¿QUIÉN ES JESÚS?

La vida de Jesús siempre ha suscitado preguntas a lo largo de los últimos dos mil años.

¿Cómo pudo un carpintero que fue ejecutado por los romanos convertirse en el hombre más famoso de la historia?
¿Fue Jesús alguien verdaderamente real?
¿Cómo puede Dios ser un hombre al mismo tiempo?
¿De qué manera podría esto tener algún sentido para mi vida?

Estas son algunas pero queremos que nos cuentes las tuyas.

viernes, 19 de agosto de 2016

SIN HÁBITOS NO HAY IGLESIA. SIN LAICOS, TAMPOCO

A lo largo de los dos mil años de la vida de la Iglesia, hemos asumido que la inmensa tarea pastoral dependía únicamente del sacerdote, cuyas funciones han relegado la presencia efectiva del laico en la Iglesia. 

Aunque todos los bautizados tenemos una vocación sagrada, pareciera que ésta se identificara casi exclusivamente con la vocación sacerdotal o religiosa. Esto ha provocado una deformación del verdadero sentido de la Iglesia y una exageración de lo sacro, identificado con lo clerical. Se trata de una ecuación peligrosa: “todas las cosas que pertenecen a los curas y a las monjas son sagradas, y lo demás es lo profano”.

Este mundo clerical, durante mucho tiempo ha hecho de la Iglesia un espacio cerrado, construyendo así dos líneas paralelas desconectadas: 
  • por un lado, la sacral-clerical, identificada con lo que está dentro de la Iglesia, 
  • y por otro lado, la profana, que cada vez más se ha identificado con lo que está fuera de la Iglesia.
Entonces, ¿dónde se daba el encuentro del laico con el sacerdote? En el culto, esencialmente, porque el otro mundo, el de lo económico, de lo político, de lo social, era profano. 

El laico o católico liberal, en lo social, político y económico no era cristiano, pero quizás con un poco de suerte, iba a misa.

Pero el mundo cambia, por supuesto, y la Iglesia toma conciencia clara de esta situación. Es un largo proceso de toma de conciencia por etapas más o menos parciales: León XIII abre la gran perspectiva de lo social para la Iglesia. Surgen ciertos movimientos que, poco a poco, van a ir formando la idea de una acción católica, que se va a institucionalizar con Pío XI.

Todo esto hace cambiar a la Iglesia el concepto del lacio. El laico empieza a contar, a tener peso específico. Porque la Iglesia se va dando cuenta que hay que abrirse al mundo y que hay dimensiones en el mundo que les están encomendadas a los laicos.

Es un cambio de frente, de perspectiva. No es posible seguir pensando que la Iglesia se hace en las sacristías, por lo que se hace necesario enviar al frente a los laicos.

El laico

Así, el laico comienza a participar del apostolado jerárquico de la Iglesia, es institucionalizado dentro de la Iglesia y se le confía la misión de evangelizar el mundo, participando de la misión que Cristo dejó encomendada a los apóstoles. Esta es la misión del laico en la Iglesia a partir de Pío XI, Pío XII, Juan XXIII.
Pero es fundamentalmente, el Concilio Vaticano II (1962) quien recoge dos grandes líneas de actuación en el futuro: interpretar el mundo e interpretar a la Iglesia para solventar esta contradicción entre lo sacro y lo profano. La Iglesia (dogma, moral y culto) que no cambia, se conforma a las características de este mundo que cambia. 

El Concilio, en su documento "Apostolicam actuositatem" restituye al laico, al seglar, a su lugar imprescindible en la actividad de la Iglesia Católica: el laico es objeto, protagonista y responsable de la evangelización. Y establece sus dos dimensiones:
  • Dimensión sagrada: “Los laicos son los que por el bautismo se incorporan a Cristo, se constituyen en pueblo de Dios, participan a su manera de la función sacerdotal, profética y real de Cristo, ejercen la misión de todo el pueblo cristiano en la Iglesia y en el mundo”. 
¿Qué derechos y obligaciones tiene? El laico tiene en la Iglesia, el derecho a recibir la palabra de Dios y los sacramentos y la obligación de manifestar su parecer, de obedecer y de orar.

