron encontrados, los pecadores que fueron perdonados, los que después de sesenta estadios no entendían y ahora comprenden, los escépticos que ahora confían plenamente, los resentidos que ahora agradecen, los "derrotados" que ahora cantan victoria, los que querían ser primeros y ahora quieren ser últimos, los que ordenaban y ahora desean obedecer, los que huían y ahora se comprometen, los que querían ser servidos y ahora sólo desean servir.

Después de Emaús, tenemos la certeza de que...


JHR

jueves, 13 de septiembre de 2018

EL ARMARIO DE LA IGLESIA


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"No os engañéis; ni los lujuriosos, ni los idólatras, ni los adúlteros,
ni los afeminados, ni los invertidos, ni los ladrones, ni los avaros,
ni los borrachos, ni los difamadores, ni los salteadores
heredarán el reino de Dios.
Huid de la lujuria.
Cualquier otro pecado cometido por el hombre
queda fuera del cuerpo,
pero el pecado de lujuria daña al propio cuerpo.
¿No sabéis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo,
que habita en vosotros, y que habéis recibido de Dios?
Ya no os pertenecéis a vosotros mismos.
Habéis sido comprados a gran precio;
glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo."
(1 Corintios 6, 9-10; 18-20)
Seguimos estremeciéndonos por los nuevos casos de abusos y prácticas homosexuales dentro de la Iglesia y que salen a la luz día tras día. Es el "humo de Satanás", una negra y espesa oscuridad que se extiende por todos los rincones católicos, escandalizando, asfixiando y destruyendo almas.

Creo que existe un error de base por parte de la jerarquía eclesiástica a la hora de acometer estos casos, ya que se pretende (o al menos eso se nos da a entender) adoptar una solución en su fase final, es decir, cuando el daño está hecho o cuando el escándalo es público. Y lo hacen, bien aceptando una simple dimisión o asignando un impune cambio de aires.

En realidad, se trata de un problema de fondo que debería atajarse en su fase embrionaria, es decir, en los seminarios donde se origina. Es allí, donde, desgraciadamente, existen redes homosexuales que actúan con toda impunidad

El problema no se resuelve con la dimisión de cardenales y obispos ni tampoco con el traslado de sacerdotes a otras parroquias.

Janet Smith, teóloga estadounidense y catedrática en la Universidad de Notre Dame y en la de Dallas, experta en la Humanae Vitae y en las enseñanzas morales de San Juan Pablo II, denuncia la existencia de redes homosexuales, a las que denomina "la Mafia Lavanda”, a medio camino entre el púrpura cardenalicio y el rosa. 

Según Smith se trata de un grupo de homosexuales activos que se protegen entre ellos para tomar el control de las diócesis. Y así muchos llegan a puestos de poder desde donde pueden ejercer presiones contra los muchos curas que no están de acuerdo con su forma de vida. Y les boicotean. Luego ayudan a los suyos a llegar más lejos en la jerarquía eclesiástica. Son homosexuales con sotana, que se aprovechan de los seminaristas, de los curas jóvenes o de cualquier chico que se acerque a la parroquia. Son depredadores que abusan de su situación de poder para obligar a otros miembros de la Iglesia a mantener relaciones con ellos”.



Los seminarios católicos guardan mucha similitud con el Ejército: son instituciones verticales, basadas en la ciega obediencia y en el absoluto secretismo

La formación de un sacerdote católico puede llegar a durar hasta catorce años y pueden ser expulsados en cualquier momento, sobre todo si contravienen a sus superiores. 

Ahí está la clave del problema: Silencio cómplice, temor a hablar. Silencio en los formadores, porque temen quedarse sin curas y silencio en los seminaristas, porque temen las represalias

Temores que se tr
asladan a la feligresía, que deja de confiar en la jerarquía y en la propia la Iglesia. Por eso es tan importante que se llegue hasta el final, que se denuncie y se erradique de una vez por todas esta "Mafia lavanda". A pesar de todo el bien que hace la Iglesia, es triste comprobar que sólo se habla de abusos sexuales por culpa de estos depredadores. Lo de menos es perder sacerdotes. Lo de más, es suscitar sacerdotes que, ante todo, sean santos.