Se incorpora al misterio de Cristo como sacerdote, rey y profeta, participando del culto y siendo protagonista de la evangelización.
  • Dimensión secular:   “Le corresponde por propia vocación buscar el reino de Dios, tratando y ordenando, según Dios, los asuntos temporales”
¿Y de qué modo va a ordenar los asuntos temporales? ¿Cómo va a proceder en lo económico, lo cultural, lo político? 
  • Primero, con el testimonio de vida, fe, esperanza y caridad
  • Segundo, con el propósito de transformar el mundo“Iluminando y organizando todos los asuntos temporales para que se realicen continuamente según el espíritu de Cristo y la gloria de Dios”. No es un problema circunstancial. dice: “Continuamente”. Construir la sociedad de un modo continuo, habitual, y cambiar la sociedad. 
"El laico tiene el deber y derecho de participar en la edificación de la Iglesia y del mundo, y de opinar con caridad, con obediencia, con veracidad, con fortaleza, con prudencia, especialmente a través de las instituciones". 
Así pues, el laico no puede descuidar sus obligaciones religiosas y viceversa, debe realizar la síntesis de ambas a imitación de Cristo. Se hace imprescindible además, que en su relación con el mundo adquiera verdadera competencia en los campos y disciplinas seculares, colaborando con los que tienen idénticos fines y cumpliendo su misión con la luz de la sabiduría cristiana y la observancia atenta de la doctrina y el Magisterio de la Iglesia.

Pueden darse hechos donde se postulen soluciones divergentes, en esos casos, el Concilio aconseja a los laicos a no reivindicar en favor de uno la autoridad de la Iglesia y que procuren ver la luz con el diálogo sincero, buscando la mutua caridad y el bien común.

Así, definida la posición del laico en el mundo, se hace imperativo que tenga activa participación en la vida política, social y económica, así como en los medios de comunicación social.“Le es propio” dice el Concilio, "ejercitar el carácter secular" en dos ámbitos: la Iglesia, buscando el reino de Dios y el mundo, estando presente, tratando y ordenando los asuntos temporales por propia vocación y por propio llamado de Dios.

Aún así, algunos sacerdotes no respetan la opinión de los laicos y algunos laicos son de un servilismo inaguantable o lo que es peor, tampoco respetan la opinión de los curas. Es generalizar mucho, pero ocurre.

Todos tenemos que hacer un esfuerzo en esto, pero es clara la llamada que da el Concilio: “con caridad, con obediencia, con veracidad, con fortaleza, con prudencia y especialmente a través de las instituciones”, porque no es cuestión que cada uno por su cuenta empiece a querer reformar la Iglesia.

Dios nos ha encargado (a sacerdotes y laicos) construir su Iglesia para respetarnos, escucharnos y cuidarnos mutuamente, considerando la “iniciativa propia en el ámbito eclesiástico”. Somos (o deberíamos ser) personas adultas, cristianos maduros y uno de los graves vicios de los sacerdotes y laicos es la puerilidad. No podemos ser pueriles…Ni un laico puede pretender ser siempre un bebe espiritual ni un sacerdote, tratar al laico como a un bebé. Dios nos llama a madurar espiritualmente. Unos y otros. Todos.

El sacerdote

En cambio, el sacerdote es el que recibe el Orden Sagrado y está ordenado, principal y directamente al sagrado ministerio.

El laico debe pedir al sacerdote que le de la palabra de Dios y los sacramentos, y el sacerdote al laico que ordene los asuntos temporales.
"Principal y directamente" no quiere decir que la distinción sea exclusiva y excluyente. Sin embargo, muchas veces descubrimos que se desvirtúan estas vocaciones de dos modos: en el laico beatón, esta suerte de mitad cura y mitad laico, una especie de individuo intermedio, indefinido. Y el cura secularizado, que desvirtúa su misión específicamente sacral.

Esta es una gran tentación para el sacerdote de hoy. Porque los sacerdotes tienen el convencimiento de que saben de todo. Y es falso. Su formación es una formación limitada a lo específico. Han sido formados fundamentalmente para conocer la doctrina de la Iglesia.

Es cierto que siempre han existido sacerdotes que se han dedicado (se les ha permitido), con una vocación personal, a una ciencia profana. Pero no es lo común, ni lo habitual.

Muchas veces el desajuste de esto proviene en que los laicos brillan por su ausencia en los lugares donde tienen que estar dando testimonio, y el sacerdote se ve angustiado por una necesidad pastoral, que se le hace imposible cumplir.

El sacerdote debe reconocer y promover la dignidad y la responsabilidad de los laicos en la Iglesia, usando gustoso sus prudentes consejos; encargándoles con confianza, tareas al servicio de la Iglesia; dejándoles libertad y espacio para actuar y animándoles a que asuman tareas propias. En todos los casos, deben mutuamente tener un trato familiar.
En el “Decreto sobre el ministerio de los Obispos” el Concilio resalta el hecho de que la edificación del Cuerpo Místico de Cristo ha sido encomendada a todos y por lo tanto, los sacerdotes deben presidir la comunidad cristiana aunando sus esfuerzos con los laicos reconociendo de esta manera, la dignidad que les corresponde en la misión de la Iglesia.

Deben promoverlos honrando la libertad que les compete y para ello se hace indispensable que consideren sus deseos, escuchen sus opiniones de buen grado y reconozcan su capacidad y experiencia en las cosas humanas.

De todos modos, el laico debe crecer en las cosas de Dios y por eso se recomienda a los sacerdotes que fomenten los distintos carismas que reciben, especialmente aquellos que son atraídos a una vida espiritual más elevada; con todos deben buscar la unidad de la caridad y, como celosos custodios de la doctrina, cuidar que los laicos no sean llevados de “acá” para “allá” por todo “viento de doctrina”.

A los laicos se les pide que amen y ayuden por la oración y las obras a sus sacerdotes, pero si bien deben esperar de ellos orientación e impulso espiritual, no deben esperar ni exigir que sus sacerdotes estén siempre en condiciones de darles inmediata y concreta solución a todas las cuestiones y problemas.

El laico por su bautismo recibe una misión cultual y apostólica, de aquí que el Concilio le pida activa participación en la liturgia y amplia y generosa cooperación en las obras misioneras de la Iglesia.

Por último, en el gobierno y conducción de la Iglesia se hace necesario escuchar a laicos eminentes porque “sin laicos no hay verdadera Iglesia”.

Escasez de vocaciones

Es un hecho, no una opinión: cada vez hay (y habrá menos) sacerdotes. Porque los laicos han dejado de evangelizar en casa. La mayoría de los niños no viven la fe en casa, y algunos ni siquiera saben santiguarse o rezar. Sin "fe en casa" es muy complicado que surjan vocaciones. Consecuencia: Los seminarios están diezmados y apenas ordenan nuevos curas.
Incluso, podríamos llegar a pensar que el Señor está quitando la gracia de la vocación sacerdotal, quizás porque los cristianos no hemos valorado lo que significa el sacerdote.

Les hemos marginado, no les hemos ayudado, les hemos criticado y atacado. Hay realmente una escasez de sacerdotes. ¡No hay sacerdotes! La ausencia de vocaciones quizás sea motivada por el precio tan alto que tienen que pagar y no compense.

Pero por otro lado, va creciendo la vocación de laicos dispuestos a consagrarse a las obras de la Iglesia, no como curas sino como laicos. O sea, que Dios, en su plan perfecto, también nos regala una especie de compensación.

Es por eso que es preciso, una toma de conciencia profunda del laicado:
  • Los laicos tenemos que empezar a ser nosotros, y construir una espiritualidad laica, y construir una presencia de Iglesia laica y no limitarse a la figura del "católico liberal".
  • Los sacerdotes tienen que volver a ser ellosdedicarse a lo específicamente suyo: Sacramentos y Enseñanza de la Palabra. Porque ellos, igual que los laicos, pueden hacer un montón de cosas, pero hay algo que les distingue: el laico no puede absolver, el sacerdote, sí; el laico no puede celebrar misa, y el sacerdote, sí. 

jueves, 18 de agosto de 2016

CASA CRISTO REY: UN OASIS DE PAZ PARA EL ENCUENTRO CON DIOS



Here is the house                                                          Aquí esta la casa 
Where it all happened                                                    Donde todo ocurrió
                 Those tender moments                                       Esos tiernos momentos               
Under this roof                                                                   Bajo ese techo
Body and soul come together                                              Cuerpo y alma se unen
              As we come closer together                         A medida que nos acercamos uno al otro
And as it happens                                                                 Y tal y como sucede
It happens here                                                                      Sucede aquí 
In this house                                                                       en esta casa

And I feel your warmth                                                        Y siento tu afecto
            And it feels like home                                                    Y me siento como en casa
And there's someone                                                            Y hay alguien
Calling on the telephone                                          Llamándome por teléfono
Let's stay home                                                               Quedémonos en casa
It's cold outside                                                                     Hace frío afuera
And I have so much                                                              Y tengo mucho
To confide to you                                                                      Que confesarte
With or without words                                                       Con o sin palabras
I'll confide everything                                              Voy a confesártelo todo