Por eso,
 es vital denunciar públicamente todas estas conductas desordenadas. No vale "lavar la ropa sucia en casa". No vale "oler mal para ducharse". No vale callar. No vale sólo pedir perdón. No vale no hacer nada más...

Quienes callan, cobijan o defienden a estos sacerdotes y sus prácticas pecaminosas, escudándose en un ataque a la Iglesia, hacen un "flaco favor" al Cuerpo místico de Cristo, pues
pecan por omisión al permitir que esta corrupción depravada "campe a sus anchas".


El Santo Padre tiene una "dura papeleta" para erradicar las tendencias homosexuales profundamente arraigadas en el seno de la Iglesia. Sufre y pide perdón en nombre de la Iglesia. Debe ser caritativo con las personas pero firme con el pecado.

Aunque es un problema que supera y trasciende cualquier ámbito local, compete especialmente a los formadores de los seminari
os la responsabilidad de discernir estas tendencias en los candidatos y no permitir su ordenación. No, por el bien de todo el Pueblo de Dios

Con el Derech
o Canónico y el Catecismo en la mano, la Iglesia no puede permitir que un seminarista con tendencias homosexuales profundamente arraigadas sea, al mismo tiempo, emocional y afectivamente maduro, y esté capacitado para desempeñar un efectivo liderazgo pastoral y espiritual.

No se puede consentir que la instrucción dictada por el Vaticano sobre la homosexualidad esté siendo implementada, en muchos casos, por obispos, rectores de seminario y superiores religiosos homosexuales.

Los rectores y los
 miembros del cuerpo docente de los seminarios tienen la obligación de promulgar la enseñanza de la Iglesia con toda claridad: la orientación homosexual es intrínseca y objetivamente desordenada. Ahora bien, aunque la responsabilidad de nombrar a los candidatos es del obispo y del rector del seminario, compete al director espiritual y al confesor, desaconsejar que sigan adelante o reciban las sagradas órdenes a quienes presenten disturbios sexuales incompatibles con el sacerdocio.
Imagen relacionadaNo debemos olvidar que cada sacerdote hace presente a Jesús a través de la celebración de los sacramentos, de la predicación, de su servicio al pueblo de Dios. El sacerdocio no es una cuestión baladí.

Por tanto, el sacerdote debe ejercer su ministerio de manera correcta, ordenada, equilibrada, sana y con una integridad moral sin tacha.

Es preciso hacer discernir a las personas con tendencias homosexuales que su orientación les llama a llevar una vida de absoluta continencia sexual, de la misma manera que la Iglesia exhorta a la misma continencia sexual a todas las personas solteras o separadas, ya que todos los actos sexuales realizados fuera del matrimonio son objetivamente erróneos y constituyen pecado mortal. 

Tanto la Congregación para la Educación Católica como la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos rechazan la admisión a la ordenación sacerdotal a las personas que practiquen la homosexualidad, presenten tendencias homosexuales profundamente arraigadas o defiendan la llamada "cultura gay" y afirman que estas personas no están en condiciones de relacionarse correctamente con los demás al modo de Cristo. 

La Iglesia es clara. La teoría está clara. Ya es hora de llevarla a la práctica. Es hora de airear y ordenar el "armario de la Iglesia", lavar las "sotanas sucias", expulsar a estos "corruptos mercaderes sexuales", tal y como hizo Nuestro Señor en el templo de Jerusalén, y que han convertido la Casa de Oración en un nido de víboras cuyo veneno inunda y destruye todo.

Urge una "purificación de la Iglesia". No podemos permitir ni silenciar que los seminarios sean "semilleros homosexuales", "viveros de pecado" o "criaderos de perversión".

Nuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo y por tanto, también lo es el cuerpo místico. No nos pertenecemos a nosotros mismos. Hemos sido comprados a un alto precio: la sangre de Cristo. Estamos llamados a dar gloria a Dios con nuestro cuerpo, estamos llamados a la castidad, estamos llamados a la santidad.

No podemos callar. El cielo y la tierra claman justicia.


martes, 11 de septiembre de 2018

SALIR DE UNA PARROQUIA

"Hermanos, por el nombre de nuestro Señor Jesucristo, 
os ruego que os pongáis de acuerdo y que no haya divisiones entre vosotros, 
sino que conservéis la armonía en el pensar y en el sentir." 
(1 Cor 1, 10)

Desde que Dios me llamó a su Iglesia, he estado yendo de parroquia en parroquia por propia voluntad, aunque por distintas razones que no vienen al caso. Una cosa es cierta: no es bueno tanto cambio porque nunca llegas a ser parte de una comunidad. 

Sin embargo, hay momentos y circunstancias en los que los cristianos debemos salir de una parroquia, aunque siempre debemos hacerlo de una manera correcta.

Cuando las personas se van de una parroquia, siempre queda un pequeño gran vacío. Muchas veces, no se dan explicaciones del por qué, para no hacer más grande la herida. Simplemente, se van. Y se van, no porque abandonen a Dios, sino porque sienten que Dios les "conduce hacia un lugar". 

No obstante, siempre es necesario examinar profundamente los motivos. 

Las decisiones importantes (y dejar una parroquia lo es) deben realizarse únicamente después de una oración en la que exponemos a Dios nuestros motivos, nuestro servicio y nuestras relaciones; en la que le pedimos que nos de un corazón humilde (Pro 4, 23), que nos ayude a discernir sabiamente (Stg 1, 5), y que todo sea para cumplir Su voluntad (Col 1, 9).

Debemos rezarlo en voz baja. Quiero decir, no hablar con otros sobre los motivos y sentimientos, no chismorrear, no murmurar, no criticar. Sólo rezar.

Las principales razones por las que un católico deja una parroquia pueden ser:

Porque se pierde la visión

La visión sobrenatural es algo muy importante en una parroquia. La visión engendra impulso y pasión. 

Cu
ando un sacerdote lidera con visión, cuando guía con un "por qué", cuando anima con un "para qué", los feligreses pasan de considerarse inquilinos a ser propietarios, pasan de ser simples espectadores a convertirse en actores. 

Cuando las personas sienten pasión por algo, no sólo quieren, no sólo desean hacerlo... tienen que hacerlo. Algo sobrenatural les impulsa: el Espíritu Santo mueve los corazones del pueblo de Dios para servir a Nuestro Señor y a los hombres.
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Cuando se pierde la visión, se impide que las personas desaten su pasión apostólica y se obstaculiza su compromiso de servicio para convertirse en "títeres" que sólo obedecen sin más. 

Cuando los sacerdotes no conjugan pasión y propósito, "expulsan" a los más comprometidos de la parroquia. Controlan en lugar de confiar, manipulan en lugar de delegar.

Los cristianos comprometidos quieren ser respaldados, necesitan que sus sacerdotes confíen en ellos. No se quedarán si sienten que son controlados y manipulados. 

La visión requiere compartir no sólo la responsabilidad del servicio sino también la autoridad delegada.

Porque no se busca la gloria de Dios

Cuando surge un cierto éxito en una parroquia, desgraciadamente, algunos tratan de apropiárselo. Entonces, aparecen los egos y los orgullos, y la parroquia se convierte en un campo de batalla constante por alcanzar los primeros puestos. Jesús recrimina esta forma de actuar en Lc 14, 7-11.