          So we stay at home                                                 Así que quedémonos en casa
And I'm by your side                                                           Y estaré a tu lado
And you know                                                                          Y sabrás
What's going on inside                                                    lo que pasa dentro
        Inside my heart                                                            dentro de mi corazón
    Inside this house                                                            dentro de esta casa
And I just want to                                                                   Y solo quiero
    Let it out for you                                                          Dejarlo salir para ti

And I feel your warmth                                                        Y siento tu afecto
            And it feels like home                                                    Y me siento como en casa
And I feel your warmth                                                        Y siento tu afecto
            And it feels like home                                                    Y me siento como en casa

Here is the house                                                          Aquí esta la casa 
Where it all happened                                                    Donde todo ocurrió
         Those tender moments                                                    Esos tiernos momentos               
Under this roof                                                                   Bajo ese techo
Body and soul come together                                              Cuerpo y alma se unen
              As we come closer together                         A medida que nos acercamos el uno al otro

"Here is the House" 
Depeche Mode


"Here is the House" es una de mis canciones favoritas del grupo inglés Depeche Mode,  publicada en 1986. La canción juega con un concepto filosófico que cuestiona si le pedimos (a Jesucristo) compañía o sólo presencia, y si existe remedio alguno para la tribulación, la soledad y la incomunicación. 

Y es que el Señor nos contesta afirmativamente: "Yo soy el Camino, la Verdad  y la Vida. Nadie va al Padre sino por mí. Si me conocéis a mí, conoceréis también a mi Padre; desde ahora lo conocéis y lo habéis visto". (Juan 14, 6-7).

"Esos tiernos momentos"

El planteamiento lírico que personalmente hago de la canción es acerca de mi experiencia y mi encuentro con Cristo, "en esa casa", "en Cristo Rey" durante mi retiro de Emaús, como caminante, en noviembre de 2015. 

Mi experiencia parte de “un ponerme en camino”, un camino evangelizador que comencé con las cenas Alpha y que me llevó, casi sin quererlo, a los retiros de Emaús. 

Y como toda “búsqueda” implica movimiento, ir hacia, salir de uno mismo, eso es lo que hice. Pero no hice el camino solo, sino en “comunidad”. Mi compromiso siempre es personal pero el mejor discernimiento es comunitario. 

Entonces, Jesús, como en el relato de Lucas, se hizo el encontradizo conmigo. El Señor salió a mi encuentro. Parece que me estaba esperando sin estridencias, sin alardes. Como un compañero más en la marcha. Y me preguntó. Se interesó por mis preocupaciones y dudas. 

Aunque Él lo sabía perfectamente, esperó a que se lo contara yo. Me dejó hablar, o más bien, me dejó quejarme. Y allí, en Cristo Rey, vacié mi corazón. No entendía ni comprendía por qué las cosas no habían salido como yo esperaba. Eran mis “planes” y tardé, como los discípulos de Emaús, en entender que los “planes” de Dios, frecuentemente, son otros. 

Esta es la casa donde aprendí a escuchar directamente a Jesús. ¡Directamente!, como los de Emaús. 

Durante "aquellos tiernos momentos", aprendí a experimentarlo a través de un gozo que no puede contarse con palabras en el oratorio del Espíritu Santo, delante del Santísimo, donde nunca antes había estado, le encontré: ¡Dejé actuar al Espíritu Santo!

Ahora sé donde buscarle. 

El camino se hace, a menudo, duro, complejo, agotador. Y uno se cansa y la noche, lo oscuro, parece abrumarnos. Nos da miedo seguir. Entonces hay que ser decididos, como los discípulos de Emaús e invitar al Señor a quedarse con nosotros. Es el momento de saber acoger. Saberle decir al Señor, con confianza, que se quede a nuestro lado porque nos empiezan a fallar las fuerzas, o porque sentimos miedo. Miedo de la noche, de la oscuridad, de lo desconocido, de lo que aún nos queda por caminar.

Y cuando se lo pedimos, cuando le abrimos la puerta al Señor, Él siempre entra para cenar con nosotros. Y en esa cena, al partir juntos el pan, al “com-partir”, “re-conoces” al Señor. 

Es un segundo estado en la experiencia de Dios. Se trata primero de Ver. Responder como Job a la pregunta: ¿Dónde está Dios? Buscarle en nuestro interior para re-conocerle como Tomás, metiendo nuestros dedos en sus llagas y darse cuenta de que muchas veces no sabemos interpretar o tenemos la suficiente sensibilidad para detectar esa “presencia” transformadora. 

“No ardía nuestro corazón cuando nos hablaba en el camino”. De eso se trata, de descubrir como experiencia ese corazón ardiendo por la Palabra.

Y entonces, con prisas, de inmediato, ya sin miedo a la noche, el domingo salí para volver a Jerusalen, para contar su experiencia. Y me encontré con los demás, con los que habían vivido una experiencia similar a la suya para gritar al mundo, todos juntos que el Señor, que ¡Jesucristo ha resucitado!

En esa casa, "Donde todo ocurrió. Esos tiernos momentos, bajo ese techo, cuerpo y alma se unen, a medida que nos acercamos uno al otro", allí Jesús se me acercó. 

Vino a mí porque le pedí con confianza que se quedara conmigo, cuando anochecía en mi vida, cuando las dudas me asaltaron.

En Cristo Rey, "estoy como en casa, Él está a mi lado y sé lo que pasa dentro de mi corazón, dentro de esta casa". "Here is the House", aquí está la casa, la casa de Dios.

"Here is the House"

Aunque los Cooperadores Parroquiales de Cristo Rey se encontraban establecidos en Pozuelo de Alarcón desde el año 1946, en 1992, se trasladan a una nueva residencia, un hermoso complejo de edificios, la Casa Cristo Rey. 

Entrando, el vestíbulo de recepción da acceso directamente a:

- la Casa de Ejercicios propiamente dicha.

- la Iglesia o capilla mayor, con capacidad para unas 160 personas, situada a la derecha

- la residencia de Padres y Hermanos. 




La casa de Ejercicios cuenta con 80 habitaciones dobles, dotadas de lavabo, WC y ducha, distribuidas en cuatro pabellones de dos plantas, con un sector de 10 habitaciones cada planta. 

Los cuatro pabellones están separados entre sí por otros tantos patios, en los que una fuente románica y una hilera de hermosos cipreses crean un ambiente recogido cuasi monástico. 

Al fondo de cada uno de estos pabellones la escalera de emergencia está colocada al interior de una torre de ladrillo visto –como todo el edificio-.

Las cuatro torres quedan unidas por un arco, de forma que el conjunto, desde el jardín exterior recuerda un poco la muralla de Ávila. 

Desde el interior se accede a esos pabellones por un pasillo, a la derecha del cual se encuentran una amplia sala de estar, otra gran sala de conferencias divisible en dos o tres, según conveniencias, otra pequeña sala de estar y el oratorio "Espíritu Santo" para unas treinta personas. 

En el piso superior, además de los sectores de habitaciones, se encuentran diversas salas de reuniones y otro oratorio para unas 20 personas. Tres terrazas pequeñas ofrecen una magnífica vista de Pozuelo y Madrid.

De este cuerpo de edificio se pasa después a los comedores, uno con capacidad para 200 personas y otro reducido para unos 25 comensales. 

A continuación, se encuentra la zona de servicios: cocina con office y tren de lavado por un lado, y almacén y cámaras frigorífica y de congelación por otro, así como lavadero y sala plancha; todo ello junto al muelle de descarga. 

Y a continuación se encuentra la residencia de las Hermanas Cooperatrices, llamada Betania.

La edificación está situada en el centro de un parque de 65.000 m2, con al menos seis ambientes diversos de arbolado y jardinería. 

Todo ha sido pensado para favorecer ante todo un encuentro con Dios y después también con los hermanos. 

Con razón se ha dicho que la Casa Cristo Rey es “Un oasis de paz para el encuentro con Dios.”





martes, 16 de agosto de 2016

MIEDO AL CAMBIO: DESENTIERRA TU TALENTO





«Es también como un hombre que, al ausentarse, llamó a sus siervos y les encomendó su hacienda: a uno dio cinco talentos, a otro dos y a otro uno, a cada cual según su capacidad; y se ausentó.

Enseguida, el que había recibido cinco talentos se puso a negociar con ellos y ganó otros cinco. Igualmente el que había recibido dos ganó otros dos. En cambio el que había recibido uno se fue, cavó un hoyo en tierra y escondió el dinero de su señor.

Al cabo de mucho tiempo, vuelve el señor de aquellos siervos y ajusta cuentas con ellos. 