Dios humilla a quienes se ensalzan y ensalza a quienes se humillan. La gloria sólo le corresponde a Dios y el éxito es suyo. Nosotros somos sólo instrumentos de Su amor que permite que colaboremos con Él, aunque no nos necesita. Nosotros somos sólo lápices en sus manos que dibujan según Su voluntad. Nosotros somos sólo guantes que se ajustan a sus bondadosas manos. 

Por causa del pecado original, el ser humano busca casi siempre gloria, éxito y poder. También en la Iglesia. Por eso, cuando un sacerdote equivoca su servicio a Dios y hace las cosas para su propio interés y su gloria, muchos abandonan la parroquia.


Cuando los católicos escuchan que un sacerdote sólo habla de sí mismo y no de Dios, cuando constatan que las homilías son proclamas del "yo" y arengas del "auto-bombo", cuando no sienten que existe el debido respeto a Dios en las misas, se van.

Un cristiano verdadero sigue a Cristo, no a un hombre. Es fiel a la doctrina de la Iglesia, no a las ideas humanas. Si ve que en su parroquia no se sigue a Cristo ni su doctrina, se va.

Porque se limita el papel de los laicos

Las personas creativas siempre quieren mejorar las cosas. Los cristianos comprometidos quieren agregar valor a sus parroquias. Cuestionan y ofrecen retos. Buscan oportunidades para participar y hacer mejor su trabajo. No lo hacen por buscar un "sitio preeminente" ni por ser galardonados dentro de la comunidad parroquial. Lo hacen por amor a Dios y a su Iglesia.

Un líder (y un sacerdote lo es, como pastor del rebaño) es responsable de desafiar a sus recursos humanos para que se comprometan, de motivar a sus equipos pastorales para que sean capaces de dar lo mejor de sí mismos y utilicen sus habilidades, talentos y recursos para el bien de la parroquia. En definitiva para cumplir con lo que Dios nos pide.
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Si se cercena su compromiso, si se acalla su voz o no se escucha, se decepcionarán. Si sienten que en la parroquia sólo habla el cura y que no les escucha, se desencantarán. Si ven que el sacerdote predica sólo con la palabra pero no con el ejemplo, se van.

Si no se les permite desarrollar su labor, si se limita su papel como miembros de pleno derecho del pueblo de Dios, buscarán un lugar donde puedan realizar su vocación, donde puedan asumir el papel que Dios les ha dado en su camino de fe, un lugar donde puedan mejorar y crecer en el amor, la fe y la esperanza.

Porque se piensa más en los resultados que en las personas

Para Nuestro Señor, las personas son el valor más importante que existe en una parroquia. Dios quiere un crecimiento cualitativo y no tanto cuantitativo: almas más que los números, "piedras vivas" más que edificios, servicio más que métodos, compromisos más que actividades. 

Cuando las personas sienten que hay más preocupación por los resultados y por los números, por el activismo y los afanes materiales que por la propia comunidad, abandonan su parroquia.

Un buen sacerdote debe "invertir" en personas. Cristo invirtió en personas, no en números. Eligió a unos pocos, los formó, los motivó y los lanzó al mundo. 
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Si el sacerdote pone la confianza, la formación y la motivación en las personas, no tendrá que preocuparse por el resultado... Dios ya se encarga de eso. 

Cuando los sacerdotes "utilizan" a las personas para sus fines (aunque sean lícitos), destruyen la caridad, rompen la confianza y cercenan la dignidad del resto de los hijos de Dios.

Porque se da responsabilidad, pero no delegación

Si las personas comprometidas tienen un cierto nivel de responsabilidad pero los sacerdotes no delegan en ellos la autoridad necesaria, cualquier tarea se hará "cuesta arriba", cualquier servicio se desvanecerá y no se producirán frutos

Las personas aceptarán con gusto servir a Dios en su parroquia cuando sientan que están
respaldados por sus sacerdotes, cuando éstos les faculten para liderar, cuando confíen y deleguen en ellas. Y aunque se equivoquen, también tienen derecho a hacerlo. Nadie que asume una responsabilidad está exento del error.