Llegándose el que había recibido cinco talentos, presentó otros cinco, diciendo: "Señor, cinco talentos me entregaste; aquí tienes otros cinco que he ganado." Su señor le dijo: "¡Bien, siervo bueno y fiel!; en lo poco has sido fiel, al frente de lo mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor."

Llegándose también el de los dos talentos dijo: "Señor, dos talentos me entregaste; aquí tienes otros dos que he ganado." Su señor le dijo: "¡Bien, siervo bueno y fiel!; en lo poco has sido fiel, al frente de lo mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor."

Llegándose también el que había recibido un talento dijo: "Señor, sé que eres un hombre duro, que cosechas donde no sembraste y recoges donde no esparciste.Por eso me dio miedo, y fui y escondí en tierra tu talento. Mira, aquí tienes lo que es tuyo." 

Mas su señor le respondió: "Siervo malo y perezoso, sabías que yo cosecho donde no sembré y recojo donde no esparcí; debías, pues, haber entregado mi dinero a los banqueros, y así, al volver yo, habría cobrado lo mío con los intereses.

Quitadle, por tanto, su talento y dádselo al que tiene los diez talentos. Porque a todo el que tiene, se le dará y le sobrará; pero al que no tiene, aun lo que tiene se le quitará. Y a ese siervo inútil, echadle a las tinieblas de fuera. Allí será el llanto y el rechinar de dientes."

(Mateo 25, 14-30)


Muchos de nosotros vivimos atrapados en situaciones que no son las que nos gustaría estar viviendo, pero nos conformamos, fundamentalmente, por miedo al cambio.

A veces, se trata de nuestra pareja con la que discutimos a menudo y con la que no compartimos casi nada pero seguimos con ella por inercia. 

Otras veces, se trata de nuestro trabajo o de nuestro jefe, que tanto nos disgusta pero que al menos nos da de comer. 

Otras, es nuestra parroquia que no crece y enferma, pero con la que al menos nos reconfortamos espiritualmente. ¡Excusas con tal de no actuar!

¿Qué es lo que nos da tanto miedo? 

¿Por qué somos tan reacios a los cambios?

¿Por qué cerramos a cal y canto las puertas de nuestros corazones?

¿Por qué ante los problemas internos tan evidentes de la Iglesia y los ataques externos tan despiadados, permanecemos callados, inmóviles o miramos hacia otro lado? 

¿Permanecemos quietos mientras el mundo se mueve y cambia a pasos agigantados?

¿Esperamos que la solución llegue por sí sola, sin mover un dedo, sin orar, sin ponernos en marcha?

¿Preferimos un enfoque exclusivamente dirigido al cuidado de los que ya somos, del rebaño antes que molestarnos en ir a por más almas para Dios?

¿Nos gustan las cosas como son?

¿Somos capaces de soñar alguna posibilidad de mejora?

¿Nos enorgullecemos de no cambiar en aras de conservar una cierta comodidad?

¿Qué opina Dios de todo esto?

Lo que parece evidente es que le damos más importancia a la seguridad, a la comodidad y a la tranquilidad que al bienestar, a lo correcto o a Dios. Tenemos más miedo a perder que deseo de ganar, como el siervo de la parábola que recibió un talento.

Incertidumbre

La palabra cambio siempre produce en nuestra mente una connotación negativa, parece significar incertidumbre, temor por lo desconocido y, sobre todo, riesgo. Por eso, muchas veces, ante la probabilidad de empeorar, nos aferramos a la postura cómoda de evitar cualquier tipo de cambio o de toma de decisiones.

Pero resulta que tenemos una esperanza, una fe, una certeza cristiana de que Dios está a nuestro lado y que jamás nos abandona.¿O no es así?

Pesimismo

Casi siempre, nuestra tentación nos lleva a ponernos en lo peor. Somos bastante derrotistas y fatalistas.

Pero cuando nos enfocamos en lo positivo y confiamos en nuestro Creador, avanzar y eliminar el miedo al cambio es mucho más sencillo, pues descargamos nuestros miedos e inseguridades en Él. ¿O no es así?

Inseguridad

Por si fuera esto fuera poco, mostramos una gran inseguridad en nuestra capacidad para cambiar las cosas y una cierta desconfianza en nuestra capacidad para conseguir algo mejor.

Pero una cosa es evidente, la mejor forma de perder toda la confianza en uno mismo es quedarse quieto y no intentar nada en la vida. Dios no nos quiere inseguros ni quietos. El nos ha regalado dones y talentos para que los utilicemos no para que los guardemos por miedo. Recuerda la parábola de los talentos.

Auto-compasión

"No merezco nada mejor", "No soy capaz", "No estoy preparado": son algunas de las excusas que ponemos ante un cambio, ante una situación incómoda o que nos hace sufrir y no somos capaces de salir de ahí, lo que evidencia  nuestra auto-compasión, nuestra falta de valoración propia para cambiar las cosas.

Dios nos valora como criaturas únicas y no ha dado la dignidad de ser hijos suyos. ¿Vamos a ser capaces de censurar lo que Dios tiene pensado para nosotros?

Con la parábola de los talentos, Jesús intenta explicar cómo es nuestro Dios, y cómo debe ser nuestra respuesta a su invitación a participar de su Reino.

Tomar conciencia de cuáles son los obstáculos que nos impiden avanzar, cambiar y transformar el mundo, será lo que nos ayude a dar el primer paso. Todo viaje, toda aventura empieza por el primer paso.

Dios nos ha dado un potencial increíble y sólo espera que confíes en Él para "salir a la luz", para "ser la luz". Somos capaces de muchas más cosas de las que creemos y además nos merecemos lo mejor. Eso es lo que Dios ha ideado para cada un de nosotros.

Por eso, pongámonos en acción, despidiendo de nuestra vida lo que no nos hace feliz y luchando por lo que Dios nos ofrece y nos pide.  En eso se basa la plenitud, la felicidad.





lunes, 15 de agosto de 2016

AMOR SÓLIDO: DAR LA VIDA POR LOS DEMÁS


"Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, 
con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con toda tu mente; 
y a tu prójimo como a ti mismo"
Lucas 10, 27

Vivimos una época donde la moda generalizada es el "amor líquido", es decir, amor sin vínculos, sin afectividad. Un amor frío, superficial, etéreo, sin compromiso y en todo caso, interesado.

Los cristianos estamos llamados al amor sólido, al amor comprometido con Dios y con nuestro prójimo. Amar a Dios requiere entrega total de corazón, alma, fuerzas y mente. Dios lo hizo por nosotros. 

Cristo, con su ejemplo y muerte en la cruz, nos dice : "no hay amor más grande que el que da la vida por sus amigos". (Juan 15, 13). Y cuando dice "amigos" se refiere a todos, porque para Él no hay enemigos. El dio la vida por nosotros.

Amar al prójimo como a uno mismo no es nada fácil, porque requiere "dar la vida", darse a los demás, todos. Y se nos exhorta a hacerlo como si nos lo diésemos a nosotros mismos. Ahí está la cuestión: porque darse para uno mismo no cuesta; darse a unos pocos tampoco; darse a "los tuyos, menos, pero darse a todos cuesta, porque no tratamos ni queremos a todos igual. 

Por tanto, ser cristiano, seguir a Cristo es "dar la vida" por los demás. Es llevar el mensaje de amor de Cristo a otros manifestando un "amor total". El amor es el verdadero mensaje. 

Dar la vida es
  • Amar a alguien por sí mismo. "Amor total" significa amar no en relación a algo, sino de una manera absoluta
  • Subordinarse, entregarse a la persona amada, sin ningún interés más allá del hecho de amar. 
  • Exponerse por otros.
  • Arriesgarse saliendo de nuestra comodidad. 
  • "Molestarse", "incomodarse" por el bien de las personas. 
  • Comprometerse, "desvivirse", es decir, salir de la propia vida para interesarnos por la del otro.
  • Servir, desprenderse de uno, de sus cosas y dar lo mejor de sí. 
  • Salir de uno mismo, participar generosa y solidariamente nuestra vida con el otro.
  • Sentir la felicidad o la tristeza, los éxitos o fracasos de los demás como propios. 
  • Preocuparse de corazón por sus problemas, por su sufrimiento, por su angustia.
  • Responsabilizarse por otros. 
  • Donarse desinteresadamente.
Dar la vida implica
  • Experimentar que hay más alegría en dar que en recibir
  • Obtener una mayor felicidad y realización personal.
  • Descubrir que lo importante no es lo que se da o cuánto se da, sino por el amor con el que da. 
  • Acompañar lo que damos con ternura, afecto y alegría
  • Compartir no sólo cosas materiales, sino tiempo, atención, amor, experiencias, momentos, etc.
  • Aprender no a dar cosas, sino aprender a darse uno mismo. No es dar lo que nos sobre, sino dar lo que somos. 
  • Enriquecer a otros con nuestros propios valores
  • Colaborar en la transformación de la sociedad con los dones y cualidades que Dios nos ha dado a cada uno. 
  • Estar atento y saber reconocer la necesidad del otro.
  • Aprender a que el servicio a los demás debe ser una actitud habitual, firme y perseverante, aún a costa de los beneficios propios.
  • Comprometerse nos obliga a dejar nuestra comodidad e intereses inmediatos por el bien de otros. 
  • Da sentido a nuestra propia vida.