Liderar no es algo negativo, como muchos piensan: 
es dar ejemplo, no ser "jefe"; es ir a la cabeza, no a la cola; es tomar decisiones, no seguir las de otros; es obediencia al superior, por supuesto, pero también es libertad en el servicio.
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Si los sacerdotes no dan responsabilidad con autoridad delegada, un día mirarán a su alrededor y se preguntarán qué pasó con sus personas más comprometidas. Porque no estarán. Se cuestionarán por qué están trabajando con pasión y tratando de cambiar el mundo en otra parroquia.

Lo desgraciadamente triste y nada caritativo es que, a veces, las personas c
omprometidas son blanco de toda clase de críticas, chismes y murmuraciones, pero el propio Jesús dice: "Si no os reciben ni os escuchan, al salir de la casa o del pueblo sacudid el polvo de vuestros pies." (Mt 10, 14).

Porque se abandona la doctrina

Si en una parroquia no se enseña la doctrina católica, tienes que irte. ¡Pero ya!. Cualquiera que enseñe cualquier otra doctrina, por muy misericordiosa que parezca, es maldito: "Estoy sorprendido de que tan rápidamente os hayáis apartado de aquel que os llamó por la gracia de Cristo y os hayáis pasado a otro evangelio. Eso no es otro evangelio; lo que pasa es que algunos siembran entre vosotros la confusión y quieren deformar el evangelio de Cristo. Pero si yo mismo o incluso un ángel del cielo os anuncia un evangelio distinto del que yo os anuncié, sea maldito. Os repito lo que ya os dije antes. Si alguien os anuncia un evangelio distinto del que habéis recibido, sea maldito." (Gal 1, 6-9). 

Y cualquier parroquia que abraza una falsa doctrina o una ideología que niega lo que Dios nos dice tanto en la Sagrada Escritura como en la Tradición de la Iglesia, no es católica. Como bautizados tenemos una gran responsabilidad cuando se trata de la fe: No callar la Verdad y defenderla.
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Pueden llamarnos radicales, extremistas o inflexibles pero lo cierto es que Jesús era absolutamente tajante con el pecado, no con las personas. 

Ser radical no es algo peyorativo, es sencillamente, agarrarse a la "Raíz": "Yo soy la vid verdadera y mi Padre el viñador. Él corta todos los sarmientos que no dan fruto en mí, y limpia los que dan fruto para que den más. Vosotros estáis ya limpios por la palabra que os he dicho. Seguid unidos a mí, que yo lo seguiré estando con vosotros. Como el sarmiento no puede dar fruto por sí mismo si no está unido a la vid, así tampoco vosotros si no estáis unidos a mí. Yo soy la vid, vosotros los sarmientos. El que permanece unido a mí y yo en él, da mucho fruto; porque sin mí no podéis hacer nada. Al que no está unido a mí se lo echa fuera, como a los sarmientos, que se los amontona, se secan y se los prende fuego para que se quemen. Si estáis unidos a mí y mis enseñanzas permanecen en vosotros, pedid todo lo que queráis y se os concederá. Mi Padre es glorificado si dais mucho fruto y sois mis discípulos." (Jn 15, 1-8).

Por eso, antes de abandonar una parroquia, además de la oración antes mencionada, debemos examinar interiormente nuestros motivos, revisar nuestros compromisos adquiridos en la parroquia, asegurarnos de que no dejamos conflictos interpersonales no resueltos, de que no dejamos a personas heridas o dañadas, y de que perdonamos las ofensas que nos hayan hecho personalmente. 


Lo que no podemos perdonar, porque no nos corresponde a nosotros juzgarlos, son los agravios cometidos a Dios.

Si es posible, debemos solicitar una reunión con los sacerdotes antes de salir de una parroquia. Si no es posible, escribirles una carta. Si no escuchan ni responden, todo está dicho. 

Abandonar una parroquia no es ni fácil ni agradable pero a veces, no queda otro remedio...