viernes, 5 de agosto de 2016

¿POR QUÉ ALGUNAS PARROQUIAS SE VUELVEN MEDIOCRES?




El objetivo de mi artículo de hoy no busca ofender a ningún párroco o sacerdote. Pero me gusta ver como algunas parroquias se esfuerzan por buscar la excelencia y comprobar que todo lo que hacen es para la gloria de Dios

Sin embargo, muchas parroquias se conforman con la mediocridad. Han caído en el conformismo, en la desidia y la pereza. Dejan pasar el tiempo sin que nada cambie (para bien). Están en caída libre hacia la mediocridad. Y Dios no es mediocre ni tampoco le gusta la mediocridad. Dios siempre quiere la excelencia porque Él es perfecto.

Para conocer si una parroquia está en caída libre hacia la mediocridad, basta con analizar algunos puntos de su pastoral:

Programas de auto-evaluación 

Tener planes de auto-evaluación periódicos acerca de la eucaristía, forma del culto, duración y contenido de las homilías, caridad y comunidad, frecuencia y tipo de adoración, métodos de evangelización o escuela de discipulado nos facilitan el conocimiento del estado de salud de la parroquia. 

Muchas no los tienen o ni siquiera los han imaginado. 

Una Iglesia que no se evalúa continuamente se torna mediocre porque nunca busca la excelencia. 

Se conforma con poco. Se conforma con lo que hay.

Escuelas de discipulado 

Pocas iglesias tienen una estrategia definida para dirigir a los nuevos cristianos hacia el crecimiento y la madurez espirituales. Una parroquia sin una escuela de discipulado, puede que, al principio, atraiga a la gente pero luego resulta que no la ofrece gran cosa. 

Más temprano que tarde, acaba produciendo el estancamiento de los creyentes, el no-crecimiento o decrecimiento, la pereza y la desmotivación (a menudo incluso entre los líderes). Y eso es mediocridad.

Planes de pertenencia

Los miembros potenciales de una parroquia deben tener claro lo que significa la adhesión a la iglesia, antes de comprometerse. Deben saber lo que la parroquia ofrece y lo que pide de ellos. 

Las iglesias que no tienen claro esto, están invitando esencialmente miembros a unirse, pero no generan ninguna expectativa.

Números sin compromiso. Masa que llene el templo durante una hora a la semana. Y luego, nada más.

Visión

Declaraciones de la visión de la parroquia, lemas y frases anuales son comunes en muchas iglesias, pero muchos sacerdotes, líderes y laicos que pertenecen a ellas, no la conocen. O lo que es peor, no las ponen en práctica.

Las parroquias que no están impulsadas ​​por una visión clara y concisa, frecuentemente expresada y anunciada, y siempre en acción, se atascan en la mediocridad del "decir" y del "no hacer".

Propósitos de evangelización

Las iglesias que no tienen una pasión misionera tienden a centrarse en su interior, se vuelven endogámicas, "ensimismadas" y siempre buscan estrategias para la auto-protección y el mantenimiento

Rara vez empujan a nadie más allá de la comodidad y del perímetro de sus paredes.

Formación de líderes

Cuando los cristianos comprometidos y los líderes que pertenecen a una parroquia determina son, durante años, siempre los mismos, siempre los que "tiran del carro", algo anda mal. 

Significa que la parroquia está estancada, que no genera crecimiento. Es un síntoma evidente de que no está sana sino enferma.

No me cansaré de repetirlo: El crecimiento de una iglesia viene determinado por los líderes que forma y no por el número de personas que acuden a misa. 

Con el tiempo, la falta de nuevos "comprometidos" conducirá a la desmotivación y al desanimo de los que siempre "están a todas". Y la parroquia se vaciará, poco a poco o de repente.

¿Excelencia o mediocridad?